miércoles, 31 de diciembre de 2008

Galeote no es antisemita (sólo lo parece)

El periodista Antonio Galeote afirma en su columna de e-Noticies (digital del cual es subdirector) cosas como las siguientes:
  • Que Israel es culpable de un genocidio contra el pueblo palestino comparable al que sufrieron los judíos a manos de los nazis;
  • que el Estado judío no es democrático, sino una teocracia prácticamente igual a la de sus vecinos árabes;
  • que el apoyo de Estados Unidos a Israel obedece a la ambición de controlar los recursos petrolíferos de Oriente Medio;
  • que Israel, resumiendo, es un Estado racista, genocida, militarista, teocrático y terrorista (creo que no me dejo nada).
Hay que señalar que antes Galeote nos ha prevenido de que el Estado hebreo goza "en general, de un buen tratamiento en la opinión pública y los grandes medios de comunicación internacionales", gracias a que sabe utilizar la mala conciencia occidental, agitando hábilmente el fantasma del antisemitismo. El artículo se titula precisamente así, "¿Antisemitas?", adelantándose a la previsible réplica, que por supuesto rechaza.

Ante disparates de este calibre caben dos respuestas posibles: No tomárnoslos en serio, o bien rebatirlos, pese a que pueda parecer ocioso. Si bien lo que me tienta es lo primero, he optado por lo segundo.

No sé qué medios de comunicación frecuenta Galeote para asegurar que predomina la opinión favorable a Israel. Al menos en el caso de España, yo observo todo lo contrario. Los palestinos, bajo el pretexto de que son los débiles, despiertan simpatías automáticas, las imágenes de televisión nos muestran sus entierros multitudinarios con mucha mayor frecuencia que los de los judíos, y las declaraciones pacifistas del estilo "la violencia no es la solución", que rara vez se escuchan como reacción a un atentado terrorista palestino, se multiplican cuando se trata de una acción militar israelí.

Y ¿qué decir del cuestionamiento del sistema democrático de Israel? Me gustaría simplemente saber en cuántos países árabes el jefe del Estado puede ser obligado a renunciar y procesado por acoso sexual, como le ha ocurrido al ex presidente Moshe Katzav. Bueno, me conformaría con saber en cuántos no sería inmediatamente encarcelado el periodista que se atreviera a divulgar hechos mucho menos graves acerca de la máxima institución.

Tampoco me detendré en la peregrina teoría conspiratoria del petróleo. Sinceramente, no consigo entender de qué manera un país cuyo territorio es inferior al de la Comunidad Valenciana y que carece de petróleo, puede ser el instrumento para arrebatar el control de esta materia prima a los árabes. ¿No bastaría con la tradicional alianza entre USA y Arabia Saudita, anterior a la fundación del Estado de Israel?

Lo que sobrepasa toda medida es la comparación entre un supuesto genocidio palestino y el Holocausto. Genocida es uno de los adjetivos favoritos de la izquierda. No se priva de aplicarlo lo mismo a Franco que a Bush (¡incluso a Aznar, por hacerse una foto!) En cambio suele ser mucho más delicada en su valoración de regímenes como los de Stalin o Mao, de los que sí puede decirse con propiedad que promovieron el exterminio deliberado y sistemático de colectivos enteros.

El uso del término genocidio por parte de la izquierda está claro que carece del menor rigor intelectual; es pura propaganda. Pero la equiparación del Holocausto con la represión del terrorismo palestino cae de lleno en la más grosera y miserable de las manipulaciones, aunque sólo fuera por razones cuantitativas. Peor que eso: Supone ni más ni menos trivializar el que fue probablemente el mayor crimen de la historia, ya no sólo por sus dimensiones, sino por su carácter premeditado y planificado. Recordemos sobre todo que ello sólo fue posible mediante la popularización previa de una ideología que convertía a determinadas personas en criaturas nocivas, cuya eliminación constituía un beneficio para la humanidad similar a la erradicación de las alimañas o los microorganismos infecciosos. Ahora bien, en ninguna escuela israelí se imparte nada remotamente parecido sobre los palestinos, mientras que curiosamente no podemos decir lo mismo acerca de lo que enseñan a los niños las escuelas y las televisiones de algunos países islámicos.

Nadie niega que desde 1948 e incluso antes, dentro del conflicto palestino-israelí se han cometido actos condenables por ambas partes. Pero cuando se recuerda la barbarie nazi para afirmar que "las víctimas se han convertido en verdugos", o una de dos, o se habla por hablar, estúpidamente, o se pretende sugerir que se está llevando a cabo un plan sistemático de exterminio del pueblo palestino. Y esto sí que sería una patraña digna de encuadrarse en la mejor tradición de la subliteratura antisemita desde Los Protocolos de los Sabios de Sión.

El único plan de exterminio del que tenemos noticia es el de Ahmadineyah, que ha repetido en diversas ocasiones su amenaza de borrar a Israel del mapa. ¿Tampoco podremos llamar antisemita al presidente de Irán?

Dudo que sea casual que el radical izquierdista Noam Chomsky haya sido acusado de connivencias con el negacionismo, o que Hugo Chávez estreche lazos con Irán y trate a Ahmadineyah como hermano. En todo caso, si la izquierda radical y populista no es antisemita, desde luego está trabajando en la misma dirección que los antisemitas. Lo único en que confío es que los judíos esta vez presentarán batalla y no se dejarán exterminar por el islamofascismo -o mejor dicho, el islamoizquierdismo.

domingo, 28 de diciembre de 2008

¿Qué periódico es más tendencioso?

Hoy era uno de esos días en que los titulares ponen en evidencia el mayor o menor grado de tendenciosidad de la prensa de papel. A continuación transcribo los titulares de primera página sobre la ofensiva israelí contra Hamas que se inició ayer. Los presento por orden de mayor a menor objetividad, según mi opinión:

La Razón: Israel lanza una gran ofensiva contra objetivos de Hamas en la franja de Gaza en respuesta a los continuos ataques terroristas sobre su territorio.

El Mundo: Israel causa una matanza en Gaza al responder a los ataques de Hamas.

ABC: Israel responde a Hamas con una matanza en Gaza.

La Vanguardia: Israel ataca a Hamas en Gaza y causa una masacre.

El Periódico: La mayor ofensiva de Israel siembra la muerte en Gaza.

Público: Matanza israelí en Gaza.

El País: Israel machaca la ciudad de Gaza.

Intento justificar mi ordenación. Claramente, el titular de La Razón es el que aporta una información más exacta. Es el único de los rotativos conservadores que no emplea los términos emotivos y carentes de objetividad "matanza" o "masacre". (¿Qué número de muertos puede calificarse como matanza: diez, cincuenta, cien, doscientos? ¿O sólo son matanzas cuando los autores son israelíes o yanquis?) Un titular honesto, desde mi punto de vista, es el que opta por la descripción de hechos adecuadamente contextualizada, evitando expresiones imprecisas aun a riesgo de perder concisión. Muy bien, La Razón.

El titular de El Mundo y el de ABC son muy similares, pero el segundo sugiere casi inadvertidamente que la matanza podría ser deliberada, mientras que El Mundo es más sobriamente descriptivo. (Lo cual no impide que la crónica de las páginas interiores, tal como acostumbra el diario de Pedro J., sea abiertamente propalestina.)

La Vanguardia omite ya el concepto de "respuesta" en explicación del ataque de Israel a Hamas. Es un matiz leve, pero me atrevo a decir que elocuente... Ya nos vamos acercando a la prensa ultracorrectísima del paradigma seudoprogresista. Los diarios de izquierda, tal como era de prever, ya ni siquiera aluden a Hamas. A juzgar por los titulares, la ofensiva israelí sería un acto de arbitrariedad inexplicable, pero las diferencias entre unos y otros entrañan también matices significativos. El Periódico, pese a su estilo truculento, aún mantiene una cierta contextualización, merced al término militar "ofensiva". Público lo reduce todo a la "matanza". Pero el ganador de este concurso de sectarismo es, cómo no, El País. Si "matanza" es un término impreciso y en cierta medida manipulador, por lo menos aún conserva un fondo descriptivo. "Machacar" una ciudad en cambio ya no da pie a interpretación, sino que sugiere un acto inequívocamente malévolo, dirigido no contra edificios o instalaciones determinados, sino contra la población civil entera.

Si algo me ha sorprendido del análisis de estos titulares, es la exactitud con la que me han venido a confirmar la opinión que ya hace tiempo me he venido formando de los principales periódicos de papel. Propalestinos todos menos uno; con disimulo hipócrita los de derecha y descaradamente los de izquierda. Pero inigualable en perfidia, El País.

Valoración de Huntington

Samuel P. Huntington (QEPD) en su libro más famoso, El choque de civilizaciones, se mostró escéptico ante la posibilidad de que culturas diferentes de la occidental fueran compatibles con las libertades individuales, la democracia y el estado de derecho. Para evitar los conflictos que inevitablemente acarrearía esto, él era partidario de dos cosas: Primero, renunciar al multiculturalismo. Occidente (que él identifica con los valores liberales) es sólo una cultura más, y por tanto, tiene el mismo derecho que cualquier otra a defender su propia identidad. Segundo, Occidente debía, al mismo tiempo, respetar la idiosincrasia de las otras culturas en sus áreas geográficas históricas, lo cual significa renunciar hasta cierto punto a querer extender la democratización y los derechos humanos. Es decir, Huntington no era una neoconservador, no creía (al menos por lo que se deduce de su libro más famoso, escrito unos años antes de la guerra de Iraq) que los Estados Unidos tuvieran ningún tipo de obligación moral ni estratégica de implantar la democracia en Oriente Medio u otros lugares.

El resto es bien conocido. Los seudoprogresistas y los funcionarios de la ONU sólo leyeron el título del libro, y su contenido se lo inventaron. Huntington era según ellos un imperialista (un neocón) que defendía exactamente lo contrario de lo que acabo de resumir, la superioridad de los valores occidentales (o más exactamente, estadounidenses) sobre los del resto del mundo, mientras que las personas progresistas serían quienes se oponían a esa visión etnocéntrica.

En realidad, Huntington no está tan lejos del relativismo progre. La diferencia es que él es más coherente al denunciar el multiculturalismo. Si el etnocentrismo es una característica de todas las culturas, carece de sentido que Occidente deba ser diferente de las demás. Debe respetar el statu quo en el exterior (o por lo menos intervenir en él sin idealismo) y hacerse respetar en el interior.

En mi modesta opinión, el profesor de Harvard estaba equivocado en lo esencial, aunque acertara en algunas de sus conclusiones. Las civilizaciones no son esos universos cerrados e incomunicados que concibió Spengler en La decadencia de Occidente. Ciertamente, la posición de Huntington es más matizada (como trata de exponer sobre todo en las últimas páginas del libro) pero en el fondo, no anda lejos de esa visión romántica. Yo creo que los valores del estado de derecho y la libertad individual han surgido casualmente primero en Occidente, pero en realidad son universales, y la mayoría de seres humanos pueden compartirlos, sean cuales sean las diferencias culturales. En este sentido, estoy más cerca de los neocón, aunque desde un punto de vista táctico no le falte cierta razón a Huntington en algunas de sus cautelas y recomendaciones geopolíticas.

En cuanto al multiculturalismo, creo también que es un error fatal, pero por razones muy distintas a las de Huntington. Por decirlo rápido, yo creo en los individuos, no en los colectivos. Me preocupa más la defensa del individuo, venga de donde venga, que no la de nuestra cultura, aunque bien es cierto que a veces van unidas, en la medida en que los conceptos de libertad y de responsabilidad individual son consustanciales a Occidente. Pero conviene no confundir una cosa con otra. En este sentido, me parece profundamente extraviada la postura de Huntington en su último libro ¿Quiénes somos?, en el cual se opone a la influencia de la cultura hispana en Estados Unidos con argumentos que rozan el racismo. Para este profesor, se diría que los nacidos en México o en Colombia son congénitamente incapaces de asimilar determinados valores (el esfuerzo, la responsabilidad, etc) que él juzga inherentes a la cultura anglosajona.

En resumen, Huntington dijo algunas cosas juiciosas, y advirtió certeramente, años antes del 11-S, que la mayoría de conflictos en el mundo están provocados por los musulmanes. Pero sus supuestos teóricos resultan harto problemáticos. Se aproximan ora al relativismo, ora a la ultraderecha racista, fenómeno menos paradójico de lo que pueda parecer, pensemos una vez más en Spengler. Flaco favor se le hace, en definitiva, a los valores liberales defendiéndolos desde supuestos románticos. Aunque desde luego peor es defender los valores antiliberales fingiendo hacer lo contrario, que es lo que hace la izquierda.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Reto a Fonseca

Desde aquí reto públicamente al amigo Fonseca, dibujante oficioso de Red Liberal (además de cantante), a plasmar gráficamente la siguiente idea:

Se ve un carro de dos ruedas, medio desvencijado por el peso de una veintena de personas amontonadas como pueden sobre él, entre las cuales podemos reconocer al rey, a Zapatero y a varios presidentes autonómicos. Tirando del carro al borde de la extenuación, vemos a dos individuos inclinados por el esfuerzo, sudando copiósamente. Al pie de la viñeta reza el siguiente título explicativo: "Los españoles tirando del carro en la misma dirección".

Fonseca, yo sé que tú puedes, pero reconozco la gran dificultad técnica que entraña la idea, por lo que entendería perfectamente que declinaras aceptar el encargo, o que te tomaras tu tiempo para realizarlo. Lo último no sería problema, pues aunque las palabras del rey sean de ayer, mucho me temo que el tema de fondo va a seguir estando de actualidad durante muchos meses, si no años.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Campechanía

Por lo visto, la idea que algunos tienen de aparentar cercanía al pueblo consiste en decir "diputaos" o "Estao de derecho". Y ahora además: "disfrutar, pasarlo bien, ser muy felices", utilizando con plena consciencia la forma coloquial del imperativo en un mensaje navideño que no tiene nada de improvisado.

Con ello incurren en análoga torpeza a la de esos adultos que cuando se dirigen a niños pequeños, creen que deben afectar la voz de manera tan ridícula que los chavales se los quedan mirando como diciéndose: "¿por qué no hablará normal este hombre?"

Alguien caritativo debería aconsejarle a Mariano Rajoy que la mejor forma de dirigirse al público en general es simplemente expresarse con corrección, sin pedantería pero evitando toda suerte de campechanía impostada, que sólo consigue un efecto contrario al deseado: dar una imagen de elitismo condescendiente. Esto dejémoslo para los socialistas, imbatibles en la técnica de tratar a la gente como si fuera analfabeta.

En fin, me abstengo de seguir porque es Navidad. ¡Felices fiestas a todos!

lunes, 22 de diciembre de 2008

Las muertes causadas por la guerra de Iraq

El latiguillo de los "cientos de miles de muertos" a consecuencia de la invasión de Iraq forma ya parte incuestionable del acervo retórico del seudoprogresismo. Después de que un estudio que ofrecía la cifra de 700.000 víctimas mortales fuera severamente cuestionado, parece que algunos se han conformado con una expresión más imprecisa, pero suficiente para los efectos políticos pretendidos.

Tal es la fuerza de la repetición, que setenta años después de terminada la Guerra civil, todavía hay quien da por buena la cifra del millón de muertos -que figura incluso en el título de una novela de Gironella- pese a que la historiografía ofrece estimaciones muy inferiores. (Pío Moa, en El derrumbe de la segunda república y la guerra civil, considera bastante aproximada la cifra de 255.000, incluyendo los civiles muertos por bombardeos y represión en la retaguardia.)

En el caso de la guerra de Iraq, también conocida como segunda guerra del Golfo, desconozco si ya existe algún estudio riguroso sobre el coste humano del conflicto. Posiblemente sea demasiado pronto. Pero personalmente tiendo a prestar crédito al registro llevado a cabo por Iraq Body Count, basado no en extrapolaciones, sino en un seguimiento exhaustivo de las fuentes periodísticas. Este sitio web ofrece, en el momento de escribir esta entrada, un máximo de 98.151 muertes violentas de civiles, lo que incluye naturalmente no sólo las causadas por las fuerzas aliadas, sino también por ataques de fuerzas "paramilitares o criminales" durante la ocupación, y hasta hoy. (No he encontrado en cambio una cifra actualizada de las bajas del ejército iraquí, pero según Economists for Peace & Security, los aliados mataron a unos 6.000 combatientes enemigos.)

De esto parece deducirse que las muertes de civiles directamente imputables a las fuerzas aliadas están lejos de alcanzar las cien mil. Por supuesto, las decenas de millar siguen siendo un orden de magnitud espantoso, pero quien tenga una sincera preocupación por las víctimas, y no por su instrumentalización retórica, no tendrá ningún interés en inflar o rebajar su número, sino en conocerlo con la mayor exactitud posible.

Y por supuesto también, todas estas muertes no se hubieran producido si Sadam Hussein no se hubiera empeñado en conducir a su país a una guerra contra un enemigo muy superior, que simplemente le exigía garantías de que no almacenaba ningún arsenal de naturaleza nuclear, bacteriológica o química. Hoy casi todo el mundo da por sentado que las famosas armas de destrucción masiva fueron un mero pretexto para la invasión, pero me sorprende que apenas nadie se haga una sencilla pregunta: ¿Por qué, si tales armas no existían, no dio el dictador las máximas facilidades para comprobarlo?

Lo que parece difícil de negar, en cualquier caso, es que el régimen de Sadam Hussein causó a lo largo de veintitrés años muchas más muertes que la guerra que permitió derrocarlo. Y sin embargo, no recuerdo que ninguno de los que gustan de manifiestar toda su indignación moral hacia el presidente Bush, en cualquier ocasión y venga o no venga a cuento, lo hiciera en la misma proporción contra el dictador iraquí. Sospecho que en el fondo muchos desean ardientemente que la democracia en Iraq fracase, con tal de ver justificado su odio a Estados Unidos. No les creo cuando hablan de víctimas; como con nuestra guerra civil, sólo se acuerdan de las que les convienen.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Si Bélgica fuera España

El gobierno belga dimite en pleno porque el Tribunal de Casación ha observado indicios de interferencia del poder ejecutivo en el judicial (por el caso Fortis).

En España, gobernando el PSOE, es impensable que ningún tribunal se hubiera atrevido a denunciar presiones políticas a los jueces, pero si lo hubiera hecho, me imagino lo que sucedería. No sólo no dimitiría el gobierno: ni siquiera lo haría el ministro de Justicia (que en Bélgica ha sido el primero). Es más, Zapatero le mostraría su total apoyo y la Fernández de la Vega acusaría a la oposición de haber hecho lo mismo en el pasado. Se montaría un pollo de réplicas y contrarréplicas en el cual quedaría sepultada la cuestión de fondo, y los opinadores de la equidistancia exquisita, tipo Lluís Foix, volverían a lamentarse de la crispación, mientras que en Tele5 Jordi González montaría un debate sobre el tema: "¿Deben los jueces ultraconservadores torpedear las decisiones de los dirigentes democráticamente elegidos por el pueblo?" Finalmente, El País daría la señal de olvidar el asunto sacando a primera página alguna información sobre vuelos de la CIA o, a falta de otra cosa, algún caso de corrupción en un municipio de 500 habitantes que salpicara al PP. Eso sería todo.

Y es que claro, España es una democracia avanzada. Aquí todo el mundo se sabe el guión, no como esos aficionados belgas.

jueves, 18 de diciembre de 2008

El verdadero fracaso

Según el ministro de Exteriores francés, Bernard Kouchner, la desastrosa situación de Zimbabue es un fracaso de Europa. Bien, yo abrigo la peregrina idea de que es un fracaso de los zimbabuenses. Tras cuarenta años de independencia, el hecho de que lleven padeciendo desde entonces un régimen dictatorial, que sólo de palabra abandonó el socialismo -y acto seguido expropió a miles de propietarios blancos; el hecho de que como consecuencia de delirantes políticas populistas y dirigistas padezcan la mayor hiperinflación del mundo; todo ello es culpa básicamente de los pobladores del país africano.

Se podría hablar de fracaso de Europa si los males de Zimbabue fueran atribuibles a una incapacidad congénita de los zimbabuenses para gobernarse y salir adelante por sí mismos, es decir, si estuviéramos hablando, por decirlo con crudeza, de una raza inferior. Entonces sí que Europa tendría una responsabilidad difícil de eludir, y no podría moralmente desentenderse de personas tan necesitadas de asistencia y de guía.

Pero naturalmente, yo no creo que Kouchner haya querido decir eso. Su historial en defensa de los derechos humanos indica lo contrario, que cree que todos somos esencialmente iguales. Y si él no, yo al menos sí lo creo. Mugabes puede haberlos en todas partes. De hecho, la cultísima Europa ha sufrido toda suerte de dictaduras fascistas y socialistas. ¿Fueron acaso un fracaso de los Estados Unidos? Pues no, fueron evidentemente un fracaso de Europa, nuestro verdadero fracaso. A cada uno lo suyo.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Rajoy habla de Rajoy

Ayer Mariano Rajoy habló de Mariano Rajoy. Dijo que él es una persona que sabe escuchar, también callar cuando conviene, que tiene la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Habló de gratos recuerdos que guarda "en mi cabeza y en mi corazón". Y añadió: "Sé lo que estoy haciendo".

Bueno, si Rajoy sabe lo que está haciendo, evidentemente nos quedamos mucho más tranquilos. No hace falta ni que nos lo explique, ni mucho menos que lo demuestre, confiamos ciegamente en él. ¿Qué importan las ideas y los actos? Lo importante es contar con la prudente guía y la sabiduría inmarcesible de Nuestro Líder.

Hace unos días, el presidente de Nuevas Generaciones del PP, Nacho Uriarte, preguntado sobre el posicionamiento ideológico de su compañero Pablo Casado, dijo: "Me gustaría en vez de oír tanto soy liberal, escuchar soy del PP". Claro, es verdad. ¿Cuál va a ser la ideología del PP, si no es el pepeísmo? Liberalismo, conservadurismo, todo eso son aproximaciones imperfectas, escalones evolutivos hacia la verdad definitiva, que es el pepeísmo, más concretamente su forma superior y puesta al día, el rajoyismo. Los principios de este sistema filosófico, con el cual concluye la milenaria historia del pensamiento, son harto sencillos: 1º: Rajoy sabe lo que está haciendo. 2º: Cuando parece que se equivoca, en realidad lo hace para despistar al adversario, para que se confíe. Y el resto se deduce de los dos primeros. Vamos, lo que la sabiduría popular siempre ha expresado con aquel profundo aforismo, "El Jefe siempre tiene la razón". Cuántos debates y disquisiciones inútiles nos permite ahorrarnos tan elemental aserto.

Bien es cierto que el camino ya lo había marcado Aznar, recuerden su famoso "cuaderno azul". Es lo que tiene el culto al líder, que se hereda. Y como el líder no puede equivocarse, no hay de qué preocuparse, tenemos la seguridad de que siempre escogerá al mejor sucesor posible, aquel que tenga una comprensión más profunda de las esencias del pepeísmo.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Cómo acabar de una vez por todas con la superstición liberal

Contra viento y marea, los restos de cierta secta de iluminados se empeñan en sostener su peregrino culto. Son los adoradores del Individuo, ente precientífico que ya fue refutado por San Marx en sus famosos manuscritos, sentando las bases de la única Doctrina Verdadera:

"Mi propia existencia es actividad social (...) Hay que evitar ante todo el hacer de nuevo de la 'sociedad' una abstracción frente al individuo. El individuo es el ser social. "

Y el escoliasta Antonio Gramsci nos lo aclaró aún más:

"La innovación fundamental introducida por la filosofía de la praxis en la ciencia de la política y de la historia es la demostración de que no existe una 'naturaleza humana' abstracta, fija e inmutable (concepto que proviene del pensamiento religioso y de la transcendencia), sino que la naturaleza humana es el conjunto de relaciones sociales históricamente determinadas."

Es decir, que el individuo, y por tanto sus corolarios, la conciencia moral y la libertad, no son más que construcciones ideológicas de la burguesía occidental para justificar la explotación de los trabajadores, así como el dominio sobre aquellas culturas a las que impone como paso previo sus valores judeocristianos. Si es que está clarísimo.

Pero la pertinacia en el error de los liberales es notoria. No basta con que la gran mayoría de los gobiernos y los medios de comunicación se pasen las veinticuatro horas del día insistiendo en la necesidad de más controles, regulaciones y gasto social; ni que un día sí y otro también se atribuyan al libre mercado prácticamente todos los males, desde la crisis del 29 hasta la última estafa multimillonaria de algún broker de Wall Street, pasando por la 2ª Guerra Mundial, la miseria en el mundo, la fusión de los casquetes polares y los ingredientes cancerígenos en las patatas fritas de bolsa. Ninguna evidencia es suficiente para estos sectarios, que se empeñan en culpar a los políticos de muchas de estas calamidades, cuando no incurren en cuestionar la realidad de otras, y se limitan a insistir en las cantinelas habituales: La caída del comunismo, los datos económicos globales de las últimas décadas y las afirmaciones de algunos filósofos, economistas y divulgadores extraviados, cuyos nombres, a diferencia de los de Marx o el Che Guevara, la mayoría de la gente normal -afortunadamente- apenas ha oído nunca: Adam Smith, Herbert Spencer, Ludwig Von Mises, Friedrich A. Hayek, Murray N. Rothbard, Milton Friedman, Xavier Sala i Martín, Henry Hazlitt, David Boaz o Johan Norberg.

Todo ello demuestra que la propaganda masiva no es suficiente. Se precisa avanzar más en el control de Internet, que todavía es un territorio que escapa en gran medida a la influencia de los gobiernos, salvo en casos modélicos como la R. P. China. Se requiere también reimplantar la censura en la prensa, lo cual no sería tan difícil si se invocaran razones de emergencia.

Pero sobre todo, lo decisivo será seguir incrementando el número de personas dependientes del Estado, tanto funcionarios como "pobres funcionales". Cuanta más gente haya que subsista o prospere gracias a salarios, ayudas o subvenciones de la administración, más difícil será que el virus liberal se extienda. Se trata de un proceso que, según se comprende fácilmente, se retroalimenta. Cuanta más riqueza se transfiera a los burócratas, menor capacidad tendrán los individuos de crear riqueza, luego habrá más dependencia, que requerirá absorber más riqueza de la sociedad, y así sucesivamente. En un entorno semejante, es innecesario decirlo, el liberal se convierte en una verdadera rara avis.

La dependencia del Estado se favorecerá también de manera nada desdeñable minando la institución familiar, que tradicionalmente ha sido un apoyo fundamental para los individuos (Que, recordémoslo, son un constructo imaginario). Ello se consigue desviando recursos hacia formas de asociación alternativas, también llamadas "otras formas de familia" para encubrir su verdadero objetivo. Un colectivo de feminismo ultraizquierdista de mi ciudad defiende el parto en casa y el aborto libre bajo el eslogan "por una maternidad alternativa". Este es el ejemplo a seguir. Y la eutanasia, por supuesto, es la defensa de la vida digna. Si quieres destruir algo o a alguien, empieza por destruir su nombre.

El gobierno, en definitiva, debe ser visto como el defensor del progreso, de las mujeres, el medio ambiente y los valores de la paz, y quienes desconfíen de su tutela serán tachados de reaccionarios, machistas, etc. Para ello, es particularmente útil la existencia de asociaciones aparentemente independientes que, ante todo tipo de problemas, reales o imaginarios, exijan la actuación firme y decidida de las autoridades políticas, o su relevo por otras más radicales.

Por último, cuando finalmente el liberalismo sea un culto residual, a los pocos liberales que queden se les dará también un puesto en la administración, o alguna subvención. Suele funcionar casi siempre, y a la larga es más efectivo que encarcelarlos o internarlos en manicomios.

Dejo al criterio del lector dilucidar en qué fase de la estrategia aquí descrita nos encontramos a nivel nacional o global.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Ya podéis correr hacia la librería

Acaba de salir la última recopilación de la Resistencia blogosférica: Nacionalistas y otros fantasmas. De nuevo Persio ha reunido a los colaboradores de su anterior éxito editorial, y el resultado promete. Ahí va el vídeo promocional:

martes, 9 de diciembre de 2008

La coartada de los derechos

Terminaba mi anterior entrada citando a Étienne de la Boétie y empiezo esta igual. Decía el lúcido autor del Discurso de la servidumbre voluntaria que no hay acto malvado de ningún gobernante que no se justifique "con algún bonito discurso sobre el bien público y la mejora del interés general". Efectivamente, posiblemente no haya existido jamás tiranía tan brutal y descarada que no intente de algún modo disfrazar sus fechorías apelando a algún supuesto beneficio para el pueblo o los individuos.

Actualmente, en España y fuera de ella, quizá la coartada fundamental de los gobiernos para incrementar sus controles, y su intromisión en nuestras vidas, sean los "derechos".

Aunque en otra ocasión ya traté el tema, creo que toda insistencia en desvelar esta estrategia malévola será poca.

Toda persona tiene derecho a la vida, a la libertad de expresión y a la propiedad privada. Rothbard pretendió deducir los dos primeros del tercero, reduciendo todo derecho al de propiedad, lo cual no carece de ciertas ventajas. Si consideramos mi cuerpo como mi propiedad, de ahí se deriva no sólo el derecho a la vida o la libre expresión de mis pensamientos mediante mis órganos de fonación o cualesquiera otros medios de mi pertenencia, sino también la libertad de circulación, de reunión, etc.

No han faltado autores que han observado perspicazmente que toda enumeración intuitiva de los derechos puede ser un arma de doble filo, en el sentido de que los que no sean explícitamente mencionados puedan ser restringidos por el poder político. De ahí que el enfoque deductivo de Rothbard sea muy estimable, aunque eso no significa que todas sus conclusiones sean lógicamente correctas. Me refiero concretamente al caso del aborto, que Rothbard incluye dentro del "derecho absoluto" de la mujer sobre su cuerpo y "sobre cuanto hay dentro de él". Creo que la falacia de este razonamiento se encuentra precisamente en este añadido. No es lo mismo en absoluto mi cuerpo que lo que haya dentro de él. El salto conceptual de una cosa a otra carece de toda justificación lógica, igual podríamos decir que tengo derecho absoluto a mi cuerpo y a todo lo que toco con mis manos. El hecho de que un feto humano dependa del organismo de su madre no cambia nada, del mismo modo que nadie considera que el derecho de una madre sobre un bebé de tres meses (que también depende de ella de manera casi total) sea ilimitado.

El peligro de admitir falsos derechos es que inevitablemente entran en colisión con los verdaderos -por ejemplo, el derecho absoluto a la vida de todo ser humano, incluido aquel que todavía se halla en el vientre materno. Todo derecho, en realidad, supone una limitación de los derechos de los demás; así por ejemplo, el derecho a la vida me impide amenazar de muerte a otra persona, lo cual es una limitación -en este caso legítima- de mi libertad de expresión. La introducción de unos derechos espurios no es por tanto algo que salga gratis, sino que conlleva multiplicar las agresiones a los auténticos derechos. O lo que es lo mismo, poner en manos de los gobernantes un repertorio prácticamente infinito de coartadas para restringir nuestras libertades.

El ejemplo paradigmático son los llamados derechos sociales (derecho al trabajo, a la vivienda, a una renta digna, etc). Cualquier traba imaginable a las libertades económicas de los ciudadanos puede justificarse invocando la necesidad de cumplir con uno u otro de los "derechos" sociales. Nadie está diciendo, excuso decirlo, que no sea deseable que todo el mundo tenga un empleo, una vivienda, etc, sino simplemente que no tiene sentido que cualquier aspiración honrada se convierta en un derecho, incluso si dejamos de lado que la libre iniciativa individual -según demuestra una y otra vez la experiencia- es mucho más eficaz en la realización de esos deriderátums que la intervención de la administración.

Pero para excitar al máximo la imaginación popular, no hay nada como denunciar la existencia de turbios intereses que se oponen a que el pueblo ejerza sus legítimos derechos. Esto forma parte de la naturaleza esencial del Poder, que siempre se presenta exactamente como lo contrario de lo que en realidad es, es decir, como un ente que promueve nuestra emancipación. Para ello necesita construirse la imagen de otro poder (económico, religioso, etc) del cual pretende liberarnos.

Históricamente, los partidos comunistas y socialistas se han erigido en defensores de los trabajadores contra la explotación de los patronos. Para ello han trazado una imagen de la burguesía como un ente abstracto, enormemente poderoso e inteligente, que opera entre bastidores y trasciende las fronteras (la "burguesía internacional"). Las teorias conspiratorias de los distintos fascismos y populismos, cimentadas sobre burdas historietas protagonizadas por los "especuladores" y los judíos, no han hecho más que desarrollar esta técnica. Se trata de crear un "enemigo del pueblo" para liberarnos del cual debemos lanzarnos en brazos de un partido político y, a la postre, el Estado.

Los partidos socialistas democráticos, aunque en gran medida herederos de las antiguas organizaciones revolucionarias, no suelen adoptar hoy una retórica tan grosera, pero las críticas al "neoliberalismo" y al "capitalismo salvaje" siguen en la misma línea, y se recrudecen durante los periodos de crisis económica como el actual. El Estado, según esta concepción, es el gran redistribuidor, una especie de Robin Hood que roba a los "ricos" (mediante los impuestos) para darle a los "pobres", mediante prestaciones sociales, servicios públicos y subvenciones varias. El Estado vela además por nuestra seguridad y nuestra salud con infinidad de normativas ("derechos" de los consumidores) que la industria se ve obligada a cumplir bajo amenaza de las correspondientes sanciones.

Sin embargo, la realidad sólo muy remotamente coincide con esta retórica. Para empezar, los impuestos los pagamos todos, no sólo los ricos. De hecho, son precisamente las clases altas las que pueden acceder a los servicios jurídicos que les permiten explorar todas las vías posibles para reducir sus contribuciones, mientras que las clases medias apenas tienen escapatoria. En segundo lugar, la presión fiscal y regulatoria tiene un efecto objetivo de desincentivación de la inversión competitiva que anula por completo sus beneficios sobre la sociedad, al disminuir su riqueza, y es falso que ello sea el precio a pagar para que los menos afortunados puedan acceder a ciertos servicios básicos, como la sanidad o la enseñanza, cuando el mercado demuestra ser mucho más eficaz que el dirigismo burocrático en satisfacer otras necesidades no menos básicas como son la alimentación o el vestido. Y en tercer lugar, una buena parte de los impuestos se destina a sostener una ingente plantilla de funcionarios y unos gastos de representación (viajes, dietas, etc) que sería ingenuo pretender que no se convierten en un fin en sí mismos.

Por otra parte, lo que entendemos por necesidades básicas no es inmutable. Siempre existirán aspiraciones que no todas las personas verán cubiertas; no hay límites, como decía antes, a los "derechos" que podemos reivindicar. Pero debemos ser absolutamente claros a este respecto, la noción de progreso aplicada a los derechos es completamente ahistórica. Determinados ciudadanos (mujeres, homosexuales, miembros de minorías étnicas o nacionales) han luchado durante muchos años por obtener la igualdad, es decir los mismos derechos a la vida, la propiedad, etc, que el resto. En algunas partes (básicamente Occidente) lo han conseguido, aunque puedan quedar reducidos ámbitos en los que perviven las injusticias pasadas. Visto en perspectiva, se trata de verdaderas revoluciones, muy delimitadas en el tiempo. No ha habido una lucha milenaria de las mujeres por lograr la igualdad, por mucho que retrospectivamente siempre encontraríamos casos aislados de mujeres que ya en la Antigüedad ejercieron sus derechos. Con ello quiero decir que la imagen de un progreso ininterrumpido e infinito ("todavía queda mucho por recorrer") de los derechos, es absurda. ¿Sería un "progreso" que el 50 % de los estibadores portuarios fueran mujeres? Cuando en el consejo de administración de una empresa se cumple la cuota de género por imposición del gobierno, si algo podemos asegurar es que aquí no ha habido progreso alguno, sólo una intromisión injustificada de los funcionarios en la actividad privada de los individuos. Progreso ha sido que en la Universidad ingresen al menos tantas mujeres como hombres, sin necesidad de ningún Ministerio de la Igualdad.

Lo mismo puede decirse de los llamados "derechos nacionales". Cuando alguien considera que su cultura se encuentra amenazada, podemos tener la seguridad de que va a ir contra otro, o querrá restringir nuestra libertad de algún modo para proteger ese bien por él tan preciado. Muchos nacionalistas puntualizan que no se trata de defender ninguna entelequia colectiva, sino los derechos de personas de carne y hueso a -por ejemplo- expresarse en su lengua. Pero es que resulta que cuando ese derecho ya se ha conseguido, en el contexto de una sociedad liberal y democrática, nunca es suficiente. Hay que garantizarle además a ese nacionalista que su lengua no va a extinguirse en los próximos cien años (!). Y para ello, naturalmente, todo atropello a los que prefieren usar otra lengua estará justificado. De nuevo, el progreso (siempre inacabado) de los derechos espurios actúa como pretexto para avasallar los verdaderos derechos, aquellos que no progresan, que ningún Estado nos concede graciosamente, sino que sencillamente se hacen respetar o no.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Listos de los cojones

La asimilación de las técnicas de marketing de la izquierda es un fenómeno digno de estudio. Cuando una conocida cadena de electrodomésticos popularizó cierto eslogan destinado a halagar de manera más bien zafia a sus potenciales clientes (un día alguien me dijo que se había comprado un frigorífico "en el Yo no soy tonto") tuve por seguro que algún dirigente progresista no tardaría en incorporar tan sublime hallazgo semántico, elevándolo si cabe a más altas cotas de discreción y buen gusto.

Creo, sinceramente, que no han sido valoradas como deben las recientes palabras del alcalde de Getafe, Pedro Castro, en las que, comparando a la comunidad de Andalucía con la de Madrid (sic) se preguntaba extrañadísimo cómo es posible que haya todavía "tontos de los cojones" que voten a la derecha. Y es que el señor Castro de manera indirecta nos ha ilustrado sobre la existencia de una categoría sociológica de gran importancia en la España actual: Son los listos de los cojones.

Listos de los cojones son los que el 2004 votaron a Zapatero porque, como es sabido, la mejor manera de combatir al terrorismo es atender sus reivindicaciones y darle la razón. Porque claro, "algo habremos hecho" para que asesinen a casi doscientas personas en los trenes de Madrid; la culpa la tiene Aznar por meternos en la guerra de Iraq. Así que conviene votar a Zapatero, para que los terroristas nos perdonen.

Y es que a un listo de los cojones no se le engaña fácilmente. Pues ¿no decía Aznar que fue ETA y luego va su ministro de Interior y revela el hallazgo de una cinta de audio coránica, detiene poco después a tres marroquíes y por último, escasas horas antes de las elecciones, pone en conocimiento de los ciudadanos la existencia de una cinta de vídeo atribuyendo el atentado a Al Qaida? ¿A quién se le ocurre, dar toda esa información antes de la jornada electoral? A Zapatero (él sí que es listo) esto no le hubiera pasado.

Listos de los cojones son, en efecto, los que votaron a Zapatero en el 2008 porque le creyeron cuando decía, antes de las elecciones de marzo, que no había ninguna crisis económica, que España seguiría creciendo, y que el objetivo del gobierno debía ser el pleno empleo. Pero claro, eso no es mentir, es tener una mirada positiva. Que aprenda Aznar: siempre estamos a tiempo de acabar reconociendo la verdad, en dosis hábilmente graduadas, después de las elecciones, ¡nunca antes, por favor!

Listos de los cojones son los que votaron a Zapatero porque creyeron que negociar con ETA fue un loable intento de conseguir la paz. Prueba de ello es que en los municipios donde, gracias a la mirada positiva de Zapatero, gobierna el brazo político de ETA, la gente juega sus partidas de cartas con total tranquilidad.

Listos de los cojones son los que votaron a Zapatero porque les devolvería 400 euros del IRPF. Algunos todavía se están mirando la nómina, a ver si los encuentran: ¡ánimo! Pero por supuesto, Zapatero no miente nunca, sólo tiene una mirada positiva.

Listos de los cojones son los que votaron a Zapatero porque es más amigo de las mujeres (cojones aparte), los homosexuales y las personas dependientes. Prueba de ello es que gracias a sus medidas legislativas, se han acabado las muertes de mujeres a manos de criminales de permiso penitenciario, los homosexuales abarrotan los ayuntamientos para casarse, y las personas dependientes siguen confiando en recibir las ayudas decretadas -o al menos, que les toque la lotería. "Así os quiero yo", diría Zapatero, siempre confiando en el futuro, con una mirada positiva.

Y listos de los cojones son también los que llevan casi veinte años votando a Manuel Chaves en Andalucía, que como es sabido, goza de unos indicadores económicos espectaculares, en comparación con los de la Comunidad de Madrid. Espectacular es sin duda una tasa de paro de más del doble, o una renta per cápita que se queda aproximadamente en el 60 % de la madrileña, o una pensión de jubilación media andaluza un 24 % inferior a la recibida por los ciudadanos de Madrid. ¿No se darán cuenta estos "tontos de los cojones" que votan a Esperanza Aguirre de la pérfida maniobra de la derecha? Si es que es evidente: Promueve un mayor nivel de riqueza de la población... ¡para así poder ahorrarse cicateramente más ayudas públicas!

Desconozco si las palabras de Castro harán fortuna, cuánto tardaremos en oír manifestar a alguien, como aquel de la nevera que recordaba al principio, que ha votado al "Yo no soy tonto (de los c...)". De momento, según un artículo de El País que le da la razón al alcalde getafeño, el "cinturón rojo" de Madrid sigue votando a Esperanza Aguirre, seducido por la campaña propagandística del "fundamentalismo neocón", que alimenta entre el "pueblo llano" la ilusión ("populismo campechano") de que prospera más aumentando sus ingresos en el circuito de la economía productiva que dependiendo de ayudas de la administración. ¿Detecto una insufrible suficiencia elitista en el articulista? No, qué va. Sólo es otro listo de los cojones más.

Para terminar, he creído oportuno traer aquí un texto del siglo XVI que ya habla de los listos de los cojones, aunque se refiere a ellos utilizando otro tipo de epítetos. Serán cosas del francés antiguo:

"El natural del pueblo llano (...) consiste en ser receloso de quien le ama e ingenuo con quien le engaña. No penséis que hay pájaro que caiga más fácilmente en la red engañado por el señuelo, ni pez que pique más prontamente el anzuelo encaprichado de su cebo, de lo que los pueblos todos son seducidos por la servidumbre, como quien dice, a la menor carantoña que se les haga. Es asombroso que se abandonen tan prontamente, solamente con que se les regale un poco. (...) Los muy zafios no se daban cuenta de que no hacían sino recuperar una parte de lo suyo, ni de que el tirano no les podía haber dado eso mismo que recuperaban si antes no se lo hubiera quitado a ellos mismos." (Étienne de la Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria, ed. Trotta, 2008, pág. 45)

sábado, 6 de diciembre de 2008

Lo que no me gusta de la Constitución

Sin ánimo de ser exhaustivo...
  • No me gusta lo de "Estado social" (1.1) porque en este adjetivo se acaba amparando siempre toda violación imaginable de la propiedad privada y la libertad económica, tal y como remachan los artículos 33.2 ("función social" del derecho de propiedad), 38 y 131 (que hablan de planificación) y, por si hubiera alguna duda, el 128, que subordina "toda la riqueza del país (...) al interés general". Que siempre coincide, casualmente, con el interés de los gobernantes y sus amigos.
  • No me gusta la memez de la "reeducación y reinserción" (25.2), que significa que la seguridad de las personas decentes queda supeditada a la compasión por los delincuentes, y el incremento de la criminalidad se utilice como pretexto para aumentar los efectivos policiales y los controles.
  • No me gusta tampoco que el Estado determine el programa educativo (27.5) ni que lo controle (27.8), ni que "tutele" la cultura (44.1) y menos aún que pueda ceder la enseñanza a las administraciones autonómicas (148). Ello es la causa del analfabetismo funcional de generaciones enteras, y del adoctrinamiento masivo en las supersticiones seudoprogresistas.
  • No me gusta que se postule un derecho al "honor" y a la "propia imagen" (18.1), entelequias que se usarán siempre y en todo lugar para restringir la libertad de expresión.
  • No me gusta que el Consejo General del Poder Judicial sea elegido por los políticos (122.3), y mucho menos que lo sea el Tribunal Constitucional (159.1). Sin un poder judicial independiente, la impunidad de los gobernantes está garantizada, y las leyes se convierten en papel mojado.
  • No me gusta la mediocre redacción del texto constitucional ("digna calidad de vida", etc etc), ni su exceso de retórica, ni sus redundancias que llevan a expresar en cuarenta páginas lo que podría haberse dicho en diez.
En definitiva, la Constitución me parece el lógico resultado de las concesiones que se hicieron en su día a comunistas, socialistas y nacionalistas, los mismos que ahora pretenden ir a una segunda Transición. Se ve de qué sirvió tanta componenda.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Sociología de andar por casa

El amigo Fonseca, con su habitual desparpajo para nadar contra corriente (cualidad que provoca siempre mi simpatía, incluso cuando no coincido con el nadador) ha dado la razón a la ministra que ha teorizado sobre el maltrato a las mujeres como un legado del franquismo. Y perspicazmente, nuestro blogger lo ha extendido a otros despotismos, como el de Hugo Chávez (quien ciertamente ha hecho gala en alguna ocasión de un machismo sonrojante).

Algo de razón lleva Fonseca. El autoritarismo del gobierno (es decir, el mando no acompañado de responsabilidad) acaba impregnando aquella sociedad que lo padece. No sólo se puede apreciar en la relaciones familiares, también en las laborales. Cualquiera que hable con personas de cierta edad, sabe que las relaciones entre trabajadores y patronos no eran en tiempos de Franco como ahora, aunque desde luego hubiera de todo, al igual que hoy.

Sin embargo, algo falla en la observación de Fonseca. Si treinta años después del entierro del dictador, las relaciones entre empresarios y asalariados se caracterizan supuestamente por una menor rigidez, en teoría sería de esperar algo similar en las relaciones de pareja. De hecho, que Torrente haga reír es debido precisamente a que refleja un estereotipo de macho ibérico, borracho y putero, con el que pocos se pueden dar hoy por aludidos.

Deberíamos empezar por preguntarnos si la atribución del maltrato doméstico al machismo cultural no es una de tantas supersticiones progres, como lo indica el hecho de que este tipo de violencia se da también en países donde la igualdad entre los sexos está mucho más arraigada que en el nuestro. Pero claro, si dices esto es que estás a favor del machismo. Ocurre algo análogo con el cambio climático. Si alguien osa poner en duda el papel del CO2, le miran como sospechoso de colocarse con el humo de los tubos de escape. Ah, y por supuesto, si no te convence la cantinela de que la causa del terrorismo es la pobreza, lo que pasa es que te gusta que haya pobres, porque son muy pintorescos, o sssea, super ideal ¿no?

Pues perdonen, pero no. El machismo me parece odioso (por eso, entre otras cosas, me caen tan bien los moros), pero no por ello veo que tenga que privarme de analizar con frialdad la realidad, eludiendo demagogias facilonas. Y el hecho biológico y estadístico incontestable es que los hombres son más agresivos y más fuertes físicamente que las mujeres. ¿Es casual entonces que la violencia dentro de la pareja sea abrumadoramente ejercida por los primeros sobre las segundas, y no al revés? Yo creo que no, y lo que es más importante: Si queremos encontrar soluciones a este problema, y a cualquier otro, debemos empezar por ver las cosas como son. Que el mal anide en la naturaleza humana no lo hace menos condenable, en buena lógica. Sencillamente ocurre que ciertos remedios o actitudes que se suelen proponer para combatirlo se revelan ineficaces, cuando no contraproducentes. Pero claro, algunos, en lugar de aprender de la experiencia y buscar alternativas realistas, prefieren explotar el papel de justicieros de las mujeres. Da más votos y sobre todo, permite gastar mucho más en campañas de "concienciación" -y hasta ministerios enteros.

Felipe V, destronado

Esquerra Republicana de Catalunya, integrante del gobierno municipal en Tarragona, ha conseguido, con el apoyo de su socio el PSC y también el de CiU, que se retire del salón de plenos del Ayuntamiento un retrato de Felipe V (1683-1746). Sólo el Partido Popular se ha opuesto a semejante ridiculez, al igual que hizo en anteriores ocasiones, siendo el único partido de la oposición que mantiene la coherencia.

Durante la Guerra de Sucesión, las fuerzas leales a Felipe V relevaron en Tarragona a las imperiales más de un año antes de la rendición de Barcelona (el famoso 11 de setiembre de 1714) y sin apenas resistencia. De hecho, el nombre de Ayuntamiento fue una aportación del nuevo régimen borbónico, que además aumentó el territorio (corregimiento) que dependía administrativamente de la vieja capital romana. Así que mucho hablar del centralismo de Barcelona, pero al final resulta que los dirigentes locales se rigen no por lo que significó Felipe V para su ciudad, sino por acontecimientos que sucedieron en otras partes, y muy escasa repercusión tuvieron en la mayoría de tarraconenses, que al igual que hoy no eran magistrados ni notarios.

La retirada del cuadro, sin embargo, es algo más que una manifestación risible de ignorancia. Es un error político profundo del alcalde socialista Ballesteros. Cree, al igual que Montilla, y al igual que Zapatero, que cediendo en la cuestión de los símbolos puede mantener el apoyo de ERC por un coste muy bajo. Pero en realidad, el coste es muy alto, aunque no se perciba a corto plazo. Poco a poco, los independentistas van dominando el imaginario colectivo, eliminando todo lo que recuerde a España, tergiversando la Historia y construyendo un Estado catalán virtual que es la antesala del real, y en el que los principios liberales clásicos de limitación del poder tendrán una existencia muy precaria, porque habrá nacido a espaldas de ellos.

Porque no se trata de una lucha entre nacionalistas españoles y nacionalistas catalanes, entre monárquicos y republicanos, sino, como siempre, del combate entre quienes defendemos la libertad del individuo y la de quienes quieren supeditarla a un ente metafísico (es decir, a ellos.)

Más sobre la estampa siciliana


Por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a disentir de mi admirado Barcepundit, que se ha quedado solo en la opinión de que quizá nos hayamos precipitado en juzgar a los compañeros de mus de Ignacio Uría, la última víctima de ETA. Y es que si asistir como si nada a la partida de todos los días era un homenaje al muerto, más discreto no podía haber sido. Hombre, se me ocurren homenajes más apacibles y contenidos, pero no muchos, no crean. Habría que irse por lo menos a Sicilia, que también entienden de esto.

Bueno, en honor a la verdad, solo del todo no se ha quedado Barcepundit. Un blog de la red Lokarri, que defiende el "proceso de paz" y la "consulta democratica" en el País Vasco (perdón, Euskal Herria) se apunta a la misma interpretación. Pues a veces, mejor estar solo que mal acompañado.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Ateos Sin Fronteras

Una campaña privada, patrocinada entre otros por el científico y escritor Richard Dawkins, adorna los autobuses de Londres con el siguiente mensaje: "There's probably no God. Now stop worrying and enjoy your life." ("Probablemente, Dios no existe. Así que no te preocupes y disfruta de la vida.")

Se dan aquí, en muy pocas palabras, dos errores típicos. El primero consiste en asignar una probabilidad a la existencia de Dios. En ningún sentido riguroso nadie ha podido demostrar que eso sea posible. Anteponer el adverbio "probablemente" a cualquiera de nuestras opiniones no les presta mayor empaque científico. Siguen siendo eso, meras opiniones. Esto me recuerda más bien a aquel eslogan que aseguraba: "probablemente, la mejor cerveza del mundo". Como hallazgo de marketing no estaba mal, pero no dejaba de ser por ello una afirmación perfectamente discutible.

El segundo error, enunciado implícitamente, hace referencia al estereotipo de las personas religiosas como masoquistas patológicos que se pierden lo mejor de la vida autoinfligiéndose sufrimientos inútiles. Aunque personas así existan, no es nada evidente que el perfil del creyente normal se corresponda con ellas. Desde los tiempos homéricos, al menos, las prácticas religiosas han constituido uno de los más apreciados pretextos para fastuosas celebraciones gastronómicas, pensemos si no en las fiestas navideñas que tenemos a la vuelta de la esquina. En cuanto al sexo, San Pablo recomendaba la abstinencia, pero añadía que era mejor casarse que "abrasarse" (Corintios I, 7, 9). Todo indica que la mayoría de cristianos han optado por la opción menos drástica, de lo contrario se hubieran extinguido hace tiempo.

En todo caso, quizás sería aconsejable que los ateos se aplicaran el cuento a ellos mismos: "Probablemente hay gente que cree en Dios y todo tipo de supersticiones absurdas. Pero eso ¿qué más te da? Disfruta de la vida." No puedo evitar la sensación de que todos estos empresarios de la "liberación", en plan Madonna (la cantante), que se preocupan tanto por emanciparnos de la represión clerical, sufren algún tipo de trauma por culpa de la educación religiosa y se consuelan pensando que a los demás nos sucede lo mismo. Desde luego, el negocio que hacen con ello consuela a cualquiera.

Un artículo de El País que se hacía eco de la campaña atea de los autobuses, abundaba en similares tópicos banales. Así, citando a un escritor, proponía "creer" en la ciencia como alternativa a la religión, lo cual es hacerle un flaco favor a la primera. La ciencia se diferencia de la religión precisamente en que, más que un cuerpo de verdades establecidas, es un método para cuestionarlas. Y contraponer a los creyentes con la gente "que valora la razón y la ciencia" cae ya de pleno en la burda manipulación, como si no existieran científicos creyentes, o ateos profundamente irracionalistas y reaccionarios. Tampoco resulta serio que se presente como única alternativa a la teoría de la evolución el literalismo bíblico. Hay quien cuestiona a Darwin sin necesidad de defender una interpretación al pie de la letra del Génesis. Y por supuesto, también hay (yo mismo, sin ir más lejos) quien no ve ninguna incompatiblidad esencial entre el evolucionismo y el teísmo. De hecho, sigo teniendo en mucha estima El gen egoísta, de Dawkins, que muchos -a derecha e izquierda- se empeñaron en malinterpretar groseramente.

En esta línea confusionista destaca también el artículo de Antonio Golmar en Libertad Digital. En una hábil inversión de los hechos, nos presenta el caso del colegio de Valladolid, que se ve obligado a retirar los crucifijos de las aulas por una sentencia judicial, como todo lo contrario, como una ilustración de la intolerancia de los fanáticos que imponen esos símbolos religiosos y no estarían a favor de la libertad de elección de cada colegio. ¡Por lo visto, el juez que se la acaba de cargar sí que está a favor de ella! Se trata del mismo tipo de argumento por el cual aquellos nacionalistas que aspiran a separarse de España, consideran que la guardia civil y la policía nacional son "fuerzas de ocupación". Obviamente, que algo afecte a mi delicada sensibilidad no lo convierte necesariamente en una imposición de nadie.

Más enjundia tiene su mención de Leo Strauss. Admito que comparto con Golmar su escasa simpatía hacia este autor. Personalmente, sus elucubraciones me recuerdan demasiado a esa crítica elitista de la cultura de masas practicada por algunos teóricos marxistas de la Escuela de Frankfurt, cuyo influjo hace tiempo que superé, felizmente. Ignoro qué hay de cierto en la leyenda según la cual Leo Strauss profesaba un ateísmo nietzscheano esotérico, que sólo manifestaba dentro de un reducido círculo de discípulos elegidos. En todo caso, la vieja doctrina según la cual el pueblo debe ser mantenido en la superstición para que no deje de respetar las normas morales, parte de un error esencial, que es confundir el ámbito de la conducta individual con el político. La mayoría de la gente no necesita una fundamentación intelectual para obrar moralmente. En realidad, es exactamente lo contrario: La moral se encuentra tan profundamente enraizada en nuestra naturaleza, que necesitamos "ideas", es decir, pretextos (de más o menos consistencia intelectual) para quebrantar lo que nuestro sentido moral nos dicta.

Ahora bien, en el ámbito de la política, las cosas son muy distintas. Las masas han apoyado ideologías atrozmente inhumanas a pesar de que la mayoría de los individuos que las componían hubieran sido incapaces de aplicarlas personalmente sin gran repugnancia. La mayoría de los alemanes del periodo 1933-1945 no eran en absoluto unos sádicos embrutecidos como los miembros de las SS. Y sin embargo, si las ideas nazis acerca de los judíos y demás no se hubieran popularizado notablemente, los SS no habrían podido cometer sus crímenes, al menos no en esa escala.

La idea tan bienintencionada de que para hacer el bien no se necesita creer en Dios, aunque quizás minusvalora en exceso la influencia de las creencias, es sin duda válida en el nivel de las relaciones personales, porque la gente no rige su conducta particular por ideas abstractas. Pero no por ello la fundamentación de la moral deja de ser un problema filosóficamente irresuelto -acaso irresoluble. Y ello sí que tiene consecuencias políticas.

Bertrand de Jouvenel, en Sobre el poder (uno de los libros más lúcidos escritos en el siglo XX) señaló como una causa fundamental del crecimiento de los Estados el desprestigio del cristianismo entre las elites ilustradas, que inevitablemente deja el campo despejado para la proliferación de ideologías (o religiones más agresivas, pienso en el Islam) que permiten a los gobernantes saltarse todos los límites sin que los gobernados se escandalicen demasiado. Jouvenel por cierto no defendía un regreso a épocas pretéritas ni nada parecido, simplemente señalaba, de manera desapasionada, la existencia de ese proceso.

Ahora bien, podemos colaborar en acelerar dicho proceso o no. El ateísmo y el laicismo militantes lo hacen con un entusiasmo no exento de inocencia. Están en su derecho, desde luego, pero conmigo que no cuenten.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Furiosos de la higiene

Un juzgado ha ordenado retirar todos los crucifijos y símbolos religiosos de un colegio de Valladolid. Según la sentencia, la presencia de esos símbolos conculca derechos fundamentales.
Ahora bien, acudiendo a la Constitución, leemos lo siguiente:

Art.º 14:
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión
(..)

Art.º 16:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto (...)
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española (...)

¿Cuál de estos principios es vulnerado por la mera presencia de un crucifijo en un aula? Los alumnos que no profesan la religión cristiana no reciben ningún trato diferenciado del resto. Nadie limita su libertad religiosa o ideológica, ni les obliga a manifestarla u ocultarla. En cuanto a 16.3, se trata a todas luces de un mandato contradictorio, según uno se acoja a una u otra de las dos frases separadas por un punto y seguido. Pero en estos casos dudosos, una elemental norma de prudencia es dejar las cosas como están.

Sin embargo, lo que me ha llamado más la atención de esta noticia son las declaraciones del portavoz de la asociación laicista promotora del proceso judicial, que ha hablado de "libertad de conciencia" y de "higiene democratica". Sobre lo primero, acabo de decir lo que pienso, que no veo por ningún lado que sea eso lo que está en juego. La "higiene" merece un comentario aparte.

Por supuesto, aquellos que acostumbran a hablar de higiene democrática, higiene intelectual y por el estilo, de una manera subrepticia y maliciosa están sugiriendo que quienes discrepan de ellos no son personas aseadas. Las metáforas no son nunca inocentes. Pero pasemos esto por alto, porque no es lo esencial del asunto.

Hablar de higiene en el contexto del debate ideológico es una forma de apelar al progreso, pero en la idea más rudimentaria y más burda que pudieran tener de él aquellos iluminados sectarios y bárbaros del siglo XIX, y principios del XX, aquellos vegetarianos, anarquistas, naturistas... Personajes como Ferrer Guardia, llenos de un odio primitivo hacia lo religioso y en general hacia aquella parte de la cultura occidental que no comprendían -que era prácticamente toda. Cuando alguien me habla de higiene, pienso invariablemente en aquellos pobres hombres que en su atrevida ignorancia pretendían refundar la civilización condenando al fuego purificador (profiláctico) casi todo lo existente. Desconfíen de los apóstoles de la higiene.

Hidalgos de hoy

El pasado jueves un centenar de "estudiantes" lanzaron pintura contra una oficina del Banco Santander del campus de la Universidad Rovira i Virgili en Tarragona. El motivo de este acto de vandalismo era protestar contra la privatización de la Universidad que según algunas organizaciones estudiantiles promueve el Plan de Bolonia. Concretamente, a uno de los cabecillas le escuché en la radio decir que estaba en contra de que la enseñanza se convierta en "una mercancía dentro del sistema capitalista".

Es cosa sabida que la izquierda utiliza las palabras "privatizar" y "mercancía" como espantajos que la eximen de mayor argumentación. Basta un análisis elemental para poner al descubierto la incuria intelectual de tal procedimiento.

Una mercancía es un bien o servicio susceptible de ser intercambiado por otros bienes o servicios. En las sociedades civilizadas el número de mercancías es tan elevado que para facilitar los intercambios se utiliza un instrumento llamado dinero, pero en esencia, todos obtenemos las mercancías que necesitamos o deseamos (alimento, vestido, vivienda, etc) a cambio de las mercancías que producimos, seamos mecánicos, constructores o camareros. O profesores. La enseñanza, por supuesto, es un servicio, una mercancía como otra cualquiera. No existe ningún motivo racional por el cual deba sacralizarse, como si ningún producto fuera digno de ser intercambiado con ella.

La característica fundamental del acto de compraventa es que es libre. Somos libres de comprar y vender lo que queramos, elegimos lo que compramos o vendemos. Por tanto, decir de una actividad que no puede convertirse en mercancía significa que su práctica no debe ser libre. La enseñanza, según defiende la izquierda, debe ser un servicio público, es decir, un monopolio del Estado. Los estudiantes no deben poder elegir entre centros académicos que compitan entre sí en calidad, sino que debe haber una única oferta educativa. En consecuencia, ser profesor equivale a un estatus privilegiado y endogámico, en el que los criterios de admisión y promoción son los que se marcan los docentes a sí mismos, no los resultados objetivos.

Se dice que la enseñanza privada no sería accesible a todo el mundo, pero se olvida que para remediar este inconveniente hace tiempo que se inventó el sistema de becas, y que en Estados Unidos, el país del capitalismo salvaje y bla bla bla, el porcentaje de hijos de trabajadores no cualificados que cursan estudios superiores es superior al de Alemania o Francia.

¿Y los estudiantes? Contagiados de la escasa motivación de sus profesores para esforzarse y superarse, es lógico que muchos también quieran gozar de un estatus de privilegio y que cuando oigan (o imaginen oír) la palabra privatización se pongan en guardia. La sola idea de que se instaurara en la Universidad un ambiente de esfuerzo y autosuperación les angustia. ¡Menuda pesadilla, tener que trabajar! Pero por supuesto, hay que evitar reconocer con franqueza la verdadera naturaleza de su aversión. Del mismo modo que en épocas pretéritas la nobleza holgazana se prohibía a sí misma el sórdido trabajo manual, nuestros privilegiados de hoy, sean profesores o estudiantes, se indignan si alguien insinúa introducir groseros criterios de eficacia económica en su nobilísima actividad.

Quizás por eso un profesor que tuve decía que las únicas instituciones medievales que persisten hoy en día son los toros... y la Universidad.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Un tipo sincero

El escritor mediático Toni Soler, entrevistado en TV3 por Albert Om (sí, el mismo que le reía la gracia a Rubianes cuando se cagaba en la puta España) ha reconocido que en Cataluña existe un conflicto lingüístico. Tampoco es que le parezca algo excesivamente preocupante, mientras los suyos lleven las de ganar.

Los ejemplos que pone son dignos de nota. Hay quien desea dar a sus hijos educación en lengua castellana, y hay quien desea ser entendido cuando pide un tallat en un bar. Aparte del revelador contraste entre la importancia de una cosa y otra, existe una esencial diferencia entre ambas. Si no te gusta un bar en el que no saben lo que es un cafè amb llet, siempre puedes elegir otro. Precisamente lo que no se les permite a los padres que desean ver educados a sus hijos en su lengua materna.

Toni Soler no se aparta en el fondo lo más mínimo del guión nacionalista. Si el castellano es discriminado en Cataluña es porque así lo han decidido los ciudadanos democráticamente. Evidentemente, con esta concepción de la democracia cualquier conculcación de derechos sería válida, mientras cuente con el respaldo de una mayoría suficiente. La cuestión no es quién tiene la razón, sino quién tiene el poder. O si se me permite decirlo en tono lapidario: Tener el poder es tener la razón.

Así según la particular epistemología de Soler, es lícito cerrar las emisoras de COPE Gerona y COPE Lérida porque la línea editorial de la cadena no es admisible. Para él está claro quién tiene la razón.

P. S.: Justo antes de publicar esta entrada he leído la de Carmelo Jordá.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Cómo tratar a los malnacidos pedófilos

Me apunto a la idea de dos bloggers, Paco Sánchez y Nacho de la Fuente, de escribir una entrada contra la pornografía infantil el 20 de noviembre, Día Universal del Niño. El objetivo es que los depravados que introducen en los buscadores estas palabras (pornografía, infantil) a fin de recrearse en sus repulsivas inclinaciones, sepan que les escupimos a la cara.

En su novela La náusea (1938) Jean-Paul Sartre muestra un odio destructivo hacia todo lo burgués. Es necesario haber leido este libro temprano para comprender el vínculo entre el Sartre existencialista de entreguerras y el maoísta de los sesenta. Resulta especialmente sintomática la reacción del protagonista cuando sorprende en una biblioteca pública a un pedófilo entablando contacto con unos niños. En lugar de tratar de impedirlo y denunciarlo, el narrador prefiere dialogar con el pervertido, mostrarle incluso su comprensión. (Éste sin embargo se asusta al verse descubierto y huye.) El desprecio del "orden burgués" del protagonista llega a tal extremo que no puede evitar sentir cierta simpatía por uno de los individuos más detestables que existe, aquel que abusa de los niños.

Puede parecer que me voy muy lejos para tratar de mostrar una vaga conexión entre la tolerancia hacia la pedofilia y el radicalismo de izquierdas. Detengámonos, pues, en una obra más reciente, de 1979, El libro rojo del cole, traducción castellana de un texto pedagógico danés, con ilustraciones de Romeu (sí, el de El País) y que constituye un claro precedente de los actuales manuales de Educación para la Ciudadanía, en los cuales se mezclan política y sexualidad de manera característica. La comunista Cristina Almeida participó activamente en la difusión por los colegios de este manual que, hablando de "los obsesos y los sádicos", trataba de prevenir a los niños sobre el tratamiento del tema por los medios de comunicación: "Se dice y se repite, aún hoy a menudo, que estos obsesos sexuales son peligrosos. Es raro el caso en que es así. No son criminales sexuales, sino hombres que han carecido de suficiente amor." (Negritas mías). Y más adelante añade: "Ocurre a veces que todo esto termina en golpes, violacion o muerte. Pero es muy poco frecuente, y en general, es debido a que el hombre ha tenido miedo." Vamos, que prácticamente tenemos que compadecer al pederasta que viola o mata a sus víctimas para que no le denuncien.

Más cerca del presente, en 1995, la última legislatura de Felipe González elaboró un nuevo Código Penal en el que quedaba eliminado el delito de corrupción de menores. Al poco tiempo, gobernando ya el PP, hubo que volver a introducirlo, pero las leyes penitenciarias que seguimos sufriendo, y que son herederas directas del mandato constitucional de la reeducación y la reinserción -una clara concesión a las irresponsables cretineces progres- garantizan que un monstruo como Nanysex, condenado a 58 años, saldrá con toda seguridad mucho antes, siendo aún joven y con todas la posibilidades de reincidir.

Mi propuesta es sencilla. Que los delincuentes en general, y los delincuentes sexuales en particular, cumplan las penas a las cuales son condenados. ¿Reinserción? No es imposible, pero no se puede dar por descontada. Si un padre mata al asesino de su hijo, sería deseable que se le redujese la condena. Pero terroristas, violadores, pedófilos, toda esta gentuza que sabemos que no se rehabilitan jamás, que no se arrepienten o carecen de todo sentido moral, deben pudrirse en la cárcel. Y a la mierda las monsergas progres que digan lo contrario.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Se acabó la fiesta

Según el último globo sonda de la Generalitat catalana, ésta se plantea entrar en el accionariado (o sea, nacionalizar parcialmente) las pequeñas y medianas empresas. Me pregunto si harán como la CNT durante la guerra civil, que tras "nacionalizar" las barberías se dedicó a recolocar a los antiguos propietarios en locales distintos. Así, a uno que tuviera el negocio debajo mismo de su vivienda, le podía tocar tener que trabajar en una barbería en el otro extremo de Barcelona. Es innecesario decir que los de la CNT se afeitaban gratis. Cualquiera no le reía un chiste a un tío que no se separaba del fusil.

Ahora bien, si algo demuestra el último chiste del gobierno autonómico es que estos tíos (me refiero en general a los miembros de todos los gobiernos) no tienen bastante todavía. Para ellos no es suficiente con el saqueo -vía impuestos- de entre el 40 y el 50 % de la riqueza nacional, según los países. Quieren más, y esta crisis económica les viene como caída del cielo para justificar su insaciable ansia de mangoneo y de poder.

Ante tal agresión concertada de los gobiernos, ha llegado el momento de plantarnos. Por lo pronto, mientras no surja un partido o lo que sea que demuestre querer hacer frente al expolio de la clase media, debemos propugnar una abstención masiva en todas las elecciones, municipales, autonómicas, nacionales o europeas. No me sirven las reclamaciones coyunturales de austeridad porque estamos en crisis. Eso me suena demasiado al consejo de un atracador a su cómplice para que aguarde un tiempo prudencial antes de gastarse el producto de su último robo en coches caros, buenos restaurantes u otros lujos demasiado ostentosos.

Y que no me vuelvan a hablar, por favor, de "la fiesta de la democracia", mientras sea una fiesta que ellos convocan, ellos organizan, ellos disfrutan y nosotros pagamos.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Realeza y plebe

Las palabras de la hermana mayor del rey, Doña Pilar, me han traído a la memoria una anécdota, enseguida se verá la relación. Bueno, las palabras a que me refiero son: "Somos conservadoras, tradicionales y capitalistas. Y a mucha honra." Y la anécdota la contaba un profesor de Historia Moderna que tuve en los tiempos en que hacía como que estudiaba -y algunos profesores (que no éste en cuestión) hacían como que daban clases. Sucedió unos cuantos años antes, en los setenta, no recuerdo si antes o después de la muerte de Franco. En aquellos días era habitual que los estudiantes se encararan con los docentes y les acusaran de ser unos vendidos al régimen o al sistema. En una ocasión, un joven le espetó a un profesor: "¡Usted es un burgués!" A lo que éste, manifiestamente ofendido, respondió algo así como: "De burgués nada: ¡Yo soy aristócrata!"

Sabido es que los monarcas europeos, a los largo de siglos, emplearon de manera creciente a la burguesía en la administración y el gobierno. Con ello trataban de consolidar su poder personal frente a una nobleza todavía orgullosa e independiente. Quizás por eso algunos aristócratas se han hecho socialistas: para vengarse de la clase que los terminó desplazando. Aunque tal vez sólo sea para que no les llamen burgueses, suprema afrenta.

Pero estos burgueses instruidos y laboriosos racionalizaron (es decir, reforzaron) el Estado de tal manera que al final pudieron precindir incluso de la figura del propio rey, su anterior aliado, que allí donde pervive lo hace como mero elemento decorativo. Lo natural sería, pues, que los miembros de familias reales, los otros damnificados a la postre por el irresistible ascenso de la burguesía (cría cuervos...) se acercaran también por un revanchismo condicionado históricamente a la estética socialista, es decir, antiburguesa y, en el fondo, aristocrática. Se cerraría así un ciclo, con el regreso de la monarquía a su origen señorial. Pero aquí es cuando Doña Pilar me chafa mi bonito esquema teórico. ¿Pues no va y confiesa simpatizar con el plebeyo capitalismo?

Al menos a su hermano el rey no creo que le oigamos jamás decir tal cosa: Todo indica que se amolda mucho mejor al esquema.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Producción española

No veo las series españolas, o sea que sólo puedo hablar por los anuncios que hacen de ellas las cadenas y algún fragmento que he podido tolerar durante escasos minutos para tratar de contrastar mis peores sospechas.

Mi opinión: Que tras su apariencia de esmerada corrección política (cuota gay, chistes contra lo que los guionistas creen que es neocón, etc) se dedican básicamente a la explotación de las más repetitivas fantasías sexuales masculinas. Ya saben: felaciones por doquier, mujeres hambrientas de sexo, polvos exprés, etc.

Aparentemente, la explicación podría ser que así tratan de arrebatar esa audiencia masculina a qué sé yo, el fútbol u otros temas que se supone interesan más a los hombres. Algo de verdad puede haber en ello, pero creo que lo decisivo, en la batalla por la audiencia, es la femenina.

Ahora bien, a las mujeres les encanta comprobar que las principales obsesiones de los hombres giran en torno a ellas. Es normal. Como expuso Arcadi Espada en un lúcido artículo este verano pasado, a ellas les sucede lo mismo: ¡También están más interesadas en las mujeres!

Así que las productoras y las televisiones van a lo fácil, al mínimo común denominador de los espectadores de todo sexo y condición. El resultado: La inmunda bazofia de la que se alimentan millones de hogares. Claro, después no debe sorprender lo que se vota. Como diría Feuerbach si viviese hoy, el hombre es lo que ve por la tele.

lunes, 10 de noviembre de 2008

La derecha pura y dura

Oír o leer este latiguillo tan desgastado y mediocre de "la derecha pura y dura", al igual que otros muchos (la derecha cavernícola, la derecha casposa, etc) me deja bastante indiferente a estas alturas. Pero sí que me sorprende haberlo leído en el contexto de un ensayo más que notable que recomendaba el sábado, Els bons salvatges, de Ferran Sáez Mateu.

El filósofo catalán emprende en este libro una crítica devastadora del mito del "buen salvaje", que según él constituye el núcleo de gran parte del pensamiento que actualmente pasa por "progresista". Aunque se trata de una obra dirigida a un público relativamente amplio, sin notas bibliográficas ni otros formalismos propios de trabajos estrictamente académicos, su carácter de producto culto es innegable. De ahí que la aparición, bien avanzado el libro, del exabrupto mencionado, resulta tan anómala como si hubiera empleado algún coloquialismo fuera de lugar. Este es (traducido) el párrafo al que me refiero:

"Hacia finales de la década del 1980, la gente se reía abiertamente de la gauche divine. (...) La inercia contestataria, puramente estética, les llevó a partir de entonces a aventuras en las cuales el inevitable resentimiento se transformaba en patetismo, como un resorte fuera de control. Muchos acabaron atrincherándose en los recovecos más marginales del nacionalismo español, de la derecha pura y dura, de las emisoras de radio que escuchan los taxistas..." (Ed. Mina, pág. 117)

Descalificar a la COPE (es obvio que se refiere a ella) con el "argumento" de que la escuchan los taxistas, no es representativo en absoluto del nivel intelectual del libro, que -insisto- es muy robusto. Pero se puede interpretar de dos maneras, no mutuamente excluyentes. O bien Sáez no ha escuchado realmente nunca esta emisora, y desconoce por tanto que muchas de las ideas que expresa en el libro son compartidas por varios de los periodistas y escritores que hablan habitualmente en ella; o bien, a pesar de su actitud aparentemente desacomplejada frente a los tabúes políticamente correctos que manifiesta en muchos otros párrafos, no ha podido escapar del todo al mal que aqueja a tantos intelectuales, al cual se refirió Jean-François Revel afirmando que "siguen preguntándose en primer lugar no qué deben pensar sino qué van a pensar de ellos."

Uno puede ser un enfant terrible, incluso criticar ferozmente a la izquierda. Mientras deje claro que no le gustan Federico Jiménez Losantos o César Vidal, podrá seguir volviendo a su pequeño pueblo leridano e impartir clases en la Ramon Llull sin que ningún energúmeno le raye el coche o le dedique una pintada amenazadora, o sin que su carrera profesional se vea afectada por la desafección de los colegas y los medios de comunicación catalanes. Es tan fácil evitarse problemas...

domingo, 9 de noviembre de 2008

Dos conceptos de democracia

Los californianos han votado una ley llamada de "protección del matrimonio" para que sólo el matrimonio entre hombre y mujer sea considerado constitucionalmente válido. Claro, allí no son tan progresistas como en España, donde este tipo de cosas no se someten a votación. ¿Para qué, para que pueda ganar la opción que no le gusta a los gobernantes? No, aquí tenemos otra idea de la democracia. Democracia es tener el número suficiente de diputados para que el partido en el poder pueda hacer lo que le dé la gana. Desde luego, es mucho más sencillo y no hay que estar continuamente preguntando a la gente lo que prefiere, qué fastidio. Basta con unas encuestas sabiamente preparadas, en las que sutilmente se dé a elegir entre el "matrimonio" homosexual y la Inquisición, y poner en marcha una campaña encubierta y unilateral de todas las televisiones a favor de sólo una de las tesis, como si la contraria sólo fuera defendida por cuatro frikis.

Nadie o casi nadie discute que las personas adultas pueden hacer lo que quieran con su vida sexual, juntarse, separarse o formar tríos. Pero llamar matrimonio a cualquiera de estas uniones es algo más que una incorrección semántica. Supone sencillamente disolver la institución del matrimonio tal como la conocemos desde hace miles de años. Se confunden gravemente quienes argumentan, desde posiciones aparentemente liberales, que el Estado no es nadie para decir quién puede casarse con quién. El Estado, efectivamente, no debe tener esa atribución: Por eso mismo no puede reformar de raíz los principios que han regido en nuestra civilización desde tiempo inmemorial, salvo para que se vean reconocidos más explícitamente en los textos legales.

También se ha tendido a ridiculizar a quienes afirmamos que el matrimonio entre homosexuales supone abrir la puerta a la poligamia y a toda clase de aberraciones. Hay que decir que antes los progres eran más coherentes (o quizá menos expertos en marketing) y no hacían ningún asco a esta posibilidad. En el que fue un claro precedente de los actuales manuales de Educación para la Ciudadanía, El libro rojo del cole (un engendro que comunistas y socialistas difundían clandestinamente por los colegios durante la Transición) se afirmaba lo siguiente: "No se ve el porqué una familia debe necesariamente basarse en el matrimonio de un hombre y una mujer. ¿Por qué no pueden haber matrimonios de grupo, grandes familias, comunidades, etc?" Lo más interesante de estas palabras es el "etc". ¡La de posibilidades que se sugieren aquí! Por cierto que recomiendo la lectura de este libro, hoy justamente olvidado, en el que se adoctrina a los adolescentes en técnicas subversivas, se proporcionan recomendaciones para abortar ilegalmente o se "desaconsejan" las drogas entrando en detalles de tipo práctico sobre cómo consumirlas de forma "segura".

En fin, visto que estas enseñanzas no llegaron a calar lo suficiente, los progres cambiaron de estrategia. Defienden exactamente lo mismo (la abolición de la familia, es decir, su absorción por el Estado) pero de manera más disimulada y encubierta, ridiculizando a quienes denunciamos sus verdaderas intenciones como si los radicales fuéramos nosotros y no ellos. Y sobre todo, monopolizando la etiqueta de demócratas. Eso sí, demócratas españoles, no californianos. No confundamos.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Contra el romanticismo

El filósofo Ferran Sáez, en su último e interesante libro Els bons salvatges, define el romanticismo como "una de las peores enfermedades que ha padecido nunca la cultura occidental". Más adelante también califica al romanticismo como "catástrofe cultural".

La verdad es que no puedo estar más de acuerdo con esta opinión. En sentido coloquial, se entiende por romanticismo dar más importancia a los sentimientos que a la razón, a la subjetividad que a las normas, mientras que en una acepción culta, generalmente se piensa en Brahms o en Mahler. Ambas acepciones son muy insuficientes. En primer lugar, Hume ya expuso la falacia que se encierra en la contraposición entre sentimientos y racionalidad. Lo que se suele dar en realidad es un conflicto entre sentimientos distintos. Por otra parte, el uso culto del término no puede hacernos perder de vista que el romanticismo impregna toda la cultura popular actual. Jim Morrison o los Guns N'Roses son también claros ejemplos de artistas románticos, tanto desde el punto de vista biográfico como estrictamente musical.

El romanticismo me parece muy bien en el arte, pero nefasto en la vida. Muchos artistas han compuesto valiosas obras bajo los efectos de las drogas (una forma extrema de encerrarse en la propia subjetividad) pero no por ello sus vidas han dejado de ser menos desastrosas. Y ¿qué sería de la literatura y el cine sin las infidelidades y los triángulos amorosos? Pero en la vida real, la ruptura de una pareja, y no digamos una familia, por razones "sentimentales" es una grave irresponsabilidad y una frivolidad. El inmerecido prestigio de la pasión amorosa, frente a la conducta burguesa y ordenada de la mayor parte de las clases medias, es una de las claras manifestaciones del componente romántico de nuestra cultura.

Sobre todo, donde el romanticismo me parece más peligroso es en la política. Algunos autores han asociado el irracionalismo con patologías extremas de la vida social, con regímenes populistas o fascistas, pero en la medida en que el romanticismo es la expresión moderna por antonomasia del irracionalismo, su presencia en la política es un fenómeno cotidiano. En otro lugar he criticado una campaña publicitaria del gobierno extremeño, por razones ajenas al tema presente. Pero no ha dejado de llamarme la atención que en unos anuncios pagados por la administración para supuestamente promocionar una región, se hable insistentemente de "romanticismo" y de "pasión". Incluso resulta cómico que al jugador de baloncesto José Manuel Calderón le hagan recitar un texto donde contrapone la pasión y el sentimiento con "las reglas y los tiempos establecidos" (¡sin los cuales no habría deporte!).

Esa apelación al sentimiento, que en el caso de esos anuncios puede parecer trivial, mera palabrería hueca -y en cierto modo lo es- coincide con la retórica de tantos líderes políticos o activistas sociales que arremete contra la competitividad y toda una serie de valores que podríamos denominar burgueses, que están en la base de nuestra civilización. Cuando decimos que el romanticismo está contra la civilización, no tratamos de hacer una frase dramática, sino que describimos una de las características esenciales que cualquier manual de historia del arte podría apuntar. La idealización de la naturaleza, de lo rural, el odio hacia la civilización industrial, hacia el comercio y lo "material": son características del movimiento romántico, que traducidas a la esfera política se suelen identificar con formas de la reacción más rudimentaria, pero sin que debamos olvidar el componente mucho más sutilmente regresivo de las ideologías ecologistas y socialistas.

La utilización de los sentimientos por parte de movimientos y partidos supuestamente "progresistas" obedece, en suma, a algo más que una mera técnica política. La izquierda es por naturaleza romántica, y además presume de ello. Muchos de los lemas buenistas y contestatarios del Mayo del 68 ("imaginación al poder", "prohibido prohibir", etc) son inequívocamente románticos, y todavía hoy ejercen su influencia en artistas, intelectuales y oradores. Suenan muy bien a mucha gente, por mucho que no dejan de ser mala literatura, y tienen tanta conexión con la realidad de las cosas como la novela rosa con la realidad de la vida. Y además suelen tener otra cosa en común: una inenarrable cursilería.

Veo una toga y siento bascas

Nos informa Francisco Pérez Abellán, en su serie "Crónica negra" de Libertad Digital, que el padre de una de las niñas de Alcácer, brutalmente asesinadas hace años, podría enfrentarse a una condena de 16 años por haber faltado al respeto al tribunal que en su día juzgó el caso.

Los magistrados de este país me recuerdan a esos árbitros de fútbol que consienten el juego sucio, las patadas, las entradas salvajes, etc hasta que un jugador, lógicamente molesto con el arbitraje, hace el gesto de palmearse la mejilla, en alusión al rostro arbitral. Pueden tener por seguro de que si es visto por el árbitro, el jugador acaba expulsado fulminantemente.

Así es nuestra "Justicia", implacable y áspera con las víctimas, piadosa con los criminales y servil con los poderosos.