La esencia del zapaterismo se halla en el concepto de "extensión de derechos". Esta consiste lisa y llanamente en el mayor ataque frontal contra los derechos clásicos (derecho a la vida, libertad de expresión, derecho de propiedad, etc) jamás sufrido por nuestra democracia en las últimas tres décadas, exceptuando el terrorismo.
José María Aznar, en su libro Cartas a un joven español, un breviario del pensamiento liberal-conservador que recomiendo sin reservas, lo expresa con claridad meridiana. Vale la pena citar el párrafo entero:
"Es una paradoja interesante, sobre la que invito a reflexionar. Hoy en día, nadie aguanta que le digan lo que tiene que hacer, pero quienes más alto vocean su libertad y exigen que sea total y absoluta por principio, están dispuestos a que los demás, y sobre todo los gobiernos, se ocupen de partes cada vez más importantes de sus vidas. Es lo que llaman, equivocadamente, 'derechos'. Los derechos se inventaron para poner coto a la acción de los gobernantes en la vida de los gobernados. Para salvaguardar su libertad: de expresión, de religión, de movimiento. Hoy parece que se entienden los derechos al revés, como una invitación a los gobiernos a que intervengan más y más en la vida de las personas."
Es exactamente así.
En el nombre del derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo, se desprotege a la criatura más vulnerable que existe, y se restringe (perdón, "regula") la objeción de conciencia de los médicos.
En el nombre del derecho a una muerte digna (como si los cuidados paliativos no fueran práctica corriente en todos los hospitales) se desprotege a un enfermo o a un anciano con cuya opinión se ha dejado de contar en algún momento ("firme aquí, abuelo, es por su bien").
En el nombre del derecho a hacer visible la personal orientación sexual se pretenden limitar la libertad de expresión ("homofobia") o la libertad económica (leyes contra la discriminación).
Los edificios públicos podrán izar la bandera gay, pero en cambio no se tolerará la presencia de un crucifijo. En nombre de la laicidad, se conculca la libertad religiosa.
Y además, todas estas imposiciones se pretenden establecer con carácter irreversible, "más allá de la alternancia", como ha declarado Zapatero sin asomo de pudor. No se trata sólo de que un gobierno que debería serlo de todos los españoles se dedique a atacar a la moral y la religión, sino de construir un régimen en el que la derecha que conocemos sencillamente ya no tenga cabida, porque no podrá oponerse legalmente a los cambios introducidos por el zapaterismo.
En la radiante nueva era de Zapatero, los "derechos" de los grandes simios estarán mucho más escrupulosamente salvaguardados que los de cualquier mero homo sapiens, no digamos si encima es varón, cristiano y heterosexual. Esas reliquias burguesas serán cosa del pasado, conceptos periclitados de un tiempo en el que imperaban supersticiones como el bien y el mal, y una insana desconfianza hacia nuestros preclaros gobernantes.
lunes, 7 de julio de 2008
Proyecto Gran Zapatero
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