lunes, 30 de marzo de 2009

Educación y libertad

José Carlos Rodríguez nos ha llamado la atención, en un artículo de Libertad Digital, sobre otro artículo publicado en El País, el cual expone una visión romántica e idílica de la educación, y por ello mismo, como advierte incisivamente José Carlos, muy peligrosa, porque cuestiona radicalmente el papel de los padres como transmisores de creencias y valores (y ya se sabe quién llenará ese vacío.)

Poco hay que añadir a la certera crítica de José Carlos Rodríguez. Pero sí podríamos exponer grosso modo cuál es la concepción de la educación alternativa al seudoprogresismo.


¿Por qué tenemos hijos?


Según el artículo de El País, mucha gente tiene hijos por tenerlos, porque es lo que se supone que la sociedad espera de ellos, o por otras motivaciones espurias. Pero, nos dice el autor, tener un hijo debería ser una decisión profundamente meditada y desprovista de cualquier consideración "egoísta".

El lenguaje de un texto edulcorado hasta el empalago ya acostumbra a ponernos sobre aviso de que no se está reflejando la realidad de las cosas.

Generalmente, quienes hemos tenido hijos no nos entregamos en su momento a meditaciones trascendentales, ni mucho menos pensamos en el bien de la humanidad, al menos conscientemente. Lo hicimos porque deseábamos hacerlo y, sí, es posible que de manera un tanto irreflexiva, al menos en el caso del hombre. (El procedimiento hay que admitir que es bastante agradable, eso también ayuda.) ¿Es eso realmente tan horrible? Durante miles y miles de años, la humanidad ha progresado de esta manera. Si la población no se hubiera multiplicado muchas veces desde el paleolítico, evidentemente seguiríamos anclados en esa etapa. Afirmar que tener un hijo es una decisión de tipo casi intelectual, me parece una soberana estupidez, además de una cursilería. Traer hijos al mundo, en la mayoría de los casos, es una bendición, y no creo que se necesiten demasiadas justificaciones. Lo inquietante es que nuestro tiempo haya llegado a la conclusión de que la reproducción de la humanidad no es un bien en sí mismo, sean cuales sean las motivaciones individuales.


Cómo educar a los hijos


Si los padres no educamos en valores a los hijos ¿quién lo hará? ¿Y en qué valores? El artículo de El País no se plantea estas preguntas, porque parte de la premisa de que cada individuo puede descubrirlos por sí mismo, si se le guía adecuadamente, y si no le lastramos con el peso de la tradición y de nuestros prejuicios. (Sobre todo, no deja de aconsejar mucho cariño, como si los padres que no están imbuidos del evangelio progresista no experimentaran esa emoción natural.)

Esta idea de la tabla rasa, relacionada estrechamente con el mito del Buen Salvaje, es completamente errónea. Creer que el ser humano por naturaleza es todo sociabilidad y bondad, y que no alberga impulsos violentos, territoriales, de odio al diferente, etc, es algo que la ciencia ha refutado hace tiempo. Y pensar que la sociedad puede prescindir sin más de la tradición, empezando cada generación desde cero, es tener una idea absolutamente equivocada del alcance y la naturaleza de la razón, como expuso Friedrich Hayek en La fatal arrogancia.

El mundo no funciona así. Al igual que la ciencia está constituida por hipótesis no necesariamente vardaderas, pero que nos permiten ir avanzando en nuestro conocimiento de la realidad, el legado de la tradición, con todos sus errores e imperfecciones, es la base sobre la cual toda sociedad humana puede trabajar y seguir construyendo.


El espíritu crítico

Una vez hemos sido educados en una determinada tradición, en una sociedad abierta el individuo tiene amplias posibilidades de cuestionarse parte de los valores y creencias recibidos. No podemos desarrollar el espíritu crítico si no es rompiendo con algo que antes habíamos venido creyendo ingenuamente. El error es en sí mismo educativo, porque al caérsenos la venda de los ojos, nos previene contra toda credulidad futura.

Por supuesto, existen cierto tipo de sociedades en las cuales el dominio de lo colectivo sobre lo individual es tan asfixiante que esta posibilidad de crítica queda drásticamente reducida. Y eso es precisamente lo que el articulista de El País, y el progresismo en general se niegan a ver, he aquí el gran tabú de la izquierda: Que existen culturas mejores y peores, culturas (no razas: tergiversadores absténganse) que favorecen más la libertad y la prosperidad que otras. En lugar de admitir esto, el progre se entrega a un relativismo que, so pretexto de disolver las dificultades conceptuales, se carga también la herencia de la Ilustración.

Si renunciamos a transmitir nuestros propios valores occidentales, lo que estamos favoreciendo es un tipo de individuo desprovisto de referencias, y por tanto más inseguro y dependiente. Estamos favoreciendo una sociedad en la que el vacío resultante lo llenará el Estado o bien una cultura mucho menos respetuosa de la autonomía personal, como por ejemplo el Islam. Y lo más probable es que consigamos ambas cosas a la vez.






domingo, 29 de marzo de 2009

El último libro de Miquel Porta Perales: La tentación liberal

No hará más de tres o cuatro años que descubrí al Revel catalán: Miquel Porta Perales. El libro que entonces fue a parar a mis manos, y que devoré en el estado de quien descubre un alma gemela (valga la petulancia) era Si un persa viatgés a Catalunya. Un pamflet sobre el nacionalprogressisme català (La Esfera de los Libros), una sátira devastadora del nacionalismo y el izquierdismo. Poco después apareció, en catalán y en castellano, Diccionario persa de Cataluña. Y ahora nos regala con este La tentación liberal. Una defensa del orden establecido (Península).

Lo del Revel catalán creo que no es una exageración, salvo quizás en el aspecto literario, en el que el prosista francés alcanza categoría de clásico. No conozco a un autor catalán, y hasta quizás español, que haya asumido con maestría comparable la crítica sistemática de la ideología que en Cataluña adopta la forma del "nacionalprogresismo", según su feliz denominación.

La tentación liberal sin duda es un libro más ambicioso que los dos anteriores. Podría decirse que es un compendio de la crítica liberal a las ideologías emancipatorias (socialismo, nacionalismo, ecologismo, pacifismo, multiculturalismo, feminismo, etc) que componen el discurso de izquierdas actual, con profusión de útiles referencias bibliográficas. Según Porta, el error común a todas estas concepciones es el ideal de la sociedad reconciliada, en la cual los conflictos han desaparecido gracias a algún tipo de panacea. El resultado siempre repetido: la restricción de las libertades individuales en nombre de la igualdad, la identidad, la sostenibilidad, o cualquier otro fetiche asociado con la ineludible modernidad. Este utopismo, responsable de los mayores crímenes del siglo pasado, se erige además sobre una antropología buenista que se contradice con el estado actual de los conocimientos científicos.

La experiencia, pues, ha refutado sobradamente las ideologías autodenominadas progresistas. Y sin embargo, como señala el autor desde las primeras páginas, "el progresismo tiene una ventaja frente al pensamiento liberal: la de haber ganado -de momento- la batalla mediática." La obra de Miquel Porta contiene también un lúcido análisis de este fenómeno, que en gran medida empieza en lo que llama sin tapujos "la guerra de los maestros", empeñados en adoctrinar a los jóvenes en el antiliberalismo y su forma más facilona, el antiamericanismo. Primero se prepara el terreno ya con los más pequeños, con esa "pedagogía de la plastilina que azota nuestra escuela primaria: se trata de que los niños y niñas dibujen palomas de la paz, reproduzcan algunas imágenes del Guernica de Picasso, y escriban 'No a la guerra' o 'Guerra no, Paz sí' en los muros interiores y exteriores de la escuela." Aparentemente, todo muy inofensivo y hasta encantador, como seguramente lo ve la mayoría de los desprevenidos padres, pero claramente se trata de la antesala del posterior lavado de cerebro contra la "superpotencia dominante", el "ultraliberalismo" y demás demonios, a los que se culpa de todo el Mal existente en el mundo.

La consecuencia, ya la conocemos: Una ciudadanía inerme moral e intelectualmente ante las crecientes atribuciones del Estado, y ante el avance del islamismo que trata de minar los valores occidentales de libertad, igualdad de sexos, etc con la estúpida colaboración de los propios occidentales, preocupadísimos ante todo por no ser llamados xenófobos o simplemente de derechas.

En suma, una exposición muy completa y bien argumentada del pensamiento liberalconservador, y que se lee con fruición. ¿Qué más se puede pedir?

¡Señor, líbranos de un jefe de izquierdas!

Entrevista a Roures que publica el dominical de El Mundo. Empezó de la nada trabajando a los doce años, y ahora dirige una empresa de 3.000 trabajadores. Dice que eso se debe "al trabajo bien hecho de mucha gente" y le indigna que algunos envidien su éxito: "Lo que subyace es un icono según el cual estas cosas sólo le pueden ocurrir a marqueses, condes y por ahí, y esto es lo que me molesta." ¿Existe mayor elogio del capitalismo, que se basa históricamente en la derrota de la aristocracia y en las virtudes del trabajo, la constancia y la competitividad? Pues Roures no lo ve así, porque sigue considerándose marxista, y defiende un "cambio de paradigma".

Pero lo que ya joroba un poco, a decir verdad, es que diga que en su empresa no hay calendarios ni relojes, que se descansa "cuando el trabajo está hecho". ¡Pues vaya negrero que nos ha salido el marxista! Dicen que no hay jefe bueno, pero ¡líbranos, Señor, de los jefes a los que no les gusta que les llamen jefe! Son los peores, porque donde no se respetan los formalismos impera la arbitrariedad, esto es, el despotismo. Suerte que al menos, quien no esté a gusto en una empresa, siempre se puede largar. Ventajas del malvado capitalismo que, si por Roures fuera...

viernes, 27 de marzo de 2009

El aborto y la ciencia

La reacción progre al Manifiesto de Madrid contra el aborto, firmado por unos dos mil científicos, no se ha hecho esperar. De momento son sólo diecisiete firmas las que suscriben el contramanifiesto titulado "En contra de la utilización ideológica de los hechos científicos", pero según El País, se trata nada menos que de la "élite científica" (léase: no la purria antiabortista.)

Cuando rascas un poco, a la izquierda siempre le sale su profundo elitismo: el pueblo necesita ser guiado por los intelectuales exquisitos del Club Bilderberg como Cebrián para saber lo que le conviene. Fiel al estilo manipulador de PRISA, los enlaces para la descarga de ambos manifiestos en la página de la noticia aparecen como "Manifiesto de los científicos" (en realidad, el de los diecisiete firmantes que le hacen la ola al gobierno socialista) y "Manifiesto de antiabortistas" (estos no son científicos, claro, sino histéricos de la derecha cavernícola).

La ciencia, ciertamente, no puede dictar juicios de valor. No nos dice si el aborto (o el robo, o el asesinato) está bien o mal. Sin embargo, sí puede decirnos cuándo empieza la vida humana (en sentido objetivo, no valorativo) y no otra cosa pretende el Manifiesto de Madrid. Son precisamente los proabortistas quienes acostumbran a usar la retórica cientifista para justificar que un embrión, o un feto hasta determinada semana de gestación, no debe ser tratado como un ser humano a los efectos de proteger su derecho a la vida, y contra esa "utilización ideológica" de la ciencia es contra la que reacciona el primer manifiesto de dos mil académicos.

Si dos mil científicos se reuniesen para mostrar su oposición al racismo, afirmando que todos los seres humanos, independientemente de su origen geográfico o sus rasgos físicos, comparten el mismo patrimonio genético, ¿deberían ser también corregidos, por "contaminar" la ciencia con cuestiones de valor? ¿Deberíamos aclarar que clasificar a determinados individuos dentro del género humano es una cuestión que depende de las íntimas creencias de cada cual, y que no debe mezclarse con los hechos? Y si la respuesta es afirmativa, ¿no habría que hacer lo mismo con quienes pretenden fundar en el conocimiento supuestamente científico la discriminación racial?

Después, podríamos entrar en el debate sobre si el delito del aborto puede ser despenalizado en determinados supuestos, cosa que no hace la Declaración de Madrid, por mucho que mienta y manipule El País, al cuestionar que vaya dirigida sólo contra la ley de plazos para sugerir que detrás está el fundamentalismo religioso.

miércoles, 25 de marzo de 2009

La simple verdad sobre el "decretazo"

Rodríguez Zapatero y la vicepresidenta De la Vega, acosados por las críticas de la oposición a la catastrófica gestión económica del gobierno, han vuelto a agitar el espantajo del "decretazo" del 2002, como ejemplo de la clase de fechorías perpetradas por la derecha contra los trabajadores -que mientras los socialistas gobiernen no habría que temer.

Pero si aquí tenemos un ejemplo de algo, es del virtuosismo manipulador de la izquierda, que convirtió lo que era una ley sensata y necesaria en piedra de escándalo y en una figura más de la galería de los crímenes célebres.

El Real Decreto-Ley 5/2002, de 24 de mayo, enseguida denominado "decretazo" por unos medios de comunicación serviles hacia toda consigna demagógica proveniente de la izquierda, era una medida legislativa con la cual el gobierno de Aznar pretendía básicamente reducir el tiempo que los desempleados tardan en encontrar trabajo. Para ello se reforzaba el vínculo entre el subsidio por desempleo y el compromiso del parado de buscar activamente empleo, se disponían ayudas a la movilidad geográfica, se permitía en determinados casos hacer compatible parte del subsidio con un salario, etc. Al mismo tiempo, se ampliaba la protección a colectivos como los mayores de 45 años con más de doce meses en paro, discapacitados o víctimas de violencia doméstica.

Lo demás es sobradamente conocido. Bastó una huelga general para que, a los pocos meses de entrar en vigor el RDL 5/2002, el gobierno optara por retirarlo, sin que se pudieran comprobar sus efectos. Cinco años después, ya durante la legislatura socialista, el Tribunal Constitucional, en una típica sentencia política, lo declaró inconstitucional por el procedimiento de aprobación -no por su contenido.

Al igual que sucedió con la guerra de Iraq, una vez más la derecha política renunció a explicar por qué era tan necesaria una reforma del sistema de protección por desempleo, que debe estar encaminado a facilitar el acceso al mercado de trabajo, no a eternizar la dependencia de los ciudadanos de la administración. La izquierda optó como siempre por la mentalidad de "los lunes al sol" y el victimismo de quienes aspiran a ser mantenidos sin dar golpe, que no es más que la otra cara de la moneda de concebir los puestos de trabajo como un privilegio, independiente de cualquier consideración de viabilidad económica. Y la izquierda ganó.

Aunque la creación de empleo fue sin duda el mayor éxito de las dos legislaturas del Partido Popular, la sociedad española, manipulada por la oposición socialista, perdió así una gran oportunidad de acercarse definitivamente a las tasas de actividad y los niveles de competitividad de los países de nuestro entorno. Pero la izquierda consiguió convencerla de que la había salvado de un "decretazo", y nada reconcilia más con la derrota que confundirla con una victoria.

lunes, 23 de marzo de 2009

Girauta y Vidal

Supongo que como a casi todo el mundo, la noticia de la ruptura de Juan Carlos Girauta con César Vidal, me ha sorprendido desagradablemente. Soy tan ignorante de las causas como el que más, pero recuerdo que hace tiempo ya se produjo un desacuerdo significativo entre ambos en "La Linterna", en relación al tema del catalán y el valenciano, que según el director del programa radiofónico, son dos lenguas distintas. Girauta -nada sospechoso de nacionalista catalán, y mucho menos de pancatalanista- replicó que para él estaba clara la unidad de la lengua de Josep Pla, Ramon Llull y Ausiàs March. Pero eso fue todo, y Vidal eludió una posible discusión, al menos con los micrófonos abiertos.

He de decir, aunque me cueste perder la simpatía de alguien, que para mí Girauta tenía toda la razón, en aquella ocasión. Aunque al igual que él nunca he creído para nada (ni siquiera cuando era progre) en esa entelequia de los Països Catalans, otra cosa muy distinta es que esté dispuesto a comulgar con ruedas de molino. Y decir que valenciano y catalán son dos lenguas distintas no se lo cree ningún catalán ni ningún valenciano que esté familiarizado con el habla de ambas comunidades, como es mi caso. No hace falta ser filólogo ni historiador. Las diferencias entre ambas variantes lingüísticas son tan irrelevantes para la mutua comprensión como puedan serlo las del argentino y el castellano.

Otra cosa es que a los valencianos no les guste que su lengua se llame catalán, cosa que comprendo perfectamente, y por supuesto creo que tienen todo el derecho a llamarla como les dé la gana.

Insisto, desconozco si la ruptura ha tenido que ver con diferencias de opinión en este tema u otro. Pero dicho esto, también pienso que Girauta no ha estado correcto en las formas, eso hay que reconocerlo.

Pese a ello, espero que pronto veamos a Girauta en "El gato al agua". Todas las mañanas me levanto a las siete escuchando a Jiménez Losantos, pero por las noches, hace tiempo que migré de "La Linterna" al programa de Intereconomía TV. [ACTUALIZACIÓN: Pese a esto y esto.] Con todo el respeto intelectual que me merece César Vidal, no acabo de sintonizar con su estilo. Losantos es muy distinto; él discrepa con naturalidad con sus contertulios, no trata de recrear una especie de comunidad de pensamiento seráfica, ni por tanto necesita de vez en cuando excomulgar a nadie que se desvíe de la recta doctrina, que es la sensación que produce César Vidal: Más comedido en las formas pero intransigente en el fondo.

domingo, 22 de marzo de 2009

Por qué el PP no debe apoyar una huelga general

La razón no es que la derecha deba ofrecer una imagen de moderación y responsabilidad -el tipo de gansadas que se dicen a menudo. La razón es que si la recesión provoca elecciones anticipadas y la llegada del Partido Popular al gobierno, este debería tomar determinadas medidas -como son recortar gasto público, reducir el número de funcionarios y liberalizar el mercado laboral- que previsiblemente provocarían una reacción contundente de los principales sindicatos. (Nótese, no aventuro qué haría el PP en el gobierno, sino lo que debería hacer.)

No sería coherente que el PP apoyara ahora una huelga general cuando su objetivo debiera ser que la huelga se la montaran a él en un futuro no lejano. La mejor demostración de que un gobierno está en el camino correcto sería tener en contra a unos sindicatos que se caracterizan por defender intereses gremiales y que viven de subvenciones.

Por eso es dudoso que estos se decidan a incomodar a Rodríguez Zapatero. Pero si lo hicieran, la oposición no debe caer en la trampa tacticista de prestar su apoyo a quienes constituyen parte del problema.

sábado, 21 de marzo de 2009

¿Nietzsche, liberal?

Santiago Navajas defiende en su blog Cine y Política una lectura liberal de Nietzsche. Bueno, después de la lectura nazi, la izquierdista, la ontológica, existencial y no sé cuántas más que se han hecho del memorable profesor de Basilea, supongo que tocaba ya la liberal.

Por supuesto, Nietzsche no era liberal (no ha colado, Santiago), como tampoco era prenazi (detestaba a los antisemitas). Ahora no tengo tiempo ni ganas de ponerme a citar sus textos para demostrarlo, pese a que honran mi biblioteca varios de sus libros y la biografía de Curt Paul Janz (perdón por la pedantería). Coincido con Santiago en haber disfrutado como un jabato leyéndolo, aunque hace tiempo que no lo frecuento, y de ahí la pereza.

De hecho, reconozco que Nietzsche ayudó de manera decisiva a mi ruptura estética con la izquierda (y otro tipo de ruptura también), que en mi caso fue previa a la basada en argumentos racionales, no tengo empacho en decirlo.

El individualismo radical de pensadores como Nietzsche, o mi preferido Cioran, me atrae poderosamente, no lo niego. Pero, nos guste o no, es tan utópico como las ensoñaciones colectivistas de la izquierda y la derecha. Al final ninguno podemos prescindir de la sociedad, y debemos optar por el mal menor. Para mí, una derecha liberal es ese mal menor. Aunque admito que eso no genera mucho entusiasmo... estético.

¿Pío Moa, liberal?

Adelanto que no tengo claro si Pío Moa es liberal o no. Él ha contado que rompió con el marxismo a través de la crítica del economista austriaco Bhöm-Bawerk, profesor de Mises, lo cual por si solo no demuestra nada, pero no deja de ser significativo.

En todo caso, ser liberal no siempre es cuestión de sí o no. Existen grados, mal que les pese a los guardianes de las esencias.

Así, afirmar que el régimen franquista fue más liberal, comparativamente hablando, que otros, podrá ser discutible, pero no es en sí mismo ningún disparate. Ya en los 70 la izquierda patria se escandalizó con Soljenitsin, al que se le dijo de todo, por venir a decir algo tan obvio como que el tardofranquismo, comparado con el régimen soviético, era un jardín de infancia, cosa que me parece indiscutible.

Ahora Moa ha dicho que incluso fue más liberal que el gobierno actual. Desde luego, no deja de ser una boutade, pero discrepo rotundamente de Fonseca en que sea una estupidez. Resulta un hecho bien estudiado que el Estado, no sólo en España sino en todo el mundo, no ha hecho más que fortalecerse a lo largo de los últimos siglos y las últimas décadas, y que seguramente existía mucha mayor libertad individual, en muchos aspectos, en el siglo XVIII que en el XXI. ¿Significa esto defender el retorno al trono y el altar? Evidentemente, no. Precisamente hace poco Pío Moa en su blog ha mantenido una polémica muy interesante con Alternativa Española, a la que ha criticado -desde una confesada simpatía- por anteponer una supuesta ley divina a la democracia, o al menos ser ambigua al respecto. Para no ser liberal, lo parece bastante. Privarse del placer de su lectura, en todo caso, eso sí que sería una estupidez.

El anticristianismo patológico de la izquierda

Los progres han reaccionado fingiendo una indignación se diría que piadosa ante la última campaña de la Iglesia contra el aborto. "No tiene perdón de Dios", ha dicho de la campaña el portavoz de los socialistas catalanes. La táctica, no por grosera deja de ser típica: Se trata de desplazar la percepción de que una realidad es intolerable hacia quien la denuncia, como si quien estuviera equiparando a un bebé con un animal fuera la Iglesia, y no quienes defienden el aborto.

Pocas cosas me parecen más hipócritas que la costumbre de la izquierda española, que es la más anticlerical que existe, de dar consejos evangélicos a la Iglesia y a sus medios de comunicación, como la COPE. Claro que los progres están convencidos de que el precepto de poner la otra mejilla sólo vale para la derecha, pero esta aparente doble personalidad (religiosa y antirreligiosa) merece ser investigada.

Una explicación superficial, aunque válida en muchos casos, es que los progres adolecen de una ignorancia abismal que les lleva a confundir el cristianismo, para bien y para mal, con cierta caricatura que se han forjado de él. En una vomitiva carta al director titulada "La contradicción de la Iglesia", publicada el pasado jueves 19 por un periódico gratuito local (Diari Més), la firmante (una tal Amparo García Lomeña, militante de ICV de Reus) exclama -acerca de la denuncia de que se proteja más a un lince que a un feto humano- que ya están "los de siempre, discriminando las especies. ¿Creéis que el hombre es el rey de la Creación?" Y entonces se mete definitivamente en un jardín: "Y no quiero decir que el cachorro de lince está por encima del bebé, ni tampoco lo contrario." (Cursivas mías.) O sea, que una cría humana está al mismo nivel moral que la de cualquier otro animal. Pero lo inaudito es que Amparo atribuya semejante tesis aberrante al auténtico mensaje de la Iglesia, "que en todo momento se ha de mantener en una postura de amor incondicional por toda la Creación." Por lo visto, o no recuerda el primer capítulo del Génesis, o no lo ha leído nunca. El resto de la carta es sencillamente indescriptible, una inextricable mezcla de vaporoso deísmo de tintes franciscanos y de odio visceral a la Iglesia.

Pero más allá de ejemplos de grotesca confusión mental como este, creo que hay una razón más profunda por la cual los progres muestran esta doble cara, de personas de espíritu religioso, y al mismo tiempo ferozmente anticristianas. Por no alargarme, me limitaré a citar unas palabras de José María Marco, referidas al krausismo, un sistema filosófico menor que trasplantado a España en el siglo XIX, tuvo un importante papel en la genealogía del progresismo contemporáneo:

"El krausismo era una doctrina liberal impregnada de sentimentalismo religioso, prácticas clericales y anhelo por la restauración de un universo armónico. En España, se había convetido en el refugio ideológico de antiguos curas y ex seminaristas reconvertidos a un radicalismo que expresaba la nostalgia de un mundo donde no había más que una sola verdad. La política a la que aquella actitud conducía era inevitablemente una política laicista." (José María Marco, Francisco Giner de los Ríos. Pedagogía y poder, Península, 2002, pág. 347.)

¿Es casual que tantos progres hayan pasado por colegios religiosos o incluso por seminarios? Personalmente, no lo creo. Hay aquí un problema psicológico, por no decir psiquiátrico, que debería ser estudiado a fondo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

El homínido ideológico

Eudald Carbonell es un prestigioso científico conocido por sus descubrimientos en Atapuerca. Pero además es un divulgador de su filosofía personal. Hace años ya tuve un primer contacto con sus ideas: Asistí a sus clases de Prehistoria en la Universidad Rovira i Virgili, en Tarragona.

Según Carbonell, lo que distingue al hombre del animal es la tecnología, que él entiende principalmente como la capacidad de crear objetos útiles. Desde los instrumentos de piedra del paleolítico hasta los satélites artificiales no hay más que un mismo proceso evolutivo, tal como resume magistralmente la célebre escena de "2001", la del hueso arrojado por un homínido que se convierte en una nave espacial, a ritmo de Strauss (Richard y Johann).

El profesor catalán critica con razón a quienes hablan de "humanizar la teconología". ¡Cuando es la tecnología lo que nos hace humanos! Sin embargo, él mismo no escapa a este falso humanitarismo cuando afirma que, en realidad, todavía no somos (plenamente) humanos. Sólo lo seremos cuando hayamos "socializado" la tecnología. Pero esto ¿qué diantres significa?

Creo que no es difícil adivinar lo que significa socializar para Carbonell. Él se sigue considerando comunista, como se puede comprobar por su blog. Doy fe de que, cuando yo era estudiante, su despacho estaba decorado con un gran póster de Lenin arengando a la multitud. Y en una ocasión llegó a referirse en clase con el término "compañeros" (companys) a unos presos del GRAPO que por aquel entonces se habían declarado en huelga de hambre...

Así que el concepto de socialización de Carbonell no ofrece dudas. Por supuesto, el hecho de que el capitalismo haya puesto al alcance de millones de personas instrumentos tan sofisticados como el ordenador personal, el acceso a internet, etc, no cuenta. Como sigue habiendo millones de seres humanos (aunque cada vez menos) que no tienen acceso a estas herramientas, lo que él propone es socializarlas, es decir, sustituir la propiedad privada por una forma de propiedad colectiva que, en la práctica, siempre ha significado restringir el derecho de propiedad a una minoría dictatorial.

¿Cómo un brillante científico puede defender ideas que la experiencia y el razonamiento hacen insostenibles? Evidentemente, el comunismo de Carbonell no procede de su formación ni de su actividad científica. Él mismo aclara que siempre está del lado de los que tienen menos recursos. Pero un sentimiento, por noble que sea, no es ninguna garantía contra el error. Carbonell cree que ayuda a los desheredados cuando trabaja por destruir -aunque sólo sea con la palabra- el sistema capitalista. Naturalmente, no los ayuda, sino todo lo contrario. En el fondo, cae en el mismo error que tanto critica de quienes abogan por "humanizar" la tecnología, la economía, el mercado y sandeces por el estilo. Sandeces, por lo demás, típicamente humanas.

lunes, 16 de marzo de 2009

Los buenos sentimientos

Me da bastante risa cuando el famosillo de turno, entrevistado en un programa del corazón, asegura ser siempre fiel "a la persona que ama". Traducción: Si le pone los cuernos a su pareja es que ya no la quiere y por tanto no se puede decir que cometa infidelidad, tal como él la define.

Es un ejemplo típico de la ética del sentimiento, aquella forma de pensar de raíz romántica según la cual el bien coincide con los propios sentimientos, con la espontaneiadad y la franqueza. Es una ética de carácter adolescente, que rehúye de toda disciplina, que apenas obliga a nada, que tiende a eximir de toda responsabilidad en la búsqueda de la propia felicidad, con la cual se puede justificar casi todo lo que no sea directamente delictivo, y a veces hasta esto.

Es también la ética de la izquierda, por supuesto. Basta con demostrar buenos sentimientos ("sensibilidad") hacia los pobres, los inmigrantes, etc, para que deba aprobarse cualquier política, incluso cuando objetivamente perjudica a quienes declara favorecer, que es lo más probable cuando se parte de bases tan subjetivas.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El golpe de Estado del 11 de marzo

Cambiar el gobierno mediante procedimientos no previstos en la constitución, eso es un golpe de Estado. El 11 de Marzo del 2004, alguien provocó una masacre en los trenes de Madrid, con el evidente propósito de influir en las elecciones del día 14. Tuvo éxito, luego hubo golpe de Estado.

En contra de esta afirmación se ha argumentado que el resultado electoral no fue consecuencia del atentado, o al menos no directamente, sino que

  • o bien los electores no cambiaron el sentido del voto después del 11-M, sino que con él penalizaron la política anterior de Aznar en temas como Iraq u otros,

  • o bien que lo que castigaron fueron los supuestos intentos de ocultar la verdadera autoría del crimen a la opinión pública.
Lo primero parece entrar en contradicción con las encuestas realizadas pocos días antes, y que indicaban que la brillante gestión económica del gobierno, unida a su eficaz política antiterrorista, le darían su tercera victoria en las elecciones legislativas. En cuanto a lo segundo, a la luz de los hechos escuetos, no parece sostenible. Sabido es que un atentado de caracterísitcas similares por parte de Eta había sido abortado meses antes, por lo que todo el mundo inicialmente atribuyó la matanza a la organización terrorista vasca. Cierto que a las pocas horas parecieron surgir indicios que apuntaban en la dirección islamista, pero fue el propio ministro de Interior quien aportó esos datos, compareciendo ante las cámaras de televisión, la misma noche del jueves 11 de Marzo, y quien informó también de detenciones de marroquíes horas antes de que abrieran los colegios electorales. Así pues, por parte del gobierno no hubo ocultación, y en cualquier caso no se puede pretender que en menos de 72 horas quedara todo aclarado, máxime cuando tres años después del atentado los peritos judiciales siguen sin tener claro cuál fue el explosivo utilizado, elemento clave para llegar a cualquier conclusión.

Otra cosa es que la oposición y sus medios de comunicación afines (como la cadena Ser, la cual sí que dio informaciones falsas, como que se habían hallado restos de terroristas suicidas en los trenes), hubieran conseguido hacer creer a buena parte de la opinión pública, contra las evidencias señaladas, la existencia de esa ocultación. Esto de por sí ya sería suficiente para hablar de golpe de Estado mediático. Pero nótese además que esta maniobra sólo podía tener éxito partiendo de la base de que el gobierno tenía un interés en ocultar la verdad. Es decir, que el mero hecho de que se tratase de un atentado islamista perjudicaba al partido en el poder, porque se interpretaría como una consecuencia de su apoyo a la guerra de Iraq. En efecto, en las manifestaciones contra el Partido Popular que hubo entre el 11 y el 14 de Marzo, el estado de ánimo no era simplemente el de reclamar transparencia al gobierno, sino que se le culpaba explícitamente por el atentado, se gritaba "asesinos" a sus miembros en lugar de a los terroristas.

Por tanto, no es sólo que la oposición acusara falsamente al gobierno de mentir (lo cual ya sería bastante grave), sino que instiló la idea perversa de que el atentado era consecuencia de nuestra política respecto a Iraq, de que el mismo Aznar que eliminó el servicio militar obligatorio, que envió a tropas profesionales a Iraq después del derrocamiento de Sadam Husein, para contribuir a la reconstrucción y democratización del país, ese mismo Aznar tenía la culpa de que unos terroristas hubieran asesinado a 192 españoles. Esta apología del terrorismo, pues no es otra cosa, se quiso vestir con el recurso a la tan cacareada ilegalidad de la guerra de Iraq, que además de jurídicamente discutible, implica conferir un peso moral determinante a la corrupta y anquilosada ONU.

Por supuesto, la reacción de los españoles podía haber sido similar a la que se hubiese producido de haberse tratado sin lugar a dudas de un atentado de Eta. Redoblar el apoyo al gobierno y lanzar el mensaje a los terroristas de que no conseguirán doblegarnos. ¿Por qué en el caso del terrorismo islamista, la respuesta fue en cambio tan cobarde y abyecta? Pues porque los españoles llevaban meses de bombardeo propagandístico de la guerra ilegal, que era por el petróleo, etc. Se les había ido preparando a conciencia para que un día interiorizaran las justificaciones de los terroristas, y decidieran que lo razonable es ceder. Pero entonces, ¿por qué no ceder también ante otros terroristas, como los del País Vasco, no es acaso todo relativo, también el concepto de nación? Vemos aquí las consecuencias de ese relativismo, para el que no es distinto moralmente Bush de Sadam Hussein, el PP de Eta, y que por supuesto no data de la guerra de Iraq, sino que es un tumor que aqueja a Occidente desde hace mucho tiempo, y que le llevará a la autodestrucción si no consigue extirparlo.

Tras estas consideraciones, la cuestión de la autoría cobra una trascendencia más dramática, si cabe. Ante todo, por supuesto, por respeto a las víctimas, que merecen como mínimo que los verdaderos culpables sean juzgados y condenados, y segundo porque si al final se descubriese que ni siquiera fue obra de islamistas y que por tanto hubo una manipulación monstruosa de la policía, si no algo peor, el velo que mantiene oculto el golpe de Estado a la opinión pública caería de forma espectacular, y no digamos ya si se estableciera alguna relación entre sus autores y sus beneficiarios políticos. Personalmente no confío en que la verdad, sea cual sea, se conozca pronto. Pero ello no afecta a lo que he dicho antes. En España ha habido un golpe de Estado, y sus consecuencias serán irremediables -tal vez ya lo sean- si esta nación no despierta de su apatía.

Artículo incluido en el libro La Resistencia AntiZP (2007) y publicado por primera vez en este blog el 16-07-07.

lunes, 9 de marzo de 2009

Obama el ocultista

Obama, en una entrevista publicada en The New York Times, a la pregunta de si es socialista ha respondido que, teniendo en cuenta el objetivo de sus planes económicos, "the answer would be no". Ante la insistencia del periodista ("mucha gente sugiere que usted es más de izquierdas de lo que mostró en la campaña"), la contestación de Obama tampoco es excesivamente contundente: "I think it would be hard to argue". Y entonces, por tercera vez el entrevistador vuelve a la carga:

-¿Hay alguna palabra que defina su filosofía? Si usted no es socialista, ¿es usted de izquierdas? ¿Es usted progresista?

-No voy a entrar en eso. (No, I'm not going to engage in that.)

O sea, que después de esquivar una respuesta directa a la pregunta de si es socialista o de izquierdas, pidiendo que se le juzgue por sus actos, o retando a que se demuestren tales insinuaciones, cuando se ve forzado a definirse, sencillamente se niega. ¿Es normal -es admisible- que un gobernante elegido oculte su ideología?

domingo, 8 de marzo de 2009

El feminismo contra la mujer

El feminismo, entendido como la defensa de la igualdad de la mujer ante la ley, hace tiempo que ha logrado su objetivo en Occidente. No entraré en la discusión acerca de si cabe atribuir el mérito al movimiento feminista, o a un proceso socioeconómico. Pero lo que sí me parece bastante claro es que las organizaciones feministas actuales han perdido en gran parte el norte de su verdadero sentido.

Es ridículo (por no emplear un término más duro) que mientras en países islámicos se lapida a las adúlteras o se asesina impunemente a la mujer que es víctima de una violación, aquí estemos discutiendo, o incluso se pretenda legislar (en Cataluña), sobre el reparto de las tareas domésticas.

En cuanto a la tan cacareada desigualdad salarial, reconozco no tener información suficiente, pero sospecho que está por demostrar que por exactamente el mismo trabajo -y de manera generalizada- la remuneración varíe según el sexo. Lo que ocurre más bien, según tiendo a creer, es que hay más mujeres que hombres que aceptan determinados empleos de salarios relativamente bajos o de jornadas reducidas porque les permiten conciliar mejor la vida familiar y la laboral. Las feministas replican que esto se debe a una educación sexista que las hace sentirse culpables si no dedican el tiempo suficiente a los hijos. Pero la idea de que las diferencias psicológicas entre los sexos son sólo de tipo cultural, sin que exista ningún componente biológico, está por demostrar, y probablemente sea falsa. Llevándola al extremo, el feminismo radical pretende que creamos que las mujeres occidentales acuden a las tiendas de ropa de marca porque están "presionadas" por una sociedad patriarcal que impone sus exigencias de belleza. Seguro que la mayoría de mujeres de Arabia Saudita ahora mismo firmarían por este feroz patriarcado...

Por supuesto, de asumir estas consideraciones, las organizaciones feministas deberían disolverse o bien centrarse en la crítica de sociedades como la islámica, lo cual entraña sus riesgos y pone en cuestión el modelo multiculturalista. Es más cómodo seguir viviendo de las subvenciones con el cuento de que "todavía queda mucho por hacer" en Occidente, dedicarse a incordiar a empresas publicitarias por anuncios "sexistas" y teatralidades por el estilo. Ah, y defender el aborto libre, como si las mujeres no nacieran del vientre de sus madres (siempre que no las maten antes) igual que los hombres.

El problema, aparte del saqueo del dinero público, es que la ficción del igualitarismo de hecho y la discriminación positiva (leyes de cuotas) siempre perjudican a aquel colectivo que pretenden proteger, primero porque minusvaloran precisamente aquellas cualidades que juegan a su favor, y segundo porque dificultan reconocer los logros obtenidos por su propio mérito. La desprotección llega a ser dramáticamente real en el caso de la violencia doméstica. El recurso de alguna campaña institucional a acusar al maltratador de falta de hombría -con ser certero- sólo demuestra que algunos viejos clichés de hombría -y por tanto de feminidad- quizá no eran tan nefastos.

Con defensoras como estas (y defensores) las mujeres están apañadas, aunque creo que muchas hace ya tiempo que se han dado cuenta.

sábado, 7 de marzo de 2009

Mondragón

El pasado verano nos dejó Alexander Soljenitsin. Recuerdo perfectamente el momento en que supe la noticia; estaba de vacaciones y no pude escribir sobre ello en mi blog, cuyo nombre es por supuesto un homenaje a su obra maestra, Archipiélago Gulag.

Hay un pasaje en este libro que me interesa señalar ahora, y que pone el dedo en la llaga del origen del totalitarismo. En una nota al pie del primer capítulo, cuando trata de las detenciones practicadas por los "órganos" soviéticos a altas horas de la madrugada, se interroga Soljenitsin:

"Después, ya en el campo de concentración, quemaba la idea: ¿y si cada agente que iba de noche a arrestar, no hubiese estado seguro de regresar con vida y se hubiera despedido de su familia? ¿Y si en la época de los encarcelamientos masivos (...) la gente no se hubiera refugiado en sus madrigueras, pasmada de miedo al oír los portazos en la entrada y los pasos en la escalera y hubiera comprendido que ya no les quedaba nada que perder, y en los vestíbulos les hubieran tendido una emboscada varias personas provistas de hachas, martillos, atizadores y cuanto hubiesen tenido a mano? (...) O aquel furgón celular, que quedó en la calle, sólo con el chófer, ¿por qué no te lo llevaste o pinchaste las ruedas? Así, los Órganos no habrían tardado en hallarse escasos de personal y de material móvil y, pese a todos los deseos de Stalin, habría tenido que parar la maldita máquina."

Pocos días después de que un ciudadano indignado destrozara a golpes de maza una herriko taberna, lo que llevó a ciertas almas exquisitas a deplorar que alguien se tome la justicia por su mano, conocemos la noticia de Mondragón, donde gobiernan los proetarras: Los cómplices de los terroristas anuncian que irán puerta por puerta a pedir firmas en favor de los presos de ETA.

Y yo que, como Soljenitsin, me pregunto: ¿No podrían los vecinos ponerse de acuerdo para MOLER A PALOS a estos hijos de puta en cuanto pusieran los pies en una escalera?

Quizás si se hubiera hecho desde el principio, los terroristas no habrían tardado en hallarse escasos de personal y ETA hubiera desaparecido hace tiempo.

"Lo único que se necesita para que triunfe el mal, es que los hombres buenos no hagan nada". (Edmund Burke).

viernes, 6 de marzo de 2009

Liberalismo autoritario (sic)

Hay libros que parecen interesantes y luego te decepcionan. Pero cuando un libro tiene toda la pinta de ser una basura, seguramente lo es. Será una consecuencia bibliográfica de la Ley de Murphy. Hoy he visto en una librería La derecha contra el Estado, de José Antonio González Casanova, en cuya portada aparecen los retratos de Cánovas, Maura, Franco (!) y Aznar, y cuyo subtítulo no deja lugar a dudas: "El liberalismo autoritario [sic] en España (1833-2008)".


Incluir a Franco en una breve historia del "liberalismo" (con los adjetivos que se quiera) es tan sutil como hacer de Robespierre un exponente de la laringología del siglo XVIII. Y "liberalismo autoritario" es una expresión del mismo rango lógico que "socialismo científico". Pero lo que de verdad nos puede ayudar a imaginar el contenido del libro es saber algo más de su autor.

Catedrático de derecho constitucional en la Universidad de Barcelona, González Casanova es un articulista habitual de El País que lo mismo establece comparaciones entre el Partido Popular y ETA, que se pregunta delicadamente si no hará falta otro 11-M para que la gente vaya a votar (a la izquierda, se entiende). Autor además de libros sobre astrología como Elogio de la astrología o La muerte y el horóscopo, en una entrevista publicada en el diario Avui a principios de año, afirmaba que "la astrología es una ciencia superior a todas las ciencias, que da explicación de los fenómenos personales y mundiales". (Ahora entiendo mejor lo de socialismo científico.)

Situado el personaje, tal vez sea interesante conocer cuál es la alternativa que propone al liberalismo autoritario. En la mencionada entrevista nos ofrece un bosquejo:

"Para que el capitalismo despareciese habría que impulsar una política socialdemócrata mundial (...) Primero, crear una policía y un código penal internacional que condujese a un campo de concentración a los genocidas económicos y financieros culpables de un delito contra la humanidad; segundo, salvar el medio ambiente; y tercero, distribuir la riqueza mundial de manera equitativa. Evidentemente, todo esto es una utopía, pero algún día será inevitable."

Está clarísimo cuál de los dos vocablos le molesta de la expresión "liberalismo autoritario". Y que el término basura, que pudo juzgarse al principio demasiado brusco, no sólo es pertinente, sino excesivamente moderado.

P. S. de las 8:45: A lo mejor sí que Franco era liberal, si lo comparamos con lo que harían estos izquierdistas que arrostran el nombre de José Antonio si llegaran al poder.

domingo, 1 de marzo de 2009

La ecuación de Dole

¿Somos la única forma de vida inteligente en el Universo? En 1961 el profesor Frank Drake ideó la ecuación que lleva su nombre, y que es un intento de estimar el número N de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia:

N = R* fp ne fl fi fc L

Donde:

R* es el número de estrellas de la Vía Láctea,
fp es la fracción de estrellas que tienen planetas,
ne el número de planetas a la distancia adecuada de la estrella,
fl la fracción de esos planetas en los que se ha desarrollado la vida,
fi la fracción de esos planetas en los que ha evolucionado vida inteligente,
fc la fracción de planetas donde la vida inteligente ha desarrollado una civilización técnica, y
L es la "esperanza de vida" de una civilización técnica.

El único factor que hoy conocemos de manera aproximada es el número de estrellas de la galaxia. En los próximos años es posible que gracias a instrumentos de observación cada vez más perfeccionados (como la sonda Kepler) podamos precisar fp y ne, y quién sabe si fl. Pero los tres últimos factores son completamente desconocidos, lo que da lugar a que se hayan propuesto los más variados valores de N, desde 1 (es decir, que la única civilización de la galaxia sería la nuestra) hasta millones.

Podría decirse que para este viaje no necesitábamos alforjas. El problema de la ecuación de Drake es que reduce los factores astronómicos y biológicos sobre los que podemos hacer conjeturas razonables -aunque aún nos quede mucho por saber- a sólo los cuatro primeros parámetros, mientras que la cuestión sobre la cual no tenemos la más remota idea la subdivide ociosamente en los tres siguientes.

Poco tiempo después de que fuera formulada la ecuación de Drake, la Rand Corporation publicó el que se convertiría en un libro de culto, Habitable Planets for Man (1964), de Stephen H. Dole, que permite una aproximación más rigurosa al tema, en mi opinión. (Existe traducción castellana, Planetas habitables, ed. Labor, 1972). Dole se propuso un objetivo comparativamente más modesto, que es determinar el número de planetas habitables para la especie humana que pudiera albergar la Vía Láctea (Nhp). Y para ello planteó la siguiente ecuación:

Nhp = Ns Pp Pi PD PM Pe PB PR PA PL

Donde:

Ns es la abundancia de estrellas de masa similar a la solar,
Pp es la probabilidad de que una estrella tenga planetas en su órbita,
Pi es la probabilidad de que la inclinación del ecuador del planeta sea correcta para su distancia orbital,
PD la probabilidad de que al menos un planeta gire en órbita a la distancia adecuada (ecosfera),
PM la probabilidad de que el planeta tenga una masa adecuada, similar a la de la Tierra,
Pe la probabilidad de que la excentricidad orbital sea lo bastante baja,
PB la probabilidad de que una segunda estrella (sistema binario) no convierta el planeta en inhabitable,
PR la probabilidad de que el tipo de rotación del planeta no sea demasiado lento ni demasiado rápido,
PA la probabilidad de que el planeta tenga la edad apropiada, y
PL la probabilidad de que dándose todas estas condiciones astronómicas adecuadas, se haya desarrollado la vida en el planeta.

Como se ve, el análisis de Dole tiene en cuenta muchos más factores. Ciertamente, los planetas aptos para la vida humana seguramente sólo son un subconjunto de aquellos en los cuales ha surgido alguna forma de vida. Pero a juzgar por el único caso que conocemos -obviamente, el nuestro- acaso sean también los únicos que permiten el desarrollo de algún tipo de civilización. Dole, en su estilo sobriamente científico, elude especular sobre la cuestión, aunque apunta que la probabilidad de aparición de la inteligencia debe ser muy remota. Según sus estimaciones, sólo el 0,47 % de las estrellas de la galaxia tienen planetas habitables. Ahora bien, dado que la Vía Láctea contiene más de cien mil millones de estrellas, esto significa que existirían 645 millones de planetas donde ha aparecido la vida. Aunque por supuesto estamos lejos de poder comprobarlo, este dato goza indudablemente de una fundamentación mucho más sólida que las especulaciones excesivamente genéricas de la ecuación de Drake.

¿En cuántos de estos centenares de millones de planetas similares a la Tierra se puede haber dado una evolución parecida a la que conocemos, desde los organismos unicelulares hasta los vuelos espaciales? Carl Sagan, en su libro Cosmos, basado en la mítica serie de televisión del mismo título que tanto nos fascinó a muchos, aventuraba un cálculo inevitablemente tosco, pero sugestivo. Si comparamos la antigüedad de la vida sobre la Tierra (miles de millones de años) con la de la radioastronomía (unas pocas décadas), podríamos decir que la probabilidad de que aparezca una civilización extraterrestre comunicativa es del orden de 1/100.000.000 (una cienmillonésima). Aplicado a la cifra de Dole, tendríamos que de esos seiscientos millones de planetas donde podría haber vida, sólo media docena habrían desarrollado una inteligencia civilizada (con capacidad técnica).

Aunque parezca mentira, quizá sea posible precisar aún más este dato. Existe una poderosa razón para pensar que el número de civilizaciones técnicas de la galaxia sea exactamente una, es decir, la nuestra. Es lo que se conoce como Paradoja de Fermi, según la cual, si las civilizaciones florecieran con relativa frecuencia, ya habríamos entrado en contacto con alguna de ellas, lo cual sugiere que estamos solos, al menos si nos circunscribimos a la Vía Láctea (las otras galaxias están demasiado alejadas para que podamos contactar jamás con sus posibles habitantes). Stephen H. Dole no menciona esta paradoja, pero su obra la sugiere. Él calcula que la distancia media entre dos planetas habitables es de unos 24 años luz. Esto significa que una civilización que iniciara un proceso de colonización de los sistemas solares próximos, los cuales se convirtieran a su vez en bases de sucesivas colonizaciones, aún viajando a velocidades inferiores a la de la luz podría haberse expandido por toda la galaxia en un millón de años. Si existieran múltiples civilizaciones extraterrestres, dado que algunas de ellas serían miles de millones de años más antiguas que la nuestra, cuesta comprender por qué ninguna habría contactado todavía con nosotros, o lo que es más probable aún, no hubiera colonizado nuestro planeta mucho antes de que evolucionáramos desde los primitivos antropoides -con lo que posiblemente el ser humano no habría llegado siquiera a aparecer.

Se han ideado multitud de explicaciones ingeniosas de la Paradoja de Fermi que pretenden eludir la que parece más sencilla y verosímil, que la inteligencia es un fenómeno muy raro a escala cósmica (no digamos ya en el gobierno). Quizás la más popular sería que en realidad, los extraterrestres ya están aquí, pero son unos seres tan altamente civilizados que no interfieren en nuestros asuntos, o lo hacen de manera muy sutil y benévola. Esta especie de concepción neohippie no tiene más fundamento que la de los extraterrestres belicosos de H. G. Wells (La película Mars Attacks es una lacerante parodia de ambas). Dados los largos periodos de tiempo a lo largo de los cuales florecerían las civilizaciones, el encuentro -violento o pacífico- es altamente improbable. Lo lógico es que la primera civilización que consiga progresar lo bastante para expandirse fuera de su planeta acabe ocupando la galaxia entera mucho antes de que pueda volver a surgir otra forma de inteligencia con capacidad técnica. Todo indica, pues, que estamos solos, al menos en esta galaxia. Pese al innegable atractivo de las novelas de Arthur C. Clarke, que desarrollan de manera tan inteligente la visión neohippie, no siento ninguna decepción por ello. Todo lo contrario, me parece reconfortante creer que sólo dependemos de nosotros mismos.

Nota: Se me ocurrió escribir este post tan alejado de mis temas habituales al leer un reciente artículo sobre las declaraciones del astrónomo Alan Boss. Por cierto que en el texto se observa la siguiente errata: "Teniendo en cuenta que hay 100.000 millones de estrellas como el Sol en nuestra galaxia, y 100.000 galaxias en el Universo, puede haber 10.000 trillones de planetas que son buenos candidatos para albergar vida." Por supuesto, se deduce que querían decir 100.000 millones de galaxias, o de lo contrario la multiplicación está mal. La sombra de Almudena Grandes es alargada...