Entrevista a Roures que publica el dominical de El Mundo. Empezó de la nada trabajando a los doce años, y ahora dirige una empresa de 3.000 trabajadores. Dice que eso se debe "al trabajo bien hecho de mucha gente" y le indigna que algunos envidien su éxito: "Lo que subyace es un icono según el cual estas cosas sólo le pueden ocurrir a marqueses, condes y por ahí, y esto es lo que me molesta." ¿Existe mayor elogio del capitalismo, que se basa históricamente en la derrota de la aristocracia y en las virtudes del trabajo, la constancia y la competitividad? Pues Roures no lo ve así, porque sigue considerándose marxista, y defiende un "cambio de paradigma".
Pero lo que ya joroba un poco, a decir verdad, es que diga que en su empresa no hay calendarios ni relojes, que se descansa "cuando el trabajo está hecho". ¡Pues vaya negrero que nos ha salido el marxista! Dicen que no hay jefe bueno, pero ¡líbranos, Señor, de los jefes a los que no les gusta que les llamen jefe! Son los peores, porque donde no se respetan los formalismos impera la arbitrariedad, esto es, el despotismo. Suerte que al menos, quien no esté a gusto en una empresa, siempre se puede largar. Ventajas del malvado capitalismo que, si por Roures fuera...