sábado, 31 de julio de 2010

Lo que queda del marxismo

El marxismo, o alguna elaboración doctrinal basada en él, sigue siendo la ideología oficial de Estados policiales como Cuba o Corea del Norte. Hugo Chávez se ha declarado marxista y cuenta entre sus asesores con Marta Harnecker, autora de un conocido manual de divulgación del pensamiento de Marx, muy leído en los años setenta. Asimismo, en Europa, los partidos comunistas, aunque generalmente redecorados dentro de coaliciones con grupos ecologistas, siguen teniendo presencia parlamentaria. Y en fin, numerosos grupúsculos de extrema izquierda, que aún hoy defienden la nacionalización de la industria y la planificación económica, sin renegar en absoluto de la Unión Soviética, siguen movilizando a una pequeña parte de la juventud, atraída por la estética antisistema y antifascista.

Sin embargo, la influencia del marxismo va mucho más allá de quienes se declaran explícitamente marxistas, o al menos defienden sin tapujos principios esenciales del socialismo, cuya máxima formulación teórica se debe al autor de El Capital. Hoy en día, un marxismo difuso, vulgarizado y terminológicamente remozado (encarnado por muchos intelectuales, pero también por políticos que acaso no han abierto jamás un libro del pensador alemán) domina buena parte del discurso transmitido por los medios de comunicación. Toda la retórica altermundista basa su crítica del capitalismo y el liberalismo en conceptos marxistas, más o menos pasados por las jergas de la Escuela de Frankfurt, el estructuralismo o el posmodernismo, y aderezados con el consabido ecologismo apocalíptico. Por otra parte, el mito según el cual el Estado del Bienestar fue una creación del capitalismo para poder hacer frente al bloque del Este, sigue confiriendo cierto prestigio indirecto a quien inspiró intelectualmente el régimen soviético. (En realidad, el origen del Estado del Bienestar es anterior a la revolución rusa, y su nuevo impulso después de la Segunda Guerra Mundial se debió en gran medida a la inercia del intervencionismo económico propio del conflicto bélico. En todo caso, el nivel de vida de Occidente no hubiera sido posible sin el crecimiento económico originado por el libre mercado.)

Pero sobre todo, donde la esencia del marxismo sigue operando con toda su fuerza es en la corrección política. De la idea de que toda la Historia puede explicarse como la lucha entre las clases económicas de los opresores y los oprimidos hemos pasado a la opresión del patriarcado, del hombre blanco, de Occidente, de los heterosexuales; incluso la opresión de la especie humana en su conjunto sobre el resto de los seres vivos y la Tierra.

Más allá de la intención consciente de quienes esgrimen las ideologías de género, multiculturalista, ecologista, etc, su función es patente, e idéntica a la del socialismo marxista. Al postular que existe una opresión o injusticia previa, quienes así razonan, inevitablemente -lo quieran o no- justifican formas de coacción política, que moralmente son percibidas como formas de noble resistencia o de legítima defensa. Si la relación entre un empresario y un trabajador se entiende como explotación amparada por el Estado (garante de la contractualidad burguesa), automáticamente los piquetes sindicales que imponen por la fuerza una huelga se convierten en la necesaria respuesta violenta a una violencia institucionalizada preexistente. Pero lo mismo puede decirse de cualquier otra de las formas de opresión que teoriza la corrección política. Si Occidente es por naturaleza opresor de otras civilizaciones, debemos entender el terrorismo islámico como la consecuencia esperable de nuestra prepotencia. Los adalides del progresismo no siempre se expresan con tanta crudeza, pero sí muy frecuentemente, al tiempo que dan lecciones de moderación desde columnas de opinión de periódicos dirigidos a un público pretendidamente razonable e ilustrado, enemigo de toda violencia.

La enmienda a la totalidad que realizó Marx contra la sociedad occidental de su tiempo inspiró la creación de regímenes totalitarios que en el siglo XX mataron a un centenar de millones de seres humanos. Pero es que en el año 2010, la enmienda a la totalidad sigue siendo el deporte favorito de muchos intelectuales, y no pocos tiranos. Todos aquellos que cuestionan el sistema, que a menudo con palabras melifluas sugieren que hay que refundar la sociedad, la economía y hasta la moral, exaltados por ideas -o mejor dicho, sentimientos- de justicia universal, actúan como auténticos epígonos de Marx. El filósofo germano llevó hasta su culminación la figura del intelectual radicalmente crítico, que en su soberbia desmedida se cree facultado para promover la reorganización de la sociedad entera; lo cual, pese a que la experiencia ha demostrado una y mil veces que conduce a guerras, golpes de Estado, tiranías y pobreza, sigue seduciendo incluso a muchos pacíficos ciudadanos de clase media -se diría que especialmente a estos. Al igual que el respetable agente de seguros del quinto primera se transforma los domingos, en el estadio de fútbol, en un hooligan berreante, cualquier apacible tendero puede sorprendernos asintiendo a la mayor salvajada de un columnista radical, pese a que sería seguramente el primer perjudicado si determinados programas radicales se pusieran en práctica.

El marxismo por encima de todo enseña una cosa: Los seres humanos albergamos, en algunas de las capas profundas de nuestro cerebro, una bestia dormida, y cualquier pretexto, sobre todo si se viste intelectualmente, puede ayudar a despertarla. Si sembramos odio, con conceptos como explotación, opresión, etc, cosecharemos violencia. (Los fascistas fueron en esto aventajados discípulos del socialismo; básicamente sustituyeron al burgués por el judío.) Esto no significa que no haya que enfrentarse a la opresión, allí donde realmente se dé, sino que los agravios imaginarios o amplificados artificialmente suelen ser los más generadores de violencia, porque irritan con mayor intensidad que situaciones objetivas de malestar, a las cuales solemos estar habituados. En España fueron asesinados en el 36 miles de religiosos. Sus verdugos no eran campesinos oprimidos por los tributos eclesiásticos (abolidos cien años antes), sino generalmente individuos cuya máxima ofensa padecida fuera algún capón del cura recibido en el colegio -pero que azuzados por groseros panfletos y consignas anticlericales (fueran marxistas o anarquistas, es lo de menos) pudieron dar rienda suelta a sus tendencias sádicas.

Marx murió hace casi ciento treinta años, pero sus discípulos entrenados en crear agravios ideológicos y preparar el terreno a matarifes vocacionales mantienen su antorcha. Esta es la envenenada herencia del marxismo.

[Esta entrada ha sido publicada por The Americano.]

jueves, 29 de julio de 2010

Dos jodidas preguntas

Hay que admitir una cosa: Los separatistas catalanes han acabado haciendo creer a muchos que en realidad no quieren la separación, que les va mejor perpetuar el victimismo para continuar extorsionando al resto de España. A propósito de la prohibición de los toros, Artur Mas ha dado hoy una verdadera lección magistral de eso que los islamistas llaman taqiyya (santa hipocresía), es decir, ocultar el radicalismo bajo una apariencia de moderación o pragmatismo. Mas ha asegurado que su voto favorable a la prohibición se debía a una cuestión de conciencia, y que en modo alguno debe interpretarse en un sentido antiespañol, pues "la tradición de los toros en Cataluña es tan antigua como en el resto de España". Lo que ocurre es que en Cataluña la sociedad "ha avanzado de forma distinta"... Vamos, la cantinela de siempre de que los catalanes somos más uropeos, más modennos y en definitiva superiores a esos untermenshen que habitan al sur del Ebro. Pero nótese cómo no tiene recato en hablar del "resto de España", sin miedo de escandalizar a sus seguidores, pues ya saben que cuando se expresa en catalán vuelve a la doctrina oficial y a referirse a "l'Estat espanyol". Es lo mismo que hizo siempre Jordi Pujol, negar en Madrid que fuera independentista ("qué gran estadista", exclamaban los más desprevenidos) y aleccionar a los suyos para que continuaran "haciendo país", hasta que la independencia cayese como una fruta madura. Es decir, hasta que sean los propios españoles quienes, hartos de que cada día se hable del Estatuto en la televisión, se acaben rindiendo: "Pues que se separen y nos dejen en paz de una vez."

No me esforzaré en intentar despertar compasión hacia los catalanes que no somos nacionalistas, ni rogaré que no nos abandonen a nuestra suerte. Aunque personalmente voté "No" al Estatuto actual, debo admitir -es un hecho- que la mayoría de gente que piensa más o menos como yo se abstuvo, con lo cual ahora no tiene ningún derecho a quejarse. Pero a quienes, por puro hastío, están dispuestos a darles a los nacionalistas catalanes un Estado para su uso y disfrute, les lanzo una pregunta: ¿Cómo van a negarles a los nacionalistas vascos, al día siguiente de la separación de Cataluña, su propio estadito? Y si también se lo conceden, ¿para qué han muerto entonces más de ochocientos españoles asesinados por ETA?

miércoles, 28 de julio de 2010

Y ahora, a por la zarzuela

Nunca he ido a una corrida de toros. Actualmente, creo que no sólo en Cataluña, sino en toda España, es una afición minoritaria. Pero también lo es ir al teatro o a los museos, o leer a los clásicos, o escuchar música barroca. Los argumentos animalistas no se sostienen. Los mismos que muestran tan exquisita preocupación por el bienestar de los animales (aunque rara vez llegan hasta las últimas consecuencias haciéndose vegetarianos) suelen ser -característicamente- partidarios del aborto libre. Es obvio que aquí ha funcionado la ecuación toros = España, y como muy bien ha dicho el diputado del PP Rafael Luna, de lo que se trata es de eliminar todo aquello que Cataluña comparte con el resto de España. Y ha dicho bien, comparte, porque en Cataluña ha existido siempre, por minoritaria que haya acabado siendo, una gran tradición taurina, al igual que una gran pasión por la zarzuela. Cualquier día prohibirán también este género musical por, qué sé yo, "perpetuar estereotipos sexistas" o cualquier gilipollez similar. Cualquier excusa sirve para los totalitarios de pacotilla que nos gobiernan, y las necedades progres en esencia no son más que eso: Un verdadero filón de excusas para que el poder político se interfiera en nuestras vidas. Por el momento yo cuelgo esta bandera; conseguirán que cada día me guste más.

martes, 27 de julio de 2010

Hitler fue agente de los Estados Unidos

Al leer las delirantes declaraciones del director de cine Oliver Stone, según las cuales Hitler contó con el apoyo de los industriales americanos y británicos (no dice algunos), y la "dominación judía de los medios de comunicación" (Jewish domination of the media) ha oscurecido el hecho de que murieron muchos más rusos que judíos, he recordado un e-mail publicitario que recibí hace unos días, sobre un nuevo libro de un tal Abel Basti. Este periodista lleva años afirmando que Hitler no murió en el búnker, sino que escapó a Argentina ayudado por los Estados Unidos, por si podía serles útil en una hipotética tercera guerra mundial contra la Unión Soviética. Como no he leído ninguno de sus libros, ni creo que lo haga, sinceramente no sé si se trata de un novelista de fértil imaginación, un cínico embaucador o sencillamente un majareta. Lo que sí parece ser es un antiamericano furibundo, especie muy extendida que en su forma más pura se caracteriza por lo siguiente: No puede sufrir que le recuerden que los Estados Unidos salvaron a Europa de los totalitarismos nazi y comunista, y si pudiera reescribir la historia y mostrar a los americanos del lado del Tercer Reich, le encajaría todo mucho mejor. De un lado, habría el Mal capitalista, y del otro el Bien socialista. Y si la Historia se resiste, siempre podemos imaginar una siniestra conspiración para ocultarnos la verdad. Aquí viene de maravilla el lobby judío... De ahí a relativizar o negar el Holocausto (a fin de cuentas, ya se sabe, usurero judío = capitalista = el malo) no hay más que un paso, que amigos de Stone como Chávez o Ahmadineyah ya dieron hace tiempo. Desde luego, la expresión tonto útil que siempre viene a la cabeza en estos casos, resulta excesivamente suave. Y no sé si gilipollas acabado se queda también corta.

viernes, 23 de julio de 2010

El Zapagrama

Vía Barcepundit he sabido de un hilarante (y genial) diagrama de flujo sobre Obama, que podríamos denominar Obamagrama. Se me ha ocurrido adaptarlo a la situación española. A ver qué os parece... (Clic en la imagen.)

jueves, 22 de julio de 2010

El Gran Secreto

Me doy una panzada de reír cada vez que en los programas del corazón, especialmente el de los viernes por la noche en Antena 3, "Dónde estás corazón" (DEC), invitan a Bárbara Rey, o a algún personaje directa o indirectamente relacionado con ella, lo cual es prácticamente cada quince días. Resulta conmovedor ver cómo los periodistas dan vueltas alrededor del asunto de la relación que tuvo esa señora de armas tomar con "una alta personalidad del Estado", sin atreverse jamás a decir en voz alta lo que todos ellos saben, como reconoció una de las colaboradoras del programa la semana pasada.

Lo llamativo del caso no es sólo que en España siga existiendo la (auto)censura respecto al Jefe del Estado designado por Franco, sino que una información que ha sido puesta por escrito hace ya tiempo (ver más abajo), no se pueda ofrecer en televisión. Por lo visto, el establishment considera que mientras de según qué temas no se hable en la tele, el sistema está a salvo. Y lo triste es que probablemente tiene toda la razón. En este país de teleborregos, mientras ninguna televisión nacional dé el paso de cuestionarse la versión oficial del 11-M, no existe peligro de que el pueblo exija responsabilidades. ¡Cómo! ¿A qué creen que me refería con el título de esta entrada? Estaba hablando, por supuesto, de quién planeó y organizó el mayor atentado terrorista de la historia de España. Lo del rey es una broma, claro, al menos en lo que atañe a sus peripecias sentimentales, que de las de otra índole ($) tampoco se puede hablar. Por la tele, se entiende.

Bibliografía mínima:

Jesús Cacho, El negocio de la libertad, Foca, 1999. Un clásico imprescindible del periodismo de investigación y de crítica del establishment. El episodio del rey y una "famosa vedette" (a la cual no identifica explícitamente, aunque con los detalles que proporciona no es difícil hacerlo), con las rocambolescas consecuencias posteriores a la ruptura, se narra en las páginas 406-408 (5ª ed. del 2000).

Patricia Sverlo, Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón. (¿2000?) Se puede descargar en pdf. Este libro apareció en las librerías hace unos años, en una editorial vasca. Por supuesto, por el medio ideológico del que proviene, debe leerse con todas las prevenciones.

Federico Jiménez Losantos, De la noche a la mañana. El milagro de la COPE, La Esfera de los Libros, 2006. En la página 28, el autor revela lo que le contó Antonio Herrero, que a su vez le había contado la propia Bárbara Rey, "que Bárbara Rey, vecina de Antonio, había ido a quejársele del acoso del CESID por una supuesta grabación de sus encuentros sexuales con el Rey, y por el terror que tenía a sufrir un 'accidente' que eliminara cualquier posible escándalo." Jiménez Losantos toma en consideración la teoría de que la posterior muerte de Antonio Herrero en un accidente de submarinismo pudiera tener algo que ver con el asunto, aunque sin darle crédito.

En fin, esto es lo que hay. El viernes que viene, a ver qué nueva amante de Ángel Cristo, o qué primo segundo del cuñado del portero de una clienta de la peluquería adonde acude Bárbara Rey aparecerá en DEC. No me negarán el morbo que tiene ver a tan aguerridos profesionales jugando a ver quién es más sutil en la manera de no pronunciar lo impronunciable.


miércoles, 21 de julio de 2010

FDV me ha llamado

Y hemos quedado en que mañana cojo el AVE, me presento en Madrid y dirimimos este asunto a hostias, como los hombres.

Es broma, excuso decirlo. Fernando Díaz Villanueva me ha llamado el miércoles por la tarde, y hemos hablado un buen rato. La conversación me ha confirmado algo que de todos modos ya sabía, que en la cuestión de fondo estamos de acuerdo, aunque podamos diferir en, digamos, ciertos criterios estilísticos. También me ha servido para llevarme una grata impresión personal de FDV, todo un caballero con el que me honro de compartir el apellido Díaz, como atinadamente ha señalado él... ¡A ver si va a resultar que los dos somos descendientes del Cid y por tanto parientes en algún grado!

Aprovecho para agradecer a quienes me han apoyado con sus comentarios. También a quienes se han mostrado de parte de FDV, o al menos comprensivos con él, pues a fin de cuentas, no les quito la razón que tienen en lo esencial. Mención aparte merecen aquellos que han aprovechado la polémica para atacar a Red Liberal y a Libertad Digital: Otro intento fallido, y espero que sigan fracasando en los próximos.

martes, 20 de julio de 2010

Mierda de pueblo [actualizado]

Temo que voy a seguir creándome enemigos, después de ponerme del lado de Moa en su polémica con Jiménez Losantos, pero no puedo evitarlo, es superior a mí. Fernando Díaz Villanueva, director de contenidos en Libertad Digital TV, autor de varios libros de historia de España y bloguero en Red Liberal (o sea, en principio, poseedor de títulos por los cuales debiera suscitar mi máxima simpatía) tiene por costumbre escribir entradas en su blog en las que, so capa de criticar al nacionalismo catalán (con el cual no creo ser sospechoso de simpatizar), se entrega a una parodia del idioma de la región (el lo llama "idiomilla minoritario y local": el primer adjetivo es correcto, lo demás sobra) que si alguna vez puede tener gracia, la repetición constante hace resultar de pésimo gusto. Más concretamente, en su última entrada, la emprende de manera bastante inelegante (por decirlo suavemente) contra Xavier Sala i Martín, cuyo nacionalismo por cierto yo he criticado con argumentos ideológicos, sin importarme como viste (aunque desde luego no lo nombraría mi asesor de imagen) ni si tiene pinta de moro -aspecto este último que por lo visto para Díaz Villanueva le parece merecedor del mayor de los desprecios. Incluso, y esto rebasa ya toda medida, considera válido meterse con su pueblo natal, Cabrera de Mar, al cual, no conforme con denominar "poblachón costero", en su respuesta al comentario en el que discrepo de sus formas, llega a llamar tres veces "mierda de pueblo".

Una persona que llama por tres veces "mierda de pueblo" a una localidad cualquiera de España no es un modelo de intelectual, ni de liberal ni de educación. Debería disculparse con los habitantes de este pueblo (en el que no he estado nunca ni tengo ningún familiar o conocido, deseo aclararlo), los cuales no tienen ninguna culpa de que en él haya nacido una persona por la cual el señor Díaz Villanueva experimenta tanta aversión. Comprendo que él se sienta orgulloso de ser madrileño de quinta o sexta generación, por lo menos, y que cualquiera nacido en Cabrera de Mar, aunque dé clases en la Universidad de Columbia, para él siempre será un "paletillo del Maresme". FDV señala que en Madrid la pureza genealógica "no se lleva", que no son racistas como los del PNV. Pues amigo, contigo no se nota mucho. Mira que si al final resulta que tienes algún antepasado catalán... Qué oprobio.

P. S.: También comprendería que nunca más publicasen nada mío en Libertad Digital. Sé que no tenía por que meterme en camisa de once varas, siendo como soy un don nadie, sin siquiera titulación universitaria (me adelanto a reconocerlo antes del despellejamiento que se avecina) y que hay temas mucho más importantes y graves que tratar, y entiendo que una empresa es libre de elegir a colaboradores que no creen problemas. Pero cuando empecé a escribir este blog, lo hice pensando que la independencia debía ser su valor supremo y que callarse no es nada bueno para la salud.

ACTUALIZACIÓN 21-7-10: FDV me ha llamado. Pero quizás que lo cuente en mi próxima entrada.

domingo, 18 de julio de 2010

Homosexualismo, familia y estatismo

Todos debemos ser iguales ante la ley. Según el liberalismo clásico, esta igualdad se garantiza mediante un poder judicial independiente, que arbitre en los conflictos entre ciudadanos independientemente de su posición social, religión, sexo, raza, etc. Sin la igualdad así entendida no puede haber libertad, pues las leyes y los jueces podrían tratar de manera diferente a los gobernantes y poderosos del resto de ciudadanos, con un pretexto u otro, o bien oprimir a determinadas minorías. (Por supuesto, el Estado de Derecho perfecto no existe, pero la historia demuestra que algunas naciones se han aproximado razonablemente a este ideal.)

Concepto distinto es el de igualdad de oportunidades, que establece la necesidad de un acceso universal a la educación, para que no existan desigualdades de origen difícilmente superables. Y no falta quien incluye la sanidad universal entre los requisitos de una sociedad donde la igualdad sea algo más que una ficción jurídica. El problema del concepto de igualdad de oportunidades, siendo noble, es que puede acabar deslizándose insensiblemente hacia la igualdad de hecho, es decir, la idea según la cual, no basta con que la ley trate por igual a todo el mundo, sea poderoso o humilde, gobernante o ciudadano común, hombre o mujer, heterosexual u homosexual, sino que además debemos tender a una sociedad equitativa en rentas, cuotas de género, raciales, etc. En otras ocasiones he argumentado por qué esto me parece indeseable, y además injusto, pues conduce siempre, inevitablemente, a castigar el mérito, la diferencia y la innovación, y socava toda institución intermedia entre el Estado y el individuo, favoreciendo en último término la tiranía.

Quizás la más importante manifestación del pensamiento igualitarista, en el sentido que aquí critico, es la ideología de género. Según ésta, no basta con que las mujeres tengan el mismo derecho que los hombres a acceder a cualquier profesión, cargo, etc, sino que debemos asegurarnos de que su presencia en cada actividad o puesto social sea equitativa, pues otra cosa supone perpetuar una supuesta injusticia histórica. Por ejemplo, en los consejos de administración de las empresas, o en las listas electorales, debe haber en torno a un 50 % de mujeres. Sin duda, es cierto que en el pasado no existía igualdad jurídica entre hombre y mujer, y esto generó en determinados ámbitos una injusta representación del sexo femenino. Pero este no era el problema, sino la consecuencia: lo grave es que se cercenaban los derechos individuales de aquellas mujeres (fueran muchas o pocas) que querían ser médicas, abogadas, etc. Es más, puede que existan razones perfectamente naturales por las que en determinadas actividades no exista paridad sexual. ¿Por qué un mundo en que la mitad de electricistas fueran mujeres sería mejor que el actual? El ejemplo es caricaturesco, pero vale lo mismo para cualquier otra profesión, sea la médica, la política o la notarial. El problema es que las medidas encaminadas a defender seudoderechos colectivos pasan siempre por un incremento de la coacción y por tanto del recorte de las libertades individuales, que son las que a fin de cuentas se trató de proteger con el principio de la igualdad ante la ley.

Una subvariante de la ideología de género es el homosexualismo. Según esta doctrina, no es suficiente con que los homosexuales no sean discriminados legalmente en ningún ámbito social, ni por supuesto, como se deduce de ello, perseguidos, como ocurre en países que raramente son condenados por algunos defensores de los gays con la misma vehemencia que dedican a la derecha política o la Iglesia. No, además hay que asegurar su visibilidad (empezando por la escuela) y deben modificarse instituciones como el matrimonio para que no se sientan ofendidos. Si hasta hace muy poco tiempo muchos homosexuales estaban tan contentos con su impenitente soltería (lo que no les impedía tener parejas más o menos estables) y eran felices ejerciendo de adorables tíos (lo que no les impedía ser padres), la ideología homosexualista trata de persuadirlos de que si no se casan entre ellos y adoptan niños, o los tienen mediante nuevas técnicas reproductivas, es porque están siendo oprimidos por los heterosexuales y deben sentirse profundamente desgraciados. Sin duda el reconocimiento de las uniones civiles es necesario en cuanto permite evitar situaciones en las cuales ni el Estado ni nadie tiene por que inmiscuirse en la sexualidad de una pareja, pero reformar el matrimonio es una cosa completamente distinta, pues supone vaciar de sentido una institución como la familia, que prácticamente pasa a significar cualquier tipo de agrupación concebible, es decir, nada.

Los activistas homosexualistas se defienden asegurando que ellos no atacan en absoluto la familia, sino que tratan de dignificar los llamados "otros modelos de familia" basados, al igual que la tradicional, en el amor y el respeto mutuo. Para ello aducen un supuesto consenso científico según el cual los hijos criados en hogares homoparentales no presentan mayores problemas que los demás. Sin duda, esto puede ser así en las muestras seleccionadas, pero no debería sorprender que ciertos estudios guiados por los prejuicios políticamente correctos acaben "demostrando" aquello que se quería demostrar. Otros trabajos empíricos, sin embargo, muestran que los hogares que se apartan del modelo de la familia tradicional registran mayores índices de violencia doméstica, abusos sexuales y fracaso escolar. Pero la cuestión no es si una pareja homosexual ideal (estable, con buenos ingresos y alto nivel de formación) puede criar adecuadamente a un niño, que seguramente sí, sino en qué medida esa idílica pareja ideal, que se diría sacada de una teleserie con afán pedagógico, es representativa de las uniones homosexuales. Podemos y debemos respetar los casos de familias homoparentales existentes, pero favorecer su proliferación, ponerlas al mismo nivel que el modelo clásico de familia es una de las variantes más grotescas del igualitarismo a ultranza, que no supone el más mínimo avance en la libertad de nadie, ni homosexual ni heterosexual, sino más bien todo lo contrario (pensemos en la multa de 100.000 euros impuesta gubernativamente a Intereconomía TV).

Que el homosexualismo en el fondo no es más que un ataque soterrado contra la familia (y por tanto un frente de batalla más del estatismo) lo demuestra el hecho de que para justificar sus tesis, no tienen más remedio que poner en cuestión la llamada familia tradicional. En un informe-manifiesto elaborado por el CONICET (especie de CSIC argentino) para apoyar la legalización del matrimonio homosexual decretada por el gobierno de Cristina Kirchner, se sugiere que estudiar las familias homoparentales ya es en sí discriminatorio. "¿O alguien estudia -se pregunta de manera venenosa- a las familias heterosexuales para ver si tienen derecho a existir?" Pues a este paso, ya nada nos extrañaría. Según el informe, la familia en absoluto puede ser considerada una institución natural: "El tipo de familia nuclear que se suele identificarse (sic) como el modelo tradicional no se remonta a mucho más de cien años atrás y pertenece a la experiencia de determinadas clases sociales" (se les entiende: es un invento burgués). De ahí a reeditar viejos experimentos fracasados, como las comunas, o defender lisa y llanamente un sistema de crianza y hasta reproducción de la especie totalmente estatalizado, como en la famosa novela de Aldous Huxley, hay un paso muy corto.

La estrategia del homosexualismo, muy inteligentemente, consiste, primero, en ocultar o disimular estas implicaciones, y segundo en presentar a todos los críticos como paranoicos ultrarreligiosos, nostálgicos de épocas pasadas en las que los homosexuales sufrían persecuciones y vejaciones. El citado informe del organismo estatal argentino empieza defendiendo que los homosexuales son seres humanos, como si alguien mínimamente decente (aquí no se incluye Ahmadineyah, claro) negara esto hoy en día, como si este fuera el debate. Y aduce luego el ejemplo de las seis mil firmas que en 1898 apoyaron la derogación de la ley que penalizaba la homosexualidad en Alemania, entre las cuales figuraban las de Albert Einstein, Thomas Mann, Stefan Zweig, y muchos otros intelectuales justamente célebres. Pero ¿quién demonios defiende hoy, salvo en Irán y otros países islámicos, que la homosexualidad sea un delito? Con rastreras maniobras de confusión como éstas, un informe que se pretende "científico" (en realidad, flagrantemente ideológico, donde se cita incluso al eminente doctor José Luis Rodríguez Zapatero) no hace más que tratar de denigrar a quienes puedan discrepar de sus conclusiones.

La reciente polémica, a la que me refiero aquí por segunda vez (ver la primera), mantenida en Libertad Digital entre, por una parte, Pío Moa, que la empezó, y por otra José María Marco, Albert Esplugas y Federico Jiménez Losantos me produce cierta tristeza. Ninguno de los polemistas ha estado a la altura de lo que podíamos esperar de ellos. Moa ha apuntado ideas muy interesantes, pero en la argumentación ha sido muy pedestre (en general, es mucho mejor historiador que filósofo, pese a que comparto muchas de sus ideas). Esto ha permitido a sus contradictores cebarse en su descuidada exposición, cuando yo no creo que Moa defienda las cosas que se le imputan, que piense ni por asomo condenar a los homosexuales a la clandestinidad.

En especial, creo que es injusto Jiménez Losantos cuando acusa a Moa de "normalismo". Si acaso, quienes profesan el normalismo son quienes quieren normalizar la homosexualidad, y para ello ven necesario explicar a los niños en el colegio cómo practicar el coito anal y qué marcas de vaselina pueden encontrar en el mercado (aberraciones que el mismo Losantos ha criticado). Puedo comprender que como icono de los gays de la derecha liberal, Federico no pudiera decepcionarlos. Pero su análisis de lo que ha dicho Moa (no lo que supuestamente se deduce de lo que ha dicho) podía haber sido mucho más profundo y sutil, sin dejar de mostrar sus discrepancias. Cuando Pío Moa denuncia que para el relativismo posmoderno "la realidad no existe", apunta un tema crucial del debate ideológico, donde se dirimen cuestiones básicas como si existe una moral universal o bien todo se reduce al derecho positivo producido por el Estado. Y Losantos, tan certero casi siempre, despacha la cuestión con una trivialidad como que "la realidad... llevan dos mil años discutiéndola los filósofos". ¡Que los posmodernos, desde su genial pero nefasto precursor Nietzsche, no dicen que sea difícil conocerla, sino que no existe, esto es, que no sirve de nada intentar conocerla, que vale por tanto todo lo que nos inventemos ("todo está permitido")! El manifiesto del CONICET lo dice bien claro: "Sostener la existencia de una ley moral natural supone colonizar todas las culturas por el pensamiento occidental."

Podemos sin duda discutir sobre lo que es "natural", y en este sentido, es cierto que en el pasado, y en el presente en muchos lugares, se ha perseguido a la homosexualidad con el pretexto de ser "contra natura". Aquí es donde Moa no está nada fino, y donde fácilmente se puede pensar que incurre en la falacia naturalista. Puede que sea así, pero lo decisivo aquí es que algunos no se limitan a discutir sobre lo que es natural (universal) o no, sino que directamente zanjan la cuestión negando que exista ningún principio universal, con lo cual se cargan la fundamentación más sólida que jamás tendrán la libertad, los derechos humanos (incluidos, claro está los de los gays) y todo aquello que permite mantener al genio del despotismo encerrado dentro de la lámpara. Y los homosexuales deberían ser los primeros en no prestarse a ser utilizados en este juego perverso, limitándose a vivir su vida sin que nadie les moleste, y sin obligarnos a los demás a cambiar la nuestra. Que tengan hijos, que hagan lo que les dé la gana, pero que no nos digan cómo hemos de educar a los nuestros, no nos arrebaten el lenguaje (¡yo no quiero ser progenitor A ni B, yo soy el padre de mis hijos!) ni nos prohíban decir lo que pensamos, equivocadamente o no.

Es urgente llevar este debate al terreno de las medidas concretas, para deshacer malentendidos. Digámoslo claramente. Se puede estar en contra de la ley del matrimonio homosexual y no por ello ser un enemigo de los homosexuales, del mismo modo que se puede estar en contra de la actual ley de violencia de género y no ser un enemigo de las mujeres, o en contra de la ley de salario mínimo y no ser un enemigo de los obreros, sino todo lo contrario. ¿O vamos a empezar a estas alturas a comprar las falacias del seudoprogresismo?

ACTUALIZACIÓN 17:30: Moa acaba de replicar en su blog a Losantos, reafirmándose en todo lo dicho, aunque con tono conciliador, y algunas aclaraciones que son de agradecer y están en la línea de mi defensa del autor de Los orígenes de la Guerra Civil Española.

ACTUALIZACIÓN 19-7-10: Losantos ha publicado una recontrarréplica, también en un tono conciliatorio. Pero no aporta nada nuevo, sigue insistiendo en mostrarse como el defensor de los homosexuales, como si hubieran sido atacados.

martes, 13 de julio de 2010

Obama y la debilidad de Occidente

El analista financiero Michael Lewitt ha escrito sobre el problema de Irán un inquietante artículo, que va más allá de las consideraciones económicas. En él acusa directamente a Obama -con su debilidad ante el régimen teocrático- de no proteger los intereses de su país, e incluso de ser "una amenaza para el futuro de la civilización occidental". Su opinión de la actual administración de Washington no puede ser más demoledora:

"Cualquiera puede pensar que todos esos supuestos genios que tenemos en el gobierno (no dejamos de oír una y otra vez lo increíblemente listas que son esas personas) habrían aprendido ya algunas de las lecciones de la historia, entre ellas, la del peligro de la contemporización con los tiranos. A pesar de todos sus defectos (y eran muchos), George W. Bush había aprendido esa lección muy bien."

Lewitt no cree que las sanciones vayan a servir de nada y, al mismo tiempo, no está nada seguro de que una acción militar solitaria de Israel pueda esta vez tener éxito. Cada día que pasa sin que le paremos los pies al majara de Ahmadineyah, el peligro de una guerra prolongada en Oriente Medio es más serio. De la cobarde (perdón: pacifista) Europa ya no esperamos nada. Pero el problema es que ahora la política exterior de Estados Unidos está siguiendo los mismos pasos del viejo decadente, digo continente.

Lo último fue que el máximo responsable de la NASA declarara en Al-Jazeera que uno de sus objetivos es que los musulmanes sean más conscientes de sus brillantes aportaciones a las matemáticas y la ingeniería. Como si el islam y sus tontos útiles de Occidente no estuvieran todos los días magnificando las supuestas gestas intelectuales de árabes y persas en la Edad Media (donde por cierto se quedaron).

Es difícil que sobreviva una civilización que continuamente está pidiendo perdón por existir y ser como es. Israel lo tiene claro, y por eso hace tiempo que pasa de la llamada comunidad internacional, esto es, de unos organismos vendidos a las tiranías más impresentables. Pero los temores de Lewitt no parecen infundados. Los judíos no podrán resistir siempre sin nuestra ayuda. Y si ellos caen, la siguiente puede ser la civilización liberal, as we know it, como dicen los anglosajones.

lunes, 12 de julio de 2010

¡¡¡Viva España, y viva Iniesta!!!

Y vivan Villa, Puyol, Xavi, Piqué, Casillas y todos los demás. Y viva, por supuesto Vicente del Bosque. España ha ganado el Mundial de Sudáfrica y además con total merecimiento. Su selección de fútbol ha demostrado, no sólo por los resultados, sino por su juego, ser el mejor equipo del mundo. Y aunque este éxito histórico ha sido sin duda consecuencia del trabajo colectivo, creo que no es ninguna anécdota que el gol de la victoria en la final haya salido de la bota de Andrés Iniesta. Menudo pedazo de jugador. Casillas y Villa han sido sin duda decisivos en casi todos los partidos, pero el de Fuentealbilla (¡me imagino la celebración que debe haber en su pueblo en estos momentos!), además de desplegar un talento irrepetible, ha sido algo más: Un símbolo de toda una generación de jugadores, muchos de los cuales, en las filas del F. C. Barcelona ya lo han ganado absolutamente todo. Si alguien nos hubiera vaticinado que ganaríamos la final prácticamente en el último minuto de la prórroga y con un gol de Iniesta, nos habría parecido excesivamente novelesco. Pero como suele decirse, la realidad siempre supera a la ficción. Valdano dijo una vez, creo recordar que refiriéndose a Romario, que era un jugador "de dibujos animados". Ahora podemos decir que Iniesta y sus compañeros son jugadores de leyenda.

domingo, 11 de julio de 2010

Vergüenza de ser catalán

Aunque a mí personalmente ni Zapatero, ni Bibiana Aído, ni Moratinos me representan, porque nunca los he votado, muchas veces me han hecho sentir vergüenza de ser español. Quizás el momento más sonrojante fue cuando Mr. Bean dijo en Nueva York aquello de que Berlusconi estaba muy "deprimido" porque habíamos superado en renta per cápita a Italia, y pronto íbamos a superar a Francia, lo cual "no lo quiere ni oír mi amigo Sarkozy". Ridículo, vergüenza... ¿Qué pensarán de nosotros en los países serios? Fueron algunas de las sensaciones y reflexiones que acudieron a mi mente entonces. Porque nos guste o no, es inevitable que ahí fuera nos juzguen por los gobernantes que tenemos.

Ayer se produjo, como saben, una manifestación en Barcelona contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto. Según el dato de la agencia Efe, acudieron 51.500
56.000 personas. Los organizadores en cambio hablan de 1.100.000
1.500.000 personas. Personalmente, creo que el dato más cercano a la realidad es el primero, porque se trata de una estimación ofrecida por una empresa especializada, cuyo método a primera vista parece riguroso, y sencillamente desconozco la metodología que emplean los organizadores o la guardia urbana. En general, hace tiempo que sospecho que las estimaciones de asistencia de todas las manifestaciones, del signo que sean, sistemáticamente caen en exageraciones inverosímiles. Nunca me creo cifras de en torno al millón de manifestantes, ya sea la fiesta del orgullo gay, ya sea una manifestación contra el aborto. Ni a favor ni en contra del gobierno, que no me lo trago, que ni en Madrid ni en Barcelona nadie es capaz de reunir a un millón de personas, por razones meramente físicas.

Dicho esto, aunque las cifras absolutas sean inciertas y discutibles, lo cierto es que comparativamente la manifestación de ayer fue innegablemente masiva. Pero la lección a extraer de ello no es muy novedosa: En Cataluña los independentistas son capaces de movilizar a decenas de miles de personas. Y digo independentistas, primero porque todo nacionalista es un independentista, sólo se distinguen por su mayor o menor impaciencia; segundo porque el número de estelades fue un índice lo bastante significativo; y tercero porque Montilla tuvo que ser protegido por la policía de los radicales que no lo consideran un catalán de pura raza.

Ahora bien, enlazando con lo que decía al principio, a mí no me avergüenza -al contrario- que en Cataluña haya independentistas, comunistas, troskistas, punks o testigos de Jehová. La diversidad de opiniones y creencias siempre es buena, lo cual es muy distinto de afirmar que todas ellas valen lo mismo. A mí lo que me abochorna es que fuera de Cataluña nos juzguen por algunas de las cosas que dicen los nacionalistas como si hablaran en nombre de todos los catalanes. A mí ayer me dio vergüenza ser catalán cuando escuché por la noche, en Tele5, a Pilar Rahola decir que Cataluña "encaja -cito de memoria- en la España de Jovellanos, no en la España de la Contrarreforma". Claro, como Cataluña saltó directamente del Neolítico a la Ilustración (pasando por las homilías de Organyà y el código civil), si no hubiera sido por los españoles, ahora todos los catalanes seríamos más listos, más guapos y hasta más sostenibles. ¿Que es una boutade de Pilar Rahola? Pues no, lo dice el preámbulo del Estatuto:

"La tradición cívica y asociativa de Cataluña ha subrayado siempre la importancia de la lengua y la cultura catalanas, de los derechos y los deberes, del saber, de la formación, de la cohesión social, del desarrollo sostenible..." [Negritas mías.]

Hombre, como que Rafael Casanova ya lucía en la solapa un pin de "Nuclear no, gracias". Hasta que llegaron los españoles cejijuntos y apestando a tabaco negro, que no saben pronunciar setze jutges mengen fetge d'un penjat, y empezaron a llenar el paisaje de nuestras ciudades de la década de los sesenta con esas chabolas (luego barriadas populares) tan escasamente enraizadas en nuestro Volkgeist, encarnado en la sobriedad arquitectónica de la masía.

Luego Rahola se mosquea porque Sánchez Dragó llama nazis a los nacionalistas. ¿No eran los nacional-socialistas esos que creían pertenecer a una raza superior? Ahora entiendo la vergüenza que han debido pasar los alemanes que no eran nazis.

sábado, 10 de julio de 2010

La polémica Marco-Moa

Pío Moa es un gran historiador y un buen escritor. Su teoría de que la guerra civil la provocó la izquierda, me parece sólida y excelentemente documentada. No simpatizo tanto con su visión del franquismo, que en ocasiones roza la apología, aunque estoy de acuerdo con su idea esencial: Que una dictadura de izquierdas hubiera sido peor. Menos me gusta otra faceta de Moa, que es su anglofobia -en especial su manía de llamar "useños" a los habitantes de Estados Unidos: Quizás no haya en ello ningún retintín despreciativo, pero a mí al menos me lo parece. Si hay algo que me ha molestado siempre más que el antiamericanismo de izquierdas, es el antiamericanismo de derechas, aunque quizás no sea el caso de Moa. (Sería interesante que se aclarase al respecto.)

Dicho esto, en la polémica en Libertad Digital entre José María Marco (por el que profeso también la mayor admiración) y Pío Moa, a propósito del tema de la homosexualidad, creo que Marco se ha equivocado. Moa afirma en su artículo que la homosexualidad es una "desgracia". Evidentemente, esto podrá discutirse, pero de esta afirmación no se desprende que los homosexuales deban ser discriminados ni perseguidos, y en ningún momento sugiere Moa algo semejante. Creo también que Moa pone el dedo en la llaga cuando señala la inepcia etimológica de la palabra homofobia, que en rigor significa "odio, o temor, a los iguales", y que no es más que -en acertada expresión- un "vocablo-policía" propio de los totalitarismos, que se caracterizan por construcciones lingüísticamente aberrantes, basadas en criterios de un funcionalismo bárbaro. (El clásico siempre citado sobre esto es 1984 de Orwell.) Marco se queda en lo accesorio al ironizar sobre los "refinados" criterios estéticos de Moa: Es que resulta que detrás de la estética, suele haber una ética (o una carencia de ella).

José María Marco concluye su escrito reprochando a Moa que niegue la existencia del machismo en nuestra sociedad, cuando afirma que el término "sólo significa oposición a las manías feministas". A lo que Marco replica con una pregunta retórica: "¿Acaso cree (...) Pío Moa (...) que el término 'machista' no responde a una realidad social y que hoy en día las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres?" Pues realmente, es lo que yo pensaba también. Yo había llegado a abrigar la ingenua creencia de que en España, a diferencia de los países de cultura islámica, las mujeres son iguales ante la ley (o eran, antes de las reformas legislativas de Zapatero), son libres de estudiar la carrera que quieran, de ejercer cualquier profesión o cargo y de percibir el mismo sueldo por realizar el mismo trabajo que los hombres. Y que si en determinadas carreras o profesiones la proporción de mujeres es menor o mayor, no es debido a una especie de conspiración endogámica de los machos opresores, sino a que ellas prefieren determinados estudios o profesiones sobre otros, al igual que generalmente se preocupan más que los hombres por compatibilizar trabajo y familia, aunque ello suponga trabajar menos horas o renunciar a determinados puestos.

Me inclino a pensar, aunque desde luego no lo sé a ciencia cierta, que quizás José María Marco, estudioso y admirador de los Estados Unidos, le tuviera ganas a Moa por los tics anglófobos de éste, tema en el que desde luego estoy del lado del primero. Pero no sé por qué, ha elegido una vía tangencial, cayendo de lleno en la provocación políticamente incorrecta de Moa al declararse homófobo. Más allá del tono epatante, lo que dice Pío Moa lo pensamos muchos. Una cosa es tolerar la homosexualidad y por supuesto condenar el trato que reciben los gays en los países islámicos y en Cuba, y otra muy distinta propagar la idea de que la orientación sexual de las personas es algo indiferente desde cualquier punto de vista, y que si unos padres descubren que su hijo o hija es gay o lesbiana, tienen que saltar de alegría. Por favor, no seamos hipócritas ni, lo que es peor, confundamos la hipocresía con la tolerancia.

ACTUALIZACIÓN 12-7-10: Pío Moa ha replicado a su vez el artículo de José María Marco. En su réplica argumenta por qué según él la homosexualidad es una desgracia. Creo que va bien encaminado, aunque sin duda por razones de espacio, no lo desarrolla lo suficiente y por ello me temo que será de nuevo blanco de críticas facilonas y moralizantes. Aparentemente, se le podría reprochar que incurre en la falacia naturalista, pero en realidad lo que hace Moa es cuestionar de raíz toda la concepción romántica del amor y el sexo.

jueves, 8 de julio de 2010

Hacen falta más personas como Juan Arroyo

Hacen falta más personas como Juan Arroyo. Otros, pensando lo mismo que este señor ha expresado ("el aborto no es un derecho"), hubieran callado delante de la ministra por mil y un motivos. Que no es el momento adecuado, que existen otros foros donde expresarse, que quizás se ponen en riesgo patrocinios de empresas temerosas de indisponerse con el gobierno, etc, etc. El poder siempre se aprovecha de nuestras debilidades y cobardías. Por eso es tan importante que se le replique a la cara, que haya quien diga por aquí no paso. Y además, en este caso era obligado, tanto por la trascendencia del asunto (el derecho a la vida) como por la grosería de la ministra Trinidad Jiménez, poniéndose a defender el aborto en la sede de una institución de principios cristianos, y que se dedica a la integración de discapacitados psíquicos -muchos de los cuales serán exterminados en edad embrionaria o fetal, gracias a la nueva ley del aborto (y a la anterior, todo hay que decirlo).




sábado, 3 de julio de 2010

Hay que destituir a Franco

Cuando escribo estas líneas, en la web de La Moncloa sigue figurando el nombre de Franco en el listado de jefes de gobierno desde 1823, pero el diario El País da por hecho que será eliminado. Por su parte, Público no adelanta acontecimientos, pero aporta el argumentario para justificar que se borre: Que en las páginas webs de los gobiernos de Alemania e Italia no se menciona a Hitler ni a Mussolini, por la sencilla razón de que arrancan después de la guerra. En cuanto al sitio del gobierno portugués, no se salta a Salazar, pero "diferencia claramente las etapas". (Ver la web del país vecino.)

Por supuesto, era cuestión de tiempo que a algún lameculos del gobierno (si es que la idea no parte en realidad directamente de Zapatero: es típico de él) se le ocurriera que había que destituir a Franco. Quienes están acostumbrados a manipular el presente, negando crisis económicas y maquillando las estadísticas de paro, ¿cómo no van a querer cambiar el pasado? A fin de cuentas, están acostumbrados a encontrar siervos en todas las ramas del saber y el talento: cineastas, cantantes, economistas, jueces, poetas y por supuesto historiadores. Y es que si un dictador no puede haber sido jefe de gobierno, de Estado y comandante supremo, la inversa pasa a ser dogma: Un gobernante legal no puede ser un dictador, por definición, o un tribunal no puede prevaricar. Cambiar el pasado es una operación del mismo orden que cambiar el lenguaje, como bien vio Orwell. Sin elementos de comparación reales, es imposible toda crítica, porque el presente, lo meramente fáctico, se convierte en un absoluto, en la medida de todas las cosas.

El paso siguiente imagino que será destronar a los Reyes Católicos, como castigo por haber concluido la Reconquista y realizado la unión de Castilla y Aragón. De hecho, la historiografía marxista hace ya años negaba la propia Reconquista, conflicto que evidentemente no encaja en la teoría de la lucha de clases -en consecuencia, hay que modificar la realidad, no la teoría.

Uno de los caballos de batalla con el que se introdujo la pedagogía progre fue eliminar la lista de los reyes godos, porque su memorización se consideraba carca. La generalización de estos métodos de enseñanza condujo a una historia para analfabetos, en la cual se omitía primero el estudio de los personajes individuales, para acabar suprimiendo los propios hechos (meras "anécdotas"), que fueron sustituidos por una periodización economicista, apriorística y falaz, que todo lo explicaba como el tránsito inevitable del esclavismo al feudalismo y de éste al capitalismo, para desembocar en el final feliz socialista. En resumen, que no hacía falta conocer los detalles del pasado, bastaba con tener bien claro cuál era el resultado final. No debe sorprendernos, pues, que el PSOE acabe borrando a Franco, e incluso la lista entera de presidentes de gobierno de la web gubernamental. ¿Para qué necesitan los profanos acceder a ella, si lo importante es que por fin ha llegado Zapatero para traernos la democracia avanzada?

Vídeo estomagante en un canal de Godó

El Grupo Godó, siempre obediente a la autoridad vigente (le cedo el eslogan), no podía dejar de aportar su granito de arena para caldear el ambiente previo a las anunciadas movilizaciones en Cataluña, contra la escasa legalidad constitucional que queda. Su canal musical RAC105 TV ha recuperado un vídeoclip perpetrado hace más de un año por el cantante Gerard Quintana, titulado La crosta, en el cual aparecen imágenes de Franco, Hitler, bombardeos de la guerra civil, campos de concentración, etc, entrelazadas con fugaces fotogramas, casi subliminales, de conocidos periodistas (Curri Valenzuela, Isabel San Sebastián, Federico Jiménez Losantos), así como la difundida imagen de Aznar dirigiendo un gesto obsceno a un grupo de energúmenos que le insultaban. Todo muy sutil, como se ve.

Lo más preocupante de este tipo de groseras manipulaciones no es que sean tan habituales, sino que sean secretadas espontáneamente, al menos en apariencia. Porque que el PSC, ERC o ICV hubieran producido un bodrio semejante, entra dentro del juego más o menos sucio de la contienda política. Pero que lo haga -es de suponer que no por encargo- un renombrado cantante (ex miembro de Sopa de Cabra, el conjunto de rock catalán de más éxito en los años noventa) resulta sintomático de una sociedad que necesita fabricarse enemigos (la "caverna madrileña") para encubrir sus propias miserias.

Imaginemos la que se organizaría ante un vídeo en el que junto a imágenes de Stalin, de iglesias reducidas a cenizas durante la república y la guerra civil, y de cadáveres de fusilados en las cunetas, aparecieran las de Iñaqui Gabilondo, Enric Sopena y Zapatero, sugiriendo que los periodistas y el político fueran directos herederos del totalitarismo comunista. Pues bien, sin duda serían menos injustas que el vídeo de Quintana, pues al menos Zapatero se ha proclamado rojo y se ha identificado claramente con el bando del Frente Popular. Por el contrario, Jiménez Losantos es el máximo popularizador en España del liberalismo, ideología no demasiado compatible con los Principios del Movimiento, mientras que el ex presidente, a través de la fundación FAES, sus libros, artículos y conferencias, es también hoy un notable padrino de las ideas de Adam Smith y Hayek.

¿Por qué, pese a ello, un engendro como La costra no generó las acusaciones de manipulación y demagogia que -previsiblemente- provocaría el montaje aquí propuesto? Pues muy sencillo: Porque las ideas de la izquierda las conoce todo el mundo, mientras que los conceptos básicos del liberalismo conservador son ignorados por millones de personas, que así pueden tragarse sin dificultad las distorsiones más burdas, e incluso aplaudirlas. Sólo conocen de Losantos o de Aznar declaraciones aisladas y sacadas deliberadamente de contexto para generar rechazo, mientras que el discurso de la izquierda, por su simplicidad y emotividad, por sí solo es mucho más fácil de vender. Además, generalmente, casi todos hemos venimos recibiendo desde la infancia y la adolescencia el adoctrinamiento de profesores y medios de comunicación progres. Como ha dicho Thomas Sowell:

"Mucha gente de derechas no tiene problema en entender a la gente de izquierdas porque gran parte de ella, si no la mayoría, era ella misma de izquierdas en su juventud. Pero gran parte, si no la mayoría de la gente de izquierdas, encuentra inexplicable cómo una persona decente e inteligente puede ser de derechas."

Por eso es imprescindible denunciar cada libelo, cada infamia, por muy torpes que sean. No podemos resignarnos a considerarlos normales, porque actúan como diques propagandísticos de contención de las ideas liberales, disuadiendo a miles de personas de experimentar un mínimo de curiosidad por conocerlas.