tag:blogger.com,1999:blog-71176815771390040622023-11-18T10:50:20.317+01:00Archipiélago DudaBlog de Carlos López DíazUnknownnoreply@blogger.comBlogger1077125tag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-31022962961613662142015-09-12T00:52:00.000+02:002015-09-12T00:52:14.890+02:00Archipiélago Duda llega a su finPero no se preocupen (o no se froten las manos, según el caso), pues continuaré dando guerra, Dios mediante, en mi nuevo blog, <a href="https://ceroenprogresismo.wordpress.com/">Cero en progresismo</a>. Allí les espero.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-56539922571934371502015-08-29T18:52:00.000+02:002015-08-29T19:17:09.777+02:00De Johann S. Bach a Justin Bieber<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nuestro bienamado mundo
periodístico aguarda con indisimulado alborozo el Sínodo de octubre, pues
parece que de él podrían surgir ciertos cambios en la doctrina católica. Entre
ellos, la aceptación <i>de iure</i> de que
los divorciados que han vuelto a casarse civilmente puedan recibir la comunión.
Digo <i>de iure</i> porque <i>de facto</i> cualquier persona en esa
situación puede tomar cuando quiera la comunión: ningún cura suele preguntar
por su estado civil a quienes se acercan a recibir la sagrada forma, aunque no
los conozca de nada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por otra parte, la inmensa
mayoría de personas con pareja sexual más o menos estable, fuera del matrimonio
católico, no va a misa prácticamente nunca. Si en España hay un diez por ciento
de católicos practicantes (es decir, que además de estar bautizados y haber
comulgado una vez en la vida, se reúnen al menos los domingos en la iglesia),
el porcentaje de los que se han divorciado y vuelto a casar sin abandonar la
mínima práctica católica reglada tiene que ser bastante inferior; probablemente
muy inferior al cinco por ciento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Lo cual no deja de ser bastante
lógico. Si uno desoye las enseñanzas de la Iglesia acerca del matrimonio como
sacramento, no se ve por qué no debería ser como mínimo indiferente ante los
demás sacramentos, en concreto la eucaristía. Con todo, sin duda habrá una
minoría de personas que sufren por esta situación. Personas que desearían poder
comulgar al menos una vez al año (lo que considera obligatorio el Catecismo,
aunque recomiende hacerlo al menos semanalmente) pero que viven en pareja con
una persona distinta de su cónyuge por la Iglesia. Y dentro de estas personas
que sufren, habría que distinguir dos clases. Los hay que asumen este dolor y
lo sobrellevan, confiando en la misericordia divina, participando de la misa
pero sin levantarse para comulgar cuando llega el momento, como por lo demás hacen
tantas personas por otros motivos íntimos; y los hay quienes consideran que no
se merecen ese sufrimiento, porque no entienden que su situación constituya un
pecado. Y aún cabría hacer otra distinción, dentro de este último grupo, entre
los que optan simplemente por tomar la comunión a la brava, aprovechándose del
anonimato, como decíamos antes; y los que, no contentos con ello, quieren que
se les reconozca de derecho, es decir, desean simple y llanamente que se
modifique la doctrina católica a su gusto y conveniencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La posición de este último sub-subgrupo
(¿cuántos son, un uno por ciento de la población, quizás menos?) es desde luego
completamente indefendible para cualquier observador desapasionado, sea o no
católico. Pretender que una doctrina con dos mil años debe ser alterada para
adaptarse a los caprichos de una ínfima minoría es claramente injusto, por no
decir elitista y despótico. Sin embargo, esta actitud encuentra una innegable
resonancia en sociedades de cultura católica que hace tiempo que han dejado de
creer en el concepto del pecado; sin el cual, dicho sea de paso, el
cristianismo es por completo incomprensible.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Dentro de la comunidad católica
son muchas e influyentes las voces que, desde hace mucho tiempo, se apuntan a
todas las consignas y reivindicaciones que tratan de conciliar el catolicismo y
el pensamiento progresista, adaptando el primero al segundo y no al revés, como
si les preocupara mucho más la opinión del mundo que el juicio de Dios. Y ahora
estas voces parecen más envalentonadas, desde que tienen un papa que es de su
cuerda, o al menos que no deshace el posible equívoco.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El método propagandístico del
sector progresista de la Iglesia es calcado de los procedimientos del
progresismo en general. Este trata de presentar como extremistas, de la noche a
la mañana, a quienes discrepan de tesis que eran mayoritariamente compartidas
hasta ayer, para lo cual les dirige los epítetos más caritativos:
ultracatólicos, ultratradicionalistas, rigoristas, ultraconservadores... (Véase
<a href="http://www.periodistadigital.com/religion/espana/2015/08/25/teologos-y-creyentes-reclaman-al-papa-que-permita-comulgar-a-los-divorciados-vueltos-a-casar-iglesia-religion-sinodo-dios-jesus-papa.shtml">un ejemplo</a>.) De este modo, sabe convertir en auténticas demandas masivas lo que
no son más que reivindicaciones de grupos muy minoritarios. Se trata de apelar
al instinto gregario y cobarde de una opinión pública que no quiere pasar por
anticuada y <i>carca</i>. Así ocurrió con el
matrimonio entre personas del mismo sexo. Todo el mundo, hasta dos días antes, fuese
de izquierdas o de derechas, pensó siempre que el matrimonio era por definición
algo entre una mujer y un hombre. Se necesitaron unos pocos años de propaganda
del <i>lobby</i> homosexual en la televisión
y el cine para que, casi de un día para otro, sostener esta misma tesis fuera
algo propio de integristas fanáticos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En cuanto a los argumentos
propiamente dichos del catolicismo progresista, sus falacias no son menos características. Una es la de los
falsos precedentes. Por ejemplo, en <a href="http://iviva.org/carta-al-obispo-de-roma/">la carta que unos teólogos han dirigido al papa</a>, comparando la cuestión de la comunión de los divorciados con la posición
de los primeros cristianos que rompieron con la obligatoriedad de la circuncisión,
y cuyo triunfo permitió que el cristianismo dejara de ser una secta judía, para
abrirse a todas las culturas. Hoy el cristianismo está extendido por todo el
mundo, mientras que su sector progresista es fundamentalmente europeo, por lo
que su éxito en esta y otras cuestiones no laboraría en pro de la universalidad
(que es lo que significa <i>católico</i>),
sino al contrario, supondría un claro reforzamiento del eurocentrismo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Otros argumentos están basados en
ideas muy populares y extendidas, aunque carecen de toda fundamentación
seria. Así, aquello tan socorrido de los matrimonios que fracasan no por
culpa de uno de los cónyuges o ambos, sino por una fatal “incompatiblidad de
caracteres” de la que no serían más que víctimas, en el fondo. Siempre he
sentido una fuerte prevención contra quienes se excusan en aquello de “es mi
carácter” para negarse a la más mínima mejora de su conducta o de sus relaciones
con los demás. Esta concepción es completamente antitética con el cristianismo,
que considera que, con la ayuda de Dios, no hay nada que nos impida absolutamente
ser más pacientes, más caritativos, más humildes; menos egoístas en suma, tanto
en general como en las relaciones de pareja.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y no podía faltar, en la citada
carta, el viejo truco de traer a colación la economía, expediente muy útil para
dividir el campo entre progresistas solidarios y reaccionarios egoístas. Así,
resultaría que “una mayoría de católicos” no pone sus bienes a disposición de
los pobres, y no por ello deja de recibir la comunión. Aparte de la dudosa
moralidad de pretender relativizar unos pecados con otros, llama la atención, en
un texto cuyos términos se supone que han sido cuidadosamente elegidos, que se
hable de “mayoría”. Seguramente es cierto que la mayoría de cristianos no
hacemos lo suficiente para ayudar a los pobres, pero también es verdad que
resulta muy difícil fijar con precisión qué es “lo suficiente” en cada caso. Aquí
todos somos pecadores, si bien en grados muy diversos. En cambio, tratándose
del adulterio no tiene sentido hablar de grados; se comete o no se comete, por
lo que la comparación entre una cosa y otra sólo puede llevar a conclusiones
absurdas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En general, el error fundamental
de quienes hablan de “misericordia” para justificar un cambio doctrinal de la
Iglesia sobre cuestiones de moral sexual se basa en una burda interpretación
del Evangelio. Jesús aceptaba el trato con pecadores, salvaba de la pena de
muerte a la mujer adúltera y exponía en la parábola del hijo pródigo cómo un
padre recibía amorosamente al hijo que había regresado de una vida crapulosa. Y
actuaba así porque Dios siempre está dispuesto a perdonar <i>a quien se arrepiente sinceramente de sus pecados</i>. Pero con la
mentalidad progresista, al menos en el terreno de la sexualidad consentida
entre adultos, no habría pecado alguno que perdonar. Sólo existirían diferentes
modos de vida, que deberíamos no sólo tolerar, sino aprobar y poner en pie de
igualdad valorativa. Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con el evangelio,
con la misericordia y ni siquiera con la tolerancia. Perdonar es algo
completamente distinto, radicalmente incompatible con no admitir la existencia
de pecado. Y consustancial al merecimiento del perdón es que medie
arrepentimiento y propósito de enmienda. Hoy casi nadie quiere arrepentirse de nada;
no son pocos quienes aseguran orgullosamente no estar arrepentidos de nada de lo que
han hecho en su vida. Y así, el problema no son las miles de familias rotas por
el egoísmo, de tantos niños que sufren por la separación de sus padres, por el doloroso
descubrimiento a edades tempranas de la ausencia de amor entre sus
progenitores. No, el problema es que la Iglesia es muy retrógrada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los firmantes de la carta al papa
rechazan ser identificados con una misericordia “blandengue”, y creen
perfectamente asimilables sus reivindicaciones con una misericordia “exigente”.
De nuevo, se trata del procedimiento de mostrarse como moderados, como parte de
la corriente principal de pensamiento, y relegar a la marginalidad de los
extremismos a quienes creen que la exigencia, si es algo más que una palabra
vacía, implica la capacidad de sacrificio y de renuncia, que hoy muy pocos
parecen dispuestos a asumir.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Decir, como dicen nuestros
abajofirmantes, que “es discutible que personas célibes pudieran abstenerse de
mantener relaciones sexuales con una persona con la que se convive día y noche
y a la que se ama” es negar a priori que el espíritu pueda dominar a la carne,
lo que equivale a negar uno de los fundamentos del cristianismo. Ya sabemos que
la castidad es muy difícil, y el propio Cristo afirmó, en otro contexto, aunque
sirve igual, que “el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mateo, 26,
41.) Pero lo que no dijo Jesús es que, por eso, debíamos dejar de aspirar a la
perfección. Al contrario: “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.”
(Mateo, 5, 48.) Sólo si intentamos lo imposible, podremos lograr lo posible, confiando
en la ayuda de Dios. Sólo si no perdemos de vista la referencia de la perfección,
podemos llegar a ser menos imperfectos. Esto es lo que desesperan de conseguir
nuestros extraviados teólogos abajofirmantes; han perdido por completo el norte
acerca de lo que significa verdaderamente el cristianismo, han renegado de su
dificultad inherente. Han olvidado que la puerta de entrada a la salvación es
estrecha (Mateo, 7,13), que el cristianismo tiene poco que ver con lo que le
gustaría a la mayoría. Dudo incluso que realmente sigan creyendo en los dogmas
católicos y que no los consideren, en el mejor de los casos, más que inocuos ornamentos
del buen progresista, de ese barato buenismo que tiene tanta similitud con el
Evangelio como Justin Bieber con Johann S. Bach.<o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-57893521790448964302015-08-24T07:30:00.000+02:002015-08-24T07:30:02.470+02:00Teta o biberón<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por lo visto había un debate
entre el feminismo diferencialista (FD) y el feminismo universalista (FU), y yo
sin enterarme. El primero incide en las diferencias entre hombres y mujeres, y
propugna feminizar el mundo, o al menos que exista un equilibrio justo entre la
mitad femenina de la humanidad y la otra mitad. El segundo niega esas
diferencias entre sexos, niega que exista el instinto maternal, en el más
amplio sentido de la palabra: algo así como una forma de hacer típicamente
femenina más dialogante y empática. El FD es partidario de los métodos
naturales de crianza, de la lactancia materna, del contacto prolongado de la
madre con el hijo. El FU, por el contrario, ve en el biberón un gran liberador
de la mujer, pues lo mismo puede darlo el padre que la madre. Y es partidario
decidido de los anticonceptivos, de la anestesia en el parto y del aborto. Es
decir, de todo lo que anula o neutraliza, hasta cierto punto, las diferencias
biológicas entre mujeres y hombres. Para el FU, “<a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/05/actualidad/1438790334_204242.html">el separatismo entre sexos tiene que terminar, o la paz entre hombres y mujeres nunca llegará</a>” (Élisabeth
Badinter). Es decir, que hay una guerra entre los sexos (y yo con estos pelos)
que sólo terminará cuando las diferencias entre ellas y ellos sean puramente
anatómicas; o cuando ni siquiera queden estas, si confiamos en el avance
imparable de la biotecnología.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En un artículo en <i>El Mundo</i>, Berta González se muestra
partidaria de la Badinter y califica de “<a href="http://www.elmundo.es/andalucia/2015/08/18/55d371d546163f27518b4592.html">feminismo machista</a>” al FD, lo que
viene a colación del comentario de una representante política malagueña, acerca
de la conducta de algunas jóvenes, en uno de esos festejos estivales típicos de
nuestro país. Sí, seguro que se habrán enterado: aquello tan edificante de las
chicas que van durante las fiestas con las bragas en la mano para secarlas. El
caso es que no tardaron otros políticos en rasgarse un poquito las vestiduras
por una supuesta ofensa a la dignidad de la mujer. Muy atinadamente, Berta
González se queja de este victimismo que trata de hiperproteger a las mujeres
como si fueran menores de edad, y observa que las primeras en sabotear su
propia dignidad son esas aludidas que van lo suficientemente borrachas para perder
la más elemental noción del pudor. Pero Berta se equivoca cuando apunta al
sujeto de su crítica. No es principalmente el feminismo diferencialista el que
ve agravios y opresión del patriarcado por doquier. Es el feminismo en su
conjunto. Culpar al “feminismo machista” (o sea, al machismo, después de todo)
de que muchas mujeres hayan caído en la trampa de sentirse antes que nada
víctimas me parece tan retorcido como aquello tan viejo de llamar “capitalismo
de Estado” al comunismo soviético, para así poder culpar nuevamente de todos
los males al capitalismo, dejando a los “verdaderos” comunistas como santos
varones que jamás han fusilado a nadie y ni siquiera han roto un plato.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Es verdad que el feminismo no
fusila, pero sí que promueve el aborto, que es una práctica mucho más brutal
que el fusilamiento. (En internet hay cumplida información sobre los métodos
empleados por algunos matarifes, que se hacen llamar médicos, para acabar con
la vida de seres humanos en el útero materno. Les advierto que no es para
estómagos delicados.) Por supuesto, habrá feministas (tanto hombres como mujeres) contrarios al aborto, pero
casi nadie, salvo ellos mismos, los consideraría feministas. No sé si el
feminismo diferencialista tiene su propia posición en este tema, pero en
general no me parece ni más ni menos victimista y paranoico que el
universalista. Quizás sólo un poco más realista, pero eso no compensa su error
de partida; sólo lo enmascara.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
A mí el biberón no me parece una
conquista de la mujer, pero sí un gran invento del género humano, que además
nunca ha sido incompatible con la lactancia materna. Creo que hay excesivos
histerismo y charlatanería sobre los métodos naturales de crianza, o más bien
sobre los métodos supuestamente naturales aplicados a cualquier cosa. Aquí,
algo de razón le daría a la señora Badinter. En cambio, está en lo cierto el FD
cuando reconoce la existencia de diferencias genéticas (y no meramente
culturales) entre las psicologías femenina y la masculina. Pero ambas variantes
del feminismo sostienen lo mismo, que las mujeres necesitan ser liberadas,
salvadas colectivamente. Uno es de los que piensan que, en todo caso, si algo
nos libera es salirnos del colectivo, del rebaño. Quizá por eso no soy
feminista de ninguna clase.<o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-47938607930432395982015-08-15T17:48:00.000+02:002015-08-15T17:48:14.197+02:00El cristianismo no es progresista, gracias a Dios<div class="MsoNormal">
El progresismo es una ideología cuya tesis fundamental
podría sintetizarse así:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i>El ser humano es capaz de alcanzar la felicidad plena (o, al menos,
acercarse indefinidamente a ella) exclusivamente por sus propios medios.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los medios a los que se refiere
el progresismo son fundamentalmente de dos tipos: técnicos (medicina, química, ingeniería,
etc.) y políticos. Estos últimos se concretan en una acción decidida del Estado
en la economía, en la educación, en regular las relaciones entre los sexos y en
la protección del medio ambiente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El progresismo, así definido de
una manera tan genérica, ya nos revela sus dos características fundamentales.
En primer lugar, es inevitablemente anticristiano. Y en segundo lugar, es
antiliberal. Empiezo por razonar la segunda afirmación. En algunos círculos
católicos, se confunde liberalismo con progresismo, en el sentido de que
esencialmente serían lo mismo. Si el valor fundamental es la libertad, es
evidente que bastará con liberar al individuo de todas las ataduras
(económicas, políticas, culturales, religiosas) como condición previa para
alcanzar la felicidad. Esto entronca indudablemente con la tesis fundamental
del progresismo que acabamos de formular. Ciertamente, son muchos los liberales
que no ocultan sus coincidencias con el progresismo, aun cuando subrayen las
diferencias, principalmente en el terreno económico.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Así, por ejemplo, determinados liberales
son partidarios de un supuesto derecho de la mujer a abortar, de los
matrimonios entre personas del mismo sexo, de los vientres de alquiler, etc.
Creen que el Estado no debe legislar restringiendo la capacidad de decisión de
las mujeres ni de los individuos en general, en determinadas cuestiones
morales, del mismo modo que no debe restringir la libertad de comercio.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ahora bien, este razonamiento
parte de una confusión. Una cosa es que el Estado intervenga para evitar que
los individuos puedan entablar libremente relaciones o intercambios entre ellos, que no afecten
a la supervivencia o las libertades de una de las partes o de terceros. Esto lo
rechazan los liberales, a diferencia, en muchos casos, de los progresistas. Y
cosa muy distinta es que el Estado prohíba relaciones o acuerdos entre
individuos que supongan la violación del derecho a la vida o que impliquen lesionar la libertad
de expresión o de objeción de conciencia (como ocurre al imponer el “matrimonio
homosexual”, cuando el legislador trata de sobreprotegerlo contra cualquier
crítica o disensión). En el segundo caso, no es más liberal quien defiende el
aborto, sino menos. Porque todo sistema liberal requiere un Estado que proteja
a los individuos de las agresiones de terceros, y eso incluye a los seres
humanos nonatos, <i>aunque</i> carezcan de
la capacidad de proclamar sus derechos, o más bien especialmente <i>por</i> <i>eso</i>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Sin la protección de los
derechos, la libertad carece de sentido legal. Es decir, equivale a esa “libertad
de la selva” con la cual los enemigos del liberalismo pretenden
caricaturizarlo. Fuera de la civilización, la libertad se reduce a la fuerza
física. Es más libre quien es más capaz de rechazar o disuadir por sí mismo
otra agresión. En cambio, en una sociedad donde impera la ley, por principio,
la libertad no está ligada a la fuerza individual. La confusión de que hablaba
antes procede de aquí. La libertad no es simplemente hacer lo que queramos,
porque eso nos expondría a perderla en cualquier momento a manos de otros. La libertad
es inseparable de la obediencia a la ley, y eso implica que no cualquier
abolición de una norma basada en la religión o en la costumbre es necesariamente
liberadora, por mucho que sus promotores la presenten así.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se puede comprender ahora por qué
decimos que el progresismo es esencialmente antiliberal. Es debido a que su
forma de entender la libertad en realidad coincide con la que proyecta,
criticándola, en los “neoliberales”, por utilizar su lenguaje. Pero eso no procede
del liberalismo clásico, sino de su negación o deformación. Aunque incurran en
ella algunos que se consideran más liberales que nadie.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Naturalmente, la cuestión es más
compleja de lo que da a entender esta apretada síntesis, pues los progresistas
se erigen como campeones de la “verdadera libertad”, que tratarían de desligar
del poder económico. En este sentido, coincidirían aparentemente con los fines
del liberalismo clásico. Pero con el subterfugio de denunciar el poder
económico se termina siempre en el mismo punto, la defensa de un poder político
justiciero que se cree con el derecho de robar la riqueza producida por otros,
de maneras más o menos cínicas. Y ello equivale necesariamente a negar el
principio del imperio de la ley, tal como hacen conscientemente los marxistas y
los neomarxistas populistas de nuestros días, que consideran todo orden legal
como una superestructura al servicio de la clase dominante. Las consecuencias
de esta concepción del derecho son sobradamente conocidas: la dictadura del partido
único y los campos de concentración. Es decir, la “ley de la selva” que tanto
critican los comunistas identificándola con el capitalismo, pero que es la que
erigen ellos allí donde consiguen el poder, en su forma más descarnada: una
selva donde ninguna ley limita el poder del Partido, donde el derecho es una
ficción mucho más desvergonzada que en la mayoría de lugares donde existen unas
mínimas libertad de mercado y garantías formales.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Quizá lo dicho hasta ahora se
entenderá mejor con el siguiente ejemplo. Todos entendemos que un liberal es
una persona poco amiga de las prohibiciones. Pero al mismo tiempo, nadie
consideraría que es más liberal quien permite la esclavitud que quien es partidario
de abolirla. Es decir, aunque en conjunto el liberalismo es favorable a reducir
todo lo posible las prohibiciones, en determinados casos puede ser,
paradójicamente, más liberal prohibir que permitir. Esto debería estar
perfectamente claro en el caso del aborto. El partidario de legalizar el aborto
no es por ello más liberal, porque sencillamente está defendiendo que el
derecho a la vida de algunos seres humanos (condición de cualquier libertad) no
merece protección. Y no nos vale el argumento de que la discusión estriba,
precisamente, en quién es (plenamente) humano y quién no, pues exactamente esto
mismo era lo que argüían los esclavistas, cuando ponían en cuestión que los
negros pudieran ser considerados seres humanos al mismo nivel que los blancos.
Considerar como “liberales” a los abortistas es una licencia del lenguaje no
menos extravagante que calificar de liberales a los esclavistas, mediante el
peregrino razonamiento de que ellos están a favor de la “libertad” de que cada
uno decida si un feto –perdón, un negro– es un ser humano o no.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En definitiva, el progresismo es
antiliberal incluso cuando parece que coincide con el liberalismo, porque en
realidad esa coincidencia no se produce con el liberalismo clásico, sino con el
delirio prometeico que pasa por legítimo heredero de tal liberalismo –y que más
bien es un usurpador. Y esto nos permite enlazar con la característica
fundamental del progresismo, su carácter esencialmente anticristiano.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El cristianismo no es una
doctrina opuesta al progreso técnico, ni a cualquier mejora social. De hecho, el
cristianismo arraigó en Europa en mayor medida que en ninguna otra
civilización, y casualmente (o no tan casualmente) es en la civilización europea
(lo que incluye, culturalmente hablando, a América) donde se produjo la
revolución industrial que ha cambiado, y sigue cambiando, la faz del mundo, y donde
se han consolidado las sociedades más libres y prósperas que han existido nunca.
Pero el progresismo no consiste simplemente en ser favorable al progreso, sino
que, según se desprende de nuestra definición, lo convierte en la medida de
todas las cosas, en el secreto de la felicidad presente y futura. Y es aquí
donde choca radicalmente con el cristianismo. El primero mide el bien por su
cercanía a una felicidad terrenal autosuficiente, mientras que el segundo lo
hace por la cercanía del hombre a Dios, sólo posible por la mediación de
Jesucristo. El cristianismo no se opone a la felicidad terrena, pero la
relativiza, al considerarla por una parte como un don, como algo que no tenemos
mayor derecho a exigir; y por otra parte, como un mero anticipo
de la felicidad plena, aquella que sólo podemos alcanzar en la otra vida. El
progresista considera que estas creencias entorpecen el pleno disfrute del
hombre aquí en la tierra, incluso aunque concediera, por hipótesis, la
existencia de una realidad trascendente. El cristiano, por el contrario,
considera que al cifrar toda esperanza en el mundo, el hombre se incapacita
para gozar de los bienes ultraterrenos, e incluso es más que probable que de
todos modos tampoco logre disfrutar realmente de aquellos que posee aquí, de
manera tan fugaz como precaria. El hombre más rico del mundo en cualquier
instante puede perderlo todo, o incluso sin llegar a ello perder la
satisfacción que le producen sus muchas riquezas materiales, por la pérdida de
un ser amado o el quebranto de su salud.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="background-color: yellow;">Pero nada nos revela más a las
claras el carácter anticristiano (¡y antiliberal!) del progresismo que sus
frutos, y en especial que la ideología de género-homosexualista, auténtica
punta de lanza del progresismo global, junto con el alarmismo climático. Nada
hay más contrario a la concepción cristiana de la naturaleza humana que
sostener que su carácter sexuado es una mera imposición cultural; que pretender
imponer coactivamente (es decir, con toda la fuerza del Estado) en la educación
y en los medios, la homosexualidad como igualmente válida, en todos los
sentidos, que la heterosexualidad; que cualquier acuerdo entre individuos puede
ser considerado una “familia”; que el aborto es un “derecho” de la mujer, sólo
considerable desde el punto de vista de la llamada “salud reproductiva” (casi
siempre, curiosamente, orientada a que la gente no se reproduzca). Y que la
mujer estará oprimida por el hombre (el “patriarcado”) mientras se siga
distinguiendo de él en cualquier aspecto de su conducta laboral, sexual o de
otro tipo.</span><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Todo este cúmulo de aberraciones y
necedades se está imponiendo hoy en las “agendas” de casi todos los gobiernos
occidentales (incluidos los supuestamente conservadores o de derechas) por la
simple razón de que apenas encuentran una contestación elaborada, más allá de una
minoría disidente que raramente recibe atención de los medios, salvo cuando se
trata de deformar y ridiculizar sus concepciones.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Desde luego, no contribuye lo más
mínimo a revertir esta situación el papa Francisco, con sus gestos y algo más
que gestos de aproximación al pensamiento progresista. Pero evidentemente, el
problema no es solamente este papa, sino que amplios sectores de la Iglesia, desde hace tiempo, o
bien están seriamente contaminados por el progresismo –es decir, por una
ideología incompatible con la que supuestamente profesan– o bien creen
erróneamente que la mejor manera de enfrentarse a ella es eludir la polémica,
el choque directo. Ciertamente, son muchos los cristianos que se consideran progresistas
sin ver en ello ninguna incompatibilidad, pero ello sólo pone de manifiesto la
existencia de empanadas mentales comparables a las de esos católicos que
practican el yoga o creen en el tarot. Mantener posiciones ambiguas o contemporizadoras
al respecto no ayuda en nada a difundir el Evangelio, sino todo lo contrario, a
trivializar, tergiversar y convertir su mensaje en una doctrina más del
mercado, que aspira a conseguir seguidores al precio, si es necesario, de
rebajar sus exigencias o incluso de confundirse con otras "marcas" de éxito.<o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-54161423442879014712015-07-25T17:29:00.001+02:002015-07-25T17:29:41.507+02:00España oprime a Cataluña<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
España oprime a Cataluña. Este es
el dogma central del nacionalismo catalán, sin el cual no podría sostenerse ni
un minuto. Permítanme justificar esta afirmación, antes de ocuparme del dogma
en sí. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Un proceso de secesión territorial
ilegal entraña unos riesgos que nadie puede ignorar. Riesgos de fuga de
capitales, de reducción de inversiones, de restricciones financieras que
repercutirían de manera directa en el aumento del desempleo, en dificultades
para cobrar las pensiones o incluso para retirar depósitos bancarios. Pero el
riesgo más grave de todos es el de un conflicto civil de mayor o menor
intensidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Naturalmente, los nacionalistas
culparían al gobierno español de cualquier conflicto que se produjera. Pero el
gobierno no va a emplear la fuerza si no es como respuesta a una violencia
instigada por los nacionalistas, en forma de altercados callejeros o de
resistencia a la autoridad legal. La idea de una secesión unilateral no
violenta es contradictoria en los términos. En algún momento tiene que haber
una desobediencia activa a las autoridades judiciales y policiales, salvo que
la secesión no se quede en mero teatro.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Así pues, la ruptura territorial
puede tener un alto coste, tanto económico como en sangre. Por esta razón,
nadie sensato la apoyaría basándose sólo en un sentimiento de catalanidad. Uno
puede sentirse todo lo catalán que quiera sin necesidad de embarcarse en
ninguna aventura de incierto resultado, sin necesidad de violar las leyes. Y
aquí es donde entra en acción el dogma fundamental del nacionalismo. No basta
con sentirse catalán, sino que ante todo debe existir un sentimiento de estar
sufriendo una opresión insoportable, de estar siendo humillados día sí y día
también por el gobierno central, de que “<i>Madrid
ens roba</i>”, de que la cultura catalana está siendo agredida de manera a
veces sutil pero implacable...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se equivocan quienes ven el
problema del nacionalismo como una mera cuestión de sentimentalidades, que
deberíamos esforzarnos en comprender. El nacionalismo nunca se puede conformar
con menos que la independencia, y para justificar este objetivo no basta un sentimiento
tan inocente como el que manifiestan aquellos encuestados que se definen como
“más catalanes que españoles”, o “sólo catalanes”. El nacionalismo se basa en
una afirmación sobre la realidad objetiva, y no sólo sobre lo que uno siente. Y
esa afirmación (que España oprime a Cataluña) es inseparable del deseo de
transformar esa realidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ahora bien, basta una mínima
reflexión para ver lo que el dogma nacionalista tiene de cierto. En el aspecto económico, el nacionalismo sostiene que la balanza fiscal territorial es
negativa, es decir, que los impuestos pagados por los catalanes son superiores
a las inversiones y prestaciones públicas que reciben. El cálculo de las
balanzas fiscales es sumamente complejo, y por tanto sujeto a una discusión
interminable. Pero vamos a suponer, por hipótesis, que fuera cierto; que los
catalanes, en conjunto, pagan más que lo que reciben. Lo que quedaría pendiente
de demostrar es que esto sea injusto. Si los catalanes pagan más impuestos es
porque, al igual que ocurre con los madrileños (¡o con los barceloneses en relación al resto de Cataluña!), su renta per cápita es superior
a la media española. Y entre otras cosas, esto es debido a los productos y
servicios que muchas empresas catalanas venden en el resto de España. La idea
de que los catalanes podrían vivir mejor si todos sus impuestos se quedaran en
su comunidad autónoma no tiene en cuenta multitud de factores, pero en
cualquier caso se trata de una mera especulación, no de un hecho. Lo que sí
parece razonable es que catalanes, madrileños, riojanos y andaluces podríamos vivir
mucho mejor pagando menos impuestos, pero los nacionalistas están muy lejos de
prometer algo semejante, y no digamos ya la izquierda antisistema e
independentista.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Más difícil, si cabe, es
justificar la idea de opresión en el aspecto político. El gobierno autonómico
tiene una serie de competencias muy amplias, delimitadas por la Constitución y
las leyes, que han sido votadas democráticamente. Los catalanes han influido
enormemente con su voto en los gobiernos centrales, mucho más de lo que les
correspondería en un sistema electoral estrictamente proporcional. Y salvo en
Defensa y en política monetaria (que tampoco depende ya de Madrid), la <i>Generalitat</i> interviene prácticamente en
todos los ámbitos, en economía, seguridad, sanidad, educación, cultura e
incluso relaciones exteriores. Sostener que Cataluña está oprimida porque desde
el gobierno central se trata de defender, tímidamente y con nulo éxito, el derecho de los
padres a que sus hijos sean educados en su lengua materna, sonaría a chiste, si
no fuera porque recuerda inquietantemente a la actitud de los países
dictatoriales que denuncian como “injerencias” las demandas en pro del respeto
a los derechos humanos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En realidad, son muchas más las
libertades de los catalanes coartadas por el gobierno autonómico que por el
gobierno central. El primero se opone a la libertad educativa y a la libertad
de comercio (horarios, uso del idioma, apertura de grandes superficies) en
mucha mayor medida que el segundo. En teoría, esto podría cambiar si el
populismo de izquierdas se apodera del gobierno central, pero no parece que la
tendencia en Cataluña sea precisamente opuesta a ese mismo populismo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El dogma fundamental del
nacionalismo es grotescamente falso. Cualquier persona no fanatizada puede
comprender que carece de relación con la realidad cotidiana. Los
catalanes son tan libres como el resto de españoles, y un poco más prósperos,
en promedio. Podrían ser más libres y más prósperos, acaso, pero no mediante la
implantación de una república catalana, sino gracias al triunfo, en toda
España, de las ideas de quienes creemos que es vital reducir el peso del
Estado, y restaurar el valor cultural de la familia, el mejor baluarte de la
vida prenatal, la infancia y la personalidad no estandarizada. Todo lo
contrario de lo que promueven las hordas antiespañolas, anticristianas y antiliberales
que ya asoman en Barcelona y en Madrid; hordas cargadas de odio y resentimiento, auténticos aliados de toda opresión. </div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-69621502416651003202015-06-07T10:43:00.001+02:002015-06-07T10:55:45.149+02:00Reivindicación del porqué<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Una buena imagen del estado
actual del conocimiento científico podría ser la de un rompecabezas a medio
hacer. Se ha popularizado la idea de que a este puzle le faltan muy pocas
piezas, de que estamos cerca, por primera vez en la historia, de una explicación
total y completa de la realidad. Creo que esta concepción es cuando menos muy
precipitada. Es verdad que hemos conseguido colocar amplias islas de piezas,
que nos ofrecen ciertos atisbos del cuadro final. (A diferencia de los puzles
normales, en este nos falta el modelo, lo que da una vaga idea de su dificultad
singular.) Pero pienso que es mucho más lo que falta que lo que ya tenemos,
aunque no pueda naturalmente precisar o justificar suficientemente mi metáfora.
En concreto, carecemos de las piezas esenciales que conectan la teoría cuántica
con la teoría de la Relatividad General. Y también hay huecos considerables
entre la primera y la bioquímica, entre esta y la biología y la medicina, así
como entre todas las demás disciplinas naturales, aparte de los <i>agujeros</i> que persisten dentro de cada
una de ellas. Uno de los más notables se halla en la cosmología: los físicos
siguen sin conocer la naturaleza del 70 % de la energía que compone el
universo, lo que graciosamente han denominado “energía oscura”, y que es
responsable de que la expansión del cosmos, después de la Gran Explosión, no
sólo continúe sino de que esté acelerándose.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Dicho esto, y aunque esa imagen
del rompecabezas en construcción fuese excesivamente prudente, existe otra idea
sumamente difundida, y que en mi opinión es todavía más problemática que la
visión más optimista del puzle. Se trata de la idea según la cual, hasta hace
poco, los huecos del conocimiento venían siendo rellenados por la creencia en
Dios, y que a medida que la ciencia va colocando más piezas en esos espacios
intermedios, los creyentes nos vamos viendo más y más arrinconados, como los
indígenas del Oeste americano que iban resistiendo en territorios menguantes,
hasta verse confinados hoy en parques temáticos para hacer las delicias de los
turistas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Sin duda, es cierto que en épocas
pasadas se abusó de la idea de Dios para conllevar la ignorancia acerca de
muchas cosas. Pero creo que en lo esencial no se trata de un fenómeno distinto
de la tendencia genérica de dar un nombre a lo desconocido, que persiste en el
actual lenguaje científico. La “energía oscura”, que acabamos de mencionar, es
un buen ejemplo de ello, aunque hay muchos más. Nombrar lo desconocido tiene un
cierto efecto tranquilizador, nos produce la ilusión de que es algo menos desconcertante,
al igual que en un problema de álgebra, llamar <i>x</i> a la solución ya nos acerca más a ella, pues nos permite al menos
expresar la ecuación que debemos resolver. Pero la cuestión es: ¿disminuye
nuestra ignorancia porque hablemos provisionalmente de energía oscura en lugar
de –pongamos– “energía divina”?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El punto esencial no es, sin
embargo, la ignorancia humana acerca de tales o cuales materias particulares, que
desde luego puede disminuir notablemente, sino un tipo de ignorancia mucho más
fundamental, que no puede ser subsanada, al menos en este mundo. La ciencia
siempre presupone un marco de inteligibilidad, en el cual trata de integrar
todos los fenómenos. Este marco no es fijo, porque las observaciones, a partir
de un determinado nivel acumulativo, obligan a modificarlo. Pero la existencia
del marco, sea cual sea, se da siempre por descontada; es algo que, por
definición, la ciencia ni puede ni pretende explicar. La inteligibilidad del
mundo: este es el misterio de los misterios, que sigue tan intocado hoy como
hace seis mil años. No por qué caen las manzanas hacia el suelo, sino por qué
debería siquiera haber una ley a la que los objetos físicos estén sometidos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El físico y divulgador Jorge
Wagensberg ha expresado en parte lo que quiero decir en al menos uno de sus
libros, titulado <i>A más cómo, menos por
qué</i> (Tusquets, Barcelona, 2006.) Sin embargo, en otros pasajes de esta
obra, recae de manera más o menos sutil en la concepción vulgar que considera
la ciencia y la religión como incompatibles, en el sentido de que el
crecimiento de la primera implicaría la disminución de la segunda. El
comentario de varios pasajes y aforismos del libro (algunos de los cuales son
verdaderos chispazos de ingenio) puede ser una buena manera de tratar de
arrojar luz sobre estas fascinantes cuestiones.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Dice Wagensberg (aforismo 425):
“La ciencia no trata del <i>porqué</i> de
las cosas, sino del <i>cómo</i>.” Esta idea,
que me parece muy exacta, la desarrolla en los aforismos 426 al 431. En ellos
nos dice que las preguntas del tipo <i>por
qué</i> siempre llevan a los científicos a preguntas del tipo <i>cómo</i>, pero más profundas. Así, la
gravitación de Newton “no explica <i>por qué</i>
se atraen dos masas sino <i>cómo</i> lo
hacen.” Einstein, al hacerse la primera pregunta, simplemente encontró “otro <i>cómo</i> más general”, que es precisamente
su Teoría de la Relatividad General.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Es entonces cuando Wagensberg,
con un salto en mi opinión injustificado, propone el aforismo que da título al
libro: “A más <i>cómo</i>, menos <i>por qué</i>” [429]. ¿Qué significa esto? Considerada
la afirmación aisladamente, nos sugiere que la pregunta <i>por qué</i> siempre está en retroceso, es decir, que pertenece a una
fase más primitiva del pensamiento humano en todas sus modalidades, y no sólo en
las ciencias naturales. Si la cotejamos con otros pasajes del libro, la
impresión es ambivalente. No está claro (o al menos no me ha quedado claro a
mí) el valor que el autor otorga a preguntarse el <i>porqué</i> de las cosas, y no simplemente el <i>cómo</i>. O dicho de otra manera, si Wagensberg admite la validez de la
filosofía, en el sentido clásico, o si por el contrario la considera sólo como
una especie de prolegómeno a la indagación científica (que sería el auténtico
conocimiento), o una reflexión epistemológica acerca de ella.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El aforismo siguiente parece
proponer una cierta reconciliación: “La física aspira a una teoría en la que,
por fin (?), se abracen el <i>cómo</i> y el <i>porqué</i> de las cosas.” Pero sigue sin
estar del todo claro si ese abrazo no es un abrazo del oso, es decir, si no se
trata de una pura absorción de la segunda pregunta en la primera. Algo así como
si al final nos diéramos cuenta de que el último <i>por
qué</i>, descorrido el velo de la ignorancia, no era más que un <i>cómo</i>. El aforismo 431 no disipa esta
ambigüedad, aunque pueda parecer lo contrario. Se pregunta el autor por qué
debería haber una teoría final, y se responde: “Por inducción, por deducción,
por intuición, por ética, por mística, por lógica... ¡por estética!” No nos
aclara si la mística no es más que una confusa experiencia estética, una
insatisfacción preliminar que puede resolverse de modo muy distinto a como de
hecho espera el místico.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Varios aforismos anteriores al
que he citado en primer lugar parecen abonar más bien la última interpretación.
Es decir, la idea de que la religión, o el sentimiento religioso, serían
valiosos y respetables sólo en tanto que prefiguran de algún modo la inquietud
intelectual y estética que origina la ciencia. Dice Wagensberg: “<i>¿Por qué?</i> es una pregunta de urgencia.”
(¿Una fase a superar?) O incluso que es un “eficaz sucedáneo del <i>qué</i>, del <i>cómo</i> y del <i>para qué</i>.”
Sólo en el aforismo 408 parece conceder una cierta autonomía a la filosofía,
pero sin gran convencimiento: “El <i>qué</i>
es lenguaje, el <i>cómo</i> es ciencia, el <i>para qué</i> es tecnología y el <i>porqué</i> es, quizá, filosofía.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Al respecto, son claves los
aforismos 132-136. Según Wagensberg, comprender una realidad es “comprimirla
dentro de una ley”, y a su vez, “comprender una ley es comprimirla dentro de
otra ley”. Esto implica, lógicamente, el concepto de ley fundamental, es decir,
aquella que “no se comprime en ninguna otra”, o dicho lapidariamente:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Una ley fundamental es
incompresible.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
O lo que es lo mismo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Una ley fundamental es incompre<i>n</i>sible.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Si comprender algo es comprimirlo
dentro de una ley más general, forzosamente la ley más general de todas será
incompre(n)sible. Ahora bien, en esta formulación late una cierta resignación
positivista. O sea, el convencimiento de que lo máximo a que podemos llegar es
a formular una Ley fundamental que dé cuenta de todos los fenómenos, pero que
en sí misma no tendría razón alguna. Lo cual supone descartar a priori la
solución teísta, es decir, la idea de que una Inteligencia creadora habría
podido elegir entre distintas leyes fundamentales posibles, por puro amor a las
criaturas que resultan de dicha elección. El precedente clásico de esta
concepción es Aristóteles, que identifica el ser con el bien, partiendo significativamente
de la pregunta <i>por qué</i>:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“La ciencia superior a toda
ciencia subordinada (...) es aquella que conoce el porqué debe hacerse cada
cosa. Y este porqué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor
en todo el conjunto de los seres.” (<i>Metafísica</i>,
I, II.)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La ciencia moderna se edifica
desde el rechazo a esta doctrina finalista. Pero la cuestión es si ese rechazo
metodológico puede ser absoluto, es decir, ir también más allá de las fronteras
de la ciencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La posición de Wagensberg es
bastante más inequívoca cuando habla explícitamente de la religión; y mucho
menos sutil. Así, el aforismo 123, sentencia, casi panfletariamente: “La
plegaria prepara bien la mente para la mística y perfectamente bien para la
obediencia debida”. El autor desarrolla su no muy original crítica del teísmo
en aforismos posteriores y en el capítulo 2 del Epílogo. Así, dice por ejemplo
que “Dios no puede ser a la vez bueno y omnipotente” [545], con lo cual resuelve
(?) de un plumazo el más viejo problema de la teología, sin la menor discusión,
sin considerar ni por un momento las soluciones que ofrecen desde antiguo los
pensadores cristianos. Pero es en el epílogo donde expone una argumentación
sobre la relación entre la fe y la razón que interesa especialmente analizar. Sostiene
Wagensberg, pág. 152: “Los creyentes que creen en la razón (...) viven una
contradicción crónica.” Esto es así, explica el autor, porque “el creyente
tiende a asumir verdades que la realidad puede confirmar, pero nunca
desmentir”. Ahora bien, prosigue,<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“creer en la razón equivale a asumir que la
realidad es inteligible; es decir, la percepción de la realidad es útil, (...)
sirve para construir verdades que una sola excepción puede pulverizar. (...)
Con la razón se puede cambiar una creencia; he aquí la contradicción.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No puedo estar más de acuerdo con
la definición de que creer en la razón es creer en la inteligibilidad de la realidad.
Y efectivamente, esto implica que tiene sentido tratar de comprender el mundo
mediante la observación. La ironía de todo ello (que me parece que Wagensberg
no percibe) es que la misma crítica que hacemos a determinadas verdades del
creyente religioso (como la existencia de Dios y otras relacionadas) se la
podemos aplicar al creyente en la razón. ¿Existe alguna observación que podría
llevarnos a abandonar la creencia de que la realidad es inteligible? Si la
respuesta es que no, el racionalista no se distingue del teísta, al menos en el
sentido en que cree el primero. Y si la respuesta es que sí, entonces la idea
de que la percepción es un medio para conocer la realidad carece de fundamento,
porque la realidad no es inteligible.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En contra de lo que la mitología
cientificista ha conseguido que crean millones de personas, la creencia en un
Dios racional fue decisiva para que prendiera la llama de la revolución
científica. El Creador omnisciente era la garantía de la inteligibilidad del
mundo. El hombre podía llegar a comprender la realidad precisamente porque esta
procedía de una inteligencia análoga a la suya, aunque fuera infinita. Pero
además de esto, un supuesto esencial del método científico naciente era que
Dios había podido ordenarlo todo “en una infinidad de distintas formas”, de
modo que “sólo la experiencia <i>y en modo alguno
la fuerza del razonamiento</i> [por sí sola], permite conocer cuál de todas
estas formas ha sido la elegida.” (Descartes, <i>Los principios de la filosofía</i>, III, 46, Alianza Universidad, Madrid,
1995, p.149.)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En resumen: no sólo la creencia
en Dios no es incompatible con la creencia en la razón (la inteligibilidad del mundo), sino que la
segunda procede históricamente de la primera.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Wagensberg, siguiendo con su
contraposición entre fe y razón, incurre también en el viejo equívoco de
asociar el teísmo con el primitivismo, “esa tendencia ancestral y universal de
alejar la duda”, e incluso llega a especular con “un gen de la fe” (p. 154),
que habría permitido sobrevivir a nuestros antepasados en un hipotético estado
original de incertidumbre, ante un mundo que no comprendían. Pero ese legado
genético, con el tiempo, se convertiría en una fuente de problemas. Según
nuestro autor, los grandes progresos de la humanidad, como la abolición de la
esclavitud o la liberación de la mujer<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/Reivindicaci%C3%B3n%20del%20porqu%C3%A9.docx#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a>,
deben agradecerse a unos pocos que se atrevieron a dudar, y que se encontraron
con la resistencia de “millones de creyentes de cientos de miles de religiones
desde el amanecer de la humanidad hasta ayer mismo”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Lástima que este emocionante
relato sea tan tosco. Para empezar, aunque fuera cierta la existencia de una
tendencia congénita a la credulidad, la idea implícita de que la creencia en
Dios viene determinada por nuestros genes (y que por tanto sería irracional) se
contradice con los datos de la historia. El monoteísmo surgió relativamente
tarde y por vez primera en una sola cultura, la hebrea, hace quizás unos tres
mil años. Y realmente no alcanzó su formulación más elaborada hasta pensadores
como San Agustín; es decir, siglos después de que la filosofía clásica hubiera
alcanzado su madurez.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En cuanto a aquellos que lucharon
por abolir la esclavitud, como William Wilberforce y otros, sencillamente no es
cierto que fueran personas que se atrevieron a dudar, sino todo lo contrario;
generalmente fueron fervientes cristianos, convencidos de estar en posesión de
la verdad absoluta, eso que hoy molesta tanto al pensamiento relativista dominante.
No deja de resultar significativa la posición de Wagensberg acerca de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, que considera cercana a “un
absoluto en materia de exigencia moral”. Dice:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“No conviene ser creyente ni
siquiera en honor de tan hermosa idea, porque cualquier día caemos en la cuenta
de que falta un nuevo derecho o un nuevo matiz.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Lo de los “nuevos derechos” ya
nos suena. En nombre de la “libertad sexual y reproductiva”, Occidente lleva
décadas violando el más elemental de los derechos, el derecho a la vida de
millones de seres humanos en edad embrionaria y fetal, esos que en otro
aforismo Wagensberg considera que no son seres humanos reales “porque no
existen seres humanos unicelulares, ni bicelulares, ni tetracelulares...”
[650]. (¿Y por qué el número de células debería ser esencial en la definición
de lo humano?)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Dividir el mundo entre creyentes
y no creyentes es un viejo truco de quienes creen cosas opuestas a quienes llaman
<i>creyentes</i>. Todo el mundo cree algo,
con tanta más fuerza cuanto menos consciente es de ello, o cuanto más identifica
su creencia con lo “racional” o lo “científico”. Y también, todos dudamos de
algo. Yo, sin ir más lejos, suelo dudar de muchas cosas en las que creen los
progresistas y los que se dicen agnósticos –aunque estos parecen tener ideas
muy claras acerca de si hay otra vida, por ejemplo. ("Sé perfectamente a adónde iré cuando me muera", decía Wagensberg en esta <a href="http://www.larazon.es/7101-jorge-wagensberg-si-en-la-eternidad-no-hay-cerveza-fria-sera-aburrida-HLLA_RAZON_388970#.Ttt1kNA0ygX7xaP">entrevista</a>.)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Joseph Ratzinger, muchos años
antes de convertirse en Benedicto XVI, escribió algo que me parece una forma
inmejorable de dejar por el momento estas reflexiones:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“De la misma manera que el
creyente se siente continuamente amenazado por la incredulidad, que es para él
su más seria tentación, así también la fe será siempre tentación para el
no-creyente y amenaza su mundo al parecer cerrado de una vez para siempre. En
una palabra: nadie puede sustraerse al dilema del ser humano. Quien quiera
escapar de la incertidumbre caerá en la incertidumbre de la incredulidad, que
jamás podrá afirmar de forma cierta y definitiva que la fe no sea la verdad.
Sólo al rechazar la fe se da uno cuenta de que es irrechazable. (J. Ratzinger, <i>Introducción al cristianismo</i>, Ed.
Sígueme, Salamanca, 2013, pp. 38-39.)<o:p></o:p></div>
<br />
<div>
<!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<br />
<div id="ftn1">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/Reivindicaci%C3%B3n%20del%20porqu%C3%A9.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a> Sobre
esto de la liberación femenina de una supuesta opresión milenaria, Julián
Marías dijo cosas muy pertinentes: “Tienen [las feministas] la impresión de que
la condición de la mujer ha sido horrible en todas las épocas; que ha estado
oprimida y ha sido más o menos esclava. (...) Ahora, que las mujeres del siglo
XIII encontraran tan horrible lo que les pasaba, esto habría que averiguarlo;
las mujeres del tiempo de Cervantes ¿estaban oprimidas? Algunas sí, otras dirían
que no. Es un error parecido al de los progresistas, que ven la historia entera
de la humanidad como un largo proceso destinado a producirlos a ellos.” Julián
Marías, <i>La mujer en el siglo XX</i>,
Alianza Ed., Madrid, 1982, p. 19.<o:p></o:p></div>
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-7593898761312654252015-06-04T23:33:00.001+02:002015-06-04T23:33:37.532+02:00Mejor que Rajoy siga<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Apenas cinco días después del
24-M, la diputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo <a href="http://www.abc.es/espana/20150529/abci-contigo-201505282155.html">dijo en <i>ABC</i></a> lo que probablemente
piensan muchos de sus compañeros de militancia, pero no se atreven a expresar
en voz alta: que Mariano Rajoy no debería presentarse a la reelección como
presidente del gobierno, si es que quiere que su partido no pierda las próximas
elecciones generales. Modestamente, yo opino que lo mejor para España sería que
Rajoy volviera a ser el candidato del PP. Para sostener tal cosa, me baso en la
siguiente hipótesis:<o:p></o:p></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>El PP no va a gobernar, en cualquier caso, a partir de 2016.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Mi hipótesis se puede verificar
de dos maneras: O bien el PP gana las elecciones sin obtener mayoría absoluta,
o bien el PP pierde las elecciones.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En la primera posibilidad, pueden
formarse varios gobiernos, en solitario o en coalición. Por ejemplo, del PSOE
con el apoyo de Ciudadanos o de Podemos. Lo menos probable es que gobierne el Partido
Popular, o que gobierne otro partido con el apoyo del PP, porque para ello, deberían
darse <i>a la vez</i> dos condiciones: que
el PP y otro partido que no sea el PSOE ni Podemos sumen mayoría absoluta, y
que dicho partido (pongamos que hablo de Ciudadanos) no pueda formar también
mayoría absoluta con el PSOE. Como hemos visto en el municipio de Madrid, el
PSOE no esta dispuesto a apoyar a un gobierno de los populares ni aunque le
ofrezcan a cambio la presidencia del gobierno. O para decirlo más exactamente, una
de las peores pesadillas de los socialistas sería deberle semejante favor (siquiera
moralmente) a la derecha. En cuanto a Albert Rivera, no me lo imagino
dilapidando su meteórica ascensión política entregándole el gobierno al PP,
mientras tenga la menor posibilidad de evitarlo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Eliminado, pues, el PP de la
mayoría de combinaciones, <i>incluso como
simple apoyo del gobierno de otro partido</i>, el resultado es que aumentan las
probabilidades de un gobierno del PSOE con el apoyo de Podemos, o al revés.
Nótese la paradoja: la llegada al poder de la extrema izquierda es más probable
<i>si el PP “gana” las elecciones generales</i>.
Un PP con mayoría relativa no sólo es poco probable que gobierne, sino que
podría convertirse en un tapón que beneficiaría al radicalismo, pues reduciría
el número de posibilidades en las que no entra Podemos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hay quien opina que a lo mejor lo
que este país necesita son cuatro años de populismo bolivariano, para que
quienes se han dejado seducir por él se desengañen de una vez. Pero cuando
estos movimientos totalitarios llegan al poder, por muchos destrozos que hagan,
tienden a enquistarse en él, como demuestra el caso paradigmático de Venezuela.
No quiero ni pensar en lo que podrían suponer ocho o más años de esa gente en
el gobierno.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Veamos ahora qué ocurre si el PP
pierde directamente las elecciones, quedando previsiblemente como segunda fuerza.
En este caso, a las posibilidades que contemplábamos antes podríamos añadir un
gobierno del PSOE o de Ciudadanos apoyados por el PP, aunque sólo fuera para la
investidura, los presupuestos y poca cosa más. Es decir, PSOE y Ciudadanos
pueden dejarse sostener, de manera más fácil de asimilar por sus votantes y
militantes, por un PP que haya perdido las elecciones, y que sólo tenga
precisamente eso que ofrecer, un apoyo barato. Ello reduce las probabilidades
de un gobierno populista, aunque sigan siendo considerables. Así que <i>lo menos malo es que el PP pierda las
elecciones</i>, teniendo en cuenta que de todos modos no va a gobernar
(hipótesis de partida).<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ahora bien, para que el PP
pierda, lo suyo es que siga al frente uno de los políticos que despierta menos
ilusiones entre los españoles: Mariano Rajoy. El actual presidente debe ser
candidato a las próximas elecciones <i>para
perderlas</i>, ofreciendo al menos ese sacrificio por su país. Eso sí, al día
siguiente que se retire a Pontevedra o a donde quiera, y que el partido comience
su merecida travesía por el desierto, con una imprescindible refundación.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El PP no puede realizar una transformación
creíble en cinco meses, como pretenden algunos. En cuatro años en la oposición
ya sería más factible, aunque entretanto también puede consolidarse una alternativa de
derecha como Vox. Votar a esta formación en las elecciones de final de año
sería sin duda un buen modo de contribuir a<i>
que pierda el PP</i>. Con Rajoy o sin Rajoy.<o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-46171066053216325212015-06-01T19:34:00.001+02:002015-06-01T19:34:40.714+02:00Ocho años de dudas y certezas<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pronto –el 17 de junio– hará ocho
años que <a href="http://archipielagoduda.blogspot.com.es/2007/06/un-libro-que-no-recomendarn-en-educacin.html">empecé este blog</a>. Son más de mil entradas, algunas de las cuales dieron origen a mi
primer libro, <i>Contra la izquierda</i>. En
mi segunda entrada, “<a href="http://archipielagoduda.blogspot.com.es/2007/06/lo-que-caracteriza-al-discurso.html">Elogio de la duda</a>”, traté de explicar por qué lo llamé
Archipiélago Duda, aparte de la obvia alusión a la obra de Alexandr
Solzhenitsin. Ya entonces apunté que es bueno dudar también de la duda. No soy
un entusiasta del moderno culto a dudar de todo, inaugurado por Descartes. Fue
este uno de los tres o cuatro mayores filósofos de la historia (junto a Platón,
Aristóteles y Kant), al menos por su influencia, pero hoy pienso que en un
balance final, el cartesianismo ha hecho más mal que bien. La pretensión utópica
de empezar desde cero pasa fácilmente del orden teórico al práctico.<br />
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Confieso que he pensado más de
una vez en cambiar el nombre de la bitácora, no del todo satisfecho con él, o
incluso abandonarla. Pero siempre acabo manteniéndolo, e incluso renovando
anualmente el dominio archipielagoduda.com –generalmente después de varios
avisos de pago pendiente. Supongo que el motivo principal es el respeto a mis
escasos pero fieles lectores, la mayoría (al menos, entre los que conozco)
mucho más esclarecidos que yo, lo que me honra y me anima a
seguir.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Mi primer impulso al crear este
blog no fue convencer a nadie de nada, sino como mínimo hacer dudar a alguien de
los dogmas y prejuicios del “pensamiento único”, expresión lanzada por la
izquierda en los años 90 para referirse al “neoliberalismo”, tras la caída del
muro de Berlín –pero que con toda justicia se le ha vuelto en contra. Sin
embargo, hay una segunda derivada en el nombre, y es que yo mismo, hace ocho
años, estaba inmerso, todavía sin saberlo, en un dubitativo proceso de vuelta al
catolicismo de mi infancia. Mis padres eran católicos no practicantes apenas.
Vamos, que no íbamos a misa los domingos, ni rezábamos en casa, pero los cuatro
hermanos estábamos bautizados y habíamos celebrado la primera comunión, como el
99 por ciento de la población española entonces. (Perdonad que hable de mí,
pero como alguien dijo, soy la persona que tengo más a mano.)<o:p></o:p></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhilBysEDhY4v7__G9kLHqH_u5ZMf-IOEucbiz7KN_ONCod5ITWnNJ5SE7AC7WbXzIWRGr5HOEfXQIJRZDq2iQzrt9T4nxzNxmqtsReOfjLs7f6e6h5hMWBCPt1aY2aoD__6qRgeVOBrZ4S/s1600/nuevea%25C3%25B1os.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="278" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhilBysEDhY4v7__G9kLHqH_u5ZMf-IOEucbiz7KN_ONCod5ITWnNJ5SE7AC7WbXzIWRGr5HOEfXQIJRZDq2iQzrt9T4nxzNxmqtsReOfjLs7f6e6h5hMWBCPt1aY2aoD__6qRgeVOBrZ4S/s320/nuevea%25C3%25B1os.png" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ya el primer día que escribí en
el blog <a href="http://archipielagoduda.blogspot.com.es/2007/06/arrogancia-intelectual-vs-religin.html">me referí a la obra de Bertrand de Jouvenel</a> <i>Sobre el poder</i> (publicada en 1944, el mismo año que <i>Camino de servidumbre</i> de Hayek), uno de
los libros que más me ha influido en la vida, si no el que más (políticamente
hablando). Una tesis fundamental de esta obra es que la secularización moderna
es un proceso que ha contribuido decisivamente al crecimiento del poder de los
Estados. Es decir, que contra la idea vulgar de que la religión es un aliado
natural del poder (“el trono y el altar”, “el opio del pueblo”), en realidad
son las ideologías laicas, y sobre todo ateas, las que más favorecen la
expansión sin límites del estatismo. El relativismo moral, que es el resultado
impepinable del escepticismo religioso (se pongan como se pongan todos los
catedráticos de Ética del orbe), en manos de los gobernantes, es la mayor arma
de destrucción masiva que existe. Es el sueño de todo dictador puro. Si el bien
y el mal pueden redefinirse a nuestro antojo (en la bioética y todo lo demás),
adivinen a quién beneficiará más tal cosa: a los hombres corrientes, la gente
humilde que madruga todos los días para ganarse la vida, o a los más ambiciosos
y carentes de escrúpulos, que por supuesto siempre saben hablar en nombre de
los primeros.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No recuerdo si en este mismo blog
he contado cómo perdí la fe a los catorce o quince años. Yo admiraba a
divulgadores científicos como Isaac Asimov o Carl Sagan. Precozmente había
leído incluso a Freud, concretamente <i>La
interpretación de los sueños</i> (atraído sin duda por el título), lo que me
proporcionó unas nociones seguramente inexactas, pero notables para mi edad,
del psicoanálisis, que yo consideraba como una doctrina científica. Sin
embargo, lo que me sacudió como una especie de iluminación fue un resumen de la
concepción de Freud sobre la religión que, irónicamente, encontré en un libro
de texto de religión del bachillerato de entonces (por desgracia he olvidado
los autores y la editorial), que honradamente exponía los puntos de vista de
los pensadores ateos. La idea de Dios como una mera interiorización del padre:
he aquí el fogonazo que en mi adolescencia me hizo sentir súbitamente que la divinidad era una mera ilusión, una especie de complejo
del que uno podía y debía curarse. Ningún autor ateo de los que posteriormente leí,
ni Marx, ni Nietzsche –tal vez sólo el panteísta Spinoza– tuvo un efecto
comparable en mí.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hoy puede sorprender a los más
jóvenes que Freud me impactara tanto, no sólo porque el psiconálisis ha perdido
merecidamente el prestigio que llegó a tener, sino porque la figura del padre
también ha dejado de inspirar el respeto de antaño. Ahora para muchos el padre
es poco más que el “ex” de la madre, un tipo al que ven una vez a la semana, o
a la quincena, un <i>colega</i> simpático
que les hace regalos y les lleva al McDonalds y al cine. Para que se me
entienda, debo decir que mi padre, que en paz descanse, era un padre de los de
antes. Vaya, que imponía respeto, y que “simpático” sólo lo era a ratos y a su
manera. Así que la doctrina de Dios como una personificación imaginaria del
superego represor, nacido de la relación de dominio paterno, se me reveló una
verdad como un puño, porque encajaba con mi experiencia del padre como una
presencia que infundía amor y seguridad pero también, a veces, me oprimía con
sus mandatos inapelables.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Según la doctrina católica, la fe
es una gracia de Dios, por lo que perseverar en ella o recuperarla no es
posible sin su intervención sobrenatural. Admitido esto, puede describirse el
proceso visible del retorno a la fe, que acaso sea distinto en cada caso. Supongo
que algo común a todos tiene que ser alguna forma de insatisfacción previa, de
“nostalgia de Dios”. Desde el primer momento tuve problemas para identificarme
con el ateísmo ramplón o el agnosticismo al uso, que no es apenas distinguible
del primero. Aunque había perdido la fe, nunca tuve claro en absoluto que la
inexistencia de Dios fuera un asunto zanjado, nunca comprendí el puro
indeferentismo. Sin embargo, no por ello dejaba de tener serias dificultades
para admitir una concepción de Dios “antropomórfica”, lo que significaba
automáticamente sospechosa. En varias entradas anteriores (ver la etiqueta
<a href="http://archipielagoduda.blogspot.com.es/search/label/Religi%C3%B3n">Religión</a> de este blog) he tratado estas cuestiones. En resumen, gradualmente
fui reconociendo que era incapaz de comprender el mundo, y de fundamentar mis
convicciones éticas, prescindiendo de Dios. (Tampoco me he sentido atraído nunca por los sucedáneos orientales, que sirven para apagar superficialmente la sed de espiritualidad de tantas personas.) Al principio, esto no me llevó a creer
de nuevo en un ser trascendente, sino más bien a una posición cercana a la de Emil
Cioran. Es decir, la invencible dificultad de creer en Dios pero también de
creer en cualquier ídolo sustitutorio, como la Razón, la Revolución, el
Progreso o la Energía Cósmica... En la práctica, en mi caso esto se traducía en una actitud liberal
clásica, es decir, en un escepticismo hacia todo utopismo, en una desconfianza
casi instintiva hacia el poder político y los salvadores terrenales.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Podría haber persistido
indefinidamente en esta posición cómoda y revestida de una innegable elegancia
intelectual y estética. Admiraba (y admiro) a un liberal ateo como Jean-François Revel, al
agnóstico Friedrich Hakey y otros autores que se mantenían pulcramente alejados
de cualquier fórmula religiosa. Pero oscuramente sabía que no tenía suficiente
con esto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Una cuestión clave fue el tema
del aborto. Antes, yo no era provida. No sólo no lo era sino que estuve
dispuesto a consentir el aborto de un hijo mío. Es la primera vez que lo cuento
públicamente. Cuando mi mujer estaba embarazada de nuestro segundo hijo, en una
ecografía se le detectó un marcador de enfermedad congénita, lo que unido a la
edad de la madre, que entonces tenía 38 años (aparentaba 30), le llevó al médico de la
Seguridad Social a aconsejarnos (sic) el aborto. Hasta que se le practicó a mi mujer
una amniocentesis, unos meses después, yo estaba decidido a semejante
barbaridad. Mi mujer no lo tenía ni mucho menos tan claro, pero no me contradijo, quizás presintiendo que todo acabaría bien. En efecto, gracias a Dios, esa última prueba arrojó resultado negativo, por lo que
el embarazo prosiguió con normalidad, y hoy tenemos a un muchachote de
doce años, perfectamente sano. Lo llamamos Víctor, por su abuela Victoria y
porque en cierto modo fue un chico victorioso ya antes de nacer. Años después
descubrimos que el día de su nacimiento, el 30 de marzo, se conmemora a San
Víctor, mártir de Tesalónica del siglo IV.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Gracias al sacramento de la
confesión, he dejado de atormentarme por aquel pecado de intención. Sobre todo,
nunca dejo de dar gracias a Dios por no haberme dado la ocasión de cometer el pecado
de obra, y en cambio haberme regalado a mi hijo menor. Desde entonces, mi
oposición al aborto ha sido cada vez más radical.<br />
<br />
Sin embargo, por mucho que
incluso providas católicos aseguren, con la mejor intención, que la posición
del aborto no depende de las creencias religiosas, yo no he conseguido nunca
verlo. Por supuesto que hay agnósticos y ateos que están contra el aborto,
igual que están contra el asesinato y el robo. Pero el problema es que sus
razonamientos, pese a que les conduzcan a una conclusión verdadera, me parecen
por completo insuficientes. Es que por mucho que hablemos del ADN único e
irrepetible del cigoto, soy incapaz de percibir, como el filósofo David Hume, el
momento exacto en que pasamos milagrosamente de las observaciones a los preceptos éticos. Por supuesto, la ciencia es una aliada inestimable para
determinar en qué instante empieza la vida humana individual, pero la ciencia
jamás nos dirá por qué debemos respetar, no ya la vida de una célula
embrionaria, sino la de un adulto. Ni la ciencia ni ninguna filosofía que
prescinda de Dios, añado. Por acabar de decirlo todo, no puedo simpatizar con el empeño de algunos cristianos de dar más importancia al testimonio de un ateo contra el aborto que a los de mil creyentes. Lo cual no significa que haya que despreciar las coincidencias.<o:p></o:p><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQTv8WwPV4bAL5n8zySKgq7bihofGsaElwBDArKBlp423fp2_Qp0q75MW0vhF0Sf5KbtclZkqPFMdnnbT-lNpvDDNfmi6tI2tDH1DuOIAZn6BPfyJIFG2AMFfLEPnFec8N05ATUsNkoDzJ/s1600/noncredo.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="231" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQTv8WwPV4bAL5n8zySKgq7bihofGsaElwBDArKBlp423fp2_Qp0q75MW0vhF0Sf5KbtclZkqPFMdnnbT-lNpvDDNfmi6tI2tDH1DuOIAZn6BPfyJIFG2AMFfLEPnFec8N05ATUsNkoDzJ/s320/noncredo.png" width="320" /></a></div>
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Bien es verdad que el hecho de que necesitemos a Dios para fundamentar la moral, aunque sea un indicio impresionante, no demuestra que exista. Pero tampoco
pienso que sólo podamos conocer a Dios mediante la fe. Tenemos razones
metafísicas poderosísimas para creer que el mundo existe como resultado de una
elección consciente primordial, y no como resultado de una ciega necesidad, o
sin causa alguna. Mi insatisfacción con los argumentos seculares que pretenden
fundamentar la ética en una razón autosuficiente, o explicar el universo como una especie de
erupto cuántico de la nada, fue la que me llevó (haciendo abstracción de la
Gracia) a encontrar esos argumentos, que con mayor o menor torpeza he expuesto en
entradas anteriores. Es decir, pienso que se pueden fundamentar racionalmente
los preceptos morales en general, pero ello pasa ineludiblemente por los
argumentos a favor de la existencia de Dios. (Dicho esto, no creo que el hombre
hubiera podido dar con ellos por sí solo sin la revelación de las Escrituras.
Abandonada a sí misma, la razón puede producir un Aristóteles, pero no un Santo
Tomás.)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Con todo, a veces me asaltan de
nuevo las viejas dudas. Por un momento me pregunto: ¿y si después de todo Dios
no existiera? Pero os diré por qué estos momentos de debilidad me duran poco. Un
mundo sin Dios, una naturaleza regida por procesos que se repiten absurdamente,
sin ningún sentido ni propósito, me resulta sencillamente increíble. Los ateos
no consiguen creer en un Dios infinitamente poderoso y bueno. Yo no consigo
creer ya en un mundo infinitamente estúpido, como sin duda lo sería, si toda su
admirable complejidad no sirviera más que para producir esa fugaz agitación que
llamamos consciencia, entre dos nadas: la nada anterior al nacimiento y la nada
posterior a la muerte. No, no es que no <i>quiera</i>
creer esto. Lo he pensado durante años, y he podido vivir con ello. (¿No creo
ahora en Dios, y sin embargo, pecador de mí, me olvido de Él gran parte del
día, ocupado en mis insignificantes asuntos?) Es que, sinceramente, ya no <i>puedo</i> creerlo. Si el principio, el <i>arjé</i> que buscaban los filósofos
presocráticos, no es un Ser consciente, sino la materia inerte, la singularidad
inicial, el vacío cuántico o qué sé yo, este mundo es tan absurdo como
comprendieron perfectamente Cioran o Camus, a los que sólo les faltó (que sepamos)
dar el último paso, ir más allá de la penúltima verdad, la lucidez definitiva. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Respeto profundamente a
pensadores como los citados, a aquellos que son capaces de extraer hasta las
últimas consecuencias de su incapacidad de creer en Dios, de purgarse de toda
ilusión. En cambio, me despiertan una invencible pereza los ateos humanistas,
aquellos que pretenden que creamos que tiene algún sentido hablar de ética, de
progreso, de libertad e igualdad –y al mismo tiempo sostener que somos un mero
accidente de la combinatoria molecular (”polvo de estrellas”, cuando se ponen
cursis), o que no es imprescindible saber qué somos realmente. No puedo evitar
compadecer a los indiferentes, a los que nunca se preguntan qué hacemos aquí;
pero los agnósticos me parecen mucho menos disculpables. El indeferentismo nace
de nuestra debilidad, de nuestra propensión a la inconsciencia, al olvido, a la
distracción. Pero el agnosticismo y el ateísmo son errores en gran parte
buscados, son un empecinamiento en querer negar la trascendencia, en querer
debérnoslo todo a nosotros mismos, en no tener que responder ante nadie
superior.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
A través de este blog espero seguir tratando de inspirar dudas a todos aquellos que sólo saben dudar en una dirección,
o hasta un punto determinado. A aquellos que no creen en Dios pero creen en el progreso, el socialismo y los derechos de los chimpancés. Hace un
tiempo hallé la que creo que es la definición más incisiva del progresista: es
aquel que no llega hasta las últimas consecuencias, aquel que cree haberse
liberado del cristianismo y los “prejuicios” pero no es capaz ir hasta el
fondo, sino que sigue creyendo en un Sermón de la Montaña secularizado y sesgado, en un
evangelio políticamente correcto, sin los milagros y sin la Resurrección. (Un católico progresista, lamentablemente, apenas es distinguible por su lenguaje.) En definitiva, un progresista es aquel
que dejó de dudar aproximadamente a los dieciséis años, aquel que reemplazó las
ingenuidades de la infancia por ingenuidades adolescentes de signo contrario, cuando
debería haber continuado cuestionándolo todo y así tal vez acabar llegando, con
la ayuda de Dios, a la disyuntiva última entre el nihilismo sin concesiones y Jesucristo.<o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-35472356559647014992015-05-30T09:40:00.000+02:002015-05-30T09:40:15.645+02:00La responsabilidad de los católicosLa gran mayoría de la población sabe, o cree saber, qué es el socialismo, y sabe, o cree saber, qué es el "neoliberalismo" (yo reconozco que esto último no mucho). El socialismo es para la gente distribuir la riqueza, servicios sociales "gratuitos" (pagados por el contribuyente), compasión por los pobres. El neoliberalismo son los <i>mercaos</i>, las empresas del IBEX 35, los bancos, el palco del Real Madrid: los ricos, en suma, resistiéndose como gatos panza arriba a ese reparto de la riqueza. No traten de profundizar mucho más. Ampliando un poco estas nociones, hablaríamos de izquierda y derecha, que vienen a ser sinónimos del anterior par de términos, con el añadido de que la derecha es beatona e inculta, mientras que la izquierda es todo lo contrario, además de idealista, simpática y molona.<br />
<br />
Que la gente, en general, desconozca los rudimentos del liberalismo, especialmente en su vertiente económica, dos siglos y medio después de la publicación de <i>La riqueza de las naciones</i>, de Adam Smith, puede inspirarnos cierta melancolía, pero tampoco nos debería chocar demasiado. Alguien dijo que el pueblo permanece siempre en la infancia. (Debió ser el cenizo de Schopenhauer, supongo.) Lo que ya resulta mucho más deprimente es que, en unas pocas décadas, la gente haya olvidado casi por completo el catolicismo, que tiene dos mil años. No se trata de que haya dejado de creer en él, es que incluso muchos que todavía se siguen declarando católicos han dejado de comprender lo esencial de la doctrina que supuestamente profesan, a juzgar por las opiniones que circulan masivamente sobre cuestiones de moral, y en ocasiones también sobre los dogmas centrales del cristianismo. Insisto, entre los mismos creyentes.<br />
<br />
Se me ocurren de entrada dos explicaciones de este fenómeno. Una es que la evangelización siempre fue en realidad mucho más superficial de lo que se había creído. Es decir, el pueblo se limitaba a acatar el cristianismo bovinamente, mientras la Iglesia estuvo asociada de un modo más o menos directo con el poder terrenal. Por eso, en cuanto los intelectuales y los gobernantes dejaron de ser piadosos, ni siquiera en apariencia, el pueblo creyó que tampoco estaba obligado a serlo, como el escolar que no se prepara una lección porque le ha llegado el rumor de que "no entra en el examen".<br />
<br />
La otra explicación es perfectamente compatible con la anterior, pero goza además de la ventaja del respaldo abrumador de los hechos. Resumiendo, una parte del clero católico, a partir de los años sesenta, dejó él mismo de creer en la doctrina que debía difundir y aplicar. Cuando Cristo se convierte en un revolucionario que vino a denunciar la pobreza y la injusticia social, en un Marx cualquiera <i>avant la lettre</i>, la Pasión y la Resurrección acaban inevitablemente, se quiera o no, en un segundo plano. Lo cual es como si, en la medicina, el interés por la curación quedara supeditado a algún tipo de sociología de la salud y la enfermedad.<br />
<br />
La obsesión por las desigualdades es quizás la mayor enfermedad de nuestro tiempo. Todo lo contamina, todo lo politiza: la educación, la cultura, las relaciones entre hombre y mujer y, finalmente, la religión. Es una enfermedad o manía porque la desigualdad no es el problema más importante del hombre, y muchas veces ni siquiera es un problema. En primer lugar, no es el problema más importante porque si alguien pasa hambre, el problema no es (y no suele tener relación causal con) que haya otros que coman hasta reventar, sino el hecho mismo de pasar hambre. (Si todo el mundo tuviera el estómago vacío, el problema sería lógicamente aún más grave, no menos.) Aquí causa estragos la ignorancia del liberalismo económico, que nos enseña que la creación de riqueza no es un juego de suma cero (unos tienen poco porque otros tienen mucho), sino un resultado de la productividad, que depende de la tecnología y de la libertad de mercado.<br />
<br />
En segundo lugar, la desigualdad con frecuencia no es ningún problema, o al menos un problema objetivo. Pienso particularmente en la paranoia del género, que se empeña en ver agravios en toda diferencia sexual. Si por ejemplo hay más camioneros que camioneras, sería debido, al parecer, al proverbial machismo del gremio en particular, y de la sociedad en general; no a que, tal vez, la mayoría de mujeres no se sientan suficientemente seducidas por chuparse horas y horas de carretera, sentadas al volante. (Los hombres, sobre todo a la edad en que deciden hacerse camioneros, suelen estar mucho más locos.) Y al revés, si hay más mujeres que se dedican a cuidar niños, no es porque muchas sientan que es una de las misiones más importantes, nobles y felices que puede haber, sino porque una conspiración patriarcal milenaria las ha condenado a la -por lo visto- denigrante tarea de limpiar culos y mocos. Es tan miserable, tan resentida, tan sórdida la visión de la vida del feminismo actual, que prácticamente imposibilita rehabilitar el término, que tuvo su justificación en reivindicaciones de principios de siglo.<br />
<br />
Y en eso estamos. Hay poca escapatoria: en cualquier reunión familiar de más de ocho personas, indefectiblemente, alguien sentenciará que "el problema" (da igual de qué estemos hablando, incluso del inquietante avance del yijadismo) es que "las diferencias entre pobres y ricos no paran de aumentar". (Tesis que, década tras década, año tras año, <a href="http://es.reuters.com/article/entertainmentNews/idESKBN0OC25A20150527">los datos se empeñan en contradecir</a>, aunque la prensa los relegue a la página 32, véase <i>La Vanguardia</i> del jueves 28 de mayo.) Ah, y nunca falta el soniquete de que la Iglesia debería adaptarse a los tiempos modernos, y aceptar los anticonceptivos, el divorcio y bendecir a los gays. ("A ver si al nuevo papa le dejan...")<br />
<br />
Es crucial insistir en la relación entre ambas cosas, entre el éxito de la sociología de todo a cien y la descristianización de las masas. Primero empezaron los curas a jugar a la revolución social, y ahora, en una segunda fase, se encuentran con que ya sólo una minoría de sus feligreses cree en la indisolubilidad del matrimonio, en la castidad y en la existencia del pecado. Se empieza haciendo del Evangelio un panfleto de agitación social, y se acaba sustituyendo la clase de religión en los colegios por máquinas expendedoras de preservativos. Del comunismo a la comuna. Esto fue en esencia el Mayo del 68: una <a href="http://www.casadellibro.com/libro-nueva-izquierda-y-cristianismo/9788499201139/1942990?gclid=cj0keqjwv6wrbrd4gbngqe7mosybeiqaib5otllnuqbgnokboilekcbdr6zzt8voukxqvwz4apqfze0aamma8p8haq&utm_source=google&utm_medium=cpc&utm_campaign=93">redefinición de objetivos de la izquierda</a>.<br />
<br />
Es natural que los progresistas asistan divertidos al proceso. Lo mosqueante es que tantos católicos, incluso en las más altas jerarquías vaticanas, sigan sin enterarse. Algunos de ellos nos dan la matraca día sí y día también con sus denuncias altisonantes del capitalismo, de "la idolatría del dinero", y todo el repertorio habitual de confusionismo inepto entre antropología y angelología, entre el estómago y el alma; como si Dios no nos hubiera dado las dos cosas, como si pudiera existir la civilización tal como la conocemos sin intercambios comerciales, sin precios, sin bancos, sin fondos de inversión, sin concentración industrial. Como si pudieran subsistir siete mil millones de seres humanos cultivando siete mil millones de huertecitos y practicando el trueque. Por disculpables que, hasta cierto punto, puedan parecer estas ensoñaciones bucólicas, el catolicismo tiene poco o nada que ver con ellas. Y cualquier error sobre lo que verdaderamente es el cristianismo sólo conduce a multiplicar los errores, porque la Verdad es una, y no podemos desvirtuarla por un lado sin que afecte al resto. Al menos, los católicos deberíamos saberlo mejor que nadie.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-12085062467113281482015-05-27T10:51:00.000+02:002015-05-27T10:51:38.069+02:00Qué quiere ser Vox de mayor<div style="text-align: justify;">
Vaya por delante que quien escribe no es nadie para dar consejos a <a href="http://www.voxespana.es/">Vox</a>. Simplemente, expreso mis opiniones, desde mi simpatía con un proyecto político nuevo, que está encontrando más dificultades de las esperadas.<br />
<br />
Vox no ha conseguido hasta ahora sus mínimos objetivos iniciales, que eran obtener representación en el parlamento europeo, y posteriormente en algún parlamento autonómico, o en algún municipio importante. Incluso podría decirse que en su corta vida ha venido a menos, pues en las elecciones del pasado domingo ha recabado sólo la tercera parte de los votos de las europeas. Sin embargo, este dato es menos malo de lo que aparenta, porque Vox no se presentaba en toda España, ni mucho menos. (Sin ir más lejos, yo no pude votarles esta vez, porque no había lista de Vox en Tarragona.) Teniendo en cuenta esto, sigue siendo factible obtener representación en las elecciones generales que se celebrarán (si no se adelantan) en seis o siete meses.<br />
<br />
Ahora bien, para que los votantes se decidan por Vox, se necesita algo más que apelar a su conciencia. Es preciso ilusionarles con un objetivo realista, asequible y ambicioso a la vez. Tratemos de precisarlo. Está claro que Vox no va a ganar las próximas elecciones generales. Tampoco es probable que vaya a obtener un número de diputados suficiente para hacerse con la llave de la gobernabilidad, aunque esto nunca se sabe. En un Congreso muy fragmentado, un sólo diputado puede llegar a ser decisivo. Pero dejando de lado estos imponderables, Vox por ahora sólo puede aspirar a influir, a que se escuche su voz en las Cortes y a que se debatan sus propuestas o enmiendas. Para ello se requeriría tener Grupo Parlamentario propio, es decir, que contara con cinco diputados y un 5 % de representación. Un millón y medio de votos, para entendernos.<br />
<br />
Estamos hablando de multiplicar por seis sus mejores resultados, los 250.000 votos de las pasadas elecciones europeas. ¿Es descabellado? No diría tanto, aunque sí sumamente difícil. Sin embargo, creo que plantear el objetivo del "millón y medio" puede ser útil. Con frecuencia es necesario proponerse una meta ambiciosa, aunque sólo sea para obtener unos resultados más modestos. Si Vox entra en el Congreso, ya será un éxito, pero probablemente no se pueda conseguir si no aspira a algo más.<br />
<br />
Por supuesto, no bastará con decirle a la gente: "necesitamos un millón y medio de votos", danos el tuyo. En mi humilde opinión, Vox tiene que encontrar un gancho dialéctico que lo identifique claramente, que penetre no sólo en los simpatizantes más concienciados, sino que pueda abrir una brecha (una pequeña fisura sería suficiente) en la cerrada mentalidad socialdemócrata de los españoles. Y no me refiero a vídeos virales, que pueden estar muy bien elaborados, pero que llegan a mucha menos gente de la que se cree. Como decía el otro día un tertuliano, el taxista no se entera del <i>trending topic</i>. Pensar que se pueden ganar elecciones con las redes sociales me parece (por el momento) fantasioso, porque en dichas redes están todos, los que aparecen en la televisión y los que no; y adivinen quiénes poseen la ventaja decisiva.<br />
<br />
Ese gancho dialéctico o leitmotiv podría ser algo así como "recortemos a los políticos". Nótese, no al Estado, que mucha gente identifica con algo "suyo", la Seguridad Social, las pensiones, los hospitales. Los políticos. Esto no tiene nada que ver con el viejo discurso ultraderechista de "fuera <i>todos</i> los políticos" (¿y a quién ponemos? ¿a los militares?), ni tampoco con la demagogia de Podemos contra "la casta", que en realidad pretende aumentar aún más el peso de la política en la vida de los ciudadanos, esto es, desplazar a la casta actual para instaurar una mucho más onerosa y opresiva. Lo que defiende Vox es una reducción de carácter permanente, estructural, del número de políticos (especialmente en las administraciones autonómicas, cuyo objetivo último es eliminar) y, por tanto, del dinero que manejan, su desmedido intervencionismo y las casi irresistibles tentaciones de corrupción que ambas cosas conllevan.<br />
<br />
Que Vox dé una cifra concreta del número de políticos que tendrían que irse a sus casas; esto podría tener mucho más impacto que hablar de millones de euros de ahorro (¿quién no se pierde con tantos ceros?) o incluso de porcentajes del PIB, que se perciben como excesivamente tecnocráticos. No es fácil calcular con precisión cuántos cargos políticos hay en España y por tanto de cuántos podría prescindirse. En una rápida investigación en la web, te encuentras con estimaciones que van de los 100.000 a más de 400.000. Si nos limitamos a la administración autonómica, el sociólogo Ferran Martínez (nada sospechoso de "neoliberal") ofrece un cálculo "a ojo" <a href="http://www.eldiario.es/piedrasdepapel/politicos-Espana_6_137596242.html">de 65.000 cargos</a>, entre diputados, consejeros, secretarios y directores generales, asesores y enchufados varios. Ferran, perezosamente, calcula 150 diputados por cada uno de los diecisiete parlamentos autonómicos, 2.550. En realidad, esta es la cifra más fácil de averiguar, y si mis cuentas no me fallan, son "sólo" 1.222. También creo que exagera (tal vez soy un ingenuo) con el número de cinco asesores por cada diputado, cuando él mismo asegura que son los grupos parlamentarios los que tienen asesores. Por otra parte, es posible que el autor no haya tenido en cuenta los escalafones territoriales de muchos gobiernos regionales (consejos comarcales, etc.), que pueden multiplicar pavorosamente los organigramas de la administración. En fin, tratando de hacer una estimación lo más prudente posible, para que no podamos ser acusados de demagogos, creo que podríamos hablar de 40.000 políticos autonómicos.<br />
<br />
Una campaña sin estridencias de mal gusto, pero contundente, en que se explique que se pretende echar a 40.000 políticos (la cifra, por cierto, transmite unas resonancias alibabescas no desdeñables), dejando claro que no es para sustituirlos por otros, sino para sacudirnos de una vez por todas esa pesada carga. Podría funcionar. Recordemos que no se trata de cambiar en seis meses la mentalidad estatista de los españoles. Nos basta un 5 % y cinco diputados. Y si se consiguiera uno solo, no sería ya un fracaso.<br />
<br />
Un último consejo, ya puestos. Amigos de Vox, olvidaos de una vez del PP, de querer atraer a los "desencantados" del Partido Popular. Cada vez tengo más claro que este es un mensaje de perdedores. Por el contrario, el mensaje de que sobran 40.000 políticos (o el número que se determine, sus doctores tendrá Vox) es perfectamente transversal, puede llegar incluso a votantes de IU. No es ninguna tontería. Creo que es más fácil, para un partido rompedor como Vox (en el buen sentido del término) atraer a un votante de Izquierda Unida (y más ahora, que está en caída libre, lo que suele acelerar las "deserciones" en todas direcciones) que a uno del PSOE, sin descartar esto último. Es un fenómeno que suele darse en Europa con la extrema derecha, aunque Vox evidentemente no lo sea, porque en sus principios fundacionales está la defensa del Estado de Derecho y el mercado libre. (Los programas económicos de la ultraderecha suelen ser indistinguibles del de Podemos.)<br />
<br />
Vox es un niño aún, pero tendrá que hacerse mayor aceleradamente, si quiere sobrevivir. Ello significa olvidarse de las circunstancias en que surgió, para reforzar lo esencial, que era la falta en España de una formación de centroderecha sincera, defensora de la vida, de la libertad y patriótica. Visto en perspectiva, ahora nos damos cuenta de que fue una suerte que Vidal-Quadras no consiguiera su escaño y terminara abandonando Vox. Aunque Alejo no carece en absoluto de virtudes, estaba demasiado asociado al pasado. Era una figura del <i>establishment</i>, que podía ser muy crítica con la partidocracia, pero llevaba demasiado tiempo instalado confortablemente en ella. Le brillaban demasiado los anillos.<br />
<br />
Creo que ha sido Santiago Abascal quien ha dicho que Vox debe ser el Podemos de la derecha, o algo parecido. Lo suscribo totalmente, y para ello no está de más fijarse en una de las claves del éxito de la terminal chavista en España. Ellos no se han dirigido a los desencantados del PSOE o de IU, sino a los de todos los partidos. Seguramente, la mayor parte de sus votos proceden de la izquierda, pero ellos no los han conseguido presentándose como la verdadera izquierda, no le han sugerido a sus votantes que podían tener un conflicto emocional por dejar de votar a quien sea. Simplemente, se lo han puesto fácil, han sabido presentarse como algo nuevo, pese a ser su mensaje tan viejo como el mausoleo de Lenin. Pero en cierto modo sí que son algo nuevo (peligrosamente nuevo) en nuestra historia democrática. Y esta, como digo, es la lección. Porque Vox también es algo nuevo, algo que no había existido hasta ahora: la defensa organizada de unos valores que muchos ya daban por enterrados. Ahora toca demostrar que se habían equivocado.</div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-13965831322457175442015-05-25T10:08:00.001+02:002015-05-25T10:08:15.330+02:00¡A las catacumbas!<div style="text-align: justify;">
Este fin de semana se han celebrado el referéndum de Irlanda sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y las elecciones locales y autonómicas de España. <b>Para los que creemos en determinados valores (la vida, la familia, la economía libre, el imperio de la ley), los resultados no pueden ser más adversos.</b> Los irlandeses han votado mayoritariamente a favor del matrimonio gay, y los españoles han optado con claridad por formaciones de izquierda y extrema izquierda. Especialmente preocupante es el ascenso del populismo de corte bolivariano, que probablemente gobernará en el ayuntamiento de Madrid y en Barcelona (aunque en esta, con mucha menos facilidad). Un partido como Vox, la única opción liberal-conservadora creíble que se presentaba en estos comicios, ha obtenido unos resultados míseros. Su cabeza de lista más carismático, Santiago Abascal, se ha quedado en menos de 40.000 votos, sin obtener representación.<br />
<br />
Supongo que hay <b>tres reacciones posibles</b> ante semejante varapalo.<br />
<br />
La primera es <b>el derrotismo</b>. Es la posición de quienes, definitivamente desanimados, resuelven quedarse en su casa en lo sucesivo, y desistir de seguir defendiendo sus creencias y sus ideas, guardándoselas para sí.<br />
<br />
La segunda reacción se desprende de la concepción romántica de la democracia, para la cual el pueblo tiene siempre la razón, y por tanto, <b>quienes se han quedado en minoría deben reflexionar y revisar sus propios postulados</b>. Es la posición de quienes sostienen que no se puede ir contra el sentido de la historia, la de quienes sostienen que la Iglesia debe adaptarse a los tiempos modernos. Esta posición se encuentra, como es sabido, dentro de sectores de la propia Iglesia. Las declaraciones del arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, parecen ir en esa dirección, o al menos así se han interpretado. En el plano político, tal actitud se reconoce en aquellos que demandan al principal partido de centroderecha español, el PP, que siga desplazándose hacia el centro o el centroizquierda, asumiendo plenamente los dogmas dominantes de la socialdemocracia y la ideología de género. Por supuesto, también aquí los hay que sostienen este discurso desde dentro del Partido Popular.<br />
<br />
<b>La tercera posición es la que yo defiendo desde los tiempos del zapaterismo: la resistencia.</b> El primer deber de quienes se encuentran en minoría es ante todo sobrevivir, es decir, seguir siendo como mínimo una minoría, y no una nada. Ello implica, como mínimo, la reposición siquiera demográfica de los miembros de dicha minoría. En este caso, como es lógico, esta reposición no se puede lograr meramente por reproducción biológica, pues incluso aunque los hijos "heredaran" las ideas de los padres (cosa para nada asegurada), el principal medio de transmisión de las creencias y las ideas es la palabra. Así que todo aquel que crea en la vida, en la libertad y en la ley, debe tratar de propagar, en la medida de sus posibilidades, dichas creencias y valores, contra viento y marea. <b>En mi caso esto incluye, entre otras cosas, seguir apoyando al partido <a href="http://www.voxespana.es/">Vox</a>,</b> mientras exista y permanezca fiel a sus valores fundacionales, <b>y a sus actuales dirigentes, Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros y los demás</b>, mientras no pierdan los ánimos para seguir. <b>Desde las catacumbas, si es preciso: no podemos hacer menos, ante el ejemplo heroico de los cristianos perseguidos y martirizados de Oriente Medio y otros lugares del mundo.</b></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-50977650439811414612015-05-22T19:16:00.000+02:002015-05-22T20:18:52.763+02:00Reflexiones más allá del municipio<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Actualmente <b>sólo hay un partido
que defienda</b> <i>a la vez</i> dos ideas básicas:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
1) <b>Reducir el peso del Estado</b>
despilfarrador e hiperregulador, que es la causa del desempleo, el
endeudamiento desquiciado y la corrupción política.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
2) <b>Proteger la vida humana desde
la concepción</b>, acabando con los más de cien mil abortos anuales.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b>Este partido se llama <a href="http://www.voxespana.es/">Vox</a>.</b><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b>El PP asegura defender lo mismo,
pero miente,</b> porque tras gobernar tres años y medio con mayoría absoluta, ha
aumentado los impuestos, no ha reducido el grueso del aparato estatal y ha
limitado su reforma de la ley del aborto a que las adolescentes puedan seguir
abortando, con el permiso paterno.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Con el fin de mantener al menos a
sus votantes de 2011, <b>al Partido Popular sólo le queda el recurso del miedo</b>:
advertir de que votar a Vox o a Ciudadanos es fragmentar el voto de derechas y
facilitar, en consecuencia, que llegue al poder el populismo de extrema
izquierda que representa Pablo Iglesias.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pero, ¿cuál es la causa última
del populismo?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La crisis económica sólo ha sido
un desencadenante de la emergencia de los nuevos partidos. <b>Ante la crisis, hay
dos respuestas posibles, el populismo y el regeneracionismo</b>. El segundo implica
reducir el peso del Estado, despolitizar y desideologizar la administración, el poder judicial y
los organismos reguladores. El primero (aunque se disfrace también de
regeneración y democracia) es justo lo contrario: dar más poder a los políticos
(ellos dicen “al pueblo”, "las mujeres", etc.) y por tanto restar libertad a los individuos, las
familias, las empresas y las asociaciones civiles.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El partido Podemos habla
constantemente de desalojar a la casta, pero si analizamos sus propuestas y,
sobre todo, las trayectorias intelectuales y las referencias políticas de sus
dirigentes, caben pocas dudas de que su verdadero objetivo es convertirse ellos
mismos en una casta neocomunista, mucho más tiránica e inevitablemente
cleptocrática que la anterior.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b>La razón profunda del ascenso de
Podemos no son la crisis ni la corrupción, sino la existencia en España de una
arraigada mentalidad estatista</b>, que se decanta más fácilmente por las
soluciones milagrosas y el revanchismo que por la auténtica regeneración, que
sólo puede consistir en devolver poder de decisión a la sociedad civil; en
limitar la política (que es necesaria, pero controlada y vigilada) y favorecer
la libre iniciativa en todos los órdenes: económico, educativo, cultural, etc.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b>No es aumentando la dependencia
de los subsidios y los servicios sociales como conseguimos ser más libres y
prósperos, sino justo al revés.</b> Un Estado mucho más reducido puede dedicar el
gasto social a aquellas personas que realmente lo necesitan (discapacitados,
huérfanos, etc.) porque gasta menos y sobre todo porque permite que se genere
la riqueza de la que, a fin de cuentas, se financia vía impuestos. Con una
menor fiscalidad, paradójicamente aumenta la recaudación, porque se multiplican
las inversiones, el empleo y el consumo. Pero lo fundamental es que, con
impuestos más bajos, los ciudadanos somos más libres para decidir qué hacer con
nuestro dinero, sin la intermediación de los burócratas, los políticos, los "expertos" y los grupos de presión basados en la ideología de género o el ecologismo perroflauta.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Es preciso señalar que <b>dar más
poder a los individuos, a las familias y a las empresas no tiene nada que ver
con el relativismo</b>, sino todo lo contrario. No se trata de que el individuo
pueda hacer lo que le dé la gana, como si esto fuera un fin en sí mismo, sino
de que las personas se rijan por las leyes, sin interferencias arbitrarias de
los gobernantes. Nada favorece más el despotismo que “liberar” a los individuos
de leyes “caducas” y de “prejuicios” morales, que son precisamente los que acostumbran
a dificultar los abusos de los poderosos, obligándoles como mínimo a la
ejemplaridad. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Más concretamente, <b>reducir el
poder estatal no implica reconocer falsos derechos como el aborto. La auténtica
función del Estado es proteger los verdaderos derechos, el primero de los
cuales es el derecho a la vida</b>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El relativista sostiene que, puesto
que no hay un consenso universal sobre cuándo empieza a existir la persona
humana, el Estado está obligado a ser neutral, es decir, a dejar en manos del
individuo la decisión sobre la licitud o no del aborto. Ahora bien, esta
neutralidad es completamente falsa. Lo que se discute es si un ser humano no
nacido merece la misma protección que el nacido. Ante esto, no hay término
medio ni neutralidad posible. O protegemos al embrión y al feto humanos, o no
los protegemos. Admitida la falta de acuerdo en el terreno teórico,
<b>sólo existe una forma de resolver cualquier disputa reduciendo al máximo la
violencia: es lo que llamamos democracia.</b><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
A fin de no enzarzarnos en una guerra
civil, para resolver nuestras diferencias irreductibles, no se ha inventado
nada mejor que la elección periódica y con garantías de gobernantes y legisladores.
No se trata de que cuestiones como el aborto deban decidirse mediante el voto,
de que la verdad pueda reducirse a la opinión mayoritaria. Esto sería recaer en
el relativismo. Lo que sostenemos es que, puesto que de facto no nos ponemos de
acuerdo en una serie de cuestiones esenciales, el único modo incruento de
conllevar esta disensión es admitir unas reglas de juego. Lo que implica también
que cada cual pueda seguir defendiendo lo que cree que es verdad, en contra de
la mayoría, si es preciso, y que pueda tratar de convencerla pacíficamente<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/M%C3%A1s%20all%C3%A1%20de%20unas%20elecciones%20municipales.docx#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La concepción romántica de la
democracia confunde la voluntad popular con una verdad imperativa, lo que está
en el origen de las peores tiranías. En realidad, la democracia no es más que
un juego para dirimir nuestras diferencias, o mejor dicho, para permitir que
podamos seguir manteniéndolas y convivir al mismo tiempo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Todo esto puede parecer
elemental, pero no son pocos quienes sostienen, a veces desde posiciones
opuestas, que determinados temas (el aborto, la pena de muerte, etc.) deben
quedar excluidos del debate democrático, lo que nos lleva a un problema de
regresión al infinito: ¿quién decide lo que se debate y lo que no?<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/M%C3%A1s%20all%C3%A1%20de%20unas%20elecciones%20municipales.docx#_ftn2" name="_ftnref2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Volviendo al punto inicial, desde
el partido gobernante <b>se pretende recabar el apoyo planteando un dilema
perverso entre continuidad e involución populista.</b> Es decir, entre una
administración sobredimensionada y politizada, que permite el aborto libre en
la práctica mientras impone mil regulaciones para abrir una peluquería, y
un régimen totalitario, que fomentaría aún más, si cabe, los abortos, y que
exacerbaría indeciblemente los controles y las vejaciones de toda índole a los
ciudadanos que pretenden ganarse la vida honradamente, e incluso crear empleos,
para promover una siniestra igualdad en la miseria.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No creo en una concepción tan
mezquina y cobarde de la democracia, que la reduce a elegir entre lo malo y lo
peor. <b>La democracia entraña el riesgo de que triunfen el error y el mal, pero si
no corremos ese riesgo, nunca triunfarán en buena lid la verdad y el bien. Y
esto implica votar en conciencia: justamente lo que propone <a href="http://www.voxespana.es/">Vox</a>.</b><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><br /></b></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbeaLiFhBrA1R6hqY1X0UyG3sAaymCssJ8yAZGcIw19hIft8949EH7KUax0MwSXEu0L7xMMNwIstZtuQPTTCNnxcgirvW9UFGHP5QbcJhLNx1mCkXILwqYkGZS1bhvfA8xWKj9mhj_xiaK/s1600/LOGO-VOX-en-conciencia.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbeaLiFhBrA1R6hqY1X0UyG3sAaymCssJ8yAZGcIw19hIft8949EH7KUax0MwSXEu0L7xMMNwIstZtuQPTTCNnxcgirvW9UFGHP5QbcJhLNx1mCkXILwqYkGZS1bhvfA8xWKj9mhj_xiaK/s320/LOGO-VOX-en-conciencia.png" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><br /></b></div>
<div class="MsoFootnoteText">
</div>
<div>
<!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<br />
<div id="ftn1">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/M%C3%A1s%20all%C3%A1%20de%20unas%20elecciones%20municipales.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a> Problema
distinto es cuando el poder es tan opresivo que imposibilita recurrir
exclusivamente a medios pacíficos. La paz y la democracia no siempre son
posibles, lamentablemente, pero cuando no existen, el esfuerzo de toda política
debe ser tratar de retornar a ellas en el período más breve posible.<o:p></o:p></div>
</div>
<div id="ftn2">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/M%C3%A1s%20all%C3%A1%20de%20unas%20elecciones%20municipales.docx#_ftnref2" name="_ftn2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a> Quien
escribe también ha incurrido en esta equivocación en algunos escritos de este
mismo blog, en los que incluso formulaba alternativas heterodoxas al
parlamentarismo clásico. Una cosa es pensar que determinados temas no deben estar
continuamente debatiéndose a la ligera (para lo cual existen los blindajes
constitucionales de los derechos humanos y determinados principios
fundamentales de un Estado, como la unidad territorial) y otra distinta es
pensar que debamos tratar de impedir de manera absoluta y permanente la
discusión sobre dichos temas. Lo segundo me parece (ahora lo veo más claramente) un error.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoFootnoteText">
<br /></div>
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-8015329355440521722015-05-17T11:23:00.000+02:002015-05-17T11:25:28.863+02:00El verdadero problema educativoLa situación hoy en Cataluña es la siguiente: quienes deseen que sus hijos reciban la enseñanza en castellano, no tienen otra opción que matricularlos en una elitista escuela privada. En este aspecto, como dijo el ministro Wert, el castellano se encuentra hoy en la misma situación del catalán "en otras épocas". Después vino a desdecirse, fiel a las costumbres del PP, siempre dispuesto a pedir perdón por no ser -todavía- totalmente antiespañol, socialdemócrata y pro abortista.<br />
<br />
¿Es lógico que en un territorio donde la mayoría de la población habla castellano, la lengua vehicular de la enseñanza pública sea en catalán? Evidentemente, no. Los argumentos que pretenden que el monolingüismo educativo (la "inmersión") favorece la cohesión social, aunque fueran ciertos, serían aplicables como mínimo también al castellano. En realidad, el argumento principal de los nacionalistas es otro: Cataluña sufrió un intento de "genocidio cultural" (no entraré aquí al trapo de esta exageración) en el pasado, y por ello es imperativo compensar esa injusticia.<br />
<br />
Este tipo de razonamiento sitúa al nacionalismo catalán (como al vasco y al gallego, por no salirnos de España) en la constelación de otros victimismos colectivistas de nuestros días. Las mujeres han sido oprimidas por los hombres, lo que justifica toda suerte de medidas de discriminación positiva que se les ocurran a los legisladores. Lo mismo puede decirse de los homosexuales, o de los negros en Estados Unidos, etc.<br />
<br />
Debe señalarse que la discriminación positiva, aparte de su más que dudosa eficacia, no es nada distinto de la discriminación a secas. Si yo favorezco a un negro que ha obtenido las mismas calificaciones académicas que un blanco, estoy discriminando al blanco, obviamente. Si yo establezco mayores sanciones al delito cometido por un hombre que al cometido por una mujer, estoy evidentemente discriminando al hombre. Cambiar el punto de vista no cambia la realidad.<br />
<br />
El nacionalismo catalán actúa de manera semejante a aquellos totalitarismos que castigan al individuo por delitos reales o imaginarios cometidos por un colectivo. El régimen franquista discriminó la lengua catalana: luego es necesario que unos padres castellanohablantes se fastidien ahora, y tengan que aceptar que sus hijos sean educados en catalán, lo quieran o no, salvo que tengan los medios económicos para recurrir a una escuela privada.<br />
<br />
Ahora bien, no les falta razón a los nacionalistas catalanes cuando aseguran que no existe ningún conflicto lingüístico en Cataluña. En efecto, cuando la gente acepta mayoritariamente que el sistema educativo esté controlado por la administración, no debe extrañarnos demasiado que haya pocas movilizaciones por tratar de recobrar una libertad a la que se ha renunciado alegremente de antemano. Muchos que defienden el derecho de los padres a elegir la lengua vehicular no suelen ser consecuentes hasta el final, lo que supondría defender la liberalización total del sistema educativo; ahí reside su mayor debilidad. Siempre se les podrá replicar que una "enseñanza a la carta" no sería practicable en el sistema público, lo cual probablemente es cierto, aunque en realidad se trate de un argumento contra la estatización de la educación, no contra la libertad educativa. Si la administración no puede asumir el coste de un bilingüismo equitativo, la conclusión lógica es que nunca deberíamos haber dejado la educación en sus manos.<br />
<br />
El problema fundamental de la educación estatalizada en Cataluña es el mismo, fundamentalmente, que el de toda España: la baja calidad de una enseñanza destrozada por la pedagogía progresista de funcionarios que no responden realmente ante los padres de sus alumnos. En Cataluña, al adoctrinamiento izquierdista se añade el adoctrinamiento nacionalista, que como hemos dicho, responde a una similar lógica victimista. Unos y otros hacen de la cuestión lingüística lo decisivo, cuando el problema son los contenidos de unas escuelas convertidas en madrasas del pensamiento único.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-24336782861645959492015-04-24T19:50:00.004+02:002015-04-24T19:50:51.872+02:00La preocupación de Carmen VelaSegún una <a href="http://www.fecyt.es/es/noticia/la-imagen-de-la-ciencia-entre-los-ciudadanos-mejora-en-los-ultimos-dos-anos-un-122">encuesta</a> recién divulgada, el número de hombres que espontáneamente manifiestan tener interés por la ciencia, es el doble que el de mujeres. Esta proporción se da aproximadamente también en edades jóvenes, como se puede observar en la siguiente gráfica.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCTEEdQhY1Lz7yVTdhI3q9-bNmjlbl7zEaXMGndMtY9v4ztbtaYjTfdaPo-VC8lzHoj7CXgg7x5y5eTDG660qyyku6P79M_wYcTNDdM84r7ebIRZMC03sWaqB8-FU7iGAX4HBJeYU77UKw/s1600/interesciencia.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCTEEdQhY1Lz7yVTdhI3q9-bNmjlbl7zEaXMGndMtY9v4ztbtaYjTfdaPo-VC8lzHoj7CXgg7x5y5eTDG660qyyku6P79M_wYcTNDdM84r7ebIRZMC03sWaqB8-FU7iGAX4HBJeYU77UKw/s1600/interesciencia.png" height="229" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
Le ha faltado tiempo a la Secretaria de Estado de I+D+i, Carmen Vela, para manifestar que se trata de un dato "realmente preocupante", e incluso para conjeturar que la causa podría ser<br />
<br />
"la poca visibilidad que se da a las mujeres científicas. Incluso en los premios, el porcentaje de mujeres galardonadas no llega al 5%, están prácticamente ausentes." (<a href="http://elpais.com/elpais/2015/04/23/ciencia/1429792444_486485.html"><i>El País</i> digital</a>.)<br />
<br />
No creo que la señora Vela sugiera premiar más a las científicas, por el mero hecho de ser mujeres. Supongo que abogará por campañas de concienciación que animen a las jóvenes a interesarse más por la ciencia, y a desterrar supuestos estereotipos. Es decir, despilfarrar más dinero público para seguir adoctrinándonos.<br />
<br />
¡Cómo! ¿Usted no está a favor de la igualdad "de género" en la ciencia?<br />
<br />
Pues no, no lo estoy en el sentido que pretende imponer la ideología de género. No creo que haya nada de malo en que en determinados ámbitos no exista paridad sexual. No creo que pase nada porque haya más físicos o químicos que físicas o químicas, ni porque haya más enfermeras o maestras que enfermeros o maestros. Nada en absoluto.<br />
<br />
La ideología de género concibe las relaciones entre los sexos en términos de poder, de manera análoga a como el marxismo concibe las relaciones entre clases sociales. Por tanto, cualquier desigualdad la interpreta como un síntoma de un sometimiento del sexo femenino al masculino. Las mujeres no serían verdaderamente libres al <a href="http://nadaesgratis.es/sara-de-la-rica/por-que-hay-tan-pocas-mujeres-en-carreras-tecnicas-diferencias-en-capacidad-o-en-preferencias">preferir estudios</a> sociales, humanísticos o de salud en mayor medida que carreras de ingenierías o arquitectura, sino que estarían condicionadas por una estructura patriarcal que las predispone a actividades de tipo asistencial, pedagógico o literario. ¿Pruebas de esta teoría? Ninguna. El neomarxismo del género, al igual que el "socialismo científico", no necesita de ninguna contrastación empírica, porque ya se sabe que la labor de los intelectuales no es tanto conocer el mundo como cambiarlo; según sus propias elucubraciones, claro.<br />
<br />
Para mí lo realmente preocupante (aunque no sorprendente, a estas alturas) es que la ideología de género constituya la ideología por defecto de la administración, sea cual sea el gobierno. El feminismo radical (junto con el socialdemocratismo y el ecologismo "climático") ha adquirido una posición de pensamiento único que supera incluso a la hegemonía detentada por el nacionalismo en Cataluña y el País Vasco. Al menos, en estas comunidades hay partidos y asociaciones civiles que logran ejercer una admirable, aunque no fácil, disidencia. Pero contra las falacias como "la brecha de género" o los "derechos sociales" (que sólo sirven para justificar más intervencionismo e impuestos, y lo que todavía es peor, para desviar la atención de los problemas auténticamente graves, como los cien mil abortos al año, el invierno demográfico y el yijadismo) sólo una pequeñísima minoría, sistemáticamente silenciada, alza la voz.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-50239070270553282192015-04-19T16:47:00.001+02:002015-04-19T16:47:36.884+02:00Un breve réplica a la réplica de Juan Ramón RalloJuan Ramón Rallo, en su artículo <a href="http://juanramonrallo.com/2015/04/liberalismo-contra-conservadurismo-replica-a-pio-moa-y-carlos-lopez/">Liberalismo contra conservadurismo: réplica a Pío Moa y Carlos López</a>, ha expresado ciertas críticas a <a href="http://archipielagoduda.blogspot.com.es/2015/04/liberalismo-unico.html">mi anterior entrada</a>, críticas que por supuesto agradezco, aunque no me hayan convencido. Creo que mi artículo es lo suficientemente claro, así que no voy a entrar en una discusión pormenorizada de todas las afirmaciones de Rallo que a mi entender son erróneas, o desfiguran mis argumentos, máxime cuando él mismo ha renunciado a seguir contestando a las contrarréplicas. (¡No se lo echaré en cara si luego se desdice y sigue debatiendo!) Pero sí comentaré un párrafo que considero crucial, y que me permite aclarar mejor mi idea fundamental. Es el siguiente:<br />
<br />
"<span style="color: blue;">No creo que nadie razonable y que acepte la igualdad moral entre las personas defienda la necesidad de imponerle por la fuerza unas creencias religiosas determinadas a otras personas sin creencias religiosas o con unas creencias religiosas diferentes. Por tanto, fundamentar el derecho humano en la religión es controvertido: no porque el derecho no pueda fundamentarse en la religión, sino porque no debe fundamentarse sólo en la religión (la justicia ha de ser objeto de lo que Rawls llamaba un “consenso entrecruzado amplio”, defendible desde concepciones filosóficas muy heterogéneas).</span>"<br />
<br />
En mi artículo, yo sostenía que tan fundamentalista me parece quien afirma que la vida es sagrada (como argumento básico contra la eutanasia) como quien afirma que no lo es, o pretende que vivamos como si no lo fuera. La réplica de Rallo es que quien quiere prohibir la eutanasia impone sus creencias incluso a quien no las comparte, mientras que quien desea legalizarla, no las impone a los demás.<br />
<br />
Lo que yo sostengo es que el segundo... también las impone, incluso en una legislación exquisita con el derecho de objeción de conciencia (cosa que no siempre se cumple). Y me las impone, porque yo no afirmo simplemente que no quiero practicar una eutanasia o un aborto, sino que no debo mantenerme indiferente ante esas prácticas. Esto justifica desde el activismo político pacífico (por ejemplo, manifestándome frente a clínicas abortistas) hasta votar a partidos que en su programa incluyan la prohibición de la eutanasia y el aborto.<br />
<br />
La contrarréplica a lo anterior de los "liberales integrales" como Rallo es que entonces debo estar dispuesto a admitir que otras concepciones morales extravagantes me puedan ser impuestas a mí. Y mi respuesta es que, en efecto, no lo puedo evitar. Lo que yo niego precisamente es que exista el "consenso entrecruzado amplio" rawlsiano. No hay un terreno común en el que podamos ponernos de acuerdo todos. Sí hay terrenos preferibles a otros (por ejemplo, yo prefiero la actual democracia liberal a cualquier otro sistema), pero eso no significa que se haya logrado que nos pongamos de acuerdo todos en todos los temas esenciales. Al menos, es evidente que esto no ha sucedido nunca.<br />
<br />
Tal situación no significa que no sea posible el diálogo entre las distintas concepciones. Hay ciertos principios (verdaderos o falsos) que no son formalmente demostrables, y ante los cuales no existe neutralidad posible. Pero existe un amplísimo campo de debate sobre las consecuencias de estos principios, que permite mostrar posibles incoherencias o incluso iluminarlos hasta el punto de que algunas personas reconsideren si desean seguir manteniéndolos. (Yo mismo abandoné mi agnosticismo, no por una experiencia religiosa desencadenante, sino por un proceso en principio intelectual.)<br />
<br />
Así por ejemplo, Rallo afirma que yo incurro en incoherencia cuando me opongo a la legalización de la eutanasia, pero no del suicidio o incluso de conductas de riesgo, basándome en el carácter sacro de la vida. Esto sería cierto si yo sólo sostuviera este principio. Pero en mi opinión, tanto la vida como la libertad son condiciones <i>sine qua non</i> para alcanzar los fines propios de la criatura humana, por lo que no creo pecar de incoherencia. En cambio, Rallo sí parece creer en un solo principio (la libertad) pues, si no le malentiendo, considera valiosa la vida sólo porque permite realizar proyectos vitales elegidos libremente, y no en sí misma. Sospecho que esta concepción tiene su origen en un cierto nominalismo antiesencialista; pero aquí lo dejaremos, por ahora.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-21584150623968322202015-04-18T13:55:00.000+02:002015-04-18T13:55:19.318+02:00Liberalismo ÚnicoA propósito de los recurrentes debates sobre la legalización de la prostitución y de las drogas, el profesor Juan Ramón Rallo ha publicado un breve artículo titulado "<a href="http://vozpopuli.com/blogs/5752-juan-r-rallo-lo-que-tambien-es-el-liberalismo#.VTEgoT1fbws.twitter">Lo que también es el liberalismo</a>", en el cual defiende que esta doctrina va más allá de la defensa de las libertades económicas, principio con el cual estoy absolutamente de acuerdo. Mi discrepancia con el autor empieza cuando desciende a algunas cuestiones concretas, o con su forma de argumentarlas.<br />
<br />
Me resulta cada vez más tediosa la discusión sobre lo que sea o no sea el liberalismo. Daré de momento por buena la afirmación de Rallo de que el liberalismo mayoritario es el que él defiende, aunque no aluda a la encuesta en la que se basa, y aunque podamos discutir que el diccionario sea una cuestión de mayorías. Puesto que él se cuenta entre los que llama <b>"liberales integrales" (<i>lib-in</i>, en adelante)</b> me limitaré a razonar por qué yo declinaría ingresar en semejante club.<br />
<br />
Adelanto aquello en lo que estoy de acuerdo con Rallo: libertad de inmigración, de prostitución <span style="color: blue;">[1]</span> y de consumo de drogas, con las regulaciones de sentido común que el mismo autor admite. En cambio, <b>me opongo a legalizar la eutanasia, el tráfico de drogas y los úteros de alquiler</b>.<br />
<br />
Sólo una observación sobre la argumentación a favor de la libertad de inmigración. Sostiene Juan Ramón Rallo que las fronteras políticas son "arbitrarias". Si quiere decir que podrían haber sido otras, ello es evidente. Pero no es menos cierto que las fronteras de un país como España tienen un origen histórico-cultural que sólo desde una posición adanista se puede desdeñar. Lo comento porque creo que ahí reside <b>un defecto clave del liberalismo tal como lo entienden los lib-in: la idea de que sólo lo que encaja en mi sencillo esquema lógico de las cosas es lo "racional"</b>, mientras que las razones más complejas, que acostumbran a sedimentarse en la tradición y la costumbre, pueden ser relegadas a la categoría de prejuicios atávicos, que merecen ser abolidos de un plumazo por el legislador -cosa que a menudo este hace sin consultar a la sociedad.<br />
<br />
Vayamos a las discrepancias más graves. Nuestro lib-in defiende que cada cual pueda escoger el momento y las condiciones de su muerte. Pero pasa por alto <b>la cuestión esencial de este debate, aquello que distingue a la eutanasia del mero suicidio, es decir, si es legítimo matar a otro con su consentimiento, o colaborar en el suicidio</b>. Igualmente, está a favor no sólo de que uno pueda drogarse, sino de que pueda vender droga, lo que en muchos casos es una forma lenta de ayudar al prójimo a matarse, o por lo menos a autoinfligirse graves daños físicos y psíquicos <span style="color: blue;">[2]</span>.<br />
<br />
<b>La palabra mágica que permite a los lib-in resolver todos los problemas ético-políticos es <i>consentimiento</i>. También podemos hablar de la fórmula del "¿qué hay de malo en...?"</b> Ahora bien, esta formulita, si de aplica con la coherencia que pregonan los lib-in, nos lleva a consecuencias sencillamente aberrantes. Por ejemplo: ¿<i>Qué hay de malo en...</i> que una madre venda a su hijo recién nacido? A fin de cuentas, <b>la "maternidad subrogada" (siniestro eufemismo para tapar la realidad: el tráfico de bebés) es un contrato por el cual una mujer, a cambio de dinero, entrega un niño gestado por ella con gametos ajenos</b>. Si esto es legítimo, ¿por qué no debería serlo que la mujer pactara previamente la venta de un niño concebido por otros medios, incluyendo el natural? Pero sigamos con las preguntas. ¿Qué hay de malo en el mercado de órganos procedentes de vendedores voluntarios? ¿Qué hay de malo en que alguien consienta libremente ser comido por un antropófago? (Ha habido algún caso, creo recordar que el más reciente en Alemania.) ¿Qué hay de malo en que yo acepte por un acto libre convertirme en siervo o esclavo de otro? ¿Qué habría de malo en la pedofilia, desde el punto de vista de una sociedad (aleccionada por los consabidos "expertos", educadores "con perspectiva de género" y activistas de un futuro no lejano) que hubiera llegado a la conclusión de que la práctica del sexo con adultos carece de efectos perjudiciales para los niños, al igual que una parte de ella ya ha llegado a la conclusión de que el aborto o el "matrimonio" gay son "derechos"?<br />
<br />
Estas preguntas repelen por sí solas a cualquiera que crea que matar enfermos terminales es malo, ayudar a alguien a suicidarse es malo, traficar con seres humanos es malo... O más precisamente, que <b>todas estas conductas son malas <i>objetivamente</i>, y lo que es también esencial, <i>dañan no a uno mismo</i> (como hace el consumidor de droga, o la persona que se prostituye, o la que se suicida sin ayuda), <i>sino a terceros</i>.</b><br />
<br />
El lib-in, o bien no cree que exista un mal objetivo (es decir, independiente del consentimiento de quien lo sufre) o bien es agnóstico, es decir, no cree que pueda legislarse partiendo de otra base que del mal subjetivo. Piensa que incluso aunque creyera (por una suerte de intuición o por motivos religiosos) que alquilar un útero o matar a un enfermo terminal es malo en cualquier caso, su coherencia liberal le llevaría a ser partidario de la legalización de estas conductas. Pero me atrevo a ponerlo en duda. <b>Sostengo que los lib-in lo son porque creen que esas prácticas no son en sí mismas malas, o al menos no encuentran una razón para afirmar que lo son,</b> como en cambio sí suelen creer (menos mal) que es un abuso repugnante que los menores de cierta edad tengan sexo con adultos. Al menos hasta que -lo repito- una campaña lo suficientemente persistente no acabe convenciendo de lo contrario a una parte considerable de la población.<br />
<br />
O bien el mal es algo objetivo, o bien no lo es. Decir que una sociedad civilizada debe regirse por la segunda tesis, o al menos proceder como si fuera cierta, porque la primera no puede demostrarse, es una actitud de tipo fundamental. <b>Tan <i>fundamentalista</i> es quien cree que la eutanasia debe prohibirse porque la vida humana es sagrada, como quien cree que no lo es, o que en caso de duda debemos actuar como si no lo fuera (¿y por qué no al revés?)</b>, dejando la cuestión en un plano meramente contractual y consensual. No hay un liberalismo puro, <i>descontaminado</i> de concepciones metafísicas y morales radicales (de <i>raíz</i>), sino que cada cual tiene las suyas. Y por cierto, digámoslo claramente de una vez: <b>el agnosticismo no existe</b>, o es muy raro; generalmente es sólo una palabra que significa: "me niego a (o me aburre) discutir mis actitudes fundamentales." Así que sigue siendo necesario, por no decir irremediable, distinguir entre liberal-conservadores y liberal-progresistas. Aunque me temo que <b>algunos querrían un Liberalismo Único, mucho más en armonía con el Pensamiento Único hegemónico.</b><br />
<br />
<span style="color: blue;">[1] </span>Otra cosa es que yo entienda que volvamos una y otra vez a un debate trucado de origen, porque, que yo sepa, en España nadie va a la cárcel por prostituirse. Si lo único que queremos es que las putas coticen a la Seguridad Social, pues sinceramente, a mí como liberal (aunque sea no "integral") el asunto me repatea bastante, porque soy partidario de que no haya cotizaciones obligatorias para nadie.<br />
<br />
<span style="color: blue;">[2]</span> Antes de que me repliquen con la apelación de rigor a la ley seca de los Estados Unidos en los años veinte: sí, sabemos que también el alcohol tiene efectos nocivos para la salud de algunas personas y no por ello debe prohibirse. Pero la cuestión es si el ejemplo es verdaderamente extrapolable o no, es decir, si bebidas alcohólicas como el vino o la cerveza son tan peligrosas como ciertas sustancias derivadas de la síntesis de la morfina o la cocaína. Una de las tesis de los partidarios de la legalización es que los males para la salud de las drogas duras proceden <i>únicamente, o principalmente,</i> de la prohibición (con las secuelas propias del mercado negro, como adulteración, falta de información e indefensión del consumidor, etc.), pero esto es sumamente discutible, aunque no hay espacio para tratarlo aquí.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-52983314445313035872015-04-16T16:55:00.000+02:002015-09-20T11:25:29.707+02:00Cristianismo, ¿verdad o mentira?<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i><br /></i>
<i>1. El futuro del cristianismo</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La tendencia en Europa y los
países anglosajones de América y Oceanía (lo que para abreviar llamaremos <i>Occidente</i>) es que el número de
cristianos disminuya considerablemente en el período que va del 2010 al 2050,
según un reciente <a href="http://www.pewforum.org/2015/04/02/religious-projections-2010-2050/">informe del Pew Research Center</a>. En algunos países, este
fenómeno será tan acusado que en ellos el cristianismo perderá su estatus de creencia
mayoritaria. Por ejemplo, en Francia, que pasaría de un 63 % de cristianos en
2010 a sólo el 44 % en 2050. Algo parecido sucedería (siempre según el citado
estudio) en Reino Unido, Holanda, Australia y Nueva Zelanda. En otros países la
debacle no será tan dramática, pero sí considerable. En Estados Unidos se
pasaría del 78 al 66 %, datos muy similares a los de España. (Del 78,6 al 65,2 por
ciento.) Incluso los países con mayorías católicas más holgadas, como Italia,
Irlanda y Polonia, se verán afectados por reducciones del número de fieles
cristianos, aunque no tan pronunciadas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Desde un punto de vista agnóstico
o ateo, las causas de esta reducción del número de creyentes pueden parecer
obvias. El cristianismo no sería más que un conjunto de creencias irracionales
y precientíficas, que el paso del tiempo se encarga por sí solo de ir convirtiendo
en minoritarias, aunque sea a un ritmo exasperantemente lento para quienes las
consideran como poco más que meras patrañas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esta explicación tan simple se
enfrenta a dos serias objeciones. En primer lugar, mientras que los niveles mundiales
de alfabetización y escolarización probablemente seguirán creciendo, las
proyecciones indican que el número de cristianos también aumentará en el mundo en
términos absolutos, manteniéndose, en términos relativos, en el 31,4 %. Y si
sumamos los creyentes de las tres grandes religiones monoteístas, su porcentaje
pasaría del 54,8 en 2010 al 61,3 en 2050, debido principalmente al incremento de
musulmanes. En cambio, la proporción de personas que no están afiliadas a
ninguna religión (<i>unaffiliated</i>) será
menor en 2050 que en 2010, al pasar de un 16,4 % al 13,2 %. En resumen, la
religión no tiende a disminuir a nivel mundial, sino al contrario, al tiempo
que hay más escuelas y la información circula más velozmente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En segundo lugar, no ser creyente
de ninguna religión establecida no equivale automáticamente a no profesar
ningún tipo de creencia espiritual, irracional o supersticiosa. Como señalan
los autores del susodicho informe, la categoría de no afliados es inevitablemente
heterogénea, pues incluye tanto a ateos y agnósticos como a creyentes en Dios o
un “poder superior”, aunque no estén adscritos a ninguna confesión concreta.
Más aún, nada garantiza que las personas que no creen en ningún tipo de
realidad sobrenatural no estén por ello imbuidas de una gran diversidad de
supersticiones “laicas”, vamos a llamarlas así, de prejuicios sin verdadera
base racional, aun cuando muchas veces pretendan revestirse de apariencia
científica o, en un sentido que sería arduo precisar, “progresista”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ahora bien, si la concepción
ilustrada o positivista de la religión no parece muy acorde con los hechos
sociológicos, cabe replantearse la pregunta de por qué se produce este
retroceso del cristianismo en Occidente. A modo sólo de apunte, digamos para
empezar que debemos cuestionar la idea de que la increencia (en alguna religión
establecida, aunque no necesariamente en realidades sobrenaturales) sea un
fenómeno típicamente occidental. De hecho, ocurre todo lo contrario. Más de las
tres cuartas partes de los no afiliados a ninguna religión se encuentran en la
región Asia-Pacífico. Y los países con mayores porcentajes de no afiliados
están encabezados por Corea del Norte (71 %), Japón (57 %), China (52 %), Corea
del Sur (46 %) y Vietnam (29,6 %). Así pues, a lo que aparentemente tendemos es
a una cierta “asiatización” de Occidente, y no al revés, como comúnmente se
cree. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Debemos reconsiderar también el
papel de maestros y profesores, que sin duda alguna han sido claves en la
difusión de las ideas secularistas o incluso antirreligiosas, elaboradas por
una minoría de filósofos y escritores. A diferencia de lo que pretende la
concepción iluminista, más que de un heroico combate contra la ignorancia y el oscurantismo,
se ha tratado de algo que podría describirse mucho mejor como un
adoctrinamiento masivo, posteriormente reforzado por la labor de periodistas (y
los quizás aún más influyentes guionistas de cine), formados a fin de cuentas por
esos mismos maestros adoctrinadores.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Dos son los rasgos generales de
la educación que en las últimas décadas se viene impartiendo en Occidente, y
que en nuestra opinión justifican un severo juicio sobre su verdadero papel. El
primero es que la calidad de contenidos humanísticos no ha dejado de decrecer,
justificada con ideas pedagógicas que cuestionan la autoridad del profesor, la
memorización y el mérito. Esto implica que los alumnos no sólo reciben ideas
críticas sobre el cristianismo (cosa contra la cual no habría nada que objetar)
sino que se les priva de los conocimientos históricos, filosóficos y artísticos
que les permitirían poner en el sitio adecuado tales críticas. Lo cual es
sencillamente tramposo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El segundo rasgo es el compromiso
de los educadores con un relativismo cultural militante, que conduce a
cuestionar por principio que Occidente pueda tener algo que aportar a ninguna
otra civilización, salvo quizás en el plano estrictamente tecnológico. Así, los
jóvenes aprenden bien pronto a desconfiar de toda su tradición cultural, al
menos de lo poco que profundizan en ella en las aulas. Esto en el caso de los
nativos; en el caso de los que proceden de otras culturas, simplemente obtendrán
la confirmación de los prejuicios antioccidentales que ya abrigaban. Y después,
periodistas, educadores y “expertos” se lamentarán ritualmente por los
problemas de integración, de los que culpan al racismo y la xenofobia de los
nativos, lo que de nuevo reafirma a los inmigrantes en la idea de que Europa no
es más que una dispensadora de ayudas sociales, nunca suficientemente generosa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En resumen, la escuela y la
universidad han perdido su función de transmisora del legado espiritual de
nuestra civilización. Se han convertido en fábricas de ideología, más
concretamente de una cosmovisión que pretende sustituir al cristianismo y al
humanismo clásico, gran parte de cuyos contenidos son desdeñados como
etnocéntricos, alienadores, sexistas y homófobos. Una cosmovisión, la llamada
progresista o “políticamente correcta”, que es intelectual y estéticamente
mucho más pobre que las elaboraciones y creaciones de Platón, Aristóteles,
Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Dante, Cervantes o Shakespeare.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Digámoslo sin tapujos: la descristianización
no parece asociada al progreso de las luces, sino a un retroceso a la barbarie.
La inmensa mayoría de quienes no se consideran cristianos, no han leído apenas
la Biblia. (Aunque sea cierto que muchos cristianos tampoco.) Y las <i>Confesiones</i> de San Agustín, los <i>Pensamientos</i> de Pascal o algunas obras
de apologistas de este siglo o el anterior, como C. S. Lewis, Chesterton o
Vittorio Messori, ni pensarlo. (Quizá ya sería excesivo pedir que leyeran obras
más difíciles como <i>Introducción al
cristianismo</i>, de Ratzinger.) Ignoran atrevidamente la riqueza y hondura del
pensamiento cristiano, y les basta con el último panfleto o documental
televisivo que les asegura que todo eso son fábulas para incautos. Los
ideólogos progresistas gustan de acusar a los creyentes de ignorantes, sin
percatarse de que este adjetivo define perfectamente al comecuras de barra de
bar.<o:p></o:p><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjboVxgi4aRsTV0NQJWFkLvNhM92z1-TOWNqzVKbB89HoEbOI48pTdArg-rtLv1k-LL_thqOp-vvikdz4S6pviQhXdPS8Cn5RcsbTrKzJiQmCrn0f2dGLZ4INLai1XUzHi2AagqKY0JsQZX/s1600/egosvm.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="177" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjboVxgi4aRsTV0NQJWFkLvNhM92z1-TOWNqzVKbB89HoEbOI48pTdArg-rtLv1k-LL_thqOp-vvikdz4S6pviQhXdPS8Cn5RcsbTrKzJiQmCrn0f2dGLZ4INLai1XUzHi2AagqKY0JsQZX/s1600/egosvm.png" width="440" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i>2. Las críticas al cristianismo</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ahora bien, el lector escéptico
puede pensar que por mucha calidad intelectual y estética que le reconozcamos
al pensamiento, la literatura y el arte cristianos, ello no demuestra que
después de todo no estén basados en un patético error. La cuestión de fondo no
es si el cristianismo es propio de inteligentes o idiotas (pues los primeros
pueden equivocarse, como los segundos acertar accidentalmente) sino si es
verdadero o falso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Las críticas que recibe el
cristianismo pueden ordenarse básicamente en los seis epígrafes siguientes:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
1) El problema del mal. Si Dios
es infinitamente poderoso y bueno, ¿por qué permite el sufrimiento de los
inocentes? ¿Por qué en tantas ocasiones parece triunfar el mal?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
2) La autosuficiencia del
conocimiento científico. Si la ciencia explica cómo surgió el universo y cómo
funciona, apelando a leyes naturales necesarias y al azar, carentes de
propósito alguno, ¿que necesidad tenemos de postular un Dios?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
3) La pluralidad de religiones.
Puesto que hay una diversidad tan grande de religiones y creencias, ¿por qué el
cristianismo debería ser la verdadera?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
4) La crítica histórica de los evangelios.
¿Qué razones tenemos para creer que Jesús no fue simplemente un predicador o un
profeta entre tantos? ¿No es la resurrección un bonito cuento elaborado por
algunos de sus discípulos?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
5) La crítica del concepto de
pecado. ¿Por qué deberíamos considerar como pecado conductas que se realizan
con el pleno consentimiento de personas adultas? ¿Qué tiene de malo gozar del
sexo sin restricciones, elegir el momento de la propia muerte, o abortar un organismo
carente de consciencia, y quizás hasta de sensibilidad nerviosa, si una madre
no desea proseguir con su embarazo?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
6) Las incongruencias morales de
los cristianos. Estos en el pasado han perseguido a quienes no pensaban como
ellos, se han enzarzado en guerras y cruzadas. En la actualidad, la Iglesia se
ha visto envuelta en escándalos de pedofilia y de tipo económico. ¿Por qué
deberíamos creer en la verdad del cristianismo, si tantos cristianos se
comportan igualmente o peor que muchos no cristianos?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hay que admitir que este tipo de
preguntas son absolutamente legítimas, y por tanto todo cristiano tiene la
obligación intelectual de responderlas e incluso de respondérselas a sí mismo,
o al menos de intentarlo. Es cierto que la fe nos permite llegar más lejos que
la razón, abandonada a sí misma. Pero también lo es que, como decía Leibniz,
“dos verdades no pueden contradecirse”. Es decir, si los argumentos en contra
de los dogmas cristianos fueran formalmente irrebatibles, ninguna apelación a
la fe podría salvarlos. Podemos creer en lo que no vemos, pero no podríamos creer
en algo que chocara frontalmente con una verdad evidente. Es necesario, pues,
aceptar el desafío de los críticos. Ahora bien, no otra cosa es lo que ha hecho
el cristianismo desde sus orígenes, y particularmente a través de sus más
grandes pensadores, como San Agustín y Santo Tomás. Lo que ya no es legítimo es
pretender refutar al contrario sin convocarle siquiera a su defensa, sin
examinar sus razones. Y esto es lo que hace la cultura laica dominante. Aunque
también hay que reconocer que una parte de culpa la tienen los propios
cristianos, que en demasiadas ocasiones rehúyen la dialéctica sobre los
fundamentos, en aras de un consenso mal entendido con los no creyentes u otras
razones.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En este escrito, cuya intención
es ser lo más breve posible, resulta imposible dar una adecuada respuesta a las
críticas arriba expuestas. Pero conviene esbozar unas mínimas líneas
argumentales, para lo cual abordaré los seis puntos anteriores en orden inverso.
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los dos últimos puntos, referidos
a la dimensión moral del cristianismo, surgen como consecuencia de las dudas
sobre la resurrección y la divinidad de Cristo. En efecto, si Jesús no fue más
que un predicador o maestro de moral, si su muerte no fue más que un “<a href="http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1306181226-cuando-se-ensena-que-la-cruz">accidente laboral</a>”, como ha llegado a decir un teólogo, el cristianismo se reduce a un mensaje de tipo pacifista y
buenista, apenas distinguible de la cosmovisión progresista imperante. La ética
deja de tener un fundamento trascendente y objetivo, y se convierte en cháchara
psicológica de autoayuda o en política. Esto no significa que el proceso de la
incredulidad religiosa siga necesariamente el orden lógico. Probablemente son
muchos los que se han alejado del cristianismo por razones morales, porque no
admiten que nadie les diga “cómo tienen que vivir”. Pero si son mínimamente
coherentes, esto les tiene que llevar a dejar de creer que Jesús sea realmente
el Hijo de Dios, o al menos a adoptar una posición agnóstica sobre el
particular, como si lo realmente importante no fuera quién fue Jesús, sino su
“verdadero mensaje”, que consistiría en entresacar de los Evangelios sólo lo conveniente,
lo que menos compromiso y esfuerzo parece requerir, más allá de una trivial
ética de supuestos mínimos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El problema de la historicidad
del Evangelio es efectivamente la clave de todo, como no podía ser menos. Basta,
para los fines de este breve artículo, señalar al respecto que todos los
intentos de la crítica histórica y textual de cuestionar la credibilidad
histórica del relato de los evangelios, se han visto a su vez cuestionados por
cada generación. Primero se dudó incluso de la existencia histórica de Jesús;
ningún autor serio sostiene hoy tal cosa. Luego vinieron las pretensiones de
datar la redacción de los Evangelios lo más tardíamente posible, pretensiones
que también han sido abandonadas por investigaciones sucesivas. Se ha negado
validez a numerosos detalles históricos y geográficos reflejados en el Nuevo
Testamento, detalles que la arqueología ha venido luego a confirmar<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20cristianismo%20mentira%20o%20verdad.docx#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a>.
En fin, son incontables los intentos de explicar los aspectos más chocantes de
las Escrituras mediante las teorías psicológicas, antropológicas, políticas y
económicas más en boga en cada momento. Toda esta literatura acaba siendo
olvidada, y el Evangelio, con su singularidad irreductible, permanece. Por
mucho que eruditos o diletantes imbuidos de prejuicios materialistas se empeñen
en negarlo o relativizarlo, lo cierto es que algo absolutamente extraordinario
sucedió hace dos mil años en Palestina, algo que no encaja en ninguna teoría
humana.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se comprende que si admitimos la
resurrección de Cristo, la tercera objeción al cristianismo, que hace
referencia a la pluralidad de religiones, resulta inane. Pues el Evangelio no
es tanto una doctrina como un relato, no es tanto una cosmovisión entre otras,
como la noticia de un acontecimiento, el más decisivo de la historia. Pero
incluso sin tener en cuenta la esencia única del cristianismo, la diversidad de
opiniones o creencias no es demostrativa de nada. La religión cristiana puede
ser una entre otras, pero también puede ser la única verdadera. Y por cierto,
esta afirmación pronto ya no podrá ser tildada de eurocéntrica, pues en 2050 el
38 % de los cristianos del mundo serán africanos, frente al 15,6 % de europeos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por último, tenemos los dos argumentos
fundamentales que niegan la existencia de Dios: el problema del mal y la idea
de que el universo puede existir por sí mismo sin necesidad de postular una
inteligencia trascendente. Lo que aquí interesa no es resolver cuestiones tan
hondas en un par de párrafos, sino mostrar que el pensamiento de inspiración cristiana
se ha enfrentado desde siempre con toda seriedad a estos argumentos, y que sus
soluciones como mínimo nos obligan a una reflexión que esté a la altura.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El lugar clásico sobre el tema es
la <i>Suma Teológica</i> de Tomás de Aquino.
El Doctor de la Iglesia por antonomasia plantea con total honestidad la
dificultad: “Parece que Dios no existe” (<i>Videtur
quod Deus non sit</i>), exponiendo los dos argumentos aquí señalados. En primer
lugar, “si... hubiese Dios, no habría mal alguno. Pero hallamos que en el mundo
hay mal. <i>Ergo, Deus non est.</i>” En
segundo lugar, en el supuesto de que Dios no existiera, se podría explicar
“cuanto vemos en el mundo” mediante los principios de la naturaleza y de la
voluntad humana. “Por consiguiente, no hay necesidad de recurrir a que haya
Dios.” (<i>Suma</i>, 1 q. 2 a. 3.)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Es preciso percatarse, en
relación con este último argumento, de su antigüedad, al contrario de la
extendida idea de que han sido los avances de la ciencia moderna lo que ha
convertido en superflua la idea de Dios. No hubo que esperar a Darwin ni mucho
menos a su <i>hooligan</i> Richard Dawkins
para llegar a la conclusión de que el azar y la necesidad parecen suficientes
para explicar todo lo que existe. Muchos siglos antes, ya lo habían propuesto
Demócrito y Epicuro, a cuyos sistemas se refiere más de una vez Santo Tomás. Lo
cual no es óbice para sostener que podría tratarse de una conclusión
equivocada. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Actualmente, lo habitual entre
autores teístas es tratar de mostrar que la idea de Dios no tiene nada de
incompatible con la ciencia, sino con determinadas interpretaciones basadas en
ella. Esto es totalmente cierto, pero el tomismo no se limita a esta argumentación
defensiva, sino que sostiene que es inconcebible que el universo pueda existir
sin próposito alguno. Supera la capacidad de quien escribe tratar de resumir
con justicia el pensamiento de Santo Tomás, cuya consistencia hace muy difícil
trasvasarlo a un lenguaje moderno. En lugar de ello, daré un rodeo que tal vez
permita comprender mejor la solidez de sus fundamentos teleológicos<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20cristianismo%20mentira%20o%20verdad.docx#_ftn2" name="_ftnref2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Existen tres posibles
concepciones metafísicas radicales, en el sentido de ir a la raíz de las cosas.
La primera sería negar que exista ningún tipo de ser subsistente, es decir,
ningún ente que no pueda no existir. Todo es contingente, todo puede ser o no ser,
esta silla, el árbol de la esquina, el universo entero. (Algunos autores han
negado que el universo como un todo se pueda considerar un objeto. Pero esto
choca con los métodos de la cosmología científica, empezando por el mero hecho
de que exista una disciplina cuyo objeto sea el cosmos, como muy bien ha
señalado el filósofo de la ciencia Francisco José Soler.) Lo único
absolutamente imposible es que algo sea <i>y</i>
no sea a la vez, pero en principio todo puede ser <i>o</i> no ser. El problema de esta concepción, que ha repugnado siempre
al pensamiento occidental desde sus orígenes griegos, es que renuncia por
completo a explicar la existencia del orden. Es decir, considera que el orden
mismo es contingente, podría no darse, y por tanto se ve obligada a admitir que
podría truncarse en cualquier instante. (Una franca exposición literaria de
esta concepción se halla en la novela <i>La
náusea</i>, de Sartre.)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La segunda concepción metafísica
surge precisamente del rechazo rotundo a la anterior, y consiste en afirmar que
en realidad todo es necesario, es decir, que todo cuanto existe debe existir
necesariamente, que nada podría haber sido distinto de cuanto es. Esto
supondría, entre otras cosas, negar por completo la libertad humana. Sin embargo,
esta tesis desconcertante consigue parecer admisible concediendo un importante
papel al azar, ya desde Demócrito y Epicuro, que introdujeron una desviación
aleatoria de las trayectorias atómicas para explicar la infinita variedad de sus
interacciones. Pero el azar no está exento de problemas, pues su propia
limitación indica que no es absoluto; no cualquier cosa puede suceder, sino sólo
ciertos eventos delimitados en ciertas circunstancias. (Cuando uno arroja un
dado, espera sólo seis posibilidades, no infinitas, como por ejemplo que el
dado se convirtiera en una moneda, o en un pájaro que se escapara por la
ventana.) Es decir, aún admitiendo la acción del azar, parece que existen
infinitas posibilidades que no se realizan, siendo lógicamente posibles.
Explicar esto desde la concepción de que nada es contingente nos termina
conduciendo a la hipótesis más extrema del llamado <i>multiverso</i>, es decir, que todo lo lógicamente posible existe.
Habría, en consecuencia, infinitos universos paralelos que se distinguen del
nuestro, ya sea por detalles irrelevantes (como que ayer lloviznara en
Barcelona o no, o que Pepito olvidara un recado intrascendente o no), ya sea en
las leyes más fundamentales, como la intensidad de la gravedad o la constante
cosmológica. Esto incluye universos que hasta el minuto actual han sido
indistinguibles del que conocemos, incluso en los sucesos más insignificantes,
pero que empiezan desde ahora mismo a diferir del nuestro en las direcciones
más improbables y disparatadas, mientras no choquen con el principio de
contradicción. Así, hay un universo en el cual, inopinadamente, aparece un
rinoceronte en mi habitación. Esto parece violar varias leyes físicas que
consideramos inmutables, pero en realidad, la única ley inmutable sería que
todo cuanto no es analíticamente contradictorio existe. Lo cual ampara que haya
universos en los que siempre se verifican determinadas leyes físicas (como <i>hasta ahora</i> parece ser el caso del
nuestro) y también universos en los que las leyes físicas no son constantes, o
por ser más precisos, no se verifican siempre. Lo importante es percatarnos de
que no tenemos ningún medio para saber si nuestro universo está entre los
primeros o los segundos. Es decir, por una suerte de sorprendente ironía, nos
vemos conducidos a la posibilidad de un escenario no distinguible en la
práctica de la primera concepción metafísica, la de que todo es contingente,
todo puede suceder, por absurdo que resulte.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
A menudo, los partidarios de que
todo es necesario rehúyen las incómodas consecuencias últimas de su tesis
argumentando que, efectivamente, todo puede suceder, pero en los universos que
no se comportan regularmente es imposible la aparición de la vida inteligente,
y por tanto esta se da sólo en aquellos que casualmente observan un orden
contante. Pero esto es engañoso. Efectivamente, podrían existir innumerables
universos que por su carácter caótico no permitieran la emergencia de vida
inteligente, pero también podrían existir otros tantos con leves
irregularidades, perfectamente compatibles con la aparición de un ser como el hombre.
En el ejemplo del rinoceronte que hemos puesto, podemos imaginar que hechos comparables
por su carácter absurdo ocurrieran sólo una vez en la historia humana (o muy
pocas), y que todo el resto permaneciera igual. Dicho de otro modo, el orden
que observamos en nuestro universo es mucho más elegante y estricto que el que
se requeriría para simplemente permitir nuestra existencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nos queda sólo la tercera
concepción metafísica fundamental. Según esta, existiría un ser necesario que
sería la causa de todos los seres contingentes, sin que estos dejaran de ser
tales. Esta idea parece <i>prima facie</i>
contradictoria. Pues si el ser necesario A causa a B, este será a su vez
necesario, no podría no existir, luego no habrá ningún ser contingente. Esta
aparente antinomia se resuelve mediante el concepto de creación. A no causa a B
de modo necesario, sino libremente, lo que no significa arbitrariamente. Es decir,
de manera absolutamente lógica, por eliminación, nos damos de bruces con la
concepción de un Dios personal, un ser increado, que existe por sí mismo, y que
da origen a todo lo demás por una libre decisión de su voluntad, y sin tener
ninguna obligación ni necesidad de ello. Siguiendo este hilo, vemos que un ser
subsistente es necesariamente infinito y perfecto (es decir, bueno), pues
existiría aunque no hubiera ninguna otra cosa, y por tanto nada puede
limitarlo. De ahí inferimos que el fin de la Creación debe ser bueno, exento de
cualquier interés egoísta o veleidad, algo completamente incompatible con un
ser perfecto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Si tuviéramos que resumir esta
argumentación con un solo concepto, este sería el de orden. El orden cósmico
nos lleva a pensar que no cualquier cosa puede, de hecho, suceder (aunque sí
lógicamente), y que nada sucede sin una razón, en el sentido más amplio del
término, que incluye la motivación inteligente. Y ambas cosas sólo pueden
sostenerse en la existencia de una inteligencia ordenadora primordial, que
elige unas posibilidades y por ello mismo descarta otras, movida por un fin
absolutamente bueno.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ahora bien, la solución teísta se
encuentra entonces con una última pero formidable objeción, la que Santo Tomás
reconoce con toda sinceridad en primer lugar. Si Dios es infinito y perfecto
¿por qué ha creado un mundo imperfecto, donde existe el mal? ¿No podía haber
hecho algo mucho mejor?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El Aquinate responde a esta
cuestión en varios lugares de sus obras, apoyándose en gran medida en San
Agustín. En resumen, podemos decir que caemos en contradicciones cuando
pretendemos obtener el máximo bien eliminando todo mal particular. Un mundo en
el que no existiera por ejemplo el hambre, sería un mundo en el que el ser
humano no hubiera tenido que luchar jamás por su sustento, un Edén en el que
bastaría con extender la mano para obtener los frutos de la naturaleza, o en
que el esfuerzo imprescindible fuera mínimo. En esta clase de paraíso terrenal,
resulta difícil comprender qué motivo hubiéramos tenido para salir de la mera
animalidad, de una existencia comparable a la de un perro que sabe que tiene el
sustento asegurado por su amo. En un mundo así, que no casualmente evoca el
relato del <i>Génesis</i>, no habría
existido el hambre, pero tampoco la técnica, la ciencia, la arquitectura, la
poesía, la música, ni nada de cuanto nos hace diferentes de un perro. Se podría
replicar que Dios mismo nos podría haber educado y guiado para alcanzar todos
esos bienes sin necesidad de acicatearnos con la escasez ni otros males, pero
¿realmente hubiera podido existir un Mozart o un Cervantes sin sufrimiento, sin
esfuerzo, sin desgarradoras vivencias?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Sí, soy consciente de las bellas
y delicadas almas que tildarán este dilema de perverso, de chantaje
inaceptable, y nos dirán algo así como que todas las composiciones de Mozart no
valen que un niño pase hambre un solo día, o algo por el estilo. (Las veo
corriendo a vender todos sus bienes, incluida aquella querida colección de
vinilos, para socorrer a los niños del Tercer Mundo<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20cristianismo%20mentira%20o%20verdad.docx#_ftn3" name="_ftnref3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></a>.)
Algunas de estas almas bellas son las mismas que creen que es mejor abortar a
un ser humano nonato que permitir que nazca y sufra miseria. Es decir, que
sería mejor no haber nacido que sufrir. Estoy absolutamente en desacuerdo, pero
reconozco que no sé cómo argumentar racionalmente mi posición, aunque tampoco
creo que pueda hacerlo la posición contraria.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llegamos así, quizás, a la
disyuntiva fundamental. La de quienes, pese a todos los males de este mundo,
experimentamos una hondísima necesidad de agradecimiento por el simple hecho de
estar vivos (y el agradecimiento sólo es realmente posible a otra persona, no a
un ente inanimado), y quienes por el contrario ven principalmente la existencia
como un motivo de protesta, de queja, aunque paradójicamente aseguren con
frecuencia odiar la muerte, como en el chiste de aquel que se quejaba de que la
comida de un restaurante era muy mala, y encima servían poca cantidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Tal vez, todos los argumentos que
podamos considerar a favor y en contra de la existencia de Dios procedan de estas dos
actitudes fundamentales, que en sí mismas escapan a la argumentación. Y esto
nos lleva de nuevo a lo que fue el arranque de nuestra reflexión, por qué los
cristianos disminuyen en Europa y Norteamérica, y en cambio aumentan en África o en China, pese a las persecuciones.
Puede que la respuesta, en el fondo, sea tan simple como que unos, en medio de
su abundancia material, están más aburridos, por no decir cansados de la vida, mientras
que otros demuestran muchas más ganas de vivir, y por tanto de darle las gracias a
Aquel que nos ha creado y entregó a su hijo por nosotros.</div>
<br />
<div>
<!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<br />
<div id="ftn1">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20cristianismo%20mentira%20o%20verdad.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a> Por
poner sólo un ejemplo, la primera evidencia epigráfica de la existencia del
pueblo de Nazaret no se halló hasta 1962, poniendo en ridículo las teorías que
la consideraban una localidad mítica. (Vittorio Messori, <i>Hipótesis sobre Jesús</i>, Ediciones Mensajero, Bilbao, 2008, pp.
226-227.)<o:p></o:p></div>
</div>
<div id="ftn2">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20cristianismo%20mentira%20o%20verdad.docx#_ftnref2" name="_ftn2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a> Los pacientes
lectores de mi blog ya conocen las reflexiones siguientes por entradas
anteriores, por lo que espero no aburrirles demasiado.</div>
</div>
<div id="ftn3">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20cristianismo%20mentira%20o%20verdad.docx#_ftnref3" name="_ftn3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></a> Se podrá
tachar el comentario de demagógico. Pero lo es mucho más culpar a Wall Street y
seguir durmiendo bien por las noches, sin desprendernos de nuestra discoteca personal;
modestísima, por supuesto: por lo visto, nunca somos lo suficientemente ricos
para no culpar a otros de la desnutrición en el mundo.<o:p></o:p></div>
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-31512294612354217442015-03-29T21:05:00.000+02:002015-03-29T21:05:03.862+02:00El Síndrome de HALEn la película de Stanley Kubrick, <i>2001: una odisea del espacio</i>, un ordenador llamado HAL, dotado de una inteligencia similar a la humana, y aparentemente desprovisto de emociones, asesina a toda la tripulación de una nave espacial, excepto a uno de sus miembros, al cual trata de impedir su reingreso en la nave, de la que había salido momentáneamente. Aunque el guión deja abierta a especulaciones las causas de la actuación de HAL, sí queda claro que este se habría anticipado a los intentos de ser relevado por la tripulación, debido a sospechas de una anomalía en su funcionamiento.<br />
<br />
En 2015 -y ahora hablamos desgraciadamente de la realidad, no de una ficción cinematográfica- el copiloto <i>Herr</i> Andreas Lubitz, persona que bajo su apariencia de normalidad y competencia ocultaba un historial médico que le incapacitaba para volar, estrella intencionadamente en los Alpes una aeronave con 150 personas a bordo, tras impedir al capitán, que había salido momentáneamente de la cabina, su acceso a esta.<br />
<br />
Podríamos llamar "Síndrome de HAL" al estado psicológico de un sujeto dispuesto a cometer un crimen en las siguientes circunstancias:<br />
<br />
-El sujeto desempeña un puesto de grave responsabilidad, del que dependen vidas humanas.<br />
<br />
-El sujeto oculta problemas que podrían incapacitarle para ejercer ese puesto.<br />
<br />
-El sujeto se insubordina tomando el control total de la situación.<br />
<br />
-El sujeto altera radicalmente el sentido de la misión que le había sido confiada, con consecuencias fatales.<br />
<br />
¿Por qué falló HAL? ¿Había un error en su programación que, combinado con determinadas circunstancias externas, propició que terminara enloqueciendo? ¿O bien había adquirido libre albedrío, y por tanto la capacidad de hacer el mal, de ser tentado por el orgullo de pensar que él comprendía la naturaleza de su misión mejor que los propios humanos?<br />
<br />
El crimen de Andreas Lubitz inspira similares preguntas, que quizás nunca podamos responder del todo. ¿Era solamente un enfermo? ¿O un orgullo desesperado le impidió soportar la idea de acabar siendo destituido? Para el cristianismo, el mal en esencia es una insubordinación contra el Creador, es desviarse de la misión que le ha sido encomendada a uno, como si nos perteneciera por derecho propio; es la soberbia de no querer admitir nuestra imperfección.<br />
<br />
No debería sorprendernos tanto que un suicida esté dispuesto a llevarse por delante la vida de otras personas. Si no aprecia la suya, no se ve por qué debería valorar la ajena. Pero el estrecho parentesco moral entre matarse a uno mismo y matar a otros difícilmente se percibirá si olvidamos que el mal es una rebelión metafísica, y no un mero conflicto de derechos subjetivos. Mientras Europa fue cristiana, siempre estuvo claro que no porque alguien se mate a sí mismo, o porque mate a otro con su consentimiento, deja de cometer un acto objetivamente malo. Si Lubitz se hubiera cortado las venas en la soledad de su cuarto de baño, su culpa sólo habría sido menor en un sentido cuantitativo, porque habría matado a uno en lugar de a ciento cincuenta. Hubiera sido preferible, sin duda, pero tampoco disculpable.<br />
<br />
¿Es tan distinto Lubitz del terrorista sin antecedentes psiquiátricos que perpetra una masacre, inmolándose en el acto? Lo único que sabemos es que el hombre que se niega a reconocer sus limitaciones, que olvida quién es y de dónde procede, recuerda poderosamente a HAL.<br />
<br />
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/dSIKBliboIo" width="420"></iframe>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-44453741103070496322015-03-27T10:12:00.001+01:002015-03-27T10:13:46.179+01:00Teoría de la abstenciónHay tres posibles motivos para abstenerse de votar en unas elecciones democráticas:<br />
<br />
1) Pasotismo. Es la abstención de los indiferentes, de aquellos a los que les importa un pimiento la política, o no lo suficiente para realizar el pequeño esfuerzo de dirigirse a su colegio electoral a ejercer el derecho de sufragio.<br />
<br />
2) Protesta. Es la abstención de quienes opinan que "todos los políticos son iguales", que "todo es mentira", y no quieren ser partícipes de lo que consideran una farsa. Dentro de este grupo podríamos establecer una subdivisión entre quienes son doctrinalmente contrarios a la democracia, y quienes creen que lo que existe no es una "verdadera" democracia.<br />
<br />
3) Falta de opciones. Es la abstención de quienes querrían votar, pero no encuentran un partido acorde con su manera de pensar, y no creen en la concepción malminorista del "voto útil". Tampoco creen que sirvan para nada el voto en blanco o el voto nulo.<br />
<br />
La primera motivación, el pasotismo, es tan difícil de defender como de rebatir, porque en realidad se trata de una posición preintelectual. Quien <i>pasa</i> de votar no necesita ningún argumento para ello; de lo contrario, encajaría en las motivaciones 2 o 3. Lo que sería interesante es saber cuál es la proporción de este tipo entre los abstencionistas, que en la mayoría de países democráticos suelen ser el primer "partido".<br />
<br />
Las motivaciones 2 y 3 deben valorarse en función del régimen político de que se trate. Aquí nos circunscribiremos a elecciones en países realmente democráticos, es decir, en aquellos donde la oposición pueda concurrir con unas mínimas garantías. En este caso, la idea popular de que "todos son iguales" es difícilmente defendible. Más bien nos parece que en ella late una forma de pereza intelectual: me abstengo de valorar las diferentes opciones políticas porque eso es muy cansado, pero me excuso diciendo que son los mismos perros con distintos collares o cualquier otro lugar común. En este sentido, los abstencionistas de tipo 2 serían reducibles a los de tipo 1, excepto aquellos que realmente consideren que la democracia, tal como se suele entender en Occidente, al menos, es un error. Sospecho que este tipo de abstencionista es raro, pues normalmente, quien no cree en la democracia de tipo occidental no suele tener empacho en votar a partidos totalitarios que, de forma más o menos explícita, prometen destruirla desde dentro.<br />
<br />
Nos queda el abstencionista de tipo 3, al que podríamos llamar también el ciudadano "huérfano", aquel que, muy a su pesar, no se reconoce en ninguna opción política que presente candidaturas. Sospecho también que se trata de un tipo no muy común, pues lo habitual es que prevalezcan las consideraciones de "voto útil", de votar al partido menos malo (menos alejado de mis ideas y principios) o incluso el famoso votar "con la pinza en la nariz". Creo, dicho sea de paso, que el voto útil, sobre todo cuando llega a estos extremos malolientes, es un error, pues lo único que consigue es precisamente que esa opción política soñada no aparezca nunca, ya sea por fundación de un nuevo partido o por regeneración de alguno ya existente.<br />
<br />
Otra razón que tiende a reducir el abstencionismo de tipo 3 (aunque <i>prima facie</i> parezca que consigue lo contrario) es la idea de "principios no negociables" (PNN), que procede del ámbito católico, aunque podría extenderse a otros. Se trata de la idea de que para votar a un partido, este tiene que cumplir unos requisitos ideológicos mínimos; por ejemplo, ser provida. Esta actitud es muy consecuente y loable, pero a veces tiende a interpretarse equivocadamente, en el sentido de que habría que votar cualquier partido que cumpla con los PNN, aunque <i>además</i> defienda cosas con las cuales podemos estar muy en desacuerdo; por ejemplo, ideas de cariz preliberal o antiliberal. Esto llevaría, como digo, a hacer más minoritaria la figura del abstencionista de tipo 3, pues algunos ciudadanos creerían estar en la obligación moral de votar a determinados partidos, simplemente por ser compatibles con los PNN, cuando en realidad, esta doctrina, si no estoy equivocado, indica sólo a qué partidos <i>no</i> se puede votar en ningún caso, pero no ofrece una orientación positiva del voto.<br />
<br />
Creo que, a diferencia de lo que se suele decir, y de lo que escucharemos con frecuencia en este año de citas electorales, un ciudadano responsable puede verse en la tesitura de tener que abstenerse por los motivos expuestos aquí en tercer lugar. Esto no debe confundirse con la posición de quienes no votan a su partido preferido, porque supuestamente no tendría ninguna posibilidad. Excelente ejemplo de profecía autocumplida, pues, efectivamente, si todos los votantes potenciales de un partido pensaran así, este no obtendría ningún voto. Quienes razonan de esta guisa, o bien acaban practicando el voto útil, o bien incurren en la abstención de tipo 1. Pero para votar cualquier cosa, lo mejor es no votar.<br />
<br />
No pretendo que esta reflexión se entienda como una llamada a la abstención en las próximas citas electorales. Lo que personalmente deseo es que <a href="http://archipielagoduda.blogspot.com.es/2015/03/el-futuro-de-vox.html">mi opción política preferida</a> se presente a las elecciones de mi municipio, de mi comunidad autónoma y de mi nación. Sólo si no lo hace, dejaré de ejercer mi derecho de sufragio, lo cual no deja de ser otra forma de expresarse, pero que conviene distinguir del escepticismo vulgar y estéril del "todos son la misma porquería". Cosa que afortunadamente no es cierta.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-17935554338401593332015-03-25T09:30:00.003+01:002015-03-25T09:30:35.422+01:00El futuro de VoxVox es el único partido liberal-conservador que hay en España. Más concretamente, es la única formación que defiende <i>a la vez</i> ideas como las siguientes:<br />
<br />
-La reducción drástica del Estado y el desmantelamiento de las autonomías.<br />
-La vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.<br />
-El mercado libre.<br />
-La familia.<br />
-La libertad educativa de los padres.<br />
-La identidad judeocristiana de España y Occidente.<br />
<br />
En las últimas elecciones al parlamento europeo, Vox cosechó unos 250.000 votos, insuficientes para obtener al menos un diputado. Pero se trató de un resultado notable para un partido que acababa de fundarse, y que, a diferencia de Podemos, no había tenido el menor respaldo de los medios de comunicación. Sin embargo, el pasado domingo, en las elecciones andaluzas, la formación liderada por Santiago Abascal sólo obtuvo 18.000 votos, casi catorce mil menos que el Partido Animalista. Las razones de este fracaso sin paliativos podrían ser fundamentalmente tres:<br />
<br />
1) Vox puede haber cometido errores de comunicación y de estrategia, así como en la confección de las listas de candidatos y la elección del cabeza de cartel, Francisco Serrano.<br />
<br />
2) El mensaje de Vox no ha llegado a mucha gente, debido al ninguneo mediático favorecido por la larga mano del gobierno de Rajoy y Soraya. A ver quién es el guapo que se juega la suculenta publicidad institucional y hasta las licencias televisivas futuras por unos ideales o simplemente por eso que llaman la libertad de información. Es indudable que mucha gente, un año después de que Abascal, Ortega Lara y Espinosa de los Monteros, entre otros, fundaran el partido liberal-conservador, sigue sin enterarse de que existe, o de que en él ya no milita Vidal-Quadras, al que algunos atribuyeron, con razón o sin ella, motivaciones oportunistas.<br />
<br />
3) El mensaje de Vox no es sólo que no haya llegado, es que no gusta a la mayoría de la gente. Las ideas de mercado libre, responsabilidad individual, oposición al aborto, sencillamente no gustan en un país donde la mentalidad predominante es que el Estado está obligado a garantizarnos una "vida digna", e incluso una "muerte digna". Cualquier tipo de mensaje moral firme es percibido por la sociedad española actual como una inadmisible injerencia en la vida privada, como un retroceso al nacional-catolicismo. La gente muestra impúdicamente su intimidad en las redes sociales y los perfiles de WhatsApp, pero pobre de ti si sostienes que lo mejor para los niños es tener una madre y un padre, o que la baja natalidad es un grave problema, o que nadie puede decidir sobre la vida de un ser humano en edad embrionaria. ¡Te estás metiendo en sus vidas!<br />
<br />
De estas tres explicaciones, la primera es la que me parece menos sostenible, aunque pueda tener una pequeña parte de verdad. No he seguido apenas la campaña electoral, pero creo que en general ha sido bastante potable, y aunque no conozco demasiado a Francisco Serrano, me consta que algunos candidatos son personas de gran talla intelectual y moral, con alguno de los pensadores más destacados del panorama liberal-conservador, como Francisco José Contreras (con importantes obras como <i><a href="http://esradio.libertaddigital.com/fonoteca/2015-03-21/entrevista-a-francisco-contreras-85698.html">El sentido de la libertad</a></i> o <i>Liberalismo, catolicismo y ley natural</i>, entre las más recientes) y un programa económico que <a href="http://esradio.libertaddigital.com/fonoteca/2015-03-20/economia-vox-propone-liberalizar-la-economia-espanola-85688.html">mereció elogios del prestigioso economista Juan Ramón Rallo</a>, autor de <i>Una revolución liberal para España</i>, o <i>Los errores de la vieja economía</i>. Asimismo, tampoco me parecen acertadas las propuestas de pactos con otros partidos (suponiendo que esos partidos estuvieran dispuestos), pues para reducir los principios ideológicos a la mínima expresión ya hemos tenido a la UCD y al PP durante años.<br />
<br />
La segunda explicación es innegable, pero hay que admitir que es extensible a las decenas de partidos que se presentan a las elecciones sin obtener nunca representación parlamentaria. Aunque no me cabe duda de que los medios deliberadamente eludieron informar de Vox para no indisponerse con el ejecutivo, es bien cierto que tampoco las encuestas aportaban un pretexto para ello. ¿Por qué hablar de Vox y no de FE de las JONS o Recortes Cero, que también han obtenido algunos millares de votos?<br />
<br />
Creo que la tercera explicación es la más decisiva. Después de todo, la gente vota lo que quiere, y se entera también de lo que le interesa. Y está claro que las ideas de Vox son hoy muy minoritarias en España. Las encuestas sobre temas en profundidad confirman que somos uno de los países con mentalidad más estatista en la ya de por sí estatista Europa. Llamamos "emprendedores" a los que invierten, porque "empresario" es prácticamente un insulto, y la palabra "privatizar" es una de las más polémicas del léxico político. Además hay un déficit enorme de intelectuales, artistas o simplemente celebridades que se manifiesten claramente a favor de la vida o de la familia. Un partido que defienda la iniciativa y la responsabilidad individuales, será así por muchos años minoritario.<br />
<br />
Pero que seamos pocos quienes creamos en las ideas liberal-conservadoras no es ningún motivo para abandonar, sino todo lo contrario. Hay que continuar defendiéndolas mientras las cuotas de afiliados y las donaciones de simpatizantes permitan distribuir algunas octavillas y mantener una presencia en internet y algunos medios. Hay que seguir intentándolo mientras materialmente se pueda, como llevan haciéndolo desde hace años los militantes y simpatizantes de muchos otros partidos sin representación.<br />
<br />
Hay quienes opinan que estas ideas deben defenderse desde dentro de un partido grande, como el PP, o uno de los emergentes, como Ciudadanos. En primer lugar, esto sería válido si el Partido Popular fuera un partido dedocrático, digo democrático (en qué estaría pensando), como el Partido Republicano en los Estados Unidos. En segundo lugar, el ideario de Ciudadanos está demasiado alejado, en algunos puntos esenciales, de las ideas liberal-conservadoras. Y en tercer lugar, la integración en otro partido tendría sentido en una sociedad como la norteamericana, donde las ideas liberal-conservadoras (que allí se llaman simplemente <i>conservadoras</i>, puesto que están en el ADN de la nación) tienen un profundo arraigo en la sociedad civil, y una gran capacidad de influencia en la clase política. En España, la minoría liberal-conservadora necesita figuras visibles y distinguibles, con voz propia.<br />
<br />
Bastaría un solo diputado, para empezar. Se trata de un objetivo muy modesto, pero al menos realista. Si un partido extraparlamentario es comparable a un equipo de fútbol de segunda división, Vox sería uno de los que tienen más posibilidades de ascender de categoría. Hay que seguir animando al equipo hasta que lo consiga.Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-24313490854576034772015-03-21T11:12:00.004+01:002015-03-21T11:14:06.446+01:00Reflexiones andaluzasMañana se vota en Andalucía. Desde esta lluviosa Tarragona, permítanme desgranar algunas reflexiones sobre los tipos de votantes que, previsiblemente, acudirán a las urnas.<br />
<br />
<b>1) <i>Los conservadores</i></b>, en sentido literal. Es decir, todos aquellos que en esencia quieren <i>conservar</i> el actual estado de cosas en la comunidad autónoma, con algunos pequeños retoques cosméticos, como mucho. Son los partidarios del regadío, esto es, el riego de millones de euros del amigo Erario en forma de ayudas y subvenciones de todo tipo. Son los partidarios de que si su hija de dieciséis años llega un día a casa preñada, la puedan acompañar al abortorio más cercano, y "resolver" el problema de la manera más higiénica, y por supuesto a cargo del amigo Erario. Incluso los hay que prefieren no enterarse, y que la niña pueda haber ido ya por su cuenta. Son personas pragmáticas, que no necesitan creer en nada en particular para emocionarse con la Semana Santa, porque las tradiciones son las tradiciones. Y si la niña quiere tener el hijo, tratarán de convencerla de la manera más suave posible de que lo mejor para ella sería abortar, porque tiene "toda la vida por delante". Personas modernas, en fin, que están de enhorabuena, porque pueden votar no a uno, sino a dos partidos, el PSOE o el PP. Las diferencias son matices insignificantes, y desde luego mucho más irrelevantes que las existentes entre béticos y sevillistas.<br />
<br />
<b>2) <i>Los furiosos</i></b>. Son todos aquellos convencidos de que el Estado puede legítimamente apropiarse de la mitad o más de la riqueza de los ciudadanos (en esto coinciden a grandes rasgos con los anteriores), pero consideran un robo intolerable que luego no les llegue su parte, en forma de subsidio, prestación o chollo, y por eso están muy enfadados; tanto que quieren liarla. Quieren entrar a saco en las fincas de los ricos (tanto literal como metafóricamente hablando) y repartirse el botín. Y piensan que tras el reparto... bueno, en realidad no piensan mucho en qué harán después. Para eso ya están sus líderes políticos, que saben perfectamente que después sólo puede haber una espiral de represión creciente, para culpar del desastre social a que nos abocarían a los <i>escuálidos</i>, como dicen sus mentores venezolanos, y seguir exprimiendo la poca riqueza que quede por repartir. Todo por el interés general, por supuesto. Estos también tienen dos partidos, Izquierda Unida y Podemos, aunque parece que van a decantarse más por el último, que ha sido más hábil en encontrar patrocinadores bolivarianos e islamistas.<br />
<br />
<b>3) <i>Los</i> <i>aseados</i></b>. Estos se encuentran en una situación intermedia entre los dos grupos anteriores. Son por un lado "conservadores", porque en lo esencial no quieren cambiar nada de lo que llaman <i>Estado del Bienestar</i> (sanidad gratis, escuela laica gratis, pensiones aseguradas, aborto gratis) pero están muy legítimamente enfadados con los escándalos de corrupción. Así que proponen medidas de regeneración como la democratización de los partidos, o el refuerzo de la independencia judicial. Medidas que vienen a ser como ducharse todas las mañanas: están muy bien para empezar, pero luego viene lo más importante; y en esto, no parece haber grandes diferencias respecto a los que he llamado <i>conservadores</i>, en sentido literal. Ah, me olvidada, estos pueden votar a Ciudadanos o a UPyD.<br />
<br />
<b>4) <i>Los heroicos</i>.</b> Estos son curiosos. Por un lado, están también indignados por la corrupción. Pero piensan que esta empieza, estructuralmente, cuando el Estado se apropia de casi la mitad de la riqueza de los ciudadanos vía impuestos, esto es, coactivamente. Son personas que también valoran el bienestar, pero a diferencia de casi todo el mundo, no consideran que sea gratis, que exista nada gratis, ni que todo se reduzca a lo material. Piensan que las comodidades sólo pueden proceder del esfuerzo individual y la responsabilidad. Por eso defienden <b>un Estado austero</b>, que permita el ahorro después de impuestos, lo que incluye <b>el desmantelamiento gradual de las autonomías</b>, convertidas en la consagración institucional de la irresponsabilidad y la deslealtad nacional. Defienden además <b>una educación libre de interferencias estatales</b>, de manera que sean los padres quienes decidan si quieren que sus hijos crean también en algo más que en las vacaciones pagadas y la jubilación, o si prefieren los vacuos estribillos relativistas y buenistas de la escuela laicista. No quieren que sus hijos no sepan asumir la responsabilidad de sus actos, y por eso no opinan que un embarazo no deseado se "resuelva" con un aborto. Al contrario, <b>consideran que la vida humana es un don</b>, que debe ser protegido de esos médicos indignos que violan el juramento hipocrático. Son también conservadores, pero en un sentido mucho más noble que la primera acepción del diccionario. Lo que ellos quieren conservar no es un <i>statu quo</i> política y moralmente corrupto, sino <b>el legado espiritual judeocristiano, la familia natural, la Nación española, el Estado de Derecho y la economía de mercado</b>. ¡Casi nada! Estos ciudadanos tienen su partido, llamado <a href="http://www.voxespana.es/vox/">Vox</a>, fundado hace poco más de un año por Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara. No los verán mucho en la televisión, porque la verdad es que creer en algo que choque con el gratis total y la irresponsabilidad total, no está muy de moda. Hoy la épica queda para el cine, el deporte y la extrema izquierda. Fuera de ahí, tiende a considerarse de mal gusto, o sea, extrema derecha. <b>Se dice incluso que el voto a Vox es un voto tirado a la papelera. Lo dicen, eso sí, quienes hace tiempo que tiraron a la papelera sus convicciones y su conciencia.</b><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhA03WWsa3VChekiZtR1rEGfEy8hi4Wrirw9suZXIUgkqS94t6Kl0h8MEBTsjaPfIthJmoawHPc6dq3f7v0y68AE5u7DdoyPIyCB_9nmeyfM41iIqiDVG4tf2mxwcwhaM5pxmhPDWiEqNPJ/s1600/twfserrano.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhA03WWsa3VChekiZtR1rEGfEy8hi4Wrirw9suZXIUgkqS94t6Kl0h8MEBTsjaPfIthJmoawHPc6dq3f7v0y68AE5u7DdoyPIyCB_9nmeyfM41iIqiDVG4tf2mxwcwhaM5pxmhPDWiEqNPJ/s1600/twfserrano.png" height="203" width="430" /></a></div>
<br />Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-50301248137303747862015-02-28T23:47:00.000+01:002015-02-28T23:49:58.682+01:00Examen del materialismo<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El materialismo ha triunfado, por
ahora. En las sociedades contemporáneas occidentales, el discurso predominante
en los medios de comunicación, en el cine, en las series, en los libros de
divulgación y en las novelas asume en nuestros días, de manera al menos
implícita, un conjunto de postulados a los que me referiré como <i>materialismo</i>. Entiendo por tal una
concepción de la existencia según la cual, o bien no existe un Dios personal, o
bien existe, pero ello no afecta apenas en nada a nuestra forma de vivir. El
materialismo no necesitaría basarse en una definición positiva de <i>materia</i>. Simplemente sostiene que la
realidad primordial o básica es de naturaleza inconsciente, carente de
intencionalidad y finalidad. Incluso admite una definición aún más amplia: que
la materia, aunque hubiera sido creada por Dios, podría igualmente existir por
sí misma y estar sujeta a leyes físicas autosuficientes. Lo cual, por cierto,
convierte la creación en un acto anecdótico y prescindible que, no sin lógica,
los materialistas más consecuentes rechazan. Posiblemente esta sea la razón del
éxito del materialismo contemporáneo, el no ser incompatible con la creencia en
un Dios, con la única condición de que sea superfluo y moralmente inoperante,
como los dioses remotos de Epicuro.<br />
<br />
La definición anterior ya sugiere
la existencia de dos grados en el escalafón del materialismo. El más
minoritario lo componen los ateos, los más conscientes y hasta entusiastas, que
suelen divulgar los principios materialistas como si se tratara de una buena
nueva supuestamente liberadora. El círculo más amplio abarca desde los agnósticos
hasta quienes creen de forma más o menos vaga en un Dios a su medida, cuyo
único precepto sería algo así como “sed felices”, dejando a la conciencia de
cada cual determinar el mejor medio para cumplir ese objetivo. Podría parecer que
es excesivo incluir esta forma de deísmo dentro de la categoría materialista.
Pero tenemos dos razones para ello. La primera es que lo que caracteriza el
fenómeno que aquí pretendemos elucidar y criticar es que se traduce en un
estilo de vida (el cual describiremos a continuación) y en este sentido, el
ateo dogmático y el agnóstico o incluso deísta contemporáneos no se distinguen
apenas. De hecho, una de las principales bazas del materialismo es que se suele
presentar bajo un ropaje positivista, es decir, alejado de todo
fundamentalismo. Sin embargo, el materialismo es tan fundamentalista como
cualquier otra tesis que de forma teórica o práctica sostiene alguna tesis
acerca de la realidad <i>fundamental</i>. La
segunda razón es que esa forma de deísmo vaporoso es claramente una antesala
del agnosticismo y el ateísmo. Aclaro esto último brevemente.<br />
<br />
Un Dios indiferente, o un Dios <i>colega</i>, desactivan la apuesta de Pascal.
Según este pensador, creer en Dios es la apuesta más racional, porque si no
existe, no hemos perdido nada con haber creído en él, salvo quizás pasar los
domingos en misa en lugar de quedarnos en la cama escuchando programas
radiofónicos de entretenimiento, como ha señalado irónicamente T. J. Mawson.
Mientras que si existe nos aseguramos la felicidad eterna en la otra vida.
Actualmente, sin embargo, incluso entre católicos, está muy extendida la visión
de una divinidad complaciente, que ni siquiera negará la salvación a los ateos
más contumaces, al menos mientras no hayan asesinado ancianitas. Así que el
razonamiento pasa a ser más o menos algo así como: “Mejor quedarme en cama los
domingos por la mañana, porque de todos modos, si al final resulta que hay un
Dios, no se va a molestar porque haya creído poco o nada en Él, y menos aún
porque no haya cumplido con determinados rituales, que váyase a saber si fueron
instituidos realmente por Jesús.”<br />
<br />
Describamos sucintamente el
estilo de vida materialista, sin lo cual nuestra definición no es
verdaderamente completa. El materialista contemporáneo es un tipo convencido de
que los principios morales existen independientemente de Dios, suponiendo que
siquiera exista. Que Dios quiera el bien sería sólo algo añadido al bien, y por
tanto inesencial, aunque se trate de una idea que a algunos pueda reconfortar
de algún modo. Por tanto, un materialista no sólo declinará la práctica de
cualquier religión, incluso aunque declare ser creyente, sino que conducirá su
vida con arreglo a la moral tal como él la entiende. Esto en la práctica
equivale a lo que llamaré la <i>moral minimalista</i>,
que se reduce a una interpretación ya de por sí restringida del quinto y
séptimo mandamientos, <i>no matarás</i> y <i>no robarás</i>. Digo que se trata de una
lectura restringida, porque no excluye el aborto o la eutanasia. Y es además
compatible con la elevada fiscalidad propia de la socialdemocracia europea, que
considera justificado que el Estado obtenga coactivamente cerca del 50 % de la
riqueza producida por los ciudadanos. El estilo de vida materialista se
caracteriza así por defender una elevada promiscuidad sexual en todas sus
formas, incluyendo la homosexualidad, el onanismo y la pornografía, así como
una externalización de la responsabilidad hacia el Estado, encargado de velar
por el bienestar individual desde el nacimiento hasta la muerte. Esto implica
una renuncia a considerables parcelas de libertad (y no sólo en sentido
económico) al tiempo que paradójicamente se pregona que la libertad es el valor
supremo. No es difícil de entender: el materialismo concibe la libertad como el
poder de satisfacer nuestros deseos, en abierta ruptura con la tradición clásica
y judeocristiana, que conceptúa el autodominio de las pasiones como la más alta
forma de libertad. Como nos recuerda Francisco José Contreras,<br />
<br />
“...desde Platón y Aristóteles se
había entendido que la ‘vida buena’, la vida digna del hombre, requería una
laboriosa domesticación y encauzamiento racional de los instintos, las
pasiones, los deseos. En eso precisamente –en la liberación de la esclavitud de
los apetitos en aras de la consecución de bienes superiores– consistía la
‘libertad grande’, la ‘libertad mayor’.<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20materialismo.docx#_ftn1" name="_ftnref1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span></span></a>”<br />
<br />
Por su parte, la libertad
materialista puede muy bien llegar a percibirse como compatible con el
colectivismo, con tal que el resultado sea la gratificación sensorial y
afectiva de los miembros de la colectividad, resultado que un gobierno
ilimitado puede evaluar a su conveniencia. En este caso la libertad se
identifica con la que se puede arrogar una élite totalitaria para someter por
completo a los individuos a cualquier arbitrariedad.<br />
<br />
Podría parecer que el
materialismo no conduce de manera necesaria al socialismo ni al hedonismo; sin
embargo, carece de razones absolutas para oponerse a ambos, lo cual viene a ser
lo mismo. El materialista partidario de los derechos humanos inalienables y
contrario al aborto, lo sepa o no, está usufructuando conceptos ajenos al
materialismo. Con sus posiciones, niega la libertad entendida como mera capacidad
de satisfacción, y niega que la persona humana se reduzca a un epifenómeno de
la organización molecular. En definitiva, rechaza que el fin justifique los
medios, cosa que un materialista consecuente de ningún modo podrá nunca
sostener de manera absoluta. Siempre son los más lúcidos materialistas quienes
abogan por la eugenesia, las esterilizaciones forzosas, la eutanasia, el
aborto, el infanticidio e incluso una dictadura para “salvar al planeta”, en
nombre de la “ciencia”. Quienes se oponen a ello sin creer en el Dios
judeocristiano pertenecen a ese club de “vagarosos y aficionados” que “de
siempre han intentado mezclar las dos concepciones”, como decía un cínico (pero
en esto certero) personaje de <i>El cero y
el infinito</i>, de Koestler.<br />
<br />
El problema del materialismo es
que está equivocado. Sencillamente, no es verdad que podamos comprender el
universo como un conjunto de leyes autosuficientes, ni tampoco que la moral
pueda entenderse independientemente de una idea del Bien absoluto. Empezando
por lo primero, hay que señalar que las leyes de la naturaleza no son la
explicación de los fenómenos de la naturaleza (como ya señaló Wittgenstein)
sino precisamente lo que habría que explicar. Que las manzanas caigan al suelo
según una ley que relaciona su masa con la terrestre y la distancia nos dice
cómo suceden tales fenómenos, y nos permite poner satélites en órbita, entre
innumerables aplicaciones más. Pero con ello todavía no hemos avanzado un
milímetro en entender por qué existe esa ley y no otra, o por qué existe
cualquier tipo de ley, y no un mero caos o simplemente nada en absoluto. Para
los fundadores de la ciencia moderna, como Galileo o Newton, estaba claro que
el universo había sido proyectado por una mente infinita, y ello era la
garantía de su inteligibilidad, al menos parcial, por la mente humana. Pero desde
el momento en que prescindimos del proyectista, las leyes naturales se
convierten en un hecho bruto, inexplicable, o del cual sería incluso ilegítimo
demandar explicación, según pretende el positivismo. Este sería el gran logro
intelectual del ateísmo y el agnosticismo.<br />
<br />
Los intentos de algunos
cosmólogos por ofrecer una respuesta alternativa a la doctrina de la creación,
más allá del subterfugio positivista, son francamente desesperados. Los más
serios y consistentes nos llevan a contemplar un multiverso compuesto de
infinitos universos distintos al nuestro, cada uno con sus propias leyes
físicas. Aparentemente, esto disolvería el interrogante de por qué existen las
constantes físicas conocidas y no otras –sencillamente, existirían todas las
posibles. Pero el problema principal de esta tesis es que, entre todos los
universos posibles en los que las constantes físicas hubieran permitido la
aparición de vida inteligente, podemos concebir infinitos mucho más irregulares
y matemáticamente inelegantes que el nuestro. Como observa el filósofo de la
ciencia Francisco J. Soler:<br />
<br />
“El multiverso puede explicar, o bien la
simplicidad, o bien la fecundidad de las leyes de la naturaleza, pero nunca
ambos rasgos.<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20materialismo.docx#_ftn2" name="_ftnref2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span></span></a>”<br />
<br />
¿Tan difícil
es reconocer la posibilidad de una inteligencia primordial que hubiera
descartado, con su elección omnisciente, infinitos universos extravagantes?
Esta es la tesis que defendió con particular clarividencia Gottfried W. Liebniz,
una de las mentes más privilegiadas de la historia:<br />
<br />
“Es preciso también que esta
causa [del mundo] sea inteligente; porque siendo contingente este mundo que
existe, y siendo igualmente posibles una infinidad de otros mundos, y aspirantes
también a la existencia, por decirlo así, lo mismo que aquel, es imprescindible
que la causa del mundo haya tenido en cuenta o consideración todos estos mundos
posibles al determinar uno. Y esta consideración o relación de una sustancia
existente respecto a las simples posibilidades, no puede ser otra cosa que el
entendimiento en que se dan las ideas de todas ellas, y el determinar la
existencia de una, no significa otra cosa que el acto de la voluntad que
escoge...<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20materialismo.docx#_ftn3" name="_ftnref3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[3]</span></span></span></a>”<br />
<br />
Nos enfrentamos a problemas no
menos graves cuando intentamos prescindir de la idea de Dios en relación con la
ética. Si sólo somos el resultado de un azar evolutivo cualquier norma de
conducta es pura convención. Incluso si admitimos (lo que parece plausible) en
nuestras nociones morales una cierta genealogía biológica, ello no les
conferiría un carácter sagrado. Podrían ser modificadas, en un futuro no
lejano, del mismo modo que hacemos con cualquier otra circunstancia de nuestro
entorno natural. Por lo demás, todos los intentos de fundar la moral sobre una
racionalidad independiente de la existencia de Dios se han revelado vanos sin
excepción. Si somos un accidente molecular, no existe ningún imperativo categórico;
y si nuestra dignidad no procede de la dignidad original e irreductible de un
Creador, no es más que palabras.<br />
<br />
Quienes argumentan que no
necesitan creer en Dios para hacer el bien, incurren en una radical confusión. La
corriente principal del pensamiento cristiano siempre ha afirmado que Dios
elige el bien, no que el bien sea meramente lo que Dios elige –como si hubiera
podido decretar otros mandamientos distintos. (Ya lo sostuvo también Platón, en
su <i>Eutifrón</i>.) Pero esto no significa
que el bien sea algo diferente de Dios, algo realizable independientemente de
Dios. Las buenas obras no lo son sólo porque Dios las ordene, pero sí porque en
esencia consisten en acercar a la criatura humana al origen de toda bondad, que
es Dios. El amor al prójimo es un reflejo del amor del Creador que nos ha dado
la existencia. Sin el original, el reflejo no es siquiera pensable. El
autodominio de las pasiones que preconizan el pensamiento clásico y el
judeocristiano no es más que una mera disciplina gimnástica si ignoramos la
condición espiritual (es decir, creatural) del hombre, un ser destinado a la
eternidad.<br />
<br />
El materialismo fracasará, aunque
pueda cosechar victorias momentáneas y parciales. Nuestra sociedad se enfrenta
a la amenaza de una forma de religiosidad bárbara. Pese a que los enemigos del
cristianismo no desaprovechan la oportunidad de meterlo en el mismo saco del
oscurantismo religioso, el islamismo podría tener el paradójico efecto
contrario de llevarnos a redescubrir nuestras raíces espirituales, aunque sólo fuera
en un principio como una forma de reacción identitaria defensiva. Cuando los
cristianos son perseguidos y exterminados sin piedad en Oriente Medio y en
África, los occidentales podemos seguir preocupándonos por la brecha de género
y otras sandeces, o bien podemos resolvernos a decir de una vez por todas “yo
soy cristiano” –lo que como mínimo supondría que volviéramos de nuevo a
procrear, y no sería poca cosa, en aras de nuestra mera supervivencia biológica.
Y si hemos de morir en el empeño, que sea por la Cruz, no por unas caricaturas
de pésimo gusto.</div>
<br />
<div>
<!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<br />
<div id="ftn1">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20materialismo.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a> Francisco J. Contreras (ed.), <i>El sentido de la libertad</i>, Stella Maris,
Barcelona, 2014, pág. 288.<o:p></o:p></div>
</div>
<div id="ftn2">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20materialismo.docx#_ftnref2" name="_ftn2" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></a> Francisco J.
Soler, <i>Mitología materialista de la
ciencia</i>, Encuentro, Madrid, 2013, pág. 294.<o:p></o:p></div>
</div>
<div id="ftn3">
<div class="MsoFootnoteText">
<a href="file:///C:/Users/Carlos/Desktop/El%20materialismo.docx#_ftnref3" name="_ftn3" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-family: "Calibri","sans-serif"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></a> G. W.
Leibniz, <i>Teodicea</i>, Ed. Biblioteca
Nueva., Madrid, 2014, pág. 131. <o:p></o:p></div>
</div>
</div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-87651450848245915462015-02-21T21:11:00.000+01:002015-02-21T21:15:34.499+01:00La brecha de género y otros cuentosEste domingo 22 de febrero, los medios de comunicación intensificarán la <b>dosis habitual de cháchara victimista sobre las mujeres oprimidas</b> por esta sociedad machista en la cual todavía queda mucho por hacer para que reine una plena igualdad entre los sexos y bla, bla, bla. El pretexto será esta vez la celebración del Día Internacional por la Igualdad Salarial. En los medios convencionales, especialmente televisiones y prensa de papel, no se escucharán ni leerán apenas voces discrepantes. Como mucho, cautelosas matizaciones, acompañadas de nerviosas declaraciones de ortodoxia feminista.<br />
<br />
Por suerte, este es mi blog y digo lo que me da la gana, al menos mientras no gobierne el de la coleta. Y lo que afirmo es que <b>la ideología de género es una enorme patraña</b> fundada sobre mitos como la brecha salarial, el techo de cristal o la violencia de género.<br />
<br />
Existen por desgracia crímenes machistas, y de hecho los asesinatos de mujeres cometidos por individuos de religión musulmana, sobre todo cuando son parientes biológicos de las víctimas, suelen tener esta característica. Ahora bien, los informativos dan rutinariamente por sentado, antes de ninguna investigación, que toda mujer asesinada por su pareja o expareja ha sido víctima del <b>machismo, es decir, de unas vagas ideas del agresor que girarían alrededor de una especie de derecho corporativo de dominio o control del hombre sobre la mujer</b>.<br />
<br />
Sin duda, en muchos de estos odiosos crímenes hay implicados sentimientos de celos posesivos. Pero los sentimientos no son ideas –lo cual no los hace más disculpables. Sostener que el hombre que mata a su mujer o exmujer por celos lo hace porque se siente de algún modo legitimado para hacerlo, en nuestra sociedad occidental, es una hipótesis pendiente de verificar. En realidad, los ideólogos del género no suelen entrar en demasiadas precisiones psicológicas. <b>Les basta con pronunciar las palabras “machismo” y “homofobia” para que verdaderas barbaridades morales y jurídicas se conviertan en una urgente necesidad nacional.</b> Así se llega a lesionar la igualdad ante la ley (en perjuicio del hombre o el heterosexual), la libertad educativa de los padres que se resisten a que se inculquen a sus hijos las ideas más radicales sobre la deconstrucción del género y el homosexualismo, y la libertad de expresión, cada vez más atenazada por el temor a las acusaciones de machismo u homofobia. (Más detalles <a href="http://www.hazteoir.org/noticia/63078-totalitarismo-genero-se-impone-autonomica">aquí</a>.)<br />
<br />
Lo más grave es que <b>el propio derecho a la vida queda supeditado a un aberrante “derecho” de la mujer a abortar, última consecuencia lógica de querer establecer el igualitarismo por la fuerza</b>. Puesto que los hombres tienen la “suerte” de no quedarse embarazados, para igualar a las mujeres con ellos basta con autoconvencernos de que un ser humano en edad embrionaria o fetal es un mero tejido del que podemos desprendernos sin remordimientos, por un mecanismo psicológico comparable a aquel mediante el que los nazis llegaron a persuadirse de que los judíos eran infrahumanos.<br />
<br />
Pero vayamos al tema del día, la llamada brecha salarial entre sexos. En la OCDE, los salarios medios percibidos por hombres y mujeres arrojan una diferencia del 15 % a favor de los primeros. Para el socialfeminismo, la explicación es evidente: las mujeres están injustamente discriminadas. Sin embargo, un análisis más detenido de las estadísticas demuestra que <b>no es cierto que las mujeres cobren menos que los hombres por realizar el mismo trabajo.</b> Hay varios factores a tener en cuenta, como una mayor proporción de mujeres que trabajan en <b>jornadas de tiempo parcial</b> (peor pagadas a ambos sexos) o que hombres y mujeres tienden a elegir <b>distintos tipos de profesiones</b>. Por supuesto, los ideólogos del género (llamados “expertos”, en lenguaje periodístico) aseguran que ello no es debido a una elección libre de las mujeres para conciliar mejor la vida laboral y familiar, o simplemente para hacer lo que les gusta, sino que han interiorizado un <b>estereotipo sexista</b> que las lleva a asumir como propios el cuidado de la familia y determinadas tareas asistenciales.<br />
<br />
También parece que las mujeres tienden a no empeñarse tanto como los hombres en alcanzar puestos directivos, ya sea porque estos comprometen el tiempo dedicado a la vida familiar con más reuniones, viajes, etc., o simplemente porque les gusta competir menos. Los “expertos”en cambio se refieren a esa menor presencia de las mujeres en altos cargos como el <b>“techo de cristal”, o el postulado de que existe una sutil presión patriarcal para que las mujeres disfruten de menos poder que los hombres en empresas e instituciones</b>.<br />
<br />
¿Cual es la explicación correcta? ¿Eligen las mujeres libremente sacrificar sus ingresos laborales porque tienen su propia escala de valores, distinta a la masculina? ¿O lo hacen condicionadas por las inercias machistas que les asignan determinados roles? Que países como Estados Unidos, Alemania o Suiza tengan unas brechas salariales mayores que las de España, Portugal o Grecia es interpretable, en principio, de las dos maneras. <b>O bien los estadounidenses, alemanes y suizos son más machistas que los españoles, portugueses y griegos, o bien sería algo que tiene que ver con las diferentes densidades del tejido industrial de unos países y otros</b>, que acentúan los efectos de las predilecciones de cada sexo. (Fuente: <a href="http://www.oecd.org/employment/emp/onlineoecdemploymentdatabase.htm#earndisp">OCDE</a>.)<br />
<br />
Acaso las mujeres tratan de conciliar la vida laboral y familiar, y se decantan más hacia los idiomas que hacia la informática, sencillamente porque es su manera de ser, en gran medida innata; <b>no porque de niñas hayan sido adoctrinadas con muñecos de bebés gorditos regalados en Navidad</b>. Para sostener esto último, debería al menos tratar de probarse experimentalmente. El problema de la corrección política, en cuestiones de sexo y otras, es que ha sustituido los criterios de objetividad por los emocionales; “ha subordinado la verdad objetiva a una virtud subjetiva.” (Anthony Browne, <i>The Retreat of Reason</i>.)<br />
<br />
No se trata de negar la existencia de prejuicios culturales. Pero la cuestión es: ¿de dónde surgen los prejuicios? ¿Son de origen puramente cultural, o tienen una base biológica? En general: <b>¿los estereotipos, sobre cualquier tema, son siempre necesariamente falsos y por tanto perniciosos?</b><br />
<br />
Respondiendo a la última pregunta, mi opinión es que <b>un estereotipo sólo es rechazable cuando afecta a un individuo, no a un colectivo.</b> Sería injusto que se rechazara a una mujer (o a un hombre) que optara a un determinado empleo por su sexo, pero no es en sí mismo injusto, ni necesariamente consecuencia de una injusticia, que en muchas profesiones no haya paridad. Es verdad que los tópicos pueden nublar el juicio de un seleccionador de personal, pero <b>la solución no es prevenir esa hipotética injusticia imponiendo una sistemática y segura injusticia de sentido opuesto, como es la discriminación positiva.</b><br />
<br />
Las políticas bienintencionadas que pretenden facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar (más guarderías, permisos de paternidad, etc.) son en sí mismas benéficas, siempre que no se impongan coactivamente. Pero cuando se justifican con <b>el argumento de que hay que promover la paridad, no se hace más que reforzar el mensaje de la lucha de sexos</b>, como si la desigualdad salarial fuera en sí misma una forma de opresión patriarcal, y no simplemente un reflejo de diferentes estilos de vida, libremente elegidos.<br />
<br />
¿De dónde procede la ideología de género? Yael Farache, en un brillante ensayo titulado “<a href="http://acapulco70.com/por-que-ya-no-soy-feminista/">Por qué ya no soy feminista</a>” sostiene que el feminismo es una creencia irracional, que se enmarcaría, junto con el marxismo, el democratismo o el animalismo, en un “racimo de creencias que están inscritas dentro del marco del universalismo”. Farache considera que el universalismo tendría su origen último en el cristianismo, una de cuyas ideas fundamentales es que “todos somos iguales”. Desde luego, es esta una sentencia manifiestamente falsa si se refiere a cuestiones de hecho, pero su significado es mucho más profundo: se refiere a <b>la igual dignidad de todos los seres humanos, entendidos como criaturas de Dios. Es posible que el feminismo o el socialismo tengan su origen remoto en esta idea, pero si es así, hay que decir que la han deformado hasta niveles caricaturescos</b>.<br />
<br />
Según Farache, ante una idea irracional de tipo religioso, en Occidente estamos protegidos contra sus efectos gracias a la separación entre la Iglesia y el Estado. Pero esto –observa sagazmente– no sucede cuando la irracionalidad es de tipo secular. Dice la bloguera:<br />
<br />
“<span style="color: blue;">No estamos protegidos contra las creencias irracionales de origen secular porque la diferencia que hacemos entre las creencias religiosas y las que no lo son es dramática y nos dificulta entender lo parecidas que son, en lo práctico son la misma cosa.</span>”<br />
<br />
Creo que el problema no es de racionalidad o irracionalidad, sino de verdad o mentira. <b>En la época moderna, Occidente ha sustituido la cuestión sustantiva acerca de la verdad por una cuestión formal sobre la racionalidad. No estoy muy seguro de que hayamos ganado gran cosa con ello</b>. La charlatanería (desde el ocultismo hasta las supersticiones sociopolíticas como el marxismo) sigue proliferando como en el pasado. Pienso que acierta Farache cuando dice que la separación entre Iglesia y Estado es una protección, pero no porque nos permita librarnos de la religión, sino porque impide la imposición de cualquier pensamiento único, no sólo el religioso. <b>El problema es que si eliminamos virtualmente a la Iglesia, ya no tiene sentido hablar de separación, y por tanto nada impide la imposición. ¡El Estado queda peligrosamente solo en el escenario!</b> Se olvida demasiado fácilmente que no se trataba solamente de preservar al poder temporal de la intromisión del espiritual, sino también al revés. <b>Una Iglesia soberana es una poderosa garantía de que el César se extralimite menos fácilmente en sus funciones</b>, tratando de establecer su propia religión de Estado, aunque no la llame religión.<br />
<br />
Después de todo, pese a su agnosticismo de partida, Farache reconoce que <b>el feminismo es una variante del marxismo cultural, cuyos fines declarados eran, y son, destruir el cristianismo y la familia</b>, para poder realizar la revolución. Su ensayo termina con un valiente alegato a favor de <b>la familia como núcleo fundamental de resistencia contra el poder político</b>, atreviéndose a cuestionar <b>el mayor tabú de todos –que realmente la incorporación de la mujer al mercado laboral, e incluso el sufragio femenino, hayan sido una liberación</b>. Tampoco es casual que la concepción de la familia como una unidad por derecho propio (y no un mero agregado convencional de individuos) sea la que siempre ha defendido el catolicismo. Y la que seguirá defendiendo mientras no decida “modernizarse”, es decir, rendirse ante el César.<br />
<div>
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-40959468497697228982015-02-20T09:00:00.000+01:002015-02-20T09:02:52.096+01:00Que nos mientan, pero bien<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizmvgGkeCWF4or2BS8dqqxSQI-_9B64JifB-6qrPLFZVnn0P03Xth0y1gkamTALMKY2QsE3BeEVo4NsRSWIRoV_3LMBaSFHPVzMOxP1HF2xTx8vtFRQqZ86M2uW7DH0NJuC57CgolKfirl/s1600/captura3.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizmvgGkeCWF4or2BS8dqqxSQI-_9B64JifB-6qrPLFZVnn0P03Xth0y1gkamTALMKY2QsE3BeEVo4NsRSWIRoV_3LMBaSFHPVzMOxP1HF2xTx8vtFRQqZ86M2uW7DH0NJuC57CgolKfirl/s1600/captura3.png" height="255" width="400" /></a></div>
Tiendo a estar bastante de acuerdo con este tipo.<br />
<br />
<a href="http://kioskoymas.abc.es/noticias/opinion/20150219/sevp-mientan-pero-bien-20150219.html">http://kioskoymas.abc.es/noticias/opinion/20150219/sevp-mientan-pero-bien-20150219.html</a>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7117681577139004062.post-87554565177337997692015-02-05T21:13:00.000+01:002015-02-05T21:13:27.162+01:00Encuesta para los visitantes de Archipiélago DudaUn estudiante de doctorado de la Universidad de Valencia me ha remitido la siguiente carta:<div>
<br /></div>
<div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><i>Hola a todos,<o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><i><br />
Mi nombre es <b>Juan Mª Sánchez</b> y soy
estudiante de <b>Doctorado en Marketing</b>
en la <b>Universitat de València</b>.
Actualmente estoy desarrollando mi <b>tesis
doctoral</b>, que se centra en las relaciones existentes entre la
interactividad a través de Internet y la adopción de roles políticos más
participativos. <o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><b><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Me
gustaría solicitar vuestra colaboración</span></b><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">
para poder concluir el apartado práctico de mi tesis. Para ello, <b>necesito que pinchéis en el enlace que
figura a continuación y que completéis el breve cuestionario que figura en
dicha página web</b>. <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><i>Como veréis, es un cuestionario sencillo que se responde
en apenas 8-12 minutos (reales) y en el que se plantean una serie de enunciados
sobre factores relacionados con la lectura de blogs y la participación
política.<o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">Mi investigación carece de finalidad comercial y <b>las contestaciones son completamente
anónimas</b>. Tampoco se requieren conocimientos previos ni existen respuestas
correctas o erróneas, <b>lo realmente
relevante es la libre opinión acerca de los temas planteados</b>.</span><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif";"><o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><i>Pincha por favor en el siguiente enlace para participar:
<o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i><a href="https://www.onlineencuesta.com/s/tesisesp"><b><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;">CUESTIONARIO SOBRE INTERACTIVIDAD,
BLOGS Y LIDERAZGO DE OPINIÓN POLÍTICA</span></b></a><b><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><o:p></o:p></span></b></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><br />
Muchas gracias por vuestra colaboración. </span><span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode";"><o:p></o:p></span></i></div>
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<span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><i>Un cordial saludo,<o:p></o:p></i></span></div>
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<span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><i>Juan Mª Sánchez Villar<o:p></o:p></i></span></div>
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<span style="font-family: "Gadugi","sans-serif"; mso-bidi-font-family: "Lucida Sans Unicode"; mso-bidi-font-size: 10.0pt;"><i>Universitat de València</i></span><span style="font-family: Gadugi, sans-serif;"> </span></div>
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