Ayer se produjo, como saben, una manifestación en Barcelona contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto. Según el dato de la agencia Efe, acudieron 51.500
56.000 personas. Los organizadores en cambio hablan de1.100.000
1.500.000 personas. Personalmente, creo que el dato más cercano a la realidad es el primero, porque se trata de una estimación ofrecida por una empresa especializada, cuyo método a primera vista parece riguroso, y sencillamente desconozco la metodología que emplean los organizadores o la guardia urbana. En general, hace tiempo que sospecho que las estimaciones de asistencia de todas las manifestaciones, del signo que sean, sistemáticamente caen en exageraciones inverosímiles. Nunca me creo cifras de en torno al millón de manifestantes, ya sea la fiesta del orgullo gay, ya sea una manifestación contra el aborto. Ni a favor ni en contra del gobierno, que no me lo trago, que ni en Madrid ni en Barcelona nadie es capaz de reunir a un millón de personas, por razones meramente físicas.
56.000 personas. Los organizadores en cambio hablan de
1.500.000 personas. Personalmente, creo que el dato más cercano a la realidad es el primero, porque se trata de una estimación ofrecida por una empresa especializada, cuyo método a primera vista parece riguroso, y sencillamente desconozco la metodología que emplean los organizadores o la guardia urbana. En general, hace tiempo que sospecho que las estimaciones de asistencia de todas las manifestaciones, del signo que sean, sistemáticamente caen en exageraciones inverosímiles. Nunca me creo cifras de en torno al millón de manifestantes, ya sea la fiesta del orgullo gay, ya sea una manifestación contra el aborto. Ni a favor ni en contra del gobierno, que no me lo trago, que ni en Madrid ni en Barcelona nadie es capaz de reunir a un millón de personas, por razones meramente físicas.
Dicho esto, aunque las cifras absolutas sean inciertas y discutibles, lo cierto es que comparativamente la manifestación de ayer fue innegablemente masiva. Pero la lección a extraer de ello no es muy novedosa: En Cataluña los independentistas son capaces de movilizar a decenas de miles de personas. Y digo independentistas, primero porque todo nacionalista es un independentista, sólo se distinguen por su mayor o menor impaciencia; segundo porque el número de estelades fue un índice lo bastante significativo; y tercero porque Montilla tuvo que ser protegido por la policía de los radicales que no lo consideran un catalán de pura raza.
Ahora bien, enlazando con lo que decía al principio, a mí no me avergüenza -al contrario- que en Cataluña haya independentistas, comunistas, troskistas, punks o testigos de Jehová. La diversidad de opiniones y creencias siempre es buena, lo cual es muy distinto de afirmar que todas ellas valen lo mismo. A mí lo que me abochorna es que fuera de Cataluña nos juzguen por algunas de las cosas que dicen los nacionalistas como si hablaran en nombre de todos los catalanes. A mí ayer me dio vergüenza ser catalán cuando escuché por la noche, en Tele5, a Pilar Rahola decir que Cataluña "encaja -cito de memoria- en la España de Jovellanos, no en la España de la Contrarreforma". Claro, como Cataluña saltó directamente del Neolítico a la Ilustración (pasando por las homilías de Organyà y el código civil), si no hubiera sido por los españoles, ahora todos los catalanes seríamos más listos, más guapos y hasta más sostenibles. ¿Que es una boutade de Pilar Rahola? Pues no, lo dice el preámbulo del Estatuto:
"La tradición cívica y asociativa de Cataluña ha subrayado siempre la importancia de la lengua y la cultura catalanas, de los derechos y los deberes, del saber, de la formación, de la cohesión social, del desarrollo sostenible..." [Negritas mías.]
Hombre, como que Rafael Casanova ya lucía en la solapa un pin de "Nuclear no, gracias". Hasta que llegaron los españoles cejijuntos y apestando a tabaco negro, que no saben pronunciar setze jutges mengen fetge d'un penjat, y empezaron a llenar el paisaje de nuestras ciudades de la década de los sesenta con esas chabolas (luego barriadas populares) tan escasamente enraizadas en nuestro Volkgeist, encarnado en la sobriedad arquitectónica de la masía.
Luego Rahola se mosquea porque Sánchez Dragó llama nazis a los nacionalistas. ¿No eran los nacional-socialistas esos que creían pertenecer a una raza superior? Ahora entiendo la vergüenza que han debido pasar los alemanes que no eran nazis.