sábado, 31 de octubre de 2009

El climatólogo Michael Jackson

Esta tarde he visto This Is It, la película basada en los ensayos de la gira que tenía previsto dar Michael Jackson en el Reino Unido. Quizás porque hubiera preferido ver otra cosa (la elección ha sido de mi mujer) al final no me he aburrido tanto como pensaba.

Una de las canciones de la película, Earth Song, sirve para poner la nota ecológica. Al parecer, el rey del pop quería incluir en su gira británica un mensaje sobre el cambio climático. Durante uno de los ensayos dirigió a sus colaboradores unas palabras sobre la importancia que tenía este tema para él, y aseguró que sólo tenemos cuatro años para salvar al planeta: Después, siempre según el climatólogo Michael Jackson, será demasiado tarde.

A menudo se ha observado, no sin razón, que las poses "comprometidas" de los artistas son una manera de promocionarse y a veces hasta de hacer negocio. Evidentemente, no es el caso de Michael Jackson, que a estas alturas no necesitaba esto, creo yo. Más bien tiendo a pensar que en la mayoría de artistas late un larvado complejo de culpa, por el cual toda concepción del arte por el arte aparece como moralmente injustificable, y aquí radicaría la causa profunda por la cual muchos adoptan posturas "progresistas", una especie de acto de expiación por su pecado de esteticismo.

A mí siempre me ha parecido que el arte por el arte no necesita ninguna justificación, pues los artistas, y especialmente los más grandes de entre ellos, hacen infinitamente más por la efímera felicidad terrena que no muchos salvapatrias y mártires. No tienen ninguna necesidad, ni mucho menos obligación, de ofrendar sus obras a la Madre Tierra, ni a ningún otro ídolo de las ideologías modernas.

miércoles, 28 de octubre de 2009

El liberalismo explicado a mi hijo (cuando sea un poco mayor)

El liberalismo económico defiende la libertad económica, es decir, que los individuos (empresarios, trabajadores, consumidores) se vean constreñidos por las menores trabas (impuestos y regulaciones) posibles. El socialismo se opone a esta concepción porque, asegura, una libertad económica plena desprotegería a los más débiles, es decir, a los trabajadores y consumidores. Si a los empresarios no se les obligase, por ejemplo, a garantizar vacaciones pagadas, muy pocos trabajadores disfrutarían de ellas. Si no se les obliga, además, a respetar determinadas normas de calidad, muchos productos podrían ser nocivos o peligrosos. La idea del socialismo es que el empresario, básicamente es un ser sin escrúpulos, que si no explota a los trabajadores o engaña a los clientes es porque teme a los inspectores de la administración. En cambio (y he aquí la incongruencia) los políticos (socialistas, se entiende) y funcionarios son seres puramente altruistas y bellos, movidos exclusivamente por la pasión de servir al bien común.

Para el liberalismo las cosas son muy distintas. La diferencia entre un empresario y un funcionario es que el primero no puede imponer nada por la fuerza a trabajadores y consumidores, mientras que el segundo sí. Si un policía o un inspector me impone una multa, deberé pagarla, de lo contrario seré embargado a la fuerza, y si me opusiera obstinadamente, retirando por ejemplo mis depósitos bancarios para eludir la acción de la administración, seguramente iría a parar a la cárcel. En cambio, si no me gusta un trabajo, soy libre de dejarlo; si no me gusta un producto, soy libre de no comprarlo. Es decir, puedo irme a otra empresa, puedo comprar a otro fabricante. La competencia, o dicho de otro modo, la libertad de cualquiera de establecer cualquier negocio, le obliga a intentar ofrecer la mejor calidad al mejor precio, así como las mejores condiciones laborales posibles (sueldo, vacaciones, etc) para obtener los servicios de los mejores trabajadores.

Los socialistas replican que lo anterior es un cuadro idílico e irreal. Nos hablan de espantosas condiciones laborales pasadas y presentes, así como de escandalosos casos de fraude al público, de conspiraciones de multinacionales y, en fin, toda una galería de horrores provocados por el "capitalismo salvaje". Sin embargo, si analizamos estos casos (pues eliminando las invenciones, los mitos y las exageraciones, un núcleo de verdad hay en ello) vemos que en realidad, las conductas de empresarios sin escrúpulos no podrían producirse si no contaran con la protección o el trato privilegiado del Estado, es decir, si no actuaran fuera de las normas del mercado libre, regulado sólo por la competencia. ¿Cómo puede entonces ser la solución a estos males más Estado, cuando es el verdadero causante de ellos?

La experiencia histórica demuestra de manera aplastante que quienes tienen la razón son los liberales, no los socialistas. Los países más prósperos son aquellos donde se da una mayor libertad económica, mientras que aquellos donde el Estado controla por completo la actividad económica, han fracasado por completo, no sólo no han conseguido elevar la prosperidad de sus habitantes, sino que los han empobrecido. Y con el fin de mantenerse en el poder, los gobernantes de estos países han ejercido una represión brutal, muy superior a la de todas las tiranías pasadas. Se calcula que en el siglo XX los regímenes de socialismo marxista han sido los causantes de unos cien millones de muertos por ejecuciones, deportaciones y hambrunas a consecuencia de la abolición de la propiedad privada.

Ahora bien, a pesar de estos hechos irrebatibles, el socialismo sigue gozando de un prestigio a primera vista incomprensible. Aunque hoy en día son pocos quienes se declaran marxistas o comunistas, son tratados con mucho más respecto que quien se proclamara abiertamente nacional-socialista o fascista, pese a que el comunismo ha causado aproximadamente un número cuatro veces mayor de muertos, aunque sólo fuera por su extensión geográfica y temporal. En cuanto a los socialistas no marxistas, que renuncian a la planificación total de la economía, pero se oponen a toda franca liberalización, no sólo gozan de respeto, sino que gobiernan habitualmente en muchos países occidentales.

El inmerecido prestigio del socialismo se debe a dos causas fundamentales. La primera, de tipo histórico, procede de la propaganda ejercida durante años por los partidos comunistas, que fue especialmente hábil en disfrazar las miserias de los países del "socialismo real", y de atribuir los males del nazismo al capitalismo, cuando de hecho, las ideologías fascista y nacional-socialista, en términos económicos equivalen a un socialismo no marxista, en el cual, tras el respeto formal a la propiedad privada, se da una intervención asfixiante del Estado en la actividad económica (y por supuesto en todas las demás).

La segunda causa es que los gobiernos occidentales, sobre todo los europeos, tanto los de derechas como los de izquierdas, con pocas excepciones, se han dedicado a favorecer el crecimiento del Estado, el cual ha absorbido y casi monopolizado varios aspectos de la actividad económica, como son los servicios sanitarios, educativos, etc, de manera que una buena parte de la población se ha convertido en dependiente del Estado. O dicho de otra manera, cree que si no fuera por el Estado, que le ofrece sanidad o escuela "gratuitas", su bienestar se vería automáticamente reducido.

Y no le falta parte de razón. Efectivamente, en el actual estado de cosas producto de las ideas socialistas, una familia que gane 1800 euros y que se beneficie de la sanidad, la enseñanza y las pensiones por desempleo y jubilación públicas, si de repente debiera pagarse estos servicios de su bolsillo, pagando un seguro médico, llevando a sus hijos a un colegio privado y contratando un plan de pensiones y un seguro de desempleo, y todo ello manteniendo sus actuales ingresos, se vería en una situación muy complicada.

Ahora bien, en este razonamiento algo falla. Porque la escuela o la sanidad pública tienen un coste, exactamente igual que las privadas (de hecho, como veremos, superior). Es decir, los servicios públicos "gratuitos" los pagamos igualmente, lo que ocurre es que quienes por sus menores rentas soportan menos impuestos directos, creen verse beneficiados por las mayores contribuciones de los más ricos. Sin embargo, esta idea es profundamente errónea. Porque los que pagan menos impuestos, se ven también menos beneficiados por la actividad económica privada que deja de producirse precisamente debido a la presión fiscal (menos puestos de trabajo, menores salarios porque hay que pagar cotizaciones sociales, etc). Quizá con una ilustración numérica, aun si es algo tosca, se comprenderá esto mejor.

Sabemos que como promedio, a cada español le cuesta cerca de 10.000 euros anuales mantener el Estado, el conjunto de todas las administraciones. Ahora bien, si redujéramos los servicios del Estado al mínimo (justicia, defensa, seguridad, hacienda y poco más), habría más que suficiente con aproximadamente un 10 % de esta cantidad. Es decir, 9.000 euros, más o menos, por persona y año se dedican a gastos sociales, infraestructuras, y gastos financieros asociados. Esto significa que si estas actividades las realizara el sector privado, cada ciudadano, de promedio, podría tener una renta de 9.000 euros anuales más. O expresado en porcentajes, si la renta per cápita española es de unos 26.000 euros, al reducir el Estado en un 90 %, se vería incrementada en un 35 %. Así, la pareja que antes ganaba 1800 euros al mes, ahora ganaría 2.430. ¿Suficiente para costearse sanidad privada, escuela privada, etc? Quizás no, pero aún no hemos terminado.

Como hemos dicho, aunque mi declaración de la renta sea negativa, es decir, Hacienda me devuelva dinero, no sólo sigo pagando impuestos indirectos cada vez que enciendo la luz de mi casa, pongo gasolina al coche o voy al supermercado, sino que me hallo en un contexto económico contraído por esa presión fiscal de entre el treinta y el cuarenta por ciento de la riqueza del país, que es absorbida por el gobierno, y lo que es más difícil de medir, por las regulaciones que se impone al resto de actividad privada. ¿Cuánto aumentaría la riqueza de un país que se viera liberado del tal modo de esa pesada carga estatal? Seamos conservadores, y supongamos que, después de ese 35 % de promedio que automáticamente retornaría a nuestros bolsillos por la mera reducción de la fiscalidad, el crecimiento económico subsiguiente permite en pocos años un crecimiento acumulado del 50 % de la renta per cápita. Esto, traducido rudimentariamente al salario de nuestro ejemplo de familia, significaría que ahora ganaría unos 2700 euros al mes. Quizás ya podría plantearse enviar a los hijos a un colegio privado de su elección, o elegir entre alguna de las muchas aseguradoras médicas. [En realidad, la mejora de nuestra familia sería mucho mayor, porque sabemos que liberalizaciones muchísimo más tímidas han tenido resultados espectaculares. ACTUALIZACIÓN 8:38 horas.]

Porque esta es otra. Los servicios privados son indefectiblemente de superior calidad a los públicos por la razón que ya señalábamos antes: Al estar sometidos a la ley de la libre competencia, los agentes privados se ven fuertemente incentivados a ofrecer la máxima calidad al mejor precio, no así las empresas del sector público, en las cuales son moneda corriente las colas, las listas de espera, el trato despersonalizado, la falta de medios, etc. Por tanto, incluso aunque cuantitativamente el nivel de vida de nuestra familia no haya variado (pongamos que siga acudiendo al restaurante o al cine con la misma frecuencia que antes, por ejemplo), en realidad ahora disfruta de mejores servicios, por lo que cualitativamente sí ha prosperado. Sobre todo pensemos en la educación, que es decisiva para el futuro profesional de los hijos. Si uno tiene acceso a una enseñanza de calidad, y sobre todo si la aprovecha, no terminará trabajando en la mugrienta cocina de un tugurio de mala muerte, quejándose de la explotación capitalista. Puede por ejemplo acabar siendo catedrático, disfrutando de las ventajas de vivir en un país capitalista -entre ellas, la de renegar todo lo que quiera del capitalismo que tan bien le trata.

Por supuesto, sería imposible y para nada deseable reducir de golpe el Estado en un 90 %, y acaso ni siquiera gradualmente se logre nunca. Sin embargo, es fácil de comprender que toda reducción gradual, que no desproteja de manera súbita a los beneficiarios de servicios públicos (no antes al menos de que su nivel de vida se haya visto incrementado en la medida suficiente) será siempre beneficiosa para la sociedad. Todo recorte de la burocracia, toda simplificación de los trámites administrativos, toda eliminación de subvenciones y de gastos superfluos significará, en definitiva, que los individuos dispondrán de más dinero para invertirlo o gastarlo como mejor les parezca, no como le parezca a una minoría político-burocrática.

La ventaja última y en realidad esencial del liberalismo económico también la hemos sugerido antes, cuando hablábamos de las consecuencias catastróficas del comunismo. Todo lo que sea reducir el tamaño del Estado, beneficia no sólo la libertad económica sino la de cualquier tipo. Un Estado reducido es más difícil que crezca desmesuradamente (o por lo menos está más lejos de ello) hasta el punto de acabar ahogando o desnaturalizando gradualmente la libertad y la democracia. El llamado Estado del Bienestar en realidad nos empobrece, nos resta bienestar, haciéndonos más dependientes de él, y sobre todo entraña el riesgo de que siga creciendo, con las fatales consecuencias que la historia registra.

La libertad económica, al contrario de lo que los socialistas pregonan, nunca es un mal; por el contrario, todo mal procede de la falta de libertad en general.

domingo, 25 de octubre de 2009

Han esperado quinientos años

Los blogs Islamización de Europa e In partibus infidelum se refieren a la noticia de la aparición de un partido islámico español, Partido Renacimiento y Unión de España (PRUNE), inscrito en el registro de Interior el 23 de julio.

La nueva formación se presenta con un discurso un tanto evanescente, jugando claramente al despiste. Así, habla de "justicia, igualdad, solidaridad y libertad", pero incluso esta retórica meliflua emite suficientes señales para ponerse en guardia. Nótese para empezar, de los términos entrecomillados, cuál es el que citan en último lugar. ¿Casualidad?

Tampoco se debe pasar por alto que pretendan desterrar "las prácticas usureras en las transacciones comerciales y el interés bancario", un intento obvio de asomar la ley islámica por el lado que despierta más connivencias con la extendida mentalidad anticapitalista.

Pero sobre todo, es especialmente significativa su pretensión de erigirse en representante de los "marginados", en especial los inmigrantes. Toda formación política que asegura defender no a individuos, a ciudadanos, a personas, sino a grupos, a colectivos, podemos tener por seguro que tenderá a restringir las libertades individuales (es decir, las únicas que existen). En una sociedad donde todos somos iguales ante la ley, sea cual sea nuestro sexo, creencias, origen social, etc, forzosamente debe desconfiarse de quien pretende redimir a un determinado grupo de personas. Esto implica que de hecho se quieren implantar leyes discriminatorias, a favor de determinadas minorías, es decir, que se pretende adulterar esa igualdad, y por tanto cercenar las libertades.

Estos empiezan, al socaire de la crisis económica, por la crítica populista del interés bancario, para hacerse los simpáticos en una sociedad donde la ignorancia de las leyes económicas, cultivada minuciosamente las veinticuatro horas del día por la cretinez ideológica que destilan casi todos los medios de comunicación, es sólo comparable a la ignorancia en física teórica. Luego ya vendrá lo demás, la sumisión de la mujer, la prohibición de la blasfemia, del vino y del cerdo, la persecución de homosexuales y judíos... Poco a poco, no tienen prisa: han esperado quinientos años.

sábado, 24 de octubre de 2009

La muchacha de las espuelas de oro

Padecemos en España una escasez tan mísera de una derecha que no sienta vergüenza de sí misma, que cuando aparece una política como Montse Nebrera, que se proclama de derechas y liberal-conservadora con todas las letras, no debería sorprender que nos haya encandilado a muchos, al menos por un tiempo. Se la podrá criticar por la forma como se ha marchado del PP, pero el problema de fondo no es Nebrera, es la esclerosis del PP, que hace prácticamente imposible la formación de un liderazgo con arraigo en las bases, lo que atrae a paracaidistas imprevisibles.

Ahora bien, también podría decirse que el peor enemigo de Montse Nebrera es Montse Nebrera. La gracieta de FAES y Falange Española, un chiste malo digno de Enric Sopena, sólo me la puedo explicar como el producto de un exceso de revoluciones mental. Pero eso sería lo de menos. Más grave es que haya defendido la política de sanciones lingüísticas con el mismo argumento que ha utilizado recientemente Montilla en el parlamento autonómico, es decir, que no se multa por usar el castellano, sino por no usar el catalán. (Entrevista en Expansión publicada el 15-04-08.) ¿Cómo una persona que se llama a sí misma liberal puede aprobar que la administración restrinja la libertad de cualquier negocio de usar o dejar de usar cualquier lengua, oficial o no? La respuesta, en el caso de Nebrera, es bastante previsible. Ella nos dirá, con su desparpajo habitual, que no es liberal: es liberal-conservadora. ¿Se entiende ahora? La función del adjetivo conservador, para esta señora, no es otra que la de permitirle sostener la posición que le dé la gana en cualquier tema, porque claro, no hay que confundir la libertad con el libertinaje...

No se trata de que Nebrera sea nacionalista, como a veces se percibe inexactamente. Hace poco, en una entrevista en el Avui, preguntada por Salvador Sostres (este sí, un nacionalista fanático, aunque cuando no habla de Cataluña es capaz de decir cosas muy sensatas) sobre si votaría afirmativamente en "un referéndum por la libertad de Cataluña", Montse respondió: "Evidentemente. ¿Quién no está a favor de la libertad?", lo cual el mismo periódico interpretó sugiriendo que la política catalana votaría "sí" en un referéndum por la independencia. Sin embargo, está claro que lo único que hizo Nebrera fue eludir hábilmente la trampa de asociar independentismo y libertad, que es lo que hubiera sucedido si hubiese contestado que se oponía a la "libertad" de Cataluña.

No, el problema de Montserrat Nebrera no es que sea más o menos catalanista, o más o menos del Opus. El problema es que cuando explica su idea del liberal-conservadurismo demuestra tal empanada mental que a uno se le acaba cayendo el alma a los pies, o la venda de los ojos, como prefiráis. Uno ya andaba con la mosca detrás de la oreja cuando se enteró por un digital de que MN se había reunido largamente con Josep Anglada, el líder de la ultraderechista Plataforma per Catalunya. (Y cuando digo ultraderechista, no me refiero a su discurso contra la inmigración musulmana, sino a su programa explícitamente antiliberal.) Pero lo que me temo que definitivamente me ha desencantado del personaje es una conferencia que pronunció en la universidad Pompeu Fabra de Barcelona la pasada primavera, y que nos ha recordado un entusiasta Fonseca. (Lo siento chico, en mí has logrado el efecto contrario al que pretendías.)

MN presume de que no lee las conferencias. Si tenéis la paciencia de escuchar los cerca de tres cuartos de hora que dura ésta, descubriréis que improvisar puede ser mucho peor que leer. Primero nos dice que tanto liberales como socialdemócratas defienden el Estado del Bienestar. Después nos enumera un "decálogo" conservador que al final se queda en seis o siete principios. Dice cosas bastante potables, no lo niego, pero hacia la mitad de la conferencia, la confusión va aumentando. Afirma que la Iglesia es la conexión entre la socialdemocracia y el liberalismo, y luego trata de justificar el título de la conferencia ("El elixir del liberalismo") contando el "chiste" del perro del policía que se llamaba Lucas. Pero cuando expone su particular versión del mito platónico de los caballos que tiran de la cuadriga, en la cual hay no dos sino tres caballos, el de la izquierda, el de la derecha y el nacionalista, la bruma intelectual alcanza niveles de opacidad impenetrable. Dice nada menos que los tres caballos son necesarios, aunque en cada época hay uno que debe tirar más que los otros... En fin no sigo, porque no quisiera provocar una cefalalgia en el lector.

Siempre he recelado del abuso de las metáforas, sobre todo en los políticos. No me inspira confianza una señora que en cualquier momento puede cambiar de caballo, y justificarlo coquetamente con el recurso al refranero popular, una frase hecha o un mito platónico, que para el caso el origen popular o culto es indiferente. El discurso político actual, si algo necesita por encima de todo, es menos retórica y más claridad de ideas, y esto implica algo más que definirse nominalmente como liberal o liberal-conservador. Montse, me temo que en esto se ha quedado. No es, desde luego, la Sarah Palin catalana, cosa que por lo demás salta a la vista.

viernes, 23 de octubre de 2009

Aniversario y artículo redondo

Este viernes cada ejemplar de El Mundo venía acompañado de un cacho revista de 360 páginas, en conmemoración del vigésimo aniversario del periódico de Pedro J. Ramírez. La revista resume bien las dos caras del diario: Por un lado, su compromiso con la investigación pura y valiente, caiga quien caiga (GAL, 11-M) y por otro, su capacidad para mimetizarse con el paisaje políticamente correcto (evangelio climático, buenismo, etc). Con todo, creo que las virtudes pesan más que los defectos, y que no peca de inmodestia el título del editorial: "España habría sido distinta sin El Mundo". Menos libre, desde luego.

De la revista, sólo he leído dos artículos. Uno, de Federico Jiménez Losantos sobre el 11-M (pág. 43), que no por repetitivo deja de enunciar verdades como puños, y que concluye con una frase lapidaria: "Para las víctimas nunca será tarde [para saber la verdad]; para España, demasiado." Qué pena, por cierto, Arcadi Espada, tan brillante como incapaz de reconocer en el haber del diario del cual es columnista, aquello que lo inscribe en la mejor tradición del periodismo libre. La tragedia del 11-M es también la tragedia de tantas personas inteligentes que se niegan a contemplar el rostro de la Medusa, como si no pudieran soportar enfrentarse a la posibilidad (repito: posibilidad) del peor crimen de Estado cometido en una democracia.

El segundo artículo, sobre la crisis económica, se debe a Casimiro García-Abadillo (pág. 260). Se ha escrito y se escribirá sobre el tema hasta la saturación, pero pocos textos he leído de una sencillez tan radiante. No lo he encontrado en internet, así que no me resisto a colgar aquí la imagen de la edición impresa; podéis pinchar para agrandarla y leerlo entero.

Al final, mientras algunos malgastamos el tiempo (procuraré no recaer) en discusiones bizantinas sobre la viabilidad del anarco-capitalismo o del minarquismo, el hecho fundamental es que la reducción del tamaño y la influencia del Estado es siempre profundamente bienhechora, por pequeña que sea. Mira que es sencilla la fórmula.

viernes, 9 de octubre de 2009

Tiempo de camisas pardas

Teníamos ya sobrados indicios de la personalidad despótica de Joan Laporta, el presidente del Barça que padecemos los culés. Claro que al lado del presidente del gobierno que nos ha tocado como españoles, esto parece una broma (desde luego, una broma cruel) pero teniendo en cuenta que dentro de poco, este individuo (Laporta) podría estar en la política catalana a tiempo completo, y no como ahora, que todavía dedica parte de su agenda a dirigir un club de fútbol, la cosa adquiere tintes más sombríos.

Leemos hoy en El Mundo la reacción de Laporta a un artículo escrito por el presidente de Extremadura (barcelonista, al igual que su antecesor) en el que educadamente le reprochaba al catalán que utilizara al club como plataforma de sus ideas políticas independentistas. Por lo visto, Laporta lo llamó por teléfono para cubrirlo de insultos y hasta amenazarlo ("te vas a enterar"), en una muestra escalofriante de prepotencia y mal carácter.

Poco consuelo es que esta temporada sea la última de Laporta en el Barça, temiéndonos que vamos a tener que seguir soportando el estilo matonesco del personaje en el escenario político autonómico. Con los Puigcercós y los Laporta, la política catalana va adquiriendo un cierto tufo inconfundible a camisas pardas, que todavía asquean más que las camisas blancas del 3 por ciento.

La obamanía llega también al Nobel


El premio Nobel de la Paz de 2009 le ha sido concedido a Barack Obama. Bueno, a ver si tenemos suerte y le sucede como a Carter (Nobel de la Paz en 2002), que perdió la reelección ante nada menos que un Ronald Reagan.

jueves, 8 de octubre de 2009

El Ayuntamiento sevillano descubre la identidad de Agustín de Foxá


El Ayuntamiento de Sevilla ha descubierto por fin quién fue Agustín de Foxá y en pocos días, además. Y es que ¿quién dijo que las administraciones públicas son ineficientes? Cuando se ponen, hay que reconocer que su ritmo de trabajo puede llegar a ser trepidante. (Por supuesto, consultar en el Google no vale, carece de todo mérito.)

Por lo visto, unos ciudadanos habían solicitado el uso de una sala de un centro cívico de la capital hispalense, con el fin de rendir un pequeño homenaje literario a Agustín de Foxá en el quincuagésimo aniversario de su muerte, sin que se encontraran con ningún impedimento por parte de la concejalía correspondiente, en manos de Izquierda Unida. Pero los ilustrados dirigentes municipales en absoluto descuidaron sus obligaciones, y en el plazo de escasos días, es decir, dos horas antes de que se iniciara el acto, denegaron el acceso a la sala, con lo cual todos los reunidos para la ocasión debieron celebrarlo al aire libre.

El motivo esgrimido por la concejala de IU fue que Foxá era falangista, lo cual está bien saberlo, porque así, antes de solicitar una sala para un homenaje a Alberti, ya estamos avisados de que nos la denegarán, dado que el poeta gaditano -quede entre nosotros- era comunista. ¿Se imaginan? "No podemos tolerar que se homenajee a un escritor que ensalzó una ideología que causó cien millones de muertos por ejecuciones, hambrunas artificiales y deportaciones en menos de un siglo." O sea, más muertos que los que produjeron la Inquisición, la viruela que contagiaron los españoles a los indígenas americanos (seguro que aposta, claro, ya lo dijo Isabel la Católica: "La guerra bacteriológica nos dará el dominio del mundo, ja ja ja ja ja") y el nazismo juntos.

Para otra ocasión (y esto sí que va sin ironía), que prevean realizar el homenaje a quien sea en una sala privada, seguro que no faltan en Sevilla personas generosas, o instituciones de la sociedad civil, que la cederían encantadas y sin cobrar. Qué manía con acudir a las ventanillas de la administración a implorar sus graciosas concesiones.

Nota: Desmentimos desde aquí el bulo de que cuando presentaron la solicitud para el homenaje, el funcionario de la ventanilla preguntó si Foxá acudiría para firmar su último libro.

domingo, 4 de octubre de 2009

El código de la ceja

Por fin ha sido descifrado uno de los mayores enigmas contemporáneos. Desconozco la autoría de la imagen, que ha publicado el blog Embajador en el Infierno, y al que he llegado vía Persio. Sobran comentarios.