domingo, 29 de marzo de 2015

El Síndrome de HAL

En la película de Stanley Kubrick, 2001: una odisea del espacio, un ordenador llamado HAL, dotado de una inteligencia similar a la humana, y aparentemente desprovisto de emociones, asesina a toda la tripulación de una nave espacial, excepto a uno de sus miembros, al cual trata de impedir su reingreso en la nave, de la que había salido momentáneamente. Aunque el guión deja abierta a especulaciones las causas de la actuación de HAL, sí queda claro que este se habría anticipado a los intentos de ser relevado por la tripulación, debido a sospechas de una anomalía en su funcionamiento.

En 2015 -y ahora hablamos desgraciadamente de la realidad, no de una ficción cinematográfica- el copiloto Herr Andreas Lubitz, persona que bajo su apariencia de normalidad y competencia ocultaba un historial médico que le incapacitaba para volar, estrella intencionadamente en los Alpes una aeronave con 150 personas a bordo, tras impedir al capitán, que había salido momentáneamente de la cabina, su acceso a esta.

Podríamos llamar "Síndrome de HAL" al estado psicológico de un sujeto dispuesto a cometer un crimen en las siguientes circunstancias:

-El sujeto desempeña un puesto de grave responsabilidad, del que dependen vidas humanas.

-El sujeto oculta problemas que podrían incapacitarle para ejercer ese puesto.

-El sujeto se insubordina tomando el control total de la situación.

-El sujeto altera radicalmente el sentido de la misión que le había sido confiada, con consecuencias fatales.

¿Por qué falló HAL? ¿Había un error en su programación que, combinado con determinadas circunstancias externas, propició que terminara enloqueciendo? ¿O bien había adquirido libre albedrío, y por tanto la capacidad de hacer el mal, de ser tentado por el orgullo de pensar que él comprendía la naturaleza de su misión mejor que los propios humanos?

El crimen de Andreas Lubitz inspira similares preguntas, que quizás nunca podamos responder del todo. ¿Era solamente un enfermo? ¿O un orgullo desesperado le impidió soportar la idea de acabar siendo destituido? Para el cristianismo, el mal en esencia es una insubordinación contra el Creador, es desviarse de la misión que le ha sido encomendada a uno, como si nos perteneciera por derecho propio; es la soberbia de no querer admitir nuestra imperfección.

No debería sorprendernos tanto que un suicida esté dispuesto a llevarse por delante la vida de otras personas. Si no aprecia la suya, no se ve por qué debería valorar la ajena. Pero el estrecho parentesco moral entre matarse a uno mismo y matar a otros difícilmente se percibirá si olvidamos que el mal es una rebelión metafísica, y no un mero conflicto de derechos subjetivos. Mientras Europa fue cristiana, siempre estuvo claro que no porque alguien se mate a sí mismo, o porque mate a otro con su consentimiento, deja de cometer un acto objetivamente malo. Si Lubitz se hubiera cortado las venas en la soledad de su cuarto de baño, su culpa sólo habría sido menor en un sentido cuantitativo, porque habría matado a uno en lugar de a ciento cincuenta. Hubiera sido preferible, sin duda, pero tampoco disculpable.

¿Es tan distinto Lubitz del terrorista sin antecedentes psiquiátricos que perpetra una masacre, inmolándose en el acto? Lo único que sabemos es que el hombre que se niega a reconocer sus limitaciones, que olvida quién es y de dónde procede, recuerda poderosamente a HAL.

viernes, 27 de marzo de 2015

Teoría de la abstención

Hay tres posibles motivos para abstenerse de votar en unas elecciones democráticas:

1) Pasotismo. Es la abstención de los indiferentes, de aquellos a los que les importa un pimiento la política, o no lo suficiente para realizar el pequeño esfuerzo de dirigirse a su colegio electoral a ejercer el derecho de sufragio.

2) Protesta. Es la abstención de quienes opinan que "todos los políticos son iguales", que "todo es mentira", y no quieren ser partícipes de lo que consideran una farsa. Dentro de este grupo podríamos establecer una subdivisión entre quienes son doctrinalmente contrarios a la democracia, y quienes creen que lo que existe no es una "verdadera" democracia.

3) Falta de opciones. Es la abstención de quienes querrían votar, pero no encuentran un partido acorde con su manera de pensar, y no creen en la concepción malminorista del "voto útil". Tampoco creen que sirvan para nada el voto en blanco o el voto nulo.

La primera motivación, el pasotismo, es tan difícil de defender como de rebatir, porque en realidad se trata de una posición preintelectual. Quien pasa de votar no necesita ningún argumento para ello; de lo contrario, encajaría en las motivaciones 2 o 3. Lo que sería interesante es saber cuál es la proporción de este tipo entre los abstencionistas, que en la mayoría de países democráticos suelen ser el primer "partido".

Las motivaciones 2 y 3 deben valorarse en función del régimen político de que se trate. Aquí nos circunscribiremos a elecciones en países realmente democráticos, es decir, en aquellos donde la oposición pueda concurrir con unas mínimas garantías. En este caso, la idea popular de que "todos son iguales" es difícilmente defendible. Más bien nos parece que en ella late una forma de pereza intelectual: me abstengo de valorar las diferentes opciones políticas porque eso es muy cansado, pero me excuso diciendo que son los mismos perros con distintos collares o cualquier otro lugar común. En este sentido, los abstencionistas de tipo 2 serían reducibles a los de tipo 1, excepto aquellos que realmente consideren que la democracia, tal como se suele entender en Occidente, al menos, es un error. Sospecho que este tipo de abstencionista es raro, pues normalmente, quien no cree en la democracia de tipo occidental no suele tener empacho en votar a partidos totalitarios que, de forma más o menos explícita, prometen destruirla desde dentro.

Nos queda el abstencionista de tipo 3, al que podríamos llamar también el ciudadano "huérfano", aquel que, muy a su pesar, no se reconoce en ninguna opción política que presente candidaturas. Sospecho también que se trata de un tipo no muy común, pues lo habitual es que prevalezcan las consideraciones de "voto útil", de votar al partido menos malo (menos alejado de mis ideas y principios) o incluso el famoso votar "con la pinza en la nariz". Creo, dicho sea de paso, que el voto útil, sobre todo cuando llega a estos extremos malolientes, es un error, pues lo único que consigue es precisamente que esa opción política soñada no aparezca nunca, ya sea por fundación de un nuevo partido o por regeneración de alguno ya existente.

Otra razón que tiende a reducir el abstencionismo de tipo 3 (aunque prima facie parezca que consigue lo contrario) es la idea de "principios no negociables" (PNN), que procede del ámbito católico, aunque podría extenderse a otros. Se trata de la idea de que para votar a un partido, este tiene que cumplir unos requisitos ideológicos mínimos; por ejemplo, ser provida. Esta actitud es muy consecuente y loable, pero a veces tiende a interpretarse equivocadamente, en el sentido de que habría que votar cualquier partido que cumpla con los PNN, aunque además defienda cosas con las cuales podemos estar muy en desacuerdo; por ejemplo, ideas de cariz preliberal o antiliberal. Esto llevaría, como digo, a hacer más minoritaria la figura del abstencionista de tipo 3, pues algunos ciudadanos creerían estar en la obligación moral de votar a determinados partidos, simplemente por ser compatibles con los PNN, cuando en realidad, esta doctrina, si no estoy equivocado, indica sólo a qué partidos no se puede votar en ningún caso, pero no ofrece una orientación positiva del voto.

Creo que, a diferencia de lo que se suele decir, y de lo que escucharemos con frecuencia en este año de citas electorales, un ciudadano responsable puede verse en la tesitura de tener que abstenerse por los motivos expuestos aquí en tercer lugar. Esto no debe confundirse con la posición de quienes no votan a su partido preferido, porque supuestamente no tendría ninguna posibilidad. Excelente ejemplo de profecía autocumplida, pues, efectivamente, si todos los votantes potenciales de un partido pensaran así, este no obtendría ningún voto. Quienes razonan de esta guisa, o bien acaban practicando el voto útil, o bien incurren en la abstención de tipo 1. Pero para votar cualquier cosa, lo mejor es no votar.

No pretendo que esta reflexión se entienda como una llamada a la abstención en las próximas citas electorales. Lo que personalmente deseo es que mi opción política preferida se presente a las elecciones de mi municipio, de mi comunidad autónoma y de mi nación. Sólo si no lo hace, dejaré de ejercer mi derecho de sufragio, lo cual no deja de ser otra forma de expresarse, pero que conviene distinguir del escepticismo vulgar y estéril del "todos son la misma porquería". Cosa que afortunadamente no es cierta.

miércoles, 25 de marzo de 2015

El futuro de Vox

Vox es el único partido liberal-conservador que hay en España. Más concretamente, es la única formación que defiende a la vez ideas como las siguientes:

-La reducción drástica del Estado y el desmantelamiento de las autonomías.
-La vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
-El mercado libre.
-La familia.
-La libertad educativa de los padres.
-La identidad judeocristiana de España y Occidente.

En las últimas elecciones al parlamento europeo, Vox cosechó unos 250.000 votos, insuficientes para obtener al menos un diputado. Pero se trató de un resultado notable para un partido que acababa de fundarse, y que, a diferencia de Podemos, no había tenido el menor respaldo de los medios de comunicación. Sin embargo, el pasado domingo, en las elecciones andaluzas, la formación liderada por Santiago Abascal sólo obtuvo 18.000 votos, casi catorce mil menos que el Partido Animalista. Las razones de este fracaso sin paliativos podrían ser fundamentalmente tres:

1) Vox puede haber cometido errores de comunicación y de estrategia, así como en la confección de las listas de candidatos y la elección del cabeza de cartel, Francisco Serrano.

2) El mensaje de Vox no ha llegado a mucha gente, debido al ninguneo mediático favorecido por la larga mano del gobierno de Rajoy y Soraya. A ver quién es el guapo que se juega la suculenta publicidad institucional y hasta las licencias televisivas futuras por unos ideales o simplemente por eso que llaman la libertad de información. Es indudable que mucha gente, un año después de que Abascal, Ortega Lara y Espinosa de los Monteros, entre otros, fundaran el partido liberal-conservador, sigue sin enterarse de que existe, o de que en él ya no milita Vidal-Quadras, al que algunos atribuyeron, con razón o sin ella, motivaciones oportunistas.

3) El mensaje de Vox no es sólo que no haya llegado, es que no gusta a la mayoría de la gente. Las ideas de mercado libre, responsabilidad individual, oposición al aborto, sencillamente no gustan en un país donde la mentalidad predominante es que el Estado está obligado a garantizarnos una "vida digna", e incluso una "muerte digna". Cualquier tipo de mensaje moral firme es percibido por la sociedad española actual como una inadmisible injerencia en la vida privada, como un retroceso al nacional-catolicismo. La gente muestra impúdicamente su intimidad en las redes sociales y los perfiles de WhatsApp, pero pobre de ti si sostienes que lo mejor para los niños es tener una madre y un padre, o que la baja natalidad es un grave problema, o que nadie puede decidir sobre la vida de un ser humano en edad embrionaria. ¡Te estás metiendo en sus vidas!

De estas tres explicaciones, la primera es la que me parece menos sostenible, aunque pueda tener una pequeña parte de verdad. No he seguido apenas la campaña electoral, pero creo que en general ha sido bastante potable, y aunque no conozco demasiado a Francisco Serrano, me consta que algunos candidatos son personas de gran talla intelectual y moral, con alguno de los pensadores más destacados del panorama liberal-conservador, como Francisco José Contreras (con importantes obras como El sentido de la libertad o Liberalismo, catolicismo y ley natural, entre las más recientes) y un programa económico que mereció elogios del prestigioso economista Juan Ramón Rallo, autor de Una revolución liberal para España, o Los errores de la vieja economía. Asimismo, tampoco me parecen acertadas las propuestas de pactos con otros partidos (suponiendo que esos partidos estuvieran dispuestos), pues para reducir los principios ideológicos a la mínima expresión ya hemos tenido a la UCD y al PP durante años.

La segunda explicación es innegable, pero hay que admitir que es extensible a las decenas de partidos que se presentan a las elecciones sin obtener nunca representación parlamentaria. Aunque no me cabe duda de que los medios deliberadamente eludieron informar de Vox para no indisponerse con el ejecutivo, es bien cierto que tampoco las encuestas aportaban un pretexto para ello. ¿Por qué hablar de Vox y no de FE de las JONS o Recortes Cero, que también han obtenido algunos millares de votos?

Creo que la tercera explicación es la más decisiva. Después de todo, la gente vota lo que quiere, y se entera también de lo que le interesa. Y está claro que las ideas de Vox son hoy muy minoritarias en España. Las encuestas sobre temas en profundidad confirman que somos uno de los países con mentalidad más estatista en la ya de por sí estatista Europa. Llamamos "emprendedores" a los que invierten, porque "empresario" es prácticamente un insulto, y la palabra "privatizar" es una de las más polémicas del léxico político. Además hay un déficit enorme de intelectuales, artistas o simplemente celebridades que se manifiesten claramente a favor de la vida o de la familia. Un partido que defienda la iniciativa y la responsabilidad individuales, será así por muchos años minoritario.

Pero que seamos pocos quienes creamos en las ideas liberal-conservadoras no es ningún motivo para abandonar, sino todo lo contrario. Hay que continuar defendiéndolas mientras las cuotas de afiliados y las donaciones de simpatizantes permitan distribuir algunas octavillas y mantener una presencia en internet y algunos medios. Hay que seguir intentándolo mientras materialmente se pueda, como llevan haciéndolo desde hace años los militantes y simpatizantes de muchos otros partidos sin representación.

Hay quienes opinan que estas ideas deben defenderse desde dentro de un partido grande, como el PP, o uno de los emergentes, como Ciudadanos. En primer lugar, esto sería válido si el Partido Popular fuera un partido dedocrático, digo democrático (en qué estaría pensando), como el Partido Republicano en los Estados Unidos. En segundo lugar, el ideario de Ciudadanos está demasiado alejado, en algunos puntos esenciales, de las ideas liberal-conservadoras. Y en tercer lugar, la integración en otro partido tendría sentido en una sociedad como la norteamericana, donde las ideas liberal-conservadoras (que allí se llaman simplemente conservadoras, puesto que están en el ADN de la nación) tienen un profundo arraigo en la sociedad civil, y una gran capacidad de influencia en la clase política. En España, la minoría liberal-conservadora necesita figuras visibles y distinguibles, con voz propia.

Bastaría un solo diputado, para empezar. Se trata de un objetivo muy modesto, pero al menos realista. Si un partido extraparlamentario es comparable a un equipo de fútbol de segunda división, Vox sería uno de los que tienen más posibilidades de ascender de categoría. Hay que seguir animando al equipo hasta que lo consiga.

sábado, 21 de marzo de 2015

Reflexiones andaluzas

Mañana se vota en Andalucía. Desde esta lluviosa Tarragona, permítanme desgranar algunas reflexiones sobre los tipos de votantes que, previsiblemente, acudirán a las urnas.

1) Los conservadores, en sentido literal. Es decir, todos aquellos que en esencia quieren conservar el actual estado de cosas en la comunidad autónoma, con algunos pequeños retoques cosméticos, como mucho. Son los partidarios del regadío, esto es, el riego de millones de euros del amigo Erario en forma de ayudas y subvenciones de todo tipo. Son los partidarios de que si su hija de dieciséis años llega un día a casa preñada, la puedan acompañar al abortorio más cercano, y "resolver" el problema de la manera más higiénica, y por supuesto a cargo del amigo Erario. Incluso los hay que prefieren no enterarse, y que la niña pueda haber ido ya por su cuenta. Son personas pragmáticas, que no necesitan creer en nada en particular para emocionarse con la Semana Santa, porque las tradiciones son las tradiciones. Y si la niña quiere tener el hijo, tratarán de convencerla de la manera más suave posible de que lo mejor para ella sería abortar, porque tiene "toda la vida por delante". Personas modernas, en fin, que están de enhorabuena, porque pueden votar no a uno, sino a dos partidos, el PSOE o el PP. Las diferencias son matices insignificantes, y desde luego mucho más irrelevantes que las existentes entre béticos y sevillistas.

2) Los furiosos. Son todos aquellos convencidos de que el Estado puede legítimamente apropiarse de la mitad o más de la riqueza de los ciudadanos (en esto coinciden a grandes rasgos con los anteriores), pero consideran un robo intolerable que luego no les llegue su parte, en forma de subsidio, prestación o chollo, y por eso están muy enfadados; tanto que quieren liarla. Quieren entrar a saco en las fincas de los ricos (tanto literal como metafóricamente hablando) y repartirse el botín. Y piensan que tras el reparto... bueno, en realidad no piensan mucho en qué harán después. Para eso ya están sus líderes políticos, que saben perfectamente que después sólo puede haber una espiral de represión creciente, para culpar del desastre social a que nos abocarían a los escuálidos, como dicen sus mentores venezolanos, y seguir exprimiendo la poca riqueza que quede por repartir. Todo por el interés general, por supuesto. Estos también tienen dos partidos, Izquierda Unida y Podemos, aunque parece que van a decantarse más por el último, que ha sido más hábil en encontrar patrocinadores bolivarianos e islamistas.

3) Los aseados. Estos se encuentran en una situación intermedia entre los dos grupos anteriores. Son por un lado "conservadores", porque en lo esencial no quieren cambiar nada de lo que llaman Estado del Bienestar (sanidad gratis, escuela laica gratis, pensiones aseguradas, aborto gratis) pero están muy legítimamente enfadados con los escándalos de corrupción. Así que proponen medidas de regeneración como la democratización de los partidos, o el refuerzo de la independencia judicial. Medidas que vienen a ser como ducharse todas las mañanas: están muy bien para empezar, pero luego viene lo más importante; y en esto, no parece haber grandes diferencias respecto a los que he llamado conservadores, en sentido literal. Ah, me olvidada, estos pueden votar a Ciudadanos o a UPyD.

4) Los heroicos. Estos son curiosos. Por un lado, están también indignados por la corrupción. Pero piensan que esta empieza, estructuralmente, cuando el Estado se apropia de casi la mitad de la riqueza de los ciudadanos vía impuestos, esto es, coactivamente. Son personas que también valoran el bienestar, pero a diferencia de casi todo el mundo, no consideran que sea gratis, que exista nada gratis, ni que todo se reduzca a lo material. Piensan que las comodidades sólo pueden proceder del esfuerzo individual y la responsabilidad. Por eso defienden un Estado austero, que permita el ahorro después de impuestos, lo que incluye el desmantelamiento gradual de las autonomías, convertidas en la consagración institucional de la irresponsabilidad y la deslealtad nacional. Defienden además una educación libre de interferencias estatales, de manera que sean los padres quienes decidan si quieren que sus hijos crean también en algo más que en las vacaciones pagadas y la jubilación, o si prefieren los vacuos estribillos relativistas y buenistas de la escuela laicista. No quieren que sus hijos no sepan asumir la responsabilidad de sus actos, y por eso no opinan que un embarazo no deseado se "resuelva" con un aborto. Al contrario, consideran que la vida humana es un don, que debe ser protegido de esos médicos indignos que violan el juramento hipocrático. Son también conservadores, pero en un sentido mucho más noble que la primera acepción del diccionario. Lo que ellos quieren conservar no es un statu quo política y moralmente corrupto, sino el legado espiritual judeocristiano, la familia natural, la Nación española, el Estado de Derecho y la economía de mercado. ¡Casi nada! Estos ciudadanos tienen su partido, llamado Vox, fundado hace poco más de un año por Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara. No los verán mucho en la televisión, porque la verdad es que creer en algo que choque con el gratis total y la irresponsabilidad total, no está muy de moda. Hoy la épica queda para el cine, el deporte y la extrema izquierda. Fuera de ahí, tiende a considerarse de mal gusto, o sea, extrema derecha. Se dice incluso que el voto a Vox es un voto tirado a la papelera. Lo dicen, eso sí, quienes hace tiempo que tiraron a la papelera sus convicciones y su conciencia.