Teníamos ya sobrados indicios de la personalidad despótica de Joan Laporta, el presidente del Barça que padecemos los culés. Claro que al lado del presidente del gobierno que nos ha tocado como españoles, esto parece una broma (desde luego, una broma cruel) pero teniendo en cuenta que dentro de poco, este individuo (Laporta) podría estar en la política catalana a tiempo completo, y no como ahora, que todavía dedica parte de su agenda a dirigir un club de fútbol, la cosa adquiere tintes más sombríos.
Leemos hoy en El Mundo la reacción de Laporta a un artículo escrito por el presidente de Extremadura (barcelonista, al igual que su antecesor) en el que educadamente le reprochaba al catalán que utilizara al club como plataforma de sus ideas políticas independentistas. Por lo visto, Laporta lo llamó por teléfono para cubrirlo de insultos y hasta amenazarlo ("te vas a enterar"), en una muestra escalofriante de prepotencia y mal carácter.
Poco consuelo es que esta temporada sea la última de Laporta en el Barça, temiéndonos que vamos a tener que seguir soportando el estilo matonesco del personaje en el escenario político autonómico. Con los Puigcercós y los Laporta, la política catalana va adquiriendo un cierto tufo inconfundible a camisas pardas, que todavía asquean más que las camisas blancas del 3 por ciento.