Dicho esto, en la polémica en Libertad Digital entre José María Marco (por el que profeso también la mayor admiración) y Pío Moa, a propósito del tema de la homosexualidad, creo que Marco se ha equivocado. Moa afirma en su artículo que la homosexualidad es una "desgracia". Evidentemente, esto podrá discutirse, pero de esta afirmación no se desprende que los homosexuales deban ser discriminados ni perseguidos, y en ningún momento sugiere Moa algo semejante. Creo también que Moa pone el dedo en la llaga cuando señala la inepcia etimológica de la palabra homofobia, que en rigor significa "odio, o temor, a los iguales", y que no es más que -en acertada expresión- un "vocablo-policía" propio de los totalitarismos, que se caracterizan por construcciones lingüísticamente aberrantes, basadas en criterios de un funcionalismo bárbaro. (El clásico siempre citado sobre esto es 1984 de Orwell.) Marco se queda en lo accesorio al ironizar sobre los "refinados" criterios estéticos de Moa: Es que resulta que detrás de la estética, suele haber una ética (o una carencia de ella).
José María Marco concluye su escrito reprochando a Moa que niegue la existencia del machismo en nuestra sociedad, cuando afirma que el término "sólo significa oposición a las manías feministas". A lo que Marco replica con una pregunta retórica: "¿Acaso cree (...) Pío Moa (...) que el término 'machista' no responde a una realidad social y que hoy en día las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres?" Pues realmente, es lo que yo pensaba también. Yo había llegado a abrigar la ingenua creencia de que en España, a diferencia de los países de cultura islámica, las mujeres son iguales ante la ley (o eran, antes de las reformas legislativas de Zapatero), son libres de estudiar la carrera que quieran, de ejercer cualquier profesión o cargo y de percibir el mismo sueldo por realizar el mismo trabajo que los hombres. Y que si en determinadas carreras o profesiones la proporción de mujeres es menor o mayor, no es debido a una especie de conspiración endogámica de los machos opresores, sino a que ellas prefieren determinados estudios o profesiones sobre otros, al igual que generalmente se preocupan más que los hombres por compatibilizar trabajo y familia, aunque ello suponga trabajar menos horas o renunciar a determinados puestos.
Me inclino a pensar, aunque desde luego no lo sé a ciencia cierta, que quizás José María Marco, estudioso y admirador de los Estados Unidos, le tuviera ganas a Moa por los tics anglófobos de éste, tema en el que desde luego estoy del lado del primero. Pero no sé por qué, ha elegido una vía tangencial, cayendo de lleno en la provocación políticamente incorrecta de Moa al declararse homófobo. Más allá del tono epatante, lo que dice Pío Moa lo pensamos muchos. Una cosa es tolerar la homosexualidad y por supuesto condenar el trato que reciben los gays en los países islámicos y en Cuba, y otra muy distinta propagar la idea de que la orientación sexual de las personas es algo indiferente desde cualquier punto de vista, y que si unos padres descubren que su hijo o hija es gay o lesbiana, tienen que saltar de alegría. Por favor, no seamos hipócritas ni, lo que es peor, confundamos la hipocresía con la tolerancia.
ACTUALIZACIÓN 12-7-10: Pío Moa ha replicado a su vez el artículo de José María Marco. En su réplica argumenta por qué según él la homosexualidad es una desgracia. Creo que va bien encaminado, aunque sin duda por razones de espacio, no lo desarrolla lo suficiente y por ello me temo que será de nuevo blanco de críticas facilonas y moralizantes. Aparentemente, se le podría reprochar que incurre en la falacia naturalista, pero en realidad lo que hace Moa es cuestionar de raíz toda la concepción romántica del amor y el sexo.