La razón no es que la derecha deba ofrecer una imagen de moderación y responsabilidad -el tipo de gansadas que se dicen a menudo. La razón es que si la recesión provoca elecciones anticipadas y la llegada del Partido Popular al gobierno, este debería tomar determinadas medidas -como son recortar gasto público, reducir el número de funcionarios y liberalizar el mercado laboral- que previsiblemente provocarían una reacción contundente de los principales sindicatos. (Nótese, no aventuro qué haría el PP en el gobierno, sino lo que debería hacer.)
No sería coherente que el PP apoyara ahora una huelga general cuando su objetivo debiera ser que la huelga se la montaran a él en un futuro no lejano. La mejor demostración de que un gobierno está en el camino correcto sería tener en contra a unos sindicatos que se caracterizan por defender intereses gremiales y que viven de subvenciones.
Por eso es dudoso que estos se decidan a incomodar a Rodríguez Zapatero. Pero si lo hicieran, la oposición no debe caer en la trampa tacticista de prestar su apoyo a quienes constituyen parte del problema.