miércoles, 18 de marzo de 2009

El homínido ideológico

Eudald Carbonell es un prestigioso científico conocido por sus descubrimientos en Atapuerca. Pero además es un divulgador de su filosofía personal. Hace años ya tuve un primer contacto con sus ideas: Asistí a sus clases de Prehistoria en la Universidad Rovira i Virgili, en Tarragona.

Según Carbonell, lo que distingue al hombre del animal es la tecnología, que él entiende principalmente como la capacidad de crear objetos útiles. Desde los instrumentos de piedra del paleolítico hasta los satélites artificiales no hay más que un mismo proceso evolutivo, tal como resume magistralmente la célebre escena de "2001", la del hueso arrojado por un homínido que se convierte en una nave espacial, a ritmo de Strauss (Richard y Johann).

El profesor catalán critica con razón a quienes hablan de "humanizar la teconología". ¡Cuando es la tecnología lo que nos hace humanos! Sin embargo, él mismo no escapa a este falso humanitarismo cuando afirma que, en realidad, todavía no somos (plenamente) humanos. Sólo lo seremos cuando hayamos "socializado" la tecnología. Pero esto ¿qué diantres significa?

Creo que no es difícil adivinar lo que significa socializar para Carbonell. Él se sigue considerando comunista, como se puede comprobar por su blog. Doy fe de que, cuando yo era estudiante, su despacho estaba decorado con un gran póster de Lenin arengando a la multitud. Y en una ocasión llegó a referirse en clase con el término "compañeros" (companys) a unos presos del GRAPO que por aquel entonces se habían declarado en huelga de hambre...

Así que el concepto de socialización de Carbonell no ofrece dudas. Por supuesto, el hecho de que el capitalismo haya puesto al alcance de millones de personas instrumentos tan sofisticados como el ordenador personal, el acceso a internet, etc, no cuenta. Como sigue habiendo millones de seres humanos (aunque cada vez menos) que no tienen acceso a estas herramientas, lo que él propone es socializarlas, es decir, sustituir la propiedad privada por una forma de propiedad colectiva que, en la práctica, siempre ha significado restringir el derecho de propiedad a una minoría dictatorial.

¿Cómo un brillante científico puede defender ideas que la experiencia y el razonamiento hacen insostenibles? Evidentemente, el comunismo de Carbonell no procede de su formación ni de su actividad científica. Él mismo aclara que siempre está del lado de los que tienen menos recursos. Pero un sentimiento, por noble que sea, no es ninguna garantía contra el error. Carbonell cree que ayuda a los desheredados cuando trabaja por destruir -aunque sólo sea con la palabra- el sistema capitalista. Naturalmente, no los ayuda, sino todo lo contrario. En el fondo, cae en el mismo error que tanto critica de quienes abogan por "humanizar" la tecnología, la economía, el mercado y sandeces por el estilo. Sandeces, por lo demás, típicamente humanas.