viernes, 27 de marzo de 2009

El aborto y la ciencia

La reacción progre al Manifiesto de Madrid contra el aborto, firmado por unos dos mil científicos, no se ha hecho esperar. De momento son sólo diecisiete firmas las que suscriben el contramanifiesto titulado "En contra de la utilización ideológica de los hechos científicos", pero según El País, se trata nada menos que de la "élite científica" (léase: no la purria antiabortista.)

Cuando rascas un poco, a la izquierda siempre le sale su profundo elitismo: el pueblo necesita ser guiado por los intelectuales exquisitos del Club Bilderberg como Cebrián para saber lo que le conviene. Fiel al estilo manipulador de PRISA, los enlaces para la descarga de ambos manifiestos en la página de la noticia aparecen como "Manifiesto de los científicos" (en realidad, el de los diecisiete firmantes que le hacen la ola al gobierno socialista) y "Manifiesto de antiabortistas" (estos no son científicos, claro, sino histéricos de la derecha cavernícola).

La ciencia, ciertamente, no puede dictar juicios de valor. No nos dice si el aborto (o el robo, o el asesinato) está bien o mal. Sin embargo, sí puede decirnos cuándo empieza la vida humana (en sentido objetivo, no valorativo) y no otra cosa pretende el Manifiesto de Madrid. Son precisamente los proabortistas quienes acostumbran a usar la retórica cientifista para justificar que un embrión, o un feto hasta determinada semana de gestación, no debe ser tratado como un ser humano a los efectos de proteger su derecho a la vida, y contra esa "utilización ideológica" de la ciencia es contra la que reacciona el primer manifiesto de dos mil académicos.

Si dos mil científicos se reuniesen para mostrar su oposición al racismo, afirmando que todos los seres humanos, independientemente de su origen geográfico o sus rasgos físicos, comparten el mismo patrimonio genético, ¿deberían ser también corregidos, por "contaminar" la ciencia con cuestiones de valor? ¿Deberíamos aclarar que clasificar a determinados individuos dentro del género humano es una cuestión que depende de las íntimas creencias de cada cual, y que no debe mezclarse con los hechos? Y si la respuesta es afirmativa, ¿no habría que hacer lo mismo con quienes pretenden fundar en el conocimiento supuestamente científico la discriminación racial?

Después, podríamos entrar en el debate sobre si el delito del aborto puede ser despenalizado en determinados supuestos, cosa que no hace la Declaración de Madrid, por mucho que mienta y manipule El País, al cuestionar que vaya dirigida sólo contra la ley de plazos para sugerir que detrás está el fundamentalismo religioso.