Los progres han reaccionado fingiendo una indignación se diría que piadosa ante la última campaña de la Iglesia contra el aborto. "No tiene perdón de Dios", ha dicho de la campaña el portavoz de los socialistas catalanes. La táctica, no por grosera deja de ser típica: Se trata de desplazar la percepción de que una realidad es intolerable hacia quien la denuncia, como si quien estuviera equiparando a un bebé con un animal fuera la Iglesia, y no quienes defienden el aborto.
Pocas cosas me parecen más hipócritas que la costumbre de la izquierda española, que es la más anticlerical que existe, de dar consejos evangélicos a la Iglesia y a sus medios de comunicación, como la COPE. Claro que los progres están convencidos de que el precepto de poner la otra mejilla sólo vale para la derecha, pero esta aparente doble personalidad (religiosa y antirreligiosa) merece ser investigada.
Una explicación superficial, aunque válida en muchos casos, es que los progres adolecen de una ignorancia abismal que les lleva a confundir el cristianismo, para bien y para mal, con cierta caricatura que se han forjado de él. En una vomitiva carta al director titulada "La contradicción de la Iglesia", publicada el pasado jueves 19 por un periódico gratuito local (Diari Més), la firmante (una tal Amparo García Lomeña, militante de ICV de Reus) exclama -acerca de la denuncia de que se proteja más a un lince que a un feto humano- que ya están "los de siempre, discriminando las especies. ¿Creéis que el hombre es el rey de la Creación?" Y entonces se mete definitivamente en un jardín: "Y no quiero decir que el cachorro de lince está por encima del bebé, ni tampoco lo contrario." (Cursivas mías.) O sea, que una cría humana está al mismo nivel moral que la de cualquier otro animal. Pero lo inaudito es que Amparo atribuya semejante tesis aberrante al auténtico mensaje de la Iglesia, "que en todo momento se ha de mantener en una postura de amor incondicional por toda la Creación." Por lo visto, o no recuerda el primer capítulo del Génesis, o no lo ha leído nunca. El resto de la carta es sencillamente indescriptible, una inextricable mezcla de vaporoso deísmo de tintes franciscanos y de odio visceral a la Iglesia.
Pero más allá de ejemplos de grotesca confusión mental como este, creo que hay una razón más profunda por la cual los progres muestran esta doble cara, de personas de espíritu religioso, y al mismo tiempo ferozmente anticristianas. Por no alargarme, me limitaré a citar unas palabras de José María Marco, referidas al krausismo, un sistema filosófico menor que trasplantado a España en el siglo XIX, tuvo un importante papel en la genealogía del progresismo contemporáneo:
"El krausismo era una doctrina liberal impregnada de sentimentalismo religioso, prácticas clericales y anhelo por la restauración de un universo armónico. En España, se había convetido en el refugio ideológico de antiguos curas y ex seminaristas reconvertidos a un radicalismo que expresaba la nostalgia de un mundo donde no había más que una sola verdad. La política a la que aquella actitud conducía era inevitablemente una política laicista." (José María Marco, Francisco Giner de los Ríos. Pedagogía y poder, Península, 2002, pág. 347.)
¿Es casual que tantos progres hayan pasado por colegios religiosos o incluso por seminarios? Personalmente, no lo creo. Hay aquí un problema psicológico, por no decir psiquiátrico, que debería ser estudiado a fondo.