"Libertad ¿para qué?" es lo que contestó Lenin al socialista Fernando de los Ríos cuando éste le manifestó su inquietud por la ausencia de libertades (dicho suavemente) que observó durante un viaje a la URSS.
Significativamente, son palabras muy similares a las que emplea cierto progre latoso como título de un post publicado hace más de dos años en un blog inactivo, y que dice lo siguiente:
Sobre la libertad de expresión propongo la siguiente máxima: "La expresión que propugne limitar derechos más fundamentales que el de la libertad de expresión no debe ser libre."
Casos: Apología del terrorismo (contraría el derecho a la vida), apología del franquismo (contraría la libertad de conciencia, de reunión, de manifestación, etc.), insulto (contraría la dignidad del receptor).
Por alguna razón, nuestro entrañable progre ha llegado a la conclusión de que la libertad de conciencia, de reunión, de manifestación e incluso algo que llama "dignidad del receptor" son más fundamentales que la libertad de expresión. No debe extrañarnos: una de las tácticas favoritas de la izquierda consiste en recortar derechos pretextando la defensa de otros derechos, reales o inventados para la ocasión, que por supuesto se consideran superiores a los viejos derechos burgueses. La fecundidad de la máxima es por ello inagotable. Podemos por ejemplo prohibir la defensa del mercado libre, arguyendo que "contraría los derechos de los trabajadores", los cuales serían más importantes que la libertad de expresión. Vamos, que podemos prácticamente prohibir todo lo que no concuerde con el Pensamiento Mao, o aquel que esté vigente en cada momento o lugar. ¿No es magnífico?
Nota: No crean que ahora me ha dado por la arqueología de blogs progres. Ha sido googleando a partir del nick de un comentarista que últimamente la ha tomado conmigo, como he dado con esa "defecación colateral", como el propio autor la define.