sábado, 5 de julio de 2008

Montserrat Nebrera o la política de tercera generación



Aunque la llegada al poder de Zapatero no sería inteligible sin los atentados del 11-M, vista con cierta perspectiva no podemos ignorar que pocos meses antes los socialistas, pactando con el independentismo y el poscomunismo clorofílico, se habían hecho con el gobierno de Cataluña. Ya entonces algunos interpretaron la victoria de Maragall como un anuncio del próximo triunfo socialista en toda España.

Hoy podemos aventurar una tesis análoga, aunque de signo político opuesto. La derecha sólo podrá tener éxito en la reconquista de España si antes consigue arrancarse esa espina llamada Cataluña (y podríamos añadir el País Vasco). Todo indica que este análisis es el que ha hecho la cúpula nacional del Partido Popular. El problema es que parece haber optado por la peor estrategia de todas.

Simplificando, podríamos enumerar tres formas posibles de enfrentarse a los nacionalismos centrífugos:

1. Tratar de acercarse a ellos, cediendo en algunas de sus pretensiones. (Básicamente en los aspectos lingüísticos, culturales y simbólicos). Esta estrategia es un error porque jamás el PP se hará perdonar por esta vía ser quien es. Lo único que consigue es envalentonar todavía más a los nacionalistas, que interpretan toda cesión como debilidad y como un reconocimiento de que tienen la razón. Amén de ganarse la desafección de parte de sus votantes.

2. Hacer de la oposición frontal al nacionalismo el eje de la acción política. Aunque opuesta evidentemente a la estrategia anterior, ésta ha demostrado también su total ineficacia. Jamás se conseguirá romper así el hechizo nacionalista, porque sistemáticamente se interpreta esta postura como un simple choque de nacionalismos, el español con el catalán o vasco. El discurso de los derechos individuales, aunque merezca todas nuestras simpatías, no suena convincente por sí solo porque la afectación de cosmopolitismo no va bien con la derecha. Eso en realidad es un tema, por no decir un tic, de la izquierda; de ahí el relativo éxito de Ciutadans y UPyD.

Frente a esta aparente disyuntiva, podemos concebir otra estrategia, que es en mi opinión la única viable:

3. Sustituir el debate nacionalista por el debate izquierda-derecha. Con ello no se trata de mirar hacia otro lado frente a los atropellos del nacionalismo (lo que sería caer en la estrategia 1) sino de poner en evidencia su carácter monomaníaco sin que parezca que se cae en otra pulsión maníaca de naturaleza simétrica. Para ello hay que defender un ideario positivo global, que no se perciba como una mera reacción frente al de otros, y dentro del cual la critica a las políticas nacionalistas emerga como consecuencia de la coherencia intelectual, no como una especie de particular fobia anticatalana o antivasca que se quiere adornar con una retórica liberal insincera. Esta estrategia es la que por defecto, pese a los devaneos del zapaterismo con el nacionalismo, caracteriza a la izquierda, a la cual precisamente lo que más le gusta es hablar de... la derecha. Pues ya va siendo hora de que la derecha hable de la izquierda, y por supuesto de sí misma.

Quien podría en este momento encarnar la postura más similar a esta estrategia es Montserrat Nebrera, la candidata a la presidencia del Partido Popular de Cataluña, enfrentada a la candidata de "consenso", Alicia Sánchez Camacho. A la señora Nebrera se la ha criticado precisamente por considerarla como tentada por la estrategia 1. Algunas de su declaraciones, en efecto, abonan esa interpretación. Sin embargo, en su discurso podemos ver señales inequívocas de la defensa sin ambigüedades de un ideario liberal-conservador que constituye una innegable ruptura con la retórica burocrática de nuestros políticos profesionales al uso. Nebrera, digámoslo sin tapujos, de Mari Complejines no tiene nada. Y ello es condición inexcusable para poder aplicar la estrategia de tercera generación. Lo cual en ningún momento he dicho que sea algo sencillo, ni inmune a malas interpretaciones, incluso por parte de la misma persona que más o menos instintivamente se proponga aplicarla.

No creo que el congreso del PPC que empieza hoy sea el momento de Montserrat Nebrera, y ello a pesar de que, con todos los respetos hacia Alicia Sánchez, no hay color. La brillantez intelectual y la fuerza moral de la primera son apabullantes. Basta comparar, a título de muestra, los blogs de una (pese a su reciente creación) y de otra. Pero todo indica que las maniobras del aparato del partido, consistentes en hacer que todo cambie para que todo siga igual, tendrán éxito a corto plazo, lo que le permitirá a Rajoy seguir ganando tiempo, frente a Esperanza Aguirre y frente a todo lo que huela a ruptura con el vetusto centrorreformismo fragallardoniano, más conocido como sobre-todo-que-no-nos-llamen-fachas. Esperemos que al menos, la presencia de personas muy valiosas en el equipo de la señora Sánchez compense la mediocridad general.

Con todo, lo cierto es que las primarias del PP (In God We Trust!), tanto nacionales como regionales (son lo único bueno que ha producido el congreso de Valencia) deberán celebrarse dentro de esta legislatura, a menos que Zapatero adelante las elecciones. Y no lo tiene fácil, porque no le conviene hacerlo mientras dure la crisis económica, que va para largo.

Conclusión: Hay Esperanza. Y hay Montse.

ACTUALIZACIÓN: Montserrat Nebrera ha obtenido el 43 % de los votos. La ganadora, Alicia Sánchez, deberá por tanto contar con ella, si quiere mantener al partido unido e ilusionado.