viernes, 30 de abril de 2010

Los límites de la tolerancia

La polémica sobre el velo divide de nuevo a los liberales. Unos, como Albert Esplugas, defienden que cada cual vista como le dé la gana, lo cual parece en principio difícilmente objetable. Pero otros, como Federico Jiménez Losantos, contraargumentan que no se trata de una mera opción de vestimenta, sino de la gradual implantación del islamismo, con lo cual, al final puede ocurrir que nadie podrá vestir, ni hacer nada, como le dé la gana. Personalmente, estoy totalmente de acuerdo con la segunda opinión. Como he expuesto otras veces, existe un liberalismo racionalista (en el mal sentido del adjetivo, que tiene poco que ver con la racionalidad, y mucho con su caricatura) que se basa en argumentos apriorísticos. Y existe un liberalismo empirista, o conservador (para mí no es un oxímoron) que aun basándose en la creencia metafísica de la racionalidad de lo real (sin la cual caemos en el relativismo), metodológicamente se interroga –basándose en la experiencia– por las condiciones de posibilidad de las sociedades libres realmente existentes, y no tanto por cómo sería una sociedad libre utópicamente perfecta.

Albert Esplugas ofrece, en su artículo “La auténtica tolerancia” una larga, ya que no exhaustiva, lista de conductas que según él un liberal auténtico debería tolerar, lo que no significa que las apruebe moralmente. Según Esplugas, ser liberal no se demuestra aceptando los piercings ni fruslerías por el estilo. El liberal-liberal es el que está dispuesto a tolerar, por ejemplo, el burka o la poligamia.

Aunque puedo estar de acuerdo con la tolerancia hacia la mayoría de conductas que Esplugas enumera, por repugnantes que me parezcan algunas, disiento rotundamente de la inclusión de otras muy concretas. Respecto al burka, o a la poligamia, no podemos perder de vista que no se trata de actitudes individuales, sino que están condicionadas por un colectivo, que es la comunidad islámica. Ahora bien, una sociedad libre no puede aceptar en su seno una comunidad semejante, que reúne las tres condiciones siguientes:
  1. Dentro de ella no rigen los principios de libertad individual ni de igualdad, sino otros de tipo teocrático y patriarcal.
  2. Sus miembros no tienen libertad de salir de ella.
  3. Pretende absorber al resto de la humanidad, o por lo menos someterla, sea por la fuerza, la demografía o el proselitismo.
Me parece de una ingenuidad absoluta la posición de Esplugas, que ha desarrollado en otras ocasiones, según la cual deberíamos dejar que los dos sistemas, el liberal y el islamista, compitieran deportivamente, y que gane el mejor. Para empezar, no tenemos ninguna seguridad de que gane el mejor, salvo que adoptemos un completo relativismo, en el cual el mejor equivaldría por definición al vencedor. La idea de que la verdad y el bien tienen que acabar imponiéndose, desgraciadamente no resiste la contrastación con los hechos, al menos a corto o medio plazo. A gran escala temporal, soy de los que creo que a la especie humana no le ha ido nada mal, pero eso no garantiza nada sobre el futuro, ni justifica el sacrificio de las generaciones actuales.

Por encima de todo, no tenemos por que aceptar vernos atados por nuestras reglas de juego para enfrentarnos a quien no cree en ellas, y sólo las acepta por puro tacticismo, de manera limitada y temporal, según le convenga. El islam es un sistema político e ideológico enemigo de la democracia liberal, como lo es el comunismo. Una cosa es tolerar que existan partidos comunistas o islamistas, y otra muy distinta aceptar que violen la constitución en las zonas donde sus votantes o simpatizantes son mayoría. No se puede consentir que algunos usen las libertades para destruirlas, y si no hay otro remedio, se ha de emplear la coacción estatal para impedirlo, al igual que se hace con cualquier otro ciudadano que no cumple las leyes.

Si puede parecer una paradoja que en determinados casos la democracia liberal deba emplear la fuerza, no menos paradójico es creer que este régimen debe ser tolerante con quienes quieren, no simplemente vivir fuera de él, sino destruirlo. Para acoger al islam, éste debe despojarse de las características 2 y 3. Que funden monasterios, si lo desean, en los cuales rija la ley islámica, pero que cualquiera pueda abandonarlos cuando quiera, y que no pretendan dominar a los que vivan extramuros. En definitiva, el islam debe integrarse, al igual que lo hizo el cristianismo. Mientras no lo haga, es nuestro enemigo, por duro que suene. Ellos, desde luego, lo tienen absolutamente claro.

lunes, 26 de abril de 2010

Apuesta climática

Carlos López Díaz (CLD) invitará a una parrillada de carne al profesor Magí Aloguín Pallach (MAP) en un establecimiento elegido por éste si en el año 2020 la temperatura global media es superior a la del año 2010. En caso contrario, invitará el profesor MAP en el lugar que CLD elija.

Para verificar si la variación de temperatura global ha sido positiva o negativa respecto al 2010, se tomará como referencia el dato de la desviación de temperatura de este año respecto a la media del período 1901-2000, ofrecido por la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de los Estados Unidos. Se puede acceder a este dato a través de NOAA Climate Services, haciendo clic en la gráfica de temperaturas, y a continuación en el enlace Annual global temperature anomalies; y también en la dirección Global Surface Temperature Anomalies, enlace The Annual Global (land and ocean combined) Anomalies (degrees C). Si por ejemplo la anomalía del 2010 coincidiera con la del año anterior (0,5565 grados centígrados), y la correspondiente al año 2020 fuera < 0,5565, ganaría la apuesta CLD.


Gane quien gane la apuesta, la teoría del calentamiento global antropogénico no quedará demostrada ni refutada, puesto que existen fenómenos meteorológicos y geológicos que repercuten en el clima a corto plazo. Podría suceder que la media de temperaturas de la próxima década fuera superior a la anterior, y que en cambio el año 2020 fuera excepcionalmente frío; y viceversa, que los años 2010-2020 fueran en promedio más fríos, pero en 2020 se produjera un repunte cálido. En todo caso, la evolución de las temperaturas globales en los próximos diez años puede ser decisiva para valorar en su justa medida la importancia del cambio climático para la humanidad, y quizás obligue a matizar las posturas de los alarmistas o bien de los escépticos.

Esperemos que para el 2020 los ecototalitarios no hayan prohibido el consumo de carne por las emisiones de metano.

Cientifismo e ideología

En el lenguaje cotidiano es habitual el abuso de conceptos procedentes de las ciencias naturales, a menudo mal comprendidos, o ilegítimamente extrapolados. Un ejemplo que aporta el psicólogo cognitivo Steven Pinker son las metáforas hidráulicas de los procesos psíquicos, presentes cuando hablamos de hincharse de ira, estallar de presión, tener la cabeza hirviendo o estar deprimido, y que no responden en absoluto a las teorías actuales sobre la mente humana. Otro ejemplo, procedente de la microbiología, es la expresión “caldo de cultivo”, que se prodiga para explicar una supuesta relación causal entre la pobreza y el terrorismo, pese a que los hechos se empeñan en contradecirla. (Seguir leyendo en Semanario Atlántico.)

lunes, 12 de abril de 2010

Heidegger y el nexo entre fascismo, islamismo y chavismo

El nuevo libro del profesor Víctor Farías, Heidegger y su herencia. Los neonazis, el neofascismo y el fundamentalismo islámico (Ed. Tecnos, 2010) es de algún modo una continuación de su famoso y polémico “Heidegger y el nazismo” (1987), y a la vez una impresionante corroboración de su tesis principal. El estudioso chileno no solo dejó sentada entonces, para quien ignorara los detalles, la militancia de Martin Heidegger en el partido nazi y su apoyo al régimen de Hitler, sino el carácter profundamente nacional-socialista de su pensamiento. Es decir, antisemita, antiamericano y antiliberal. (Entero en Semanario Atlántico.)