sábado, 26 de diciembre de 2009

Otro que cae en el terrorismo por desesperación


Esta es la historia de Abdul Farouk Abdulmutallab, un pobre nigeriano que trataba de sobrevivir estudiando ingeniería en el University College London. Desesperado y humillado por las espantosas condiciones de vida que padecía en la despiadada sociedad occidental, no le quedó otra opción que intentar inmolarse en un avión en pleno vuelo, llevándose por delante a casi trescientas personas, frívolamente inconscientes de la cruel injusticia que reina en el mundo. Pero algunos insensibles pasajeros, incapaces de comprender su desesperación, y sospechando sus intenciones, se abalanzaron sobre él cuando intentaba activar un inocente artefacto explosivo.

Desde aquí quiero hacer un llamamiento para que Rodríguez Zapatero convoque la Alianza de Civilizaciones, con los siguientes puntos a tratar:

1.- Exigencia de un juicio justo para Abdul, así como que se le conceda una beca de estudios para que pueda concluir su carrera de ingeniería, en la especialidad que desee (explosivos químicos, centrifugadoras de uranio, etc).

2.- Un paquete de ayuda para Nigeria de tropecientos millones de euros, destinados especialmente a la comunidad musulmana de su estado natal.

3.- Una subvención de chorrocientos mil euros para la ONG "No a la islamofobia, muerte al infiel".

4.- Adopción de medidas de boicot contra Suiza por aprobar en referéndum la prohibición de los minaretes.

5.- Agilización de los trámites para la construcción de mezquitas en España, en una muestra de nuestra tradicional amistad con el mundo árabe desde tiempos del Caudillo.

6.- Retirada inmediata de toda la simbología cristiana de los lugares públicos, a fin de no ofender a los musulmanes residentes en España. Prohibición de toda publicidad del alcohol y de los productos derivados del cerdo. Prohibición de dibujos animados y películas en los que aparezcan cerdos, perros y otros animales impuros.

7.- Reforzamiento de los controles en los aeropuertos para que no vuelva a suceder que unos simples pasajeros puedan agredir a un fiel musulmán cuando se disponía a reunirse con Alá. Los pasajeros sospechosos de racismo y de no respetar el islam deberán ocupar asientos alejados entre sí y no podrán desabrocharse el cinturón de seguridad durante todo el vuelo.

Zapatero, en ti confiamos (pero Alá es más grande).

Estas camisetas me gustan


Las he encontrado aquí.

Sacar de foco al franquismo

La hegemonía del paradigma seudoprogresista (antioccidental, anticapitalista, anticonservador) en los medios de comunicación de todo el mundo es patente. Los periodistas, intelectuales y artistas suelen adoptar mayoritariamente posiciones y actitudes "progresistas". Incluso en aquellos medios que pasan por conservadores, nos encontramos con columnistas estrellas de tendencia claramente (cuando no extremadamente) izquierdista, y crónicas de los corresponsales extranjeros ferozmente antiestadounidenses y antiisraelíes.

Sin embargo, en la mitología de la izquierda la situación se representa exactamente al revés: Los periodistas "progresistas" son como los indios resistiendo heroicamente, pero con fuerzas mucho menores, los embates del Séptimo de Caballería (la poderosa "derecha mediática").

Un artículo publicado el miércoles pasado en El País abunda en esta percepción. El autor, no contento con el dominio aplastante de los progres, la emprende contra los escasos medios en los cuales se vislumbra alguna alternativa al pensamiento único de izquierdas, a los cuales atribuye la causa de una supuesta derechización de los intelectuales y las clases medias, detectable a partir de los años noventa.

Lo más interesante del artículo es cómo explica esta supuesta pujanza del pensamiento conservador. Por una parte, la considera un fenómeno mundial, pero no analiza sus causas globales, ni menciona la caída del Muro de Berlín en 1989, sino que se circunscribe a España. En realidad, el artículo es poco más que una invectiva contra el diario El Mundo, disfrazada de pedantesca reflexión sociológica. Para el autor, la habilidad de Pedro J. Ramírez ha consistido en asociar al PSOE con la corrupción y el crimen de Estado (¡no puede ser! ¿por qué?) y en "sacar de foco al franquismo y a la derecha de UCD, hoy en el PP".

¿Cómo se puede consentir que alguien dé por sabido que Franco ha muerto? Es preciso reeducar a esta generación díscola, que porque ha vivido el felipismo, se ha hecho una imagen inexacta e injusta de lo que es el socialismo. Afortunadamente, la ley de Memoria Histórica de Zapatero pretende poner de nuevo las cosas en su sitio. A un lado tendremos a los socialistas, y al otro, a los fascistas: "No pasarán".

En definitiva, hay que "sacar de foco" los GAL y la corrupción (y el 11-M), y a nivel mundial, debe olvidarse lo antes posible el desastre descomunal del "socialismo real", para que la derecha no pueda presentar a la izquierda "como antigua, utópica o poco ilusionante". Lo ideal sería encontrar los restos mortales de Lorca y volverlos a enterrar en un lugar adecuado, por ejemplo en Paracuellos, donde, por supuesto, nunca ocurrió nada digno de... enfoque.

domingo, 20 de diciembre de 2009

¿Esto es un escritor?

"La fiebre del oro (...) tiene su origen en la evolución del ser humano, que comienza de [sic] una imaginaria Arcadia feliz y, empeorando, llega al capitalismo. En él se devoran los hombres unos a otros, lo mismo que al principio pero de otra manera. La supervivencia exige la competitividad. Antes, el necesitado por hambre mataba un animal y se lo comía más o menos crudo. Ahora la sociedad, inaplacable, exige otros métodos y un mercado de valores. En él se mueven algunos hombres no sólo para tener dinero, sino para tener más dinero que los de alrededor y los de arriba: el apetito saciado con un animal ha pasado de moda."

¿Es la redacción de un escolar incluida en la Antología del disparate? ¿Son las palabras improvisadas de un transeúnte entrevistado por alguna cadena de televisión? ¿Forma parte de la perorata de un borracho inspirado, escuchada en el bar de la esquina? ¿O es una parodia del discurso sobre la Edad Dorada del Quijote, puesta en boca del grotesco personaje de alguna novela de Eduardo Mendoza?

Pues no, esto pertenece al tipo de cosas que escribe Antonio Gala en El Mundo, concretamente, el pasado jueves 17 de diciembre. Increíble, pero cierto. En este país, por lo visto, basta con ser famoso para que ya nadie te exija un mínimo de calidad literaria, no digamos intelectual. (No ocurre sólo con Antonio Gala; nunca llegué a leer a un importante escritor catalán, fallecido hace poco, porque perpetraba tales adefesios en una columna de un diario de Barcelona, que mató para siempre cualquier amago de curiosidad que pudiera sentir por su obra.)

Si a ello añadimos el antisemitismo de este pobre hombre, comprenderéis que nunca vaya a leer ningún libro suyo. Por ética y sencillamente por estética.

sábado, 19 de diciembre de 2009

El 11-M y el islam

Esta mañana, en el programa de Luis del Pino en esRadio, Sin complejos (no me lo pierdo ni aunque anoche me acostara tarde por culpa de la dichosa cena de empresa), se ha emitido una entrevista a Pedro J. Ramírez en la cual, cómo no, se ha hablado del 11-M.

Pese a los defectos de El Mundo, que por lo demás son los de casi toda la prensa mundial (un servilismo patológico a la corrección político-climática), nunca podremos agradecer lo suficiente a este periódico su valiente y solitaria labor (aparte Libertad Digital y poco más) de investigación del peor atentado terrorista de nuestra historia.

Dicho esto, hoy se ha producido un interesante debate. Pedro J., preguntado por Luis del Pino sobre quién cree que está detrás del 11-M, ha respondido, como es normal, que no lo sabe. Pero acto seguido ha admitido que tiene muy presente la tesis de la participación de servicios secretos, españoles o no. (Todos pensamos en Marruecos, claro, aunque Pedro J. no lo nombre. Es también la teoría que sugiere uno de los primeros libros que se publicaron después del 11 de marzo, 11-M. La venganza, de Casimiro García-Abadillo.)

Es decir, para el director de El Mundo va cobrando fuerza, con la perspectiva que da el tiempo, la comparación entre el 11-M y el 23-F, caracterizado por la confluencia de distintas tramas, de las cuales sólo conocemos en realidad las secundarias o subordinadas. Luis del Pino, en cambio, no lo ve así. Para él, si el arma del crimen del 11-M no fue la que asume la sentencia del juez Gómez Bermúdez, entonces no tendría sentido implicar, aunque fuera en un papel de meros colaboradores o comparsas teledirigidos, a los magrebíes condenados.

Esquematicemos la cuestión desde un punto de vista lógico. Tenemos tres posibilidades:

1) El 11-M fue perpetrado por un grupo de delincuentes comunes radicalizados, tal como establece la sentencia, y no hay nada más que hablar, sin perjuicio de que pueda descubrirse la implicación de otros individuos en el futuro.

2) El 11-M fue perpetrado por X, con algún tipo de participación (como tapadera o como colaboración) de la trama magrebí, algunos de cuyos miembros han sido condenados. (Tesis sostenida por José María de Pablo en su libro La cuarta trama.)

3) El 11-M fue perpetrado por X, y posteriormente se le endosó la autoría a los magrebíes. Es la tesis hacia la que se inclina Federico Jiménez Losantos, a tenor de algunas de sus afirmaciones.

Obsérvese que mientras las posibilidades 1 y 3 son unívocas (los condenados por el 11-M son culpables o no lo son), la posibilidad 2 admite una gran variedad de grados de implicación, que van desde la plena colaboración activa de los magrebíes en la conspiración criminal, hasta que fueran objeto de una manipulación total por parte de X para encubrir la autoría intelectual e incluso -quizás- la material. En su forma más nítida, esta última posibilidad se confunde con la 3.

Lo único que en mi opinión está claro, es que la credibilidad de 1 ha quedado totalmente en entredicho, desde el momento en que sabemos que alguien se tomó muchas molestias para impedir que conociéramos el verdadero explosivo que estalló en los trenes.

Con todo, la posibilidad 1, en su formulación fuerte (que es la tesis de la fiscalía sobre la autoría de Al-Qaida, no recogida al final por la sentencia) ha vuelto a ser planteada por Fernando Reinares en un artículo, previo a la publicación de un libro sobre el 11-M, según el cual las relaciones entre Amer Azizi (muerto en 2005, en Pakistán, por el lanzamiento de un misil de la CIA) y algunos de los implicados en la masacre de Madrid, vendrían a probar la conexión de los atentados con Al-Qaida. Pero lo mismo podríamos decir (y aquí creo que Barcepundit se ha precipitado en su valoración del artículo, dicho sea desde la admiración por mi bloguero preferido) que las relaciones de algunos de los implicados con la policía y los servicios secretos prueban la conexión de estos con los atentados. O dicho de otra manera, una cosa no es incompatible con la otra. La verdad sobre el 11-M puede ser, en definitiva, mucho más compleja de lo que pensamos.

Lo esencial, en cualquier caso, es que, sea quien sea el autor del 11-M, consiguió lo que pretendía, manipular a la opinión pública para que se produjera un cambio de gobierno. Descubrir exactamente qué ocurrió, además de un imperativo elemental de justicia hacia las víctimas, sería posiblemente la única forma de curar a esa ciudadanía políticamente enferma, que pensó que los atentados fueron consecuencia del apoyo español a la ocupación de Iraq, y votó en función de ello. (Hay tan poca distancia de esto a pensar que nos los merecimos, que produce náuseas.)

En este sentido, Barcepundit, aunque por una vez no me parezca muy acertado, sí señala algo muy atendible: Incluso aunque el 11-M hubiera sido obra de Al-Qaida (cosa que sigo sin creerme), debería interpretarse por ello como una consecuencia no de la guerra de Iraq, sino de la no guerra de Zapatero y Obama, o sea, la de Afganistán. A fin de cuentas, ¿qué coño le importaba a Ben Laden la defensa de un régimen laico como el de Sadam Hussein, si no era para utilizar la guerra como arma ideológica contra los estúpidos occidentales acomplejados y progres, balando paaaaaaz?

martes, 15 de diciembre de 2009

La diamantina faz de Zapatero

La dureza facial de Rodríguez Zapatero es algo que se puso de manifiesto ayer. Lleva en el poder cinco años, aprobando cada uno de ellos los presupuestos generales con el apoyo de los nacionalistas. Y ahora resulta que porque en la Conferencia de Presidentes (institución florero que se sacó de la manga al poco de llegar al gobierno, y que llevaba casi tres años sin reunirse) los presidentes autonómicos del PP no quieren ser cómplices (según el exacto término de Esperanza Aguirre) de la enésima tomadura de pelo gubernamental (presentada sólo tres horas antes de su debate), ahora resulta, digo, que la culpa de que no salgamos de la crisis será del PP.

No creo que sea una pataleta de Zapatero. Estoy seguro de que el de La Moncloa lo utilizará más de una vez, cuando ya no se acuerde nadie de la dichosa conferencia, y precisamente por ello su acusación cobre más apariencia de estar fundamentada en un hecho concreto ("ustedes, en la Conferencia de Presidentes de diciembre de 2009, no quisieron", etc). Al menos, es la clase de recurso dialéctico de pacotilla que basta para impresionar a tanto ignorante cerril que vota a Zapatero, "porque los otros son peores".

Es exasperante, pero es lo que tenemos. Se ve que a algunos les va este estilo tabernario, como les gustaba la "labia" de González. Qué ganas dan de exiliarse, Dios mío.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La caverna mediática de la extrema derecha filofascista

Estos son, en compendio, los argumentos de la doctrina nacionalprogresista. Lo de caverna mediática se usa mucho en Barcelona, pero no menos en Madrid. Y lo de filofascista (tengo el honor de haber sido llamado lo mismo por un comentarista) parece que es la última moda.

¿Cómo hacer frente a semejante potencia intelectual, a tan fino ingenio dialéctico? La verdad es que lo tenemos difícil. Toda la obra de Hayek, todas las aportaciones de intelectuales patrios como Miquel Porta Perales, José María Marco o Pío Moa, resulta impotente ante calificativos tan sutiles como originales. Basta que cualquier cómico o liberado sindical pronuncie su veredicto ("¡facha!") para que la verdad se abra paso en las mentes. No sirve de nada esforzarnos, tratar de argumentar. Somos fachas, y siempre lo seremos. Es como ser judío. Hay cosas que no se pueden ocultar.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Hay que decir no

Hoy se celebra en 166 municipios catalanes, que suponen aproximadamente el 10 % de la población de Cataluña, un referéndum separatista. Previsiblemente los votos a favor de la independencia se moverán alrededor del 90 %, porque la gran mayoría de los habitantes de esas poblaciones se abstendrá. O dicho de otro modo, casi todo aquel que se va a molestar en ir a votar, será independentista.

Esto no evitará que, con un voto afirmativo de menos de un 10 % de la población, los organizadores del referéndum lo vayan a vender como un triunfo del independentismo. Y lo jodido es que tendrán razón. Sabiendo que la mayoría de independentistas acuden a votar, aquellos que están en contra de la creación de un Estado catalán, y se hallan empadronados en alguno de los municipios participantes, deberían acudir a votar a favor del No. Es decir, el separatismo, como cualquier posición política, ha ganado la partida desde el momento que certifica que ni siquiera quien está en contra se va a manifestar, o lo hará sólo cuando ya sea demasiado tarde.

No me sirve el argumento de que el referéndum es ilegal, y por tanto participar en él es conferirle legitimidad. Sabemos por anticipado, primero, que los independentistas acudirán a votar probablemente casi todos. Y segundo, que el gobierno no se atreverá a impedir la celebración de las consultas. Que los que están en contra renuncien entonces a expresar su voto, es como si alguien me intenta robar la cartera, y no me resisto porque de todos modos, su posesión será ilegítima. ¡Valiente consuelo, si después nadie es capaz de devolvérmela!

Sin embargo, para oponerse al separatismo, hay que empezar por no caer en la trampa del lenguaje. Ellos han conseguido imponer el término independencia y sus derivados, que yo mismo no he podido evitar utilizar. Pues no, debemos acostumbrarnos a hablar de separatismo, porque el término independencia se ha revestido de una engañosa connotación de libertad. Precisamente quienes estamos a favor de la libertad de los catalanes, desconfiamos de la creación de un nuevo Estado, sobre cuya naturaleza intervencionista no tenemos ninguna garantía de que vaya a ser inferior a la del Estado con sede en Madrid, sino más bien lo contrario. Si Cuba fuera en un futuro un Estado dentro de los Estados Unidos de América, ¿sería más libre o menos que ahora, que es "independiente"? Cierto que hay ejemplos, como por ejemplo el de Estonia respeto a Rusia, en los que la separación ha tenido efectos beneficiosos para los habitantes del nuevo Estado. Pero lo único que se deduce de ello es que, a priori, no hay ninguna razón por la cual la separación deba ser buena o mala para la libertad, y mucho menos para confundir ambas cosas.

En el caso de Cataluña, lo que está claro es que un gobierno autónomo que es capaz de sancionar a un negocio por no poner en su escaparate "Pisos en venta" en catalán (vamos a suponer que si lo hubiera puesto en chino, y no en español, igualmente sería multado, aunque lo dudo), no permite abrigar muchas esperanzas de que va a ser más liberal cuando se convierta en un Estado soberano.

Es mentira que quienes nos oponemos a la separación de Cataluña seamos todos nacionalistas españoles. Habrá quienes sí lo sean (y desde luego, tienen el mismo derecho a expresarse que los nacionalistas catalanes), pero se puede perfectamente no tener una idea esencialista de España, y al mismo tiempo creer que nos irá mejor dentro de ella, o por lo menos invocar el principio conservador de "más vale malo conocido..." Sólo hace falta que expongamos nuestros argumentos con claridad y coherencia, y que no nos dejemos seducir por la languidez suicida de estar más allá del bien y del mal de debates identitarios, y por ello ceder el terreno a quienes se los toman en serio. Lenin en esto tenía toda la razón: "Si no te ocupas de la política, la política se ocupará por ti".

Lérida, Gerona, Cataluña... y Espanya

En español decimos Francia, no La France, y decimos Inglaterra, no England. Lo mismo sucede con los nombres de muchas ciudades, como por ejemplo: Londres/London, Bruselas/Brussels/Bruxelles, Munich/München, Ginebra/Genève, Basilea/Basel, Oporto/Porto, Nápoles/Napoli, etc.

Creo que todos estamos de acuerdo en que sería ridículo exigir a franceses o ingleses que en sus lenguas tuvieran que decir y escribir España, en lugar de sus equivalencias respectivas, L'Espagne y Spain, de inveterado uso. Como ridículo sería lo recíproco, que nosotros nos comprometiéramos a desterrar nuestras castellanizaciones tradicionales de nombres europeos o de otros continentes.

Igualmente aborrecible me parece la actual corrección política nacionalista de muchos medios que, en castellano, escriben Catalunya, en lugar de Cataluña, o escriben y pronuncian Lleida en lugar del Lérida de toda la vida, o Girona en lugar de Gerona, A Coruña en lugar de La Coruña, etc, como si las seculares versiones castellanas de estos nombres tuvieran un carácter imperialista o franquista, qué sé yo la tontería que albergan algunos en la cabeza.

No me sirve el argumento de que catalán, gallego y vascuence son también lenguas oficiales. Lo son, pero sólo en las comunidades respectivas y sin perjuicio obviamente de la oficialidad del castellano; no existe ninguna justificación formal para que en textos o piezas orales castellanas, en Madrid o en Barcelona, no se deban emplear las formas consagradas por el uso. De hecho, muchos que se empeñan en escribir Catalunya en castellano, como si la eñe les causara erupciones cutáneas, no tienen inconveniente en hablar de Catalonia cuando quieren hacer propaganda de su causa fuera de nuestras fronteras, ni tampoco he sabido de ninguna protesta por que los franceses se refieran a La Catalogne.

Nadie está diciendo que debamos llevar hasta sus últimas consecuencias la castellanización de nombres, ni yo abogo por una posición carpetovetónica de resucitar el "San Baudilio de Llobregat" en lugar de Sant Boi de Llobregat, o "San Cucufate del Vallés" en lugar de Sant Cugat del Vallès. Recuerdo al respecto también el intento casi heroico, pero un tanto esperpéntico, de algunos publicistas que hace unos años hablaban del tratado de "Mastrique", recordando de manera extemporánea viejas glorias imperiales... Aunque hay que reconocer que resulta más fácil de escribir para nosotros que Maastricht.

Estoy defendiendo todo lo contrario. Mi opinión es que el uso habitual, el más extendido y natural, debe estar por encima de unas normas de estilo artificiosas, basadas en criterios ideológicos, que hoy son preponderantemente de servilismo hacia los nacionalismos periféricos, pero que en determinados ámbitos pueden ser, por una comprensible reacción, todo lo contrario.

Lo mismo que digo del castellano, lo aplico al catalán. Hay quien se mosquea porque en catalán se escriba y pronuncie Saragossa (Zaragoza) o se refieran al nombre del rey como Joan Carles. Evidentemente, nadie pretende rebautizar la capital aragonesa ni al jefe del estado. Pero lo cierto es que en catalán suena absolutamente tan natural decir Saragossa o Joan Carles como en español nos suena Marsella (no Marseille) o la reina Isabel (no Elizabeth). No caigamos tampoco (e insisto, por un disculpable hartazgo ante los excesos del nacionalismo) en una especie de manía persecutoria ante la catalanización de nombres castellanos, realizada en su apropiado contexto sociolingüístico catalán. En contra de lo que pudiera parecer, y dicho sea de paso, mantener el nombre castellano del Borbón en un texto o conversación catalanes, es algo más estrictamente coherente con una óptica separatista que con el uso común, pues tiende a sugerir el carácter supuestamente ajeno a la cultura y la historia de Cataluña de quien siempre había ostentado el título de Conde de Barcelona, al menos hasta Don Juan.

En catalán, pues, lo correcto según criterios puramente lingüísticos, que son los únicos pertinentes en la gran mayoría de ocasiones, es escribir Espanya, como en castellano lo propio es Cataluña. Lamentablemente, en lengua catalana es muy raro leer o escuchar lo primero, porque la expresión bendecida por la ortodoxia nacionalprogresista es Estat espanyol o Estado español. Una forma burda, pero efectiva por su machaconería, de negar que España sea algo más que los ministerios, las comisarías y cuarteles, la Renfe y RTVE. Aunque me temo que, si Zapatero persevera en su labor destructiva del sector privado y de la nación, al final no acabará siendo del todo infundada.

P.S.: Acabo de publicar esta entrada cuando he recordado que hoy era el día de los referéndums independentistas en varias poblaciones catalanas. Si tengo tiempo, escribiré también hoy algo sobre la cuestión.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Que no se aprovechen de la crisis: eso sólo lo podemos hacer nosotros

Creo que así resulta más explicativo el lema de la manifestación de hoy, convocada por los sindicatos y amenizada por diversos representantes de la cultura oficialista, como Pilar Bardem y el tipejo ese tan admirado por Gallardón que realizó un videomontaje contra Hermann Tertsch, poco antes de que el periodista fuera agredido cobardemente por la espalda.

Desde luego, es intolerable que haya quien pretenda aprovecharse de la crisis. Los únicos legitimados para hacerlo son el PSOE, CC.OO, UGT y el Sindicato de la Ceja. El primero, para poder imponer a la sociedad española el proyecto intervencionista y despilfarrador de Rodríguez Zapatero; los demás para que puedan seguir viviendo del cuento, cobrando subvenciones multimillonarias, perpetrando bodrios que la mayoría no queremos ver ni en un DVD de oferta, y actuando como mamporreros agradecidos del gobierno. Todo ello, excuso decirlo, a cargo de ustedes y yo.

Se da, pues, la paradoja de que, quienes más se están beneficiando política y económicamente de la crisis, salen a la calle a protestar contra uno de los grupos que más está sufriendo sus consecuencias, los empresarios. Por si fuera poco, los convocantes se aferran a políticas regulatorias que dificultan la creación de empleo, o lo que es lo mismo, dificultan la mejora de las condiciones laborales de quienes aún conservan su puesto de trabajo, ese bien que las organizaciones sindicales contribuyen denodadamente a hacer tan escaso.

¿Para cuándo una manifestación de trabajadores (asalariados, autónomos y empresarios) contra la casta de vividores y gentuza que soportamos con nuestros impuestos?

martes, 8 de diciembre de 2009

El Dogma Básico de la sabiduría convencional

Hace medio siglo, John Kenneth Galbraith acuñó la expresión "sabiduría convencional" para referirse a aquel conjunto de ideas que han alcanzado la máxima aceptabilidad social en un determinado momento, incluso aunque los hechos se empeñen en contradecirlas. El economista norteamericano consideraba, en su famoso libro La sociedad opulenta (1958), que después de la segunda guerra mundial, la sabiduría convencional en los Estados Unidos era el resultado de una extraña amalgama de liberalismo clásico y keynesianismo. Él mismo -reconocía- había sido un keynesiano fervoroso, hasta que llegó a la conclusión de que los seguidores de Lord Keynes mantenían una especie de pacto no escrito con los defensores del mercado: Estos cedían ante la expansión del déficit (en el contexto del gasto defensivo que demandaba la guerra fría), y aquellos no exigían subidas de impuestos ni incrementos del gasto social o medioambiental, coincidiendo ambos en la veneración del crecimiento económico.

Galbraith, como buen socialista, pensaba que el renacimiento del mercado en la posguerra era un error, la clase de discurso que la gente (sobre todo si es adinerada) gusta de escuchar porque le permite seguir disfrutando de bajos impuestos, cerrando los ojos ante el riesgo de que los desequilibrios supuestamente provocados por el mercado acaben minando su propia prosperidad. Más tarde incluso confesó que el lanzamiento del Sputnik soviético le había animado a publicar su libro, al interpretar el acontecimiento como una demostración de que el modelo norteamericano, basado en la libre empresa y el gobierno limitado, no tenía tantas razones para la autocomplacencia. De este modo, con un estilo no exento de brillantez, Galbraith se constituía en realidad en un divulgador de la nueva sabiduría convencional socialdemócrata, un abogado de la "buena disposición para establecer impuestos y para pagarlos", y de las regulaciones económicas y medioambientales.

En efecto, hoy la sabiduría convencional coincide mucho más con las propias ideas de Galbraith que no con las que él criticaba. Equivale en gran medida a eso que yo he llamado (véase la cabecera de este blog) "paradigma seudoprogresista", aludiendo a Kuhn. Sin embargo, la expresión del economista posee la virtud de referirse con más propiedad a ese conjunto de extendidas creencias que abrigan incluso las masas más ignorantes o indiferentes. Es "lo que todo el mundo dice", aquello que la mayoría de personas, de todos los niveles culturales, leerá o escuchará en los medios de comunicación o en las tertulias de bar, sin ponerlo en duda ni por instante. Es más, sin que se le ocurra siquiera esa posibilidad, como ante proposiciones del tipo "la Tierra es redonda" o "el agua del mar es salada".

La característica fundamental de la sabiduría convencional es que nace como una interpretación culta de los hechos, y acaba sustituyéndolos. De ahí que sea adoptada masivamente, porque la mente humana necesita mucho menos esfuerzo para tratar con interpretaciones (simplificaciones) de la realidad, que no con la realidad misma. Cada momento histórico tiene su propia sabiduría convencional, que es abandonada, no cuando los hechos la contradicen flagrantemente (aunque eso acaba ayudando) sino cuando aparece una nueva interpretación, un nuevo paradigma lo suficientemente sugestivo y fácilmente popularizable.

El Dogma Básico de la sabiduría convencional actual (en adelante, DB) es desde luego muy fácil de comprender, incluso por la mente más obtusa, y tiene además la capacidad de halagar nuestra buena consciencia haciendo que nos sintamos un poco mal a ratos, y de manera perfectamente controlada y soportable. Cuánta probreza hay en el mundo... Qué verguënza que nadie haga nada... Cada vez está todo más contaminado... De seguir así, nos cargaremos el planeta... Son expresiones que parafrasean al DB, que podría fijarse aproximadamente así:

En el mundo cada vez hay más pobreza, y el medio ambiente se deteriora de manera creciente, por culpa de la acción humana descontrolada.

Por supuesto, el DB es completamente falso: No se corresponde en absoluto con los hechos. En el mundo, durante las últimas décadas, el número de pobres no ha dejado de disminuir, y las economías desarrolladas cada vez son menos agresivas con el medio ambiente, se reducen más los niveles de polución y se produce un aprovechamiento más eficaz de las materias primas, no sólo ni principalmente por el reciclaje, sino sobre todo por las innovaciones tecnológicas. Estos son hechos que, con las lógicas diferencias y excepciones locales, están ahí, y podemos conocerlos a través de las publicaciones estadísticas oficiales, y de los expertos que saben moverse entre la selva de los datos para ofrecérnoslos a los ignaros. Para limitarme sólo a un par de ejemplos muy conocidos, mencionaré el libro de Johan Norberg, En defensa del capitalismo global, para el aspecto económico, y el blog de Antón Uriarte, CO2, principalmente centrado en el cambio climático.

Pero como he dicho, informarse sin esquemas preconcebidos requiere un esfuerzo considerable. Es mucho más fácil, y por ello es lo que hacemos casi todos, seleccionar los hechos que confirman nuestro marco teórico previo e ignorar, olvidar o desacreditar aquellos que nos desconciertan momentáneamente porque no encajan en él. Y esta es una tendencia que puede observarse, en diferentes grados, tanto en el lector común de periódicos (que empieza ya, a menudo, por serlo de uno solo, el que más se ajusta a su manera de pensar) como en los avezados científicos (y descarados manipuladores) del CRU británico.

Existe además una razón específica por la cual el DB es especialmente difícil de combatir. Cuando uno niega que en general cada vez haya más pobres, o que la situación medioambiental, globalmente considerarada, se agrave año tras año, es difícil no provocar la sensación de ser una persona insensible ante las injusticias y los desastres ecológicos que, quién lo niega, se producen en el mundo. Y viceversa, el mero hecho de sostener lo contrario, independientemente de si se ajusta a los hechos o no, confiere un marchamo de integridad moral aparentemente indiscutible.

De hecho, podría pensarse, más allá de la verdad o falsedad del DB, que sus efectos podrían ser beneficiosos, al mantenernos en una tensión autocrítica que nos impulsa a no conformarnos con los males del presente. Sin embargo, en realidad sucede todo lo contrario: El DB de la sabiduría convencional contribuye trágicamente a agravar aquellos problemas que denuncia.

La historia del siglo XX ha demostrado rotundamente que la pretendida alternativa al sistema económico dominante, el socialismo, no sólo ha sido un completo fracaso, sino que ha venido acompañado de una violencia estatal sin precedentes: Cien millones de muertos por ejecuciones, deportaciones o colectivizaciones forzosas es el balance de menos de un siglo de "socialismo real" en la Unión Soviética, China y los demás países que adoptaron alguna variante de credo marxista como religión oficial. El DB, sin embargo, tiende a relativizar esta evidencia, culpando al capitalismo salvaje (el comunismo debe ser civilizado) de males sin cuento, de la muerte de millones de personas por hambre todos los años, y del apocalipsis climático, o lo que se ponga de moda la próxima década. Es decir, presentando como insostenible y atroz al sistema que ha producido las mayores cotas de prosperidad de la historia, y los avances tecnológicos que han cambiado la vida de millones de personas. Si no fuera por la fuerza del DB, las políticas estatalistas que perpetúan la pobreza y la dependencia, y limitan el crecimiento, gozarían comparativamente de mucho menos prestigio, y serían vistas por las masas de muchos países exactamente como lo que son: Un freno a sus aspiraciones de prosperar y de disfrutar sin trabas de los frutos de su propio esfuerzo, mientras ciertas minorías se enriquecen fabulosamente gracias a sus vínculos con corruptos gobernantes.

El DB es, en resumen, la gran coartada de los políticos (con las honrosas excepciones) y los burócratas de la ONU para imponer recortes de la libertad individual y encima presentarse como salvadores. Aunque la izquierda es la principal usufructuaria de la sabiduría convencional (de ahí su hegemonía cultural), tampoco la derecha es completamente inocente, tanto por acción (ahí están esos líderes conservadores que hacen suyo el discurso algoriano) como por omisión, por eludir enfrentarse, en tantas ocasiones, a los dogmas establecidos.

La importancia creciente que ha cobrado en las últimas décadas el ecologismo (no confundir con la ecología) se debe, en parte, a la evidencia cada vez más difícil de eludir del fracaso del comunismo. Es preciso, para todos aquellos que se niegan a aceptar la superioridad del mercado libre, convertirlo en culpable de la destrucción del mundo, sea por el agotamiento de los recursos, la desertización, el agujero de ozono o la fusión de los casquetes polares. Se olvida deliberadamente que los mayores desastres ecológicos, como el de Chernóbil, se han producido en países comunistas. Pero tanto las monsergas ecologistas como el discurso de la brecha Norte-Sur tienen la misma función: Desacreditar el sistema de libre mercado y la globalización.

Por otra parte, la crisis económica ha dado nuevos argumentos a los estatistas. Piden nuevas regulaciones, que se suman a las impuestas para luchar contra el cambio climático, como si las regulaciones monetarias y financieras que han sido las causantes de la crisis no tuvieran nada que ver con las autoridades políticas. Y si sus políticas de intervencionismo, de gasto y de endeudamiento prolongan la crisis, da lo mismo. Cuando se salga de ella, los gobiernos se atribuirán el mérito, y durante décadas nos estarán recordando la profundidad y duración de la crisis para advertirnos de los peligros del mercado no sujeto a su control.

La persistencia del DB no se puede explicar sólo por la inercia o la pereza intelectual. Si los medios de comunicación no actuasen como sus más entusiastas reforzadores, posiblemente ya habría sido sustituido por otra visión de la realidad, inevitablemente simplificadora, pero más acorde con ella y menos embrutecedora. Hoy, inusualmente, he visto un informativo de la televisión. Cuando hablaban de la cumbre de Copenhague, por un momento pensé que iban a referirse al escándalo del Climategate: El presentador se refería a una polémica causada por... ¿Lo creerán? Unos árboles de Navidad que al parecer las autoridades danesas habian retirado para no ofender a los activistas ecologistas presentes en las inmediaciones del evento. (La cadena era Antena 3, pero da lo mismo, todas son iguales.)

Nos encontramos claramente en una sociedad dividida en dos clases de ciudadanos. Quienes nos informamos habitualmente a través de internet, y quienes sólo ven la televisión y, en el mejor de los casos, leen algún periódico impreso. Hay indicios de que entre los primeros el contenido de la sabiduría convencional puede por fin estar cambiando. Pero mientras los segundos continúen secuestrados por los medios de comunicación tradicionales (con alguna, también aquí, honrosa excepción) será difícil que se produzca un retroceso del intervencionismo estatal. Al final, de tanto decir que el mundo va de mal en peor, puede que acabe siendo cierto, pero por razones distintas a las que nos vienen pregonando: Por culpa de quienes pretenden erigirse en sus salvadores.

ACTUALIZACIÓN 4-03-10: Esta entrada ha servido de base a mi artículo "La sabiduría convencional de nuestro tiempo", publicado por Semanario Atlántico.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La lección suiza

Tras el referéndum suizo del pasado 29 de noviembre, en el cual se han impuesto los partidarios del sí a la prohibición de los minaretes, han podido escucharse diferentes opiniones contrarias a dicha prohibición.

No me interesan las previsibles de los que se han rasgado las vestiduras, deplorando la "xenofobia" y la "islamofobia" de los ciudadanos suizos; no creo que valga la pena perder un minuto con el papanatismo políticamente correcto.

Más atendibles parecen las opiniones de quienes se muestran preocupados por lo que puede interpretarse como un recorte de la libertad religiosa, y argumentan que basta con perseguir a quienes defienden o practican el terrorismo islamista.

Pero se equivocan también. El Islam no es sólo una religión, en el sentido en que lo es el cristianismo actualmente. Los musulmanes no se limitan a practicar un determinado culto, ni a defender unas ideas morales concretas, sino que pretenden implantar un modelo totalitario de sociedad con métodos expansionistas. Permitir, en nombre de principios liberales, que puedan transformar el paisaje arquitectónico y humano de un país europeo sembrándolo de minaretes y de burkas, mientras en Arabia Saudí se prohíbe la construcción de iglesias, es de una espantosa ingenuidad. Es sencillamente contribuir a reforzar su mentalidad conquistadora, para que un día no lejano lleguen a creer que estamos maduros para recibir la ley islámica, si es que no se lo creen ya.

El día que el Islam deje de ser una ideología, además de una religión, podremos revocar esas restricciones. Mientras tanto, nos asiste el derecho a defender nuestra civilización, aunque ello implique dejar en suspenso el precepto evangélico de poner la otra mejilla.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Año 49 después de Zapatero

Sería totalmente insuficiente limitarnos a erradicar los crucifijos de las escuelas, como han propuesto ERC y el PSOE. ¿Se ha reflexionado suficientemente sobre los dañinos efectos que pueden tener sobre las inocentes mentes infantiles las tradicionales celebraciones navideñas? Tal como proponía recientemente un organismo consultivo de la Generalitat, urge eliminar el propio término Navidad, para que sea sustituido por la mucho más higiénica expresión "Vacaciones de Invierno".

¿Y qué decir del cómputo de los años tomando como referencia el nacimiento de Cristo? No podemos seguir tolerando que nuestra juventud inerme continúe recibiendo esa nefasta influencia clerical. En adelante, el calendario deberá regirse por algún acontecimiento que realmente suponga un avance en la Historia de la Humanidad, como por ejemplo, el nacimiento de Obama, o de Zapatero. Mejor aún, que cada comunidad autónoma tenga su propio Fundador, Sabino Arana los vascos, Francesc Macià los catalanes o Blas Infante los andaluces.

Por supuesto, la reforma del tiempo debe ir acompañada del espacio, más exactamente de la toponimia. ¡La de estragos que causan entre las jóvenes generaciones esas pérfidas alusiones al santoral que abundan en nuestra geografía, todos esos San y Santa antepuestos a tantas poblaciones! Por no hablar de casos tan hirientes como Santa Cruz de Tenerife, en cuyo lugar propongo Ciudad Tenerife.

Tenemos una ímproba tarea por delante. Aún no ha llegado el día en que nadie se llamará José, María, Jesús o Pedro, sino Sostenibilidaz o Res-pe-tó! En que ya no habrá ni un solo cura o una sola monja y todas las iglesias habrán sido derruidas o convertidas en ludotecas. En que los niños serán educados libres de prejuicios tan absurdos y an-ti-guóss! como que existen normas morales que ni siquiera la voluntad democrática de la mayoría puede cambiar. Todavía no ha llegado ese mundo feliz en que no habrá sentimientos de remordimiento ni culpa, y nadie se preocupará vanamente por el sentido de la existencia ni pensará diferente de los demás, a causa de peregrinas ideas debidas a la interferencia de los padres o difundidas por libros.

Vivimos todavía en una fase primitiva de la evolución, en la cual errores venerables y decrépitos siguen transmitiéndose por culpa de prejuicios liberales que impiden al Estado controlar por completo la producción cultural, depurando toda insana concepción que no sea acorde con la verdad científica. Una fase en la cual todavía el rancio humanitarismo de raíz judeocristiana impide reducir la población humana a un tercio de la actual, para alcanzar la sos-te-ni-bi-li-daz y proteger la bio-di-ver-si-daz. Vivimos en un tiempo donde millones de habitantes del planeta todavía creen que pueden tener los hijos que les dé la gana, educarlos como quieran, comer y beber lo que les apetezca o desplazarse en el medio de transporte que elijan. Y además hay millones de otros que no pueden permitirse esos lujos indecentes, pero aspiran a conseguirlo para sí o para sus hijos.

Todo esto tiene que acabar, pero no podemos cometer los errores del pasado. Debemos ir introduciendo gradualmente las nuevas ideas que liberarán al hombre de las supersticiones antisociales. Nada de matar curas ni quemar iglesias como en el año 24 aZ. Poco a poco, el control sistemático de la educación y los medios de comunicación nos permitirá alcanzar nuestros objetivos de manera suave e indolora, salvo los inevitables excesos esporádicos que implica la marcha imparable del Pro-gre-ssó!