sábado, 26 de diciembre de 2009

Otro que cae en el terrorismo por desesperación


Esta es la historia de Abdul Farouk Abdulmutallab, un pobre nigeriano que trataba de sobrevivir estudiando ingeniería en el University College London. Desesperado y humillado por las espantosas condiciones de vida que padecía en la despiadada sociedad occidental, no le quedó otra opción que intentar inmolarse en un avión en pleno vuelo, llevándose por delante a casi trescientas personas, frívolamente inconscientes de la cruel injusticia que reina en el mundo. Pero algunos insensibles pasajeros, incapaces de comprender su desesperación, y sospechando sus intenciones, se abalanzaron sobre él cuando intentaba activar un inocente artefacto explosivo.

Desde aquí quiero hacer un llamamiento para que Rodríguez Zapatero convoque la Alianza de Civilizaciones, con los siguientes puntos a tratar:

1.- Exigencia de un juicio justo para Abdul, así como que se le conceda una beca de estudios para que pueda concluir su carrera de ingeniería, en la especialidad que desee (explosivos químicos, centrifugadoras de uranio, etc).

2.- Un paquete de ayuda para Nigeria de tropecientos millones de euros, destinados especialmente a la comunidad musulmana de su estado natal.

3.- Una subvención de chorrocientos mil euros para la ONG "No a la islamofobia, muerte al infiel".

4.- Adopción de medidas de boicot contra Suiza por aprobar en referéndum la prohibición de los minaretes.

5.- Agilización de los trámites para la construcción de mezquitas en España, en una muestra de nuestra tradicional amistad con el mundo árabe desde tiempos del Caudillo.

6.- Retirada inmediata de toda la simbología cristiana de los lugares públicos, a fin de no ofender a los musulmanes residentes en España. Prohibición de toda publicidad del alcohol y de los productos derivados del cerdo. Prohibición de dibujos animados y películas en los que aparezcan cerdos, perros y otros animales impuros.

7.- Reforzamiento de los controles en los aeropuertos para que no vuelva a suceder que unos simples pasajeros puedan agredir a un fiel musulmán cuando se disponía a reunirse con Alá. Los pasajeros sospechosos de racismo y de no respetar el islam deberán ocupar asientos alejados entre sí y no podrán desabrocharse el cinturón de seguridad durante todo el vuelo.

Zapatero, en ti confiamos (pero Alá es más grande).

Estas camisetas me gustan


Las he encontrado aquí.

Sacar de foco al franquismo

La hegemonía del paradigma seudoprogresista (antioccidental, anticapitalista, anticonservador) en los medios de comunicación de todo el mundo es patente. Los periodistas, intelectuales y artistas suelen adoptar mayoritariamente posiciones y actitudes "progresistas". Incluso en aquellos medios que pasan por conservadores, nos encontramos con columnistas estrellas de tendencia claramente (cuando no extremadamente) izquierdista, y crónicas de los corresponsales extranjeros ferozmente antiestadounidenses y antiisraelíes.

Sin embargo, en la mitología de la izquierda la situación se representa exactamente al revés: Los periodistas "progresistas" son como los indios resistiendo heroicamente, pero con fuerzas mucho menores, los embates del Séptimo de Caballería (la poderosa "derecha mediática").

Un artículo publicado el miércoles pasado en El País abunda en esta percepción. El autor, no contento con el dominio aplastante de los progres, la emprende contra los escasos medios en los cuales se vislumbra alguna alternativa al pensamiento único de izquierdas, a los cuales atribuye la causa de una supuesta derechización de los intelectuales y las clases medias, detectable a partir de los años noventa.

Lo más interesante del artículo es cómo explica esta supuesta pujanza del pensamiento conservador. Por una parte, la considera un fenómeno mundial, pero no analiza sus causas globales, ni menciona la caída del Muro de Berlín en 1989, sino que se circunscribe a España. En realidad, el artículo es poco más que una invectiva contra el diario El Mundo, disfrazada de pedantesca reflexión sociológica. Para el autor, la habilidad de Pedro J. Ramírez ha consistido en asociar al PSOE con la corrupción y el crimen de Estado (¡no puede ser! ¿por qué?) y en "sacar de foco al franquismo y a la derecha de UCD, hoy en el PP".

¿Cómo se puede consentir que alguien dé por sabido que Franco ha muerto? Es preciso reeducar a esta generación díscola, que porque ha vivido el felipismo, se ha hecho una imagen inexacta e injusta de lo que es el socialismo. Afortunadamente, la ley de Memoria Histórica de Zapatero pretende poner de nuevo las cosas en su sitio. A un lado tendremos a los socialistas, y al otro, a los fascistas: "No pasarán".

En definitiva, hay que "sacar de foco" los GAL y la corrupción (y el 11-M), y a nivel mundial, debe olvidarse lo antes posible el desastre descomunal del "socialismo real", para que la derecha no pueda presentar a la izquierda "como antigua, utópica o poco ilusionante". Lo ideal sería encontrar los restos mortales de Lorca y volverlos a enterrar en un lugar adecuado, por ejemplo en Paracuellos, donde, por supuesto, nunca ocurrió nada digno de... enfoque.

domingo, 20 de diciembre de 2009

¿Esto es un escritor?

"La fiebre del oro (...) tiene su origen en la evolución del ser humano, que comienza de [sic] una imaginaria Arcadia feliz y, empeorando, llega al capitalismo. En él se devoran los hombres unos a otros, lo mismo que al principio pero de otra manera. La supervivencia exige la competitividad. Antes, el necesitado por hambre mataba un animal y se lo comía más o menos crudo. Ahora la sociedad, inaplacable, exige otros métodos y un mercado de valores. En él se mueven algunos hombres no sólo para tener dinero, sino para tener más dinero que los de alrededor y los de arriba: el apetito saciado con un animal ha pasado de moda."

¿Es la redacción de un escolar incluida en la Antología del disparate? ¿Son las palabras improvisadas de un transeúnte entrevistado por alguna cadena de televisión? ¿Forma parte de la perorata de un borracho inspirado, escuchada en el bar de la esquina? ¿O es una parodia del discurso sobre la Edad Dorada del Quijote, puesta en boca del grotesco personaje de alguna novela de Eduardo Mendoza?

Pues no, esto pertenece al tipo de cosas que escribe Antonio Gala en El Mundo, concretamente, el pasado jueves 17 de diciembre. Increíble, pero cierto. En este país, por lo visto, basta con ser famoso para que ya nadie te exija un mínimo de calidad literaria, no digamos intelectual. (No ocurre sólo con Antonio Gala; nunca llegué a leer a un importante escritor catalán, fallecido hace poco, porque perpetraba tales adefesios en una columna de un diario de Barcelona, que mató para siempre cualquier amago de curiosidad que pudiera sentir por su obra.)

Si a ello añadimos el antisemitismo de este pobre hombre, comprenderéis que nunca vaya a leer ningún libro suyo. Por ética y sencillamente por estética.

sábado, 19 de diciembre de 2009

El 11-M y el islam

Esta mañana, en el programa de Luis del Pino en esRadio, Sin complejos (no me lo pierdo ni aunque anoche me acostara tarde por culpa de la dichosa cena de empresa), se ha emitido una entrevista a Pedro J. Ramírez en la cual, cómo no, se ha hablado del 11-M.

Pese a los defectos de El Mundo, que por lo demás son los de casi toda la prensa mundial (un servilismo patológico a la corrección político-climática), nunca podremos agradecer lo suficiente a este periódico su valiente y solitaria labor (aparte Libertad Digital y poco más) de investigación del peor atentado terrorista de nuestra historia.

Dicho esto, hoy se ha producido un interesante debate. Pedro J., preguntado por Luis del Pino sobre quién cree que está detrás del 11-M, ha respondido, como es normal, que no lo sabe. Pero acto seguido ha admitido que tiene muy presente la tesis de la participación de servicios secretos, españoles o no. (Todos pensamos en Marruecos, claro, aunque Pedro J. no lo nombre. Es también la teoría que sugiere uno de los primeros libros que se publicaron después del 11 de marzo, 11-M. La venganza, de Casimiro García-Abadillo.)

Es decir, para el director de El Mundo va cobrando fuerza, con la perspectiva que da el tiempo, la comparación entre el 11-M y el 23-F, caracterizado por la confluencia de distintas tramas, de las cuales sólo conocemos en realidad las secundarias o subordinadas. Luis del Pino, en cambio, no lo ve así. Para él, si el arma del crimen del 11-M no fue la que asume la sentencia del juez Gómez Bermúdez, entonces no tendría sentido implicar, aunque fuera en un papel de meros colaboradores o comparsas teledirigidos, a los magrebíes condenados.

Esquematicemos la cuestión desde un punto de vista lógico. Tenemos tres posibilidades:

1) El 11-M fue perpetrado por un grupo de delincuentes comunes radicalizados, tal como establece la sentencia, y no hay nada más que hablar, sin perjuicio de que pueda descubrirse la implicación de otros individuos en el futuro.

2) El 11-M fue perpetrado por X, con algún tipo de participación (como tapadera o como colaboración) de la trama magrebí, algunos de cuyos miembros han sido condenados. (Tesis sostenida por José María de Pablo en su libro La cuarta trama.)

3) El 11-M fue perpetrado por X, y posteriormente se le endosó la autoría a los magrebíes. Es la tesis hacia la que se inclina Federico Jiménez Losantos, a tenor de algunas de sus afirmaciones.

Obsérvese que mientras las posibilidades 1 y 3 son unívocas (los condenados por el 11-M son culpables o no lo son), la posibilidad 2 admite una gran variedad de grados de implicación, que van desde la plena colaboración activa de los magrebíes en la conspiración criminal, hasta que fueran objeto de una manipulación total por parte de X para encubrir la autoría intelectual e incluso -quizás- la material. En su forma más nítida, esta última posibilidad se confunde con la 3.

Lo único que en mi opinión está claro, es que la credibilidad de 1 ha quedado totalmente en entredicho, desde el momento en que sabemos que alguien se tomó muchas molestias para impedir que conociéramos el verdadero explosivo que estalló en los trenes.

Con todo, la posibilidad 1, en su formulación fuerte (que es la tesis de la fiscalía sobre la autoría de Al-Qaida, no recogida al final por la sentencia) ha vuelto a ser planteada por Fernando Reinares en un artículo, previo a la publicación de un libro sobre el 11-M, según el cual las relaciones entre Amer Azizi (muerto en 2005, en Pakistán, por el lanzamiento de un misil de la CIA) y algunos de los implicados en la masacre de Madrid, vendrían a probar la conexión de los atentados con Al-Qaida. Pero lo mismo podríamos decir (y aquí creo que Barcepundit se ha precipitado en su valoración del artículo, dicho sea desde la admiración por mi bloguero preferido) que las relaciones de algunos de los implicados con la policía y los servicios secretos prueban la conexión de estos con los atentados. O dicho de otra manera, una cosa no es incompatible con la otra. La verdad sobre el 11-M puede ser, en definitiva, mucho más compleja de lo que pensamos.

Lo esencial, en cualquier caso, es que, sea quien sea el autor del 11-M, consiguió lo que pretendía, manipular a la opinión pública para que se produjera un cambio de gobierno. Descubrir exactamente qué ocurrió, además de un imperativo elemental de justicia hacia las víctimas, sería posiblemente la única forma de curar a esa ciudadanía políticamente enferma, que pensó que los atentados fueron consecuencia del apoyo español a la ocupación de Iraq, y votó en función de ello. (Hay tan poca distancia de esto a pensar que nos los merecimos, que produce náuseas.)

En este sentido, Barcepundit, aunque por una vez no me parezca muy acertado, sí señala algo muy atendible: Incluso aunque el 11-M hubiera sido obra de Al-Qaida (cosa que sigo sin creerme), debería interpretarse por ello como una consecuencia no de la guerra de Iraq, sino de la no guerra de Zapatero y Obama, o sea, la de Afganistán. A fin de cuentas, ¿qué coño le importaba a Ben Laden la defensa de un régimen laico como el de Sadam Hussein, si no era para utilizar la guerra como arma ideológica contra los estúpidos occidentales acomplejados y progres, balando paaaaaaz?

martes, 15 de diciembre de 2009

La diamantina faz de Zapatero

La dureza facial de Rodríguez Zapatero es algo que se puso de manifiesto ayer. Lleva en el poder cinco años, aprobando cada uno de ellos los presupuestos generales con el apoyo de los nacionalistas. Y ahora resulta que porque en la Conferencia de Presidentes (institución florero que se sacó de la manga al poco de llegar al gobierno, y que llevaba casi tres años sin reunirse) los presidentes autonómicos del PP no quieren ser cómplices (según el exacto término de Esperanza Aguirre) de la enésima tomadura de pelo gubernamental (presentada sólo tres horas antes de su debate), ahora resulta, digo, que la culpa de que no salgamos de la crisis será del PP.

No creo que sea una pataleta de Zapatero. Estoy seguro de que el de La Moncloa lo utilizará más de una vez, cuando ya no se acuerde nadie de la dichosa conferencia, y precisamente por ello su acusación cobre más apariencia de estar fundamentada en un hecho concreto ("ustedes, en la Conferencia de Presidentes de diciembre de 2009, no quisieron", etc). Al menos, es la clase de recurso dialéctico de pacotilla que basta para impresionar a tanto ignorante cerril que vota a Zapatero, "porque los otros son peores".

Es exasperante, pero es lo que tenemos. Se ve que a algunos les va este estilo tabernario, como les gustaba la "labia" de González. Qué ganas dan de exiliarse, Dios mío.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La caverna mediática de la extrema derecha filofascista

Estos son, en compendio, los argumentos de la doctrina nacionalprogresista. Lo de caverna mediática se usa mucho en Barcelona, pero no menos en Madrid. Y lo de filofascista (tengo el honor de haber sido llamado lo mismo por un comentarista) parece que es la última moda.

¿Cómo hacer frente a semejante potencia intelectual, a tan fino ingenio dialéctico? La verdad es que lo tenemos difícil. Toda la obra de Hayek, todas las aportaciones de intelectuales patrios como Miquel Porta Perales, José María Marco o Pío Moa, resulta impotente ante calificativos tan sutiles como originales. Basta que cualquier cómico o liberado sindical pronuncie su veredicto ("¡facha!") para que la verdad se abra paso en las mentes. No sirve de nada esforzarnos, tratar de argumentar. Somos fachas, y siempre lo seremos. Es como ser judío. Hay cosas que no se pueden ocultar.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Hay que decir no

Hoy se celebra en 166 municipios catalanes, que suponen aproximadamente el 10 % de la población de Cataluña, un referéndum separatista. Previsiblemente los votos a favor de la independencia se moverán alrededor del 90 %, porque la gran mayoría de los habitantes de esas poblaciones se abstendrá. O dicho de otro modo, casi todo aquel que se va a molestar en ir a votar, será independentista.

Esto no evitará que, con un voto afirmativo de menos de un 10 % de la población, los organizadores del referéndum lo vayan a vender como un triunfo del independentismo. Y lo jodido es que tendrán razón. Sabiendo que la mayoría de independentistas acuden a votar, aquellos que están en contra de la creación de un Estado catalán, y se hallan empadronados en alguno de los municipios participantes, deberían acudir a votar a favor del No. Es decir, el separatismo, como cualquier posición política, ha ganado la partida desde el momento que certifica que ni siquiera quien está en contra se va a manifestar, o lo hará sólo cuando ya sea demasiado tarde.

No me sirve el argumento de que el referéndum es ilegal, y por tanto participar en él es conferirle legitimidad. Sabemos por anticipado, primero, que los independentistas acudirán a votar probablemente casi todos. Y segundo, que el gobierno no se atreverá a impedir la celebración de las consultas. Que los que están en contra renuncien entonces a expresar su voto, es como si alguien me intenta robar la cartera, y no me resisto porque de todos modos, su posesión será ilegítima. ¡Valiente consuelo, si después nadie es capaz de devolvérmela!

Sin embargo, para oponerse al separatismo, hay que empezar por no caer en la trampa del lenguaje. Ellos han conseguido imponer el término independencia y sus derivados, que yo mismo no he podido evitar utilizar. Pues no, debemos acostumbrarnos a hablar de separatismo, porque el término independencia se ha revestido de una engañosa connotación de libertad. Precisamente quienes estamos a favor de la libertad de los catalanes, desconfiamos de la creación de un nuevo Estado, sobre cuya naturaleza intervencionista no tenemos ninguna garantía de que vaya a ser inferior a la del Estado con sede en Madrid, sino más bien lo contrario. Si Cuba fuera en un futuro un Estado dentro de los Estados Unidos de América, ¿sería más libre o menos que ahora, que es "independiente"? Cierto que hay ejemplos, como por ejemplo el de Estonia respeto a Rusia, en los que la separación ha tenido efectos beneficiosos para los habitantes del nuevo Estado. Pero lo único que se deduce de ello es que, a priori, no hay ninguna razón por la cual la separación deba ser buena o mala para la libertad, y mucho menos para confundir ambas cosas.

En el caso de Cataluña, lo que está claro es que un gobierno autónomo que es capaz de sancionar a un negocio por no poner en su escaparate "Pisos en venta" en catalán (vamos a suponer que si lo hubiera puesto en chino, y no en español, igualmente sería multado, aunque lo dudo), no permite abrigar muchas esperanzas de que va a ser más liberal cuando se convierta en un Estado soberano.

Es mentira que quienes nos oponemos a la separación de Cataluña seamos todos nacionalistas españoles. Habrá quienes sí lo sean (y desde luego, tienen el mismo derecho a expresarse que los nacionalistas catalanes), pero se puede perfectamente no tener una idea esencialista de España, y al mismo tiempo creer que nos irá mejor dentro de ella, o por lo menos invocar el principio conservador de "más vale malo conocido..." Sólo hace falta que expongamos nuestros argumentos con claridad y coherencia, y que no nos dejemos seducir por la languidez suicida de estar más allá del bien y del mal de debates identitarios, y por ello ceder el terreno a quienes se los toman en serio. Lenin en esto tenía toda la razón: "Si no te ocupas de la política, la política se ocupará por ti".

Lérida, Gerona, Cataluña... y Espanya

En español decimos Francia, no La France, y decimos Inglaterra, no England. Lo mismo sucede con los nombres de muchas ciudades, como por ejemplo: Londres/London, Bruselas/Brussels/Bruxelles, Munich/München, Ginebra/Genève, Basilea/Basel, Oporto/Porto, Nápoles/Napoli, etc.

Creo que todos estamos de acuerdo en que sería ridículo exigir a franceses o ingleses que en sus lenguas tuvieran que decir y escribir España, en lugar de sus equivalencias respectivas, L'Espagne y Spain, de inveterado uso. Como ridículo sería lo recíproco, que nosotros nos comprometiéramos a desterrar nuestras castellanizaciones tradicionales de nombres europeos o de otros continentes.

Igualmente aborrecible me parece la actual corrección política nacionalista de muchos medios que, en castellano, escriben Catalunya, en lugar de Cataluña, o escriben y pronuncian Lleida en lugar del Lérida de toda la vida, o Girona en lugar de Gerona, A Coruña en lugar de La Coruña, etc, como si las seculares versiones castellanas de estos nombres tuvieran un carácter imperialista o franquista, qué sé yo la tontería que albergan algunos en la cabeza.

No me sirve el argumento de que catalán, gallego y vascuence son también lenguas oficiales. Lo son, pero sólo en las comunidades respectivas y sin perjuicio obviamente de la oficialidad del castellano; no existe ninguna justificación formal para que en textos o piezas orales castellanas, en Madrid o en Barcelona, no se deban emplear las formas consagradas por el uso. De hecho, muchos que se empeñan en escribir Catalunya en castellano, como si la eñe les causara erupciones cutáneas, no tienen inconveniente en hablar de Catalonia cuando quieren hacer propaganda de su causa fuera de nuestras fronteras, ni tampoco he sabido de ninguna protesta por que los franceses se refieran a La Catalogne.

Nadie está diciendo que debamos llevar hasta sus últimas consecuencias la castellanización de nombres, ni yo abogo por una posición carpetovetónica de resucitar el "San Baudilio de Llobregat" en lugar de Sant Boi de Llobregat, o "San Cucufate del Vallés" en lugar de Sant Cugat del Vallès. Recuerdo al respecto también el intento casi heroico, pero un tanto esperpéntico, de algunos publicistas que hace unos años hablaban del tratado de "Mastrique", recordando de manera extemporánea viejas glorias imperiales... Aunque hay que reconocer que resulta más fácil de escribir para nosotros que Maastricht.

Estoy defendiendo todo lo contrario. Mi opinión es que el uso habitual, el más extendido y natural, debe estar por encima de unas normas de estilo artificiosas, basadas en criterios ideológicos, que hoy son preponderantemente de servilismo hacia los nacionalismos periféricos, pero que en determinados ámbitos pueden ser, por una comprensible reacción, todo lo contrario.

Lo mismo que digo del castellano, lo aplico al catalán. Hay quien se mosquea porque en catalán se escriba y pronuncie Saragossa (Zaragoza) o se refieran al nombre del rey como Joan Carles. Evidentemente, nadie pretende rebautizar la capital aragonesa ni al jefe del estado. Pero lo cierto es que en catalán suena absolutamente tan natural decir Saragossa o Joan Carles como en español nos suena Marsella (no Marseille) o la reina Isabel (no Elizabeth). No caigamos tampoco (e insisto, por un disculpable hartazgo ante los excesos del nacionalismo) en una especie de manía persecutoria ante la catalanización de nombres castellanos, realizada en su apropiado contexto sociolingüístico catalán. En contra de lo que pudiera parecer, y dicho sea de paso, mantener el nombre castellano del Borbón en un texto o conversación catalanes, es algo más estrictamente coherente con una óptica separatista que con el uso común, pues tiende a sugerir el carácter supuestamente ajeno a la cultura y la historia de Cataluña de quien siempre había ostentado el título de Conde de Barcelona, al menos hasta Don Juan.

En catalán, pues, lo correcto según criterios puramente lingüísticos, que son los únicos pertinentes en la gran mayoría de ocasiones, es escribir Espanya, como en castellano lo propio es Cataluña. Lamentablemente, en lengua catalana es muy raro leer o escuchar lo primero, porque la expresión bendecida por la ortodoxia nacionalprogresista es Estat espanyol o Estado español. Una forma burda, pero efectiva por su machaconería, de negar que España sea algo más que los ministerios, las comisarías y cuarteles, la Renfe y RTVE. Aunque me temo que, si Zapatero persevera en su labor destructiva del sector privado y de la nación, al final no acabará siendo del todo infundada.

P.S.: Acabo de publicar esta entrada cuando he recordado que hoy era el día de los referéndums independentistas en varias poblaciones catalanas. Si tengo tiempo, escribiré también hoy algo sobre la cuestión.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Que no se aprovechen de la crisis: eso sólo lo podemos hacer nosotros

Creo que así resulta más explicativo el lema de la manifestación de hoy, convocada por los sindicatos y amenizada por diversos representantes de la cultura oficialista, como Pilar Bardem y el tipejo ese tan admirado por Gallardón que realizó un videomontaje contra Hermann Tertsch, poco antes de que el periodista fuera agredido cobardemente por la espalda.

Desde luego, es intolerable que haya quien pretenda aprovecharse de la crisis. Los únicos legitimados para hacerlo son el PSOE, CC.OO, UGT y el Sindicato de la Ceja. El primero, para poder imponer a la sociedad española el proyecto intervencionista y despilfarrador de Rodríguez Zapatero; los demás para que puedan seguir viviendo del cuento, cobrando subvenciones multimillonarias, perpetrando bodrios que la mayoría no queremos ver ni en un DVD de oferta, y actuando como mamporreros agradecidos del gobierno. Todo ello, excuso decirlo, a cargo de ustedes y yo.

Se da, pues, la paradoja de que, quienes más se están beneficiando política y económicamente de la crisis, salen a la calle a protestar contra uno de los grupos que más está sufriendo sus consecuencias, los empresarios. Por si fuera poco, los convocantes se aferran a políticas regulatorias que dificultan la creación de empleo, o lo que es lo mismo, dificultan la mejora de las condiciones laborales de quienes aún conservan su puesto de trabajo, ese bien que las organizaciones sindicales contribuyen denodadamente a hacer tan escaso.

¿Para cuándo una manifestación de trabajadores (asalariados, autónomos y empresarios) contra la casta de vividores y gentuza que soportamos con nuestros impuestos?

martes, 8 de diciembre de 2009

El Dogma Básico de la sabiduría convencional

Hace medio siglo, John Kenneth Galbraith acuñó la expresión "sabiduría convencional" para referirse a aquel conjunto de ideas que han alcanzado la máxima aceptabilidad social en un determinado momento, incluso aunque los hechos se empeñen en contradecirlas. El economista norteamericano consideraba, en su famoso libro La sociedad opulenta (1958), que después de la segunda guerra mundial, la sabiduría convencional en los Estados Unidos era el resultado de una extraña amalgama de liberalismo clásico y keynesianismo. Él mismo -reconocía- había sido un keynesiano fervoroso, hasta que llegó a la conclusión de que los seguidores de Lord Keynes mantenían una especie de pacto no escrito con los defensores del mercado: Estos cedían ante la expansión del déficit (en el contexto del gasto defensivo que demandaba la guerra fría), y aquellos no exigían subidas de impuestos ni incrementos del gasto social o medioambiental, coincidiendo ambos en la veneración del crecimiento económico.

Galbraith, como buen socialista, pensaba que el renacimiento del mercado en la posguerra era un error, la clase de discurso que la gente (sobre todo si es adinerada) gusta de escuchar porque le permite seguir disfrutando de bajos impuestos, cerrando los ojos ante el riesgo de que los desequilibrios supuestamente provocados por el mercado acaben minando su propia prosperidad. Más tarde incluso confesó que el lanzamiento del Sputnik soviético le había animado a publicar su libro, al interpretar el acontecimiento como una demostración de que el modelo norteamericano, basado en la libre empresa y el gobierno limitado, no tenía tantas razones para la autocomplacencia. De este modo, con un estilo no exento de brillantez, Galbraith se constituía en realidad en un divulgador de la nueva sabiduría convencional socialdemócrata, un abogado de la "buena disposición para establecer impuestos y para pagarlos", y de las regulaciones económicas y medioambientales.

En efecto, hoy la sabiduría convencional coincide mucho más con las propias ideas de Galbraith que no con las que él criticaba. Equivale en gran medida a eso que yo he llamado (véase la cabecera de este blog) "paradigma seudoprogresista", aludiendo a Kuhn. Sin embargo, la expresión del economista posee la virtud de referirse con más propiedad a ese conjunto de extendidas creencias que abrigan incluso las masas más ignorantes o indiferentes. Es "lo que todo el mundo dice", aquello que la mayoría de personas, de todos los niveles culturales, leerá o escuchará en los medios de comunicación o en las tertulias de bar, sin ponerlo en duda ni por instante. Es más, sin que se le ocurra siquiera esa posibilidad, como ante proposiciones del tipo "la Tierra es redonda" o "el agua del mar es salada".

La característica fundamental de la sabiduría convencional es que nace como una interpretación culta de los hechos, y acaba sustituyéndolos. De ahí que sea adoptada masivamente, porque la mente humana necesita mucho menos esfuerzo para tratar con interpretaciones (simplificaciones) de la realidad, que no con la realidad misma. Cada momento histórico tiene su propia sabiduría convencional, que es abandonada, no cuando los hechos la contradicen flagrantemente (aunque eso acaba ayudando) sino cuando aparece una nueva interpretación, un nuevo paradigma lo suficientemente sugestivo y fácilmente popularizable.

El Dogma Básico de la sabiduría convencional actual (en adelante, DB) es desde luego muy fácil de comprender, incluso por la mente más obtusa, y tiene además la capacidad de halagar nuestra buena consciencia haciendo que nos sintamos un poco mal a ratos, y de manera perfectamente controlada y soportable. Cuánta probreza hay en el mundo... Qué verguënza que nadie haga nada... Cada vez está todo más contaminado... De seguir así, nos cargaremos el planeta... Son expresiones que parafrasean al DB, que podría fijarse aproximadamente así:

En el mundo cada vez hay más pobreza, y el medio ambiente se deteriora de manera creciente, por culpa de la acción humana descontrolada.

Por supuesto, el DB es completamente falso: No se corresponde en absoluto con los hechos. En el mundo, durante las últimas décadas, el número de pobres no ha dejado de disminuir, y las economías desarrolladas cada vez son menos agresivas con el medio ambiente, se reducen más los niveles de polución y se produce un aprovechamiento más eficaz de las materias primas, no sólo ni principalmente por el reciclaje, sino sobre todo por las innovaciones tecnológicas. Estos son hechos que, con las lógicas diferencias y excepciones locales, están ahí, y podemos conocerlos a través de las publicaciones estadísticas oficiales, y de los expertos que saben moverse entre la selva de los datos para ofrecérnoslos a los ignaros. Para limitarme sólo a un par de ejemplos muy conocidos, mencionaré el libro de Johan Norberg, En defensa del capitalismo global, para el aspecto económico, y el blog de Antón Uriarte, CO2, principalmente centrado en el cambio climático.

Pero como he dicho, informarse sin esquemas preconcebidos requiere un esfuerzo considerable. Es mucho más fácil, y por ello es lo que hacemos casi todos, seleccionar los hechos que confirman nuestro marco teórico previo e ignorar, olvidar o desacreditar aquellos que nos desconciertan momentáneamente porque no encajan en él. Y esta es una tendencia que puede observarse, en diferentes grados, tanto en el lector común de periódicos (que empieza ya, a menudo, por serlo de uno solo, el que más se ajusta a su manera de pensar) como en los avezados científicos (y descarados manipuladores) del CRU británico.

Existe además una razón específica por la cual el DB es especialmente difícil de combatir. Cuando uno niega que en general cada vez haya más pobres, o que la situación medioambiental, globalmente considerarada, se agrave año tras año, es difícil no provocar la sensación de ser una persona insensible ante las injusticias y los desastres ecológicos que, quién lo niega, se producen en el mundo. Y viceversa, el mero hecho de sostener lo contrario, independientemente de si se ajusta a los hechos o no, confiere un marchamo de integridad moral aparentemente indiscutible.

De hecho, podría pensarse, más allá de la verdad o falsedad del DB, que sus efectos podrían ser beneficiosos, al mantenernos en una tensión autocrítica que nos impulsa a no conformarnos con los males del presente. Sin embargo, en realidad sucede todo lo contrario: El DB de la sabiduría convencional contribuye trágicamente a agravar aquellos problemas que denuncia.

La historia del siglo XX ha demostrado rotundamente que la pretendida alternativa al sistema económico dominante, el socialismo, no sólo ha sido un completo fracaso, sino que ha venido acompañado de una violencia estatal sin precedentes: Cien millones de muertos por ejecuciones, deportaciones o colectivizaciones forzosas es el balance de menos de un siglo de "socialismo real" en la Unión Soviética, China y los demás países que adoptaron alguna variante de credo marxista como religión oficial. El DB, sin embargo, tiende a relativizar esta evidencia, culpando al capitalismo salvaje (el comunismo debe ser civilizado) de males sin cuento, de la muerte de millones de personas por hambre todos los años, y del apocalipsis climático, o lo que se ponga de moda la próxima década. Es decir, presentando como insostenible y atroz al sistema que ha producido las mayores cotas de prosperidad de la historia, y los avances tecnológicos que han cambiado la vida de millones de personas. Si no fuera por la fuerza del DB, las políticas estatalistas que perpetúan la pobreza y la dependencia, y limitan el crecimiento, gozarían comparativamente de mucho menos prestigio, y serían vistas por las masas de muchos países exactamente como lo que son: Un freno a sus aspiraciones de prosperar y de disfrutar sin trabas de los frutos de su propio esfuerzo, mientras ciertas minorías se enriquecen fabulosamente gracias a sus vínculos con corruptos gobernantes.

El DB es, en resumen, la gran coartada de los políticos (con las honrosas excepciones) y los burócratas de la ONU para imponer recortes de la libertad individual y encima presentarse como salvadores. Aunque la izquierda es la principal usufructuaria de la sabiduría convencional (de ahí su hegemonía cultural), tampoco la derecha es completamente inocente, tanto por acción (ahí están esos líderes conservadores que hacen suyo el discurso algoriano) como por omisión, por eludir enfrentarse, en tantas ocasiones, a los dogmas establecidos.

La importancia creciente que ha cobrado en las últimas décadas el ecologismo (no confundir con la ecología) se debe, en parte, a la evidencia cada vez más difícil de eludir del fracaso del comunismo. Es preciso, para todos aquellos que se niegan a aceptar la superioridad del mercado libre, convertirlo en culpable de la destrucción del mundo, sea por el agotamiento de los recursos, la desertización, el agujero de ozono o la fusión de los casquetes polares. Se olvida deliberadamente que los mayores desastres ecológicos, como el de Chernóbil, se han producido en países comunistas. Pero tanto las monsergas ecologistas como el discurso de la brecha Norte-Sur tienen la misma función: Desacreditar el sistema de libre mercado y la globalización.

Por otra parte, la crisis económica ha dado nuevos argumentos a los estatistas. Piden nuevas regulaciones, que se suman a las impuestas para luchar contra el cambio climático, como si las regulaciones monetarias y financieras que han sido las causantes de la crisis no tuvieran nada que ver con las autoridades políticas. Y si sus políticas de intervencionismo, de gasto y de endeudamiento prolongan la crisis, da lo mismo. Cuando se salga de ella, los gobiernos se atribuirán el mérito, y durante décadas nos estarán recordando la profundidad y duración de la crisis para advertirnos de los peligros del mercado no sujeto a su control.

La persistencia del DB no se puede explicar sólo por la inercia o la pereza intelectual. Si los medios de comunicación no actuasen como sus más entusiastas reforzadores, posiblemente ya habría sido sustituido por otra visión de la realidad, inevitablemente simplificadora, pero más acorde con ella y menos embrutecedora. Hoy, inusualmente, he visto un informativo de la televisión. Cuando hablaban de la cumbre de Copenhague, por un momento pensé que iban a referirse al escándalo del Climategate: El presentador se refería a una polémica causada por... ¿Lo creerán? Unos árboles de Navidad que al parecer las autoridades danesas habian retirado para no ofender a los activistas ecologistas presentes en las inmediaciones del evento. (La cadena era Antena 3, pero da lo mismo, todas son iguales.)

Nos encontramos claramente en una sociedad dividida en dos clases de ciudadanos. Quienes nos informamos habitualmente a través de internet, y quienes sólo ven la televisión y, en el mejor de los casos, leen algún periódico impreso. Hay indicios de que entre los primeros el contenido de la sabiduría convencional puede por fin estar cambiando. Pero mientras los segundos continúen secuestrados por los medios de comunicación tradicionales (con alguna, también aquí, honrosa excepción) será difícil que se produzca un retroceso del intervencionismo estatal. Al final, de tanto decir que el mundo va de mal en peor, puede que acabe siendo cierto, pero por razones distintas a las que nos vienen pregonando: Por culpa de quienes pretenden erigirse en sus salvadores.

ACTUALIZACIÓN 4-03-10: Esta entrada ha servido de base a mi artículo "La sabiduría convencional de nuestro tiempo", publicado por Semanario Atlántico.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La lección suiza

Tras el referéndum suizo del pasado 29 de noviembre, en el cual se han impuesto los partidarios del sí a la prohibición de los minaretes, han podido escucharse diferentes opiniones contrarias a dicha prohibición.

No me interesan las previsibles de los que se han rasgado las vestiduras, deplorando la "xenofobia" y la "islamofobia" de los ciudadanos suizos; no creo que valga la pena perder un minuto con el papanatismo políticamente correcto.

Más atendibles parecen las opiniones de quienes se muestran preocupados por lo que puede interpretarse como un recorte de la libertad religiosa, y argumentan que basta con perseguir a quienes defienden o practican el terrorismo islamista.

Pero se equivocan también. El Islam no es sólo una religión, en el sentido en que lo es el cristianismo actualmente. Los musulmanes no se limitan a practicar un determinado culto, ni a defender unas ideas morales concretas, sino que pretenden implantar un modelo totalitario de sociedad con métodos expansionistas. Permitir, en nombre de principios liberales, que puedan transformar el paisaje arquitectónico y humano de un país europeo sembrándolo de minaretes y de burkas, mientras en Arabia Saudí se prohíbe la construcción de iglesias, es de una espantosa ingenuidad. Es sencillamente contribuir a reforzar su mentalidad conquistadora, para que un día no lejano lleguen a creer que estamos maduros para recibir la ley islámica, si es que no se lo creen ya.

El día que el Islam deje de ser una ideología, además de una religión, podremos revocar esas restricciones. Mientras tanto, nos asiste el derecho a defender nuestra civilización, aunque ello implique dejar en suspenso el precepto evangélico de poner la otra mejilla.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Año 49 después de Zapatero

Sería totalmente insuficiente limitarnos a erradicar los crucifijos de las escuelas, como han propuesto ERC y el PSOE. ¿Se ha reflexionado suficientemente sobre los dañinos efectos que pueden tener sobre las inocentes mentes infantiles las tradicionales celebraciones navideñas? Tal como proponía recientemente un organismo consultivo de la Generalitat, urge eliminar el propio término Navidad, para que sea sustituido por la mucho más higiénica expresión "Vacaciones de Invierno".

¿Y qué decir del cómputo de los años tomando como referencia el nacimiento de Cristo? No podemos seguir tolerando que nuestra juventud inerme continúe recibiendo esa nefasta influencia clerical. En adelante, el calendario deberá regirse por algún acontecimiento que realmente suponga un avance en la Historia de la Humanidad, como por ejemplo, el nacimiento de Obama, o de Zapatero. Mejor aún, que cada comunidad autónoma tenga su propio Fundador, Sabino Arana los vascos, Francesc Macià los catalanes o Blas Infante los andaluces.

Por supuesto, la reforma del tiempo debe ir acompañada del espacio, más exactamente de la toponimia. ¡La de estragos que causan entre las jóvenes generaciones esas pérfidas alusiones al santoral que abundan en nuestra geografía, todos esos San y Santa antepuestos a tantas poblaciones! Por no hablar de casos tan hirientes como Santa Cruz de Tenerife, en cuyo lugar propongo Ciudad Tenerife.

Tenemos una ímproba tarea por delante. Aún no ha llegado el día en que nadie se llamará José, María, Jesús o Pedro, sino Sostenibilidaz o Res-pe-tó! En que ya no habrá ni un solo cura o una sola monja y todas las iglesias habrán sido derruidas o convertidas en ludotecas. En que los niños serán educados libres de prejuicios tan absurdos y an-ti-guóss! como que existen normas morales que ni siquiera la voluntad democrática de la mayoría puede cambiar. Todavía no ha llegado ese mundo feliz en que no habrá sentimientos de remordimiento ni culpa, y nadie se preocupará vanamente por el sentido de la existencia ni pensará diferente de los demás, a causa de peregrinas ideas debidas a la interferencia de los padres o difundidas por libros.

Vivimos todavía en una fase primitiva de la evolución, en la cual errores venerables y decrépitos siguen transmitiéndose por culpa de prejuicios liberales que impiden al Estado controlar por completo la producción cultural, depurando toda insana concepción que no sea acorde con la verdad científica. Una fase en la cual todavía el rancio humanitarismo de raíz judeocristiana impide reducir la población humana a un tercio de la actual, para alcanzar la sos-te-ni-bi-li-daz y proteger la bio-di-ver-si-daz. Vivimos en un tiempo donde millones de habitantes del planeta todavía creen que pueden tener los hijos que les dé la gana, educarlos como quieran, comer y beber lo que les apetezca o desplazarse en el medio de transporte que elijan. Y además hay millones de otros que no pueden permitirse esos lujos indecentes, pero aspiran a conseguirlo para sí o para sus hijos.

Todo esto tiene que acabar, pero no podemos cometer los errores del pasado. Debemos ir introduciendo gradualmente las nuevas ideas que liberarán al hombre de las supersticiones antisociales. Nada de matar curas ni quemar iglesias como en el año 24 aZ. Poco a poco, el control sistemático de la educación y los medios de comunicación nos permitirá alcanzar nuestros objetivos de manera suave e indolora, salvo los inevitables excesos esporádicos que implica la marcha imparable del Pro-gre-ssó!

sábado, 28 de noviembre de 2009

Imagine there's no Catalonia

En un diario de Madrid aparece un reportaje donde se anuncia una sentencia del Tribunal Constitucional desfavorable al Estatuto. Tres días después, en un gesto bastante melodramático, por no decir ridículo, los principales diarios de papel catalanes publican un editorial conjunto, titulado “La dignidad de Cataluña”. Hombre, ya puestos, podrían haber acordado una edición completa conjunta, con el mismo sudoku y todo. Así sólo deberíamos leer un diario, y nos ahorraríamos una cantidad considerable de tiempo.

Más que la épica determinación de un pueblo, la unanimidad de la prensa catalana expresa el deseo de supervivencia de las empresas de comunicación tradicionales, conectadas a la respiración artificial de las subvenciones.

Por mucho que doce diarios afirmen con exactamente las mismas palabras que la recusación del magistrado Pablo Pérez Tremp fue “una espesa maniobra”, el hecho es que este señor había sido contratado por una de las partes, y esto en todas partes, en el mundo civilizado, es considerado causa más que suficiente para recusar a un juez.

Y por mucho que doce jueces se escandalicen por la falta de acuerdo entre los dos principales partidos políticos para renovar el Constitucional, lo verdaderamente escandaloso es que sean los partidos políticos los que se repartan el poder judicial por cuotas.

Es cierto que el prestigio del Tribunal Constitucional está erosionado, pero esto no viene de ahora. Por no remontarnos más lejos en el pasado, pensamos simplemente en una sentencia como la de “los Albertos”, que a cualquier persona que crea en la democracia le debe repugnar profundamente. Pero el argumento de que un tribunal no tiene derecho a rechazar una ley aprobada por dos parlamentos y por referéndum, cuestiona la raíz misma del Estado de Derecho. Si la sentencia del TC sólo es válida en caso de conformidad con el Estatuto, ¿qué necesidad hay de que emita ninguna? ¿Qué necesidad hay simplemente de que exista tal institución? Si aquello que el pueblo manifiesta en las urnas, y a través de sus representantes, es el único criterio para determinar la validez jurídica de una ley, entonces difícilmente podremos criticar a un Hugo Chávez ni a cualquier otro caudillo populista.

Yendo al fondo de la cuestión, el editorialista afirma que el Estatuto no es más que “la demanda de mejora del autogobierno de un viejo pueblo europeo”. Cataluña, efectivamente, tiene un gobierno propio desde hace tres décadas. Pero resulta que en un momento dado, la mayor parte de la clase política catalana decidió que este autogobierno no era suficiente, y que necesitaba más competencias, más recursos y más ostentaciones simbólicas. Es decir, más poder.

Por eso, muchos que quisiéramos que el Estado, se llame catalán, español o europeo, sea menos poderoso, y por tanto que los individuos seamos más libres, votamos en contra del Estatuto. En total, por esta u otras razones, un 20 % de catalanes votamos “no” al Estatuto, y más de la mitad se abstuvieron. ¿Es que estos catalanes son menos dignos que el 36 % del censo que votó a favor? Yo pensaba que la única dignidad por la cual vale la pena luchar es la de las personas, no la de los países. Imaginaciones mías.

(Artículo publicado en catalán en Tot Tarragona.)

sábado, 21 de noviembre de 2009

Emoticracia

Los piratas somalíes han recibido un mensaje claro: Secuestrar un barco con tripulantes españoles es un buen negocio, pues por dos veces han cobrado cuantiosos rescates y han escapado impunes. Quien paga el rescate exigido por unos secuestradores, está incentivando nuevos secuestros en el futuro. Al plegarnos a las demandas de unos delincuentes cambiamos una satisfacción inmediata (la liberación sin lucha de los rehenes) por una amenaza futura que impresiona más débilmente nuestra imaginación. El sentimiento se sobrepone al razonamiento.

Cuando José María Aznar se negó a plegarse ante las exigencias de los terroristas que secuestraron a Miguel Ángel Blanco, demostró no ser un hombre progresista ni de izquierdas, es decir, que le importaba un comino no ser simpático. Pero sobre todo demostró a los criminales que tenían en frente un gobierno que no iba a ceder ante ningún tipo de chantaje, por brutal que fuese. Redujo sus esperanzas de alcanzar sus objetivos, e incrementó su desprestigio entre los tibios. Podía haber escogido el camino más fácil, anunciar en televisión la liberación de Miguel Ángel Blanco, a cambio de concesiones ocultas, que hubieran fortalecido peligrosamente a ETA, y hacerse fotos con el joven concejal, rodeado de sus familiares agradecidos. Optó, en cambio, por lo que le dictaba la razón, por lo más difícil y doloroso: No ceder ante los criminales, para evitar males mucho mayores en el futuro.

Por el contrario, Rodríguez Zapatero practica sistemáticamente una política de sentimientos. Su prioridad no es actuar conforme a aquello que la razón (con todas sus limitaciones) revela como lo más conveniente, sino pensando ante todo en la imagen que sus actos puedan dar de sí mismo. Una imagen que debe ser de simpatía, de buenos sentimientos, contrapuesta a la de los conservadores, unos seres insensibles, timoratos o egoístas, según se tercie.

El PSOE y su entorno mediático hace ya tiempo que sustituyeron las ideas por las emociones, la ideología por el marketing. Se han especializado, con gran éxito, en cultivar la sensiblería colectiva, en lugar de apelar a la racionalidad individual. Como dice Juan Carlos Girauta en La eclosión liberal:

“Hoy sabemos que los mejores datos macroeconómicos del mundo no pueden sobreponerse a un día de agitación en las calles con acusaciones al ‘buen gestor’ de asesinar niños en Oriente Medio y de haber provocado con ello una masacre en Madrid. También se puede haber dirigido la lucha antiterrorista con eficacia y hasta con heroísmo. Pero una palabra vacía y conmovedora como ‘paz’, y una línea en el suelo distinguiendo entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ –los que queremos la paz y los que quieren la guerra– bastan para que los logros obtenidos se olviden.”

Rodríguez Zapatero sabe cómo hacer que muchos se sientan buenos con él, y por tanto, que detesten a quienes osan cuestionar su intrínseca bondad (es decir, la de ellos), o por lo menos sus consecuencias objetivas. Quien confunde su particular sentimiento de bondad con el bien, es incapaz de considerar ninguna crítica. Por definición, todo lo que haga será enternecedor, salvo para aquel que esté animado por una maldad congénita. Con gente así, es imposible discutir, porque no esgrimen argumentos, sino emociones de una bochornosa simpleza, fáciles de contagiar y por tanto suscitar adhesiones mitineras y primarias, sin que retrocedan para ello ante las más groseras bajezas retóricas y los efectismos más lacrimógenos.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Llamemos burradas a las burradas

Julio Anguita es uno de esos políticos que suscita simpatía entre gente de ideas incluso opuestas a las suyas. No es mi caso. Que los fanáticos sean personas moralmente intachables no es algo tan sorprendente; de hecho, suele ser ser la norma. Pero como decía Cioran, en su inolvidable Breviario de podredumbre:

"Si se pusiera en un platillo de la balanza el mal que los 'puros' han derramado sobre el mundo y en el otro el mal proveniente de los hombres sin principios y sin escrúpulos, es el primer platillo el que inclinaría la balanza. En el espíritu que la propone, toda fórmula de salvación erige una guillotina..."

Julio Anguita, en la medida en que ejerció una oposición insobornable al felipismo, hizo sin duda más bien que mal, pero si hubiera llegado a tener un poder superior al de alcalde, ¡pobres de nosotros!

Este fin de semana he escuchado la entrevista (partes I y II) que le ha realizado Luis del Pino en esRadio. Aunque han hablado de diversos temas, en mi opinión, algunas de las burradas que ha dicho el señor Anguita son de tal calibre que lo demás resulta secundario. Ha dicho por ejemplo, que el fundamentalismo islámico tiene su origen en el subdesarrollo. O sea, que la financiación de los dos mayores productores de petróleo de Oriente Medio, Arabia Saudí e Irán, no tiene nada que ver. Y Bin Laden era un pastorcillo, vamos.

Más delirante ha sido cuando se ha referido, interrogado por Luis del Pino, al muro de Berlín. Después de soltar la rutinaria estupidez de compararlo con el muro de Palestina (construido para proteger a los ciudadanos de los terroristas suicidas, no para evitar que huyan, leve diferencia), ha llegado a sugerir que el problema no era el comunismo, sino que la clase política del Este estaba corrompida y sobornada por Occidente. Vamos, ¡le ha faltado un pelo para decir que el muro lo erigió el capitalismo!

Por último, al final de la entrevista se ha referido a la próxima cita internacional de Copenhague sobre el cambio climático, y ha profetizado la extinción de la especie humana si no se toman medidas, tema en el que, asegura, está trabajando ahora. Nada, que este hombre está empeñado en salvarnos como sea. Como Robespierre, Lenin y otros salvadores ilustres de los últimos dos siglos y pico. Lo único que me tranquiliza es que ya está un poco mayor para poner en práctica tan nobles ideales.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Los medios y los fines

Acabo de leer las memorias de Jean-François Revel*. Si tuviera que destacar un pasaje del libro, sería el siguiente:

Me había apasionado por la política porque quería reducir los sufrimientos humanos y fortalecer la justicia y la libertad. Pero descubría que para lograrlo la izquierda había erigido en principios sagrados unos métodos que daban resultados contrarios a los deseados. Lo malo era que no quería reconocerlo o, peor aún, ni siquiera se daba cuenta. Pero yo no podía dejar de ver que después de la guerra las democracias liberales habían proporcionado a sus ciudadanos una prosperidad, una libertad y un progreso de la cultura que el socialismo había sido incapaz de generar, y además había destruido sus primicias. Los esquemas explicativos que hasta entonces me habían servido para interpretar la realidad eran refutados por ella. Me di cuenta a mi pesar, pero de un modo irresistible. No obstante los socialistas se obstinaban en identificar el hecho de "ser de izquierdas" con la veneración supersticiosa de unos medios caducos. A mí lo que me importaban eran los fines, que no habían cambiado, y debían buscarse por otros medios. Fiel a estos fines, seguía considerándome "de izquierdas", pero los socialistas me arrojaron "a la derecha" porque no aceptaba el fetichismo de los medios. En el fondo las ideas "de izquierdas" son una contraseña, un vínculo tribal, no un método de acción para mejorar la condición humana. Criticarlas en nombre de sus supuestos objetivos equivalía a salirse de la tribu, y eso fue lo que me pasó. (Págs. 400-401)

Aunque descriptivamente el análisis de Revel me parece genial, como explicación no me convence tanto. No estoy tan seguro de que "ser de izquierdas" sea un mero error de método, convertido en dogma de fe por una obcecación incomprensible. En lugar de limitarse a defender una sociedad razonablemente justa y libre, la ideología llamada progresista se caracteriza por no conformarse en absoluto con tales objetivos, sino que se sustenta, de manera más o menos explícita, en el postulado romántico (es decir, antiilustrado) según el cual es posible una "sociedad reconciliada"**, en la cual todos los conflictos e injusticias han sido erradicados de una vez para siempre. Un difuso utopismo igualitario, más que ninguna teoría socioeconómica errónea, es lo que sirve principalmente de justificación al intervencionismo de los gobiernos. Y ello parece encajar mejor con la certera observación acerca del tribalismo de la izquierda, esa nostalgia atávica de gregarismos perdidos.

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* Memorias. El ladrón en la casa vacía, Ed. Fundación FAES, 2007.
** Miquel Porta Perales, La tentación liberal. Una defensa del orden establecido, ed. Península, 2009, pág. 15.

sábado, 7 de noviembre de 2009

El mantra de la desafección

Periódicamente, escuchamos declaraciones, tanto de políticos como de periodistas y opinadores en general, lamentándose del fenómeno de la "desafección" de los ciudadanos hacia la clase política. A primera vista, lo lógico sería pensar que este es un problema que tienen los políticos, no los ciudadanos. Si tu novia ya no te quiere, el problema lo tienes principalmente tú, no ella. Sin embargo, dichos opinadores, de manera más o menos explícita, dan por sentado que de la tan traída y llevada desafección se derivan incalculables males. Recientemente ha sido el presidente del parlamento catalán quien ha alertado, en un programa de radio, sobre el peligro de la presencia en dicha cámara de partidos de ultraderecha. Pero en una conferencia de prensa posterior ha sido más preciso. Su verdadera preocupación es que la sociedad se los lleve por delante (literal), y para ello ha conminado a los partidos que forman parte del sistema a emprender medidas regeneradoras. Es decir, traducido del politiqués: O hacemos una buena campaña de imagen, o se nos puede acabar el chollo cualquier día de estos.

A mí, cuando me hablan de desafección, tiendo a pensar que todavía debería haber más. Sin embargo, tras esta primera reacción de anarquismo instintivo, admito que el problema existe, sólo que no como se plantea. La desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos no sólo no es mala, es sana y altamente necesaria. El problema es cuando la clase política se convierte en una casta autosuficiente, que se debe no a los ciudadanos a quienes dice representar, sino a una partidocracia en la cual sólo escalan puestos y mantienen sus despachos y prebendas los profesionales de la intriga y el pelotilleo, por no hablar de quienes incurren en prácticas contrarias al código penal. Entonces, el descontento de los ciudadanos efectivamente puede conducir a su decantación por partidos marginales, en el sentido neutral del término. Es decir, pueden ser partidos que aporten aire fresco a las instituciones, o bien pueden ser peores remedios que la enfermedad.

Personalmente, cada vez tiendo más a pensar que el sistema casi bipartidista constituído por PSOE y PP (un bipartidismo que no tiene nada que ver con el que se da en Estados Unidos, donde los aparatos de los partidos tienen un peso mucho menor que aquí) sólo puede reformarse mediante el ascenso de formaciones que permitan representar con más precisión las tendencias de la sociedad. En las recientes elecciones de Alemania hemos podido comprobar que a pesar de que el voto liberal-conservador se haya dividido, hasta cierto punto, entre la CDU y los liberales de Guido Westerwelle, ello no les ha impedido aprovechar la debacle de los socialistas, y alcanzar el gobierno (a lo cual ha contribuido que el voto de izquierdas también se ha dividido.) En España, el tercer partido en porcentaje de votos en las pasadas elecciones fue IU, con menos del 4 % de los votos. Compárese esta situación con la alemana, donde el tercero (Partido Liberal) ha obtenido cerca del 15 % de los votos, seguidos de La Izquierda (casi el 12 %) y Los Verdes (casi el 11 %).

Es vital que surjan partidos en España, tanto por la derecha como por la izquierda, que animen el cotarro y resten influencia tanto al PSOE como al PP, aunque desde mi punto de vista, el objetivo sería un gobierno de coalición de este último con un tercero. ¿Quién podría ser nuestro Westerwelle? No lo sé, pero creo que a algunos (o algunas) que podrían decidirse a serlo, se les puede pasar el arroz como no actúen pronto.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Mi último artículo en Semanario Atlántico

La izquierda es experta en centrar el debate en la disyuntiva entre modernidad y tradición, pintando a esta última como el origen de todos los males. Sin embargo, los totalitarismos del siglo XX, que convirtieron en un infierno vastas regiones del planeta, deben cargarse, a todas luces, en la cuenta de la tan sobrevalorada modernidad. Y lo mismo podemos decir de la última ideología con pretensiones de dominio universal, el islamismo, aunque superficialmente parezca una mera forma de reacción. De ello hablo en mi artículo Comunismo, nazismo, islamismo, publicado en Semanario Atlántico.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Yo también he firmado

Aunque pueda dudarse de la efectividad práctica de este tipo de iniciativas, no sería admisible que no existiera una condena formal del comunismo. De ahí que la Declaración de Praga sobre la Consciencia Europea y el Comunismo merezca ser apoyada por cuanta más gente mejor.

Mientras un premio Nobel de Literatura siga declarándose orgullosamente comunista, y sólo unos pocos reaccionen con la misma indignación que si se hubiera declarado nacional-socialista, la sociedad europea seguirá siendo una sociedad enferma, seguirá demostrando (y esto vale especialmente para España, setenta años después de la guerra civil) no haber entendido nada, a pesar de todas las catástrofes del siglo XX.

Vía: Martha Colmenares.

Facebook: Cause

sábado, 31 de octubre de 2009

El climatólogo Michael Jackson

Esta tarde he visto This Is It, la película basada en los ensayos de la gira que tenía previsto dar Michael Jackson en el Reino Unido. Quizás porque hubiera preferido ver otra cosa (la elección ha sido de mi mujer) al final no me he aburrido tanto como pensaba.

Una de las canciones de la película, Earth Song, sirve para poner la nota ecológica. Al parecer, el rey del pop quería incluir en su gira británica un mensaje sobre el cambio climático. Durante uno de los ensayos dirigió a sus colaboradores unas palabras sobre la importancia que tenía este tema para él, y aseguró que sólo tenemos cuatro años para salvar al planeta: Después, siempre según el climatólogo Michael Jackson, será demasiado tarde.

A menudo se ha observado, no sin razón, que las poses "comprometidas" de los artistas son una manera de promocionarse y a veces hasta de hacer negocio. Evidentemente, no es el caso de Michael Jackson, que a estas alturas no necesitaba esto, creo yo. Más bien tiendo a pensar que en la mayoría de artistas late un larvado complejo de culpa, por el cual toda concepción del arte por el arte aparece como moralmente injustificable, y aquí radicaría la causa profunda por la cual muchos adoptan posturas "progresistas", una especie de acto de expiación por su pecado de esteticismo.

A mí siempre me ha parecido que el arte por el arte no necesita ninguna justificación, pues los artistas, y especialmente los más grandes de entre ellos, hacen infinitamente más por la efímera felicidad terrena que no muchos salvapatrias y mártires. No tienen ninguna necesidad, ni mucho menos obligación, de ofrendar sus obras a la Madre Tierra, ni a ningún otro ídolo de las ideologías modernas.

miércoles, 28 de octubre de 2009

El liberalismo explicado a mi hijo (cuando sea un poco mayor)

El liberalismo económico defiende la libertad económica, es decir, que los individuos (empresarios, trabajadores, consumidores) se vean constreñidos por las menores trabas (impuestos y regulaciones) posibles. El socialismo se opone a esta concepción porque, asegura, una libertad económica plena desprotegería a los más débiles, es decir, a los trabajadores y consumidores. Si a los empresarios no se les obligase, por ejemplo, a garantizar vacaciones pagadas, muy pocos trabajadores disfrutarían de ellas. Si no se les obliga, además, a respetar determinadas normas de calidad, muchos productos podrían ser nocivos o peligrosos. La idea del socialismo es que el empresario, básicamente es un ser sin escrúpulos, que si no explota a los trabajadores o engaña a los clientes es porque teme a los inspectores de la administración. En cambio (y he aquí la incongruencia) los políticos (socialistas, se entiende) y funcionarios son seres puramente altruistas y bellos, movidos exclusivamente por la pasión de servir al bien común.

Para el liberalismo las cosas son muy distintas. La diferencia entre un empresario y un funcionario es que el primero no puede imponer nada por la fuerza a trabajadores y consumidores, mientras que el segundo sí. Si un policía o un inspector me impone una multa, deberé pagarla, de lo contrario seré embargado a la fuerza, y si me opusiera obstinadamente, retirando por ejemplo mis depósitos bancarios para eludir la acción de la administración, seguramente iría a parar a la cárcel. En cambio, si no me gusta un trabajo, soy libre de dejarlo; si no me gusta un producto, soy libre de no comprarlo. Es decir, puedo irme a otra empresa, puedo comprar a otro fabricante. La competencia, o dicho de otro modo, la libertad de cualquiera de establecer cualquier negocio, le obliga a intentar ofrecer la mejor calidad al mejor precio, así como las mejores condiciones laborales posibles (sueldo, vacaciones, etc) para obtener los servicios de los mejores trabajadores.

Los socialistas replican que lo anterior es un cuadro idílico e irreal. Nos hablan de espantosas condiciones laborales pasadas y presentes, así como de escandalosos casos de fraude al público, de conspiraciones de multinacionales y, en fin, toda una galería de horrores provocados por el "capitalismo salvaje". Sin embargo, si analizamos estos casos (pues eliminando las invenciones, los mitos y las exageraciones, un núcleo de verdad hay en ello) vemos que en realidad, las conductas de empresarios sin escrúpulos no podrían producirse si no contaran con la protección o el trato privilegiado del Estado, es decir, si no actuaran fuera de las normas del mercado libre, regulado sólo por la competencia. ¿Cómo puede entonces ser la solución a estos males más Estado, cuando es el verdadero causante de ellos?

La experiencia histórica demuestra de manera aplastante que quienes tienen la razón son los liberales, no los socialistas. Los países más prósperos son aquellos donde se da una mayor libertad económica, mientras que aquellos donde el Estado controla por completo la actividad económica, han fracasado por completo, no sólo no han conseguido elevar la prosperidad de sus habitantes, sino que los han empobrecido. Y con el fin de mantenerse en el poder, los gobernantes de estos países han ejercido una represión brutal, muy superior a la de todas las tiranías pasadas. Se calcula que en el siglo XX los regímenes de socialismo marxista han sido los causantes de unos cien millones de muertos por ejecuciones, deportaciones y hambrunas a consecuencia de la abolición de la propiedad privada.

Ahora bien, a pesar de estos hechos irrebatibles, el socialismo sigue gozando de un prestigio a primera vista incomprensible. Aunque hoy en día son pocos quienes se declaran marxistas o comunistas, son tratados con mucho más respecto que quien se proclamara abiertamente nacional-socialista o fascista, pese a que el comunismo ha causado aproximadamente un número cuatro veces mayor de muertos, aunque sólo fuera por su extensión geográfica y temporal. En cuanto a los socialistas no marxistas, que renuncian a la planificación total de la economía, pero se oponen a toda franca liberalización, no sólo gozan de respeto, sino que gobiernan habitualmente en muchos países occidentales.

El inmerecido prestigio del socialismo se debe a dos causas fundamentales. La primera, de tipo histórico, procede de la propaganda ejercida durante años por los partidos comunistas, que fue especialmente hábil en disfrazar las miserias de los países del "socialismo real", y de atribuir los males del nazismo al capitalismo, cuando de hecho, las ideologías fascista y nacional-socialista, en términos económicos equivalen a un socialismo no marxista, en el cual, tras el respeto formal a la propiedad privada, se da una intervención asfixiante del Estado en la actividad económica (y por supuesto en todas las demás).

La segunda causa es que los gobiernos occidentales, sobre todo los europeos, tanto los de derechas como los de izquierdas, con pocas excepciones, se han dedicado a favorecer el crecimiento del Estado, el cual ha absorbido y casi monopolizado varios aspectos de la actividad económica, como son los servicios sanitarios, educativos, etc, de manera que una buena parte de la población se ha convertido en dependiente del Estado. O dicho de otra manera, cree que si no fuera por el Estado, que le ofrece sanidad o escuela "gratuitas", su bienestar se vería automáticamente reducido.

Y no le falta parte de razón. Efectivamente, en el actual estado de cosas producto de las ideas socialistas, una familia que gane 1800 euros y que se beneficie de la sanidad, la enseñanza y las pensiones por desempleo y jubilación públicas, si de repente debiera pagarse estos servicios de su bolsillo, pagando un seguro médico, llevando a sus hijos a un colegio privado y contratando un plan de pensiones y un seguro de desempleo, y todo ello manteniendo sus actuales ingresos, se vería en una situación muy complicada.

Ahora bien, en este razonamiento algo falla. Porque la escuela o la sanidad pública tienen un coste, exactamente igual que las privadas (de hecho, como veremos, superior). Es decir, los servicios públicos "gratuitos" los pagamos igualmente, lo que ocurre es que quienes por sus menores rentas soportan menos impuestos directos, creen verse beneficiados por las mayores contribuciones de los más ricos. Sin embargo, esta idea es profundamente errónea. Porque los que pagan menos impuestos, se ven también menos beneficiados por la actividad económica privada que deja de producirse precisamente debido a la presión fiscal (menos puestos de trabajo, menores salarios porque hay que pagar cotizaciones sociales, etc). Quizá con una ilustración numérica, aun si es algo tosca, se comprenderá esto mejor.

Sabemos que como promedio, a cada español le cuesta cerca de 10.000 euros anuales mantener el Estado, el conjunto de todas las administraciones. Ahora bien, si redujéramos los servicios del Estado al mínimo (justicia, defensa, seguridad, hacienda y poco más), habría más que suficiente con aproximadamente un 10 % de esta cantidad. Es decir, 9.000 euros, más o menos, por persona y año se dedican a gastos sociales, infraestructuras, y gastos financieros asociados. Esto significa que si estas actividades las realizara el sector privado, cada ciudadano, de promedio, podría tener una renta de 9.000 euros anuales más. O expresado en porcentajes, si la renta per cápita española es de unos 26.000 euros, al reducir el Estado en un 90 %, se vería incrementada en un 35 %. Así, la pareja que antes ganaba 1800 euros al mes, ahora ganaría 2.430. ¿Suficiente para costearse sanidad privada, escuela privada, etc? Quizás no, pero aún no hemos terminado.

Como hemos dicho, aunque mi declaración de la renta sea negativa, es decir, Hacienda me devuelva dinero, no sólo sigo pagando impuestos indirectos cada vez que enciendo la luz de mi casa, pongo gasolina al coche o voy al supermercado, sino que me hallo en un contexto económico contraído por esa presión fiscal de entre el treinta y el cuarenta por ciento de la riqueza del país, que es absorbida por el gobierno, y lo que es más difícil de medir, por las regulaciones que se impone al resto de actividad privada. ¿Cuánto aumentaría la riqueza de un país que se viera liberado del tal modo de esa pesada carga estatal? Seamos conservadores, y supongamos que, después de ese 35 % de promedio que automáticamente retornaría a nuestros bolsillos por la mera reducción de la fiscalidad, el crecimiento económico subsiguiente permite en pocos años un crecimiento acumulado del 50 % de la renta per cápita. Esto, traducido rudimentariamente al salario de nuestro ejemplo de familia, significaría que ahora ganaría unos 2700 euros al mes. Quizás ya podría plantearse enviar a los hijos a un colegio privado de su elección, o elegir entre alguna de las muchas aseguradoras médicas. [En realidad, la mejora de nuestra familia sería mucho mayor, porque sabemos que liberalizaciones muchísimo más tímidas han tenido resultados espectaculares. ACTUALIZACIÓN 8:38 horas.]

Porque esta es otra. Los servicios privados son indefectiblemente de superior calidad a los públicos por la razón que ya señalábamos antes: Al estar sometidos a la ley de la libre competencia, los agentes privados se ven fuertemente incentivados a ofrecer la máxima calidad al mejor precio, no así las empresas del sector público, en las cuales son moneda corriente las colas, las listas de espera, el trato despersonalizado, la falta de medios, etc. Por tanto, incluso aunque cuantitativamente el nivel de vida de nuestra familia no haya variado (pongamos que siga acudiendo al restaurante o al cine con la misma frecuencia que antes, por ejemplo), en realidad ahora disfruta de mejores servicios, por lo que cualitativamente sí ha prosperado. Sobre todo pensemos en la educación, que es decisiva para el futuro profesional de los hijos. Si uno tiene acceso a una enseñanza de calidad, y sobre todo si la aprovecha, no terminará trabajando en la mugrienta cocina de un tugurio de mala muerte, quejándose de la explotación capitalista. Puede por ejemplo acabar siendo catedrático, disfrutando de las ventajas de vivir en un país capitalista -entre ellas, la de renegar todo lo que quiera del capitalismo que tan bien le trata.

Por supuesto, sería imposible y para nada deseable reducir de golpe el Estado en un 90 %, y acaso ni siquiera gradualmente se logre nunca. Sin embargo, es fácil de comprender que toda reducción gradual, que no desproteja de manera súbita a los beneficiarios de servicios públicos (no antes al menos de que su nivel de vida se haya visto incrementado en la medida suficiente) será siempre beneficiosa para la sociedad. Todo recorte de la burocracia, toda simplificación de los trámites administrativos, toda eliminación de subvenciones y de gastos superfluos significará, en definitiva, que los individuos dispondrán de más dinero para invertirlo o gastarlo como mejor les parezca, no como le parezca a una minoría político-burocrática.

La ventaja última y en realidad esencial del liberalismo económico también la hemos sugerido antes, cuando hablábamos de las consecuencias catastróficas del comunismo. Todo lo que sea reducir el tamaño del Estado, beneficia no sólo la libertad económica sino la de cualquier tipo. Un Estado reducido es más difícil que crezca desmesuradamente (o por lo menos está más lejos de ello) hasta el punto de acabar ahogando o desnaturalizando gradualmente la libertad y la democracia. El llamado Estado del Bienestar en realidad nos empobrece, nos resta bienestar, haciéndonos más dependientes de él, y sobre todo entraña el riesgo de que siga creciendo, con las fatales consecuencias que la historia registra.

La libertad económica, al contrario de lo que los socialistas pregonan, nunca es un mal; por el contrario, todo mal procede de la falta de libertad en general.

domingo, 25 de octubre de 2009

Han esperado quinientos años

Los blogs Islamización de Europa e In partibus infidelum se refieren a la noticia de la aparición de un partido islámico español, Partido Renacimiento y Unión de España (PRUNE), inscrito en el registro de Interior el 23 de julio.

La nueva formación se presenta con un discurso un tanto evanescente, jugando claramente al despiste. Así, habla de "justicia, igualdad, solidaridad y libertad", pero incluso esta retórica meliflua emite suficientes señales para ponerse en guardia. Nótese para empezar, de los términos entrecomillados, cuál es el que citan en último lugar. ¿Casualidad?

Tampoco se debe pasar por alto que pretendan desterrar "las prácticas usureras en las transacciones comerciales y el interés bancario", un intento obvio de asomar la ley islámica por el lado que despierta más connivencias con la extendida mentalidad anticapitalista.

Pero sobre todo, es especialmente significativa su pretensión de erigirse en representante de los "marginados", en especial los inmigrantes. Toda formación política que asegura defender no a individuos, a ciudadanos, a personas, sino a grupos, a colectivos, podemos tener por seguro que tenderá a restringir las libertades individuales (es decir, las únicas que existen). En una sociedad donde todos somos iguales ante la ley, sea cual sea nuestro sexo, creencias, origen social, etc, forzosamente debe desconfiarse de quien pretende redimir a un determinado grupo de personas. Esto implica que de hecho se quieren implantar leyes discriminatorias, a favor de determinadas minorías, es decir, que se pretende adulterar esa igualdad, y por tanto cercenar las libertades.

Estos empiezan, al socaire de la crisis económica, por la crítica populista del interés bancario, para hacerse los simpáticos en una sociedad donde la ignorancia de las leyes económicas, cultivada minuciosamente las veinticuatro horas del día por la cretinez ideológica que destilan casi todos los medios de comunicación, es sólo comparable a la ignorancia en física teórica. Luego ya vendrá lo demás, la sumisión de la mujer, la prohibición de la blasfemia, del vino y del cerdo, la persecución de homosexuales y judíos... Poco a poco, no tienen prisa: han esperado quinientos años.

sábado, 24 de octubre de 2009

La muchacha de las espuelas de oro

Padecemos en España una escasez tan mísera de una derecha que no sienta vergüenza de sí misma, que cuando aparece una política como Montse Nebrera, que se proclama de derechas y liberal-conservadora con todas las letras, no debería sorprender que nos haya encandilado a muchos, al menos por un tiempo. Se la podrá criticar por la forma como se ha marchado del PP, pero el problema de fondo no es Nebrera, es la esclerosis del PP, que hace prácticamente imposible la formación de un liderazgo con arraigo en las bases, lo que atrae a paracaidistas imprevisibles.

Ahora bien, también podría decirse que el peor enemigo de Montse Nebrera es Montse Nebrera. La gracieta de FAES y Falange Española, un chiste malo digno de Enric Sopena, sólo me la puedo explicar como el producto de un exceso de revoluciones mental. Pero eso sería lo de menos. Más grave es que haya defendido la política de sanciones lingüísticas con el mismo argumento que ha utilizado recientemente Montilla en el parlamento autonómico, es decir, que no se multa por usar el castellano, sino por no usar el catalán. (Entrevista en Expansión publicada el 15-04-08.) ¿Cómo una persona que se llama a sí misma liberal puede aprobar que la administración restrinja la libertad de cualquier negocio de usar o dejar de usar cualquier lengua, oficial o no? La respuesta, en el caso de Nebrera, es bastante previsible. Ella nos dirá, con su desparpajo habitual, que no es liberal: es liberal-conservadora. ¿Se entiende ahora? La función del adjetivo conservador, para esta señora, no es otra que la de permitirle sostener la posición que le dé la gana en cualquier tema, porque claro, no hay que confundir la libertad con el libertinaje...

No se trata de que Nebrera sea nacionalista, como a veces se percibe inexactamente. Hace poco, en una entrevista en el Avui, preguntada por Salvador Sostres (este sí, un nacionalista fanático, aunque cuando no habla de Cataluña es capaz de decir cosas muy sensatas) sobre si votaría afirmativamente en "un referéndum por la libertad de Cataluña", Montse respondió: "Evidentemente. ¿Quién no está a favor de la libertad?", lo cual el mismo periódico interpretó sugiriendo que la política catalana votaría "sí" en un referéndum por la independencia. Sin embargo, está claro que lo único que hizo Nebrera fue eludir hábilmente la trampa de asociar independentismo y libertad, que es lo que hubiera sucedido si hubiese contestado que se oponía a la "libertad" de Cataluña.

No, el problema de Montserrat Nebrera no es que sea más o menos catalanista, o más o menos del Opus. El problema es que cuando explica su idea del liberal-conservadurismo demuestra tal empanada mental que a uno se le acaba cayendo el alma a los pies, o la venda de los ojos, como prefiráis. Uno ya andaba con la mosca detrás de la oreja cuando se enteró por un digital de que MN se había reunido largamente con Josep Anglada, el líder de la ultraderechista Plataforma per Catalunya. (Y cuando digo ultraderechista, no me refiero a su discurso contra la inmigración musulmana, sino a su programa explícitamente antiliberal.) Pero lo que me temo que definitivamente me ha desencantado del personaje es una conferencia que pronunció en la universidad Pompeu Fabra de Barcelona la pasada primavera, y que nos ha recordado un entusiasta Fonseca. (Lo siento chico, en mí has logrado el efecto contrario al que pretendías.)

MN presume de que no lee las conferencias. Si tenéis la paciencia de escuchar los cerca de tres cuartos de hora que dura ésta, descubriréis que improvisar puede ser mucho peor que leer. Primero nos dice que tanto liberales como socialdemócratas defienden el Estado del Bienestar. Después nos enumera un "decálogo" conservador que al final se queda en seis o siete principios. Dice cosas bastante potables, no lo niego, pero hacia la mitad de la conferencia, la confusión va aumentando. Afirma que la Iglesia es la conexión entre la socialdemocracia y el liberalismo, y luego trata de justificar el título de la conferencia ("El elixir del liberalismo") contando el "chiste" del perro del policía que se llamaba Lucas. Pero cuando expone su particular versión del mito platónico de los caballos que tiran de la cuadriga, en la cual hay no dos sino tres caballos, el de la izquierda, el de la derecha y el nacionalista, la bruma intelectual alcanza niveles de opacidad impenetrable. Dice nada menos que los tres caballos son necesarios, aunque en cada época hay uno que debe tirar más que los otros... En fin no sigo, porque no quisiera provocar una cefalalgia en el lector.

Siempre he recelado del abuso de las metáforas, sobre todo en los políticos. No me inspira confianza una señora que en cualquier momento puede cambiar de caballo, y justificarlo coquetamente con el recurso al refranero popular, una frase hecha o un mito platónico, que para el caso el origen popular o culto es indiferente. El discurso político actual, si algo necesita por encima de todo, es menos retórica y más claridad de ideas, y esto implica algo más que definirse nominalmente como liberal o liberal-conservador. Montse, me temo que en esto se ha quedado. No es, desde luego, la Sarah Palin catalana, cosa que por lo demás salta a la vista.

viernes, 23 de octubre de 2009

Aniversario y artículo redondo

Este viernes cada ejemplar de El Mundo venía acompañado de un cacho revista de 360 páginas, en conmemoración del vigésimo aniversario del periódico de Pedro J. Ramírez. La revista resume bien las dos caras del diario: Por un lado, su compromiso con la investigación pura y valiente, caiga quien caiga (GAL, 11-M) y por otro, su capacidad para mimetizarse con el paisaje políticamente correcto (evangelio climático, buenismo, etc). Con todo, creo que las virtudes pesan más que los defectos, y que no peca de inmodestia el título del editorial: "España habría sido distinta sin El Mundo". Menos libre, desde luego.

De la revista, sólo he leído dos artículos. Uno, de Federico Jiménez Losantos sobre el 11-M (pág. 43), que no por repetitivo deja de enunciar verdades como puños, y que concluye con una frase lapidaria: "Para las víctimas nunca será tarde [para saber la verdad]; para España, demasiado." Qué pena, por cierto, Arcadi Espada, tan brillante como incapaz de reconocer en el haber del diario del cual es columnista, aquello que lo inscribe en la mejor tradición del periodismo libre. La tragedia del 11-M es también la tragedia de tantas personas inteligentes que se niegan a contemplar el rostro de la Medusa, como si no pudieran soportar enfrentarse a la posibilidad (repito: posibilidad) del peor crimen de Estado cometido en una democracia.

El segundo artículo, sobre la crisis económica, se debe a Casimiro García-Abadillo (pág. 260). Se ha escrito y se escribirá sobre el tema hasta la saturación, pero pocos textos he leído de una sencillez tan radiante. No lo he encontrado en internet, así que no me resisto a colgar aquí la imagen de la edición impresa; podéis pinchar para agrandarla y leerlo entero.

Al final, mientras algunos malgastamos el tiempo (procuraré no recaer) en discusiones bizantinas sobre la viabilidad del anarco-capitalismo o del minarquismo, el hecho fundamental es que la reducción del tamaño y la influencia del Estado es siempre profundamente bienhechora, por pequeña que sea. Mira que es sencilla la fórmula.

viernes, 9 de octubre de 2009

Tiempo de camisas pardas

Teníamos ya sobrados indicios de la personalidad despótica de Joan Laporta, el presidente del Barça que padecemos los culés. Claro que al lado del presidente del gobierno que nos ha tocado como españoles, esto parece una broma (desde luego, una broma cruel) pero teniendo en cuenta que dentro de poco, este individuo (Laporta) podría estar en la política catalana a tiempo completo, y no como ahora, que todavía dedica parte de su agenda a dirigir un club de fútbol, la cosa adquiere tintes más sombríos.

Leemos hoy en El Mundo la reacción de Laporta a un artículo escrito por el presidente de Extremadura (barcelonista, al igual que su antecesor) en el que educadamente le reprochaba al catalán que utilizara al club como plataforma de sus ideas políticas independentistas. Por lo visto, Laporta lo llamó por teléfono para cubrirlo de insultos y hasta amenazarlo ("te vas a enterar"), en una muestra escalofriante de prepotencia y mal carácter.

Poco consuelo es que esta temporada sea la última de Laporta en el Barça, temiéndonos que vamos a tener que seguir soportando el estilo matonesco del personaje en el escenario político autonómico. Con los Puigcercós y los Laporta, la política catalana va adquiriendo un cierto tufo inconfundible a camisas pardas, que todavía asquean más que las camisas blancas del 3 por ciento.

La obamanía llega también al Nobel


El premio Nobel de la Paz de 2009 le ha sido concedido a Barack Obama. Bueno, a ver si tenemos suerte y le sucede como a Carter (Nobel de la Paz en 2002), que perdió la reelección ante nada menos que un Ronald Reagan.

jueves, 8 de octubre de 2009

El Ayuntamiento sevillano descubre la identidad de Agustín de Foxá


El Ayuntamiento de Sevilla ha descubierto por fin quién fue Agustín de Foxá y en pocos días, además. Y es que ¿quién dijo que las administraciones públicas son ineficientes? Cuando se ponen, hay que reconocer que su ritmo de trabajo puede llegar a ser trepidante. (Por supuesto, consultar en el Google no vale, carece de todo mérito.)

Por lo visto, unos ciudadanos habían solicitado el uso de una sala de un centro cívico de la capital hispalense, con el fin de rendir un pequeño homenaje literario a Agustín de Foxá en el quincuagésimo aniversario de su muerte, sin que se encontraran con ningún impedimento por parte de la concejalía correspondiente, en manos de Izquierda Unida. Pero los ilustrados dirigentes municipales en absoluto descuidaron sus obligaciones, y en el plazo de escasos días, es decir, dos horas antes de que se iniciara el acto, denegaron el acceso a la sala, con lo cual todos los reunidos para la ocasión debieron celebrarlo al aire libre.

El motivo esgrimido por la concejala de IU fue que Foxá era falangista, lo cual está bien saberlo, porque así, antes de solicitar una sala para un homenaje a Alberti, ya estamos avisados de que nos la denegarán, dado que el poeta gaditano -quede entre nosotros- era comunista. ¿Se imaginan? "No podemos tolerar que se homenajee a un escritor que ensalzó una ideología que causó cien millones de muertos por ejecuciones, hambrunas artificiales y deportaciones en menos de un siglo." O sea, más muertos que los que produjeron la Inquisición, la viruela que contagiaron los españoles a los indígenas americanos (seguro que aposta, claro, ya lo dijo Isabel la Católica: "La guerra bacteriológica nos dará el dominio del mundo, ja ja ja ja ja") y el nazismo juntos.

Para otra ocasión (y esto sí que va sin ironía), que prevean realizar el homenaje a quien sea en una sala privada, seguro que no faltan en Sevilla personas generosas, o instituciones de la sociedad civil, que la cederían encantadas y sin cobrar. Qué manía con acudir a las ventanillas de la administración a implorar sus graciosas concesiones.

Nota: Desmentimos desde aquí el bulo de que cuando presentaron la solicitud para el homenaje, el funcionario de la ventanilla preguntó si Foxá acudiría para firmar su último libro.

domingo, 4 de octubre de 2009

El código de la ceja

Por fin ha sido descifrado uno de los mayores enigmas contemporáneos. Desconozco la autoría de la imagen, que ha publicado el blog Embajador en el Infierno, y al que he llegado vía Persio. Sobran comentarios.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

¿No tienen vergüenza? ¿No tienen decencia?

Es lo que pregunta el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a quienes asistieron impávidos ante el último vómito filonazi de Ahmadineyah en la sede de la ONU.



La transcripción completa del discurso, en castellano, aquí. (Vía Nihil Obstat).