miércoles, 28 de mayo de 2008

Camino de servidumbre

Los socialistas cuentan con un gran número de magistrados afines que anteponen las consideraciones ideológicas o de partido al espíritu de la ley, incluso pasando por encima de los principios más elementales. Lo hemos visto recientemente en la sentencia sobre la inconstitucionalidad de la ley de violencia de género, que se carga sencillamente la igualdad ante la ley, y todo hace temer que seguiremos teniendo ejemplos clamorosos en el futuro cercano.

Ello es resultado, en gran parte, de la maniobras del PSOE, desde los años ochenta, para conseguir dominar todas las instituciones del país, empezando por la justicia. Con plena conciencia de los fines que se perseguían, Alfonso Guerra decretó la muerte de Montesquieu, y desde entonces, no contentos con la infiltración, no han cejado en su empeño por dejar reducida a mera retórica la independencia judicial, de mil y una retorcidas maneras. En los últimos cuatro años, se ha llegado incluso a la desfachatez de que algunos magistrados han defendido la adaptación de las leyes y las decisiones judiciales a la "realidad social", eufemismo repulsivo referido a las negociaciones con la organización terrorista ETA.

Ante los hechos abrumadores, una respuesta típica suele ser que "los otros (o sea, la derecha) también lo hacen". Hay en ello una media verdad, en el sentido de que forma parte de la historia natural del poder, sea cual sea su color político, el incansable afán por crecer y fagocitarlo todo. Pero el caso del juez del Tribunal Constitucional Roberto García-Calvo, recientemente fallecido "por causas naturales" (El País) a los 65 años, rebasa cualquier intento de comparación. Que los servicios secretos, antes de su oportuna muerte, vinieran vigilando a un magistrado que no se plegaba a los intereses del gobierno, llegando incluso a organizar un montaje con el fin de desprestigiarlo, no puede ser despachado con el recurso populista al "todos hacen lo mismo". Se trata de un hecho de gravedad inusitada, que nos hace plantearnos si nuestra democracia es homologable al resto del mundo occidental.

martes, 27 de mayo de 2008

De Red Liberal a Siracusa, pasando por Génova

Pues sí, me temo que me voy a entregar al enésimo ejercicio de ombliguismo. Si en el mundo de las ideas todo fuera simple y diáfano, no tendría mucho sentido andar repitiendo y precisando ciertas cosas, pero por suerte o por desgracia, no es así.

El entendimiento humano es débil, todos estamos sujetos a error, y el lenguaje nos juega frecuentes malas pasadas. Pero en la práctica el mundo progresa, enfermedades que hace cien años diezmaban a la población, hoy han sido erradicadas o se curan tomando Amoxicilina cada 8 horas. Naciones que estaban en guerra total hace pocas décadas, hoy son firmes aliadas. Comunicaciones que se retrasaban semanas hace escasos años, ahora son instantáneas... Si estos problemas o desafíos hubieran sido afrontados desde un punto de vista exclusivamente intelectual, seguramente estarían pendientes de solución. En la teoría no existen conclusiones definitivas y absolutas sobre casi nada; en la práctica las cosas son -afortunadamente- distintas.

Si se quisiera definir previamente, más allá de toda discusión, en qué consiste el credo liberal, probablemente Red Liberal no existiría.

Ahora bien, dejando de lado a los tontos útiles del seudoprogresismo que califican a Red Liberal como una especie de nido de fachas más o menos encubierto, con los cuales no vale la pena perder el tiempo, existe una crítica que sí vale la pena estudiar. Es la que se realiza principalmente desde algunos blogs englobados bajo Siracusa 2.0, que se plantean explícitamente como una alternativa a RL, aunque otros como Nairu o Kantor no ven incompatibilidad alguna en pertenecer a ambos agregadores.

Dicha crítica consiste en tachar de fusionismo a una parte de RL. El fusionismo es un concepto elaborado hace décadas por el pensamiento de derechas nortemericano, y que podría resumirse como el intento de fusión entre el ideario liberal y el conservador de tradición judeocristiana. No me parece un término afortunado, porque en sí mismo parece sugerir que liberalismo y conservadurismo serían dos ideologías sin relación entre sí, y que los intentos de unión entre ambas son mera estrategia política, sin base intelectual.

Sin embargo, no es así. Muchos liberales vemos en determinadas instituciones (la familia, las iglesias, determinadas tradiciones, etc) una alternativa, cuando no un dique, al intervencionismo estatal, al tiempo que muchos conservadores ven en el Estado una amenaza a esas instituciones. Aunque pongan el énfasis en cosas distintas, es evidente que sus objetivos confluyen. Unos tienden a hablar más de libertad, los otros de responsabilidad, pero ambas son las dos caras de una misma moneda. Unos ven en el crecimiento del Estado un peligro para las libertades, mientras que los otros observan cómo la creciente dependencia de la administración va minando las virtudes tradicionales basadas en el esfuerzo, el mérito, etc. Las cuales a su vez, mientras no decaigan, actúan como raíces que evitan los efectos erosivos del estatismo sobre la sociedad.

Un ejemplo paradigmático es la controversia originada por la Eduación para la Ciudadanía promovida por Zapatero. Muchos criticaron el excesivo protagonismo de los católicos en las protestas contra esta asignatura, como si no tuvieran perfecto derecho a manifestarse, exactamente igual que todo el mundo, pero sobre todo como si su crítica del intervencionismo gubernamental fuera intrínsecamente insincera, persiguiera otros fines inconfesables (algo así como imponer su propio adoctrinamiento). Posiblemente no todos los que rechazan esa asignatura son liberales, pero si los liberales rechazamos torpemente su compañía, lo único que lograremos es que además se deslicen hacia el antiliberalismo.

Por supuesto, existe un conservadurismo estatista y autoritario, y existe un liberalismo radical que defiende la legalización de las drogas, el aborto y la eutanasia. En mi opinión, son posturas erróneas, porque ambas acaban favoreciendo efectos contrarios a los que pretenden. Los conservadores que se entregan a los brazos del Estado para que este imponga su visión del mundo, serán barridos en cuanto el poder se sienta lo suficientemente fuerte como para prescindir de ineficaces autolimitaciones de orden moral. Por su parte, los libertarios que parecen dispuestos a abolir todos los "prejuicios" morales se pueden encontrar con que han disuelto buena parte de las ligaduras de tipo tradicional que permiten un considerable grado de autonomía de la sociedad frente a la administración, cuya avasalladora presencia tanto detestan.

Curiosamente, en el manifiesto de Siracusa 2.0, así como en numerosos textos de uno de sus mejores blogs, el de Eduardo Robredo, existen indicios de que no están tan lejos de este fusionismo, y será la última vez que lo llamaré así. Cuando afirman que "el tirano moderno es el ídolo de la razón, sea cual sea su forma", están apuntando un principio en el que pueden coincidir tanto liberales como conservadores. ¿Cuánto no se ha fortalecido el poder del Estado, a lo largo de los dos últimos siglos, bajo el pretexto de la modernización? ¿Cuánto sufrimiento no han causado los intentos de reorganizar la sociedad sobre principios supuestamente racionales, que ignoraban fatalmente la experiencia?

En el mismo sentido, la importancia central concedida por Robredo al paradigma evolucionista en las ciencias sociales, que comparto, nos presenta a la naturaleza humana como mucho más falible y débil de lo que lo hace el temerario utopismo de la izquierda, y constituye una advertencia contra éste. Y por cierto, que el paralelismo con la concepción judeocristiana del hombre como pecador, sin que deba ser llevado excesivamente lejos, no es nada desdeñable. Lástima que el tic anticlerical le haga despreciar una parte tan valiosa de nuestra cultura, máxime cuando en estos momentos dirige la Iglesia un hombre como Ratzinger, que es quizá el Papa que más bien ha comprendido el importante papel que puede jugar cierta intelectualidad que, aunque de tendencia agnóstica, ve en la tradición judeocrisitana un legado que no estamos en condiciones de dilapidar.

Pero el anticlericalismo simplón caracteriza también a ciertos blogs de RL. Quizá la diferencia más notable entre los siracusanos y RL, es que los primeros parecen más abiertos a posiciones socialistas, lo cual no deja de asombrarme en quienes acusan a la segunda de falta de coherencia con el ideario liberal.

Rápidamente, y relacionando todo lo dicho con el tema de la crisis del PP, ahora sí conviene hablar de estrategia política:
  • Creo que el PP debe reforzar mucho más su lado liberal, sin que ello implique ganarse la desafección de su alma más conservadora, sino todo lo contrario, haciendo pedagogía sobre estos seguidores que parecen corresponderse más con la imagen convencional de la derecha tradicional, para que comprendan que el liberalismo no va contra ellos, sino que es su mejor aliado, siempre y cuando no se enroquen en posturas reaccionarias anacrónicas.
  • Para nada hay que aproximarse al socialismo. Cuando la izquierda más inteligente, desde Blair a Lula, ha aprendido a copiar la política económica de la derecha, apropiándose de sus exitosos resultados, el giro al centro de la derecha sólo puede calificarse de estupidez monumental, de miopía trágica. La globalización avanza imparable, y de lo que se trata es de que la gente comprenda que como mejor podemos progresar es desde las formaciones políticas cuyo ideario no se contradice con su actuación, y por tanto no la entorpecen, como inevitablemente le acaba ocurriendo a la izquierda. Alguno dirá: Pues no parece Rajoy el hombre capaz de aplicar estos planteamientos. En fin, ¿qué decir, salvo que a mí tampoco me lo parece?
  • Quien tiene que cambiar realmente su base ideológica es la izquierda más retrógrada, como la que representa el zapaterismo, aunque se vista de todo lo contrario. No la derecha. La izquierda política debería parecerse más a... ¿Siracusa 2.0?

lunes, 26 de mayo de 2008

La peña de la COPE

En La Vanguardia de este lunes, Enric Juliana, refiriéndose a la manifestación contra Rajoy frente a la sede del PP, traza un retrato denigrante de las personas que la componían, comparándolas con la "familia Adams" y afirmando que "coreaban eslóganes propios de la extrema derecha" (sin citar ninguno). Y añade: "La peña de la COPE, en definitiva".

El Sr. Juliana, pues, considera que los oyentes de esta emisora de radio somos una especie de monstruitos de extrema derecha.

No sé qué pensaría él si yo ahora me metiera con los lectores de La Vanguardia. No lo voy a hacer, porque yo no soy un miserable. Y además no se olvida tan fácilmente que uno leyó durante años el periódico barcelonés, hasta que el Conde de Godó se vendió por un plato de lentejas al nacional-progresismo. Una pena.

Ni Bin Laden ni Bush

Enric Sopena, el otro día en televisión, recordando (como siempre, sin venir a cuento: está obsesionado el tío) las palabras de Aznar "o se está con Bin laden, o se está con Bush", replica que ni con uno ni con otro.

Veo a este sujeto alzando el bolígrafo con el dedo meñique levantado, su estudiada pose de gravedad patricia, en consonancia con el impecable nudo de su corbata y el milimétrico peinado de su cabello blanco, que parece salido de un anuncio de tinte masculino, lo veo hablando con tono de profunda indignación moral cada vez que se refiere a la derecha, y la verdad es que siento verdadero asco. Sensación, supongo, no muy distinta a la que le producen a él Bush y Aznar, y que le retrata a la perfección. Así son los periodistas progres. Son capaces de proferir las mayores aberraciones y al mismo tiempo sentirse por ello moralmente excelentes.

La cosa sería para reírse, si no fuera porque su influencia nefasta contribuye a determinar las políticas que afectan a las vidas de millones de personas, y que promueven la eutanasia de Occidente previa sedación.

domingo, 25 de mayo de 2008

And the winner is...

El ganador del concurso es:
Jorge Ruy (Doce Doce)

También han acertado rojobilbao, major_tom, Berlin Smith, Libertariano, angel, coup de bâton, Prevost, Toni Mascaró Rotger, Preen Palver, Escocés y charlix.

Gracias a todos por la participación.

Durante el mandato de Jimmy Carter, a Friedrich Hayek se le concedió el premio Nobel de economía. Podría decirse que fue un honor... para el premio Nobel. A Carter, no hace mucho, le fue otorgado el de la Paz, que han recibido también Arafat, Kofi Annan, los Cascos Azules (¡sí, en 1988!) Sobran comentarios.

Concurso sobre un gazapo de El Mundo

El Mundo de este domingo publica, en la página 8 de su suplemento salmón, una fotografía realizada, según reza el pie de foto, al economista y pensador austriaco Friedrich von Hayek, cuando en realidad quien aparece en ella es...

Quienes lo adivinen, recibirán la correspondiente mención honorífica en una próxima entrada, y el más rápido será nombrado ganador del concurso con la pompa y circunstancias pertinentes, veré si sabré poner de fondo la música de Sir Edward W. Elgar.

A fin de que el juego no termine demasiado pronto, he habilitado temporalmente la moderación de comentarios. Los anónimos no serán tenidos en cuenta, lógicamente. Prometo guardar confidencialidad sobre la autoría de las equivocaciones. Las respuestas irónicas o que me parezcan inteligentes, aun si eluden entrar en el juego del concurso, también las publicaré.

A ver si se animan, que últimamente no me comenta ni el tato, ¿estaré yo también en crisis...?

ACTUALIZACIÓN: Se ha cerrado el concurso. Todos los comentarios han sido publicados.

viernes, 23 de mayo de 2008

La paradoja de Carlos López

No sigo con regularidad el blog de mi tocayo Carlos López (mi nombre es Carlos López Díaz). Al igual que me ocurre con otras bitácoras, sencillamente me falta tiempo. Él escribe desde Hospitalet de Llobregat, yo desde Tarragona. Él es bastante más joven que yo. En algunas cosas (básicamente el tema del 11-M) discrepo de él, pero por lo general, sus entradas me parecen brillantes y bien escritas. En su perfil tiene una frase que me hubiera gustado poner en el mío: "Soy inequívocamente de derechas, es lo más provocador que encontré". Muy bueno.

Hoy sin embargo, he leído con disgusto la siguiente frase en la que, mientras escribo esto, es la última entrada en su blog:

"...el libelo de opinión e insultos Libertad Digital..."

Hará seis o siete años que leo Libertad Digital. Es con diferencia mi diario preferido, aunque procuro leer todos los posibles. Puedo decir que gracias a él he profundizado, e incluso me he reafirmado, en mi ideología liberal-conservadora. Cuando lo descubrí ya había andado la mayor parte del camino desde el progresismo adolescente hasta mi actual manera de pensar, gracias básicamente a unas cuantas lecturas bien aprovechadas. Por cierto que como fuente de información bibliográfica, LD es una verdadera mina, que ojalá hubiera conocido antes. Pero incluso los bibliómanos como yo debemos reconocer una cosa: Los libros, aunque indispensables, por sí solos no bastan. Salvo que uno esté dotado de una inteligencia privilegiada, y no es mi caso, la interpretación del cotidiano día a día es una tarea que muy difícilmente puede acometerse en solitario, eludiendo acabar desorientado por la cantidad industrial de información manipuladora con la cual se nos bombardea sin tregua. Por eso, cuando descubrí ese soberbio plantel de profesores, escritores y periodistas, desde José María Marco a Thomas Sowell, pasando por Carlos Rodríguez Braun, Carlos Semprún Maura, Serafín Fanjul, Pío Moa, Cristina Losada, José García Domínguez o Daniel Rodríguez Herrera (de quien no podía imaginar que un día se fijaría en este mi blog), la sensación que tuve fue la de un descubrimiento felicísimo, decisivo.

Un día, leyendo cómo no LD, me enteré de que César Vidal, a quien conocía y admiraba desde que mucho tiempo antes leyera El Holocausto y otros libros suyos, había sido fichado por la cadena COPE para dirigir el programa nocturno La linterna. Así que empecé a escuchar por primera vez esta emisora. Y de la noche, pasé a La mañana. Ahora me levanto todos los días a las siete escuchando a Jiménez Losantos. El ciclo se ha completado, soy un derechista sin remisión. Pero si algún día los obispos deciden prescindir de Federico y apuntarse al centro reformista de Rajoy, Gallardón o quien haya entonces en el Ministerio de la Oposición, seguiré teniendo Libertad Digital. Eso sí, el acto matutino de afeitarse será mucho más aburrido.

Se me perdonará que haya hablado de mí. No quiero que sea el estilo de este blog. Pero si no lo digo, reviento. Ah, y Carlos, apreciado tocayo, esto no va contra ti. Al contrario, seguramente te leeré en adelante con más atención. Por mi parte, te aconsejo que hagas lo mismo con Libertad Digital, o al menos con algunos de sus columnistas. Un tío inteligente como tú se dará cuenta de lo injusta que ha sido aquella frase.

¡Cataluña o muerte!

La pugna entre Puigcercós y Carod-Rovira por hacerse con el poder dentro de Esquerra Republicana les lleva estos días a intentar acaparar titulares, cada uno a su manera. El primero ha reivindicado nada menos que el libre mercado y la propiedad privada, aunque eso sí, sin dejar de definirse como socialdemócrata. Vamos, sin tampoco despeinarse mucho, en la línea de ese nuevo concepto de "liberalismo simpático" teorizado por cierta lumbrera del PP, según la cual hay que renegar de Reagan y Thatcher para caer bien a la peña, y desde luego no provocar "inquietud" mencionando a Hayek o Friedman (¡vade retro!).

Contrastan un tanto estas declaraciones con las de Carod, más dado a la burrada, quizás en homenaje a la figura del burro català que muchos catalanes gustan de lucir como adhesivo de adscripción totémica en la parte posterior del coche. Primero fue lo de Portugal, país que el político independentista pretende ganar para su causa por el peculiar método de ofenderlo, al considerarlo sometido al "imperialismo doméstico" español, que no sabemos muy bien en qué consiste. Y este jueves han sido unas declaraciones en la televisión autonómica, en las que afirma que, si bien cree que la separación de España beneficiaría económicamente a Cataluña, la defendería incluso aunque pensara que por ello "viviríamos peor". Lo cual me da pie a exponer tres reflexiones.

La primera me mueve a preguntarme si esa primera persona del plural debe entenderse como una forma de hablar, o es que realmente el Sr. Carod estaría dispuesto a sacrificar su propio nivel de vida (que al parecer incluye una notable pasión por los restaurantes caros) y no sólo el del resto de ciudadanos catalanes. O formulándolo de otra manera: ¿Qué personalidad debemos ver aquí como predominante, la del fanático o la del sinvergüenza?

La segunda reflexión consiste en la confirmación de algo que siempre he pensado. Que en definitiva, todo ese discurso de las balanzas fiscales, de los supuestos agravios económicos y la apelación al mero interés de los catalanes, no es más que un intento de revestir de racionalidad una pulsión bastante poco racional, un sentimiento tribal explotado con la única finalidad de obtener el poder. Porque, digámoslo claramente, si está dispuesto a optar por la pobreza fuera de España frente a la prosperidad dentro de ella, es porque el odio a lo español es en él algo previo a cualquier otra consideración.

Y tercera reflexión. Cuando observamos que en todo el planeta, los países más libres son también los más prósperos, es legítimo cuestionarse qué puede entender por libertad (que es lo que pretende sugerir el término independencia) aquel que, siquiera de forma hipotética, plantea un supuesto dilema entre ser pobre pero libre y rico pero esclavo. Si bien está claro que una persona individual puede efectivamente experimentar una situación en la que se dé ese conflicto, en un sentido colectivo todo indica que plantearlo es un mero ejercicio de sofistería. Porque es evidente que allí donde los individuos tienen mayor iniciativa para velar por sus intereses, a medio y a largo plazo verán aumentar sus rentas en mayor medida que allí donde esa preocupación se la arroga una burocracia parasitaria.

La libertad o independencia con la que se llena la boca el nacionalismo no es más que un sentimiento subjetivo, que explota la fuerza de la sensación que todos conocemos, basada en el hecho objetivo de no estar sujeto al capricho de otro. Es, pues, una falsa libertad. Quienes hablan de la Catalunya Lliure, no tienen curiosamente empacho en restringir libertades individuales tan elementales como por ejemplo utilizar una determinada lengua para expresarse. No existe en términos colectivos ningún dilema entre libertad y bienestar. Cuando alguien lo plantea, tenemos una señal clara de que la libertad de que habla no es más que un señuelo, con el que encima pretende adornar los males que todo despotismo conlleva.

Véase si no cómo el régimen cubano agita el sentimiento nacionalista contra los Estados Unidos, demostrando de paso que la evocación de los supuestos males que acarrearía el capitalismo no es lo suficientemente convincente. Si bien los progres europeos son capaces de tragarse fabulosas patrañas acerca de los sistemas sanitario y educativo cubano, los sufridos habitantes de la isla, que los conocen por experiencia propia, requieren de un tipo de propaganda mucho más visceral: Eso es el "socialismo o muerte". Preferir la muerte a vivir bajo un sistema democrático y capitalista no es más que la versión necrófila de la preferencia de la pobreza en el socialismo por encima de la prosperidad en un régimen de libertad económica. Pero obsérvese que la táctica consiste precisamente en presentar esa libertad como lo contrario, como una esclavitud, como el sometimiento al yugo del imperialismo... ¿doméstico?.

Así que no te esfuerces, Pepe Luis. Tú a lo mejor estarías dispuesto a privarte de la langosta, con tal de que Cataluña fuera independiente. Pero yo, aunque seguramente la paladeo con menor frecuencia que tú, yo desde luego no. Yo prefiero seguir siendo libre, y los sacrificios con los que no te importa amenazarnos veladamente con tal de hacer realidad tus enfermizas obesiones, te los puedes guardar donde te quepan.

domingo, 18 de mayo de 2008

El discurso de Bush ante la Knéset

El discurso pronunciado por George Bush en el parlamento israelí el pasado día 15, ha provocado una cierta polémica en Estados Unidos, porque el candidato demócrata Barack Obama se ha dado por aludido ante las críticas del presidente norteamericano contra los apaciguadores, aquellos que creen, igual ahora que en 1938, que dialogando con tiranos y terroristas se puede conseguir una paz duradera.

Sin embargo, este discurso, pronunciado con motivo del 60 aniversario de la fundación del Estado de Israel, es mucho más importante por sí mismo que no por ninguna polémica artificial y mezquina que quiera basarse en él.

Tras las cortesías de rigor, Bush empieza felicitando en hebreo el día de la independencia nacional a los diputados de la Knéset, que reaccionan aplaudiéndolo puestos en pie. El presidente americano prosigue con unas palabras de recuerdo para Ariel Sharon, al que se refiere como “un amigo”, y se extiende trazando un paralelismo, lleno de referencias religiosas, entre los pueblos de Israel y los Estados Unidos, cuya alianza considera “indestructible”. De nuevo vuelve a poner en pie al parlamento al proclamar solemnemente:

Ciudadanos de Israel: Massada [la Numancia israelí] nunca volverá a caer, y América estará a vuestro lado.

Entra entonces el discurso en su parte central, que es una lúcida crítica del relativismo, y una defensa de la universalidad de los valores de la libertad individual y la democracia, alejadas por completo de la corrección política al uso. Para Bush existen unas convicciones morales claras, que deben estar por encima de las encuestas o de las opiniones cambiantes de unas “elites internacionales”. Por ello, critica sin ambages a la ONU por sus resoluciones contra Israel y condena el antisemitismo, tanto en su forma más descarnada como en otras más disfrazadas. Y pasa a exponer su visión de la lucha contra el terror en los siguientes términos:

Es más que un choque armado. Es un choque de visiones, una gran lucha ideológica. En un lado están quienes defienden los ideales de justicia y dignidad con el poder de la razón y la verdad. En el otro quienes persiguen una mezquina visión de crueldad y control mediante el asesinato, el terror y la difusión de la mentira.

Algún escéptico dirá: “Ya, la historieta habitual de buenos y malos”. Pues bien, como si el presidente Bush hubiera escuchado una objeción similar, a continuación lo aclara para que no haya lugar a dudas:

Esta lucha se libra con la tecnología del siglo XXI, pero en esencia es una vieja batalla entre el bien y el mal.

No debemos dejarnos engañar por el manto religioso con el que justifican sus crímenes los terroristas:

Nadie que reza al Dios de Abraham pondría un chaleco suicida a un inocente niño (...) o estrellaría aviones contra edificios de oficinas llenos de trabajadores desprevenidos (...) Los hombres que llevan a cabo esos actos de salvajismo no tienen otro objetivo que su propia ansia de poder. No aceptan a otro Dios que a ellos mismos. Y por ello guardan un odio especial hacia los mayores defensores de la libertad, incluyendo americanos e israelíes

Muchos europeos (y no pocos norteamericanos) se ríen con petulancia del lenguaje moralista de George Bush, como lo hacían de Ronald Reagan cuando hablaba del “imperio del mal”; vamos, como si se sintieran intelectualmente por encima del bien y del mal. Se trata de una postura de una frivolidad suicida, pero que lamentablemente parece refractaria a toda experiencia, salvo cuando ya es demasiado tarde. Bush cree que mucha gente “buena y decente” es incapaz de imaginar que pueda haber mentes tan malvadas, y por ello se dejan engatusar por sus palabras, tratando de encontrar una explicación, una respuesta a la pregunta “¿por qué nos odian tanto?”, como peligroso paso previo a pensar que esos criminales podrían tener parte de razón. Surgen entonces todas esas “explicaciones” causales, en torno a la “pobreza” o el conflicto palestino, que los islamistas, sin dejar de exponer con toda claridad sus verdaderos objetivos de dominación mundial, se apropian con elemental pragmatismo, probablemente sorprendidos por la estolidez de unos enemigos que les regalan con argumentos extras. Estas teorías son complementarias de la del “malentendido”, de que todo se trata, en el fondo, de un problema cultural de comunicación:

Algunos parecen creer –dice Bush– que se puede negociar con terroristas y radicales, como si algún ingenioso argumento pudiera persuadirles de que han estado equivocados todo el tiempo.

Y aquí cita las palabras de un senador norteamericano que en 1939, tras la invasión de Polonia, llegó a afirmar estúpidamente que hablando con Hitler, él hubiera podido evitarlo. Por lo visto, el senador Barack Obama se ha dado por aludido (por algo será), y de ahí la ridícula polémica que ha dejado en segundo plano lo verdaderamente importante del discurso.

Algunos creen –prosigue Bush– que si los Estados Unidos rompen sus relaciones con Israel, todos nuestros problemas en Oriente Medio se esfumarán. Es un cansino argumento tomado de la propaganda de los enemigos de la paz, que América rechaza por completo. La población de Israel está en torno a los 7 millones, pero cuando se trata de enfrentarse al terror y al mal, se trata de 307 millones, porque los Estados Unidos de América están con vosotros.” (Otra vez los diputados se ponen en pie para aplaudir).

Tras proclamar el presidente americano su resuelta oposición a que Irán se haga con armas nucleares, resume su propuesta para combatir el mal, que consiste en tratar de extender la democracia y los valores de libertad y justicia, que emanan de “Dios Todopoderoso” (o si se prefiere, en un lenguaje laico, que son universales).

Debemos enfrentarnos –sentencia Bush– a ese relativismo moral que ve toda forma de gobierno como igualmente aceptable y en consecuencia condena a sociedades enteras a la esclavitud.

Difícilmente se puede formular una crítica más rotunda de la “alianza de civilizaciones” promovida por Zapatero. Creo que el dirigente español tiene muchos más motivos para sentirse aludido por el discurso de George Bush que no el propio Obama.

Ya en la recta final de su discurso, el presidente Bush se lanza a imaginar el futuro dentro de otros 60 años, cuando Israel celebre el 120 aniversario de su fundación. Traza un cuadro idílico de un Oriente Medio democratizado (incluyendo un Estado palestino), en el que por fin el Estado judío puede vivir en paz entre sus vecinos. Parece una utopía, pero de nuevo el orador echa mano de las lecciones del pasado: ¿No hubiera parecido también descabelladamente optimista afirmar, durante la Segunda Guerra Mundial, que seis décadas después, un país como Japón, que lanzaba a sus pilotos suicidas contra los buques norteamericanos, sería una democracia avanzada y uno de los principales aliados de Estados Unidos?

Se le podrá reprochar su excesivo optimismo, pero al menos se reconocerá que el líder americano tiene una visión clara del camino a seguir. La libertad y la democracia tienen en el islamismo un enemigo absolutamente decidido e inflexible. Si nosotros, los occidentales, vacilamos, no mostramos una resuelta decisión de signo opuesto, en defensa de los valores que emanan de la dignidad del ser humano, lo cual pasa por derrotar a nuestros enemigos, sencillamente estamos perdidos.

Por eso, el discurso de George Bush en la Knéset me parece memorable, porque dice la verdad, pese a que muchos desearían no oírla, como si en lugar de tratar de descubrir cuál es la verdad, se preguntaran más bien, al igual que Pilato ante Jesús: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38).

martes, 13 de mayo de 2008

Notas sobre la transgresión

No tengo empacho en declarar que la palabra transgresión no me gusta. El término fue puesto en circulación por Georges Bataille, aunque en su vulgarización sesentayochista ha perdido el significado que le diera este pensador. Lo cuenta Sebreli en El olvido de la razón, Debate (2007), pág. 253.

Hoy se vive fenomenalmente bien de la retórica de la transgresión, las subvenciones no le faltan a todo aquel "artista" o personaje mediático que se apunta a transgredir lo que sea -con tal de que no incomode al poder, claro está. Desde la propia escuela ya enseñan a los niños a ser "transgresores", "críticos", etc... en la dirección adecuada.

Sin embargo, como tenía bien claro Bataille, la transgresión va unida a la prohibición. Sin la segunda, no puede haber la primera. El hedonismo imperante, que reclama el reconocimiento de todas las formas de placer, puede llegar a tener el efecto paradójico de acabar con uno de los placeres más antiguos: el de lo prohibido.

Esta reflexión me lleva a enlazar con otra, de carácter más genérico. Decía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas que los grandes autores liberales del XIX, como Stuart Mill o Spencer, no defendían la libertad del individuo porque interesara a éste, sino porque ello era lo más conveniente para la sociedad. Nótese que esa observación orteguiana podría extenderse incluso a Friedrich Hayek, el mayor pensador liberal del siglo siguiente. En su último libro, La fatal arrogancia, afirmaba que la crítica esencial contra el socialismo es que se trata de un error de hecho, es decir, que al sacrificar al individuo en aras de la sociedad, ni siquiera consigue lo que promete, que es beneficiar a ésta. El utilitarismo no yerra porque defienda la felicidad del mayor número, sino porque en su plasmación concreta ha tendido a olvidar el largo plazo, ignorando los efectos contraproducentes de sus simplistas propuestas, como ya expuso Spencer.

Ortega, que era muy dado a anticipar nuevas tendencias, pero sin desarrollarlas, avizoraba un nuevo liberalismo mucho más radical, que empezara y terminara en el individuo, es decir, que desdeñara olímpicamente las preocupaciones colectivas.

Ahora bien, ¿en qué podría consistir la formulación teórica de ese liberalismo radical? No desde luego en una transformación de la sociedad, dado que de entrada se rechaza cualquier tipo de inquietud por el conjunto. En realidad, toda teorización ético-política es un intento de justificación ante los demás, por lo que en sí misma parte de descartar cualquier opción individualista extrema. El liberalismo absolutamente purgado de reflexión social es un enunciado contradictorio, una pretensión tan quimérica como la cuadratura del círculo que los geómetras persiguieron vanamente durante siglos. Una cosa es decir que el socialismo hunde sus raíces en el liberalismo del siglo XIX, y otra que en el fondo, el liberalismo ya fuera socialismo. A no ser que caigamos en la insostenible posición de llamar socialismo a todo intento de mejora de la sociedad. (En este sentido, lo de "liberalismo social", o bien es una chapuza teórica, o bien una simple redundancia, pues toda ideología política implica un concepto u otro de sociedad.)

Por supuesto, el liberalismo radical, si lo pensamos bien, en la práctica siempre ha existido. Siempre ha habido individuos que han intentado hacer lo que les dictaba su propia subjetividad, más allá de las normas vigentes en un tiempo y un lugar concretos. Transgresores, por tanto. Según la naturaleza de sus actos, y a veces según la época desde la cual se les ha juzgado, se les ha considerado o bien genios o bien criminales. De ambas categorías ha habido ejemplos, indiscutiblemente.

Los trangresores a veces han beneficiado a la humanidad, en efecto. Pero ellos se han beneficiado de que hubiera normas. Por supuesto, existen normas mejores y peores. Pero incluso cuando nos saltamos las del segundo tipo, estamos poniendo en entredicho todas las normas en general. Las leyes y las costumbres evolucionan, qué duda cabe, pero mucho menos debido a genialidades individuales que por un proceso secular del que apenas somos conscientes. A pesar de la mitología romántica erigida sobre el motivo de la transgresión, lo cierto es que la mayoría de las veces, es mayor el daño que causa cualquier violación de la ley o la tradición, que el beneficio que supuestamente pueda aportar en un caso particular. Como dijo David Hume:

"La avidez y el partidismo de los hombres introducirían rápidamente el desorden en el mundo si no se vieran refrenados por algunos principios generales e inflexibles."

lunes, 12 de mayo de 2008

El regreso del Hespérides

El próximo año, con motivo del bicentenario del nacimiento de Darwin, está proyectado botar una réplica del "Beagle", el navío a bordo del cual el naturalista inglés dio la vuelta al mundo, recogiendo observaciones que luego le servirían para elaborar su famosa teoría de la evolución.

Aquella navegación tuvo un impacto enorme sobre el conocimiento humano. Hoy vemos con cierto sentimiento de superioridad las polémicas de la época; creemos vivir en una época mucho más científica, en la cual la difusión del conocimiento no se encuentra con las trabas de antaño, sino que se da la mayor publicidad a cualquier novedad. Pero ¿está justificada esta visión tan autocomplaciente?

Cuando el Buque de Investigación Oceanográfica "Hespérides" partió hacia la Antártida, hace cinco meses, los medios se volcaron en la noticia, señalando la importante contribución al estudio del cambio climático que suponía la expedición. Pero ahora que, hace una semana, ha regresado a Cartagena, sólo algún diario local, y el blog Doce Doce, se han hecho eco de ello. ¿Por qué? la respuesta es sencilla. El capitán del barco, Pedro de la Puente, nada más atracar en Cartagena, ha declarado haber encontrado mucho más hielo, incluso una población de pingüinos superior, que en anteriores viajes. Es decir, ha osado contradecir con temeraria indiscreción la Religión del Calentamiento Global, predicada por el profeta Al Gore y sus discípulos Evo Morales y Zapatero.


Y se ha hecho un piadoso silencio.

Resulta que no teníamos libertad religiosa

Cuando un gobierno hace una ley de libertad de prensa, es que se dispone a restringir la libertad que pudieran venir disfrutando hasta ese momento periodistas y medios de comunicación. Cuando lo que se propone es una ley de libertad religiosa, es que se van a limitar las libertades de una determinada confesión. (Adivinen cuál. Pista: No es la islámica.)

Que yo sepa, desde hace décadas en España no hay ningún problema para practicar la religión que se quiera, o para negarse a practicar ninguna.

Cuando se legisla sobre la libertad (de lo que sea), lo normal es que ésta disminuya. Elemental. Si para hacer cualquier cosa necesitamos saber lo que pueda decir el BOE acerca de ello, ustedes ¿qué creen, que seremos más libres o menos?

domingo, 11 de mayo de 2008

Vivimos en una sociedad predatoria

José Luis Sampedro y Valentín Fuster, autores de un reciente libro, son entrevistados en el Magazine de El Mundo de hoy. Sería una lástima que la profusión de entrañables necedades que se vierten con la ocasión, quedaran eclipsadas por las que, a su vez, afloran en la entrevista a Zapatero, en ese mismo suplemento dominical.

Sampedro nos alerta del riesgo de "infarto social". Y nos lo explica con una imagen de una calle cualquiera de Madrid, atestada de coches aparcados en doble fila y obstaculizando el tránsito.

"Bueno -dice- pues eso es como el colesterol en las venas: ¿Quieres más infarto? Pues bien, está la tensión con la que se vive, la velocidad, la presión bajo la que se trabaja, etc (...) Una sociedad tan consumista, que funciona a esta alta velocidad, está en peligro de infarto y nosotros nos preguntamos cuál es la solución."

Suponemos que si Madrid tuviera treinta mil habitantes, en lugar de tres millones, habría mucho menos estrés. Del mismo modo también podríamos decir que en una sociedad pastoril, habría seguramente muchas menos muertes por enfermedades cardiovasculares -y bastantes más por infecciones, parásitos, desnutrición y un largo etcétera. Pero -nos replicaría Sampedro- el problema es que el actual ritmo de crecimiento no puede sostenerse:

"Vivimos en una sociedad predatoria que siempre quiere más y en un mundo limitado como el nuestro esto tiene que tener un final: forzando el sistema, en nuestro afán por explotar el mundo, destruimos el medio, ya lo estamos viendo (...) La solución vendrá a través de la limitación natural, que obligará a reflexionar y a buscar otras formas de organización social y explotación de los bienes de la Tierra."

E insiste:

"El sistema en que vivimos es ya irracional. La competencia provoca nuevos bienes y necesidades, pero al mismo tiempo supone un derroche tremendo: innovar es bueno cuando se consiguen ventajas, pero si simplemente consiste en inventar una nueva generación de teléfonos que anula la anterior, perfectamente útil aún, se llega al despilfarro y a la acumulación de residuos. ¿Usted puede creer que del sur de Italia salgan trenes cargados de basura, que cruzan Europa hasta Suiza para allí regenerarla? Vivimos rodeados de irracionalidad."

Pues este señor, aunque no se lo crean, es economista. Después de criticar la libre iniciativa, se hace un lío y pasa a defender los conceptos de responsabilidad individual, del esfuerzo... Bueno, ¿en qué quedamos? ¿No nos dice que la competencia es mu mala? Veo difícil que adoctrinando a los jóvenes en el dogma de que toda la culpa es del sistema, se pueda estimular en ellos el espíritu emprendedor.

Lo de limitar el crecimiento económico y demográfico, porque se acaba el petróleo, se acaban los minerales, no habrá suficiente producción agrícola, etc, llevamos varias décadas escuchándolo. Antes incluso, los del Club de Roma hasta ponían fecha al Juicio Final, pero como suele suceder en estos casos, gozan de una admirable amnesia selectiva para olvidar las veces que han tenido que aplazar tan fatídica fecha. Me hace gracia comprobar la poca fe en el progreso tecnológico que tienen estos "progresistas". Incluso cuando lo tienen ante sus ojos, como en el ejemplo de los teléfonos, se niegan a reconocerlo. ¿Cómo se cree que cada vez se consiguen aparatos más ligeros, más eficientes, con menores costes de producción, si no es gracias a la competencia, a la innovación constante? Cierto que el teléfono que sustituimos tal vez pueda seguir siendo útil, pero ¿quién decide qué es lo útil? Porque seguramente el cazador prehistórico que se alimentaba gracias a una lanza, no necesitaba para nada ir tras los mamuts en un 4x4, pero no tengo muy claro que nos hubiera ido mejor quedándonos anclados en el paleolítico. Y en cuanto a lo de las basuras del sur de Italia, recicladas en Suiza... ¿No quedamos en que los pérfidos países occidentales enviaban sus desechos al Tercer Mundo? En cualquier caso, encontrarle pegas a la división del trabajo, tiene miga en un economista. Si en Suiza saben reciclar mejor que en Italia, ¿por qué deberían hacerlo en el país de origen, no sería eso un despilfarro como el que tanto le escandaliza?

Si esta sociedad es irracional, significa que debemos organizarla según supuestos racionales. Naturalmente, ahí no se entra en mucho detalle, tampoco lo hizo Marx ni todos los intelectuales que han incurrido una y otra vez en la arrogancia constructivista. Basta decir que "otro mundo es posible" para demostrar lo guay, progresista y de izquierdas que es uno. Aunque sólo aporte el vacío más absoluto.

Las aventuras de Zapatero

El Magazine de El Mundo de este domingo trae dos entrevistas dignas de estudio. Una es evidentemente la de Zapatero. En ella nos cuenta el maravilloso padre que es. Creo que este hombre ha recibido una excesiva influencia de esas teleseries familiares, empalagosas hasta decir basta, donde padres e hijos mantienen modélicas conversaciones del tipo de:

-Papá, he destrozado tu Audi nuevo... Lo siento.

-Lo importante es que tú estés bien. Para que se te pase el susto, te voy a premiar regalándote un par de entradas para la Super Bowl.

-Te quiero, papá.

-Yo también te quiero.

Luego nos confiesa su afición a los cómics de Tintín, lo cual no deja de tener su interés, por ser de las pocas referencias que tenemos sobre sus preferencias bibliográficas. No esperábamos más de él, la verdad.

Aunque lo que retrata definitivamente al personaje es lo que cuenta de su madre. Cuando ésta se encontraba ya en el lecho de muerte, no se le ocurrió otra cosa que preguntarle: "Mamá, ¿tú crees que voy a ser presidente del gobierno?". Por supuesto, para nada debemos pensar que el poder le obsesione, qué vaaaa. Él está vacunado contra el virus de la soberbia, nos dice... Menudo fenómeno.

Mucho más enjundiosa me ha parecido la entrevista a Sampedro y Fuster. Lo dejo para la siguiente entrada.

Sentimientos letales

¿Denunciar al gobierno y al CNI por pagar rescate a unos piratas? Desde luego me parece bien. No es tolerable que los servicios secretos se plieguen a las condiciones de los criminales, salvo que sea para tenderles una trampa. Pero no sé si los promotores de esta iniciativa judicial han meditado lo suficiente sobre cómo contrarrestar la respuesta del gobierno. Esta consiste simplemente en decir algo así como que su única prioridad ha sido en todo momento salvar las vidas de los secuestrados. Y lo terrible es que a una probable mayoría de la población española le parece explicación más que suficiente, incluso digna de aplauso. Es decir, el grado de degradación cultural y moral al que hemos llegado impide ver a muchos, una vez más, la antigua y elemental verdad de que no se puede premiar a los malos, porque de lo contrario, volverán a hacer el mal.

Se trata evidentemente del mismo tipo de pornografía sentimental que han aplicado con tanta maestría en su negociación con ETA. Como todo era por la Paz, un número sorprendentemente elevado de disminuidos morales ha dado su aprobación, por anticipado, a las más flagrantes conculcaciones de la legalidad, a las mentiras más groseras. El fin ha justificado los medios: Esa frase que en boca del malo de una película de Hollywood nos parece la expresión máxima del cinismo, cuando se desprende del discurso de un líder "progresista", parece transformarse en todo lo contrario, en la imagen misma de la excelencia moral.

No sólo eso, sino que quienes han osado discrepar de esa política criminal, han sido percibidos como unos canallas que utilizaban el sufrimiento de las víctimas (!) para sus turbios manejos, contrarios a la Paz. En el caso del secuestro del atunero, por supuesto los críticos son unos desalmados que estarían dispuestos a sacrificar las vidas de los pescadores apresados para hacer valer sus concepciones rigoristas de la ley y el castigo del delito. Parece como si nadie pensara en los tripulantes o pasajeros que pueden volver a ser secuestrados en el futuro, gracias al entreguismo y la debilidad mostrados por el gobierno de Zapatero.

La manipulación política de los sentimientos fue una de las características fundamentales del fascismo. Pero es un gran error pensar que murió con él. Por el contrario, no ha hecho más que perfeccionarse. Se ha avanzado mucho desde que la prensa del régimen nazi propagó aquel orwelliano "Polonia invade Alemania". Hasta el punto de que un gobierno que ha violado el pacto contra el terrorismo (en realidad, desde antes de hacerse con el poder), se ha sentido con fuerza suficiente para acusar de tal fechoría a la oposición. Y del mismo modo se presenta como moralmente superior por ceder ante unos piratas y por consentir (parafraseando a Zp: "mirar a los ojos de los inmigrantes") que España sea La Meca de la delincuencia profesional de todo el mundo.

Pero la gente nos vota, dirán los socialistas. Cierto. Es que la gente es muy sentimental.

martes, 6 de mayo de 2008

No pareces de derechas

Frases como ésta, de intención elogiosa (!) o también por ejemplo "eres buena persona para ser de derechas" están en el origen del inspirado libro de Josep Martí, Ets de dretes i no ho saps (Eres de derechas y no lo sabes), éxito de ventas en Cataluña, publicado por la editorial Mina.

Martí se confiesa de derechas desde las primeras páginas, pero evidentemente no se detiene ahí. Trata de demostrar a muchos de sus lectores que, sin saberlo, o sin atreverse a reconocerlo, también lo son. Y lo más importante: ¡Que no pasa nada! Es normal, incluso es bueno, en una democracia, que cada uno asuma lo que es, sin tener que avergonzarse por ello.

Para llevar a cabo esta cura desacomplejante, el autor trata de mostrar, por un lado, lo que la derecha no es, al menos en la actualidad. Y por otro, a lo que dedica la mayor parte del texto, trata de exponer los contenidos positivos del ideario conservador. La libertad, la seguridad como garantía de ésta, la actitud ante la igualdad y la discriminación positiva, la crítica del relativismo, la educación, la familia, los impuestos, la iniciativa individual, la inmigración, el multiculturalismo, el cambio climático, la Iglesia, el terrorismo, etc. En menos de doscientas cincuenta páginas Josep Martí consigue hacer un resumen somero, nada académico, pero muy completo y -sobre todo- cargado de sentido común acerca de la visión del mundo de los que somos de derechas.

Naturalmente, me alargaría en exceso si tratara de comentar tema por tema. No solo por eso, sino por su gran interés, me centraré en los esfuerzos del autor por deslindar el campo ideológico de la derecha de aquello que ésta no es.

La inolvidable Oriana Fallaci, en el capítulo 10 de La Fuerza de la Razón, decía lo siguiente:

"...en Occidente la Derecha ya no existe. La Derecha símbolo de involución, quiero decir. La Derecha ruin, reaccionaria, obtusa, feudal. Como concepto, esa Derecha desapareció con la Revolución Francesa mejor con la Revolución Americana (...) Como realidad, se extinguió con la afirmación de la Derecha salida de estas dos revoluciones. Es decir, la Derecha ilustrada, liberal, civilizada (...) La Derecha ruin, reaccionaria, obtusa, feudal hoy sólo se encuentra en el Islam. Es el Islam."

Como el lector ya se ha imaginado, Josep Martí se identifica con la derecha ilustrada que distingue Oriana. Sin embargo, y en esto también coincido con él, no se muestra partidario de desterrar el término derecha, ni siquiera de adornarlo con adjetivos, y mucho menos creo que estaría dispuesto a adjudicárselo al islamismo, aun sin negar el fondo de verdad de las palabras de la escritora italiana. Si por connotaciones prodecentes del pasado, quienes abrigamos ideas y opiniones que habitualmente, lo queramos o no, se tildarán de derechistas (cuando no reaccionarias, fachas, etc), debemos renunciar al término con el que podemos reconocernos entre nosotros más eficazmente, ¿por qué no hace lo mismo la izquierda, a fin de renegar de manera más convincente de su historial de masacres, de Gulags y de miseria?



El autor prefiere, como digo, la vía de la demarcación semántica, sin dar por perdida la batalla de las palabras. Así, se apresura a condenar el franquismo. Maldice a Franco, entre otras razones, precisamente por ser el principal culpable de que en España la derecha arrostre el sambenito de reaccionaria, autoritaria, clasista, etc. Creo que tiene mucha razón, aunque quizá en los epítetos dedicados al dictador no podamos evitar ver un cierto peaje que considera necesario pagar para ser mínimamente tolerado. Se corresponde, justo es decirlo, con el enfoque general del libro, más interesado en describir lo que es la derecha, que en la crítica a la izquierda, aunque ésta tampoco falte. De todos modos, sin un análisis de la historia de la segunda república y la guerra civil, así como de la dictadura, un análisis que esté más interesado en la verdad que en quedar bien, la derecha jamás se normalizará plenamente. Hay que decir que Josep Martí dedica también algunas páginas a desmontar las falacias de la "memoria histórica" según la entiende Zapatero, por lo que sería ingrato decir que rehúye la cuestión. Pero hubiera sido interesante conocer su opinión sobre la obra (fundamental en mi opinión) de Pío Moa, a quien sólo cita de pasada, sin valorarlo.

Martí creo que no puede evitar pagar otros dos peajes, estos para mí más discutibles. Primero el de considerar injusta la guerra de Iraq, sin mayores explicaciones, y ello a pesar de que sabe exponer con claridad el contraste entre la visión de derechas y el buenismo pacifista de la izquierda. Me gustaría saber por qué, a pesar de los durísimos bombardeos aliados sobre Alemania y Japón, le parece bien que los Estados Unidos derrotaran a Hitler, y en cambio, en el caso de la guerra de Iraq, la supervivencia del régimen de Saddam Hussein habría sido, por lo visto, un mal menor. De todos modos, nuestro autor se muestra disconforme con la retirada unilateral de nuestras tropas de Iraq, por lo que su posición no tiene nada que ver con la demagogia antiamericana de los progres. Razón de más para que me parezca un tanto retórica.

El segundo, o tercer peaje, es el de la cuestión nacionalista. Desde el principio, el autor deja bien claro que su libro está pensado en un contexto catalán, y no casualmente está escrito en este idioma. A mí me parece muy bien, pues la anomalía democrática que supone que ni la propia derecha se atreva a decir su nombre, en Cataluña sin duda es el lugar de España donde se da con mayor intensidad. No en vano el subtítulo del libro es "Crítica de la gran impostura catalana". También estoy de acuerdo en que, de entrada, el sentimiento de pertenencia nacional es una cuestión ajena al debate derecha-izquierda. Pero Martí dice algo más, con lo que no estoy de acuerdo. Según él, la crítica al nacionalismo catalán desde postulados liberales, no es más un ropaje intelectual con el que se pretende vestir a otro nacionalismo, el español. A mí me parece éste un argumento improcedente, que en lugar de tratar de refutar una determinada postura, lo que hace es desacreditarla con un juicio prácticamente ad hominem, acerca de intenciones. ¿Qué opina el autor acerca de la imposición del catalán en la enseñanza, de que se sancione a los comercios que rotulan en castellano? No nos lo dice. Para él, es un tema que se sale del libro.

No sabemos si nuestro brillante panfletista (dicho en el mejor sentido del término) ha interiorizado el tópico nacionalista de que todo el mundo es nacionalista de una u otra nación, o bien es que él mismo es nacionalista. Hay que decir, para ayudar a ubicar mejor a este tarraconense, oriundo del precioso pueblo pesquero de L'Ametlla de Mar, que está casado con una ex alto cargo del último gobierno de Aznar (como cuenta desde la primera página), y que la presentación de su libro en Barcelona la hizo Josep Piqué, a quien elogia en sus páginas. Vamos que no tiene pinta de andar envuelto con la estelada. Pero lo cierto es que, sea cual sea lo que Martí piense de España y de Cataluña, y de la relación más deseable entre ambas, no lo averiguaremos leyendo este libro. Y yo en cambio sí creo que tanto derecha e izquierda tienen cosas distintas que decir al respecto. ¿Puede la derecha por ejemplo creer en el derecho de autodeterminación, en derechos colectivos en general? En mi opinión, no.

En cualquier caso, achacar la estigmatización de la derecha en Cataluña a que se la asocie con el anticatalanismo, me parece una media verdad. Porque en el resto de España la situación no es tan distinta, y las razones obviamente hay que buscarlas en otras cuestiones. Otra cosa es que, como ya he defendido hace poco, antes de leer este libro, la derecha debería evitar caer en la trampa de que sólo se hable del tema que le interesa a los nacionalistas. Pero se trata de una cuestión de táctica, no de ceder en los principios.

Señaladas mis discrepancias, que aunque no triviales, afectan a una pequeña parte del texto, he de decir que he disfrutado leyendo el libro y que lo suscribo en un 90 %. Me quedo con la esperanza expresada por Martí de que un día aparezca en Cataluña (bueno, yo hago mi deseo extensivo también a España) ese Sarkozy que se atreva a decir "je suis le candidat de la droite".
Porque efectivamente, la gran anomalía de nuestra democracia es que este hombre o esta mujer todavía no haya surgido.

"Los políticos conservadores -dice Martí- no comienzan nunca sus intervenciones explicitando su cosmovisión conservadora. ¿Recordáis a alguno, en activo, iniciando su discurso con frases del tipo "la derecha hará...", "cuando gobierne la derecha...", "para un político de derechas como yo esto es intolerable..."? Encontraréis algún ejemplo, pero no muchos. Cuando lo consigáis, recortadlo y hacedlo enmarcar porque las rarezas acaban teniendo buen precio en los anticuarios. Y no valen los políticos retirados, sólo aquellos que todavía aspiran a ganar alguna elección."

Claro que antes de las elecciones, los políticos deben enfrentarse con los aparatos de sus propios partidos. Ahí se encuenra el primer gran obstáculo. Quizá el sistema de primarias pueda ser la solución a esta situación sin salida aparente. Mientras tanto, el libro de Martí puede que no ayude mucho a los políticos profesionales, pero al menos nos permitirá disfrutar a los demás leyendo lo que estos no se atreven todavía a decir.

ACTUALIZACIÓN 9-05-08: Tras contactar conmigo el autor del libro (ver comentarios), me ha aclarado un poco más su posición respecto al nacionalismo catalán. Aunque ya lo he hecho en privado, desde aquí quiero agradecerle su deferencia. Creo que nuestras posiciones, salvando los matices, coinciden en gran medida.

lunes, 5 de mayo de 2008

Si Adolf levantara la cabeza

En su delicioso libro Ets de dretes i no ho saps (Eres de derechas y no lo sabes), Josep Martí define La Vanguardia como "un diario de centroizquierda comprado por la gente de centroderecha". Creo que si nos circunscribimos a la información internacional, la certera definición puede ampliarse considerablemente. Un medio de centroderecha -diríamos- es aquel cuyos corresponsales en el extranjero escriben para lectores de centroizquierda que no los leen. Al menos, si comparamos su antiamericanismo y su antijudaísmo con el de los medios progres, es muy difícil detectar alguna diferencia.

Sin ir más lejos, he aquí un ejemplo entresacado de El Mundo de hoy. En su crónica desde Beirut "Cuando el cine alimenta el odio", Mónica G. Prieto escribe acerca del libro de Jack G. Shahin Reel Bad Arabs: How Hollywood Vilifies a People, y del documental basado en él, con evidente complacencia. Shahin ha analizado un millar de películas producidas por Hollywood a lo largo de un siglo, para llegar a la conclusión de que la industria americana del cine ha creado un estereotipo negativo de los árabes, a los que presenta como "bandidos beduinos" o "terroristas sanguinarios". Este fenómeno se habría acentuado después de que la caída del comunismo dejara a los norteamericanos "huérfanos de villanos".

Ya. O sea, que durante la guerra fría, no es que los estadounidenses sintieran amenazado con toda la razón su modo de vida por el imperio soviético, no. Es que son unos paranoicos violentos que necesitan villanos para justificar su propio imperialismo agresivo. Análoga reflexión se nos sugiere respecto al islamismo. No es que los atentados que los Estados Unidos llevan sufriendo en todo el mundo desde hace décadas, hasta llegar a la masacre del 11-S, les lleven a no simpatizar excesivamente con el mundo musulmán. Eso no tiene nada que ver, y en todo caso, se lo tienen merecido, por su apoyo a Israel.

Inciso: No deja de ser digno de nota que este libanés disfrute de la ciudadanía estadounidense e imparta clases en la Universidad de Illinois. Me pregunto cuántos norteamericanos podrían residir sin problemas en un país árabe y denunciar desde sus aulas la injusta imagen de su país de origen que se difunde en estos países. Fin del inciso.

Pero donde la crónica de Mónica G. Prieto se torna siniestramente reveladora es en su último párrafo. Creo que vale la pena reproducirlo entero:

"Quizás sería interesante hacer un estudio sobre cómo ocurre exactamente lo contrario con la cultura judía, asimilada como parte indisoluble de la cultura occidental gracias a Hollywood. Muchas de las cintas norteamericanas que pueden verse en cine y televisión muestran ceremonias tradicionales judías (presentadas como si todos los espectadores tuvieran que estar familiarizados con ellas), aluden a las fiestas del calendario judío como si fueran universales e incluyen la kippa (el tradicional tocado judío) con una frecuencia pasmosa, mientras resulta inimaginable que ninguno de los protagonistas emplee –no ya con la misma asiduidad, sino en una sola ocasión durante toda la cinta- el típico pañuelo árabe. Así resulta difícil que la sociedad estadounidense cuestione la política israelí en Oriente Próximo."

Las negritas son de la autora. Para que luego digan que exageramos algunos cuando calificamos como nuevo antisemitismo la actitud más generalizada en los medios progres acerca de Israel y los judíos. Mostrar "ceremonias tradicionales judías"... ¡Puaj, qué asco! Claro, ¿cómo queremos que los norteamericanos dejen de apoyar la existencia de Israel frente a quienes quieren borrarlo del mapa, presentando a los judíos como seres humanos iguales al resto, que no desayunan niños palestinos y celebran pacíficamente sus propias festividades? Si el Führer viviera, esto no pasaría.

Vomitivo, en definitiva. Pero por lo visto, Pedro J debe pensar que así los lectores de El País se fugarán en desbandada a su periódico. Un poco, por no decir un mucho, de antiamericanismo, antisemitismo y sobre todo, que no falte la ración diaria de cambio climático. A lo mejor hasta le acabarán perdonando por existir.

domingo, 4 de mayo de 2008

Autocrítica comunista

Julio Anguita, preguntado ayer en televisión por cómo ve la situación española, enumeró una serie de cosas que no le gustaban: El empleo precario, la mayoría de españoles que no pueden pagar sus hipotecas, las mujeres que cobran inferior salario a los hombres por hacer el mismo trabajo, la mujer que se queda embarazada y es despedida... En cambio, no mencionó el desempleo, que es con diferencia el mayor problema de la economía española. Por supuesto, recibió los aplausos de la claca que asiste al tendencioso y manipulador programa de Jordi González, una simbiosis perfecta de telebasura (momentos antes entrevistaban al hijo de Pajares) y propaganda progre aún más impúdica.

A Julio Anguita, pues, le preocupa que existan trabajadores temporales, casi siempre gente joven que tiene así la primera oportunidad de entrar en el mercado laboral, y adquirir la suficiente experiencia para luego acceder a empleos más estables. Desde luego que puede reducirse la temporalidad, liberalizando el mercado de trabajo. Pero el Sr. Anguita por descontado no está por esa solución; la defendida por él ya la conocemos. No es más que un intervencionismo dictatorial de la economía, con el consiguiente empobrecimiento de la mayor parte de la población, excepción hecha de los altos cargos del Partido.

En cuanto a la demagogia restante, hombre, que mucha gente se está viendo en apuros para cumplir sus compromisos con los bancos, no es lo mismo que decir que los problemas afectan a la mayoría, lo que es patentemente inverosímil. O que se den casos de irregularidades laborales y de empresarios sinvergüenzas, no significa que la mayoría de mujeres vean peligrar su empleo si se quedan embarazadas o que cobren menos que otro trabajador de distinto sexo pero igual categoría, antigüedad y horario. Sospecho que estas injusticias se dan en determinados tipos de cargos, pero dudo mucho que al líder comunista le inquieten más las penurias de una ejecutiva que las de una cajera de supermercado. En todo caso, no le auguro grandes éxitos compitiendo con ista, ista, ista, Zapatero feminista en su terreno favorito.

Mediocre, pues, el discurso de tan sobrevalorado líder político, aunque en comparación con Llamazares nos parezca Gramsci. Pero lo mejor fue la anécdota que contó como prueba de la capacidad autocrítica del comunismo. Resulta que cuando los tanques soviéticos entraron en Checoslovaquia para aplastar la Primavera de Praga, tres dirigentes del PCE se fueron a Moscú a decirle a Brézhnev en persona que no estaban de acuerdo con esa medida. Hacía falta -explicaba Anguita- no poco valor para semejante atrevimiento.

O sea, a ver si lo entiendo. Resulta que si cada día se reúnen a las puertas de la Casa Blanca cientos de manifestantes para expresar su desacuerdo con las políticas de Bush, ello es una muestra de la lucha popular contra el imperialismo. En cambio, cuando dirigentes de un partido comunista extranjero manifestaban en privado su discrepancia al presidente de la URSS, y además cagados de miedo, ello debe verse como una prueba del espíritu de autocrítica del comunismo.

Como sigan por ese camino autocrítico, me temo que acaben saliendo a la luz confesiones de comunistas que se muerden las uñas, o que no recogen los pelos después de ducharse. Nos esperan revelaciones sobrecogedoras.

sábado, 3 de mayo de 2008

Es vieja, pero fea

Existe un recurso cómico quizás no muy frecuente, pero efectivo, consistente en utilizar un nexo gramatical inesperadamente antitético al que cabría esperar. Así, por ejemplo, si decimos que "el enfermo sanó a pesar de los médicos", es evidente que la locución en cursiva tiene una intención irónica, lo que nos lleva a esbozar la sonrisa.

Un ejemplo clásico sería el verso del soneto de Quevedo "Casamiento ridículo",

Ella es verdad que es vieja, pero fea

Cuentan, y para el caso poco importa si la anécdota es apócrifa, que alguien fue un día a decirle a Salvador Dalí, acerca de su célebre colega:

-Picasso es comunista.

A lo que el genial ampurdanés respondió:

-Yo tampoco.

Esta mañana, El País nos ha ofrecido un ejemplo, no por involuntario menos gracioso. En la primera página de la edición digital podemos leer lo siguiente:

Islandia lidera las clasificaciones mundiales de libertad de prensa. Sin embargo, carece de leyes concretas para los medios.


No hay duda alguna de que este "sin embargo" merece figurar por derecho propio en toda antología del humor que se precie. Por lo visto, a su autor ni se le ha pasado un momento por la cabeza que a lo mejor lo que más contribuye a la libertad de prensa, por no decir a la libertad en general, es precisamente que los legisladores se mantengan lo más lejos posible del tema.

Cualquiera diría, eso sí, que al redactor en nómina de PRISA le escandaliza la situación islandesa. Ya velarán sus jefes por que aquí no se repoduzca.

jueves, 1 de mayo de 2008

¿Es mejor la república?

Si usted vive en un país de régimen republicano, tiene un 39 % de probabilidades de sufrir además la opresión de una dictadura. Mientras que si reside en un país cuyo Estado es formalmente monárquico, las probabilidades descienden al 14 %.

Son los resultados de un sencillo estudio realizado por quien esto escribe, motivado por la noticia que comentaba en mi entrada anterior. Según un sindicato de estudiantes, "la mayoría de democracias consolidadas" son repúblicas. Por supuesto, en su sentido literal, esto es irreprochablemente cierto. Sin embargo, demostraré que las estadísticas, si alguna posición favorecen, es la monárquica.

Hagámonos las siguientes preguntas: ¿Qué proporción de países de régimen republicano son dictatoriales? Análogamente, ¿qué proporción de monarquías formales son dictatoriales? ¿Cuál será de las dos la proporción mayor?

Para intentar responder cuantitativamente a estas cuestiones, parto de las siguientes definiciones: Entiendo por monarquía aquella que oficialmente se reconoce a sí misma como tal. Por supuesto, regímenes formalmente republicanos como el de Cuba o Corea del Norte son monarquías de facto, pero también podemos decir, a la inversa, que muchas democracias parlamentarias son en la práctica repúblicas, dado el papel meramente honorífico del Jefe del Estado. Me atengo al sentido puramente formalista del término porque creo que, a fin de cuentas, el debate monarquía/república no pretende trascender ese nivel.

En cuanto al término dictadura, evidentemente no tiene un significado tan preciso que permita dividir todos los países del mundo en dos grupos perfectamente definidos. Muchos regímenes no son totalmente democráticos ni totalmente autoritarios. Una clasificación muy interesante es la que ofrece el World Freedom Atlas, concretamente la basada en el índice Freedom Status. Este combina a su vez otros dos índices que tratan de medir el grado de respeto a las libertades políticas y los derechos civiles. De este modo, se clasifican todos los países en una sencilla escala del uno al tres (1. Free, 2. Partly Free y 3. Not Free), tal y como muestra el mapamundi:


A destacar que la Rusia de Putin (en mi opinión con toda la razón) sea considerada un país Not Free. De todos modos, le asignemos el grado 2 ó el 3 de la escala, los resultados a que he llegado no varían sensiblemente, como se verá.

Mi definición de dictadura es pues bien sencilla: Es aquel régimen que aparece en el mapa como de grado 3, en azul oscuro. Como es obvio, ello no significa que consideremos a todos los demás países como perfectamente democráticos, ni mucho menos, pero la simplificación es el precio que debemos pagar por nuestro intento de cuantificación.

Una vez expuestas mis definiciones, he elaborado una hoja de cálculo con la población de los doscientos y pico países del mundo, clasificados según su sistema político y su carácter dictatorial o no. Los resultados resumidos, que al principio he anticipado, son los siguientes:

En el mundo, la población que reside en regímenes formalmente republicanos ronda el 92 %. Ahora bien, dentro de este porcentaje, cerca del 39 % debe soportar regímenes dictatoriales (Excluyendo a Rusia de las dictaduras, la proporción sería del 36 %). A su vez, dentro del porcentaje de aproximadamente un 8 % de la población que suman las monarquías, sólo un 14 % son de tipo dictatorial. La conclusión es evidente: Vivir en un sistema político republicano no es por sí mismo ninguna garantía de mayores libertades, sino todo lo contrario, en comparación con el sistema monárquico.

La explicación tampoco es muy esotérica. Desde el momento que un régimen se reconoce a sí mismo como monárquico, ello es un indicio de una mínima voluntad constitucionalista, podríamos decir. Al determinar legalmente la persona en quien recae la jefatura del Estado, normalmente por su pertenencia a una determinada familia, se está optando por un procedimiento que, aunque en sí mismo no tenga evidentemente nada de democrático, es mucho más transparente y honesto que no esas elecciones amañadas o esas hipócritas escenografías asamblearias con la que muchas repúblicas formales renuevan el máximo cargo estatal. Por otra parte, al fingir una legitimidad superior a la de la típica monarquía hereditaria, el dirigente de una república que no sea profundamente democrática se verá mucho más libre de cualquier traba constitucional. Las monarquías absolutas, al recurrir a la religión con el fin de justificar su poder ilimitado, en realidad han prefigurado las futuras repúblicas totalitarias, mucho más efectivas porque se basan en ideologías elaboradas con la clara intención de fundamentar al poder, empresa para la cual la religión ofrece un mensaje mucho más contradictorio.

Hay otra reflexión más amplia que podemos extraer de todo esto. Aunque a primera vista determinadas instituciones nos parezcan caducas, retrógradas, etc, la mejor guía para conocer su verdadera utilidad social es la observación, no nuestros esquemas previos. El hecho de que una institución o una tradición sea antigua, no es ninguna prueba de su bondad, pero en ocasiones puede ser un indicio de esta. Quizás es porque algo funciona que pervive más tiempo. De ahí que todo liberal deba desconfiar siempre de esos arrebatos seudorracionalistas que tratan de romper con el pasado para empezar de nuevo sobre bases supuestamente lógicas o científicas. Uno no tiene por que ser monárquico (yo no lo soy, dicho sea de paso) para pensar que a lo mejor la monarquía hace más bien que mal, allí donde ya está instaurada. Ni tiene por que ser creyente para opinar lo mismo de la Iglesia. Ni ser una especie de Don Corleone para defender la familia tradicional. Ni..., ni...