lunes, 5 de mayo de 2008

Si Adolf levantara la cabeza

En su delicioso libro Ets de dretes i no ho saps (Eres de derechas y no lo sabes), Josep Martí define La Vanguardia como "un diario de centroizquierda comprado por la gente de centroderecha". Creo que si nos circunscribimos a la información internacional, la certera definición puede ampliarse considerablemente. Un medio de centroderecha -diríamos- es aquel cuyos corresponsales en el extranjero escriben para lectores de centroizquierda que no los leen. Al menos, si comparamos su antiamericanismo y su antijudaísmo con el de los medios progres, es muy difícil detectar alguna diferencia.

Sin ir más lejos, he aquí un ejemplo entresacado de El Mundo de hoy. En su crónica desde Beirut "Cuando el cine alimenta el odio", Mónica G. Prieto escribe acerca del libro de Jack G. Shahin Reel Bad Arabs: How Hollywood Vilifies a People, y del documental basado en él, con evidente complacencia. Shahin ha analizado un millar de películas producidas por Hollywood a lo largo de un siglo, para llegar a la conclusión de que la industria americana del cine ha creado un estereotipo negativo de los árabes, a los que presenta como "bandidos beduinos" o "terroristas sanguinarios". Este fenómeno se habría acentuado después de que la caída del comunismo dejara a los norteamericanos "huérfanos de villanos".

Ya. O sea, que durante la guerra fría, no es que los estadounidenses sintieran amenazado con toda la razón su modo de vida por el imperio soviético, no. Es que son unos paranoicos violentos que necesitan villanos para justificar su propio imperialismo agresivo. Análoga reflexión se nos sugiere respecto al islamismo. No es que los atentados que los Estados Unidos llevan sufriendo en todo el mundo desde hace décadas, hasta llegar a la masacre del 11-S, les lleven a no simpatizar excesivamente con el mundo musulmán. Eso no tiene nada que ver, y en todo caso, se lo tienen merecido, por su apoyo a Israel.

Inciso: No deja de ser digno de nota que este libanés disfrute de la ciudadanía estadounidense e imparta clases en la Universidad de Illinois. Me pregunto cuántos norteamericanos podrían residir sin problemas en un país árabe y denunciar desde sus aulas la injusta imagen de su país de origen que se difunde en estos países. Fin del inciso.

Pero donde la crónica de Mónica G. Prieto se torna siniestramente reveladora es en su último párrafo. Creo que vale la pena reproducirlo entero:

"Quizás sería interesante hacer un estudio sobre cómo ocurre exactamente lo contrario con la cultura judía, asimilada como parte indisoluble de la cultura occidental gracias a Hollywood. Muchas de las cintas norteamericanas que pueden verse en cine y televisión muestran ceremonias tradicionales judías (presentadas como si todos los espectadores tuvieran que estar familiarizados con ellas), aluden a las fiestas del calendario judío como si fueran universales e incluyen la kippa (el tradicional tocado judío) con una frecuencia pasmosa, mientras resulta inimaginable que ninguno de los protagonistas emplee –no ya con la misma asiduidad, sino en una sola ocasión durante toda la cinta- el típico pañuelo árabe. Así resulta difícil que la sociedad estadounidense cuestione la política israelí en Oriente Próximo."

Las negritas son de la autora. Para que luego digan que exageramos algunos cuando calificamos como nuevo antisemitismo la actitud más generalizada en los medios progres acerca de Israel y los judíos. Mostrar "ceremonias tradicionales judías"... ¡Puaj, qué asco! Claro, ¿cómo queremos que los norteamericanos dejen de apoyar la existencia de Israel frente a quienes quieren borrarlo del mapa, presentando a los judíos como seres humanos iguales al resto, que no desayunan niños palestinos y celebran pacíficamente sus propias festividades? Si el Führer viviera, esto no pasaría.

Vomitivo, en definitiva. Pero por lo visto, Pedro J debe pensar que así los lectores de El País se fugarán en desbandada a su periódico. Un poco, por no decir un mucho, de antiamericanismo, antisemitismo y sobre todo, que no falte la ración diaria de cambio climático. A lo mejor hasta le acabarán perdonando por existir.