domingo, 31 de julio de 2011

Niños incorregibles

Según el estudio de unos investigadores ingleses, basado en el seguimiento de miles de niños durante cinco años, los hijos de familias no sustentadas por el padre (bien porque está "desaparecido en combate", o porque solo trabaja la madre, o porque ambos progenitores están desempleados) presentan mayores problemas de comportamiento.

El artículo periodístico a través del cual he sabido de la existencia de este estudio se titula "Madres trabajadoras, vuestros hijos están bien". Se trata a todas luces de un ejemplo típico de cómo presentar las conclusiones de un estudio científico para que no parezca que pueden cuestionar las certezas biempensantes de la corrección política.

Desde luego, el estudio tampoco concluye lo contrario de lo que afirma el titular. Parece que la situación ideal es aquella en que tanto la madre como el padre trabajan fuera de casa, lo cual no puede sorprendernos demasiado, pues está relacionado con el nivel de ingresos. Por lo general, los niños crecerán mejor en un hogar ordenado de clase media que en uno donde el padre se pase la mayor parte del tiempo en el bar, o al que ni siquiera conozcan.

Pero resulta ciertamente ridículo el esfuerzo de poner el énfasis en el aspecto tranquilizador del estudio, en aquello que no perturba los dogmas del progresismo, y dejar para el apartado de detalles secundarios aquellas conclusiones que encajan con más dificultad en el cuadro idílico de la igualdad de género, en el que la figura del padre y la madre son estrictamente intercambiables y las diferencias sexuales son meros roles convencionales. La experiencia parece demostrar que no es así, que los niños crecen más sanos con una madre y un padre, siendo este último quien aporte la principal fuente de ingresos. Los mocosos son así de políticamente incorrectos.

#echalelaculpaaoccidente

Inmediatamente después de la matanza de Noruega, muchos medios la atribuyeron al terrorismo islámico. A medida que llegaba más información, esta explicación fue rectificada. En las primeras horas, un periódico escandinavo habló de "fundamentalismo cristiano", y algunos todavía siguen repitiéndolo, a pesar de que tampoco es cierto. El asesino noruego, Anders Breivik, ha expuesto con detalle su ideología, de tipo nacionalista, desmarcándose explícitamente de cualquier modelo teocrático, como los que sí defienden los terroristas islamistas.

Sin embargo, aunque ya nadie habla de terrorismo islámico en relación a esa tragedia, los especialistas en la denuncia de la islamofobia, como la periodista Mónica G. Prieto, siguen en sus trece. ¿Quién puede pensar que un atentado podría ser obra de islamistas, sino quien abriga prejuicios contra el islam? En un breve reportaje publicado en El Mundo se hace eco de la iniciativa de una musulmana, creadora del hashtag irónico #blamethemuslims (échale la culpa a los musulmanes). Los musulmanes tienen la culpa de todo, de que se te derrame la cerveza, de que Inglaterra perdiera el Mundial de Fútbol o de que te abandone la mujer. Supuestamente, muy gracioso.

Puedo comprender que un musulmán se sienta mal porque mucha gente, desde el 11-S, lo mire con poca simpatía. Pero ¿quién tiene la principal culpa de ello? ¿Los terroristas que en nombre del islam estrellaron dos aviones contra las Torres Gemelas o los posibles prejuicios antimusulmanes de la gente? Sinceramente, lo que a muchos nos mosquea es que los musulmanes dediquen más tiempo a hacerse las víctimas de la xenofobia, real o imaginaria, que a protestar por las atrocidades cometidas por algunos de sus correligionarios. Por supuesto que los musulmanes no tienen la culpa de todo, y que la inmensa mayoría no son terroristas. Pero un poco de autocrítica, solo un poco, tampoco les vendría mal. No vamos a exigirles, claro está, que lleguen a los extremos de autoculpabilización de Occidente, que por supuesto sí que tiene la culpa de todo: la pobreza en el mundo, el calentamiento global, el conflicto palestino-israelí, etc. #echalelaculpaaoccidente.

La penúltima cerdada judicial

Tras la sentencia del TC que legalizó al brazo político de ETA, todo indica que la sala de lo penal de la Audiencia Nacional no quiere ser menos en cuanto a arrastrarse por el fango. Su infausto presidente, Gómez Bermúdez, ya tiene un lugar en la historia como perpetrador de la sentencia del 11-M, en la que de forma bochornosa miró para otro lado para no ver las irregularidades policiales. Pero no contento con ello, ahora se propone que la cúpula policial, responsable del chivatazo al aparato de extorsión de ETA, pueda eludir el cargo de colaboración con banda armada. Lo de menos son las disquisiciones seudofilosóficas con las cuales pretenden tomar el pelo a la opinión pública. Si se aplican los exquisitos criterios defendidos por el gobierno, para ser acusado de semejante delito se deberá estar en posesión de una acreditación de simpatizante oficial de un club criminal, con número de socio y fotografía reciente. Pero sería caer en la trampa entrar en este debate ad hoc. Lo realmente indignante es el descaro con el que actúa esta gente. Ya solo faltaba que la mujer del juez expresara en Twitter sus opiniones favorables a la postura del gobierno. Se ríen en nuestra cara, y todavía nos toca aguantar más de cien días la chulería barata de Rubalcaba y su legión de serviles adictos en la judicatura y en los medios. Me anima pensar que el 20 de noviembre el PSOE se pegará un batacazo histórico, pero será poco castigo, después de todo lo que han hecho. Iba a decir que deberían ser juzgados... Dejémoslo estar: Con los jueces que tenemos, sería más fácil que acabaran en la cárcel los acusadores que los acusados.

martes, 26 de julio de 2011

La ideología de Breivik

Anders B. Breivik, poco antes de perpetrar las matanzas de Oslo y Utoya, había publicado en internet un libro titulado 2082. A European Declaration of Independence. Se trata de la obra de un perturbado, que a lo largo de 1.500 páginas (gran parte de ellas, extractos tomados de otros autores) no solo expresa su ideología personal (ultraderechismo identitario), sino que entra en minuciosos detalles de un plan delirante para imponer en Europa dictaduras temporales afines a sus ideas, mediante las armas, incluyendo el ántrax y las bombas nucleares. Para dar una idea del grado de delirio alcanzado por Breivik, baste señalar que llega a calcular en 400.000 el número de personas pertenecientes al establishment político-intelectual que deberán ser "ejecutadas" en Europa Occidental en las próximas décadas. De ellas, 47.167 serían españolas (pág. 932). Ni una más ni una menos.

Aunque el propio asesino gusta de denominar a su ideología "conservadurismo cultural", en realidad no hay nada más alejado del conservadurismo que un plan para transformar la sociedad violentamente como el que se describe en ese libro, con medidas del totalitarismo clásico como matanzas, deportaciones, restricciones a la natalidad, etc. ¡Incluso aunque fuera para imponer ideas supuestamente conservadoras! Breivik es tan "conservador" como lo eran Hitler, o Bin Laden, por mucho que asegure no simpatizar con el primero y que se muestre radicalmente antiislámico. También Hitler era antibolchevique, y sin embargo el régimen nacional-socialista compartía más elementos con la Rusia soviética que con el parlamentarismo burgués.

El criminal noruego no puede ser calificado tampoco de "fundamentalista cristiano", como han hecho algunos medios con suma ligereza. Breivik deja claro que el cristianismo, para él, es un elemento de la identidad europea, pero que no ve imprescindible la creencia en Dios o en Cristo. En la página 1.361 de su mamotreto afirma claramente que no defiende un modelo teocrático; su referencia se encuentra en sociedades monoculturales como Japón o Corea del Sur, que no son cristianas, precisamente.

El núcleo de la ideología de Breivik es el nacionalismo paneuropeo. En este sentido, coincide con uno de los rasgos esenciales de los movimientos neonazis. Dice que no considera a Hitler un héroe, sino un "traidor". Pero da la sensación de que le culpa más bien por su fracaso que por sus crímenes. El asesino escandinavo responsabiliza al nazismo (no sin cierta razón, por otra parte) de haber prestado gran parte de su fuerza a la corrección política multiculturalista, hoy imperante, que impide prácticamente cualquier defensa intelectual de la cultura occidental sin que uno sea tachado de eurocéntrico y xenófobo. Si bien es verdad que en el libro muestra su apoyo a Israel (entendido como un bastión contra la yijad), su crítica del antisemitismo no es de lo más tranquilizadora. Viene a decir, en pocas palabras, que no existe un "problema judío" en Europa porque hay pocos judíos.

En resumen, Breivik, por mucho que se distancie del neonazismo (más por razones estéticas y tácticas que éticas), es un fascista. Por una vez, no yerran quienes hablan de ultraderecha, dejando de lado la imprecisión del término. Pero a partir de esto muchos jugarán a criminalizar toda crítica razonable al islam y a la izquierda. Es como si no se pudiera ser anticomunista porque Hitler o Bin Laden también lo eran, a su manera. La trampa no solo es burda, sino además muy vieja.

domingo, 17 de julio de 2011

Rubalcaba quiere volver a 1911

Debemos agradecer al candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, que por una vez haya sido sincero. Su deseo -ha confesado- es que un socialista de hace cien años se pudiera reconocer en su programa. Quienes llevamos tiempo señalando que el socialismo no es una doctrina progresista, sino regresiva, por fin nos sentimos confirmados por boca de uno de sus representantes. Una persona que piensa que la retórica de principios del siglo XX sigue vigente hoy, demuestra que no ha extraído ninguna lección de nada de lo sucedido desde entonces, con el triunfo de las revoluciones comunistas en los mayores países de Asia, la ocupación de media Europa por los soviéticos, la guerra fría y el derrumbe final del comunismo. Inasequible a la experiencia y al sentido común, Rubalcaba cree que nada ha desmentido ideas como las siguientes:

"El Socialismo que propagan y aspiran a implantar los Partidos Obreros Socialistas de todas las naciones, es el Socialismo colectivista de los Marx y Engels, expuesto terminantemente en el Manifiesto Comunista (...). El triunfo íntegro de este Socialismo, por el medio que sea, presupone la abolición del sistema capitalista, y, por lo tanto, de todas sus consecuencias; la abolición de la gran propiedad individual, medula del capitalismo y, por consecuencia, también la desaparición de todos los puntales del régimen existente: militarismo, religiones positivas, etcétera." (El Socialista, nº 1.302, 24-02-1911; negritas mías.)

Si Zapatero se reclama heredero de la República de los años treinta, Rubalcaba no quiere ser menos, y se reivindica como digno descendiente de la violencia revolucionaria, la Semana Trágica de Barcelona y los postulados majaderos de redención social de los Pablo Iglesias y los Ferrer Guardia, entre otros iluminados que establecieron las causas psicológicas e ideológicas de la guerra civil española.

Algunos ingenuos pensarán que las declaraciones de Rubalcaba son mero oportunismo electoral, un guiño al movimiento de los "indignados". También son esto, pero no principalmente. El socialismo, como doctrina intrínsecamente totalitaria que es, jamás abandonó sus objetivos últimos, su obsesión constructivista de imponer un modelo de sociedad en la cual no haya lugar a la espontaneidad, al desorden individual. Lo disfrazarán una y mil veces con hipócritas exclamaciones de democracia y liberalismo, exactamente igual que hacían en sus orígenes, exactamente igual que hoy hacen partidos socialistas como el PSOE y Bildu.

En lo esencial, nunca han cambiado. Quieren el poder de conformar la sociedad a su gusto, como sea, y si entonces establecían alianzas tácticas con los republicanos ("conjuncionaban", en el argot de la época), no por ello perdieron nunca de vista su objetivo final, que era utilizar las libertades para acabar de una vez para siempre con ellas. Llevan más de cien años en el empeño y, en alguna feliz ocasión, hasta lo reconocen.

domingo, 10 de julio de 2011

Tres viejas mentiras

Consideremos un momento las siguientes afirmaciones:

1) Hay pobres porque hay ricos y viceversa.

2) Los políticos son títeres de los ricos.

3) Los servicios públicos reducen las desigualdades.

Las dos primeras pertenecen a la vulgata marxista; la tercera es el escolio socialdemócrata. Las tres tienen en común que son falsas. Lo argumento brevemente:

1) La riqueza procede del trabajo. Los países donde los gobiernos no interfieren demasiado en la laboriosidad de los habitantes, prosperan. La pobreza es una situación relativa. Un pobre de un país próspero vive mejor que una persona de clase media de un país menos rico. Y además tiene posibilidades reales de mejorar. Cuando los gobiernos se erigen en redistribuidores de la riqueza, mediante impuestos elevados, nacionalizaciones y todo tipo de medidas arbitrarias, la creación de riqueza se resiente, y por tanto la pobreza aumenta, tendiendo a perpetuarse en los mismos individuos.

2) El poder político procede de las ideas. No existe tiranía tan descarnada que no necesite, para persistir, que una parte significativa de la población crea en su legitimidad o al menos en su solidez. Incluso una dictadura militar requiere como mínimo el apoyo del ejército, y es harto dudoso que pudiera sostenerse solo con las bayonetas. Por supuesto, todo gobierno genera (o atrae a) sus propios ricos, pero afirmar que es una emanación de estos resulta tan problemático como la cándida doctrina opuesta, que lo identifica con el pueblo.

3) Los servicios públicos (sanidad, educación, etc) convierten a los pobres en dependientes de la administración. Los impuestos necesarios para sostenerlos reducen la creación de riqueza, y por tanto dificultan que más gente abandone la pobreza a lo largo de su vida. Por lo demás, al no estar sometidos a las leyes del mercado, son más ineficientes que los servicios privados a los que acceden los ricos; de modo que, más que disminuir las desigualdades, las perpetúan. Sin embargo, como los pobres temen perder incluso esos servicios públicos tan deficientes, generalmente optan por plegarse al chantaje y apoyar la retórica del Estado del bienestar.

La otra cosa en común que tienen estas afirmaciones es que son comúnmente creídas. Cada día podemos encontrar ejemplos en los medios de comunicación. Ayer el candidato socialista, Rubalcaba, reveló su fórmula mágica para acabar con el paro, consistente en que los bancos dediquen parte de sus beneficios a la creación de empleo. Es decir, la enésima versión de la afirmación 1, según la cual para disminuir la pobreza, hay que obligar a los ricos a repartir lo que tienen. (Esto, por cierto, lo dice quien hasta ayer pertenecía al gobierno que más dinero ha entregado a la banca.)

De la afirmación 2 tenemos un ejemplo entrañable en un artículo del comunista José Estrada, integrante en su día de la lista tarraconense de Iniciativa Internacionalista. Digo entrañable por el encomiable esfuerzo que realiza el hombre para componer oraciones en las que concuerden sujeto y predicado, aunque sin mucho éxito. Su escrito termina con este párrafo:

"Menos mal que, por fin, se comienza a tener conciencia, a nivel general, de que (como señalo al principio), los gobernantes son títeres en mano de los multimillonarios y banqueros, y que la democracia de ir a votar cada cuatro años, sólo sirve después para que se nos tome el pelo.”

Qué tiempos aquellos de la dictadura del proletariado, cuando los políticos no eran los títeres de los ricos: eran los mismos.

Por último, de la afirmación 3 tenemos un ejemplo en el artículo de Manuel Rivas, Haití y Dios, según el cual el país más pobre de América es un ejemplo del modelo al que aspira el “neoliberalismo”. Si los haitianos no tienen acceso a la educación y la sanidad, fuera de la ayuda internacional, es porque el 80 % está en manos privadas. Así que el problema de Haití no es que esté hundido en la miseria, sino que no tienen hospitales ni escuelas públicos. Algunos, ingenuamente podrían pensar que lo segundo es una consecuencia de lo primero, pero si así fuera, nuestro columnista nos diría que a su vez la culpa de la miseria la tiene el “neoliberalismo”. Y vaya usted a saber si el terremoto que asoló la isla el año pasado no lo provocaron los yanquis con sus malvados rayos telúricos.

Pero ¿qué pinta Dios en todo esto, se preguntarán? Nada. Era un truco de Rivas para llamar la atención de los lectores con el señuelo del anticlericalismo. Señal de que, a pesar de la machaconería de los medios, el anticapitalismo va atrayendo cada vez menos.

sábado, 2 de julio de 2011

De victoria en victoria

"ETA está más débil que nunca." (Zapatero)

"El gobierno está más fuerte que nunca." (José Blanco)

¿O era al revés?

Hay que tener la cara muy dura para repetir una y otra vez la primera de estas dos frases. Bien es verdad que no puede atribuirse solo al todavía presidente del gobierno, porque llevo escuchándola desde que tengo uso de razón. Cada vez que ETA perpetraba un atentado, el ministro del Interior de turno se creía obligado a repetir el mantra de que los terroristas se encontraban en fase terminal, "lo cual no significa que no puedan continuar matando", y todo el repertorio habitual de insultos a la inteligencia. A quien crea que esto sirve a efectos propagandísticos hay que decirle que hablar de ETA para afirmar cualquier cosa distinta de que sus miembros serán perseguidos, juzgados y encarcelados, solo sirve a sus intereses.

Pero sostener que ETA está en sus últimos momentos cuando su brazo político se ha apoderado de Guipúzcoa y más de cien municipios, entre ellos San Sebastián, revela un desprecio difícilmente igualable hacia el nivel intelectual de los ciudadanos. Es sencillamente tomarlos por subnormales profundos. Si para que la violencia termine es necesario entregarle el poder a los terroristas, podíamos habernos ahorrado más de ochocientos muertos cediendo a sus pretensiones hace muchos años.

Es tan tentadoramente fácil... Primero se regala el País Vasco a los criminales y se permite, cómo no, que el nuevo Estado se anexione Navarra. Después, claro está, vendrá Cataluña. Unas pocas bombas pueden ayudar a transmitir el mensaje. Por supuesto, Galicia sería la siguiente. Pero la cosa no tiene por que acabar aquí. Los islamistas (¿recuerdan? siguen ahí) algo saben también de terrorismo. En lo que quede de España (en adelante Al-Ándalus) será preciso implantar la ley islámica para derrotarlos. Todo sea por la Paz: Olvídense del jamón, del vino y del biquini en las playas. Llegados a este punto, el sucesor de Zapatero seguro que dirá que el fundamentalismo está más débil que nunca. Y los demás, definitivamente jodidos.

César Vidal y la mala fe

Hace un año se produjo en LD la polémica entre José María Marco y Pío Moa, en la cual intervino también Jiménez Losantos, a favor del primero. Hoy tenemos un nuevo rifirrafe, esta vez entre César Vidal y Moa.

En aquella primera polémica, en mi opinión no se interpretó correctamente la postura de Pío Moa. Él no atacó a la homosexualidad, sino al homosexualismo, que son cosas distintas. Lo primero es una conducta que desde el punto de vista liberal no puede ser objeto de persecución ni discriminación pública; lo segundo es una ideología que pretende transformar la sociedad (mediante coacciones administrativas e incluso penales) para imponer una determinada concepción sobre la homosexualidad.

La actual polémica se inicia, aparentemente, por otro artículo de Moa de título provocador: "Defender el franquismo". En realidad, se origina en escritos anteriores de este autor, en los cuales reivindica la figura de Felipe II frente a los tópicos que beben en la Leyenda Negra. César Vidal, en su condición de protestante, no puede evitar traslucir ciertos prejuicios anticatólicos, lo que le lleva a una crítica insidiosa de las opiniones de Moa, en la cual sus afirmaciones epatantes sobre el franquismo le vienen que ni pintadas para descalificarle.

Vidal puede tener una parte de razón en cuanto a que la mentalidad estatalista heredada del franquismo sigue pesando en la sociedad actual. También en su observación de una cierta tendencia anglófoba de Moa. Pero su crítica sistemáticamente tergiversa la tesis de este, que evidentemente no afirma que Franco fuera liberal, sino que su régimen, en la práctica, lo fue mucho más que cualquier sistema totalitario fascista (en el pleno sentido del término) o socialista, y que estableció las bases de la democracia actual. A mí esto me parece una obviedad, que se aprecia por el hecho de que los grandes protagonistas de la transición fueron personajes procedentes del franquismo, como Juan Carlos, Suárez, Fraga y muchos otros.

Por lo demás, Moa replica con acierto que, pese al proteccionismo social del régimen, en los años sesenta se consiguió el pleno empleo. Responsabilizar al franquismo de los defectos estructurales de nuestro mercado laboral es una media verdad algo perezosa. Vidal no hace más que darle la razón a Moa en su contrarréplica, cuando pretende seguir sosteniendo su postura afirmando que el pleno empleo fue debido a la emigración, la escasa incorporación de la mujer al trabajo remunerado y la "liberalización" impulsada por el Plan de Estabilización. Salvo lo segundo (que por lo demás se daba en mayor o menor grado en todo el mundo, hace unas décadas), se trata precisamente de la clase de aspectos liberales que diferenciaban al franquismo de otra clase de dictaduras, como las de Europa Oriental. A ver qué alemán del Este podía irse a trabajar a Occidente y regresar sin problemas al cabo de unos años, como hicieron tantos españoles.

Un inciso. No comparto todas las opiniones de Pío Moa, especialmente su animadversión hacia el principal partido de derechas, el PP, por considerarlo parte del sistema. Curiosamente, aunque por razones opuestas, esta descalificación coincide con el mensaje de los "indignados". Pero no se aparta demasiado de la línea editorial de LD, que en los últimos años ha pasado de la acusación casi cariñosa de maricomplejinismo al ejercicio de una oposición frontal contra Rajoy. No se trata solo de Jiménez Losantos. Luis del Pino, en su programa de los fines de semana, llega hasta el extremo de presentar al PP como cómplice del PSOE en la presencia de Bildu en las instituciones, lo cual es una injusticia inaceptable: El PP es el único partido en el País Vasco que no ha permitido, ni directa ni indirectamente, que los proetarras obtengan ningún cargo político. (Fin del inciso.)

Hace tiempo que no escucho a César Vidal, y desde luego las formas empleadas en esta polémica me disuaden de volverlo a hacer. Abochorna que se finja dolido por las opiniones de Moa sobre la homosexualidad, cuando él invitó a su programa a un psiquiatra que mantiene que esta inclinación es una enfermedad, y prescindió de una colaboradora de su sección cultural al día siguiente de que esta hiciera una reseña de la película Brokeback Mountain, en la cual no cargaba con suficiente ferocidad contra ella, aunque no la elogiara precisamente.

Lo que ya produce grima es, aparte de su pedantería, el juego sucio de Vidal. Primero, haciéndose la víctima al recordar el episodio de la polémica anterior, que terminó con la salida de Marco de LD, como si hubiera sido por culpa de Moa. Y esto lo dice quien tiene muertos en el armario como Girauta. Y segundo, sugiriendo, como quien no quiere la cosa, connivencias de Moa con el antisemitismo, especie que no se sostiene ni un minuto. Hay que tener mala fe para utilizar semejantes procedimientos, y desgraciadamente parece que de ello se trata en este caso.

Para seguir la polémica hasta este momento:

Primera acotación a Pío Moa
Segunda acotación a Pío Moa
Tercera acotación a Pío Moa
César Vidal intenta refutarme
Segunda respuesta a César Vidal
Tercera respuesta a César Vidal (I)
Errores metodológicos de César Vidal (II)
Errores de hecho de César Vidal (y III)
Moa, me decepciona
¿Es liberal César Vidal?