martes, 30 de marzo de 2010

Hugo Chávez, modelo del PSOE

La pasión de la izquierda por recortar las libertades sólo es comparable a su cínica habilidad para presentarse como defensora de la libertad. En España, varias son las iniciativas legislativas que en los últimos años han tratado de incrementar el control del poder político sobre los medios de comunicación. Primero fue la proposición de ley de un Estatuto del Periodista Profesional, presentada en abril del 2004 por el grupo parlamentario comunista. Este engendro jurídico establecía la creación de un Consejo Estatal de la Información, cuyos miembros serían elegidos por el Congreso y el Senado, y que tendría entre sus atribuciones decidir quién puede ser periodista y quién no. Afortunadamente, la propuesta no prosperó, aunque ya veremos si el partido socialista en el poder no la recupera. (Leer entero en Semanario Atlántico.)

domingo, 28 de marzo de 2010

La plaga de los corresponsales extranjeros

La judeofobia y la americanofobia es la enfermedad profesional del corresponsal extranjero. Hace tiempo que llegué a esta conclusión, y que me produce hastío leer las crónicas de la gran mayoría de ejemplares de esta subespecie periodística. Una de las razones principales por las que me convertí en lector asiduo de Libertad Digital fue que por fin existía un medio cuya información internacional no echaba para atrás. Es decir, que uno no tenía que leer los mismos topicazos progres de siempre contra los Estados Unidos e Israel.

Hoy es Javier Espinosa en la edición impresa de El Mundo. Obsérvese cómo entrevista al director de la Agencia Árabe de la Energía Atómica, Abdelmajid Mahjoub, orientando sus respuestas con preguntas descaradamente tendenciosas:

J. Espinosa: "¿Hasta qué punto la preocupación de las potencias occidentales está basada en la psicosis generada por el caso iraní?" [Nótese el término psiquiátrico, "psicosis", que sugiere que se trata de temores injustificados o exagerados.]

A. Mahjoub: "Sí, no se puede negar que contribuye. Pero me gustaría que toda esta campaña contra Irán se basara en hechos y no en presunciones. A día de hoy no hay una respuesta definitiva sobre si Irán está desarrollando armas nucleares o no. Tenemos muy malas experiencias con casos construidos con presunciones." [Negritas mías: Pobrecito Irán, una campaña montada contra él, total porque Ahmadineyah dijo que quería borrar a Israel del mapa.]

J. E.: "¿Se refiere a Irak, al que se acusó de desarrollar armas de destrucción masiva y después se demostró que era mentira?" [Negritas mías: Obsérvese la pulcra elección de los términos. No encontrar algo equivale a demostrar que no existe. Dejemos de buscar vida en otros planetas, por tanto, pues como hasta ahora no se ha encontrado, queda demostrado que no existe.]

A. M.: "Sí, ése es un ejemplo."

J. E.: "¿Por qué se han centrado las críticas de los gobiernos occidentales en Irán y no en las armas atómicas que tiene Israel?"

A. M.: "Ése es el principal problema de la región. (...)" [Te lo ha puesto a huevo, macho.]

Claro, el principal problema de Oriente Medio no es que un Estado integrista fanático de 70 millones de habitantes y una superficie el triple de la española se haga con armas nucleares, sino que un país democrático del tamaño de la Comunidad Valenciana, que lleva sobreviviendo varias décadas gracias a su ejército, y a la determinación de sus habitantes, tenga un arsenal nuclear disuasorio.

Por si alguien pudiera pensar que le tengo manía a este periodista, he podido rescatar un chat de El Mundo, realizado pocas semanas después del 11-S, en el cual alguien le preguntaba qué ocurriría si los países islámicos tuvieran el potencial económico y militar de los Estados Unidos. Respuesta de Espinosa:

"Esperemos que eso nunca ocurra porque bastante tenemos que aguantar ya con un país de cow boys como el que tenemos ahora mismo y esperemos que todo el dinero que se han gastado en ese gran arsenal se lo gasten en los países donde reina la pobreza, que son caldo de cultivo para los fanatismos."

Qué fino análisis sociológico, "país de cow-boys", "caldo de cultivo"... Con la zona cero de Manhattan todavía humeando, como quien dice, después del atentado, nuestro periodista comprometido (claro, esa debe ser la palabra), todavía cree que "bastante tenemos que aguantar" con que existan los Estados Unidos. Y yo que pienso que bastante tenemos con aguantar a mentecatos como Espinosa, que después de tantos viajes, siguen sin haber aprendido nada...

P. S.: Hablando de plagas, según Esteban González Pons, "la mayor plaga que ha conocido el planeta Tierra" es... ¿Zapatero? ¿El socialismo? Pues no, el ser humano. Sobre todo el ser humano político que acaba de convertirse a la religión del cambio climático, cabe añadir; con las honrosas excepciones, pero que cada vez van siendo menos.

Moratinos y la nada

El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ha demostrado sobradamente su habilidad como lustrador de botas de toda clase de tiranos e indeseables. Desde Arafat hasta Gadafi, pasando por los hermanos Castro y Hugo Chávez, resulta difícil albergar dudas acerca de su vocación por postrarse a los pies de la flor y nata internacional. La última del orondo limpiabotas, en efecto, ha sido ponerse del lado de Libia en su conflicto diplomático con Suiza. ¡No podía ser de otro modo! Y si mañana estallara una guerra entre las dos Coreas, podemos tener la total seguridad del lado que apoyaría este ser, esta entidad apellidada Moratinos: Con Corea del Norte a muerte, por supuesto... Es que me lo imagino ya regañando a Corea del Sur por su actitud poco dialogante; vamos, como si lo viera.

Moratinos et le néant. Si en el mundo no existieran países como Suiza, es decir, si la normalidad estuviera representada por Libia o Venezuela, incluso las mínimas apariencias de orden jurídico que se aprecian en los lugares más desdichados serían innecesarias. Sencillamente, el mundo se parecería muchísimo a esa pesadilla recreada por George Orwell en una de las novelas más siniestras jamás escritas, 1984. Sin embargo, el Dasein Moratinos cree que hay que reñir a la Confederación Helvética por haber cometido el imperdonable error de tratar al hijo de Gadafi como si fuera una persona igual a las demás.

A Moratinos le atrae el lado oscuro, le atrae la nada. Quizás porque a fin de cuentas, él mismo es una nulidad, una nada, aunque por lo que abulta no lo parezca. Si Parménides levantara la cabeza, seguramente hubiera subvertido toda la metafísica occidental, al encontrarse con el fenómeno Moratinos. Un sujeto que sólo se siente en su salsa denigrando a la civilización occidental y a una de sus mayores aportaciones, que es el gobierno de las leyes, no de los hombres, personajes, caudillos o iluminados varios; un tipo así es en realidad un accidente, no una substancia. No tiene entidad suficiente para distinguirse de la nada, de la oscuridad de la que viene y en la cual se sumergirá finalmente, esperemos que pronto.

sábado, 27 de marzo de 2010

Carta abierta a Joan Saura

Sr. Joan Saura Laporta, como máximo responsable político del Servei Català de Trànsit:

  • Fraternalmente, me dirijo a Ud. con esta carta abierta para expresarle mi cabreo por la última multa con la que he sido sancionado. Mi infracción, calificada como "grave", ha consistido en conducir mi automóvil a 82,2 Km/h en lugar donde alguna señal (que no vi, aunque ya sé que ello no exime de su cumplimiento) autorizaba a un máximo de 70 Km/h.
  • Imagino que Ud. estará orgulloso de evitar muchas muertes en la carretera, provocadas por la espantosa temeridad de viajar a 82,2 Km/h. Siento recordarle, con todo, que existen multitud de estudios que cuestionan la efectividad de los radares. Sin entrar en un debate a fondo, me pregunto si no apartar la vista del cuentakilómetros mejora realmente la conducción, o si por el contrario tendría mejores resultados permitir que el sentido común determine la velocidad más adecuada en función del tipo de vía y las circunstancias de tráfico y meteorología, sin perjuicio de que las conductas temerarias o imprudentes sean castigadas.
  • Le diré lo que yo pienso. Ustedes, el tripartito compuesto por el PSC, ERC y ICV, no están preocupados verdaderamente por reducir la siniestralidad. Para ello, basta con los maquillajes estadísticos y con los efectos de la crisis económica, entre los que se incluye la reducción de desplazamientos.
  • Lamentablemente, su verdadero objetivo no es otro que recaudar más, y que encima les aplaudamos por ello. Las muertes en carretera son el pretexto perfecto para esquilmar a los ciudadanos, que a las dificultades económicas que atravesamos debemos añadir sus incrementos de impuestos, tasas y sanciones, mientras ustedes siguen viajando en coche oficial, y a la velocidad que les da la gana, porque ningún agente de tráfico tendría cojones de multar a sus superiores.
  • Sí, ya sé cuál es su argumento supremo. Que tienen la legitimidad de sus votantes, y que si no me gustan las actuales normas de tráfico, debería votar a un partido que incluya en su programa su abolición.
  • Déjeme decirle, sin embargo, que los votos no autorizan al poder político a hacer cualquier cosa que se le antoje. Ustedes no pueden seguir parasitando a la sociedad porque una tercera parte de ella haya cometido el error de votarles, y parezca sufrir con gusto cualquier maltrato.
  • En todo caso, admito que en mí no pierden un votante, porque nunca antes les he votado. Pero sí que seguiré haciendo todo lo posible para que les vote el menor número posible de ciudadanos en las próximas elecciones, en la modesta medida de mis posibilidades.
  • Porque lo cierto es que cada vez hay más gente que está harta de su prepotencia, de sus abusos y de su fariseísmo.
  • Únicamente me resta despedirme.
  • Tenga un buen día.
  • Adiós.

martes, 23 de marzo de 2010

Venezuela y el concepto de dictadura

En la tertulia de Carlos Herrera ha surgido hoy, de nuevo, el debate acerca de si Venezuela es una dictadura o no. (Digo "de nuevo" porque en este mismo programa, si no recuerdo mal, ya escuché hace unos días opiniones encontradas al respecto.) Una tertuliana ha argumentado que el hecho de que el alcalde de Caracas, opositor al chavismo (y que acababa de ser entrevistado), haya podido ganar las elecciones municipales, y hablar en Onda Cero, prueba que Venezuela no es una dictadura, pues esto sería impensable en Cuba.

En Venezuela, es cierto, sobreviven precariamente instituciones y costumbres liberal-democráticas que en Cuba fueron arrasadas por la revolución, hace medio siglo. Pero el régimen chavista trabaja de manera sistemática por destruir los restos de independencia judicial y legislativa, así como la autonomía de los gobiernos regionales y locales. Cierra los medios de comunicación desafectos, encarcela a opositores y periodistas críticos, apoya a bandas de matones y a grupos terroristas como las FARC y ETA, ha abolido de facto la propiedad privada... ¿Qué hace falta para que se lo considere una dictadura, sólo un poco menos descarnada que la castrista?

En el instituto, hace ya más de dos décadas (cómo pasa el tiempo), tuve un profesor que defendía el régimen comunista polaco, bromeando sobre las comodidades que según él disfrutaba Lech Walesa en la cárcel, y reduciendo la democracia occidental a un paripé consistente en votar cada cuatro años. (Se llamaba, y no es un chiste, Carlos Mas.) Es significativo que antes los izquierdistas se mofaran de las libertades formales, y que ahora algunos se acojan a ciertos formalismos para negar que en Venezuela exista una dictadura. Pues nada, nuestros gobernantes ya saben hasta dónde pueden llegar antes de que se los califique como dictadores. Basta con mantener ciertas apariencias, pero sobre todo, lo importante, lo decisivo, es ser de izquierdas.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Por qué hay progres de más de cuarenta años

Mi hijo me preguntó un día si cuando tuviera doce años (lo que para un niño de ocho o nueve, que tendría entonces, es casi una edad provecta) Spiderman seguiría siendo su superhéroe favorito. Le contesté piadosamente que yo tenía cuarenta y Spiderman era también mi preferido. Resulta conmovedor que a tan tierna edad, uno ya sea capaz de intuir que no siempre pensará igual. Yo mismo, mucho más crecidito, en raros momentos de lucidez me sentía atormentado por la duda de si mi fe veinteañera en la revolución y el socialismo sería eterna. Quién me iba a decir que al cabo de apenas una década yo me convertiría en un acérrimo defensor del mercado libre.

Antes se solía asegurar que con la edad, lo normal era ir perdiendo los ímpetus izquierdistas juveniles. No sé si fue Churchill quien dijo aquello de que "a los veinte años, quien no es de izquierdas no tiene corazón; a los cuarenta, quien es de izquierdas, no tiene cerebro." Pero actualmente, esto no parece corresponderse con la realidad generacional, al menos no en la misma medida que antaño. Quizás sea una falsa impresión mía, pero yo aseguraría que en el presente hay más progres mayores de cuarenta o cincuenta años que antes. Si esto es así, la razón creo que no es difícil de comprender. Hace apenas unas décadas, ser de izquierdas era cosa seria. Uno estaba por la abolición de la propiedad privada, por la economía planificada y la dictadura del proletariado. Es normal que el tiempo acabara curándote de estos delirios, y que escarmentado por haber incurrido en errores tan groseros, acabaras recelando incluso de la izquierda supuestamente moderada.

Sin embargo, hoy ser de izquierdas no requiere la adhesión a principios tan feroces. Lo ha puesto de manifiesto Najat el Hachmi, una escritora catalana de origen marroquí, en un artículo titulado "¿Qué es ser de izquierdas?". A sus treinta añitos, como me pasaba a mí a los veinte, se confiesa alarmada por la posibilidad de dejar de ser de izquierdas "cuando sea mayor".

"¿Significa -se pregunta- que... no creeré en que todos tenemos derecho a vivir en condiciones de igualdad?"

Y prosigue:

"¿Justificaré que exista gente no sé dónde a quien le saldría más a cuenta practicar la esclavitud que el trabajo remunerado? ¿Pensaré que viva el consumo sin ton ni son y que es mejor deslomarse trabajando para despilfarrar el propio dinero en el último trasto inútil que vivir dignamente con la propia ganancia y disfrutar de ella? Cuando sea mayor, ¿empezaré a creer que quizá la emancipación de las mujeres no fue buena para el mercado de trabajo ni para la educación de los hijos? ¿Dejaré de pensar que cada uno tiene derecho a hacer de su vida lo que le plazca, a acostarse con quien (o qué) quiera? ¿Dejaré de creer que el sexo, la procedencia, el color de la piel o la edad no deberían ser justificantes de discriminaciones? Pues vaya mierda hacerse mayor."

O sea, que para esta joven, dejar de ser de izquierdas, o lo que es lo mismo, ser de derechas, es estar contra la igualdad, en contra de que la mujer trabaje fuera de casa, en contra de los gays y a favor del consumismo derrochador, la xenofobia, la explotación y el racismo. No precisa si también te tiene que gustar el Fari y hay que ser hincha del Atlético de Madrid, pero si este es el esquema predominante, uno entiende que sólo una minoría de españoles se confiesen de derechas en las encuestas, incluso entre los que ya tienen una cierta edad. Ser de izquierdas es hoy mucho más fácil. No se necesita pensar, ni leer, basta con ver la tele y tener sentimientos normales, del tipo de sentir compasión por la imagen de un niño africano desnutrido, aunque no sepamos muy bien en qué país ni en qué momento ha sido tomada. De hecho, es preferible ignorar estos detalles; así es más sencillo culpar al neoliberalismo.

martes, 16 de marzo de 2010

¿Derecha "social"? No, gracias

Semanario Atlántico ha entrevistado a Rafael López-Diéguez, secretario general de Alternativa Española (AES). En otro lugar he ubicado a este partido en los aledaños de la extrema derecha, y me reafirmo en ello. Hay aspectos de su discurso que me parecen interesantes, como por ejemplo su crítica del Estado autonómico. Pero el yerno de Blas Piñar sigue empeñado en desmarcarse del liberalismo y en sostener fenomenales burradas como que hay que promover el sector primario e industrial, frente al excesivo predominio del sector servicios. Como si la Unión Europea no destinara la mitad de su presupuesto a hiperproteger al sector primario, y de vez en cuando no pocos millones de euros a estimular a los fabricantes automovilísticos. Afirmar que sería bueno que hubiera más agricultores y obreros industriales (y en contrapartida menos camareros, farmacéuticos, fontaneros o sastres, cabe suponer) desprende un inconfundible aroma de pensamiento organicista, en el fondo otra variante de socialismo, lo que es incompatible con la aparente defensa del mercado libre que manifiesta López-Diéguez cuando le conviene. Como mostré empíricamente en mi entrada antes enlazada, la retórica "social", cuando no francamente socialista, constituye la prueba del algodón que nos permite siempre distinguir a la derecha conservadora (en sentido angloamericano) de la extrema derecha de tipo europeo, que es estatista y antiliberal, valga la redundancia. Sigan buscando la alternativa liberal-conservadora al PP en otra parte.

domingo, 14 de marzo de 2010

La izquierda buena buenísima

De la confusión, no por deliberada menos inepta, del término buenismo con bueno se origina su opuesto malismo. Pese a que se puede rastrear su aparición en un artículo de hace unos años, su formulación más -digamos- elaborada nos la acaba de ofrecer Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad de la Universidad de Málaga. Con motivo de unas palabras de Federico Trillo criticando el buenismo de la izquierda en relación al tratamiento de la delincuencia (ya se sabe, el delincuente es una víctima de la sociedad, etc) Cortés declara que no hay que sentirse ofendido por la palabra, pues supone un reconocimiento tardío, pero significativo viniendo del adversario, de que los progresistas no tienen "cuernos y rabo", sino que se caracterizan por su "vocación de bondad". Por contraste, este sabio erudito identifica a la derecha con el mencionado malismo, que resulta ser, mira por dónde, "el fascismo de toda la vida", y nos sugiere, en una embarullada escalada de truculentas visiones del Inferno derechista, que se empieza cuestionando las subvenciones al cine y a la cultura (posible alusión a unas palabras de Esperanza Aguirre) y se termina quemando libros y persiguiendo a científicos e intelectuales.

En realidad, el término malismo dirigido a la derecha mala malísima ya lo había recuperado hace unas semanas el escritor Isaac Rosa, en un artículo titulado "Lo contrario del buenismo, ¿es el malismo?", en el cual demuestra un conocimiento más solvente de los antecedentes intelectuales del antónimo buenismo, pese a que no evita la tentación de incurrir en la misma burda simplificación de su significado. Si no hubiera leído en diagonal el libro de FAES que cita, El fraude del buenismo, Isaac Rosa sabría que buenismo resume en una palabra una concienzuda crítica al concepto del Buen Salvaje rousseaniano, que está detrás de las propuestas pacifistas, multiculturalistas y dialoguistas de la izquierda, en su última edición zapaterina. O dicho con más claridad, que dialogar con terroristas, o con dictaduras como las de Cuba o Venezuela, no es ser más bueno, ni siquiera es ser blando (o gilipollas, elijan), sino ser cómplice de los malos, pero los de verdad, los que matan y roban, no los muñecos de pimpampum que los progres se confeccionan con las caras de Aznar o Sarah Palin. Quienes creen que la Paz lo justifica todo, o que el terrorismo y la delincuencia son el resultado de un problema y no el problema mismo, estos no son buenos, sino igual de malvados que la gentuza con la que se sienten tan cómodos y comprensivos.

Lean el libro de FAES, porque es sumamente instructivo. Aunque fue el inolvidable Carlos Semprún Maura quien aportó la mejor definición del buenista: "ese asesino disfrazado de enfermera".

viernes, 12 de marzo de 2010

Miguel Delibes, descanse en paz

Uno de los libros que despertaron mi pasión por la lectura fue El camino, de Miguel Delibes. A los once años, un profesor de lengua española, del colegio público de Barcelona Juan Ramón Jiménez, tuvo la feliz ocurrencia de leérnoslo entero a lo largo de varias semanas. Delibes ha muerto hoy, pero Daniel el Mochuelo, Roque el Moñigo y la Guindilla mayor vivirán siempre. Pronto leeré yo también sus peripecias a mi hijo Daniel...

P.S. ¿En qué momento se perdió la bendita costumbre de que los maestros leyeran libros en voz alta? Supongo que cuando los pedagogos progres decidieron que eso era autoritario y carca...

Morir por algo

Ayer escuché en la radio, en uno de los actos en memoria del 11-M, a una mujer que decía que las víctimas de los atentados de hace seis años "dieron su vida por la democracia".

Lo siento, pero no. Las víctimas del 11-M no murieron por la democracia. Eran en su mayoría personas inocentes que habían madrugado como cada día, para ir a trabajar o a estudiar. ¿No es algo suficientemente honroso, como para que debamos adornarlo con una retórica hueca?

Por la democracia mueren nuestros militares en Afganistán, o los servidores públicos asesinados por ETA, es decir, aquellas personas que se juegan la vida por el uniforme o el cargo que han elegido, o por las ideas que voluntariamente defienden. Pero los pasajeros de los cuatro trenes que los terroristas hicieron estallar el 11 de marzo de 2004 no hacían otra cosa que ocuparse de sus asuntos personales, ajenos a cualquier amenaza. Ello no resta un ápice de nobleza a sus vidas, ni hace menos dolorosas sus muertes, más bien al contrario. Lo indeciblemente trágico es que no murieron por la democracia, sino que murieron con ella, si por democracia entendemos un sistema político al servicio de los ciudadanos y sometido a la Justicia, no uno que sigue sin averiguar quién mató a casi doscientas personas para cambiar el gobierno.

jueves, 11 de marzo de 2010

Un jueves como hoy

Hace seis años también fue jueves. Fue aquel 11 de marzo en el que 193 personas (incluyendo dos que aún no habían nacido), fueron asesinadas en los trenes de Madrid. Y seguimos sin saber quién estuvo realmente detrás de aquel masivo crimen. Semanario Atlántico y Tot Tarragona publican respectivamente mis artículos "11-M, ¿caso resuelto?" y "La veritat de l'11-M" (en catalán).

miércoles, 10 de marzo de 2010

¿Existe un nacionalismo liberal?

Aparentemente, la respuesta es sí, pues hay ejemplos bien conocidos, como el de Xavier Sala i Martín, prestigioso economista defensor de la libre iniciativa y, al mismo tiempo, vehemente nacionalista catalán. Pero la cuestión es si esa posición es verdaderamente coherente. (Podéis seguir leyendo mi artículo en Libertad Digital.)

jueves, 4 de marzo de 2010

Sexo y Estado

Incisivo artículo del catedrático de Filosofía del Derecho Francisco J. Contreras sobre la ley del aborto, que hoy publica el BOE. Como dice Contreras, para comprender el trasfondo ideológico de la ley, es necesario leer un documento del Ministerio de Sanidad del mes de noviembre, en el cual se pueden encontrar disparates como "la maternidad no es un hecho natural".

Sólo las almas más cándidas pueden seguir negándose a reconocer el proceso en marcha. A través de la ideología de género y el hedonismo orgasmocéntrico, el socialismo trata de disolver la institución familiar, transmisora de valores y de mecanismos interiorizados de autocontrol, para dar paso a una sociedad atomizada, es decir, compuesta de individuos sin referencias no estatales y mucho más dependientes de la represión externa. Porque no nos engañemos, detrás del buenrrollismo de la izquierda, del mapa del clítoris y los talleres de masturbación, al final nos encontramos con las porras y los gases lacrimógenos de la policía, que serán mucho más necesarios en un mundo donde se educa a la población, desde los "cero años", en el único ideal de la búsqueda del placer y la diversión. A más botellón y promiscuidad, más vandalismo, más casos de maltrato doméstico, de abuso de niños -más frecuentes en los "nuevos modelos de familia", en los que al menos uno de los miembros de la pareja no es progenitor biológico... Es decir, más violencia, que debe inevitablemente ser reprimida con sanciones penales más duras, y a la postre con más presión policial. En resumen, menos moral ("tabúes", "estereotipos sexistas", "sentimientos de culpabilidad y vergüenza") implica automáticamente más Estado.

El pensador de izquierdas Willy Toledo

Las declaraciones del actor Willy Toledo sobre el disidente cubano Orlando Zapata, encarcelado y torturado por el régimen castrista, y fallecido como consecuencia de una huelga de hambre, han despertado una generalizada indignación. Decir que Orlando Zapata “no era más que un delincuente común” suena exactamente a lo que es: Ponerse del lado de una dictadura sanguinaria. Sin embargo, lo realmente notable ha venido dos días después, cuando Toledo ha tratado de explicarse en una entrevista que le ha realizado Luis Herrero en esRadio. Acorralado por el periodista, al actor no le ha quedado más remedio que reconocer formalmente que en Cuba se violan los derechos humanos, “pero”... Este pero es crucial, porque ejemplifica el argumento fundamental de la izquierda. Dice Toledo: “Hay cosas terribles en Cuba, pero hay cosas terribles en todos los países, incluidos los más democráticos.” Y a continuación se ha referido a la pena de muerte en Estados Unidos, Guantánamo, la guerra de Iraq (donde “han asesinado a cientos de miles de inocentes”) y la de Afganistán.

Cuando al filósofo nazi Martin Heidegger le preguntaban, incluso años después de la guerra, por su posición ante los crímenes del nazismo, siempre se remitía a los bombardeos de los aliados, que ciertamente causaron miles de muertos entre la población civil. Es exactamente el mismo argumento que en una entrevista más reciente utilizó Heribert Barrera, antiguo presidente de Esquerra Republicana, para relativizar los asesinatos de ETA. En efecto, la única manera de defender unas ideologías causantes de millones de muertos, como son el nazismo o el comunismo, es sostener que el capitalismo y la democracia parlamentaria también –o incluso más.

Este argumento sólo se emplea en su forma más nítida, como digo, cuando no hay más remedio. Lo normal es que la izquierda olvide los crímenes cometidos en nombre del socialismo y la revolución (cuando no los niega cínicamente, como hacen los Castro), y se cebe en los reales o supuestos cometidos por sus adversarios. Si cae un disidente cubano, resulta que no hay que exagerar tanto por un mero delincuente común; mientras que la ejecución en Texas de un violador asesino desata la mayor indignación.

En ocasiones, sin embargo, como en la entrevista mencionada, el izquierdista no puede evitar reconocer los crímenes del socialismo, y es entonces cuando se muestra en toda su pureza la función propagandística de la guerra de Iraq, los niños que mueren de hambre en el mundo y los desastres ecológicos generados por el supuesto cambio climático. Todos estos muertos, tanto los reales como los inventados, contribuyen a nivelar la balanza y a disculpar, relativizar, hacer comprensibles y hasta razonables los crímenes cometidos en nombre de las utopías, y por tanto a reanudar los intentos de prestigiarlas.

Basta con omitir –pequeño detalle– que esos desastres (la parte que es verdadera) han sido causados por ideologías totalitarias que constituyen la perfecta antítesis de las democracias liberales, llámense marxismo, islamismo o baasismo. Es un método grosero, sin duda, pero no se necesita mucho más para desorientar a miles, a millones de incautos, que siguen votando izquierda porque se alimentan de esta bazofia conceptual. A la vista está que no hace falta ser Heidegger para administrarla.

lunes, 1 de marzo de 2010

Cataluña se queda sin esRadio

En la FM, se entiende. Hasta el sábado pasado, en Tarragona podíamos sintonizarla en el 98.7, pero ya no es así. Claro que se puede recibir por internet (lo que yo hago, gracias a una cómoda radio wi fi) y por TDT, pero no nos engañemos, la radio sigue siendo la radio, por la facilidad con que se sintoniza, y por el precio y portabilidad de los receptores. Creo que en esRadio no deberían dar por perdida la batalla de las emisoras, especialmente en regiones como Cataluña, donde tanta falta hacen.

Y por cierto, sería interesante saber qué ha pasado con la emisora que hasta ahora emitía en Tarragona. Sabíamos que pesaba sobre ella un ultimátum de la Generalitat, expirado hace meses, pero nada más. ¿Se trata, como nos tememos, de una victoria momentánea del Tripartito sobre la libertad de expresión?