sábado, 30 de abril de 2011

Cine, teatro, fútbol

Esta semana he visto dos películas por la tele, lo que es mucho para mis costumbres. La primera, "Dueños de la calle", con Keanu Reeves, (y el doctor House, en un papel menor, aunque brillantemente ejecutado), me gustó bastante. Es un digno ejemplo de cine negro. Un sombrío descenso a los infiernos de la corrupción policial, sabiamente aderezado con tiros y escenas de coches, en el cual se nota la mano guionística de James Ellroy. La segunda, "Shooter -El tirador", empieza capturando la atención, pero acaba degenerando en una fantasía apta solo para mentes adolescentes, con algunas gotas de panfletito conspiranoico. Resumiendo, dos películas donde, más allá de la acción, hay una cierta dosis de crítica, pero una es creíble y la otra risible.

Al ver la segunda película no pude evitar acordarme de Mourinho. El entrenador del Real Madrid empezó la temporada un poco en el estilo de Ellroy, con un discurso crítico hacia el establishment arbitral, que supuestamente beneficiaría al Barça. Hasta aquí, estemos de acuerdo o no con sus críticas, se mantenía dentro de los cánones futbolísticos. En cambio, con el monólogo tras el Madrid-Barça de la semifinal de Champions, se acercó mucho más al mediocre guionista de "El tirador". El mundo lo manejan cuatro poderosos en la sombra, que nos hacen creer lo que ellos quieren, etc... Y el mundo del fútbol lo manejan los poderosos que mueven los hilos desde la UEFA y la Unicef, todo es un asco, etc.

No me parece mal que se critique a los árbitros. Toda la vida se ha hecho, y no sin razón, porque es verdad que los hay penosos. Tampoco me parece mal que un jugador se retuerza de dolor en el suelo, aunque no le hayan roto la tibia, o que se lleve las manos a la cara, aunque no le hayan hundido un pómulo. También se ha hecho toda la vida, y es preferible que ciertos jugadores sean amonestados antes de que acaben causando una lesión, no después. No soy propenso a caer en un extremismo purista acerca de lo que es fútbol y lo que no lo es. El juego físico, bronco, y su antídoto, el género dramático, son tan viejos como el fútbol. Al igual que las ruedas de prensa, forman parte de este espectáculo, aunque estrictamente no sean fútbol. Pero como en todo, hay límites. Tú puedes decir que el árbitro te ha robado el partido expulsando a Pepe. Pero no puedes decir que la última copa de Europa el Barça no la ganó limpiamente. Vamos, lo puedes decir, pero quedas como un miserable.

El Barça y el Madrid son los dos máximos goleadores de la Champions, por este orden. Son, sin duda, los mejores equipos de Europa, lo cual no significa que la copa no se la pueda llevar el Manchester United, que significativamente es el equipo menos goleado. (El Shalke lo tiene francamente difícil, aunque ojo, es el tercer máximo goleador, empatado con el Arsenal.) Sin embargo, en el duelo directo, el Barça ha demostrado ser superior, al menos hasta el martes que viene. El balance de los encuentros con su mayor rival esta temporada lo revela un sencillo dato objetivo: 8 goles del Barça por 2 del Madrid. Bien es verdad que uno de esos goles ha bastado para que los merengues se lleven la Copa del Rey. Porque en las eliminatorias, sobre todo a un solo partido, no hay duda de que Mourinho es "el puto amo"; no solo en las ruedas de prensa, como dijo Guardiola.

¿Cómo puede contrarrestar el Madrid la superioridad del Barça? Muy fácil, practicando un juego férreamente defensivo, en el límite del reglamento y presionando a los árbitros con recaditos para que se lo toleren. ("La clave será acabar con once.")  ¿Cómo puede el Barça responder a esta estrategia? También muy fácil, haciendo que los árbitros, les guste o no, una vez en el campo apliquen el reglamento a rajatabla. Y si para ello no queda más remedio que parezca que te han roto la pierna, sea. Todo son armas legítimas o ilegítimas, según el color de la camiseta desde la que se mire. Lo que no es legítimo es volcar el tablero de juego de un manotazo, o mejor dicho, amagar con hacerlo. Porque si de verdad te crees tus palabras, te retiras y ya está. La lástima sería que entonces nos perderíamos el gran partido de la vuelta en el Camp Nou.

viernes, 29 de abril de 2011

La ikastola descristianizada

La tradicional complicidad entre la iglesia vasca y el nacionalismo ha acabado volviéndose contra la primera, como no podía ser de otra manera. Hoy domina en el País Vasco un nacionalismo paganoide, como es propio de todos los nacionalismos, que no admiten otros dioses que la tierra y la sangre. El Vaticano parece que últimamente está tratando de corregir ese monumental error, pero podría ser demasiado tarde.

Más del 40 % de los colegios públicos de primaria en Euskadi no ofrecen religión, pese a que la ley obliga a los centros a impartir la asignatura a los alumnos que lo deseen, preguntándoselo a los padres. ¿Dónde está el truco? Muy sencillo, desde los colegios y desde la federación de asociaciones de padres Ehige, se presiona a la gente para que no matricule a sus hijos en religión. Macerados por años de intimidación nacionalista, muchos padres por supuesto acaban cediendo.

El argumento para eliminar la religión es que así los niños pueden dedicar esa hora u hora y media semanal a reforzar otras materias, como las matemáticas o el euskera. Por lo visto, que los niños sepan quiénes fueron Abraham, Moisés, Salomón o San Pablo es algo que puede perjudicar su destreza con las fracciones o las conjugaciones. Por el contrario, convirtiéndolos en unos bárbaros ignorantes, incapaces de entender la mayor parte de la literatura, el arte y el humanismo occidentales, produciremos unas hornadas de ingenieros y filólogos vascos que asombrarán al mundo. Y hasta habrá tiempo para que aprendan a tocar la txalaparta.

Lo exigen los tiempos

"Los «progresistas», a falta de mejores argumentos, terminan a menudo diciendo que el matrimonio gay y el aborto libre son inevitables porque «la sociedad ha cambiado» y «lo exigen los tiempos». No, los tiempos no exigen nada. Los tiempos discurrirán en la dirección que decidamos imprimirles. Ninguna ley histórica condena a las sociedades a «progresar» indefinidamente hacia la anomia y la disolución de vínculos." (Francisco J. Contreras en un artículo imprescindible, publicado en el ABC de Sevilla.)

Por cierto, que siempre me han mosqueado esos latiguillos del tipo "a estas alturas del siglo XXI", como si eso fuera un argumento para defender cualquier cretinez que choque con alguna tradición o simplemente con la naturaleza de las cosas.

domingo, 24 de abril de 2011

La religión del Buen Rollo

Todos tenemos alguna forma de religión, si se me permite decirlo así. Todo el mundo, dejando de lado casos patológicos, necesita dar algún tipo de fundamentación de su conducta, por muy vaga e incoherente que sea la fundamentación y por muy dudosa o incluso criminal que sea la conducta. Hitler era seguramente un hombre de principios. Probablemente no ordenó el exterminio de los judíos por mero sadismo, sino que estaba convencido de hacer un bien por el pueblo alemán, o alguna delirante idea por el estilo. Esto no es incompatible con las teorías que explican el antisemitismo como un instrumento del Estado totalitario para galvanizar a las masas. Más bien nos recuerda un hecho harto frecuente: La facilidad con la cual nuestras creencias y pretextos autojustificatorios se adaptan a nuestros intereses. Como señaló Dostoyevski, cuando convivió con delincuentes de la peor especie en un presidio siberiano, nunca halló a nadie que se viera a sí mismo como un malvado, aunque está fuera de duda que muchos lo eran hasta extremos temibles.

Solo los niños pequeños son inocentes, no en el sentido de que carezcan de egoísmo e incluso de crueldad, sino que todavía no albergan la noción del ethos, desconocen que las personas adultas justifican o razonan siempre de algún modo la persecución de sus deseos. "Un niño no pone en sus deseos ni ideas ni pensamientos", señaló Max Stirner. El niño de tres años que le arrebata el juguete a su hermano y se niega a devolvérselo, proclama "¡es mío!" de una manera muy distinta a como los mayores esgrimimos nuestros títulos de propiedad o nuestros derechos. No pretende razonar su deseo, sencillamente quiere imponerlo por la fuerza o el engaño, cerrando la mano con fuerza sobre el juguete, mientras tratan de arrebatárselo, o aprovechando una ausencia del hermano para apropiárselo, sin asomo de sentimiento de culpa. La noción de culpabilidad es algo que se aprende más tarde, al ser inculcada por los padres, con una combinación de premios, castigos y razonamientos simples.

Incluso la más radical y nihilista de las doctrinas inmoralistas es en sí misma una forma de justificación, pues un adulto puramente malvado, incapaz del menor remordimiento (acaso como algunos psicópatas), no necesitaría de semejantes ideas, ni de ningún tipo, para entregarse a sus perversiones. Quien dice: "no reconozco derecho humano, ni derecho divino" (M. Stirner), ya está defendiendo actuar a partir de una determinada creencia, aunque solo sea la creencia de que todo está permitido. Aquel que hace la apología de la fuerza, quien reduce todo derecho a una ficción, está implícitamente admitiendo que por sí sola la fuerza no se puede justificar, que necesita argumentos. Destruye el derecho solo para postular un metaderecho superior. De lo contrario, actuaría sin más a su antojo, no se molestaría en disolver la moral ni la justicia con pensamientos pretendidamente audaces.

Así pues, todo el mundo tiene algún tipo de moral, de ideología, por así decirlo. El atracador de bancos sin duda se justifica para sus adentros con algún pretexto más o menos consciente: las "circunstancias" le han llevado contra su voluntad a este modo de vida, del que ahora ya es tarde para salirse; los bancos en el fondo son "los mayores ladrones" y las leyes solo sirven para protegerlos, etc. No hablemos ya de la tranquilidad con la que duerme cualquier persona que se conduzca con métodos poco escrupulosos pero legales. El ser humano, por naturaleza, es un ser moral. Esto no significa obviamente que siempre haga lo correcto, sino que, abandonado a sí mismo, se las arregla invariablemente para encontrar argumentos o inventarse reglas que justifiquen su actuación, o al menos que muestren que carece de libertad para actuar de otro modo que como lo hace.

En Europa hace tiempo que ya no rige el cristianismo. Pero como el vacío moral es humanamente imposible, por cuanto acabo de decir, ha sido sustituido por una nueva religión, que podríamos llamar el buenrollismo. La religión del Buen Rollo se basa en aquella fórmula tan popular de "vive y deja vivir". El problema surge cuando intentamos desarrollar las implicaciones de un principio tan vago, que apenas compromete a nada concreto. Pues precisamente la clave del buenrollismo es que nos disculpa de cualquier vínculo serio. Todo es un poco en broma. Esto se ve muy bien por ejemplo en las relaciones de pareja. La fidelidad se considera una virtud encomiable, sí, pero solo mientras dura el amor. Y el amor, ya se sabe, no es más que un fenómeno de la química cerebral, lo cual nos exime en definitiva de responsabilidad. Hasta aquí, todo suena quizás un tanto frívolo, pero indoloro. Sin embargo, la proliferación de familias rotas, de niños conviviendo con adultos que no son sus padres biológicos, con los riesgos estadísticamente demostrados de sufrir maltratos que ello comporta, no es precisamente una realidad indolora. Ni tampoco la llamada violencia doméstica, en la mayoría de los casos asociada a los procesos de ruptura. La religión del Buen Rollo ni siquiera nos lleva a responsabilizarnos de la vida humana durante los primeros meses después de la concepción, que puede ser destruida en la medida en que interfiera en nuestros proyectos o simplemente en nuestra marchosa vida nocturna. Parafraseando a Orwell podríamos decir: "vive y deja vivir... pero a unos más que a otros".

Si el "deja vivir" nos revela sus insuficiencias, el "vive" reposa sobre la idea más insustancial. Decir que el sentido de la vida es la vida, es tanto como no decir nada. Nos dicen muy serios, sin acaso percibir el parecido con los anuncios de refrescos: "disfruta de la vida, sé feliz, diviértete", lo cual es no menos absurdo que si alguien decretara la respiración obligatoria. Y sin embargo, el buenrollista considera que su moral supera a todas las anteriores, empezando, excuso decirlo, por la judeocristiana. Con su vitalismo nietzscheano de baratillo, el adepto del Buen Rollo cree estar en posesión del secreto del universo, y no duda en difundirlo a los cuatro vientos, creyendo así contagiarnos con sus particulares ganas de vivir. Sin embargo, su concepción de la vida alejada de toda inquietud trascendente ("malos rollos") en realidad encierra una desesperación profunda. Quien afirma que hay que disfrutar del momento, que solo existe el presente, está diciendo que toda esperanza es una fábula, que no hay esperanza alguna. Y al mismo tiempo, esta actitud de aparente despreocupación equivale a un egoísmo absoluto, pues niega cualquier tipo de proyecto en común. En una película que no terminé de ver, un hombre maduro seduce a una muchacha a punto de casarse con otro. Su "filosofía de vida" era precisamente "vivir el presente". (Los cinéfilos tendrán suficientes pistas, creo.)

Manuel Vicent es un adepto del buenrollismo en su versión mediterránea, que después de la canción de Serrat ha acabado degenerado en una sarta de clichés y topicazos. En un artículo titulado "Resucitar", publicado en El País de hoy, Domingo de Gloria, se esfuerza en hacerse el gracioso con la Pasión y resurrección de Cristo. Nos dice Vicent que no hay ninguna "necesidad de calvarios" que nos rediman, ni promesas de vida eterna. Que el mayor milagro ya es estar vivo cada mañana frente a un buen desayuno consistente en un zumo de naranja, un buen café y una tostada. Gracias, Vicent, por habernos revelado el secreto de la existencia. Hasta ahora solo unos pocos elegidos habían aprendido a disfrutar del sabor de las naranjas y el aroma de un café humeante. Pero en cuanto la noticia se extienda, cesarán las guerras, caerán las tiranías y reinará la fraternidad universal. Porque todos los problemas y discordias proceden de quienes creen que quizás hay algo más allá del desayuno, más allá del instante presente.

El buenrollismo es esto: Una religión, una creencia para encefalogramas planos, que predica que podemos vivir sin religión, sin creencias. Y que con el cambio, con el abandono del cristianismo, hemos salido ganando. Está claro el qué: un buen café humeante. ¡Aleluya!

viernes, 22 de abril de 2011

Salvaje desinformación sobre Hungría

El parlamento de Hungría ha aprobado la nueva Constitución que entrará en vigor en 2012. El texto legal, que se inicia con las palabras "Señor, bendice a los húngaros", reconoce en su preámbulo el legado cristiano en la historia del país magiar; establece que el matrimonio se entiende como "la unión conyugal de un hombre y una mujer" (art. K, 1); y sostiene en su artículo II lo siguiente: "La dignidad humana es inviolable. Todo el mundo tiene derecho a la vida y a la dignidad humana; la vida del feto será protegida desde el momento de la concepción."

Naturalmente, en los medios progres, esto ha sentado como un tiro. Afirmar que el cristianismo ha tenido algún papel en la historia de un país europeo, que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, y que la vida de un feto indefenso merece ser protegida, es una osadía que en nuestra sofisticada civilización ofende al buen gusto. Se diría que apenas es necesario argumentar por qué, que bastaría con transcribir estas opiniones entrecomilladas para que cualquier persona culta y avanzada de nuestros días las condene como inconvenientes y oscurantistas.

Sin embargo, parece como si en El País no estuvieran tan seguros de que la gente va a pensar lo correcto ante el "desafío" de Hungría. Aunque más bien creo que el odio hacia todo lo que suene a reivindicar la moral judeocristiana les envenena el alma. De otro modo no se explica, incluso para lo que es habitual en este periódico, la campaña tan agresiva de propaganda que han iniciado contra la nueva Carta Magna húngara, una campaña que no retrocede ante los trucos más sucios de la desinformación.

¿Agresiva? Juzguen ustedes: Constitución "salida del XIX", "Estado étnico, confesional y monolítico", retroceso "hacia el pasado, hacia aquella época de Europa en que se apagaron las luces" (aquí), "Hungría antediluviana", "cheque en blanco para la violación de los derechos humanos", "una antología de la discriminación contra el ser humano"... (aquí.) Y esto es solo un aperitivo.

¿Trucos sucios? Desde luego, si de "antología" hablamos, el artículo del blog de Lluís Bassets y el editorial de El País de ayer deberían entrar en cualquier selección de mentiras burdas e intoxicaciones al servicio de la ideología, y estudiarse en las facultades de periodismo como ejemplo de las prácticas en las que jamás se debería incurrir. A continuación voy a analizar con detalle en qué pretenden basarse las expresiones tan desmesuradas utilizadas por este periódico.

Dice El País (EP) que la nueva constitución húngara (CH) cae en el "autoritarismo" pues "viola la separación de poderes al poner al ejecutivo por encima del judicial y el legislativo". En realidad, la CH dice explícitamente que "El funcionamiento del Estado húngaro se basará en el principio de la separación de poderes." (C, 1.) EP basa su contundente apreciación en que el texto legal restringe la capacidad del Tribunal Constitucional de inmiscuirse en materia presupuestaria. Cosa que, por cierto, les molesta mucho porque el texto legal introduce además un límite al déficit público, qué horror. Según un indignado Bassets, se pretende también prejubilar a "los jueces más expertos del país" a los 62 años. Es decir, casualmente, aquellos que han desarrollado su formación y su carrera en la etapa comunista, que como todo el mundo sabe, fue una brillante época para el derecho y la justicia.

Solo hay un elemento de la CH que podría abonar la acusación de autoritarismo, y es que se prevé la regulación, sin entrar a desarrollarla, de los medios de comunicación, cosa que por lo demás ya hace tiempo que baraja el gobierno español del PSOE, y que se aplica en Cataluña, que cuenta con un Consejo Audiovisual con capacidad de imponer sanciones y cerrar medios. De todos modos, es difícil que esa regulación en Hungría pueda desembocar legalmente en amenazas a la libertad de expresión, de opinión y de prensa, explícitamente reconocidas en el artículo VIII.

Por último, en relación a este punto, EP destaca que se necesitará el voto de 2/3 de los diputados para reformar la constitución y las "leyes orgánicas" (en la versión inglesa de la CH, "Cardinal Acts"), lo que interpreta, no sin cierta razón, como un intento del partido gobernante Fidesz de blindar sus reformas. A título de comparación, según el artículo 167 de la Constitución española, se necesitan mayorías de 3/5 en las dos cámaras (en Hungría solo hay una) para la reforma constitucional: El 60 % frente al 66,67 % de la CH. Y en caso de no conseguirse esta mayoría, bastará con una mayoría absoluta en el Senado, pero 2/3 en el Congreso, al igual que en el país magiar. Bien es verdad que, si una constitución y su desarrollo normativo requieren mayorías cualificadas para su reforma, difícilmente podrán prosperar proyectos legislativos radicales como las leyes de ingeniería social puestas en marcha por el PSOE, sin contar con el partido que representa a cerca del 40 % de los votantes. Se entiende que la idea inquiete tanto a EP.

EP pretende trazar una pintura verdaderamente siniestra del régimen democrático húngaro a base de acumular inexactitudes, falsedades y burdas insinuaciones sobre supuestas violaciones de los derechos humanos, e incluso connivencias con la ultraderecha y el régimen fascista anterior al comunismo. Así, se cuestiona sin aducir argumentos que el principio de igualdad ante la ley se mantenga en la nueva CH, pese a que en este aspecto es irreprochable y hasta políticamente correcta. El artículo XIV, tras decir que se garantizan los derechos fundamentales sin discriminación por razón de "raza, color, sexo, discapacidad, lengua, religión, opinión política u otra, origen nacional o social, riqueza, nacimiento o cualquier otra circunstancia en absoluto", por si quedara alguna duda, añade: "Las mujeres y los hombres tendrán iguales derechos". Y en el siguiente párrafo abre la puerta incluso a las políticas igualitaristas que tantas veces degeneran en un exceso de intervencionismo, siempre saludado con entusiasmo por los medios progres como EP: "Hungría promoverá la realización de la igualdad de derechos con medidas dirigidas a eliminar la desigualdad de oportunidades."

En un ejemplo de manipulación desvergonzada, el editorialista de EP apunta en la cuenta de las "discriminaciones" la restricción del voto de los mentalmente incapaces, cosa que el artículo XXI, 4 efectivamente propugna, pero siempre que lo dictamine un juez. Medida de impecable sensatez, que en todo caso no demuestra más que respeto por el valor del voto, y que si aquí no existe, haríamos bien en importar. Al igual que el artículo IX, 2, según el cual, solo los científicos, y no el Estado, pueden decidir "en cuestiones de verdad científica". Es decir, ningún gobierno puede en adelante perseguir disidentes bajo el pretexto de supuestos trastornos mentales, como hizo el régimen comunista. Dicho sea de pasada, la CH prohíbe también las prácticas eugenésicas y la clonación de seres humanos. (Art. III, 2.)

¿Será entonces verdad que la CH pretende implantar un Estado confesional, como dice Lluís Bassets, basándose en el reconocimiento de la herencia cristiana en el preámbulo constitucional? Pues tampoco, porque el artículo VI consagra la "libertad  de pensamiento, consciencia y religión", así como la separación de Estado e iglesias, sin negar las relaciones de cooperación.

Queda entonces la acusación de "Estado étnico" que no respeta las minorías nacionales. Hungría adopta el modelo germánico de nacionalidad, según el cual es ciudadano húngaro todo descendiente de húngaros, incluso aunque haya nacido fuera del país. Pero salvo que consideremos a Alemania como un "Estado étnico", deberán buscarse otras razones para conferir este calificativo al país magiar. En cuanto a los derechos de las minorías étnicas a conservar su lengua, cultura, e incluso dotarse de instituciones de autogobierno, son explícitamente reconocidos en el propio preámbulo, y en los artículos H y XVIII. Sin embargo, EP insiste en esta vía, y trata pérfidamente de relacionar al partido gobernante con los ataques a gitanos perpetrados por las milicias del partido ultraderechista Jobbik, pese a que esta formación (antisemita, por más señas) ha votado en contra de la CH.

Bien, al menos, la CH será antieuropea y xenófoba, cosa que también suena muy fea. Pero tampoco la lectura del texto constitucional permite fundamentar tal cosa. Las palabras "Europa" y "europeo" aparecen 17 veces en un texto de 37 páginas. En el artículo E, 1 se dice que "Hungría contribuirá al objetivo de la unidad europea, en la búsqueda de mayor libertad, bienestar y seguridad para los pueblos de Europa." En cuanto a la supuesta xenofobia, abundan también en la Carta Magna expresiones de respeto a todos los pueblos y culturas del mundo (art. P), se prohíbe la expulsión de extranjeros sin que haya justificación legal para ello, y se concede el derecho de asilo a toda víctima de persecución por razones políticas, religiosas o étnicas, siempre que no encuentre protección en cualquier otro país (art. XIII). Una ley alejada de quijotismos irrealizables, de los que aquí tanto sabemos, pero que difícilmente se puede tachar de xenófoba.

En definitiva, todo el catálogo de improperios que EP le dedica a la CH se asemeja a una pataleta infantil, provocada por que uno de los gobiernos con mayor respaldo democrático de Europa (cuyo líder, Viktor Orban, exigió elecciones libres y la retirada del ejército soviético en 1989, y encima no se avergüenza de la fe cristiana -el nombre del partido Fidesz significa "fe"), ha osado legislar de acuerdo con los principios que defendió ante sus votantes. El grado culminante de ridiculez lo alcanza EP en el editorial varias veces citado, cuando para concluir finge escandalizarse porque la CH declara al pueblo húngaro inocente de los crímenes cometidos por fascistas y comunistas. EP reprocha a "Orban y los suyos" que se "autoexoneren" de la persecución de los judíos bajo el régimen de Horthy, muerto en Portugal... seis años antes de que naciera Orban, en 1963. Que los lectores de EP no conozcan el texto de la CH les puede "exonerar" de que se traguen las manipulaciones de su periódico favorito. Pero si admiten sin pestañear la connivencia del actual gobierno de Hungría con el régimen fascista que desapareció en la Segunda Guerra Mundial, es que les importa muy poco que les falten al respeto.

Nota: El texto de la versión inglesa de la CH que he manejado procede del sitio web del parlamento de Hungría, con fecha del 14 de marzo, y podría no ser el definitivo, aprobado hace pocos días. Pero no creo que haya variado sensiblemente. Puede descargarse en pdf aquí.

Catalana tenía que ser

Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP catalán, dijo en Gandía que su deseo era que en la Comunidad Valenciana se pudiera ver TV3 y que en Cataluña se pueda ver Canal 9, "con reciprocidad y legalidad". Cosa digna de aplauso, porque a mí me parecería bien que se pudieran ver en abierto todos los canales autonómicos desde todas las autonomías, en la medida en que eso fuera técnicamente posible. (Aunque todavía hay algo que me gustaría más, y es que no pudiera verse ninguno: Es decir, que no hubiera televisiones públicas, ni del Estado central, ni autonómicas ni de ningún tipo. Pero eso nos llevaría a otro tema.) Por lo demás, Sánchez-Camacho defendió la medida del PP valenciano, que hizo cesar las emisiones de la televisión catalana, limitándose a cumplir la ley que en su día impulsaron CiU y el PSOE.

Pues bien, como ya viene siendo habitual en Libertad Digital, allí se han quedado solo con la primera media frase de Alicia, que desea que se pueda ver TV3 en Valencia, y la han llamado prácticamente "pancatalanista". Así desde luego, no hay manera de que se imponga un mínimo de racionalidad frente al etnicismo separatista. Si por decir que te gusta el pan con tomate (sí, yo lo como cada día, ¿qué pasa?) ya te van a tildar de nazionalista, entonces los auténticos nacionalistas, desde Mas a Laporta, han ganado hace tiempo, al conseguir que en Madrid entren al trapo y así poder sostener sus necedades victimistas sobre la catalanofobia y la Brunete mediática. "¿Veis como es verdad que nos odian?"

Sinceramente, a veces la ceguera que demuestran en Libertad Digital, machacando con razón y sin ella todo lo que viene del PP, y si es del PP catalán todavía más, es desesperante. Ellos lo llamarán independencia, pero la independencia es solo la condición para poder ejercer la objetividad. No la garantiza en absoluto. El Partido Popular se equivoca en muchas cosas, no lo discuto, pero lo que no puede ser es que omitan sus aciertos, o los tergiversen, o los relativizen. Y el nacionalismo catalán, estamos de acuerdo, es una ideología colectivista cuyos ataques a la libertad de las personas deben ser denunciados sin complejos. Pero defender la lengua y la cultura catalanas sin lesionar los derechos de nadie no es nacionalismo. Y no lesiona el derecho de nadie que pueda sintonizar desde su casa un canal de televisión que emita desde Barcelona, desde Valencia o desde Funafuti.

No voy a entrar en el debate estéril de si catalán y valenciano son la misma lengua, aunque yo lo tengo clarísimo. Lo que es innegable es que, cuando en Tarragona, hace años, podíamos ver Canal 9, no teníamos la menor dificultad para entender el valencià (que es entrañable) y me consta que a los valencianos les pasa exactamente lo mismo con el catalán. Así que el mero hecho de que las emisiones desde Barcelona sean en la lengua de Josep Pla no tiene ningún significado político, salvo para quienes se empeñen verlo en todo, incluso en una supuesta chiquillada estúpida  de un jugador del Barça. Otra cosa, sin duda, es la propaganda nacionalista que destila TV3, pero esta puede ser perfectamente contrarrestada por Canal 9, sobre todo si se recibe en Cataluña, lo que por cierto nos iría muy bien en esta comunidad. Y en cualquier caso, lo más importante es que los valencianos no están obligados a ver ninguna cadena si no quieren. De hecho, ni siquiera los catalanes, razón por la cual en mi casa hace tiempo que TV3 solo se pone para ver los dibujos de Tom y Jerry.

El único dibujo conservado de San Juan de la Cruz



San Juan de la Cruz, además de su obra literaria, fue autor de una reducida obra plástica, casi toda perdida. El místico realizó varias tallas en madera de Cristo, una escultura de una Virgen, un dibujo de la subida al Monte Carmelo y un pequeño dibujo a pluma de la crucifixión, reproducido arriba. Todos los originales se han perdido, excepto el último, aunque ha llegado a nosotros muy alterado, a consecuencia del deterioro y de una primera "restauración" muy invasiva, realizada ya en el siglo XVII. Estos datos y muchos más, de naturaleza técnica, los proporcionó Vicente Viñas, quien tras recibir el encargo de su restauración en 1968, hizo lo que buenamente pudo. El original del "Cristo de San Juan de la Cruz", como es conocido (al igual que la pintura de Dalí inspirada en él), se encuentra en el Monasterio de la Encarnación de Ávila.

Según Viñas, en la obra original el madero largo de la cruz quedaba en vertical respecto al observador. Así:


A los estudiosos ha llamado la atención el inusual punto de vista de la imagen. Se ha escrito que es el de Dios Padre, que contempla desde lo alto al Hijo, situado a su diestra. Salvador Dalí, impresionado por el dibujo del santo, pintó en 1951 su "Cristo de San Juan de la Cruz", una de sus obras más populares, y posiblemente también la más sobrecogedora.


Aunque se ha acusado a Dalí de artista comercial (como si eso fuera un insulto), la visión de este Cristo crucificado, sobrevolando el mundo, conmueve a cualquiera. El original se encuentra en el Kelvingrove Art Gallery de Glasgow, del cual es uno de sus principales atractivos, visitado por miles de personas.

miércoles, 20 de abril de 2011

El error de Jorge Valín

Jorge Valín ha vuelto a escribir un artículo defendiendo la eutanasia. Tampoco es la primera vez que yo escribo para replicar sus opiniones. No se trata de que tenga una obsesión con él. En realidad, admiro una cosa en Valín, y es que expone con valentía sus ideas, a sabiendas del rechazo que provocará en muchos. Si generar debate intelectual es bueno, debemos agradecerle sus artículos.

Mis desacuerdos con Valín parten de nuestras posiciones de principio, que son diametralmente opuestas. Él cree que las normas éticas pueden deducirse racionalmente, en un sentido "fuerte" de la palabra, del mismo modo que se puede demostrar el teorema de Pitágoras. Según él, toda norma deriva del principio de autopropiedad del cuerpo humano. De ahí deduce que la única limitación válida a la libertad personal es el principio de no agresión. Está permitido todo lo que no implique agredir a terceros. Cualquier comportamiento humano, por extravagante o repulsivo que nos parezca, mientras no implique iniciar una agresión, debe ser tolerado. De aquí se infiere también que el Estado es intrínsecamente inmoral y no debería existir, porque no hay justificación para la coacción si no es en respuesta a una agresión.

Por el contrario, yo no creo que pueda existir una ética more geometrico, como diría Spinoza, es decir, deducible a partir del mero pensamiento. La razón permite conocer qué medios son más adecuados para obtener un determinado fin, pero es completamente incompetente para determinar cuáles deben ser los fines últimos de la vida. Con ello no me adscribo a las teorías según las cuales la normas morales son puramente convencionales, y por tanto relativas. Creo que existen un bien y un mal absolutos, aunque no pueda demostrar tal aserto, ni puedo deducir racionalmente ninguna ley moral. Sin embargo, pienso que la mayoría de personas, al menos en nuestra cultura, se conducen de acuerdo con ciertos principios procedentes tanto de nuestra naturaleza como de la tradición judeocristiana, sean creyentes o no. Y pienso, por supuesto, que el Estado no tiene ningún derecho a situarse por encima de esta moral natural-tradicional.

La enfermedad profesional del intelectual consiste en imaginar principios que él juzga superiores a la tradición y atenerse, por coherencia, a las últimas consecuencias que se desprenden de ellos, incluso cuando chocan con nuestros sentimientos naturales y el legado judeocristiano. Un ejemplo extremo fue el de los ideólogos nazis, que partiendo de su credo racial, que ellos consideraban superior al cristianismo, se esforzaron por reprimir los más elementales sentimientos de piedad. Como dijo Hannah Arendt, la ideología puede "causar más daño que todos los malos instintos inherentes, quizá, a la naturaleza humana."

Por supuesto, no pretendo comparar las ideas de Jorge Valín con el nacional-socialismo, pues no hace falta decir que son completamente opuestas. Pero sí creo que el error de toda ideología que pretende suplantar la moral natural tiene siempre el mismo origen: Pensar que podemos de un plumazo prescindir de todos los "prejuicios" y reconstruir desde cero la ética.

Veamos esto ilustrado con el artículo de Valín. En las primeras líneas dice que se deberían crear "grupos de apoyo al suicidio, empresas". Ejemplo de cómo la adhesión a una aparente lógica nos puede conducir a conclusiones delirantes. Solo faltaría que facilitemos que haya suicidios, y hasta que existieran empresas interesadas en ello.

En el segundo párrafo, nuestro ácrata dice en esencia que los católicos tienen todo el derecho de no aprobar la eutanasia, pero no pueden imponer sus normas morales a los demás. Sin embargo, esta neutralidad ideológica es solo aparente, porque implica que la sociedad se rija por las normas de Valín, que por suerte incluyen perdonarle la vida a los católicos. Si permitimos el aborto o la eutanasia, ya estamos optando necesariamente por unas determinadas concepciones morales. En realidad, la neutralidad en cuestiones éticas es imposible, es una idea-trampa típica de los "progresistas" de izquierda, cuya función es ir desprestigiando la moral judeocristiana, como cosa de fanáticos integristas.

En el tercer párrafo habla de "suicidio y asistencia al mis[m]o". Son dos cosas muy distintas. Me parecería absurdo legislar sobre el suicidio, por dos razones: 1) Por definición, no podemos sancionar al que comete suicidio con éxito; 2) Si castigamos a quien ha intentado quitarse la vida sin éxito, se daría el resultado perverso de que estaríamos incentivando la eficacia en el suicidio. En cambio, la asistencia al suicido es un homicidio, y no veo razones por las cuales deba despenalizarse en general.

Cuarto párrafo. Contra quienes temen los peligros del ejercicio estatal de la eutanasia, Valín responde, de acuerdo con su filosofía anarquista, que el problema es el Estado, no la eutanasia. Dice que sería tan absurdo prohibir la eutanasia por ello como prohibir llevar dinero encima porque hay ladrones. Pero entonces me queda la duda de si la eutanasia debe aprobarse una vez hayamos abolido el Estado o antes. Si es lo primero, toda la discusión adquiere un carácter bizantino. Si es lo segundo, entonces, por utilizar la comparación de Valín, es como si defendiéramos llevar dinero encima en un barrio poco recomendable, a altas horas de la noche. Precisamente, cuando todas las cautelas del liberalismo clásico se inspiran en su desconfianza hacia el Estado, nuestro anarquista feroz propone que levantemos una de las barreras que protegen la dignidad de la vida humana frente a la amenaza estatal.

Finalmente, para evitar la posible acusación de frivolidad, Valín nos cuenta su proximidad al caso de una amiga suya que se suicidó arrojándose al tren. En caso de haber existido una ley de suicidio asistido, sostiene, esta persona no hubiera tenido que escoger "el brutal medio a la [sic] que le obligó la ley". Aunque obviamente no conozco los detalles ni las circunstancias del caso, sinceramente no lo entiendo. Para empezar, creo que lo terrible del suicidio es la pérdida de una vida, no tanto el método empleado, salvo que sea de efectos dolorosamente lentos, como quemarse a lo bonzo. Pero en cualquier caso, no entiendo que la prohibición del suicidio asistido le prive a uno de suicidarse de muchas maneras, por ejemplo mediante una sobredosis de medicamentos, accesibles en cualquier farmacia. Máxime cuando en el caso que se nos relata, parece que esa mujer tenía muy fácil un recurso similar ("iba literalmente drogada por órdenes del psiquiatra").

No, definitivamente, yo no veo que exista ninguna necesidad de ayudar a nadie a suicidarse, sino más bien todo lo contrario, lo que hay que hacer es disuadir de semejantes ideas, o dar tratamiento médico en caso de trastorno mental. Quien de todos modos quiera acabar con su vida, siempre lo podrá hacer. Salvo que se encuentre físicamente impedido, es cierto, pero también entonces estará imposibilitado de hacer muchas otras cosas. ¿Por qué esa obsesión de facilitar a un tetrapléjico que acabe con su vida, convirtiendo tal cosa en un "derecho", y no por ejemplo preocuparnos por que pueda realizar determinadas actividades que quizás le darían un sentido nuevo a su existencia? ¿No estamos sugiriéndoles la idea, a muchas personas que se encuentran en situaciones parecidas, de que nos cuesta entender cómo diablos pueden querer seguir viviendo? Es como si les dijéramos: "Qué desgracia, vivir así, siendo una carga para los demás. Yo preferiría morirme". Para mí en todo este debate late una pretensión falsamente caritativa de suprimir no solo el sufrimiento, sino también la visión del sufrimiento, que nos molesta íntimamente, como si viniera a aguarnos la fiesta. Y ello a costa de la dignidad de la vida humana, que es infinitamente más importante que la "dignidad" de la muerte.

martes, 19 de abril de 2011

Nacionalismo y socialismo: una comparación

El socialismo, reducido a su esencia, consiste en una idea sencilla. La riqueza económica es algo dado, algo así como una tarta, que debería repartirse equitativamente. Toda la retórica socialista se desprende de ahí. Hay que evitar que unos pocos se queden con trozos demasiado grandes del pastel. El Estado debe ser quien garantice a todos al menos una porción, y trabajará día a día por que lleguen a ser todas iguales.

El nacionalismo, reducido a su esencia, es también una idea muy sencilla. Consiste en pensar que todas las personas tenemos una identidad nacional, y solo una. Por tanto todo individuo debería vivir solamente dentro de su Estado nacional propio. De ahí que los nacionalistas intenten poco a poco ir construyendo un Estado independiente de aquel que no sienten como suyo.

El problema común del socialismo y el nacionalismo es que parten de ideas falsas. Ni la riqueza ni la identidad son algo dado, con lo que nos encontramos sin más. La riqueza es una función de la productividad, y por tanto el problema fundamental no es cómo la repartimos, sino cómo la producimos. Los intentos de redistribución que parten de la ilusoria metáfora de la tarta solo consiguen perturbar la creación de riqueza, y por tanto perjudicar a la población de menores rentas. Allí donde se han querido imponer de manera revolucionaria, como en Rusia, China y muchos otros países, el resultado ha sido dantesco: Decenas de millones de muertos por la represión política directa.

La identidad nacional, por su parte, es un concepto reciente en la historia, que fundamentalmente se forja en el siglo XIX, con la aparición de numerosos "Estados nacionales" en América y en Europa (Grecia, Italia, Alemania). Fueron estos estados quienes promovieron los sentimientos identitarios para legitimarse, no al revés. Pero lo importante no es la legitimación del poder político, sino su limitación. La obsesión nacionalista por adaptar las fronteras políticas al principio de "una nación, un Estado" ha provocado nada menos que las dos guerras mundiales, además de otros muchos conflictos.

Dado que parten de concepciones ilusorias, nacionalismo y socialismo inevitablemente prometen lo que no podrán cumplir. No se viviría mejor en una economía socializada, ni la uniformidad étnico-cultural es garantía de más libertad ni prosperidad; más bien al contrario. Tanto socialistas como nacionalistas intuyen esto perfectamente, y para evitar la decepción que se produciría al intentar aplicar plenamente sus concepciones, lo que hacen habitualmente es administrar el socialismo y el nacionalismo en pequeñas dosis. Ello les permite culpar de sus efectos negativos, no a la medicina, sino a su escasez. Cuando las cosas salen mal, siempre pueden decir que todo se solucionaría con más socialismo y más "autogobierno", y no que tal vez son precisamente estas recetas las que fallan.

Pero más allá de prudentes estrategias (en las que no siempre se consigue perseverar, debido a la competencia entre facciones) el nacionalismo tiende siempre al independentismo. El llamado nacionalismo moderado no es más que un independentismo que aboga por una estrategia gradualista para conseguir sus objetivos. Del mismo modo, el socialismo tiende a que la vida de los ciudadanos esté totalmente controlada, directa o indirectamente, por el Estado. Se diferencia del comunismo en que tiene mucha más paciencia, confía en el adoctrinamiento progresivo en lugar de la violencia revolucionaria.

Socialismo y nacionalismo se caracterizan también por pretender limitar las libertades individuales "por nuestro propio bien", y especialmente el de determinados colectivos, como los trabajadores, las mujeres, o los catalanes o vascos. Puede que los trabajadores prefieran ante todo encontrar empleo; que las mujeres quieran ser valoradas por sus propios méritos; y que los catalanes deseen sencillamente comunicarse, no importa en qué idioma. Pero socialistas y nacionalistas no les van a preguntar por sus preferencias, sencillamente les impondrán su "protección", aunque ello acabe frustrando los verdaderos objetivos de la gente.

Otra característica de estas dos ideologías es la insistente manía por identificarse con el pueblo en su conjunto, olvidando cuál es su verdadera representatividad. Esta identificación alcanza categoría metafísica, lo cual es como decir que es imposible de refutar. Ellos son el pueblo, o los trabajadores, o la nación, por definición, pese a que normalmente su base social no suele superar una tercera parte de la población.

En Cataluña, los referéndums independentistas realizados en cientos de municipios desde el año 2009, incluyendo la consulta de Barcelona del pasado 10 de abril, han arrojado un resultado de cerca de un 17 % del censo de mayores de 16 años a favor del sí. Pero como prácticamente solo votaron los de esta opción, los organizadores, que son unos cachondos, dicen que han obtenido un respaldo de más del 90 % a favor de la independencia. Ciertamente, es razonable admitir que tampoco todos los independentistas se molestaron en acudir a una farsa no vinculante, y por tanto su porcentaje puede ser mayor del 17 %. Pero dudo que sea el doble, como concluye un sondeo recientemente dado a conocer, según el cual el 34 % de los ciudadanos mayores de 18 años votaría por la independencia en un referéndum. Más precisa me parece la encuesta trimestral de la Generalidad, que distingue entre partidarios del federalismo e independentistas estrictos. Estos últimos alcanzan, en los últimos meses, la proporción de un ciudadano de cada cuatro. Son muchos, y parece que hay tendencia a que crezca su número, pero por ahora solo son una parte. Claro que para los nacionalistas es la única que cuenta.

sábado, 16 de abril de 2011

El miserable

Dijo Pascal que "nada es más cobarde que hacerse el valiente contra Dios". Siempre he pensado que hay que ser un pobre hombre para sentirse ofendido por un crucifijo u otra imagen católica. Aunque no seas creyente, una mínima familiaridad con el arte, la arquitectura y la literatura de los últimos dos mil años debería bastar para llevarte a ser tolerante con la iconografía religiosa de nuestra civilización. Quienes defienden la retirada de los símbolos cristianos de los espacios públicos, o bien son unos ignorantes, o bien están dominados por una manía de tal naturaleza que la instrucción no basta para curarla.

Ahora hemos sabido que una imagen de la Virgen del Pilar fue retirada (desconozco si solo temporalmente) de la Academia de la Guardia Civil de Aranjuez, en previsión de la visita del ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. La medida, excuso decirlo, no fue una iniciativa de la academia, sino que vino dictada desde el propio ministerio. Un colaborador de Rubalcaba habría informado a Libertad Digital de que con la retirada de la Virgen se pretendió "no herir sensibilidades al considerar que no era de recibo que la talla estuviese presente en el lugar mientras Rubalcaba tomaba el tradicional ágape tras la visita." (Por cierto, lo de "ágape" demuestra la cómica ignorancia de quien haya usado esta palabra, precisamente esta.)

¿Qué les parece el tonillo soviético? "No era de recibo" que la Virgen presidiera una comida, claro, habiendo una autoridad superior como la de Rubalcaba. He aquí el origen de la obsesión antirreligiosa del poder socialista: No pueden tolerar que haya nada por encima de ellos, ni la moral, ni la religión, nada. Pero en su endiosamiento, no dejan de ser unos miserables, unos pobres hombres. Me dan profundo asco, pero algo bueno tiene el clima que están creando, al menos para mí. Hacen que cada vez me acerque más a la religión en la que fui bautizado. En el comedor de mi casa hay una pequeña imagen de la Virgen de la Peña de Francia, cuyo santuario en Salamanca visité hace un par de años. No hace falta que diga que en mi casa Rubalcaba está vetado.

jueves, 14 de abril de 2011

España, la insumergible

El Titanic se hundió hace 99 años, en la madrugada del 15 de abril de 1912, tras chocar el día anterior (aniversario también de la República española) con un iceberg. Pues bien, suena a chiste, pero Zapatero ha aprovechado este funesto doble aniversario para comparar a España con un "poderoso transatlántico" que navega "con fortaleza". Lo que me extraña es que no haya asegurado que "ni Dios podría hundir este barco", como según la leyenda afirmó el constructor, o el capitán, que no estoy muy puesto en titanología. Hubiera sido típico de su estilo de masonazo.

En serio, lo de este tío me supera. Setenta años después de la instauración de un régimen político que a los cinco años terminó en la guerra civil, y noventa y nueve después del naufragio del Titanic, no se le ocurre otra cosa (¡para tranquilizarnos!) que comparar a España con un transatlántico. Ustedes dirán lo que quieran, pero la cosa va más allá de la anécdota, adquiere categoría de símbolo.

Tomen una fotografía cualquiera de Zapatero y auméntenla. Observarán en sus pupilas la vieja postal del Titanic yéndose a pique, palabra. Aumenten ahora todavía más la imagen de cualquiera de sus ojos hasta poder distinguir, a través de las ventanas del puente de mando, al capitán del barco agarrando firmemente el timón. Su sonrisa de joker, sus cejas circunflejas... ¿No lo reconocen?

lunes, 11 de abril de 2011

Queda mucho por hacer

"Queda mucho por hacer". Es uno de los estribillos preferidos del progresismo sectario. Con ello pretende que el gobierno, en lugar de limitarse a proteger los derechos individuales, se dedique a desfacer entuertos, es decir, a perseguir formas reales o supuestas de dominación que todavía persisten en las sociedades avanzadas. El resultado es que los derechos individuales se resienten. Que se lo digan si no a aquel empresario que fue citado con ásperos modales soviéticos por no sé qué departamento burocrático, y tras perder toda una mañana aguardando ser atendido, fue abroncado y amenazado con multas elevadas... Porque en un anuncio de trabajo había ofrecido un empleo de médico, y no "médico/a". (Correo leído por Carlos Herrera en su programa radiofónico, hace unas semanas.)

La emblemática progre Rosa Regás, en un artículo publicado por El Mundo (que ahora va a estar una temporada haciéndose perdonar con esmero el de Sostres), sostiene que, en relación a la igualdad sexual, "los cambios no son tantos", y asocia la opresión machista con la religión, especialmente la católica.

Regás habla de la Declaración de los derechos humanos como si fuera contraria al cristianismo, olvidando que la idea de que el hombre está dotado de derechos inalienables es en sí misma cristiana. Luego, cita el Nuevo Testamento con afectada negligencia ("como dice [San Pablo] en una de sus epístolas a los Efesios, creo"), para contraponer a Jesús y al apóstol, quien habría defendido la sumisión de la mujer al hombre. Viejo truco progre, dicho sea de pasada, encomiar el "verdadero mensaje" de Cristo, a pesar de no creer en Él.

El pasaje neotestamentario al que se refiere es concretamente Efesios 5, 21-24, que dice así:

"Ser sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres a sus maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo, salvador del cuerpo, es cabeza de la Iglesia. Pues bien, como la Iglesia está sometida a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo."

Obsérvese que empieza recomendando sumisión "unos a otros", sin distinción de sexo, nacionalidad, etc. Y que si al marido se lo compara con Cristo, a la mujer con la Iglesia, lo que no es precisamente rebajarla. Pero es que San Pablo prosigue:

"Maridos, amad a vuestras esposas, como también Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella (...). Así deben los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos", etc. (Efesios, 5, 25-30.)

Recordemos que la fórmula del sacramento del matrimonio ("en la salud y en la enfermedad", etc) obliga por igual a ambos cónyuges.

Sin embargo, la señora Regás, en lugar de extraer lo esencial del mensaje cristiano, prefiere quedarse en la superficie de cómo se expresaba un señor hace casi dos mil años, hablando del respeto de la mujer hacia el hombre, como si eso equivaliera a defender la esclavitud. (Compárese, por cierto, con lo que decía Mahoma cinco siglos más tarde.)

Sigue el artículo con los tópicos del feminismo radical, de reducir a la mujer a la función de "reproductora responsable de la especie" (como si eso fuera la más indigna de las tareas), bla, bla, bla y termina criticando que en algunas escuelas se separe a niños y a niñas, "como si fueran seres distintos". Debe ser algo horrible eso de ser distinto. Pero le guste o no, las niñas son distintas de los niños, y puede que separados obtengan mejores rendimientos educativos.

Lo políticamente correcto no se basa en estudios empíricos que llegan a conclusiones opuestas. Es no admitir siquiera que se puedan plantear determinadas cuestiones. Así, si alguien duda que haya menos mujeres bomberos que hombres por culpa del machismo (y no por razones fisiológicas obvias), es porque él mismo es machista. Y entonces, los defensores de la igualdad, exigen que las mujeres sean tratadas de modo diferente, con el fin de que todos doblepensemos que somos iguales. Todo por una buena causa, que en un futuro radiante de felicidad haya tantas bomberas como bomberos. Solo así llegaremos a las tasas de feminicidio de Finlandia, el país del que Ángel Ganivet, hace más de cien años, decía:

"Desde pequeños, los muchachos y las muchachas estudian juntos en la escuela y van y vienen en pandilla; y esta unión, esta intimidad se prolonga durante los estudios secundarios, que forman la educación corriente de la mujer, y los facultativos o universitarios, seguidos también por gran número de señoritas. La mujer ve en el hombre un compañero de estudios, un camarada, un amigo, con el que se puede tratar como una amiga..." (Cartas finlandesas, VIII.)

Tasa de feminicidios dentro de la pareja en España: 2,81 por millón de mujeres mayores de 14 años (2006).

Tasa de feminicidios en Finlandia: 9,35.

(Fuente: Violencia contra la mujer en las relaciones de pareja. III Informe Internacional.)

Pensándolo bien, mejor que veamos cómo lo hacemos para no llegar a las tasas de Finlandia. ¿Y si en lugar de repetir supersticiosamente latiguillos ideológicos, intentamos conocer mejor a los hombres y a las mujeres?

domingo, 10 de abril de 2011

Doctor Servatius

Miguel Ángel Rodríguez ha sido llevado a juicio por llamar "nazi" al doctor Montes, ya saben, el de las sedaciones del hospital de Leganés que acababan con algunos ingresados en Urgencias directamente en el Tanatorio. Esto es eficacia, y lo demás son tonterías. ¿Para qué tantas unidades de cuidados paliativos y leches, si en Urgencias se puede solucionar todo?

Aunque desde luego, al señor MAR le está bien empleado. La próxima vez, debería saber que se puede llamar nazi a Joseph Ratzinger, por ejemplo, pero no a un médico defensor de la eutanasia. Bien es verdad que Hitler fue de los primeros en utilizar la expresión "derecho a una muerte sin dolor". Y también que el precedente de la Solución Final fue el programa de liquidación de "vidas inútiles", es decir, ancianos y enfermos. (Al principio se llevó a cabo públicamente, pero ante protestas de familiares y la dura condena del obispo de Münster, se actuó con más discreción.)

Pero a cada uno lo suyo. Al doctor Montes yo no lo llamaría nazi, ni doctor Muerte, todo eso es demasiado fácil, casi vulgar. Lo apropiado es llamarlo Doctor Servatius, así, con mayúsculas en el título. Además de sonar a personaje de película de James Bond, tiene la ventaja de ser casi exacto. Bueno, casualmente el Doctor Servatius fue defensor de Adolf Eichmann en el famoso juicio de Jerusalén, pero yo no me refería a esa circunstancia, sino a que fue allí donde este personaje denominó "actos médicos" a los gaseamientos. Eso incluye también, por supuesto, las inyecciones de gasolina en el corazón, con las cuales finiquitaban a los prisioneros en la enfermería de Mauthausen.

Por suerte, hoy esos métodos brutales han quedado atrás. Un cóctel de sustancias sedantes por vía intravenosa y todo termina de la manera más dulce. ¿Quién habla de asesinato? Eso es una vulgaridad propia de la TDT ultraderechista.

Prohibición total de armas en Holanda, ¡ya!

Un hombre armado con una metralleta perpetra una matanza en un centro comercial de Holanda. Lo cual demuestra que la actual permisividad del gobierno holandés en materia de tráfico de armas es un grave error. Ya está bien de que se pueda comprar un AK-47 o un M16 en cualquier coffee shop. Espero que las autoridades aprendan a dónde les ha conducido este libertinaje, que en Suiza (donde todo ciudadano en período militar dispone de su fusil reglamentario) provoca al año... bueno, ahora no tengo el dato de las víctimas por tiroteos indiscriminados en el país helvético. Pero lo consulto y luego os lo digo.

sábado, 9 de abril de 2011

Macarthismo de izquierdas

La izquierda siempre deploró la "histeria anticomunista" del macarthismo, pese a la diferencia esencial entre la "caza de brujas" de los años cincuenta y la del siglo XVII. Mientras que nadie ha probado la intervención del diablo ni que se pueda volar en escoba, debe admitirse que los indicios de la amenaza soviética eran algo más sólidos. Pero eso no quita que el clima de listas negras y delaciones en que degeneró la actuación del senador McCarthy fuera poco compatible con una sociedad libre.

Irónicamente, hoy quien se entrega con más entusiasmo al macarthismo es... la izquierda. Basta con que alguien cuestione alguno de los sacrosantos dogmas de la corrección política imperante, sobre cuestiones de género, inmigración, la guerra civil o el cambio climático, para que la caza del "machista", el "racista", el "franquista" o el "ecocida" se revele como el segundo deporte nacional.

Las reacciones de piadosa indignación ante el artículo de Salvador Sostres sobre el hombre que estranguló a su mujer embarazada son un ejemplo de manual. (Véase mi entrada anterior para un intento de análisis racional.) Nadie se ha molestado en argumentar contra las opiniones del autor. El veredicto automático ha sido culpable, en concreto del delito de "apología de la violencia de género", por el que al menos una organización ya ha anunciado que piensa llevarlo a juicio. El Periódico se ha referido al artículo como "criminal alegato". Público habla de "exabrupto machista". El País dedicó ayer dos páginas no solo a atacar a Sostres, sino incluso a especular sobre un siniestro contubernio "negacionista" (sic) de "rearme del machismo". El diario advierte, en tono inquisitorial, que "la negación de la violencia de género se abre paso en sectores de opinión".

Uno de los blogs de El País bordea incluso la calumnia, al acusar a Sostres no solo de justificar la violencia de género, sino incluso de animarla, sin por supuesto indicarnos en qué frase del artículo se basa para acusación tan grave. Como en los procesos de fanatismo colectivo, tantas veces descritos, se empieza por suposiciones infundadas e inexactitudes enunciadas con ligereza, y se puede terminar con alguien afirmando que ha visto a Sostres arrastrando el cadáver de una mujer, al final de un reguero de sangre.

A diferencia de lo que ocurrió con el macarthismo en Estados Unidos, que duró poco debido al rechazo que produjo entre los defensores de los derechos civiles, la "caza de brujas" izquierdista apenas encuentra resistencia. El pánico a verse relacionado con opiniones "extremistas", siempre que sean consideradas de derechas, es generalizado. El director de El Mundo, pese a asegurar que no le gustan "las hogueras", se apresuró a retirar de internet el artículo de Sostres y a pedir disculpas. No sea que se le chamuscaran los tirantes. Por cierto, el mejor artículo que he leído hasta ahora sobre la polémica se titula "Herejes a la hoguera". Léanlo; es un oasis de inteligencia y sensibilidad entre tanta brocha gorda.

jueves, 7 de abril de 2011

Estoy con Salvador Sostres [con actualizaciones]

Me acabo de enterar, por Libertad Digital, de que Pedro J. Ramírez ha retirado el post de ayer, 6 de abril, de Salvador Sostres, titulado "Un chico normal". La medida es completamente inútil porque el artículo ya ha salido en la edición impresa de El Mundo, y además puede consultarse en la versión en caché. Pero además de ridícula, la medida me parece indefendible.

Salvador Sostres es fiel al lema de su blog: "Escribir es meterse en problemas". Salta a la vista que no le gusta el camino trillado, la opinión fácil, que le resbala lo que piensen de él. Sostres prefiere enfrentarse a la hipócrita sabiduría convencional, desenmascarar sus inconsistencias, decir en voz alta lo que nadie se atreve. Por ello, sigo pensando lo que dije hace poco, que será un independentista tocapelotas, sí, pero también uno de los mejores columnistas actuales, independientemente de que estemos o no de acuerdo con sus opiniones.

Centrándonos en el artículo de la última polémica. ¿Qué dice en él que haya llevado a Pedro J. a retirarlo? El artículo trata de un suceso truculento, que conocíamos anteayer. Un joven rumano había estrangulado a su mujer embarazada, y había mostrado el cadáver mediante una webcam a su padre. Este fue quien alertó a la policía sobre el crimen que había cometido su propio hijo. Lo primero que uno piensa, al conocer hechos de tal naturaleza es que se trata del acto de un perturbado. Pero Sostres llama la atención sobre el posible móvil, del que las primeras informaciones nada decían. Y es que la víctima al parecer le acababa de hacer saber al asesino que quería abandonarlo, y que el niño que esperaba no era suyo. Esto le lleva al escritor catalán a reflexionar sobre cómo habríamos reaccionado cada uno de nosotros, y sin justificar lo más mínimo el asesinato, concluye que su autor no era ningún monstruo, sino "un chico normal". Lo cual, insiste Sostres, no obsta para que reciba el castigo que se merece.

¿Qué hay de malo en la opinión de Sostres, la compartamos o no? No defiende en absoluto al asesino, sino que dice algo tan incómodo como que no es tan distinto de nosotros. Esto es, al parecer, lo que muchos no han podido soportar. Los que matan mujeres tienen que ser machistas y misóginos, y es políticamente incorrecto decir que podría tratarse de un crimen pasional. Eso ya no se estila, ahora cualquier delito cometido contra una mujer por un hombre tiene que encajar por narices en el guión preestablecido por la ideología de género, que todo lo explica en términos de la "secular opresión patriarcal". De ahí el gesto acomplejado de Pedro J. de retirar el texto.

Sólo hay una cosa en la que no estoy de acuerdo con Sostres. Es cuando dice que la cruda confesión de infidelidad de la muchacha es también una forma de violencia, aunque no física. Ahí patina Sostres, porque si empezamos a definir como violencia todo aquello que solo lo es en sentido figurado, abrimos la puerta a la justificación incluso del terrorismo, como cuando Arzalluz hablaba de la "Brunete mediática", comparando las palabras con la artillería.

Dejando de lado esta cuestión semántica, no veo que haya nada moralmente repulsivo en lo que dice Salvador Sostres. También Hannah Arendt sostuvo que Adolf Eichmann no era un monstruo, sino una persona "normal", un funcionario como tantos que durante el Tercer Reich creyeron que era su deber cumplir órdenes jerárquicas sin cuestionarse su moralidad. Evidentemente, Arendt no pretendía exculpar a Eichmann, simplemente quiso hacernos reflexionar sobre "la banalidad del mal".

Lo que sugiere Sostres es otro debate. Se trata de si el mal es de origen cultural, en cuyo caso sería lícito ceder a ingenieros sociales el poder de extirparlo mediante el adoctrinamiento; o bien si el mal es algo inherente a la naturaleza humana, como enseña la tradición judeocristiana, y por tanto será poca toda desconfianza hacia las pretensiones del poder político de crear el "hombre nuevo". Yo, como Sostres, pienso lo segundo. Y pienso también que el asesino rumano, a cumplir toda la condena que le caiga, nada de "reinsertarlo" a los ocho años, como defenderán los partidarios del origen cultural del mal y la "reeducación". Que sin duda también se han sofocado con el artículo de Sostres.

[ACTUALIZACIÓN: El sindicato CC.OO. denunciará por "apología de la violencia de género" a Sostres. Estamos llegando a unos niveles de cretinez que dan miedo.]

[ACTUALIZACIÓN II: Acaba de ser eliminada también la versión caché. He redirigido el link a una página web que ya lo había transcrito. Si esta se borra, tuve la precaución de copiarlo antes; si es necesario lo transcribiré en mi blog, salvo que el propio autor me pidiera que no lo hiciese, claro.]

Por qué pasa lo que pasa

Nueva forma de drogarse de algunos adolescentes europeos y estadounidenses: Un tampón empapado de vodka, por vía vaginal o rectal. Por el texto de la información, no queda claro si realmente produce los efectos de embriaguez que pretende, pero al menos eso es lo que creen quienes practican el slimming, que así llaman a esta práctica, originada al parecer para evitar que el aliento a alcohol los delate a padres o autoridades.

Ante noticias como esta, uno no puede evitar preguntarse, una vez más, por las causas de esta desesperación nihilista de una cierta juventud, de esta ansia de degradación que la lleva a buscar la intoxicación etílica, o del tipo que sea, por los métodos más expeditivos.

En este punto se suele responder con el repertorio de banalidades habituales: Que si una sociedad "consumista", "sin salidas", que si la "falta de valores", etc. Pero muchas personas disfrutan con sensatez de la sociedad consumista sin participar de botellones ni otras formas de autodestrucción al contado o a plazos. Y las perspectivas de la juventud, al menos en el mundo desarrollado, dependen en gran parte de ella misma, si sabe aprovechar las variadas posibilidades de formación que se le ofrecen, al menos en comparación con Burundi.

La "falta de valores" está más cerca de la verdad, pero suele quedarse en una perezosa vaguedad. ¿De qué valores hablamos? Si el único valor común que preconizamos es el de perseguir la propia felicidad sin ningún tipo de trabas, con la única salvedad de respetar los derechos de los demás, el drogadicto no hace necesariamente nada que conculque este principio, salvo cuando su conducta escapa a su control, y ya suele ser demasiado tarde para darle meros consejos. ¿Qué sentido de la vida se les enseña a los jóvenes, a veces explícitamente, en asignaturas como Educación para la Ciudadanía o Educación Sexual? Que la felicidad, definida como un suceso físico-químico en las sinapsis neuronales, es el objetivo supremo. Luego podremos añadir las llamadas de rigor a las virtudes cívicas, pero si estas no se justifican más que por el "buen rollo", la juventud las reconoce como una reminiscencia superflua, aunque pasteurizada hasta la insipidez, del viejo orden judeocristiano; ese que profesores, libros de texto y no digamos la televisión no se cansan de desprestigiar.

Los medios de comunicación y los pedagogos buscan al culpable en un mundo "mercantilizado", "competitivo", en la "precariedad laboral" y bla bla bla. Pero en realidad lo tienen mucho más cerca: Son ellos, con sus estúpidas ideas "progresistas" (!), quienes han contribuido con denuedo al deterioro del panorama educativo, quienes han trivializado y desencantado los valores de que tanto hablan. Sin referencias profundas, una parte de la humanidad juvenil se ve privada de la mera noción de algo noble o trascendente. Pretenden hacerle creer que eso no es necesario para la vida, e incluso que es inconveniente (les alertan contra el "fanatismo", las ideas "retrógradas"), que basta con ser solidario, tolerante, poner el aire acondicionado a 26º y cumplir las ordenanzas municipales. Y no te olvides de llevar siempre condón. Una ética de mínimos para la unión mística entre el hombre y el Ayuntamiento, que a nadie debería sorprender que incluso siendo tan leve (o precisamente por ello) invite a ser transgredida.

miércoles, 6 de abril de 2011

Matemáticas y sentido común

Vía Almendrera, llego a un artículo de El País sobre el analfabetismo matemático, también conocido como "anumerismo". Como señala el texto, la ignorancia numérica nos hace más vulnerables a la manipulación. Pero llama la atención que la mayoría de ejemplos elegidos sean o bien triviales, o bien sin trascendencia práctica. ¿Es que no se les ocurren otros más pertinentes? El único que quizás tenga cierto interés ilustrativo es el que se refiere a la medida de reducir la velocidad máxima a 110 km/h. El ahorro de combustible, como señalaron enseguida varios comentaristas, es cuatro o cinco veces inferior al estimado por el gobierno. Pero para calcular esto no basta con "saber de números", se precisan nociones de mecánica, estadísticas de transporte, y si me apuran, de termodinámica. De hecho, la más elemental experiencia aconseja poner entre paréntesis casi todas las cifras que aducen los gobiernos, aunque no siempre estemos en condiciones de proponer otras más exactas.

Decir que jugar a la lotería es una estupidez, desde el punto de vista de las probabilidades, no disuadirá nunca a la gente de que juegue. Todo el mundo sabe que es muy difícil que le toque, pero el mero hecho de imaginarlo durante unos días compensa emocionalmente, para muchos, el precio de un número, o de una apuesta. Así que esas afirmaciones de que un ser racional no jugaría a la lotería, no dejan de ser ejercicios de abstracción alejados del mundo real. Por este razonamiento, tampoco valdría la pena votar, dado que la repercusión de un voto individual, en unas elecciones generales, es matemáticamente irrisoria. Y ejemplos como la probabilidad de que dos personas cumplan años el mismo día, en una reunión de x personas, no van más allá del mero entretenimiento.

En lugar de todo ello, sería más interesante reflexionar sobre la influencia del déficit formativo en matemáticas, o en otras ciencias, que se puede detectar en asuntos mucho más trascendentes. Por ejemplo, en embriología. Que una ministra diga que un feto no es un ser humano, eso sí que es analfabetismo funcional. O en ecología. Que algunos medios muestren su preocupación por las 11.500 toneladas de agua radiactiva arrojadas al mar por los responsables de Fukushima, y nos pretendan ilustrar sobre los peligros para la "cadena trófica"... ¿Saben cuántas toneladas de agua contienen los océanos? Yo no lo sabía, pero me he informado: 1,3 trillones. Esto significa que el agua radiactiva de Fukushima supone menos de una cien billonésima parte (aquí, un buen ejemplo de la importancia de saber dividir). Si usted no vive en Japón ¿de verdad cree que tiene muchas razones para inquietarse?

Pero es en economía donde la irracionalidad y la superstición campan a sus anchas. No hay día que, en algún foro, algún conciencia universal diga aquello tan bonito de que la riqueza del mundo está mal repartida, y que hoy no se justifica que nadie viva en la pobreza. Bien, hagamos un sencillo cálculo. ¿Cuánta riqueza se produjo en el mundo el año pasado? Aproximadamente, unos 60 billones de dólares. Pues bien, si simplemente los repartiéramos entre los habitantes del planeta, como toscamente sugieren esas almas bellas, tocarían 8.800 y pico dólares a cada uno de nosotros. ¿Remediaría eso la miseria en el mundo? Hombre, depende de cómo definamos la miseria, y por cuánto tiempo. En un país desarrollado, esa cantidad sólo serviría para vivir como un mileurista poco más de seis meses. En Kazajistán, quizá nos permitiría comer dos años, aunque llevando una vida mucho más modesta. Y pasados esos dos años ¿qué? Porque si repartes todo el pastel entre los 6.800 millones de habitantes del planeta, no está claro quién y cómo producirá el pastel del año que viene.

Efectivamente, las matemáticas son muy necesarias. Pero un poco de sentido común, ya haría milagros.

martes, 5 de abril de 2011

Las causas del paro

Según los datos del Ministerio de Trabajo, el mes de marzo ha habido 34.406 parados más. Lo grave de esta cifra es que hay que sumarla a los más de 2 millones de empleos que se han destruido desde marzo de 2004, cuando todavía gobernaba el PP. Esto no tiene atenuante alguno; se mire por donde se mire, es un desastre.

¿Por qué nos encontramos en esta situación? Una persona partidaria del gobierno dirá, evidentemente, que todo es consecuencia de una crisis económica internacional, de la cual Zapatero no tiene la culpa. Se le podrá acusar, como mucho, de no haber reconocido a tiempo su impacto en España, pero no de todos y cada uno de los dos millones de empleos que se han destruido. De hecho, en los primeros dos o tres años de su gobierno, la inercia de incremento de empleo neto, generada durante las legislaturas de Aznar, se mantuvo. Por eso hace poco Zapatero presumía de que bajo su mandato se produjo el porcentaje de paro más bajo de la democracia, dato innegablemente cierto.

En realidad, algunos partidarios del PSOE van todavía más lejos, y culpan de la crisis económica a los propios gobiernos de Aznar, que contribuyeron alegremente a la formación de la burbuja inmobiliaria. La "cultura del ladrillo", la llaman los cursis que creen que queda fino hablar de "la cultura de" cualquier cosa. Sin embargo, esta teoría tiene un no sé qué de retorcido que los propios que la defienden no se la puedan creer de verdad. Porque Aznar heredó de González un país con el 22 % de paro, y lo dejó en el 11 %. Hoy vuelve a estar en el 20 %, y creciendo. Si en vez de gobernar el PP entre 1996 y 2004, hubiera seguido haciéndolo el PSOE, y el paro se hubiese reducido a la mitad, a Felipe González lo hubieran propuesto para el premio Nobel de economía y se habría hablado del "milagro económico español" hasta la saciedad. Y no se hubiera solicitado su canonización al Vaticano por aquello del tic anticlerical del PSOE, que si no, también.

Sin embargo, tienen su parte de razón quienes aducen que no toda la culpa la tiene Zapatero. La causa del paro en España, en realidad la sabe todo el mundo, aunque a veces un extranjero, con la perspectiva que da la distancia, sea el único capaz de resumirla en seis llanas palabras. Fueron las que ha pronunciado el presidente de IKEA en una entrevista concedida a ABC: "Todo va muy lento en España". Efectivamente, en nuestro país, el temerario que se decide a abrir una empresa, se va a ver inmerso en una extenuante carrera de obstáculos burocráticos, con sus correspondientes tasas y dilaciones, impuesta por las administraciones local, autonómica y central, como no existe en ningún país desarrollado, ni en muchos subdesarrollados.

Un pequeño empresario, con el que hablé hace pocos días, me contaba sus desvelos por haberse trasladado de local; ni siquiera se trataba de una nueva sociedad o una ampliación. Por poner solo un ejemplo, el proyecto que debía ir firmado obligatoriamente por un arquitecto (por cierto, los colegios profesionales: otras sanguijuelas que viven de la hiperregulación), para un local que tendrá 50 m2, o quizás menos, dedicado a la reparación de ordenadores, le costaba 2000 €. Todo para decir dónde hay que colocar un extintor o un escaloncito, porque no había que hacer apenas ninguna reforma, y se limitaba prácticamente a copiar el proyecto antiguo.

A ello añadamos la legislación laboral, con unos convenios colectivos que impiden a empresarios y trabajadores pactar libremente sus condiciones contractuales, monopolizando esa facultad unos sindicatos que solo representan a una minoría de trabajadores. Muchos de ellos funcionarios para más inri; es decir, privilegiados con gran capacidad de presión, porque sus sueldos e incluso puestos de trabajo no dependen del mercado, sino de decisiones políticas arbitrarias.

Resumiendo, montar una empresa en España sale carísimo. El presidente de IKEA lo ha expresado en factor tiempo, pero el tiempo evidentemente es dinero. Y si solo fueran los retrasos... ¿Cómo se puede pretender que las empresas creen más empleo, si se las castiga todo lo posible y se disuade probablemente a miles de personas de que creen una?

Dicho esto, es evidente que las reformas necesarias para cambiar esta situación, muy difícilmente las podrá acometer un partido como el PSOE. La izquierda está lastrada por su ideología estatista, que considera al empresario como un ser sospechoso al que hay que intentar hacerle la vida imposible, y al Estado como garante de la redistribución de la miseria resultante. Zapatero no tendrá toda la culpa de los dos millones de parados netos creados bajo su mandato, pero sí una gran parte, y desde luego es el mayor obstáculo para poder plantearnos seriamente un cambio profundo de la situación.

Las preguntas que quedan son obvias. ¿Será el PP, cuando gobierne, capaz de coger el toro por los cuernos? ¿Se enfrentará a sindicatos, funcionarios, autonomías y municipios para reformar por completo unas estructuras parasitarias, y que de una vez por todas este país se oriente hacia la economía productiva? ¿Avanzaremos por la senda de la libertad económica, o la mentalidad populista seguirá imperando, para que continuemos tirando gracias al turismo y a la picaresca nacional?

No tenemos muchas alternativas. Habrá que darle a Mariano Rajoy un voto de confianza, en 2012 o cuando sean las elecciones generales. Veremos lo que hará con él. De momento, cuenta con el precedente favorable de su predecesor, José María Aznar. El problema es que las tímidas medidas que impulsó este, pese al éxito espectacular que entonces tuvieron, hoy ya no serían suficientes.

viernes, 1 de abril de 2011

Tiempo de faisanes

Zeit des Fasans (El tiempo de los faisanes) es una novela del escritor suizo Otto F. Walter, publicada en 1988, de la cual existe traducción al inglés, Time of the Pheasant. El libro bucea en la incómoda cuestión del colaboracionismo con los nazis en Suiza. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con lo que evoca la palabra faisán en la España actual. Aquí se trata de colaboracionismo con ETA y de un bar llamado "Faisán", donde ocurrieron cosas que el gobierno socialista trata de ocultar.

Posiblemente todos los gobiernos del mundo se saltan las leyes. Para eso existen los servicios secretos. En el caso de los países democráticos, se plantean espinosas cuestiones morales. ¿Hasta dónde es lícito que un Estado realice actividades ilegales a fin de preservar la seguridad y las libertades? ¿No existirá el riesgo de que por esta vía se ponga en peligro precisamente aquello que se dice defender? En la práctica sabemos que este tipo de acciones son muchas veces el mal menor. No parece, por ejemplo, que Israel, la única democracia de Oriente Medio, hubiera podido sobrevivir sin las operaciones de inteligencia del Mosad.

Pero una cosa es que un gobierno luche contra los terroristas con los métodos más contundentes, y hasta despiadados, y otra muy distinta que negocie con ellos, filtrándoles información sobre los movimientos de la policía, o cambiando a un fiscal que les resultaba incómodo. Si las fuerzas de seguridad matan a un terrorista, podrá discutirse, según las circunstancias, sobre la legalidad de este acto, pero está claro que el gobierno cumple con su obligación esencial, que es la protección de los derechos individuales contra aquellos que los violan. En cambio, cuando por las razones tácticas que se quiera, el gobierno favorece a delincuentes o lesiona los derechos de ciudadanos inocentes, se convierte en sospechoso de tener sus propios fines, ajenos a la sociedad. Claramente ha cruzado el límite moral (no meramente legal) más allá del cual ya no podemos confiar en su peculiar manera de "protegernos".

Se preguntarán por qué la novela de Otto F. Walter se titulaba El tiempo de los faisanes. La verdad es que no tengo ni idea, porque no la he leído. Pero con la historia del PSOE sucede algo parecido: mucha gente parece que no se la ha leído.