sábado, 22 de noviembre de 2008

Furiosos de la higiene

Un juzgado ha ordenado retirar todos los crucifijos y símbolos religiosos de un colegio de Valladolid. Según la sentencia, la presencia de esos símbolos conculca derechos fundamentales.
Ahora bien, acudiendo a la Constitución, leemos lo siguiente:

Art.º 14:
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión
(..)

Art.º 16:
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto (...)
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española (...)

¿Cuál de estos principios es vulnerado por la mera presencia de un crucifijo en un aula? Los alumnos que no profesan la religión cristiana no reciben ningún trato diferenciado del resto. Nadie limita su libertad religiosa o ideológica, ni les obliga a manifestarla u ocultarla. En cuanto a 16.3, se trata a todas luces de un mandato contradictorio, según uno se acoja a una u otra de las dos frases separadas por un punto y seguido. Pero en estos casos dudosos, una elemental norma de prudencia es dejar las cosas como están.

Sin embargo, lo que me ha llamado más la atención de esta noticia son las declaraciones del portavoz de la asociación laicista promotora del proceso judicial, que ha hablado de "libertad de conciencia" y de "higiene democratica". Sobre lo primero, acabo de decir lo que pienso, que no veo por ningún lado que sea eso lo que está en juego. La "higiene" merece un comentario aparte.

Por supuesto, aquellos que acostumbran a hablar de higiene democrática, higiene intelectual y por el estilo, de una manera subrepticia y maliciosa están sugiriendo que quienes discrepan de ellos no son personas aseadas. Las metáforas no son nunca inocentes. Pero pasemos esto por alto, porque no es lo esencial del asunto.

Hablar de higiene en el contexto del debate ideológico es una forma de apelar al progreso, pero en la idea más rudimentaria y más burda que pudieran tener de él aquellos iluminados sectarios y bárbaros del siglo XIX, y principios del XX, aquellos vegetarianos, anarquistas, naturistas... Personajes como Ferrer Guardia, llenos de un odio primitivo hacia lo religioso y en general hacia aquella parte de la cultura occidental que no comprendían -que era prácticamente toda. Cuando alguien me habla de higiene, pienso invariablemente en aquellos pobres hombres que en su atrevida ignorancia pretendían refundar la civilización condenando al fuego purificador (profiláctico) casi todo lo existente. Desconfíen de los apóstoles de la higiene.