El escritor mediático Toni Soler, entrevistado en TV3 por Albert Om (sí, el mismo que le reía la gracia a Rubianes cuando se cagaba en la puta España) ha reconocido que en Cataluña existe un conflicto lingüístico. Tampoco es que le parezca algo excesivamente preocupante, mientras los suyos lleven las de ganar.
Los ejemplos que pone son dignos de nota. Hay quien desea dar a sus hijos educación en lengua castellana, y hay quien desea ser entendido cuando pide un tallat en un bar. Aparte del revelador contraste entre la importancia de una cosa y otra, existe una esencial diferencia entre ambas. Si no te gusta un bar en el que no saben lo que es un cafè amb llet, siempre puedes elegir otro. Precisamente lo que no se les permite a los padres que desean ver educados a sus hijos en su lengua materna.
Toni Soler no se aparta en el fondo lo más mínimo del guión nacionalista. Si el castellano es discriminado en Cataluña es porque así lo han decidido los ciudadanos democráticamente. Evidentemente, con esta concepción de la democracia cualquier conculcación de derechos sería válida, mientras cuente con el respaldo de una mayoría suficiente. La cuestión no es quién tiene la razón, sino quién tiene el poder. O si se me permite decirlo en tono lapidario: Tener el poder es tener la razón.
Así según la particular epistemología de Soler, es lícito cerrar las emisoras de COPE Gerona y COPE Lérida porque la línea editorial de la cadena no es admisible. Para él está claro quién tiene la razón.
P. S.: Justo antes de publicar esta entrada he leído la de Carmelo Jordá.