Santiago Carrillo, entrevistado en la televisión catalana, ha dicho que algunos jóvenes no saben quién era Franco. No lo discuto, son las secuelas de la educación progresista que llevan sufriendo las últimas generaciones.
Curiosamente, el Sr. Carrillo sigue negando su responsabilidad (ampliamente documentada) en las matanzas de Paracuellos, sin explicarles a los jóvenes en qué consistió aquel episodio histórico de la Guerra Civil. Al mismo tiempo, por si acaso, reconoce haber pasado por la "enfermedad infantil del izquierdismo" (expresión leninista que revela que no se ha curado del todo) y que ya pagó con sus cuarenta años de exilio en Francia. Exilio, hay que reconocerlo, no tan confortable como la estancia en prisión de los terroristas de ETA, a pesar de que estos se empeñan incomprensiblemente en preferir la vida regalada de la campiña gala a las cárceles españolas.
Hay que explicarles a los jóvenes quién fue Franco, ciertamente. Pero para que tengan una comprensión cabal del tema, también deben saber lo que ocurrió en Paracuellos. De lo contrario, lo que desde luego no entenderán nunca es lo que significó que tras la muerte del dictador, un ex ministro franquista presentara al dirigente comunista Santiago Carrillo en sociedad. No tendrán ni idea de lo que fue la Transición ni del significado de la reconciliación. Pensarán, en suma, como Zapatero, pero eso sí, por pura ignorancia, no por ninguna obsesión ideológica enfermiza.