- Que Israel es culpable de un genocidio contra el pueblo palestino comparable al que sufrieron los judíos a manos de los nazis;
- que el Estado judío no es democrático, sino una teocracia prácticamente igual a la de sus vecinos árabes;
- que el apoyo de Estados Unidos a Israel obedece a la ambición de controlar los recursos petrolíferos de Oriente Medio;
- que Israel, resumiendo, es un Estado racista, genocida, militarista, teocrático y terrorista (creo que no me dejo nada).
Ante disparates de este calibre caben dos respuestas posibles: No tomárnoslos en serio, o bien rebatirlos, pese a que pueda parecer ocioso. Si bien lo que me tienta es lo primero, he optado por lo segundo.
No sé qué medios de comunicación frecuenta Galeote para asegurar que predomina la opinión favorable a Israel. Al menos en el caso de España, yo observo todo lo contrario. Los palestinos, bajo el pretexto de que son los débiles, despiertan simpatías automáticas, las imágenes de televisión nos muestran sus entierros multitudinarios con mucha mayor frecuencia que los de los judíos, y las declaraciones pacifistas del estilo "la violencia no es la solución", que rara vez se escuchan como reacción a un atentado terrorista palestino, se multiplican cuando se trata de una acción militar israelí.
Y ¿qué decir del cuestionamiento del sistema democrático de Israel? Me gustaría simplemente saber en cuántos países árabes el jefe del Estado puede ser obligado a renunciar y procesado por acoso sexual, como le ha ocurrido al ex presidente Moshe Katzav. Bueno, me conformaría con saber en cuántos no sería inmediatamente encarcelado el periodista que se atreviera a divulgar hechos mucho menos graves acerca de la máxima institución.
Tampoco me detendré en la peregrina teoría conspiratoria del petróleo. Sinceramente, no consigo entender de qué manera un país cuyo territorio es inferior al de la Comunidad Valenciana y que carece de petróleo, puede ser el instrumento para arrebatar el control de esta materia prima a los árabes. ¿No bastaría con la tradicional alianza entre USA y Arabia Saudita, anterior a la fundación del Estado de Israel?
Lo que sobrepasa toda medida es la comparación entre un supuesto genocidio palestino y el Holocausto. Genocida es uno de los adjetivos favoritos de la izquierda. No se priva de aplicarlo lo mismo a Franco que a Bush (¡incluso a Aznar, por hacerse una foto!) En cambio suele ser mucho más delicada en su valoración de regímenes como los de Stalin o Mao, de los que sí puede decirse con propiedad que promovieron el exterminio deliberado y sistemático de colectivos enteros.
El uso del término genocidio por parte de la izquierda está claro que carece del menor rigor intelectual; es pura propaganda. Pero la equiparación del Holocausto con la represión del terrorismo palestino cae de lleno en la más grosera y miserable de las manipulaciones, aunque sólo fuera por razones cuantitativas. Peor que eso: Supone ni más ni menos trivializar el que fue probablemente el mayor crimen de la historia, ya no sólo por sus dimensiones, sino por su carácter premeditado y planificado. Recordemos sobre todo que ello sólo fue posible mediante la popularización previa de una ideología que convertía a determinadas personas en criaturas nocivas, cuya eliminación constituía un beneficio para la humanidad similar a la erradicación de las alimañas o los microorganismos infecciosos. Ahora bien, en ninguna escuela israelí se imparte nada remotamente parecido sobre los palestinos, mientras que curiosamente no podemos decir lo mismo acerca de lo que enseñan a los niños las escuelas y las televisiones de algunos países islámicos.
Nadie niega que desde 1948 e incluso antes, dentro del conflicto palestino-israelí se han cometido actos condenables por ambas partes. Pero cuando se recuerda la barbarie nazi para afirmar que "las víctimas se han convertido en verdugos", o una de dos, o se habla por hablar, estúpidamente, o se pretende sugerir que se está llevando a cabo un plan sistemático de exterminio del pueblo palestino. Y esto sí que sería una patraña digna de encuadrarse en la mejor tradición de la subliteratura antisemita desde Los Protocolos de los Sabios de Sión.
El único plan de exterminio del que tenemos noticia es el de Ahmadineyah, que ha repetido en diversas ocasiones su amenaza de borrar a Israel del mapa. ¿Tampoco podremos llamar antisemita al presidente de Irán?
Dudo que sea casual que el radical izquierdista Noam Chomsky haya sido acusado de connivencias con el negacionismo, o que Hugo Chávez estreche lazos con Irán y trate a Ahmadineyah como hermano. En todo caso, si la izquierda radical y populista no es antisemita, desde luego está trabajando en la misma dirección que los antisemitas. Lo único en que confío es que los judíos esta vez presentarán batalla y no se dejarán exterminar por el islamofascismo -o mejor dicho, el islamoizquierdismo.