sábado, 20 de junio de 2009

Federico Jiménez Losantos

Hace tres días días me he comprado un receptor de radio wifi por internet, que espero recibir pronto. El motivo, que Federico Jiménez Losantos a partir de setiembre ya no estará en la COPE, sino en esRadio, en el 99.1 de la FM madrileña, y quiero seguir escuchándolo a través de internet (vivo en Tarragona) mientras me afeito, ducho y desayuno, que luego uno no tiene tiempo. (Descarté la opción de instalarme unos altavoces conectados al ordenador en el cuarto de baño y en la cocina, porque me pareció más práctica una radio wifi que me pueda llevar de un sito a otro de la casa. Ya contaré la experiencia.)

Cuando tenía veintitantos años, una chica de mi pandilla, hija de guardia civil, nos contó con orgullo que su abuelo o su padre (no me acuerdo bien), del mismo pueblo de Jiménez Losantos, Orihuela del Tremedal, prácticamente lo había tenido en su regazo de niño. Se llamaba Valero. Recuerdo que la reacción de varios de nosotros fue de mofa. Considerábamos que Jiménez Losantos era un facha enemigo de Cataluña y bla bla bla.

Mi propio padre, por cierto, siempre fue un acérrimo seguidor de Federico. Pasaron los años, y como he contado otras veces, fui superando la izquierditis, aunque reconozco que tardé más en sustraerme al nacionalismo catalán ambiental. Por entonces descubrí Libertad Digital, y por este medio me enteré un día de que un autor del que había leído dos o tres excelentes libros, César Vidal, se encargaría del programa nocturno de la COPE. Así que empecé a escucharlo. Y al cabo de no mucho tiempo, de manera natural, empecé a sintonizar también esa emisora por las mañanas, es decir, me convertí en oyente de Jiménez Losantos. De hecho, si a César Vidal dejé de seguirlo, porque por las noches prefiero leer o navegar por internet (con “El gato al agua” de fondo en la tele; aunque cada vez también lo voy siguiendo menos), a FJL me he mantenido fiel, en parte porque es el horario que me va mejor, pero sobre todo porque es el comunicador con el cual más me identifico ideológicamente. (¡Exceptuando sus filias y fobias futbolísticas!).

Jiménez Losantos encaja bastante en el perfil del neoconservador, aunque el término me parece de dudosa utilidad fuera de Estados Unidos. Ha evolucionado desde la izquierda a posiciones liberal-conservadoras, es decir, la defensa del mercado libre y la propiedad privada, y de las raíces judeocristianas de nuestra civilización. De ahí también deriva en gran medida su idea de España, como nación clave en la formación de lo que conocemos como Occidente.

Al igual que los neocón estadounidenses, se opone al intervencionismo estatal, pero admite sin demasiados reparos la existencia de un sector público en la educación y la sanidad. Esto le lleva a mostrar un apoyo sostenido a la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ignorando las críticas de cierto liberalismo de torre de marfil. No sé si es exactamente lo que piensa Federico, pero esta flexibilidad en los principios liberales me parece admisible sólo desde un punto de vista táctico y gradualista, porque para mí lo ideal sería un Estado mínimo, reducido a la función estrictamente defensiva y jurídico-policial.


FJL se reconoce ateo, y no duda en cargar contra los “meapilas” desde la propia emisora de los obispos cuando lo cree conveniente, pero al mismo tiempo experimenta los mayores recelos ante quienes, como Rodríguez Zapatero, no se esfuerzan demasiado en disimular su odio hacia “Roma y la Cruz”. Es aquí donde me siento quizás más cercano a Jiménez Losantos, porque siendo también agnóstico, desde hace mucho me asquea la ingenua suficiencia y el simplismo adolescente de la mayor parte del ateísmo que hoy se manifiesta. (Quizás con la postura que me identifico aún más es con la que expresó elegantemente Andrés Amorós en una entrevista que le hizo Víctor Gago en Libertad Digital TV, cuando a la pregunta de si era creyente contestó: “Lo intento.”) En este aspecto, creo que Jiménez Losantos es el mayor divulgador del liberal-conservadurismo hayekiano en España, es decir, de la idea de que la libertad no puede sobrevivir sólo con burdos presupuestos "racionalistas", sin una tradición, unos valores morales y unos vínculos familiares y asociativos que permitan al individuo desarrollarse autónomamente desde la infancia, eludiendo la dependencia del Estado.

Pero quizás el rasgo ideológico más definitorio de Jiménez Losantos es su crítica rotunda del nacionalismo, especialmente el catalán. Como catalán que soy, reconozco que al principio fue lo que más me dificultó acercarme a él. Pero por caminos propios he llegado a las mismas conclusiones. Aquí sobre todo creo que ha sido determinante la singular influencia de mi padre, catalán de pies a cabeza (hijo de inmigrantes murcianos perfectamente integrados en Barcelona), casado con una arbequina -mi madre-, defensor siempre del idioma catalán, preocupado por que sus hijos lo habláramos con corrección y admirador de Josep Pla, al que conoció... Y al mismo tiempo, como recuerdo desde que tengo uso de razón, un enemigo implacable del provincianismo nacionalista y toda su parafernalia kulturkampf.

Por último, no podemos olvidar el papel crucial de Jiménez Losantos en la denuncia del golpe de Estado del 11-M y de la manipulación policial y judicial de la investigación de aquellos atentados, que es todo una y la misma cosa. Es ahí donde se demuestra el liberalismo, en la lucha sin cuartel contra la arbitrariedad y el abuso del poder, no simplemente en la defensa, con ser importante, de un mero programa económico. Porque el liberalismo es por encima de todo la desconfianza hacia el poder político, y no meramente la idea de que la libertad es útil para hacer crecer la renta per cápita, cosa evidente pero que a fin de cuentas se deduce de lo esencial, de un análisis solvente de las consecuencias del despotismo.

Se acercan tiempos decisivos. Con un gobierno que está usando la crisis económica para imponer más socialismo, en lo económico y en lo cultural, y una oposición que ha renunciado a su función de tal, para limitarse a heredar el poder, la salida de Jiménez Losantos de la COPE (sin que sepamos cuánto tiempo le llevará volver a tener una audiencia nacional) es un grave contratiempo para todo aquel que crea en la libertad y en España. Pero por ahora, hay que resistir, e Internet sigue siendo la trinchera más providencial que nunca podíamos haber imaginado.