Sé que más de uno pensará con sorna: “¡qué notición!”. Pero me explico. Resulta que siento franca simpatía por el político holandés Geert Wilders y su Partido por la Libertad. Ahora bien, con motivo de sus excelentes resultados en las elecciones europeas (en Holanda la jornada electoral fue ayer), con casi total unanimidad la prensa española impresa ha calificado al mencionado partido y a su líder como “ultraderecha”.
Curiosamente, la excepción es El País, único rotativo nacional que, al menos en la edición digital, no emplea los términos “ultraderecha” o “extrema derecha”, sino la expresión “derecha populista”, mucho menos criminalizadora, pese a que sigue estando lejos de ser objetiva. (Será que reservan lo otro para Aznar, no lo sé.)
El Mundo, ABC, La Razón, La Vanguardia… Todos los medios supuestamente conservadores (perdón si les ofendo con tan grave acusación) se suman con entusiasmo a señalar con el dedo al hereje que se ha atrevido a denunciar la islamización de Holanda y Europa, con la amenaza que ello supone para los derechos individuales de hombres, mujeres, homosexuales y prácticamente todo quisque, llegando a calificar El Corán como un libro fascista. De sus titulares y encabezamientos se deduce, pues, que quienes compartimos estas posiciones, somos de extrema derecha.
Bueno, la verdad, es que uno ya andaba acostumbrado a que le llamen facha y de todo, o sea que no me siento muy preocupado. O mejor dicho, me siento preocupado, pero no por mí, sino por esta Europa dormida de la que habla Bruce Bawer, al que me referí con admiración en la primera entrada que publiqué en este blog. Si decir hoy la verdad es ser facha, vamos muy mal. Aunque esto tampoco es que sea ningún notición.