Los defensores del aborto lo plantean como un derecho de la mujer, es decir, como una libertad más, y niegan en cambio al no nacido el carácter de persona humana, o lo que es lo mismo, su derecho a la vida. Los provida, por su parte, defienden exactamente lo contrario, no existe ningún derecho al aborto; el único derecho a considerar aquí es el del embrión o feto a vivir.
Ahora bien, científicamente es insostenible afirmar que la vida humana empieza en algún momento distinto de la fecundación. Esto significa que no se puede negar el derecho a la vida del no nacido, y que los abortistas adoptan una posición intelectualmente suicida cuando niegan un hecho que el progreso de la medicina, el perfeccionamiento de las técnicas ecográficas, las mayores posibilidades de supervivencia de los bebés prematuros, etc, hacen cada vez más difícil ignorar.
Sin embargo, aún podría quedarles aparentemente una salida a los proabrotistas. Podrían decir, bien, de acuerdo, reconocemos el derecho a la vida del no nacido, pero el problema es que ese derecho entra a veces en conflicto con otros. Por ejemplo, en el caso en el que el embarazo pone en riesgo la vida de la madre. Generalizando esta argumentación, podrían incluso decir que el derecho a la vida de un embrión o un feto entra en conflicto con el derecho de la madre a "decidir su maternidad", y que debemos elegir cuál de los dos prevalece.
En otras ocasiones ya he señalado cómo los derechos espurios (por ejemplo el derecho a la vivienda) sólo sirven para violar los verdaderos derechos individuales (por ejemplo el derecho de propiedad). Sin embargo, aquí nos las habemos con un derecho estrictamente individual, y perfectamente alcanzable con solo que el Estado no intervenga (características de los derechos clásicos), como es el derecho de la mujer a no tener un hijo. ¿Debemos aceptar el problema en estos términos y entrar en la discusión de si debe prevalecer el derecho a la vida del nasciturus o la libertad de la madre?
En realidad, este planteamiento se basa en una falsa suposición, la de que la libertad de la madre de tener hijos y el derecho a la vida del nasciturus pueden entrar en conflicto. No pueden hacerlo, porque para no tener hijos basta con no tener relaciones sexuales, y que así el nasciturus no llegue siquiera a existir. Podrá parecer una broma, pero no lo es en absoluto. Aquí la cuestión de si esta opción es realista o no, nada tiene que ver, porque no estamos hablando de psicología, sino de ética. O dicho de otra manera, los proabortistas no están defendiendo la libertad de la madre de tener hijos, sino la total irresponsabilidad respecto a los actos propios. De hecho, esta es exactamente la razón por la cual la izquierda ha tomado partido por los proabortistas, porque coincide con su mensaje genérico de externalización de la responsabilidad, por utilizar la expresión de David Schmidtz, es decir, el favorecimiento de un tipo humano cada vez más incapaz de valerse por sí mismo (lo que implica hacerse cargo de los propios errores) y por tanto dependiente del Estado.
Sólo se me ocurre una objeción a estas consideraciones. ¿Qué pasa cuando una mujer queda embarazada a consecuencia de una violación? En este caso, ya no podemos apelar obviamente a su responsabilidad. ¿Sería este un caso en el que sí podría darse un conflicto entre la libertad de una mujer de tener o no descendencia y el derecho a la vida del embrión? Mi opinión es que sí, pero ello no altera en absoluto el razonamiento para los embarazos producto de relaciones sexuales consentidas, que son la gran mayoría.