Al escuchar a Alfonso Merlos en la COPE esta mañana que la Junta Islámica recomienda el voto progresista, mi primera reacción ha sido pensar: Gracias, muchas gracias, por mostrar a quien todavía dudara, a estas alturas, a qué partidos no hay que votar. Con amigos así, el PSOE e IU no necesitan enemigos.
Pero pensándolo mejor, que el lobby islámico en España recomiende, sin apenas disimulo, votar a Zapatero, no debería invitarnos a tomárnoslo en plan de coña. Porque lo que indica posiblemente es que esta gente nos tiene tomada la medida. El yijadismo desde siempre ha considerado España como Al-Ándalus, es decir, como un territorio del Islam que tarde o temprano deberá volver a estar bajo su dominio. Y sin embargo, mucha gente votó a ZP porque pensaba que la masacre del 11-M era consecuencia directa de nuestro apoyo a Estados Unidos en la guerra contra Saddam Hussein. Es decir, primero cree que si España se aleja del Gran Satán yanqui, los islamistas nos perdonarán la vida, y en segundo lugar está dispuesta a ceder a ese supuesto chantaje. Por supuesto, lo peor no es el fatal error de cálculo, sino la cobardía y la degradación moral que lo provocan.
Aunque sólo fuera por un egoísmo elemental, yo quiero estar del lado de la primera potencia democrática, industrial y militar del mundo ante cualquier eventualidad. Por eso la retirada de nuestras tropas de Iraq, que estaban allí apoyando a la incipiente democracia, además de una indignidad, fue una grave estupidez. No sólo no hemos conjurado el peligro del terrorismo islamista, sino que nos hemos distanciado del país que carga con el peso principal de la lucha contra él. Esperemos que un próximo cambio de gobierno revierta esta situación, y dé al traste con los deseos manifiestos de ese ominoso lobby musulmán en nuestro suelo.