Tranquilos, no he sido suplantado por ningún cracker de Pepiño. Ésa es una frase que he escuchado más de una vez a un empresario que conozco bien. Hay que decir que no se trata del típico espabilado que va de progre. Ni lo es ni finge serlo.
Cuando Pepe, lo llamaré así, se proclama socialista, su intención podría calificarse como aporética. Lo que quiere señalar es que él mantiene directamente a más de veinte familias y contribuye indirectamente a la prosperidad de muchas más, como cliente.
Dando fe de ello, mi reflexión es sencilla. Cúal no será el éxito propagandístico de la izquierda, si hasta un probo empresario, para tratar de explicar el bien que hace a la sociedad, no encuentra mejor término que socialista.
Por descontado, hay también cierta socarronería en las palabras de Pepe, supongo que el amable lector se lo ha imaginado. Pero si para todo el mundo con dos dedos de frente estuviera claro que el socialismo es el mayor destructor de empleo y de riqueza conocido, esa frase ni siquiera como chiste tendría sentido.
Cuando Pepe y otros como él digan, por el contrario, "yo soy capitalista, y a mucha honra", tendremos acaso una señal inequívoca de que empezamos a ganar la batalla de las palabras, de que la costra socialista se va resquebrajando. Porque creo que la broma ya ha durado más que suficiente.