Es un tema recurrente, lo sé, pero la enésima polémica generada por los temas de la eutanasia y la legalización de las drogas me lleva a escribir esta breve recapitulación de reflexiones anteriores. Aunque me temo que no será la última.
Ciertamente, la web que compartimos se llama Red Liberal: No Red Liberal-Conservadora ni Red Conservadora. Por tanto, podría parecer legítimo que su propietario adoptara un criterio restrictivo que excluyera a todos aquellos blogs que entendemos el liberalismo en un sentido que, en ocasiones, nos vemos obligados a precisar terminológicamente con el añadido "conservador", a fin de distanciarnos de posiciones que, presumiendo de encarnar el liberalismo más consecuente, no retroceden ante conclusiones que desafían al sentido común. Sin embargo, creo que sería más apropiado o útil denominar como libertarias a dichas posiciones, y mantener la denominación liberal para los demás, aun cuando podamos coincidir en muchas cosas.
El liberalismo no ha surgido de la mente de algunos filósofos que habrían iluminado a la humanidad sobre el camino a seguir. Algunas sociedades, por razones históricas harto complejas, han evolucionado hacia unos sistemas donde unos niveles comparativamente altos de libertad individual han tenido como resultado un aumento de la prosperidad más que notable. Esto ha llevado a una serie de pensadores, desde Adam Smith hasta Hayek, a reflexionar sobre cuáles pueden haber sido las causas de esta evolución, y a intentar explicar la relación entre libertad y prosperidad. Sus teorizaciones, basadas en la observación, nos permiten tratar de influir sobre nuestro propio destino como sociedad, en la medida de lo humanamente posible, que dicho sea de paso, seguramente es mucho más reducida de lo que nos gusta creer.
El libertarismo, por el contrario, surge de una sobrevaloración de la teoría, muy propia de los intelectuales, por la cual caen en el olvido sus humildes orígenes en la observación. Ciertos autores acaban creyendo que es posible construir un sistema rigurosamente deductivo, a partir de unos pocos principios dogmáticos, supuestamente autoevidentes, y si la realidad no se adapta a la teoría... peor para la realidad. En este sentido, el libertarismo es otra variante, junto al socialismo, del error constructivista que denunciaba Hayek. Por eso no es casual que los libertarios, al igual que los marxistas, tengan la misma tendencia a anatemizar al que consideran que se desvía de la recta doctrina, con calificativos exorbitantes ("fascista", etc), y a imaginar a los herejes como agentes infiltrados en sus filas, que no son verdaderos socialistas o verdaderos liberales, sino que están "a sueldo" de la burguesía internacional o de la carcunda, respectivamente.
De hecho, al igual que los comunistas no distinguían, al menos según su propaganda, entre fascistas, conservadores y socialdemócratas, sino que todos quedaban englobados dentro de los primeros, los libertarios no distinguen entre socialistas y conservadores, para ellos todos son estatistas. Por supuesto, con esta defensa entusiasta de la polarización, acaban favoreciendo al socialismo, de la misma manera que los comunistas acababan favoreciendo a su primo hermano el fascismo, al presentarlo como lo más antitético a ellos mismos. Por cierto que a veces, por su actitud en determinados debates, los libertarios parecen primos hermanos de los socialistas, sus supuestos enemigos máximos.
Por el contrario, yo creo en una derecha liberal, una derecha defensora de la libertad individual, contraria al paternalismo socialdemócrata, amiga de los Estados Unidos e Israel. Una derecha que se oponga al estatismo tanto por las abrumadoras pruebas que existen de las bondades de la libertad económica, como también por razones profundamente morales. Esa derecha, por mucho que quieran negarlo los libertarios, existe, aunque no pueda identificarse plenamente con un partido político. Precisamente ahí está la tarea, encontrar unas siglas, sean viejas o nuevas, desde las cuales podamos convencer a la sociedad de que existe una verdadera alternativa a la izquierda.
Lo anterior no me impide al mismo tiempo pensar que, en casi todo liberal, suele haber un libertario (un racionalista) más o menos reprimido. Por eso a los liberales nos gusta leer blogs de libertarios, y simpatizamos no pocas veces con ellos. Lástima que sea un amor tan poco correspondido.