Se nota que ahora sí ha empezado la campaña electoral de verdad (como siempre, bastante antes que la oficial), porque desde el PSOE han empezado a hablar -con música de película de terror de fondo- acerca de la derecha. La derecha hace esto, la derecha hace lo otro; si la derecha os ofrece un caramelo y os dice que os vengáis con ella, rechazadlo, etc.
Por supuesto que los términos derecha e izquierda son demasiado amplios. Dentro de la derecha se suele clasificar tanto a un Reagan como a un Le Pen, que son lo más antitéticos que se pueda desear: Procapitalista y liberal el primero, y antiliberal, antisemita, antiglobalización, antiamericano (¿les suena?) el segundo. Lo mismo ocurre en la izquierda, paraguas bajo el que se refugian desde los múltiples brazos políticos del octópodo etarra hasta la UPD de la socialista Rosa Díez.
Con todo, como ocurre con muchas otras palabras, y no sólo en el campo político, el contexto suele ayudar mucho a precisar su sentido. Lejos de mi intención desterrar el uso de los términos derecha e izquierda. Todo lo contrario, lo que echo en falta es que la derecha, por su parte, no hable más de la izquierda. Propuestas constructivas, por supuesto, pero cuando te están atacando mañana, tarde y noche, es hora de escuchar en los mítines cosas como por ejemplo:
La izquierda es la mayor estafa intelectual y moral de los últimos dos siglos. Se erige en representante de los más desfavorecidos, cuando lo único que ha conseguido siempre que gobierna es cegar las fuentes de movilidad social que permiten a aquéllos dejar atrás su condición (restricción de la libertad del mercado, degradación de la educación, creación de dependencia).
La izquierda no está interesada en el progreso de las clases que tradicionalmente la votan... Podrían dejar de hacerlo, si dejaran de ser dependientes de sus limosnas y comprobaran en sus propias carnes los beneficios de la liberalización económica y la cultura de la responsabilidad individual.
La izquierda provocó la guerra civil, creyendo que la ganaría, pero ganó la guerra de la propaganda, llegando a la osadía de proclamar que la actual democracia es heredera de la II República y el antifranquismo, cuando en realidad fue el régimen franquista el que, tras la muerte del dictador, se autodisolvió, todo lo contrario de lo que ocurre con los regímenes comunistas de partido único.
Etc, etc.
A lo mejor los asesores políticos de la derecha prefieren no mentar la bicha, por una supuesta connotación benigna del término izquierda que seguimos arrastrando. Craso error. ¿A qué esperan para luchar contra ese nefasto mito de la izquierda moralmente superior? ¿Al 2012?