domingo, 11 de noviembre de 2007
El libro de Aznar
El último libro de José María Aznar, Cartas a un joven español (Planeta), es un excelente breviario del ideario liberal-conservador. El ex presidente empieza distinguiendo el genuino concepto de la libertad de sus desviaciones, en lo que constituye uno de los hilos principales del libro:
"Pese a una opinión muy extendida -afirma-, convertida casi en un lugar común, considero que la libertad sólo es posible gracias a la tradición... La libertad es verdadera si va acompañada de principios y valores, aquello que consideramos bueno no porque simplemente queramos, sino porque nuestra razón así nos lo dice. Elegir libremente es elegir por alguna razón, por algún motivo del que debemos ser capaces de responder."
Aznar no comparte el precepto según el cual el único límite de la libertad es la interferencia con la libertad ajena. Cree que la libertad sólo tiene sentido dentro de unos principios y valores comunes, y que camina hacia la autodestrucción cuando se interpreta como poder hacer lo que nos da la gana, con la única limitación de dañar al prójimo. Me ha llamado la atención que el ex presidente rechace explícitamente esta definición de la libertad (pág. 14, 2º párrafo), formulada por John Stuart Mill -aunque Aznar no lo cita- en un pasaje clásico:
"La única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los demás. Su propio bien, físico o moral, no es justificación suficiente. Nadie puede ser obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor para él, porque le haría feliz, porque, en opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más justo." (Sobre la libertad, Alianza Ed., 1986, pág. 65).
La concepción milliana tiene quizás su precedente en el pensamiento de John Locke, quien afirmaba que en el estado de naturaleza la única finalidad del castigo era reparar el mal infligido a un tercero y disuadir la reincidencia. Pero al mismo tiempo definió claramente la libertad natural como estar libre de la arbitrariedad de otros, adoptando como norma la ley de la naturaleza. Es decir, estaba muy lejos de pensar que tuviera sentido la libertad como un estado de anomia, carente de normas, con la única limitación de las esferas individuales de autonomía.
La concepción de J. S. Mill nos obligaría, por ejemplo, a aceptar el velo islámico en las escuelas. En cambio, si partimos de la idea de que existen unas normas que deben ser iguales para todos, la interpretación de que permitir el velo representa un respeto a la libertad religiosa se revela como lo que es: Un uso espurio de la palabra libertad, que nos conduce en realidad a una sociedad basada en valores contrapuestos a ella. Las magistrales palabras que dedica Aznar al error de la tolerancia con los intolerantes, al relativismo y al multiculturalismo, van en esa dirección.
Muchos liberales, incluso compartiendo el fondo de la cuestión, hemos tendido, seguramente por mera inercia, a seguir dando por buenas esas palabras de Mill. Creo que hasta justo antes de leer el párrafo aludido de Aznar, yo las hubiera suscrito irreflexivamente. Es por tomas de postura como ésta, entre otras (como la solvente crítica a la justificación meramente utilitarista de la libertad económica) que estas Cartas a un joven español me parecen algo más que una obra divulgativa, en ellas Aznar se nos descubre como una persona que ha meditado seriamente sobre estas cuestiones y no se limita a instrumentalizar políticamente doctrinas ajenas (que por otro lado demuestra conocer bien, citando pertinentemente a muchos de los grandes clásicos del liberalismo) sino que tiene una posición propia sobre cada una de ellas.
Hay que decir que el nivel del brillante arranque inicial se mantiene a lo largo de todo el libro, que no tiene desperdicio. No escasean alusiones al desastroso gobierno actual, tanto más demoledoras cuanto que no se nombra ni una sola vez al de la sonrisita. Pero no es mi intención resumir su contenido. Lo que recomiendo vivamente es que se lea, que nadie caiga en el error de pensar que se trata de un producto editorial destinado a adornar las estanterías de los más peperos.
Querría sólo añadir un par de reflexiones.
En primer lugar: ¿Por qué una persona que demuestra estar en posesión de ideas tan claras, consistentes y elaboradas ha esperado a estar retirado de la política para dárnoslas a conocer? Se nos dirá que quizás prefirió que le conociéramos por sus actos, pero he aquí un error devastador de la derecha. ¿No afirma con Revel que lo que mueve el mundo son las ideas? Creo que a este país le hubiera ido mucho mejor si se hubiese hecho un esfuerzo bastante más serio por divulgar los principios en los que se basaron los gobiernos de las dos legislaturas de Aznar. Dudo que, de procederse así, el agit-prop socialista hubiera tenido tanto éxito, incluso en medio de las trágicas circunstancias de marzo del 2004.
En segundo lugar, no estaría de más que el Partido Popular, empezando por Mariano Rajoy, de algún modo hiciera formalmente suyo el libro de su presidente honorífico. Los liberal-conservadores que votamos al PP porque nos parece una opción menos mala que la abstención o el voto en blanco, tendríamos por fin una motivación positiva, la de prestar nuestro voto a una formación que al menos dice defender sin tapujos lo mismo que pensamos nosotros.