Puede que usted no lo sepa, pero promover una campaña para pedir un trasplante de médula, o de otro tipo, para un niño o adulto con nombre y apellidos, está prohibido. Así es desde el pasado miércoles, 8 de enero, en que fue publicada en el BOE la nueva Orden SSI/2512/2013, art. 4.1. b), de 18 de diciembre:
"La promoción y publicidad de la donación u obtención de tejidos se realizará en todo caso de forma general, sin buscar beneficio para personas concretas, debiendo evitar los llamamientos colectivos para la donación en favor de un paciente concreto."
¿Sorprendido? Yo también. Pero todavía me sorprenden más los argumentos utilizados para justificar la enésima norma que se añade a las innumerables leyes estúpidas y de efectos perversos, elaboradas por los dos mil quinientos diputados y senadores que componen, en números redondos, las Cortes españolas, el parlamento europeo y los autonómicos.
Un primer argumento sería que hay que prohibir las campañas de donaciones para personas concretas porque algunos inscritos como donantes, cuando descubren que sus órganos o tejidos, llegado el momento, son requeridos para un desconocido, y no para la persona por la cual se movilizaron, "se echan para atrás".
Se trata de un razonamiento a todas luces idiota. Quienes se sienten conmovidos por la foto de un niño en un hospital pueden ser dos clases de personas: o bien (pese a haber reaccionado ante un reclamo particular) están convencidos de la necesidad genérica de las donaciones (con lo cual, llegado el momento, no tendrán inconveniente en beneficiar a un desconocido); o bien sólo están dispuestos a molestarse por un determinado paciente que ha despertado su compasión. En el primer caso, la campaña para favorecer a un paciente concreto probablemente contribuye a que muchos potenciales donantes den el primer paso. En el segundo caso, como mínimo logrará que otras personas terminen también donando, aunque sea sin tanto entusiasmo. Los que se borran del registro, de todos modos no se hubieran apuntado.
Pero vamos al segundo y mucho más atroz argumento que expone el director de la Organización Nacional de Trasplantes, Rafael Matesanz, en los siguientes términos:
"El problema con este tipo de llamamientos [de trasplantes para personas concretas] es la imagen que se transmite de que las personas que no lo piden no están haciendo todo lo posible para salvar a un familiar y esto no puede ser. Por tanto, cuando se hacen este tipo de llamamientos tienen que ser genéricos y no para una persona en concreto."
Las negritas son mías. Debo todavía restregarme los ojos para convencerme de que es verdad que he leído esto. Si lo he entendido bien, las anteriores palabras significan, ni más ni menos, que si alguien pide un trasplante de médula ósea para su hijo enfermo, está agraviando de alguna manera a quien se halla en un trance similar, pero que por la razón que sea, no cree que pedir ayuda personalmente vaya a servir de algo.
Si aplicáramos este razonamiento a cualquier otra iniciativa individual ¿qué nos quedaría? Quien monta un negocio está agraviando a quienes no han tenido la inventiva o el arrojo para hacer lo propio. El estudiante que obtiene matrícula de honor está agraviando al que obtiene calificaciones mediocres, porque este no creyó que valiera la pena hincar los codos. Y quienes tienen hijos están agraviando a los que no se han decidido a perpetuarse. Quizás habría que ir pensando en restringir comportamientos tan insolidarios. En el caso de las empresas, por ejemplo, bastaría con una legislación fiscal, laboral, medioambiental, etc. lo suficientemente tupida para disuadir a un buen número de ilusos con ganas de emprender algo. Con los estudiantes, convencerlos de que obtener un título académico es un derecho, y no un merecimiento, desengañaría a no pocos jóvenes. Y en cuanto a la procreación, oigan, nada como reducir la educación sexual al conocimiento de las técnicas anticonceptivas, higiénicas y eróticas para combatir esa idea anticuada de que reproducirse tiene alguna importancia.
La cuestión es que nadie sobresalga, que ninguna oveja se crea diferente de las demás y alborote así al resto del rebaño. ¿Qué se han creído quienes hacen todo lo posible por salvar la vida de sus hijos yendo "a su bola" en lugar de ponerse ciegamente en manos de la administración? Empezamos tolerando tales conductas y al final habrá quien se dé cuenta de que el asociacionismo voluntario nos permitiría prescindir de un buen porcentaje de burócratas y políticos. "Y esto no puede ser", que diría el señor Matesanz.