Hugo Chávez "declara la guerra a los videojuegos violentos", titula El País. Y además presenta la noticia bajo la luz más favorable, enlazando con un artículo del mismo periódico de hace unos meses, que se hacía eco a su vez de un artículo aparecido en una revista científica, el cual concluía que existe una relación causal entre el hábito de los videojuegos violentos y la conducta agresiva en los jóvenes.
La verdad es que, por la lectura del abstract accesible sin suscripción, no me queda nada claro si la afición a este tipo de entretenimiento es causa o más bien efecto de las inclinaciones violentas, pero en cualquier caso no me negarán que queda muy propio eso de citar al Journal of Pediatrics. Estos progres chalan cuando pueden presentar sus tesis políticamente correctas (ya saben, el mal siempre es cultural, la naturaleza humana misma es una construcción cultural) como si estuvieran apoyadas por la ciencia. Discrepar entonces de ellos es cosa de indocumentados, oscurantistas y místicos.
Pero centrándonos en el fondo del asunto, no deja de resultar altamente significativo que el régimen chavista, que no sólo lleva años armándose hasta los dientes, y utilizando la violencia política contra los opositores, sino que financia y apoya a diversos movimientos terroristas de los países vecinos, la emprenda ahora contra los videojuegos presuntamente violentos.
Esto me recuerda que hace un año, el ayuntamiento de Barcelona pretendió prohibir un videojuego de acción ambientado en la ciudad condal. Lo que me da pie a confirmar una vieja observación: Cuando juegas a ser políticamente correcto, siempre hay alguien lo suficientemente cínico y sinvergüenza que está dispuesto a ser mucho más consecuente que tú. Hugo Chávez no se anda con mariconadas: él prohíbe todos los videojuegos que decida que son violentos, no uno solo. Señoritos progres de Barcelona (y algún que otro socialista del PP), descúbranse ante su maestro.