viernes, 11 de marzo de 2011

La verdad verdadera

Han transcurrido siete años desde el 11-M, el atentado más sangriento de la historia de España. Hoy mismo, los interrogatorios judiciales continúan. Una jueza ha citado a declarar como testigos a 24 miembros de los TEDAX, con el fin de saber qué ocurrió con las toneladas de restos de las explosiones de cuatro trenes, que jamás llegaron al laboratorio de la policía científica.

Algunos se empeñan todavía en hablar de "verdad judicial". El empleo de determinados adjetivos con frecuencia delata una actitud, si no deshonesta, sí de íntima inseguridad ante cuestiones incómodas. Quienes hablaban de "democracia popular" trataban vanamente de camuflar el hecho de que los regímenes así denominados eran todo menos democráticos. Y quienes hablan de "verdad judicial" parecen olvidar que verdad no hay más que una, y es independiente del observador. La verdad objetiva existe, otra cosa es que la conozcamos o no. La verdad sobre el 11-M es qué ocurrió exactamente aquel día, hasta donde sea humanamente posible conocerlo. Los jueces no son dioses ni extraterrestres, pueden equivocarse, prevaricar, recibir presiones, etc. Y en todo caso, ningún juez ha afirmado que ya sabemos todo sobre aquellos atentados y que no queda nada por investigar.

Cuando se enuncian obviedades como estas, algunos objetan que no se debe cuestionar el poder judicial en un Estado de Derecho. Pero nadie cuestiona una institución porque exprese dudas sobre su funcionamiento en un caso concreto. De lo contrario, llegaríamos al absurdo de que en democracia no se podría criticar ni a los jueces, ni a la policía, ni al gobierno, ni al jefe del Estado.

¿Quién ideó y ordenó el 11-M? No lo sabemos. Pero si algún día se abre paso la verdad, será debido seguramente a una combinación de investigaciones judiciales y periodísticas. Nadie hablará entonces de la verdad judicial o la verdad periodística, se hablará de la verdad a secas.

Mientras tanto solo podemos especular. Las hipótesis posibles sobre la autoría creo que podrían reducirse a las siguientes, mencionadas en orden arbitrario:
  1. ETA.
  2. Al-Qaeda.
  3. Una célula terrorista islámica que actuara por libre.
  4. Los servicios secretos marroquíes.
  5. Los servicios secretos españoles, o elementos de los mismos.
  6. Una combinación de algunas de las anteriores.
  7. Otros.
En cualquier caso, sea quien sea el autor intelectual de los atentados, los indicios de que una parte de las fuerzas policiales y de seguridad cometieron irregularidades en su investigación, por decirlo suavemente, son abrumadores. Necesitamos saber la verdad, primero por una elemental cuestión de justicia hacia las víctimas y sus familias, pero segundo para disipar o confirmar las terribles sospechas que inspiran las actuaciones policiales y judiciales de las horas y los días posteriores al 11-M. En particular, una España que aspire a ser un país políticamente digno deberá despejar tarde o temprano la duda de si existió alguna implicación -por acción u omisión- de las "cloacas del Estado" en el 11-M.

Que tras el 11-M hubo un golpe de Estado mediático es algo que podrá discutirse, claro está, pero yo estoy absolutamente convencido de ello. Y que quien planeó los atentados, sea quien sea, pretendía influir en las elecciones, también me parece evidente, por la fecha elegida. Lo que necesitamos conocer imperiosamente, para recuperar el orgullo de ser españoles, es si existe algún tipo de vinculación, ideológica o material, entre quienes planearon el atentado (o acaso no lo impidieron, pudiendo haberlo hecho) y quienes, una vez cometido, lo aprovecharon para organizar una campaña de manipulación sin precedentes, destinada a que el gobierno del PP no ganara sus terceras elecciones.

Por culpa del 11-M hemos tenido dos legislaturas presididas por Zapatero, el gobernante más sectario y más desastroso de los últimos 35 años. Pero lo peor es que quienes idearon los atentados y los pusieron en marcha sigan libres. Ningún país puede vivir con esa vergüenza.