Para la propaganda izquierdista, el bienio negro fue aquel período de la historia de España, entre 1934 y 1936, en que, tras el fracaso del golpe del PSOE y ERC contra esa república que tanto idolatraron luego, tuvieron que resignarse a dos años de gobierno de la derecha democráticamente elegida.
Hoy, las cosas han cambiado mucho. Setenta años después de aquel golpe, tuvo lugar otro de naturaleza y resultados muy distintos. Es verdad que el golpe del 11 de marzo de 2004 fue también dramáticamente cruento, pero no hay razones sólidas para sospechar que esta vez el PSOE estuviera implicado: simplemente se aprovechó del atentado terrorista para ganar las elecciones; nada más.
En cuanto a los resultados, todo indica que en esta ocasión, el método criminal consiguió lo que pretendían sus autores intelectuales: que el PSOE llegara al gobierno. Y pese a los resultados de las últimas elecciones de hace dos años, parece como si la izquierda no hubiese abandonado el poder, ni lo fuera a abandonar nunca.
La presunta derecha disfruta de mayoría absoluta en las Cortes. Gobierna en once comunidades autónomas de diecisiete, así como en la mayoría de capitales de provincia y de ciudades de más de 50.000 habitantes. Es decir, goza de una representación como nunca antes había tenido. Y sin embargo, nos hallamos en una situación sorprendente.
Dos años después de ganar con rotundidad las elecciones, el PP sigue prometiendo que bajará los impuestos, sin entrar en detalles y sin explicarnos por qué deberíamos creerle, cuando, al contrario de lo que prometió en su programa electoral, lo que ha llevado a la práctica es un incremento espectacular de la fiscalidad.
Tampoco ha emprendido el PP un plan de choque para liberar la economía productiva, aligerar la onerosa estructura estatal (insostenible con la pirámide de población que tenemos) y reducir con ello drásticamente el desempleo. Se ha limitado a recortar ciertas partidas de gasto con la única finalidad de bajar la prima de riesgo (es decir, que podamos seguir endeudándonos con más facilidad) y de que no seamos intervenidos de manera palmaria por Bruselas -no tanto porque tengan una idea clara de la soberanía nacional, como por la humillación que supondría para el ejecutivo.
Dos años después, todo lo que nos promete el PP es que el paro se irá reduciendo a un ritmo tan lento que probablemente debemos resignarnos a lustros con una tasa de dos dígitos. Hablamos de medidas económicas que, a grandes rasgos, seguramente hubiera aplicado también el PSOE, por puro pragmatismo, en caso de haber ganado las elecciones.
El panorama no es más alentador si prestamos atención a la política antiterrorista. Pocos pensábamos que, dos años después, el PP estaría defendiéndose de las acusaciones de haber asumido el pacto con la ETA de Zapatero. Los etarras gobiernan en Guipúzcoa y en más de un centenar de municipios. Son excarcelados, homenajeados en sus pueblos y se atreven a ofrecer una rueda de prensa en Durango donde muestran su fidelidad al colectivo de "presos y presas políticos (sic) vascos" (vamos, a ETA), que exige amnistía para los asesinos y la autodeterminación del País Vasco. Ante esto, un gobierno con mayoría absoluta pretende que no se puede hacer apenas nada y encima encaja con malos modos las críticas de víctimas del terrorismo.
Lógicamente, si no es contundente con los etarras, tampoco podemos esperar de Rajoy que haga frente a la rebelión anticonstitucional del gobierno de Cataluña.
En cuanto a las políticas de Zapatero contra el derecho a la vida de los seres humanos en gestación, y a favor de la relativización de la familia natural, dos años después, mientras se siguen produciendo más de cien mil abortos al año, el gobierno del PP todavía está en la fase de anteproyecto de una ley contra el aborto cuya efectividad inspira serias dudas, y que a diferencia de la política económica y la antiterrorista, curiosamente ha recibido numerosas críticas desde dentro del propio partido, por lo que es de temer que acabará siendo aún más descafeinada.
Bien es cierto que estamos a mitad de legislatura. Pero, con tales antecedentes, sería incomprensible que la decepción no hubiera cundido entre muchos ciudadanos. Si el PP sube los impuestos, trata el problema capital del paro con tiritas, no hace nada en el País Vasco ni en Cataluña (salvo entregar más dinero a quienes quieren romper España) y se siguen perpetrando más de cien mil abortos anuales, ¿que lo distingue realmente del PSOE?
Tras este mediocre bienio, resulta verdaderamente difícil que muchos sigamos autoengañándonos con la idea del voto útil, que se ha revelado en realidad perfectamente inútil. Es vital construir una alternativa al bipartidismo socialdemócrata, y ello pasa por la aparición de nuevos partidos. Muchos observamos con ilusión el proyecto de Vox, la formación de Ortega Lara, Santiago Abascal y Vidal-Quadras, entre otros. Tras dos años de gris tecnocracia, de sólo oír hablar de la prima de riesgo y de décimas de crecimiento, ya es hora de que vuelvan a reverdecer las ideas.
miércoles, 5 de febrero de 2014
El bienio gris
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