martes, 29 de junio de 2010

La apoteosis de Zapatero, en setiembre

Tras sus grandes logros en favor del pleno empleo en España, y de la paz mundial, Zapatero viajará en setiembre a Nueva York para luchar contra la pobreza en el mundo. Ban Ki-Moon lo ha nombrado copresidente (Co-Chair), junto al presidente de Ruanda (sic), de la próxima reunión de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

La ridícula pretenciosidad de las declaraciones de la ONU, atribuyéndose los logros de las últimas décadas en la reducción de la pobreza mundial, casa muy bien con el estilo fatuo de Rodríguez Zapatero. Dice el secretario general de Naciones Unidas, en el informe 2010 de los ODM:

"La declaración del Milenio en 2000 (...) inspiró objetivos de desarrollo que han mejorado las vidas de cientos de millones de personas en todo el mundo."

Sin embargo, más adelante, el informe no puede evitar reconocer la simple verdad. En el mundo, el porcentaje de personas que viven con menos de 1,25 dólares al día ha pasado del 46 % en 1990 al 27 % en 2005, gracias al "robusto crecimiento de la primera mitad de la década" (registrado sobre todo en China y la India; si bien todos los países, excepto las repúblicas ex soviéticas, registraron avances). Es decir, lo que ha sacado a "cientos de millones de personas" de la pobreza ha sido ese crecimiento económico tan denostado por el señor José Luis Sampedro y demás gurús antiglobalización, crecimiento en el que las onerosas burocracias internacionales no solo no han tenido nada que ver, sino que seguramente han actuado frenándolo.

A pesar de esta evidencia, todo el informe se prodiga en expresiones del estilo de "los esfuerzos colectivos emprendidos para conseguir los ODM", como si los millones de personas que madrugan cada día en todo el mundo para acudir a sus puestos de trabajo, o sacar adelante sus negocios (los únicos agentes verdaderos de su propia prosperidad), no tuvieran en la cabeza otra cosa que los Objetivos del Milenio de la ONU.

Zapatero, pues, se va a encontrar en su salsa. Allí podrá entregarse a esas cursiladas verbales que tanto le gustan, y explicarnos lo mucho que debemos a los políticos, que nos protegen del impío mercado. La influencia internacional de España alcanzará entonces las más altas cimas. Junto a Ruanda.