lunes, 2 de julio de 2007

La libertad es un valor absoluto o no será

Este blog está expuesto a una recriminación inevitable, la de instilar la duda sólo en una dirección. Pero mentiría si dijese que nunca me asaltan las dudas acerca de mis opiniones. A veces me pregunto si el concepto de libertad en el que creo no será una superstición burguesa, una categoría destinada a la extinción, y si el progreso no nos conduce fatalmente hacia el Mundo Feliz de Aldous Huxley. Se podrá replicar a esta especulación pesimista que, según toda la evidencia empírica, no existe mejor fórmula para avanzar hacia la prosperidad de la sociedad en su conjunto que la libertad individual. Y ello es cierto, pero notad el trasfondo utilitarista del argumento. La libertad sería buena porque beneficia a la sociedad, no porque consista en un derecho natural del individuo, tal y como defendió la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.

El peligro del utilitarismo es que se presta a muy fácil manipulación por el poder, el cual encuentra siempre su justificación teórica en la subordinación de la libertad a la felicidad, la cual a su vez admite definiciones muy dispares. Toda esa serie de falsos derechos al trabajo, la vivienda, etc que incluyen las constituciones europeas no son más que auténticos caballos de Troya que amenzan a los únicos y verdaderos derechos que existen, que son el derecho a la vida, la propiedad, la libertad de pensamiento y de palabra... Una ministra socialista lo expresó con claridad meridiana cuando afirmó, en enero pasado, que el derecho a la vivienda está por encima del derecho a la propiedad privada. Esto es casi casi una epifanía del Poder sin máscara, en estado puro.

Mi consejo, al que le asalten ese tipo de dudas, es que, primero, considere que dudar no es malo, todo lo contrario, es lo propio de un ser racional. Y segundo, que someta sus ideas a un sencillo pero siempre instructivo gedankenexperiment (experimento mental): ¿Beneficia esta afirmación -la que sea- al Poder? ¿Le será útil a un gobernante para actuar removiendo trabas y obstáculos, o por el contrario limitará su libertad de movimientos, que no es más que la restricción de la libertad de muchos otros? Así por ejemplo, un debate tan aparentemente metafísico como el de si la libertad es un derecho individual preexistente a todo derecho positivo o no, se zanjaría fácilmente analizando qué es lo que le conviene más al Poder que creamos. En efecto, quien ignore la realidad del poder (oculto casi siempre tras palabras como soberanía popular o mayoría) acabará relativizando el concepto de libertad.

Quien no haya leído a Hayek u otros pensadores fundamentales del liberalismo, debería empezar en mi opinión por una novela muy conocida, constantemente citada, pero que no por ello debe dejar de recomendarse: 1984 de Orwell. Bajo su apariencia de ficción, lo que hay aquí es un tratado sobre el hecho bruto del Poder, inspirado evidentemente en el régimen estalinista, pero que trasciende las épocas y lugares concretos, para convertirse en una amarga pero eternamente necesaria advertencia.