¿Aceptarían los nacionalistas catalanes que no existiera una costosísima e inútil televisión pública? No, porque no tendrían garantizada la existencia de una cadena de TV donde sólo se hablara en catalán. ¿Aceptarían el cheque escolar o un sistema de becas que permitiera a los padres escoger el tipo de educación -incluida la lengua en que se impartiera- de sus hijos? No, porque quieren tener la garantía de que nadie en Cataluña pueda escoger escolarizar a sus hijos en castellano. ¿Admitirían que no se puede sancionar a un pequeño comerciante -o grande, me da igual, pero los más perjudicados son los primeros- por rotular en castellano? No, porque para que cualquier ley, en este caso la lingüística, tenga vigencia en la práctica, debe incluir un apartado sancionador, y ellos no renunciarán a legislar sobre la lengua, no reconocerán jamás que cada cual puede hablar o escribir en la que le dé la real gana. ¿Reconocerán que el intervencionismo lingüísitco daña la inversión? No, porque en el fondo les da igual, con tal de conseguir su pureza étnica estarían dispuestos a soportar incluso la miseria... para sus súbditos, claro.
Sus argumentos para cercenar las libertades son que antes lo hizo Franco, y ahora debe corregirse la injusticia... al parecer con otra injusticia. La discriminación positiva se demuestra una vez más como un caballo de Troya con el que los políticos consiguen violar los derechos fundamentales, es decir, acrecentar su poder. Y además falsean la historia, porque la presencia de la lengua castellana en Cataluña es muy anterior a la dictadura, es anterior incluso a Felipe V.
Pero es que además, al ser el catalán una lengua minoritaria (lo que por otra parte le ocurre al 99 % de lenguas que existen en el mundo, no hay por qué hacer un drama de eso), tenemos que el querer implantar el monolingüismo en Cataluña conduce a largo plazo a un estrechamiento de los horizontes, me atrevo a decir incluso a un estrechamiento del pensamiento, obligado a respirar en un espacio más pequeño y enrarecido. Convertir el catalán en algo análogo a la neolengua de Orwell es el peor escenario que puedo imaginar para la bella lengua de Ausiàs March.
Es por esto, dicho brevemente, por lo que estoy en contra del nacionalismo catalán. Ah, por cierto: soy catalanohablante y del Barça. Y mi madre (¡le mando un beso aunque no tiene internet!) nació aquí. Si he descolocado a alguien, es justo lo que pretendía.