viernes, 13 de agosto de 2010

Owen y Yannick

La relación entre la televisión y los expertos (expertos en lo que sea) es de carácter indiscutiblemente erótico. La tele ama al experto, se deleita en él. Casi nada adora más que al sociólogo, al paleontólogo o al maestro estuquista entrevistado en su despacho, laboratorio o taller, a poder ser con la bata o uniforme de su oficio, con surtido de bolígrafos en el bolsillo izquierdo y unas gafas de présbita colgando del cuello. Y cabe sospechar que el amor es mutuo. La opinión del experto-en-lo-que-sea es en sí misma noticia, jamás se discute, frecuentemente no se contrasta con otras, a menudo se presenta implícitamente como la explicación académica o profesional de un fenómeno. Ejemplos los tenemos cada día. Un informativo de La 1 de las tres de la tarde, del jueves 12 de agosto, se ocupaba brevemente de los recientes casos de asesinatos en serie en varias guarderías de China, aportando una breve entrevista a un experto chino en algo. Éste aseguraba que los chinos son gente tranquila, y que tan graves sucesos hay que verlos como un efecto de la competitividad (sic). Es decir, que cuando a unos dementes o terroristas o lo que sean, les da por matar niños, en un país aún gobernado con mano de hierro por el Partido Comunista (que ejecuta cada año a miles de condenados a muerte), la culpa hay que buscarla... en el mercado libre, por supuesto.

La figura del experto, de hecho, cumple una función valiosísima. Cualquier estupidez, por grande que sea, puede ser defendida por alguien con varios títulos colgados en las paredes. A la televisión la podrán llamar la "caja tonta", pero ella puede permitirse desdeñar semejantes críticas: Sabe que existe una legión de expertos en las más variadas materias que acogerán con satisfacción a las cámaras en su domicilio o lugar de trabajo por salir un minuto en el telediario de las tres, y que se prestan así a avalar cualquier mensaje, por simplista o falaz que sea. Siempre y cuando sea políticamente correcto, progresista o de izquierdas, excuso decirlo.

Pero un ejemplo verdaderamente apoteósico nos lo ha proporcionado el programa de TV3 "Sota terra" (Bajo tierra), en el que participa el profesor Eudald Carbonell, famoso por las excavaciones de Atapuerca. Este Carbonell es todo un personaje al que conozco algo, porque lo tuve como profesor de Prehistoria en el curso de Geografía e Historia del 89-90, en la Universidad de Tarragona (ahora llamada Rovira i Virgili por el establishment nacional-progresista). Un tipo de extrema izquierda, que reviste su ideología con una terminología seudocientífica, y al que le gustan el histrionismo y las cámaras más que a un tonto un lápiz. En su momento ya dije algo de sus ideas. Para más detalles sobre su particular concepción de la docencia, puede ser interesante lo que cuenta otra ex alumna en la página de C's, y que mi propia experiencia confirma. (Por cierto, yo aprobé la asignatura sin apenas estudiar, por lo que no tengo ningún motivo de resentimiento.)

Pero vayamos al programa de "Sota terra" emitido el 14 de junio, dedicado a los restos arqueológicos de la batalla del Ebro. [Ver aquí vídeo con subtítulos en español.] Puede verse el vídeo [original] aquí. A partir del minuto 20, Carbonell, el presentador y otro experto-en-lo-que-sea penetran en un refugio del ejército republicano, donde descubren la inscripción "Owen y Yannick". El presentador finge sorprenderse ante esos nombres "ingleses o americanos", e inmediatamente Carbonell, tocado con su salakot (¡cómo! ¿un símbolo del colonialismo imperialista?), acude con la sabia respuesta: "brigadistas". Elemental, querido Watson. Acto seguido, el presentador se entrega a una lírica interrogación sobre qué impulsó a esos hombres a luchar tan lejos de su país, a lo cual responde de nuevo el sabio profesor con un breve discurso sobre los ideales democráticos... Pese a que a lo largo del programa se repiten las consabidas banalidades pacifistas contra "la estupidez de la guerra", es de notar que cuando se trata de quienes lucharon "contra el fascismo" (pero a favor de Stalin), a todos estos progres les aflora la vena bélica, y todo homenaje les parece poca cosa. Más adelante (minuto 37), interviene otro experto en algo, quien a través de una pequeña investigación de internet, nos descubre la supuesta identidad del tal Owen, un miembro de la brigada Lincoln que después de combatir en España, volvió a Estados Unidos y murió en los años cincuenta. Para acabar de redondear la historia, resulta que este Owen se suicidó, supuestamente, debido a la persecución del macartismo. En cuanto a Yannick, a quien por alguna razón asocian con persona femenina, cuando es el diminutivo bretón de Yann (Juan; yo también sé usar internet), no hay ni rastro. Finalmente, en un desenlace dramático, el programa consigue traerse al hijo de Owen a Tarragona (minuto 47), que se emociona al contemplar la inscripción dejada supuestamente por su padre...

Conmovedora historia. Lástima que el dueño de la finca donde se halla el refugio haya informado al periódico ABC que Owen y Yanick son los nombres de sus dos sobrinos de 7 y 10 años, de madre dominicana.

El experto debe dar respuestas rápidas, es lo que se espera de él. ¿Realizar un análisis de una inscripción, para establecer una estimación sobre su probable antigüedad, o sobre las características antropométricas de su autor? Eso en televisión no resultaría, demasiado largo y aburrido. Lo importante es acertar a la primera y con prontitud, como haría el protagonista de cualquier película: "Brigadistas". Y si luego resulta que se ha metido la pata hasta el fondo, que se ha hecho un ridículo espantoso, no hay problema, eso son insidias de la prensa carpetovetónica. A fin de cuentas, lo que vale es lo que han dicho los expertos en la tele.

Nota: A Carbonell le gustaba tallar imitaciones de herramientas prehistóricas ("tecnología lítica") y, según decía, abandonarlas en el campo para confundir a posibles investigadores. Lo justificaba como "virus contra el Sistema" o algo así, que yo no atendía demasiado a sus excentricidades radicales. Parece que ahora ha caído víctima de uno de esos "virus", si bien parece que involuntarios. Sospecho que muchos de sus colegas se estarán riendo con ganas.