domingo, 10 de enero de 2010

El Coco liberal


Nada parece temer más la derecha, o el centroderecha, que la acusen de neoliberal, o liberal sencillamente. Los asesores de los líderes conservadores los tienen bien aleccionados al respecto: Sobre todo, no hay que enredarse en debates profundos sobre el sistema de pensiones o los servicios públicos. Basta hablar de buena gestión y de eficacia, es decir, ante todo tranquilizar a la gente, no vaya a pensar que planeamos desmantelar el Estado del Bienestar e instaurar el Salvaje Oeste en versión pija.

Naturalmente, lo único que consigue la derecha con esto es atarse de manos dialécticamente ante la izquierda, al no atreverse a cuestionar sus dogmas fundamentales, y restar todo brillo a su propio discurso, condenado a no salir de cuatro tópicos anodinos.

El fenómeno parece universal. Jean-François Revel comenta en su ameno Diario de fin de siglo una entrevista a Chirac, en la cual pone de relieve la contención con la cual el entonces presidente de Francia criticaba al gabinete socialista de Jospin. "¿No será -dice Revel- que ha tenido miedo de que semejante discurso [el que no se atrevió a realizar] motivara la infamante acusación de ultraliberalismo salvaje? Al no haberse atrevido a proceder a un análisis liberal de las razones por las que Francia no saca tanto partido como debiera del crecimiento y de la globalización, Chirac ha tenido que ver como sus argumentos se volvían contra él en los comentarios del día siguiente." (Ob. cit., 15 de julio.)

Los ejemplos en la política española darían para un libro, pero tenemos uno especialmente relevante. En las últimas elecciones legislativas, se produjo un recordado debate entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro, en el que, como es habitual, cada partido se atribuyó la victoria. Sin embargo, si por "victoria" entendemos quién convenció más y no quién tenía la razón, es evidente que el ministro socialista salió ganando. Y ¿por qué? Pues porque Pizarro se limitó a exponer hechos, mientras que su interlocutor lo planteó en el terreno ideológico. Viendo el debate, comprendí que estaba perdido para el PP desde el momento que Solbes -ya en su salsa- desenterró unas supuestas declaraciones de Manuel Pizarro, en las cuales apoyaba el sistema de pensiones implantado en Chile en tiempos de Pinochet. El empresario aragonés, en lugar de decir: "Pues precisamente quería hablarle de eso, de cómo vamos a pagar las pensiones cuando el paro se dispare por culpa de la crisis que usted niega" (o algo por el estilo), se limitó a negar que él hubiera hecho nunca tales declaraciones... Procedimiento que de poco sirve en televisión cuando tu interlocutor está blandiendo la fotocopia de una página de periódico.

El problema es que la derecha cree haber perdido hace tiempo la batalla de la opinión pública, y que ésta es básicamente de centroizquierda. Lorenzo Bernaldo de Quirós ha tratado esta cuestión en diversos artículos, como "Las reformas y el mercado político", del 6 de noviembre pasado, o "La decadencia no es inevitable", publicado hoy mismo en ABC. En el primero admite que las crisis económicas pueden conducir tanto a que los ciudadanos apoyen reformas liberalizadoras como a lo contrario, a políticas populistas e intervencionistas que no harán más que empeorar las cosas. Sin embargo, señala también que aquellos gobiernos que emprenden medidas liberales, las cuales se traducen en crecimiento económico y creación de empleo, acaban siendo reelegidos por los votantes. (Salvo cuando se produce un atentado terrorista con 193 muertos y la oposición y sus medios afines lo aprovechan para cargar contra el gobierno, cabe matizar.)

En el artículo de ABC, Bernaldo de Quirós incide, con todo, en la "oportunidad de oro" que representa la crisis económica para desencantar a la gente de una vez por todas del "social-keynesianismo", y que el centroderecha deje de creer que "sus aspiraciones han de limitarse a ser un gestor competente del modelo socialdemócrata". Y pone de relieve algo bien notable: El modelo socialista en el fondo es profundamente pesimista. Por mucho que la sonrisa estúpida de Mr. Bean trate de aparentar que la solución a la crisis no está lejos, y que los agoreros, los que no creen en su propio país, están en la derecha, la realidad es justo la opuesta:

"La agenda política de la izquierda -sostiene Bernaldo de Quirós- refleja un pesismismo radical sobre las posibilidades de España, sobre la capacidad de familias y empresas de ser motores del desarrollo y de la modernización de su economía cuando la experiencia muestra lo contrario: la vigorosa reacción de las fuerzas productivas cuando se les concede libertad. El dirigismo e intervencionismo del socialismo celtíbero son una expresión clásica de paternalismo y extienden un certificado de minoría de edad a los ciudadanos que sin la tutela del Estado no serían capaces de lograr sus objetivos ni responsabilizarse de su propia vida. Para protegernos de nosotros mismos necesitamos de la cuna a la tumba la asistencia y los cuidados de unos déspotas benevolentes."

Una demostración impagable del párrafo anterior son las previsiones del número dos de Economía, José Manuel Campa, según las cuales tardaremos cinco años en volver a los niveles de paro anteriores a la crisis. Con los socialistas, efectivamente estamos condenados a perder un lustro como mínimo, porque ellos no creen en los emprendedores, en las ganas de trabajar de la gente, en la creatividad individual. Por eso quieren una sociedad dependiente, conformista, sumisa y agradecida. Y ahora es cuando la oposición debería transmitir que ella sí cree en la iniciativa privada, en la capacidad de la gente de salir de la crisis en menos tiempo de lo que nos preparan los socialistas. Ahora es el momento propicio para espantar esos miedos pueriles, propios de una masa aborregada y no de ciudadanos adultos, que confían en sí mismos. ¡Qué venga de una vez el Coco liberal!