domingo, 13 de abril de 2008

Problemas txikitológicos

Algunos sabios de taberna, entre txikito y txikito, gustan de sentenciar que el problema vasco sólo se solucionará "hablando". Y hasta se explayan filosóficamente:

"Todas las guerras y follones que han habido se han arreglado reuniéndose y discutiendo... Ni lo de Irak se va a solucionar con guerra, porque al final se tendrán que ir Estados Unidos o Inglaterra. Tendrán que dialogar. Será necesario que se produzcan reuniones. Todos tendrán que ceder..." (Catedrático de Txikitología Javier Clemente, en El Mundo de hoy.)

Desde luego, no debe sorprendernos que quienes piensan que los aliados deberían retirarse de Iraq en aras de la paz, también defiendan que hay que dialogar con ETA. Es coherente. Por eso Zapatero ha hecho las dos cosas.

Asimismo, debe reconocerse que el pronóstico de Clemente acerca de la retirada de Estados Unidos y Reino Unido acabará cumpliéndose tarde o temprano. No se quedarán ahí toda la vida, como no se quedaron indefinidamente en Alemania tras derrotar a los nazis.

Porque, efectivamente, tengo entendido que el problema alemán no se solucionó precisamente a base de muchas reuniones ni discusiones. Ni creo tampoco que el problema matrimonial de un marido que acostumbra llegar a casa borracho y le da una soberana paliza a la mujer, pueda resolverse a base de diálogo, precisamente.

Pero por lo visto, el problema de unos criminales que se dedican a poner coches-bomba, a pegar tiros en la nuca, a extorsionar y amenazar es de una naturaleza distinta. Aquí hay que sentarse a negociar, es decir, a ceder algo a cambio de algo. ¿Por qué? El sabio de taberna no entra en esas precisiones. Lo importante, se sobreentiende, es conseguir la paz. Es como si le dijéramos a la mujer maltratada, que lo importante son los niños, que debe aguantar, y ceder por el bien de ellos. Y a veces la mujer acaba creyéndolo, y hasta sintiéndose culpable ella.

Creo que Clemente se podía haber quedado en Irán, practicando la abstinencia alcohólica según los preceptos coránicos. Seguro que su puto hígado lo hubiese agradecido.