Hay tres posibles motivos para abstenerse de votar en unas elecciones democráticas:
1) Pasotismo. Es la abstención de los indiferentes, de aquellos a los que les importa un pimiento la política, o no lo suficiente para realizar el pequeño esfuerzo de dirigirse a su colegio electoral a ejercer el derecho de sufragio.
2) Protesta. Es la abstención de quienes opinan que "todos los políticos son iguales", que "todo es mentira", y no quieren ser partícipes de lo que consideran una farsa. Dentro de este grupo podríamos establecer una subdivisión entre quienes son doctrinalmente contrarios a la democracia, y quienes creen que lo que existe no es una "verdadera" democracia.
3) Falta de opciones. Es la abstención de quienes querrían votar, pero no encuentran un partido acorde con su manera de pensar, y no creen en la concepción malminorista del "voto útil". Tampoco creen que sirvan para nada el voto en blanco o el voto nulo.
La primera motivación, el pasotismo, es tan difícil de defender como de rebatir, porque en realidad se trata de una posición preintelectual. Quien pasa de votar no necesita ningún argumento para ello; de lo contrario, encajaría en las motivaciones 2 o 3. Lo que sería interesante es saber cuál es la proporción de este tipo entre los abstencionistas, que en la mayoría de países democráticos suelen ser el primer "partido".
Las motivaciones 2 y 3 deben valorarse en función del régimen político de que se trate. Aquí nos circunscribiremos a elecciones en países realmente democráticos, es decir, en aquellos donde la oposición pueda concurrir con unas mínimas garantías. En este caso, la idea popular de que "todos son iguales" es difícilmente defendible. Más bien nos parece que en ella late una forma de pereza intelectual: me abstengo de valorar las diferentes opciones políticas porque eso es muy cansado, pero me excuso diciendo que son los mismos perros con distintos collares o cualquier otro lugar común. En este sentido, los abstencionistas de tipo 2 serían reducibles a los de tipo 1, excepto aquellos que realmente consideren que la democracia, tal como se suele entender en Occidente, al menos, es un error. Sospecho que este tipo de abstencionista es raro, pues normalmente, quien no cree en la democracia de tipo occidental no suele tener empacho en votar a partidos totalitarios que, de forma más o menos explícita, prometen destruirla desde dentro.
Nos queda el abstencionista de tipo 3, al que podríamos llamar también el ciudadano "huérfano", aquel que, muy a su pesar, no se reconoce en ninguna opción política que presente candidaturas. Sospecho también que se trata de un tipo no muy común, pues lo habitual es que prevalezcan las consideraciones de "voto útil", de votar al partido menos malo (menos alejado de mis ideas y principios) o incluso el famoso votar "con la pinza en la nariz". Creo, dicho sea de paso, que el voto útil, sobre todo cuando llega a estos extremos malolientes, es un error, pues lo único que consigue es precisamente que esa opción política soñada no aparezca nunca, ya sea por fundación de un nuevo partido o por regeneración de alguno ya existente.
Otra razón que tiende a reducir el abstencionismo de tipo 3 (aunque prima facie parezca que consigue lo contrario) es la idea de "principios no negociables" (PNN), que procede del ámbito católico, aunque podría extenderse a otros. Se trata de la idea de que para votar a un partido, este tiene que cumplir unos requisitos ideológicos mínimos; por ejemplo, ser provida. Esta actitud es muy consecuente y loable, pero a veces tiende a interpretarse equivocadamente, en el sentido de que habría que votar cualquier partido que cumpla con los PNN, aunque además defienda cosas con las cuales podemos estar muy en desacuerdo; por ejemplo, ideas de cariz preliberal o antiliberal. Esto llevaría, como digo, a hacer más minoritaria la figura del abstencionista de tipo 3, pues algunos ciudadanos creerían estar en la obligación moral de votar a determinados partidos, simplemente por ser compatibles con los PNN, cuando en realidad, esta doctrina, si no estoy equivocado, indica sólo a qué partidos no se puede votar en ningún caso, pero no ofrece una orientación positiva del voto.
Creo que, a diferencia de lo que se suele decir, y de lo que escucharemos con frecuencia en este año de citas electorales, un ciudadano responsable puede verse en la tesitura de tener que abstenerse por los motivos expuestos aquí en tercer lugar. Esto no debe confundirse con la posición de quienes no votan a su partido preferido, porque supuestamente no tendría ninguna posibilidad. Excelente ejemplo de profecía autocumplida, pues, efectivamente, si todos los votantes potenciales de un partido pensaran así, este no obtendría ningún voto. Quienes razonan de esta guisa, o bien acaban practicando el voto útil, o bien incurren en la abstención de tipo 1. Pero para votar cualquier cosa, lo mejor es no votar.
No pretendo que esta reflexión se entienda como una llamada a la abstención en las próximas citas electorales. Lo que personalmente deseo es que mi opción política preferida se presente a las elecciones de mi municipio, de mi comunidad autónoma y de mi nación. Sólo si no lo hace, dejaré de ejercer mi derecho de sufragio, lo cual no deja de ser otra forma de expresarse, pero que conviene distinguir del escepticismo vulgar y estéril del "todos son la misma porquería". Cosa que afortunadamente no es cierta.