Dicho esto, afirmo que pretender extremar las medidas de seguridad en todos los ámbitos concebibles es imposible, al menos en el mundo real de recursos escasos en el que vivimos. Thomas Sowell ha señalado que, a partir de cierto punto, los costes de seguridad provocarían una inhibición del crecimiento económico que arrojaría un balance negativo en término de vidas humanas. Podríamos, sin duda, construir infraestructuras de transporte mucho más seguras. Incluso podríamos, teóricamente, eliminar todas las curvas. Pero esto tendría un coste desorbitado en expropiaciones y túneles kilométricos, lo que inevitablemente supondría detraer los recursos necesarios, como mínimo, para la seguridad de otros sectores. Es imposible elegir sin sacrificar opciones, porque elegir es sacrificar opciones.
Pero es que además, por muy extraordinarias que fueran las medidas de seguridad, la incertidumbre constitutiva del mundo físico no nos permitiría garantizar la imposibilidad de un accidente. La seguridad absoluta no existe, porque somos seres finitos.
Tras la pretensión de alcanzar niveles quiméricos de ausencia de riesgo hay algo más que un desconocimiento de la economía más elemental. Hay una larvada ideología determinista, una concepción opuesta a lo que Karl Popper llamó "universo abierto", en el que suceden cosas inesperadas, para bien y para mal. Creen algunos que el universo es algo clausurado, una maquinaria autosuficiente, de la cual la ciencia se limita a describir sus engranajes. Y estos mismos creen que las personas también somos esencialmente máquinas. Que en el futuro las neurociencias y la biogenética habrán eliminado los últimos atavismos irracionales, y ya nadie correrá al volante (porque la pasión por el riesgo habrá sido extirpada), ni se distraerá mirando una falda demasiado corta (porque se habrá erradicado el machismo) ni se reirá de un chiste ofensivo para el colectivo gay-lésbico-bisexual-transexual-y-otras-hierbas (porque el sentido del humor habrá sido lobotomizado). Y por si la felicidad, pese a todo, no es completa, habrá las máximas facilidades para el suicidio asistido.
[ACTUALIZACIÓN 22-8-13, a las 9:41: Esta reflexión no obsta para que, como digo al principio, en el caso del accidente de Santiago, no podamos señalar responsabilidades que vayan más allá del error humano. Y tras leer la entrada de Elentir, esta impresión sale muy reforzada.]