domingo, 17 de junio de 2012

El complejo FEMS

Las cuatro patas de la izquierda actual, en orden arbitrario, son el Feminismo-ideología de género-proabortismo, el Ecologismo, el Multiculturalismo-antioccidentalismo y por supuesto el Socialismo. Con fines de agilidad nemotécnica, podemos utilizar el acrónimo FEMS. (Que en catalán signifique excrementos animales, así como el abono elaborado con estos, es una mera coincidencia.) Detengámonos  brevemente en cada elemento.

Socialismo. Se trata sin duda del elemento más antiguo. Precedentes del pensamiento socialista ya se encuentran en Platón. Actualmente, fuera del marxismo confeso, se manifiesta bajo la forma aparentemente moderada de socialdemocracia, y del discurso sobre el Estado del bienestar, que incluso ha interiorizado en gran parte la derecha política. La idea socialdemócrata consiste, en esencia, en que determinadas funciones sociales, como la sanidad, la educación, las prestaciones de desempleo o de jubilación, deben estar aseguradas por el Estado. Así, aunque el mercado realice funciones tan importantes, si no más, como son la producción y distribución de alimentos o de vestido, por alguna razón se considera que es incapaz de ofrecer aquellos otros servicios de manera universalmente asequible.

La izquierda goza en este tema de una importante ventaja material, sobre todo en Europa, donde el Estado ejerce  de hecho posiciones dominantes, cuando no cercanas al monopolio, en los sectores mencionados. En consecuencia, el mercado tiende a especializarse en las capas más pudientes de la población, que aspiran a una medicina o una educación de mayor calidad que la ofrecida por la pública, lo cual refuerza la idea de que las clases medias y bajas no podrían acceder a estos servicios sin la intervención estatal. No importa que las empresas públicas den muestras sobradas de ineficacia e insostenibilidad, en comparación con las privadas. Sus deficiencias siempre podrán achacarse a que no se destina a las primeras suficiente presupuesto, lo cual refuerza el discurso socialdemócrata dominante, al tiempo que premia la ineficiencia, en lugar de atajarla, en un claro ejemplo de círculo vicioso. El socialismo no funciona; luego es necesario... más socialismo.

Los socialistas replican a lo anterior, claro, que el capitalismo tampoco funciona. Pero ignoran con ello el hecho fundamental: Que jamás se ha creado más riqueza en la historia que en el sistema capitalista. Por muchos problemas e injusticias que produzca, o que no sea capaz de remediar el mercado libre, lo cierto es que jamás ha existido un sistema mejor, y en cambio algunas alternativas, como el comunismo soviético y chino, han sido mucho peores. Del capitalismo podríamos decir lo mismo que de la democracia: es el peor de los sistemas, exceptuando todos los demás.

Feminismo. Dentro de este término incluyo básicamente la ideología de género y el proabortismo. La idea original, que la mujer tiene la misma dignidad que el hombre, procede del judeocristianismo, en contra de los tópicos que aseguran lo contrario. "Y creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó." (Génesis, 1, 27.) Y más adelante: "Por eso, deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y vienen a ser los dos una sola carne." (2, 24). Aunque desde la puntillosa corrección política sin duda se tacharía este lenguaje de "sexista" (¿por qué no decir: "deja la mujer a su padre y a su madre y se une a su hombre"?), lo esencial es obvio: Hombre y mujer, en la institución del matrimonio, son lo mismo. El Nuevo Testamento lleva hasta sus últimas consecuencias esta doctrina, rechazando Jesús con contundencia que la mujer pueda ser repudiada.

Ahora bien, el feminismo, que consciente o inconscientemente bebía en esa concepción cuando reclamaba el sufragio universal o el acceso de la mujer a todas la profesiones, se transmutó en tiempos modernos en otra cosa completamente distinta, en un remedo de la teoría marxista de la lucha de clases, traducida a lucha de sexos. Se llega al extremo de afirmar que el sexo es una pura construcción cultural (como sugiere, al menos en español, el término género, que tiene un sentido puramente gramatical, no biológico). De ahí que se condene toda diferencia observable entre los sexos en la conducta, la educación, el mundo laboral, el ocio, etc, como una injusticia que debe remediarse mediante la ingeniería social, es decir, de manera coactiva. La culminación de esta mentalidad es el proabortismo, la idea de que el aborto es un derecho de la mujer, no una medida desesperada, como mucho admisible en situaciones extremas. Ello le permite eludir, de la manera más drástica, el hecho biológico diferencial. Aquí la izquierda, la supuesta defensora de los débiles, carga sin compasión contra los seres más débiles que existen, que son los seres humanos en edad embrionaria y fetal.

Ecologismo. Nace este en época mucho más reciente, y originalmente no era un movimiento propio de la izquierda. Se pueden encontrar precedentes de políticas medioambientales y de protección de los animales en el nacional-socialismo. El ecologismo entronca con una vieja corriente paganoide, de idolatrización de la naturaleza, que en sí misma choca con la concepción del Génesis, según la cual esta, y particularmente los demás seres vivos, deben someterse al imperio del hombre. Por supuesto, una preocupación razonable por el cuidado del medio ambiente no es patrimonio de ninguna ideología política, sino algo común a cualquier persona normal. Pero el ecologismo ideológico, aunque explote este sentimiento, no consiste en esto, sino en la idea de que el capitalismo es el peor enemigo de la naturaleza, cosa que resulta completamente falsa. (Los peores desastres ecológicos se han producido en países del "socialismo real".) Es por ello que el ecologismo en gran medida actúa como recambio de las ideas socialistas, sobre todo cuando estas entran en crisis. No es ninguna casualidad que los partidos comunistas europeos se hayan resituado en alianza o fusión con partidos verdes. El catastrofismo medioambiental les proporciona el mismo tipo de pretextos que el lenguaje milenarista dirigido antaño a los parias de la tierra.

Multiculturalismo. Por este término no me refiero exclusivamente a una determinada política ante la inmigración, sino a un concepto mucho más amplio, la idea de que todas las culturas valen lo mismo... excepto la occidental, que debe ser fustigada sin descanso, y culpada de todos los males imaginables. La raíz última del antioccidentalismo es la cristianofobia. El relativismo cultural es el vehículo intelectualmente sugestivo (y originalmente, tampoco procedente de la izquierda, sino de las ideas románticas de Herder, y de Spengler) del odio a la Cruz. Permite denigrar nuestras raíces, nuestras tradiciones, asociándolas con lo caduco, lo desfasado, y contraponiéndolas a una idealización de las demás culturas basada en el mito del "Buen Salvaje". En el multiculturalismo antioccidental se ensamblan a la perfección los otros tres elementos de la izquierda: El socialismo confluye de manera natural con el indigenismo y el chavismo, con el ecologismo de la Pacha Mama, y con la Leyenda negra contra la España católica. El ataque al cristianismo alcanza su culminación en la defensa del aborto y en la ideología de género-homosexualista. Todo cobra su máximo sentido en este clima de odio a Occidente y al cristianismo.

Para combatir intelectualmente a la izquierda, verdadero cáncer que corroe Occidente desde hace siglo y medio, es necesario reconocer estos cuatro frentes, y al mismo tiempo no perder de vista su interdependencia, ni la coherencia del conjunto. La izquierda ha realizado una fusión brillante de tendencias ilustradas con las románticas. Se reclama heredera de la Ilustración, lo cual no es del todo falso, pero sí incompleto. Lo decisivo no es rastrear sus orígenes, aunque a veces sea esclarecedor, sino comprender a dónde va: A la subversión de nuestros valores judeocristianos, y en consecuencia a la destrucción de la civilización liberal, centrada en la dignidad trascendente del individuo, en la limitación del poder político y en la razón, que carece de base sin el reconocimiento de lo trascendente.

Uno de los principales enemigos de la izquierda, si no el mayor, es la Iglesia, ajena a las modas y por tanto siempre "atrasada" -pero por lo mismo también adelantada a los tiempos. Pero la Iglesia sola quizás no pueda resistir el empuje autodestructivo de la izquierda. Es necesario un círculo exterior de defensores de los valores occidentales, heredados del mundo grecorromano y cristiano, que proteja a la Iglesia al mismo tiempo que la descargue de la polémica más desgastadora del día a día. Y al mismo tiempo, todos necesitamos más que nunca (o quizás igual que siempre, al cabo) la sólida roca de la Iglesia, proclamando desde hace dos mil años la Verdad, a despecho de todas las herejías, de todas la debilidades humanas que la distorsionan o tratan de dulcificarla. La Verdad de que la vida es un don divino, que el hombre necesita ser salvado, y que no está en su mano conseguirlo sin ayuda trascendente. Todas las ideologías modernas que niegan esto, y en especial el optimismo antropológico de la izquierda, conducen, por caminos más o menos sinuosos, a callejones sin salida, a la idea de que el fin justifica los medios, a la arrogancia prometeica de querer removerlo todo, pisoteando para ello cualquier idea de justicia o meramente de sentido común.